Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

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FRANZ BRENTANO

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

Traducción de Juan José García Narro

y Silvia López-Palao

EDITORIAL COMPLUTENSE

Page 2: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

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Título original: ••

Uber den Begriff der Warheit (1889). En: Franz Bren tan o, Wahrheit und Evidenz. Hamburg, Felix Meiner, 1930, págs. 3-29

COLECCIÓN CLÁSICOS BREVES:

EN COEDICIÓN CON LA FACULTAD DE FILOSOFÍA DE LA UCM

Edita: Editorial Complutense, S. A. Donoso Cortés, 63- 4.a planta. 28015 Madrid Tels.: 91 394 64 60/61. Fax: 91 394 64 58 ecsa@rect. ucm.es www. ucm.es/ info / ecsa

Primera edición: septiembre de 1998 Segunda edición: octubre de 2006

ISBN-lO: 84-7491-804-9 ISBN-13: 978-84-7491-804-5 Depósito legal: M-45.047-2006

Fotocomposición: MCF Textos, S. A. Impresión: Gráficas Rogar

Impreso en España- Printed in Spain

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD (Conferencia pronunciada en la Sociedad

Filosófica de Viena el27 de marzo de 1889)

l. Cuando Aristóteles fundó la ciencia en su más amplia extensión, necesitó de una termino­logía científica. No existía. Tuvo que creársela; y

en ello demostró mucha circunspección y fino tacto científico.

Introdujo una serie de nombres completa­mente nuevos; otros, que tomó del lenguaje co­niente, los delimitó rigurosamente, cuando eran imprecisos, y cuando eran ambiguos distinguió sus múltiples sentidos, pero todo ello lo puso en claro, según su contenido, mediante la separa­ción de los componentes conceptuales.

2. De esta manera aparecieron equívocos in­sospechados en el nombre de causa, en el nombre de parte y aun en el mismo nombre de ente.

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD •

capacidad, ya una disposición para la acción.

Muchas veces decimos de un hombre que ve, aun

cuando en este momento hubiera cerrado los

ojos, en oposición al ciego. Tiene la capacidad de

ver. A menudo decimos de alguien que no oye y

con ello queremos decir que es sordo. Decimos

que el hombre es un ser pensante, bien que por

eso contamos, y sin contradicción, entre los hom­

bres a alguien que se ha desmayado en este mo­

mento. Por este motivo decimos que saber es co­

nocer; sin embargo, atribuimos sabiduría a un

erudito, aunque esté durmiendo, en razón de la

continuidad de las disposiciones adquiridas.

Otras veces decimos: «Sé lo que quiere», aunque

reconozcamos al mismo tiempo que ni siquiera

estamos seguros de si en este instante piensa en

el asunto. También decimos de alguien que toca

la flauta, unas veces queriendo decir que real­

mente la toca, otras veces atribuyéndole tan sólo

el arte de tocar la flauta, etc. ----·· 3. ~Arist~tele§ .. n<;> ... el_ir.r?-_!n.~_:sto~. · eg11~ocos ,_ que

son normales y pertenecen, por así decir;"ai espí­

ritu de la lengua. Por el contrario, los imitó y los

multiplicó. Nadie que considere bien el asunto le

hará un reproche por ello. Y, así muchos de los

reproches que se suelen hacer a Aristóteles, a

causa de la ambigüedad de sus términos, deberían

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enmudecer. No obstante, no se puede negar que

el origen de frecuentes errores se halla en la con­

cisión de su estilo y en una forma de escribir que

propiamente presupone un nuevo Aristóteles co­

mo lector.

4. Aristóteles conocía los peligros lógic_os de ~ •''"'""""- --·~ ....... i L • ..._.., ·-

la equivocidad. Estudió a fondo este fenómeno '

lingüístico. Distinguió tres clases: equívocos con-

tingentes, equívocos por causa de una analogía,

equívocos por relación de otros términos con uno

que lleva el nombre en el sentido más propio.

5. Los equívocos contingentes se limitan casi

siempre a un idioma. Los juegos de palabras se

pierden la mayoría de las veces con la traducción.

Los que descansan sobre una especie de conexión

de ideas que son comunes a las distintas naciones

los encontramos a menudo proporcionalmente

en todos.

6. Así sucede también con los equívocos que

señaló Aristóteles en el importante y tradicional

término aA:r¡8É<;. Lo que de él dice vale exactamen­

te como si hubiera tenido delante el latín verum o

el alemán wahr. De este modo, las distinciones de

los significados de «Verdadero», como en general

las definiciones del concepto de verdad, tal como

las dio Aristóteles, pudieron hacerse determinan­

tes, como de hecho ocurrió, mucho más allá de las

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD •

fronteras del helenismo, y mantenerse durante milenios en los que la antorcha de la filosofía pasó a manos de pueblos extranjeros.

, . \¡') ; 7. Oigamos, por tanto, cómo explica el téimi-\ .(F 1 no «verdad» el espíritu científico más poderosQ. ~ \JJ ; ..__._ -- '""""-_,.,.,.,"""""~

': 1 nos de la hu~1anidad. --·--Dice que las expresiones «verdadero» y «falso» son · causa de la multiplicidad de las relaciones con algo uno, al cual pertenece el nom­bre en el sentido más propio. Llamamos a muchas representaciones verdaderas y falsas; falsas, por ejemplo, a las alucinaciones; llamamos verdade­ros o falsos a los conceptos; llamamos verdaderos o falsos a los juicios; a las suposiciones, esperan­zas, preocupaciones, las llamamos verdaderas o falsas; llamamos verdadero o falso a un corazón, a un espíritu (un esprit faux); llamamos verdaderas o falsas a las cosas exten1as; llamamos a los di­chos verdaderos o falsos; a un comportamiento, verdadero o falso; a las expresiones, letras, y mu­chos otros signos, verdaderos o falsos; a un ami­go, al oro, lo llamamos verdadero o falso; decimos una felicidad verdadera o falsa, y la última en un sentido muy distinto, unas veces porque es sólo una felicidad aparente, y otras veces porque se trata de una felicidad que nos abandona desleal-

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mente; ocasionalmente decimos una mujer falsa, cuando una joven coquetea y se ríe de nosotros; en otro sentido, sería una falsa mujer un hombre que se hace pasar por una mujer, como a veces un ladrón al que se le arresta vestido de mujer, y to­davía en otro sentido, alguien al que no se le ocu­rre hacer eso, pero al que, sin embargo, se le toma por una mujer; por ejemplo, como ocurrió conmi­go al atardecer en una puerta de entrada de la for­taleza de Wurzburgo. Llevaba entonces un traje talar, y el sobresalto del desengañado fue muy grande y de lo más cómico.

8. La ambigüedad de la expresión «verdade­ro» salta a la vista en este diverso uso. Pero asi­mismo nos damos cuenta fácilmente de la relación

~ ·-'~ ·--,-· ,,_.,,_ .

• s9n algo uno,. que es determinantt; po~ _ _cl.og~!~t~ Pasa en ello como con la expresión «Sano», que aplicamos tanto a un cuerpo como al color de la cara, tanto a un alimento como a una medicina, a una comarca o a un paseo. El cuerpo sano es sano en el sentido propio, y todo lo demás se dice sano en relación con su salud. El color, porque es signo de ella; otras cosas, porque la procuran, la fomentan o la producen.

9. ¿Y cuál es este uno? ¿Dónde se encuentra la -- ---'-u--• -·- --- -

verdad en el sentido más propio? Aristóteles dice ~- _....,;:··:e/'-~""-'" ,,.-... ~~ .,..... ..

que se encuentra en el juicio.

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD •

En relación con la verdad y la falsedad en el jui­cio reciben también ese nombre todas las demás cosas que se llaman verdaderas o falsas; unas co­sas, porque enuncian un juicio verdadero o falso, como una afirmación falsa o un dicho falso; otras cosas, porque dan lugar a un juicio verdadero o falso, como, por ejemplo, una alucinación, una pa­labra mal pronunciada o mal escrita, un metal que a causa de la similitud de su color se toma por oro; unas cosas, porque se proponen producir un juicio verdadero o falso, como, por ejemplo, un estado de ánimo verdadero, un comportamiento falso; otras, porque quien las toma por reales las juzga verda­deras o falsas, por ejemplo, un Dios verdadero o una piedra verdadera en oposición a una pintada; algunos conceptos los llamamos verdaderos o fal­sos en relación con lo que incluye el contenido de ellos, porque el que lo cree juzgaría verdadera o erróneamente: por ejemplo, si decimos que una fi­gura de cuatro ángulos no es el verdadero concep-

~ to de un cuadrado, y así en los demás casos. f lf~ Por consiguiente, la verdad y la falsedad i" -

i. en sentido propio se encuentran en el juicio. Y,

,, ' 11. Ahora bien, según Aristóteles, ¿cuándo es

verdadero un juicio? ¿Y cuándo es falso? A ello contesta que es verdadero cuando el que juzga

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procede en conformidad con las cosas, y que es falso cuando procede de modo opuesto a ellas: «Cuando uno considera como separado lo que está separado y como unido lo que está unido, juzga con verdad, y yerra cuando procede de ma­nera opuesta a las cosas».

<<") cr'tE aA:r¡Ocúct ¡Ú:v Ó 1:Ó 8t1lPTJJ.LÉVOV OtÓ¡tEVO<;

8tatpcicr0at K(xt 1:0 cruyKEÍ¡tEvov cruyKEtcrOat,

E1JIEUcr'tat 88 ó evav1:Ímv i:xmv fí 1:a npáy¡ta'ta. »

Metaph. IX. 10, 1051 b 3.

, ... -...,

.1 , 12:) Así se explicó la verdad como la concor-:JJ "' #'

·M dancra del juicio con las cosas reales. ' i< • 13. Desde hacía mucho tiempo se venía pre­

parando esta definición. a) Los antiguos jonios creían poder conocer

las cosas y las fuerzas externas a nosotros a través de cosas similares dentro de nosotros.

<<yaín ¡t8v yap yal:av onóma¡tEv, ü8a1:t 8'ü8mp,

aiOÉpt 8, aiOÉpa 8l:ov, a'tap 1tUpt 1tÚp aí8TJAOV,

cr1:opyi)v 88 cr'tOPYÍl. VEtKO<; 8É 'tE VEÍKEl AUypi¡). >>

Empédocles.

b) Y también las tesis paradójicas de los sofis­tas juegan con las dificultades vinculadas a estas

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD '

opiniones preparatorias. g~()2:gias~E:Sgé.B~~ ... ~~§!.

~?~~..;.c_ib..:l.;.e..:a,;;;lg¡;.;o:...r;;..;e;.;;a;;;.l Y. que, aun en el caso de que

lo fuese, fuera comunicable a otro. Nada con­

cuerda perfectamente con nada salvo consigo

mismo. Lo que está fuera de mí no está dentro de

mí. Lo que está dentro de mí y se queda en mí no

pasa a otro. Por consiguiente, no es posible la ver­

dad ni la comunicación de la verdad. Gorgias opi­

naba que, si hubiera que llamar verdadero a algo

que pensamos, habría que llamar verdadero a

todo lo que pensamos, pues todo pensamiento es

uno consigo mismo y cada uno diferente de todos

los demás. Tener que llamar verdadero a cada

pensamiento, incluso si se piensa en una batalla

de carros en el mar, es un absurdo.

e) Sin embargo, encontramos otro sofista que

defendió la tesis contraria. Protágoras dijo que,,.en

vez de ser todo falso todo ~S .Ve~cladero,' cÚ~iquie­

ra que sea o que piense cada cual. Lo que se pien­

sa que es, es; lo que se piensa que no es, no es.

Creo que es totalmente claro cómo llegó Pro­

tágoras a este pensamiento. Si cada una de las

creencias es verdadera debido a la perfecta con­

cordancia con algo existente, entonces cada una

de ellas es verdadera porque es idéntica consigo

misma. Asimismo Aristóteles señala, como expli­

cación, la conexión con las doctrinas de la escue-

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la jónica, con las que también está en relación la

tesis contraria de Gorgias. Como genuino sofista,

como sofista de libro, tal como se halla caracteri­

zado en Platón y Aristóteles, y no como el que se

í encuentra en Qr.ote1 que vivió algo después, a • Protágoras se le ocurrió convertir (esto es total-

mente claro) la paradoja en la que había incurri­

do en el punto de partida de un juego ingenioso.

Ka'tapáA.A.ov'tc~ (los púgiles que derriban) se lla­

mó el escrito en el que defendió su tesis. Parece

que en él se reparten golpes y se paran las obje­

ciones subsiguientes.

A la objeción de que entonces lo mismo sería y

no sería a la vez, contestó parece que eso no

es disparatado, y justamente lo que vale para uno

no vale para otro.

Que una fundamentación genuinamente cien­

tífica no se haya dado, ni siquiera intentado, se

echa de ver por el hecho de que ni Platón ni Aris­

tóteles, que seguramente tenían ante sí el escrito,

pudieron conocer directamente cómo había lle­

gado Protágoras a ese punto, sino que se guiaron

completamente por conjeturas, más atinadas en

el caso de Aristóteles, que estaba familiarizado

perfectamente con la historia anterior y, en cual­

quier caso, se mostraba más dotado de sentido

histórico.

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He señalado los pasos del camino que lleva a la tesis de Protágoras. «Tamov o'ecr'tt voriv 'tE KaÍ

oÜVEKEV Efcrn vÓr¡¡.La», dice también Parménides. ¿Qué está más cerca que esto de la paradoja de que todo pensamiento es verdadero? Cada uno está entonces en la más total concordancia consi­go mismo, por tanto, dado este supuesto, con su objeto.

14. No nos detengamos más tiempo en los an­tecedentes históricos de la definición aristotélica de verdad. Veamos más bien cuál ha sido su efec­to en la posteridad. Veremos entonces que, con escasas e insignificantes excepciones, ha marca­do la pauta hasta nuestros días.

15. También el Medievo dice que lo verdadero y lo falso, en sentido propio, se encuentran en el

, juicio, y define la verdad como adaequatio rei et ' 1 intellectus.

En la lógica cartesiana que nos ofrece Arnauld en la Lógica de Port Royal (parte segunda, capítu­lo tercero) se dice: Les propositions se divisent en­care selon la matiere en vraies et en fausses. Et il est clair, qu 'il ny en peut point avoir, qui ne soient ni vraies ni fausses; puisque toute proposition marquant le jugement que nous faisons des choses est vraie, quand ce jugement est conforme a la veri­té (realidad), et fausse, lors qu'il ny est pas canfor-

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me. Por consiguiente, la gran revolución que Des­cartes inició dejó intacta la definición aristotélica de la verdad.

17. Si creemos a Windelband, otra cosa ocu­rrió en aquella otra gran revolución que se efec­tuó filosóficamente en Alemania, mientras que Francia rompía políticamente con la tradición del pasado.

Se supone, pues, que fue Kant el primero que reformó el concepto aristotélico o, como dice Windelband, socrático de verdad. Aquí se en­cuentra la auténtica hazaña de Kant y no donde otros la quieren hallar. Dice en sus Preludios (pá­ginas 140 y 149): «Se tergiversa todo el propósito de Kant y se entiende su doctrina de la fmma más errónea posible si se cree que ha demostrado que la ciencia sólo puede alcanzar una imagen del mundo de los «fenómenos» y que, en cambio, no puede conocer nada de las cosas en sí ... La verdad es ... que una imagen de la realidad no tiene senti­do para él.» Esta cuestión tiene sentido sólo para los socráticos, que mantienen el concepto de ver­dad como concordancia de la representación y la cosa (se debería decir juicio y cosa) y por ello también para los filósofos franceses del siglo XVIII,

que niegan, con una especie de resignación y una pizca de escepticismo, la capacidad del hombre

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para conocer las cosas tal como son en sí. Kant

no conoce semejante límite para nuestro conoci­

miento. Precisamente ha modificado el concepto

de verdad. Según él, la verdad es lo que concuer­

da con l~Jl~!.Ll!~ del espírit~:no lo qu;~~~c~~d~--- _,.o ··- ~ ------...... ~--------- -------~ - '

con el objeto. Por objeto ~"-Q- ~ deb~rl~ ~ñtender,-pues, algo distinto de esta regla. Y, de acuerdo

con Kant, la verdad no se encuentra tampoco

sólo en el juicio, en el pensar; puede encontrarse

igualmente en todos los otros ámbitos de la acti­

vidad espiritual, en el querer, en el sentir, en tan­

to que sean nonnales.

18. Vemos, pues, así realizada, en su sentido

más amplio, la reforma del concepto de verdad,

que durante tanto tiempo se hizo esperar. ¿Qué

podría dividir más a los filósofos que buscar fines

de hecho totalmente distintos, de acuerdo con

una verdad, en cada caso totalmente diferente, y,

por tanto, sólo, la misma nominalmente? De este

.- modo, Windelband divide a todos los filósofos en

socráticos, retrógrados, y en kantianos, progre-

V sistas. A éstos pertenece la victoria; de los otros

ya no queda ninguno. Dice en el prólogo, «todos

nosotros, que filosofamos en el siglo XIX, somos

discípulos de Kant».

19. Entonces, caballeros, si tienen la gentileza

de contar entre los filósofos, por ejemplo, tam-

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' '

-

FRANZ BRENTANO

bién a mí, reconocerán la exageración contenida

en esta afirmación. Tengo a la filosofía de Kant ,,....,.,..J._,,--,, .. , ""'""--.--<-·'·''·'"'-"'"'"""""''''-,' .,.._ .. ,,..,,. ·:.~w_.,~

por un error, que ha conducido a errores mayores :::_ ~-'" - .. ······-·=-'"" ...-y, finalmente, a un caos filosófico C:?!EP!.~to: Con

todo, creo que he aprendido mucho de Kant,

pero no aquello que él quería enseñarme, sino,

sobre todo, cuán seductiva para el público filosó­

fico y cuán engañosa puede ser la fama que la his­

toria de la filosofía une a un nombre. Bien es ver­

dad que sólo una personalidad poderosa puede

convertirse en un hombre que marque una época,

pero otra cuestión es si su influencia es una ben­

dición o una desgracia y si hacemos bien en to­

marle como modelo y maestro.

20. Pero hay otras cosas que hacen sospecho­

so el rigor histórico de Windelband.

¿Cómo es esto? ¿No enseñaba Kant que hay

cosas en sí que son, sin embargo, teoréticamente

incognoscibles para nosotros? ¿No creía, basado

en motivos prácticos, que Dios pertenece a las co­

sas en sí y que sólo teoréticamente es indemos­

trable? ¿No creía que instituía un límite a nuestro

saber cuando dijo que sólo podemos tener un co­

nocimiento de los fenómenos, dado que nuestras

intuiciones son solamente sensibles y no intelec­

tuales, como podrían ser las de otros seres? ¿Aun

tengo necesidad de decir que lo opuesto de lo que

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dice Windelband ha sido afümado, de la manera más expresa, por todo aquel que conoce a Kant y por el mismo Kant?

21. ¿No deberíamos dudar de quien, impulsa­do por no se qué sed de novedades y afirmaciones chocantes, nos infonna con tanta inventiva de las doctrinas principales de Kant, y sospechar que nos esté narrando quizás un cuento sobre el con­cepto de verdad de Kant? ¿No nos estará presen­tando, bajo el nombre de Kant, su propia opi­nión, de suerte que posiblemente no deberíamos contar al propio Kant entre los llamados kantia­nos? ¿O quizá, en vez de en socráticos y kantia­nos, debamos dividir a todos los filósofos en so­cráticos y windelbandianos?

22. Tenemos al alcance de la mano la Crítica de la razón pura. El mismo Windelband dice que se ha atenido exclusivamente a ella; así que deci­da el libro.

Y ahora escuchen y asómbrense lo que un historiador alemán de la filosofía se atreve a ofre­cer a un público filosófico sobre un filósofo ale­mán, y precisamente sobre el que es tenido por el más grande de todos y el más celebrado en nues­tros días.

a) ¿Dónde se encuentra, según Kant, la ver­dad en sentido propio?

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Dice Windelband: En todos los ámbitos de la actividad espiritual, no sólo en el pensar, sino también en el querer, etc.

¿Y qué es lo que dice Kant? En la lógica trans­cendental, segunda sección, que denomina «Dia­léctica transcendental», podemos leer en la pri­mera página lo siguiente (Hartenstein, edición de

1838, II, pág. 276): '~.Y~r_siad <?,.::P..~:!.,~~,go s:.:?.i:!.J:L,_ en el_qJ~k!.<1~E..~a.J?:tO .g~~Jl!!~!~~~i!l!?. ~t;B ~!, j,!li<;;!2__ • sobre éste, en tanto que pensado. Se puede decir, pues, correctamente que los sentidos no yerran, pero no porque juzguen siempre correctamente, sino porque no juzgan. Por ello tanto la verdad como el error, y, por consiguiente, también la apariencia que conduce a éste, se encuentran só­lo en el juicio, es decir, sólo en la relación del ob­jeto con nuestro entendimiento. En un conoci­miento que concuerda completamente con las leyes del entendimiento, no hay error.>>

En relación con la primera pregunta, dónde se encuentra la verdad, según Kant, creo que no es necesario ninguna palabra más.

b) Ahora bien, ¿qué es la verdad que, según Kant, sólo se encuentra en el juicio?

¿Ya no entiende por ella la concordancia del juicio con el objeto, como hicieron los antiguos? Hemos oído cómo hablaba Windelband al res-

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pecto; oigamos también cómo se manifesta Kant sobre ello.

«¿Qué es la verdad?>>, pregunta en la introduc­ción a la lógica transcendental, capítulo III, pági­na 93, y contesta: «La definición nominal de la verdad, a saber, la concordancia del conocimien­to con su objeto, es aquí aceptada y supuesta, pe­ro es preciso saber cuál es el criterio universal y seguro de la verdad en cualquier conocimiento.>>

Por tanto, ¿qué enseña aquí Kant? ¿Acaso que · es falso, como se dijo tiempo atrás, que la verdad es la concordancia de un juicio con su objeto? Por el contrario, lo presupone como conocido, y, sin duda, en el sentido familiar. Escuchemos lo que sigue (pág. 94): «Si la verdad consiste en la concordancia de un conocimiento con su objeto, entonces debe distinguirse por ello este objeto de los otros; pues un conocimiento es falso si no concuerda con el objeto al que se refiere, incluso aunque contenga algo que pudiera valer de otros objetos.>> ¿No parece como si Kant tuviera la in­tención de protestar contra la imputación de Windelband de haber alterado, al menos en su es­píritu, la definición antigua, entendiendo por ob­jeto algo diferente, a saber: una regla del espíritu?

En este supuesto, ¿qué quen'Ía decir «incluso aunque contenga algo que pudiera valer de otros

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FRANZ BRENTANO

objetos>>? ¿De otras reglas? ¿De reglas que existie­sen para otro espíritu? ¿Quién será tan benévolo para aceptar tales truquillos de interpretación? Pero Kant no ha terminado todavía. Continúa ha­blando sobre las reglas, distinguiéndolas de los objetos (pág. 94). «Ahora bien, un criterio univer­sal sería aquel que valiese para todos los conoci­mientos sin distinción de sus objetos.>> Sin em­bargo, es claro que, en semejante criterio, se hace abstracción de todo contenido del conocimiento (relación con el objeto) y la verdad se refiere pre­cisamente a ese contenido, e igualmente es de todo punto imposible y absurdo preguntar por una característica de la verdad de tal contenido. Por consiguiente, es imposible poder indicar un criterio suficiente y, a la vez, universal de la verdad. Puesto que ya hemos denominado ante­riormente al contenido de un conocimiento (=juicio) su materia, hemos de decir que no ca­be pedir una característica general de la verdad del conocimiento de acuerdo con la materia, porque es contradictorio en sí mismo>>, etc., hasta la página 96, «puede parecer muy vacío y pobre, que ... », etc.

Creo que nadie entre nosotros pedirá aún más expresiones al respecto después de pruebas tan contundentes. No dispondríamos de suficiente

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD ·

tiempo para citarlas todas. Con todo, permítan­

me añadir un par de breves citas que demuestran

que Kant no piensa que el objeto dirija e influya,

a modo de una regla, la función del pensamiento.

Página 122 Kehrbach (1838), pág. 646 Ha [Hartenstein]:

«Todas las representaciones tienen, en tanto

que representaciones, su objeto, y ellas mismas

podrían volverse objeto de otras representacio­

nes. Los fenómenos son los únicos objetos que

pueden senws dados inmediatamente, y aquello

que se refiere inmediatamente al objeto, se llama

intuición. Ahora bien, los fenómenos no son co­

sas en sí mismas, sino sólo representaciones que

a su vez tienen un objeto que ya no puede ser in­

tuido por nosotros y, por ello, se le puede llamar

objeto no empírico, o sea, transcendental = X. »El puro concepto de este objeto transcenden­

tal (que en realidad en todos nuestros conoci­

mientos es siempre uno y el mismo = X) es lo que

puede proporcionarnos en todos nuestros con­

ceptos empíricos una relación a un objeto, es de­

cir, una realidad objetiva.»

Página 662 Kehrbach (1838), págs. 131-132 Ha:

«El entendimiento es, hablando generalmente, la facultad del conocimiento. Éste consiste en la

relación determinada de las representaciones da-

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FRANZ BRENTANO

das a un objeto. Sin embargo, el objeto es aquello

en cuyo concepto está reunido lo múltiple de una

intuición dada. Ahora bien, toda reunión de las

representaciones exige la unidad de la conciencia

en la síntesis de la misma. Por consiguiente, la

unidad de la conciencia es lo único que constitu­

ye la relación de las representaciones con un ob­

jeto, y, por tanto, su validez objetiva y el hecho

de que son modos de conocimiento y sobre ella

descansa, pues, la posibilidad misma del enten­

dimiento.» Con esto recibimos también, a partir directa­

mente de las fuentes, suficiente información so­

bre la segunda cuestión. 23. ¡No hay duda! Por consiguiente,, también_

Kant se atuvo a la definición aristotélica de la ver-_ -.,.._.,----·--- _..,~--------., _ _., __ --~~·~ ~- ....... . - _ _,...._,, ---·•'·~ .•• - ·----'"·'~-""-"~-·,.--o·"'-•~ .

··aád como col1éordancia del juicio con la realidad._. ··-· .,--~-- .. _,. - ... ,..,...,.--- __ ,.- .... ,.. __ _,_~-----··"''"·" ···---- __ -- ·---... _,-,·- ·-----

y así podríamos aecir que todos los pensadores

que marcaron su época, que aparecieron después

de Aristóteles, no sintieron la necesidad de proce­

der a un cambio en esta cuestión, por revolucio­

narios que fuesen en otras. 24. Sin embargo, vemos, en el ejemplo de

Windelband, que no han faltado, con todo, inten­

tos de liberarse. De modo muy similar a Windel­band, ha habido quienes tuvieron la idea de sus­

tituir el concepto de concordancia con el objeto

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD .

por el concepto de lo normativo y, si no de lo nor­mativo en general (como hizo Windelband), del juicio normativo o prescriptivo. En Sigwart, por ejemplo, encontramos afirmaciones de este cariz, a pesar de recunir, de vez en cuando, al concepto antiguo de verdad. Toda la lógica de Sigwart se debate incesantemente al respecto.

25. Este intento de refmma es facilísimamen­te rebatible.

Si la verdad significase lo mismo que juicio ,. conforme a reglas, todo juicio llevado a cabo con

razones insuficientes o de un modo totalmente ciego, sería un error. Pero esto no es el caso en ab­soluto. La evidencia debe ser siempre verdadera; pero una suposición frívola, un mero prejuicio, o una opinión adoptada en virtud de la autoridad o porque es usual, puede también ser tanto ver­dadera como falsa. Ya Aristóteles señaló que a menudo se llega a conclusiones verdaderas a par­tir de premisas falsas. Mi convicción en este caso no es de acuerdo a unas normas y, por esta razón, condenable, y, sin embargo, aquello de lo que es­toy convencido es verdad.

26. Y así, de las definiciones tradicionales, parece que sólo queda una que pueda reclamar nuestro asentimiento: la antigua que ya nos dio el fundador de la lógica.

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FRANZ BRENTANO

27. No obstante, no cabe negar que está las­

trada por ciertas dificultades. 28. Ante todo, hay una reflexión que es tam­

bién, en lo esencial, la reflexión del viejo Gorgias. La concordancia, si la entendemos en el senti-.:;::;:..::.;:;..;;~- .---...~,..~~·"?·~- , __ ,...-<~·-c.----- --- -··· -- .. - ·- --- - ., .. - . -- ~ --- ~- -~-- . ---.;.,o_- ~·---- -- -- _..,.,.,.. --

do más pleno, es identidad. Y, de hecho, parece ~,.....,.."""' , ... ,"""'-~'"'=-...,."'"'' .... ..-..-, "'"'"' -~~ ,-,. "'' ...,,----~-- -.. - '---- ~ .

· que es esto lo que debe entenderse aquí. Porque una concordancia en ciertos rasgos existe tam­bién entre Pedro y Pablo. Si el juicio en el que se trata de Pedro no estuviese en correspondencia más con Pedro que con Pablo, entonces no sería verdadero, o al menos no sería una verdad sobre Pedro. Pero si el juicio concuerda completamen­te con Pedro, sería idéntico con él, sería Pedro mismo. Sin embargo, Pedro está fuera de mi es­píritu y no dentro de él. Escuchen cómo, por ejemplo, el profesor Dilthey, de Berlín, argumenta, a partir de este punto, contra la posibilidad de un conocimiento del mundo externo. En su Introduc­ción a las Ciencias del Espíritu, 1, pág. 518, funda­menta la tesis con las siguientes palabras: «Pues una representación (Dilthey entiende el juicio como una unión de representaciones) nunca pue­de ser idéntica a una cosa, en la medida en que se la comprende como una realidad independiente. No es una cosa introducida en el alma y no se la puede hacer coincidir enteramente con un obje-

27

Page 13: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

to. Si se debilita el concepto de igualdad, convir­

tiéndolo en el de semejanza, tampoco cabe apli-,

car aqm este concepto en su sentido estricto: la

representación de la concordancia se aleja infini­

tamente.»

En cambio, Dilthey no es de la opinión de que

no podamos conocer lo que sean en sí mismas las

intenciones y estados de ánimo de los otros. Pero

un crítico observó con mucho tino que Dilthey

tiene que afirmar en consecuencia que es imposi­

ble conocer que alguien se equivoca. «Pues para

reconocer el error de otro, su error debería ser

introducido en nuestra alma. Pero eso es impo­

sible. Y aún en el caso de que fuera posible, no

podríamos saber que se equivoca, pues nos ha­

bríamos hecho partícipes de su error.» Por consi-. / .

gmente, sena meJor rechazar como errónea la de-

finición del concepto de verdad en términos de

correspondencia del pensamiento con su objeto.

Y de hecho, si Sigwart en su Lógica muestra su

voluntad de hacerlo, es este pensamiento lo que

le impulsó, al igual que a Windelband, que pare­

ce también estar influido por él.

29. Sin embargo, este argumento es comple­

tamente infundado. Descansa en el desconoci­

miento de la distinción que Descartes designó

como ~feren~ia entre l~~~~d formal y la rea-----' =--·---~--~--- '

~"'-, ~·-"-"·'~- ' --~~---

28

J

FRANZ BRENTANO

.· lidac).,gpj~tiva, pero que había sido sacada a ple­

na luz, mucho tiempo antes ya, por Aristóteles,

quien la usó para superar los sinsentidos y

sofisterías de Parménides, Gorgias, Protágoras,

entre otros.

\ Si creo algo, esta creencia está «formalmen-•

.• te» en mí. Si posteriormente recuerdo esta •

' creencia, entonces, según la expresión de Des-,,

¡ cartes, la creencia está «objetivamente» en mí.

Se trata del mismo acto individual de creer, pero

una vez lo ejecuto y la otra vez es sólo el objeto

inmanente de la actividad de recordar que llevo a

cabo. Ocurre de forma similar en otras funciones

psíquicas, la volición, el deseo, la aversión, etc.,

en las que, con el acto psíquico, se da algo como

objeto inmanente del acto psíquico, por tanto,

como objetivo, para hablar como Descartes; o,

como decimos nosotros mejor, para evitar una

mala comprensión, se da intencionalmente. Y

evidentemente, no contiene nipguna contra<;!t<::.~ .. '"""":''', ,. •. ' ',_,__,,._.,_,-=-·~----" --"'-'-•·~ .... _.-~ .... ~ ,__ ' ~ >·' • ' '

ción el que la misma cosa individua!~~t~~!!.mL ... _ ...., ... ..,.~p __ ...... .,_,_ ........ , __ ........... ' --· ...... "'"'"""'' ,,...,_~ ~·~"-·"' •

intencionalmente y formalJ!.lel!.t.~E-9. es~~ en mí, y -- ~------- - "·~- '-- ,.,-

al"revés, tal como se podría mostrar a través del

ejemplo del recuerdo y de otros mil más. El des­

conocimiento de este hecho parece un retroceso

a los tiempos más burdos de la teoría del conoci­

miento.

29

Page 14: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

' '; • '

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD ·

30. Pero si ya desde tiempos antiguos se sol­ventó de forma apropiada esta duda, quedan otras que no parecen tan fáciles de solucionar.

Algunas de ellas dependen de la peculiarísima formulación de Aristóteles, que está condiciona­da por la imperfección de su concepción del jui­cio. Estas dudas se disipan tan pronto como se rectifican las equivocaciones respectivas.

Pero existe otro caso que no se deja solucionar de esta manera.

31. En primer lugar, unas palabras sobre las primeras. Aristóteles dice en su libro De Interpre­tatione que el juicio consiste en una unión de pensamientos (cru¡.tnAOKTJ 't&v voT]¡.tá'tmv), esto es, una síntesis (crúv9Em¡;). Y ésta consiste, cuando se juzga, ya en considerar como unido algo real con algo real, o en considerar como separado algo real de algo. Si se tienen como realmente unidas las

¡ cosas que realmente están unidas y si se tienen como separadas las cosas que realmente están se­paradas, entonces se juzga con verdad. Por el

! contrario, se juzga falsamente si uno se conduce •

1 de forma opuesta a las cosas. 32. Aquí hay algunas cosas que nos causan

extrañeza. Ante todo consideremos la afirn1ación de que la existencia separada o desunida de las cosas, a las que corresponde el sujeto y el predi-

30

' ' : ' ' '

' FRANZ BRENTANO

cado en el juicio, es necesaria para la verdad del juicio negativo y la falsedad del juicio afirmativo. Si digo de un perro que es un gato, es totalmente cierto que, en este caso, el sujeto (un perro) Y el predicado (un gato) existen separados; y juzgo falsamente si considero a este perro y a este gato como una sola cosa. Pero mi juicio no es falso por el hecho de que este perro y un gato existan sepa­rados; si no hubiera ningún gato ni separado del perro ni unido con él , mi juicio sería toda-vía falso.

33. Si fuera aún necesario, podríamos clarifi-car esto mediante la comparación con otros ca­sos. Por ejemplo, si yo juzgo que un cierto tono Do es la vigésima octava de La, mi juicio es cierta­mente tan falso como si lo hubiera considerado la primera octava de La, aunque sólo éste y no aquel otro tono totalmente imaginario existe separado del Do. Por eso, en lugar de decir que el juicio ne­gativo es verdadero cuando el predicado existe en la realidad separado del sujeto, deberíamos decir mejor que lo es cuando no existe unido a él.

'r"' De manera que la definición de la verdad so­'. naría, pues, así: Un juicio es verdadero cuando ··atribuye a una cosa algo que en la realidad está unido a ella, o si niega de una cosa algo que en la

•· realidad no está unida a ella . ,

31

Page 15: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

34. Pero todavía con esta modificación, a pesar de contener una rectificación esencial, no tenemos bastante. ¿Es que nuestros juicios afinnativos se refieren siempre a la unión de una dete1minación real con otra determinación real? Es fácilmente demostrable que esto no es así; si creo que un cier­to objeto real es un perro o un cuerpo o también que es redondo o rojo, entonces, evidentemente, pongo en relación una determinación real con otra. Pero ¿qué ocurre cuando, en vez de creer que una cierta cosa es un perro o un cuerpo, creo sim­plemente en la existencia de una cosa, o sea, cuan­do juzgo que existe una cierta cosa? Algunos afir­maron, en efecto, que aquí se efectúa una unión

' ~~:_~í?-~de la exist,encia a 1~<;?~-~- Pero si se les pre-gunta qué entienden por existencia, responderán seguramente que «Un existente» quiere decir sólo una «cosa», pensada de fonna totalmente indeter­minada y general. Por consiguiente, según esto «existe una cierta cosa» quiere decir únicamente que «Una cierta cosa es una cosa».

Ya Aristóteles reconoció que esta extraña concepción no podía ser correcta y explicó, en el libro noveno de su Metafísica, que en este caso no hay creencia en un estar unido ni, en general, aparece ninguna unión de pensamientos, sino que aquí el pensar es un acto totalmente simple.

32

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FRANZ BRENTANO

35. Precisamente, según Aristóteles, también es por esta razón por lo que Dios, en tanto que ser simplicísimo, se conoce a sí mismo en su existen­cia mediante un pensar simplicísimo sin ninguna unión de sujeto y predicado.

36. Pero dejemos la metafísica. Retengamos sólo lo que de aquí puede resultar útil en general para una teoría del juicio. Evidentemente, tene­mos aquí que considerar una modificación esen­cial, a saber, aquella que expuse de forma ex­haustiva en mi Psicología desde el punto de vista empírico y que implica una corrección esencial del concepto de juicio.

37. Será siempre perturbadora la insistencia de Aristóteles en la unión y separación, de la que hemos hablado antes; y en este punto nos llama la atención más que en ningún otro. Mientras que concedió que un asentimiento afirmativo no es siempre la creencia en una unión, se mantuvo in­quebrantable en que una negación debe ser siem­pre la creencia en una separación; de manera que, según él, a la afirmación de un predicado se opone la negación de un predicado, pero a la afirmación simple no se opone la negación sim­ple. Y así leemos en los Libros sobre el alma, que la verdad se encuentra también en el pensar sim­ple, pero el error sólo en el pensar compositivo. Y

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Page 16: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

en la Metafísica afirma explícitamente que lo que se opone a un juicio simple verdadero no es el error, sino la simple ignorancia (ayvoux).

38. No me voy a detener en explicar cómo se relaciona esta opinión errónea con la anterior. Por llamativo que sea el error, tenemos poderosas razones para juzgarlo benévolamente si conside­ramos la falta de claridad respecto de la esencia del juicio existencial que afectó a casi todos los filósofos hasta nuestros días.

39. Si eliminamos este error de las definiciones aristotélicas de verdad y de falsedad, llegaremos a la siguiente formulación:

La verdad de un juicio consiste o bien en atri­buir a una cosa algo real que se da con ella como algo uno, o bien en negarle una parte real que no existe con ella como algo uno; o bien si es un juicio del tipo más simple en afirmar que algo real existe si existe, o que no existe si no existe. En esto consistiría la concordancia del juicio ver­dadero con las cosas efectivas.

40. Pero aparecen nuevas dificultades. Hay casos en los que también estas detenninaciones se muestran insuficientes. Me limito a nombrar las dos clases principales.

41. Ante todo, la definición parece inadecua­da en los juicios negativos, tanto en aquellos que

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1

• '

FRANZ BRENTANO

niegan completamente la cosa misma o (como se suele decir de forma no muy adecuada) le niegan la existencia. Digo «no muy adecuada>> pues na­die cree que, en tales casos, la cosa quizá todavía

• • • sea, pero sin existencia. 42. La dificultad es especialmente clara en el

caso de la negación simple. J Si la verdad «no hay dragones>> consistiese en 1 la concordancia entre mi juicio y una cosa, ¿cuál

• .. ., sería esta cosa? No el dragón, puesto que no hay •

' ninguno. Ni tampoco ninguna otra cosa real que podría (en tanto que concordante) tomarse en

consideración. 43. Pero también ocurre de forma totalmente

similar en aquellos casos en que no niego una cosa de modo absoluto, sino sólo niego que algo sea una determinación real de otra cosa. Si digo «algunos hombres no son negroS>>, entonces, como ya dijimos, lo que se requiere para la ver­dad del juicio no es que en la realidad haya negro separado del hombre, sino la falta de negro en el hombre. Esta falta, este no-negro claramente no es, como tal, una cosa; por consiguiente, no se da en la realidad ninguna cosa que concuerde con

. . . "' este JUICIO mw. 1 Así se muestra, como dijimos antes, que, en ,, " P todos los juicios negativos e inequívocamente

35

Page 17: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD ,

, en los juicios negativos simples , la relación de ' conco;:d<liicia. ~iltr~~fj~i~ioy Ía realidad, que su­

puestamente pertenecería a todo juicio verdade-' ' l ro, no aparece. 44. Encontramos inmediatamente otro caso

donde parece mostrarse lo mismo si considera­mos con claridad la extensión del ámbito en la que se ejerce la función afirmativa.

Encontramos entonces que, en efecto, el juicio afinnativo se refiere a menudo a cosas; pero tam­bién en seguida lo explicaré con otros ejem­plos se aplica a objetos a los que de ninguna manera les conviene el nombre de «cosas». Ahora bien, si un juicio afirmativo se refiere a cosas -tanto si se trata de un juicio en el que simple-

• • mente se reconoce que existe una cosa como SI

consiste en un juicio en el que se atribuye a una realidad una determinación real ulterior po­dríamos mostrar, en el caso de la verdad, una concordancia de la cosa con el juicio. Pero ¿cómo podríamos hacer lo mismo cuando el juicio no se refiere a cosas?

45. Y, de hecho, un juicio afirmativo verdade­ro se refiere a veces a una cosa y otras veces a un colectivo de cosas, o a una parte de una cosa, o a un límite de una cosa, etc.; objetos éstos que no son ninguna cosa. O si, con todo, alguien se aven-

36

••

FRANZ BRENTANO

turase aún a afinnar que lo son, ¿estaría todavía dispuesto a afirmar que un ente que admito que dejó de existir hace mucho tiempo o que ha de existir en un lejano futuro se encuentra como cosa fuera de mí?

¡Y aún más! ¿Qué ocurre cuando admito la fal­ta, la carencia de una cosa? ¿Se dirá que la caren­cia de una cosa es también una cosa? Y si digo que hay una imposibilidad o ciertas verdades eternas, como, por ejemplo, las leyes matemáti­cas, ¿se pensará que quizá existen, en algún lugar, dentro o fuera del mundo, entes eternos, simila­res a las ideas platónicas, que concuerdan con un juicio? Ciertamente, no.

Parece que se quiebra totalmente el concepto de la adaequatio intellectus et rei.

46. Vemos que la proposición según la cual la verdad es la concordancia del juicio con la cosa (o como pueda expresarse de forma similar) debe 0 ser completamente falsa o ser entendida de otra forma a como lo hacen los que creen que~ ver~ •

¡ dad consiste en una rel~dón dt:; identidad o de "igualdad o de parecido ~e un pensamiento_y~na reaHd.~d.

• \ · 4 7 :· De estas dos posibilidades que nos que­dan, la correcta es la segunda. Y después de lo mencionado es fácil de explicar el verdadero sen-

37

Page 18: Sobre El Concepto de Verdad F. Brentano

j i ' 1 '

1 1

o

SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD .

tido de la fórmula de la que los filósofos se sirvie-ron durante tan largo tiempo con una vaga idea. • · Para hacerlo tenemos que fijarnos, por una . ¡ parte, en la extensión del ámbito sobre el que se

' í, puede extender el juicio y, por otra, en el contras-"-: ¡ te de la referencia entre los juicios afirmativos y 1 los negativos.

48. Por lo que respecta a la extensión del ám­bito es absolutamente ilimitada. La materia pue­de ser elegida a voluntad. Con todo, siempre es juzgado «algo». Pero ¿qué quiere decir este <<algo»? Es un término que podría aplicarse a Dios y al mundo, a todas las cosas y a una no cosa.

49. Este ámbito, totalmente ilimitado, se divi­de inmediatamente en dos partes. La oposición entre el juicio afirmativo y el negativo lleva consi­go que, en cada caso, una y sólo una de estas dos formas de juzgar sea adecuada y la otra inade­cuada. Esto se expresa comúnmente diciendo que de dos juicios contradictorios, uno es siempre verdadero y el otro falso.

50. El ámbito para el que es adecuado el juicio afirmativo lo denominamos el ámbito de lo exis­tente; un concepto, pues, que tiene que distinguir-se con nitidez del concepto de lo que es cosa, con­sistente, real. El ámbito para el que es adecuado el' -..,, ·v juicio negativo lo llamamos el de lo no existente. ',

38

FRANZ BRENTANO

51. Así, de forma similar a Aristóteles cuando define que un juicio es verdadero cuando consi­dera unido lo que está unido, etc., podríamos de-cir que un es ver;dadero. ,

. algo que es .• gue e_s; y de algo que no es, niega que • sea; y falso si se halla en contradicción con lo que es o con lo que no es.

52. En nada más que lo dicho aquí se da la concordancia, tantas veces mencionada, del jui­cio verdadero con el objeto.

' Concordar no significa ser aquí igual o pared-·. do, sino estar en correspondencia, ser adecuado, .· estar de acuerdo, armonizar o cualquier otra ex­presión equivalente que todavía pudiera aquí aplicarse.

53. Aclaremos el concepto aún más mediante otro paralelismo obvio. También en el ámbito de los afectos encontramos una oposición, a saber, la del amor y el odio. Y respecto de todo lo que pueda entrar en consideración, en cada caso una de estas actitudes es adecuada y la otra inadecua­da. Por consiguiente, todo lo pensable puede dividirse en dos clases, la primera de las cuales contiene todo aquello para lo que el amor es ade­cuado la segunda todo aquello para lo que el odio es lo adecuado. Llamamos bueno lo pertenecien­te a la primera clase y lo conceptualizable en la

39

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

segunda clase lo denominamos malo. Así pog,ría~­mos decir que un amor o un odio es ~¿~ecto si ,.=·-"'''- "•' .... ...--......

-"'"""'"'-amamos lo bueno y odiamos lo malo, o incorrec-to si, a la inversa, amamos lo malo y;(li~mos10

~·'"6'ueiío":Podéñ1os. deéir ~demás que, en ercaso cie"'_._ -·"""""'

una actitud correcta, nuestro movimiento afecti-vo concuerda con el objeto, está en consonancia con su valor; por el contrario, en el caso de una actitud errónea, le contradice y se encuentra en disarmonía con su valor.

54. Por consiguiente, tendríamos aquí el aná­logo exacto de lo que significa la concordancia del juicio verdadero con su objeto o con la exis­tencia o no existencia de su objeto. Y en este caso no se trata primariamente en absoluto de un ente en el sentido de lo real, de lo que es cosa, de lo consistente.

55. Mas si preguntamos por la relación de la verdad con la realidad, resulta, en virtud de nues­tras reflexiones, sencillamente lo siguiente:

l. Para una parte de juicios existe, por decirlo así, una relación directa entre su verdad y algo real; son aquellos en los que la representación en que se basa el juicio tiene un contenido real. Es claro que la y, en sentido opuesto, la verdad del juicio negativo está con-

40

FRANZ BRENTANO ' ' ' ' < . . /

recer de la realidad referida. Sin que el juicio mis­mo cambie, cuando la realidad referida es produ­cida o destruida exteriormente, el juicio gana o pierde con frecuencia su verdad.

En los restantes juicios en los que la E.~r~.§.~.r,.,.:_ ., !~~l.QI;t. nQ. ti.~P,~_'!!?:.S2!?:!t;.~~~?. ~~!.se pueden con­

'cebir dos posibilidades. a) Puede ser que, en su verdad, el juicio no

sea dependiente de una realidad; esto vale para todos aquellos juicios cuyo objeto es absoluta­mente necesario o absolutamente imposible en sí mismo. Aquí se encuentra, por ejemplo, el princi­pio de contradicción y, con él, todos los juicios analíticos.

b) Puede ser que el juicio no sea directamente dependiente de una realidad, pero sí indirecta­mente. Es decir, aunque la representación no tie­ne ningún contenido real, el hecho de que su ob­jeto pertenezca a lo existente o a lo no-existente es una consecuencia de que cierta realidad o ciertas realidades y ninguna otra existan o hayan existido o vayan a existir. Así, un espacio vacío y, en ge­neral, una falta, una facultad, una cosa meramen­te pensada, etc. existe, surge o desaparece en re­lación y en dependencia de cambios reales.

56. Con esto, creo, quedaría dicho lo que es más esencial para clarificar la definición de la

41

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

verdad como concordancia del juicio con el obje­to, que ha dado ocasión a tantos malentendidos.

57. No sé si quedarán decepcionados con semejantes resultados. Pues, de hecho, parece que se dice muy poco con la definición: no se dice sino que un juicio es verdadero cua:r;t<;l_!?, j!Jz_ga, _ ._ap:r:~mia.?~~n!~_un ~M.eto;_por ~QI!;~iguiente, cuan­do_s.~ ys,1 se dice gu~ es; y s,i qo es, se dJce_que_n_<? .. ~:;>- ..

Ll i& JC «Juzgar de modo verdadero» y «juzgar de for-ma adecuada» parece una simple tautología y lo demás ser solamente una explicación mediante expresiones correlativas. Si explicamos el con­cepto de verdad de un juicio afirmativo por refe­rencia al término correlativo «existencia del obje­to» y si explicamos el concepto de verdad de un juicio negativo por el término correlativo «no existencia del objeto», nuestro proceder es como el del que define el concepto de efecto por refe­rencia al de causa, o el concepto de lo más gran­de mediante su referencia al concepto de lo más pequeño. ¿Qué ganamos con ello? Una expresión es tan conocida y usada como la otra.

58. A pesar de todo, nuestra investigación puede ser instructiva en algunos aspectos.

1) Ya es importante que a partir de ahora no busquemos detrás de una definición más de lo que está dado en la realidad. Tampoco parece la

42

FRANZ BRENTANO

definición totalmente carente de valor. Las expre­siones tautológicas, incluso sin ningún análisis conceptual, proporcionan con frecuencia venta­jas esenciales en la definición si uno de los dos términos sinónimos no sucumbe tanto como el otro a una mala interpretación. Pero éste no es el caso en la definición «concordancia con el obje­to», de manera que hemos de precavernos para no extraviarnos mediante la comparación de la afirmación y negación adecuadas con el análogo adecuado en el ámbito del amor y el odio.

De esta manera nos protegemos de desviacio­nes conceptuales y de muchos otros errores a los que nos podría conducir una mala interpretación de la definición.

a) Por ejemplo, no dividiremos, como algu-nos hacen, la verdad de los juicios en formal y material. Por el contrario, nos parece claro que lo que a veces se denomina ve¿:-dad formal (la a~!!~--.. -,~,.,... ,...,,,,...,.,. cia de contradicción intrínseca) no es una verdad .. __ -'

- • " - ' ' o • ·-~·-"--·-----...... .•• • en sentiqo pr9pio, sino en sentido totalmente im-

propio, de modo similar a como a veces decimos de algo que no es un juicio en absoluto que es ver-dadero.

b) Tampoco pensamos, como muchos hacen insensatamente, que si se reconoce una verdad, se tiene que comparar una cosa real con un jui-

43

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SOBRE EL CONCEPTO DE VERDAD

cio. No se dan cuenta de que en un juicio no se trata siempre de cosas reales y tampoco se perca­t~n de que, cuando esto ocurre, para que sea po­s~ble la comparación de una cosa real con un jui­CIO, hemos tenido previamente que conocer la cosa real tal como es.

Por último, no estaremos tentados de confun­dir, como ha ocunido cada vez más, el_ .. cóñ~cepto ..

¡, -~~ lo real Y el de l9 existente. Han trascurrido dos mil años desde que Aristóteles investigó los múl-

1 tiples sentidos del ente, y es triste, pero cierto, que la mayoría no hayan sabido extraer ningún fruto de sus investigaciones.

59. 2) Nuestros resultados son también im­portantes desde otra perspectiva. Al principio ha­blamos de los equívocos y observamos, como ya lo hiciera Aristóteles, que cuando no se tienen en cuenta se pone en gran peligro el éxito de nuestras empresas intelectuales. ¿Cabría una imagen más vívida de la importancia de este peligro que obser-, var como, a causa de la expresión equívoca «ente» una fórmula que ha sido usada una y otra vez, h~ llevado al error a los más ilustres pensadores no logrando claridad sobre algo que es muy sencillo?

60. Finalmente 3) Podríamos extraer de nues­tra investigación otra lección y grabarla en nues­tras mentes para siempre. En nuestra investiga-

44

-- .. :;J# ' ., "

.), '

'

FRANZ BRENTANO

ción se ha tratado de una definición, es decir, de la aclaración de un concepto asociado a un nom­bre. En tales casos muchos creen que se debería recurrir siempre a determinaciones generales y olvidan que el medio definitivo y eficaz consiste -~ieillpr: e!l;ur;:=t_refe!~r;cia -~_laii1wiciÓ~ d~l~~¡¡;~ ~ dividual de la que se derivan todos nuestros crite-_........... ~.......... '"~~ ---"'-"·~·"-

.Tios _g~~~~¿n;·qué se;;i~í;--un"i"aciai;éióil·-del concepto de rojo o de azul si yo no trajese ante alguien algo rojo o algo azul? No han presta­do atención a este problema todos lo que se han ocupado de la definición nominal de la verdad, cuya historia hemos recorrido.

Si, como espero, hemos conseguido aclarar este oscurecido concepto ha sido sólo por tener más a la vista los ejemplos de juicios verdaderos, en los que enseguida vimos cómo esa relación de igualdad, o lo que fuese, no podría ser la verdad, ya que la afirmación y la negación con frecuencia no se ocupan de cosas reales. También ahora, tras excluir las malas interpretaciones, la definición ... - _,.,_- --

de verdad no diría ..!!ad~ a alguien ~- qu~Je falte la ,.. - - - ' --';>"~--=0----==-·" -- -- - - -- --------...... intuición. Esta sería nuestra recompensa; sufi-___ -- ·-dente, dada la cuestión tan modesta que elegi----~ --

mos, en la que no se trata de nada más que de la definición de una expresión corriente en el uso diario de cualquier persona.

45

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