Sobre El Parlamentarismo Schmitt

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    CCCCARLARLARLARL SSSSCHMITTCHMITTCHMITTCHMITT

    Carl SchmittCarl SchmittCarl SchmittCarl Schmitt (Plettenberg, Alemania, 1888 - id., 1985) Jurista de Estado alemn.Adscrito a la escuela del llamado Realismo poltico. Escribi centrado en el conflictosocial como objeto de estudio de la ciencia poltica, y ms concretamente la guerra. Suobra atraviesa los avatares polticos de su pas y de Europa a lo largo del siglo XX.

    Como Heidegger milit en el Partido Nacionalsociaista de los Trabajadores alemanes,pero las amenazas de la S. S., que le consideraba un advenedizo, le apartaron delprimer plano de la vida pblica. Como a Maquiavelo, le ha perseguido una reputacinlegendaria.

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    SSSSOBRE EL PARLAMENTARISMOOBRE EL PARLAMENTARISMOOBRE EL PARLAMENTARISMOOBRE EL PARLAMENTARISMO(Seleccin)

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    PREFACIO: SOBRE LA CONTRADICCIN DEL PARLAMENTARISMO Y LAPREFACIO: SOBRE LA CONTRADICCIN DEL PARLAMENTARISMO Y LAPREFACIO: SOBRE LA CONTRADICCIN DEL PARLAMENTARISMO Y LAPREFACIO: SOBRE LA CONTRADICCIN DEL PARLAMENTARISMO Y LADEMOCRACIADEMOCRACIADEMOCRACIADEMOCRACIA

    ...

    Todos los rganos y normas especficamente parlamentarios cobran su sentido slo por ladiscusin y la publicidad. Esto vale especialmente para el an hoy oficial y constitucionalmentereconocido axioma (aunque en la es prctica ya apenas nadie cree en l) de que el diputado seaindependiente de sus votantes y de su partido; es vlido tambin para la reglamentacin de lalibert ad de expresin y las inmunidades de los diputados, para la publicidad de los debatesparlamentarios, etc. Estas formas devienen incomprensibles si no se cree en el principio de la

    discusin pblica. En una institucin no pueden introducirse a posteriori otros principios avoluntad y, si ya no existe su anterior fundamento, aadir cualquier argumento sustituto.Naturalmente, l

    a misma institucin puede servir a distintos fines prcticos y recibir, por ello,distintas justificaciones prcticas. Existe una heterogeneidad de los fines, un cambio en elsignificado de los puntos de vista prcticos y un cambio en las funciones de los mtodosprcticos, pero no existe ninguna heterogeneidad de los principios. Cuando suponemos, porejemplo, como tal Montesquieu, que el principio de la monarqua es el honor, no es posibleintroducir este principio en una repblica democrtica, al igual que no es posible basar unamonarqua en el principio de la discusin pblica. Parece que el sentimiento de la

    particularidad de los principios se est desvaneciendo y que se cree factible un ilimitadointercambio. En la citada resea de Thoma es sta la idea principal que rige todas lasobjeciones contra mi ensayo. Pero, lamentablemente, Thoma no indica cules son lossupuestamente, numerosos y nuevos principios de parlamentarismo. Se da por satisfecho conexpresar, en pocas ser palabras: Slo los escritos y discursos de Max Weber, Hugo Preuss yFiedrich Naumann de los aos 1917 y siguientes Qu significaba el parlamentarismo paraaquellos liberales y demcratas alemanes que lucharon contra el sistema de gobierno delimperio? Esencialmente y en su suma, un medio para seleccionar a los lderes polticos, un

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    camino seguro para eliminar el diletantismo poltico, permitiendo que los mejores y los msvoluntariosos alcancen el liderazgo poltico. Resulta ya muy dudoso que el parlamento posearealmente la facultad de formar una lite poltica. Hoy da este instrumento de seleccin ya noes juzgado de modo tan esperanzador; muchos consideran que tales esperanzas hanenvejecido, y la palabra ilusiones, que Thoma utiliza contra Guizot, podra muy bien

    utilizarse tambin contra estos demcratas. La lite que generan sin cesar los numerososparlamentos de los diversos Estados europeos y de fuera de Europa en forma de cientos deministros no justifica un gran optimismo. Pero lo que es an peor o incluso demoledor: enalgunos Estados, el parlamentarismo ya ha llegado hasta el punto de que todos los asuntospblicos se han convertido en objeto de botines y compromisos entre los partidos y susseguidores, y la poltica, lejos de ser el cometido una lite, ha llegado a ser el negocio, por logeneral depreciado, de una, por lo general despreciada, clase.Sin embargo, ello no es decisivo de cara a una consideracin de principios. Aquellos que creenque el parlamentarismo garantiza la mejor seleccin de lderes polticos ya no ostentan hoy enda dicha conviccin como una fe ideal, sino como una hiptesis tcnico-prctica que espreciso comprobar an en el continente, que ha sido construida a partir de modelos ingleses yque es abandonada inmediatamente de forma razonable cuando no queda probada su eficacia.

    Pero tambin puede unirse esta conviccin a la fe en la discusin y en la publicidad, formandoparte entonces de la argumentacin fundamental del parlamentarismo. En cualquier caso, elparlamento slo ser real en tanto que la discusin pblica sea tomada en serio y llevada aefecto. Discusin posee a este respecto un sentido especial y no significa simplementenegociar. Los que denominan parlamentarismo a todos los posibles tipos de negociacin y decomunicacin, y, a todo lo dems, dictadura y despotismo (...) eluden la verdadera cuestin. Encualquier congreso de delegados, en cualquier jornada de representantes y en cualquier reuninde directores se negocia, al igual que se negociaba en los gabinetes a de los monarcas absolutos,entre las organizaciones estamentales y entre turcos y cristianos. De ello no se infiere lainstitucin del parlamento moderno. No se deben diluir los conceptos ni hacer caso omiso delo especfico de la discusin. La discusin significa un intercambio de opiniones; estdeterminada por el objetivo de convencer al adversario, con argumentos racionales, de lo

    verdadero y lo correcto, o bien dejarse convencer por lo verdadero y lo correcto. Gentz, eneste aspecto an influido por el liberal Burke, lo expresa acertadamente: lo caracterstico detodas las Constituciones representativas (se refiere al parlamento moderno, a dife rencia de lasrepresentaciones estamentales) es que las leyes se generan a partir de la lucha de opiniones (yno de intereses). Las convicciones comunes forman parte de la discusin como premisas de lamisma: la disposicin a dejarse convencer, la independencia con respecto a los partidos, laimparcialidad frente a intereses egostas. Hoy tal falta de intereses parecer a la mayora apenasposible. Pero tambin este escepticismo forma parte de la crisis del parlamentarismo. Lasmencionadas caractersticas de las Constituciones parlamentarias, oficialmente an vigentes,dejan traslucir que las instituciones especficamente parlamentarias dan por supuesto esteparticular concepto de la discusin. Por ejemplo, la reiterada frase de que los diputados no sonrepresentantes de un partido sino del pueblo entero y que no estn sujetos a mandato alguno

    (en la Constitucin de Weimar esto se halla incluido en el art. 21), las tpicas garantas, tantasveces repetidas, sobre la libertad de expresin y las reglas sobre la publicidad de los debatesslo tienen sentido en el caso de un concepto de discusin bien entendido. Por otra parte, lasnegociaciones, cuyo objetivo no es encontrar lo racionalmente verdadero, sino el clculo deintereses y las oportunidades de obtener una ganancia haciendo valer los propios interesessegn las posibilidades, van acompaadas, por supuesto, tambin de discursos y discusiones,pero no se trata de una discusin en el correcto sentido. Dos comerciantes que llegan a unacuerdo tras una lucha competitiva hablarn de las mutuas posibilidades econmicas,

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    intentando utilizar cada uno su ventaja y llegando al fin a un compromiso comercial. Lapublicidad es, en este tipo de negociaciones, tan improcedente como resulta razonable en unadiscusin autntica. A lo largo de toda la historia mundial siempre han existido, como yadijimos, negociaciones y compromisos. Las personas saben que suele resultar ventajosollevarse bien en lugar de pelear, y que un arreglo flaco vale ms que un proceso gordo. Todo

    esto es, sin duda, correcto, pero no el principio de una forma determinada de Estado ni degobierno.La situacin del parlamentarismo es hoy tan crtica porque la evolucin de la modernademocracia de masas ha convertido la discusin pblica que argumenta en una formalidad

    vaca. Algunas normas de derecho parlamentario actual, especialmente las relativas a laindependencia de los diputados y de los debates, dan, a consecuencia de ello, la impresin deser un decorado superfluo, intil e, incluso, vergonzoso, como si alguien hubiera pintado conllamas rojas los radiadores de una moderna calefaccin central para evocar la ilusin de un vivofuego. Los partidos (que, segn el texto de la constitucin escrita, oficialmente no existen) yano se enfrentan entre ellos como opiniones que discuten, sino como poderosos grupos depoder social o econmico, calculando los mutuos intereses , y sus posibilidades de alcanzar elpoder y llevando a cabo desde esta base fctica compromisos y coaliciones. Se gana a las masas

    mediante un aparato propagandstico cuyo mayor efecto est basado en una apelacin a laspasiones y a los intereses cercanos. El argumento, en el real sentido de la palabra, que escaracterstico de una discusin autntica, desaparece, y en las negociaciones entre los partidosse pone en su lugar, como objetivo consciente, el clculo de intereses y las oportunidades depoder; en lo tocante a las masas, en el lugar de la discusin aparece la sugestin persuasiva enforma de carteles, o bien (como ilusin lo denomina Walter Lippmann en su inteligente,aunque demasiado psicolgico, libro americano) el, smbolo. La literatura acerca de lapsicologa, tcnica y crtica de la el opinin pblica es hoy muy extensa. Por ello, es de imaginarque todo el mundo sabe que ya no se trata de convencer al adversario de lo correcto y

    verdadero, sino de conseguir la mayora para gobernar con ella. Lo que Cavour expuso como lagran diferencia entre el absolutismo y un rgimen constitucional, es decir, que en el primeroordena el ministro absoluto, mientras que el ministro constitucional convence a los que deben

    obedecer, tiene que perder hoy en da su sentido. Cavour dice expresamente: Yo (comoministro constitucional) convenzo de que tengo razn, y slo en ese contexto formula sufamosa frase: La plus mauvaise des chambres est encore prfrable a la meilleure des Antichambres. Hoyel parlamento mismo parece ms bien una enorme Antichambre frente a las oficinas ocomisiones de los invisibles poderosos. En la actualidad se asemejara a una stira citar la frasede Bentham: En el parlamento se encuentran las ideas el contacto entre las ideas hace saltarchispas y lleva a la evidencia. Quin recuerda an los tiempos en que Prevost-Paradol halla lo

    valioso del parlamentarismo, frente al rgimen personal de Napolen III, en el hecho de queel parlamentarismo obliga al real portador del poder, cuando se produce un cambio del poderreal, a comparecer pblicamente, significando as el gobierno el poder ms fuerte en unamaravillosa concordancia entre ser y apariencia? Quin cree an en este tipo de publicidad?Y en el parlamento como la gran tribuna?

    Los argumentos de Burke, Bentham, Guizot y J. St. Mill resultan anticuados en la actualidad.Tambin las numerosas definiciones del parlamentarismo, que se hallan an hoy en los escritosanglosajones y franceses, son, al parecer, poco conocidas en Alemania. Dichas definiciones, enlas que aparece el parlamentarismo esencialmente como government by discussion, deberanser consideradas tambin como enmohecidas. Bien, si se sigue creyendo todava en elparlamentarismo, habr que ofrecer, al menos, nuevos argumentos. Con referirse a FriedrichNaumann, Hugo Preuss y Max Weber ya no basta. Con todos los respetos a estos hombres,actualmente nadie compartir su esperanza en que el parlamento garantice, sin ms, la

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    formacin de una lite poltica. Tales convicciones han sufrido una conmocin hoy en da; slopueden existir como fe en las ideas mientras vayan unidas a la creencia en la discusin y en lapublicidad. Al fin y al cabo las nuevas justificaciones del parlamentarismo que se han dado enlos ltimos decenios solamente afirman que en la actualidad el parlamento funciona bien o almenos de manera aceptable, como instrumento til,incluso imprescindible, de la tcnica social

    y poltica. Lo cual es, por firmarlo de nuevo, una forma plausible de contemplacin. Sinembargo, es preciso interesarse por un razonamiento ms profundo de lo que Montesquieudenomina el principio de una forma de Estado o de gobierno, por la conviccin especfica quees propia de sta, como de cualquier otra gran institucin, por la fe en el parlamento, querealmente existi una vez, pero que hoy ya no es posible encontrar.En la historia de las ideas polticas hay pocas de grandes impulsos y perodos de calma, de unstatu quocarente de ideas. As, se puede considerar como terminado el tiempo de la monarquacuando se pierde el sentido del principio de la monarqua, el honor, cuando aparecen reyesconstitucionales que intentan probar, en lugar de su consagracin y su honor, su utilidad y sudisponibilidad para prestar un servicio. El aparato exterior de la institucin monrquica podrseguir existiendo durante mucho tiempo, pero, no obstante, el tiempo de la monarqua habrtocado a su fin. Entonces aparecern como anticuadas las convicciones que son propias de sta

    y de ninguna otra institucin; no faltarn justificaciones prcticas, pero slo ser cuestin deque entren en accin personas u organizaciones que demuestren ser tanto o ms tiles que losreyes, para que la monarqua, por este simple hecho, quede eliminada. Lo mismo ocurre con las

    justificaciones socio-tcnicas del parlamento. Si el parlamento pasa de ser una institucin dela verdad evidente a un mero medio prctico y tcnico, bastar slo con demostrar via facti, nitan siquiera necesariamente mediante una abierta dictadura, que existen otras posibilidades paraque el parlamento toque a su fin.

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    La fe en el parlamentarismo, en un gouvernment by discussion, es propia de las ideas delliberalismo. No es propia de la democracia. Es preciso separar ambos, democracia yliberalismo, a fin de comprender la heterognea construccin que constituye la modernademocracia de masas.Toda democracia real se basa en el hecho de que no slo se trata a lo igual de igual forma, sino,como consecuencia inevitable, a lo desigual de forma desigual. Es decir, es propia de lademocracia, en primer lugar, la homogeneidad, y, en segundo lugar -y en caso de ser necesaria-la eliminacin o destruccin de lo heterogneo. Para ilustrar estas palabras, recordarbrevemente dos ejemplos de democracias modernas: la Turqua de hoy, con la radicalexpulsin de los griegos y la escrupulosa turqueizacin del pas, y la comunidad australiana, queimpide, con sus leyes sobre inmigracin, indeseables entradas, aceptando slo inmigrantes quecorresponden al right type of settler. El poder poltico de una democracia estriba en saber eliminar

    o alejar lo extrao y desigual, lo que amenaza la homogeneidad. As pues, en la cuestin de laigualdad no se trata de logartmicos juegos abstractos, sino de la sustancia misma de laigualdad. Esta sustancia puede hallarse en determinadas cualidades fsicas o morales, porejemplo, en la virtud cvica de los ciudadanos, -la democracia clsica de lavirtus. La democraciade los sectarios ingleses del siglo XVII se basaba en la concordancia de sus conviccionesreligiosas. Desde el siglo XIX consiste sobre todo en la pertenencia a una nacin determinada,en la homogeneidad nacional. En todos los casos, la igualdad slo posee un inters y valorpolticos mientras tenga una sustancia, con lo que, por tanto, existe la posibilidad y el riesgo de

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    que surja una desigualdad. Quiz existan algunos ejemplos aislados del idlico caso en que unacomunidad se baste a s misma en todos los aspectos, que todos los habitantes poseanigualmente esta feliz autarqua y que todos se asemejen psicolgicamente, moral yeconmicamente tanto que tengamos una homogeneidad sin heterogeneidad, lo cual habrapodido ser posible durante algn tiempo en las primitivas democracias de agricultores o en los

    Estados colonizados. Por lo dems, hay que aadir que una democracia, dado que a unaigualdad corresponde siempre una desigualdad, puede excluir a una parte de la poblacindominada por el Estado sin dejar de ser por ello una democracia, que, incluso, siempre hanexistido en una democracia esclavos o personas total o parcialmente privadas de sus derechos yrelegadas de su participacin en el poder poltico se llamen como se llamen: brbaros, nocivilizados, ateos, aristcratas o contrarrevolucionarios.Ni en la democracia urbana ateniense ni en el Imperio mundial ingls estn polticamenteemancipados todos los ciudadanos del Estado. De los ms de cuatrocientos millones dehabitantes del Imperio ingls, ms de trescientos millones no son ciudadanos ingleses. Cuandose habla de la democracia inglesa y del derecho de voto universal y de la igualdad universal, seignora a cientos de millones con la misma naturalidad con la que eran ignorados los esclavosen la democracia ateniense. El imperialismo moderno ha producido numerosas formas nuevas

    de gobierno en relacin al desarrollo tcnico y econmico, en la misma medida en que lademocracia se fue desarrollando en la metrpolis. Colonias, protectorados, mandatos, acuerdosde intervencin y parecidas formas de dependencia posibilitan hoy que una democraciagobierne sobre una poblacin heterognea sin concederle la nacionalidad, hacindola dependerdel Estado democrtico y, al mismo tiempo, separndola de ese Estado. Este es el sentidopoltico y constitucional de la bella frmula: las colonias son, segn el derecho poltico, pasesextranjeros, y, segn el derecho internacional, territorio nacional. Estas palabras tan utilizadaspor la prensa mundial anglosajona y a las que R. Thoma se somete, reconocindolas incluso ala hora de dar una definicin terica de la forma del Estado, hacen caso omiso de este hecho.

    Al parecer, para este autor todo Estado en el que se ha establecido el derecho de voto universaligual como el fundamento de la unidad es una democracia. Es que acaso el Imperio inglsest basado en el derecho de voto universal e igual de todos sus habitantes? Sobre este

    fundamento no podra seguir existiendo ni una semana; las personas de color conseguiran losvotos en aplastante mayora por encima de los blancos. No obstante, el Imperio ingls es unademocracia; en Francia y otras potencias ocurre lo mismo.El derecho de voto universal e igual es slo la consecuencia razonable de la igualdad sustancialdentro de un crculo de iguales, y no va ms all de esta igualdad. Tal derecho igualitario poseeun sentido all donde existe la homogeneidad. No obstante, este tipo de universalidad delderecho de voto al que se refieren esas palabras tan utilizadas por la prensa mundialanglosajona significa otra cosa: toda persona adulta, por el hecho de ser persona adulta debede ser emancipadaeo ipsoa nivel poltico de cualquier otra persona. Es sta una idea liberal,pero no democrtica. Supone una democracia hasta ahora existente, basada en la igualdad y lahomogeneidad sustancial. Actualmente no existe en absoluto esta democracia de todos losseres humanos, entre otras razones ya por el mero hecho de que la tierra est dividida en

    Estados, en su mayora Estados nacionalmente homogneos que intentan llevar a cabo, con elfundamento de una homogeneidad nacional, una democracia, pero sin tratar en ningn caso atoda persona como un ciudadano emancipado. Tambin el Estado ms democrtico(pongamos por caso los Estados Unidos de Amrica) se halla lejos de dejar participar aextraos en su poder o en su riqueza. Hasta ahora no ha existido ninguna democracia que noconociera el concepto de extranjero ni que haya realizado la igualdad de todas las personas.Pero, si se deseara seriamente establecer una democracia de todos los seres humanos,igualando en realidad a todas las personas polticamente, tendramos una igualdad en la que

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    participaran todas las personas sin ms, en virtud de su nacimiento o edad. Con ello, laigualdad se vera privada de su valor y de su sustancia, ya que le sera arrebatado el sentidoespecfico que posee como igualdad poltica, igualdad econmica, etc., en pocas palabras, comoigualdad en una determinada rea, pues cada rea posee sus especficas igualdades ydesigualdades. Del mismo modo que sera una injusticia despreciar la dignidad humana de cada

    individuo, el no aceptar las particularidades especficas de las distintas reas constituira unalocura irresponsable, susceptible de conducir a los peores desmanes y a una injusticia aunmayor. En el terreno poltico no se enfrentan de forma abstracta, las personas como tales, sinoen su calidad de personas interesadas en la poltica y polticamente determinadas comociudadanos, ya sean gobernados o gobernantes, aliados polticos o adversarios, pero, encualquier caso, divididos en categoras polticas. No es posible abstraer lo poltico del mbitode lo poltico y dejar slo la univers al igualdad humana, del mismo modo que en el terreno delo econmico no se concibe a la persona como tal, sino a la persona como productor,consumidor, etc., es decir, en categoras especficamente econmicas....

    La igualdad de todas las personas en su calidad de tales no es una democracia, sino undeterminado tipo de liberalismo; no es una forma de Estado, sino una moral y una concepcindel mundo individualista-humanitario. En la oscura unin de ambos est fundada la modernademocracia de masas. A pesar de tanto como ha sido estudiado Rousseau, a pesar de que lacorrecta comprensin de ste marca el principio de la democracia moderna, parece ser que anno se han percatado de que ya la concepcin del Estado del Contrato social contieneincoherentemente estos dos elementos a la vez. La fachada es liberal: basar la legitimidad delEstado en un contrato libre. Pero en la continuacin de su exposicin y en el desarrollo delconcepto esencial -lavolont gnrale- se evidencia que el Estado autntico, segn Rousseau, sloexiste all donde el pueblo es homogneo, all donde, en lo esencial, impere la unanimidad.Segn el Contrato social, en el Estado no puede haber partidos ni inters del Estado distinto alinters de todos, ni cualesquiera otros intereses particulares, ni diferencias religiosas; nada decuanto separa a las personas, ni siquiera una Hacienda pblica. El filsofo de la democraciamoderna, tan admirado por eminentes economistas polticos como Alfred Weber y Carl Brink-mann, afirma muy seriamente: Hacienda es algo para esclavos, un mot d'esclave, y conviene teneren cuenta que, para Rousseau, la palabra esclavo posee todo el significado que se le otorga enlas concepciones de un Estado democrtico; designa al no-perteneciente al pueblo, al no-igual,al no-citoyen, a quien de nada le sirve ser in abstractohumano, el heterogneo que no participade la homogeneidad general, siendo, por tanto, justificadamente excluido. La unanimidad tieneque llegar incluso hasta el punto de que las leyes sean elaboradas sansdiscusin, segnRousseau. Incluso juez y parte deben de pretender lo mismo, sin preguntarse cul de las dospartes, si demandante o demandado, es la que debe pretender lo mismo; en pocas palabras, enla homogeneidad elevada hasta el grado de identidad todo funciona por s mismo. Pero, si launanimidad y la concordia de todas las voluntades es tan grande, para qu hacer entonces uncontrato, o concebirlo siquiera? El contrato presupone diversidad y oposicin. La unanimidadexiste, al igual que lavolont gnrale, o no existe, y, como expres acertadamente Alfred Weber,

    si existe, existir de forma natural; donde existe no tiene sentido ningn contrato, dado loespontneo de la misma, y all donde no existe, de nada servir contrato alguno. La idea delcontrato libre de todos para con todos procede de otro mundo ldeolgico que presuponeIntereses contrarios, diferencias y egosmos: el liberalismo. Lavolont genrale, tal y como laconcibe Rousseau, es, en realidad una democracia consecuente. Segn el Controt social, el Estadose basar entonces, a pesar del ttulo y a pesar de la introduccin del concepto del contrato, noen un contrato, sino esencialmente en la homogeneidad. De ella resulta la identidaddemocrtica entre gobernantes y gobernados.

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    Tambin la teora del Estado del Control social contiene la prueba de que la democracia esacertadamente definida como identidad entre gobernantes y gobernados. Esta definicin,propuesta en mi escrito Teologa poltica (1911) y en mi ensayo sobre el parlamentarismo, hasido en parte rechazada y en parte copiada por aqullos que se han percatado de ella. Por tanto,deseo hacer costar que, aunque es realmente nueva en su aplicacin a las teoras del Estado

    contemporneas y en su extensin a una serie de identidades, corresponde a una antiguatradicin -se podra decir incluso que a una tradicin clsica- y, por esto mismo, actualmente yapoco conocida. Dado que expone una interesante consecuencia relativa al derecho pblico,hoy especialmente actual, citaremos aqu una expresin de Pufendorf (De jure Naturae etGentium, 1672): en la democracia, donde el que ordena y el que obedece es el mismo, elsoberano, es decir, la asamblea constituida por todos los ciudadanos, puede cambiar leyes oConstitucin a voluntad; en una monarqua o en una aristocracia -ubi alii sunt qui imperant, aliiquibus imperatur- es posible un contrato mutuo y, por tanto, la limitacin del poder estatal.

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    Una idea muy extendida actualmente considera que el parlamento est amenazado desde dosbandas por el bolchevismo y el fascismo. Es sta una visin sencilla pero superficial. Lasdificultades del funcionamiento parlamentario y de sus instituciones surgen en realidad a partirde la situacin creada por la moderna democracia de masas. Esta conduce en principio a unacrisis de la democracia misma, porque no es posible solucionar a partir de la universal igualdadhumana el problema de la igualdad sustancial y de la homogeneidad, necesarias en unademocracia. y esto lleva, desde la crisis de la democracia, a otra crisis bien distinta, la delparlamentarismo. Ambas crisis han hecho su aparicin hoy en da al mismo tiempo y seagudizan mutuamente, pero son bien distintas, tanto en un nivel conceptual como en el ordenprctico. La moderna democracia de masas, en tanto que democracia, intenta realizar laidentidad entre gobernantes y gobernados, pero se topa con el parlamento, una institucinenvejecida y ya inconcebible. Si se pretende llevar la identidad democrtica adelante, ninguna

    institucin constitucional puede oponerse, en caso de emergencia, a la incuestionable voluntaddel pueblo, expresada de cualquier forma. Contra esta voluntad, una institucin de diputadosindependientes, basada en la discusin, no halla ninguna justificacin de su existencia (y menosan si tenemos en cuenta que la fe en la discusin es de origen liberal, y no democrtico). Esposible distinguir tres crisis hoy en da: la crisis de la democracia (de la que habla M. J. Bonn,ignorando la contradiccin entre la liberal igualdad humana y la homogeneidad democrtica);luego, la crisis del Estado moderno (Alfred Weber) y, finalmente, la crisis del parlamentarismo.La crisis del parlamentarismo, que es la que aqu nos ocupa, se basa en que democracia yliberalismo, si bien pueden ir unidos durante algn tiempo, al igual que se han unido socialismoy democracia, forman una unidad precaria. En cuanto esta liberal- democracia llega al poder,tiene que decidirse entre sus distintos elementos, del mismo modo que la socialdemocracia,que, por cierto, dado que la moderna democracia de masas contiene elementos esencialmente

    liberales, es en realidad una democracia social-liberal. En la democracia slo existe la igualdadde los iguales y la voluntad de los que forman parte de los iguales. Todas las demsinstituciones se convierten en insustanciales recursos socio-tcnicos, incapaces de oponer un

    valor propio o un principio propio a la voluntad del pueblo expresada de cualquier modo. Lacrisis del Estado moderno se funda en que una democracia de masas o una democracia detodos los seres humanos no puede llevar a cabo ninguna forma de Estado, y tampoco unEstado democrtico.

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    Por otra parte, bolchevismo y fascismo son, como cualquier dictadura, antiliberales, pero nonecesariamente antidemocrticos. Forman parte de la historia de la democracia algunasdictaduras, ciertos cesarismos y otros ejemplos menos comunes, extraos a las tradicionesliberales del pasado siglo, de formacin de la voluntad del pueblo, creando as lahomogeneidad. Es propio de las ideas no democrticas generadas en el siglo XIX a partir de la

    penetracin de las mximas liberales, considerar que el pueblo slo puede expresar su voluntadde modo que cada ciudadano por s mismo, en el ms profundo secreto y en total aislamiento(es decir, sin salir de la esfera de lo privado e irresponsable), bajo medidas de proteccin ysin ser observado (como dispone la ley electoral del Reich) emita su voto; los votos sonentonces contabilizados, obtenindose una mayora aritmtica. Este sistema ha olvidado unaserie de verdades muy elementales y, al parecer, desconocidas por las actuales concepciones delEstado. Pueblo es un concepto perteneciente al Derecho pblico. El pueblo existe slo en laesfera de lo pblico. La opinin unnime de cien millones de particulares no es ni la voluntaddel pueblo ni la opinin pblica. Cabe expresar la voluntad del pueblo mediante la aclamacin-mediante acclamatio--, mediante su existencia obvia e incontestada, igual de bien y de forma aunms democrtica que mediante un aparato estadstico, elaborado desde hace slo medio siglocon esmerada minuciosidad. Cuanto ms poderosa es la fuerza del sentimiento democrtico,

    tanto ms segura es la comprensin de que la democracia es otra cosa que un sistema pararegistrar votaciones secretas. Frente a una democracia no slo tcnica, sino tambin, en unsentido vital, directa, el parlamento, generado a partir de un encadenamiento de ideas liberales,parece como una maquinaria artificial, mientras que los mtodos dictatoriales y cesaristas noslo pueden ser mantenidos por laacclamatiodel pueblo, sino que, .asimismo, pueden ser laexpresin directa de la sustancia y la fuerza democrtica.Con reprimir el bolchevismo y mantener alejado el fascismo no se ha superado en lo msmnimo la crisis del parlamentarismo actual, puesto que sta no ha surgido como unaconsecuencia de la aparicin de sus dos enemigos; exista antes de ellos y perdurar despus deellos. Su origen se halla en las consecuencias de la moderna democracia de masas y,fundamentalmente, en la contradiccin entre un individualismo liberal mantenido por elpatetismo moral y un sentimiento de Estado democrtico esencialmente dominado por ideales

    polticos. Un siglo de alianza histrica y la comn lucha contra el absolutismo principesco hanobstaculizado la comprensin de este hecho. Pero hoy se vislumbra con una intensidad cadavez mayor, y no puede ser frenado por un uso amplio del idioma. Es la contradiccin,insuperable en su profundidad, entre la conciencia liberal del individuo y la homogeneidaddemocrtica.

    IIIINTRODUCCINNTRODUCCINNTRODUCCINNTRODUCCIN

    Desde que existe el parlamentarismo, se ha ido desarrollando tambin una literatura crtica almismo. En primer lugar , como es comprensible, proveniente de la Reaccin y la Restauracin,es decir, del lado de los adversarios polticos que haban sido vencidos en su lucha contra elparlamentarismo. Luego, con el aumento de la experiencia prctica, se fueron descubriendo y

    subrayando los fallos del dominio de los partidos. Finalmente, la crtica surge desde otrongulo: los principios del radicalismo de izquierdas. As, se unen en esta crtica tanto tendenciasde derecha como de izquierda, argumentos conservadores, sindicalistas y anarquistas, puntosde vista monrquicos, aristocrticos y democrticos. El ms sencillo compendio de la situacincontempornea podemos encontrarlo en un discurso pronunciado por el senador Mosca el 26de noviembre de 1922, en el senado italiano, con motivo del debate sobre la poltica interior yexterior del gobierno de Mussolini. Segn este senador, ante los fallos del sistemaparlamentario se ofrecen tres soluciones radicales en forma de medidas correctivas: la

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    denominada dictadura del proletariado; la vuelta a un absolutismo burocrtico (assolutismoburocratico) ms o menos soterrado, y, al fin, una forma de gobierno sindicalista, es decir, lasustitucin de la representacin individualista propia del parlamento contemporneo por unaorganizacin poltica de los sindicatos. El orador consideraba esta ltima forma como el mayorpeligro del sistema parlamentario, ya que el sindicalismo no tiene su origen en doctrinas y

    sentimientos sino en la organizacin econmica de la sociedad moderna. Por otra parte, a H.Berthlemy, quien habla sobre este asunto en el eplogo de la ltima edicin tema de -ladcima- de su Trait de Droit Administrati, el sindicalismo le parece algo desdeable. Piensa esteautor que es suficiente con que los parlamentarios reconozcan el peligro de una confusin depoderes, abandonando el nepotismo de los partidos y ocupndose de que exista una ciertaestabilidad en los ministerios. Adems, ve en el regionalismo, as como en el industrialismo (esdecir, en la dos por transferencia de los mtodos de la vida econmica a la poltica) un peligropara el Estado, mientras que, acerca del pblico: sindicalismo, afirma que no puede ser tomadaen serio una teora que cree que todo estar bien. Bajo el punto de vista de una buenaadministracin burocrtica, esto puede resultar muy correcto, pero qu sucede con la doctrinademocrtica que considera que la autoridad del gobierno emana de los gobernados?En Alemania exista desde tiempo atrs una tradicin de ideas y tendencias estamentales, para

    la cual la crtica del parlamentarismo moderno no supuso ninguna novedad. Adems, se hagenerado, sobre todo en los ltimos aos, una literatura que atae a las experiencias cotidianas,particularmente a las llevadas a cabo desde 1919. En numerosos folletos y artculosperiodsticos se subrayan los fallos y errores ms evidentes del funcionamiento parlamentario:el dominio de los partidos y su inadecuada poltica de personalidades, el gobierno deaficionados, las permanentes crisis gubernamentales, la inutilidad y banalidad de los discursosparlamentarios, el nivel, cada vez ms bajo, de los buenos modales parlamentarios, losdestructivos mtodos de obstruccin parlamentaria, el abuso de la inmunidad y privilegiosparlamentarios por parte de una oposicin radical que se burla del parlamentarismo mismo, laindigna prctica de las dietas y la escasa asistencia a las sesiones. Poco a poco se ha idoextendiendo la aceptacin de unas observaciones ya muy conocidas de todos: que larepresentacin proporcional y el sistema de listas rompen la relacin entre el votante y su re-

    presentante, que la obligatoriedad de la disciplina de voto dentro de cada grupo parlamentariose ha convertido en un instrumento imprescindible y que el denominado principiorepresentativo (art. 21 de la Constitucin del Reich: los diputados representan a todo el pueblo;slo estarn sometidos a su conciencia y no se hallarn ligados por mandato imperativo) pierdesu sentido, as como que la verdadera actividad no se desarrolla en los debates pblicos delpleno, sino en comisiones (y ni siquiera necesariamente en comisiones parlamentarias),tomndose las decisiones importantes en reuniones secretas de los jefes de los gruposparlamentarios o, incluso, en comisiones no parlamentarias; as, se origina la derivacin ysupresin, de todas las responsabilidades, con lo que el sistema parlamentario resulta ser, al fin,slo una, mala fachada del dominio de los partidos y de los intereses econmicos

    A esto hay que aadir la crtica a la base democrtica de este sistema parlamentario, crtica que,a mediados del siglo XIX, era ms bien de carcter sentimental, teniendo su origen en la

    antigua tradicin clsica de la cultura de la Europa Occidental, en el miedo de los cultos aldominio de la masa inculta, una angustia ante la democracia cuya expresin ms tpica seplasma en las cartas de Jacob Burckhardt. En lugar de este tipo de crtica, surgieron, hace yatiempo, las investigaciones sobre los mtodos y tcnicas con las que los partidos emprenden supropaganda electoral, actuando sobre las masas y dominando la opinin pblica. Sirva comomodelo tpico de este gnero de literatura la obra de Ostrogorski acerca de los partidos de lademocracia moderna. El Party System de Belloc populariz esta crtica. Las investigacionessociolgicas sobre la vida interna de los partidos -y, en especial, el famoso libro de Robert

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    Michels- destruyeron muchas ilusiones parlamentarias y democrticas (sin diferenciar bienentre ambos conceptos). Tambin los no-socialistas reconocieron finalmente la unin existenteentre prensa, pa rtido y capital, considerando la poltica slo como una sombra de la realidadeconmica.

    En general, se puede considerar que es sta una literatura conocida de todos. El interscientfico de la presente investigacin no es ni confirmarla ni contradecirla; se trata de unintento por encontrar el ncleo ltimo de la institucin del parlamentarismo moderno. Suresultado demostrar lo poco concebible que es, para los pensamientos polticos y socialesimperantes hoy, la base sistemtica de la que se gener el parlamentarismo moderno, y cmo lainstitucin ha perdido sus races morales e intelectuales, mantenindose slo como un aparato

    vaco en virtud de una perseverancia mecnicamole sua. Slo tomando conciencia intelectual dela situacin podrn abrirse camino las propuestas de reforma. Es preciso diferenciar mejorconceptos tales como democracia, liberalismo, individualismo y racionalismo (trminos todosque han sido relacionados con el parlamento moderno) para que dejen de ser caracterizacionesprovisionales y tpicos y para que no caiga de nuevo en el vaco el esperanzador impulso porllegar, desde las cuestiones tcticas y tcnicas, a los principios intelectuales.

    l. DEMOCRACIA Y PARLAMENTARISMOl. DEMOCRACIA Y PARLAMENTARISMOl. DEMOCRACIA Y PARLAMENTARISMOl. DEMOCRACIA Y PARLAMENTARISMOLa historia de las ideas polticas y de las teoras del Estado durante todo el siglo XIX puede serabarcada con un simple tpico: la marcha triunfal de la democracia. Ningn Estado del marcocultural de la Europa occidental se resisti a la extensin de las ideas e institucionesdemocrticas. Incluso all donde fuertes poderes sociales se defendieron, como en el caso de lamonarqua prusiana, se evidenci la falta de una energa que actuase ms all del propiombito, venciendo la fe democrtica. Progreso se constituy en sinnimo de extensin de lademocracia, y la resistencia antidemocrtica, en la mera defensa de cosas histricamenteobsoletas, la lucha de lo antiguo contra lo nuevo. En todas las pocas de pensamientospolticos y estatales han existido estas concepciones que parecen evidentes en un sentidoespecfico, las cuales convencieron sin ms (aunque, posiblemente, bajo grandes malentendidosy mitificaciones) a las grandes masas. Durante todo el siglo XIX y hasta entrado el XX, estas

    evidencias y obviedades estaban, sin lugar a dudas, del lado de la democracia. Rankeconsideraba la idea de la soberana del pueblo como la concepcin ms poderosa de la poca, ysu lucha contra los principios de la monarqua, como la tendencia directriz del siglo. Esta luchaha terminado, por el momento, con la victoria de la democracia.

    A partir de los aos treinta, entre todos los franceses relevantes interesados por la actualidadintelectual se fue extendiendo ms y ms la creciencia de que Europa debera ser democrtica,como si ste fuera su destino inevitable. Esto fue sentido y expresado en la forma ms pro-funda por Alexis de Tocqueville. Guizot estuvo tambin dominado por esta idea, aunque no leera desconocido el miedo al caos democrtico. Parecera que un destino providencial hubieradecidido a favor de la democracia. Se daba de ella una imagen repetida: el torrente de lademocracia, contra el cual no existira desde 1789 ningn dique. Podemos encontrar unaimpresionante descripcin de esta evolucin en laHistoria de la literatura inglesa, escrita por

    Taine bajo la influencia de Guizot. En general, esta evolucin fue enjuiciada de muy distintasmaneras: Tocqueville, con un miedo aristocrtico frente a una humanidad aburguesada, eltroupeau d' animaux indus- trieux et timides; Guizot confiaba en poder canalizar la terriblecorriente; Michelet posea una fe entusiasta en la bondad natural del pueblo; Renan, elfastidio del sabio y el escepticismo del historiador; los socialistas estaban convencidos de serellos los verdaderos herederos de la democracia. Es una prueba de la extraa evidencia de lasideas democrticas el hecho de que tambin el socialismo -el cual surgi como una idea nuevaen el siglo XIX se decidiera por una alianza con la democracia. Muchos haban intentado

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    coaligarlo con la monarqua, ya que la burguesa liberal constitua el comn adversario de lamonarqua conservadora y de las masas proletarias. Esta unin tctica se plasm en distintascombinaciones, alcanzando en Inglaterra el xito bajo Oisraeli; el resultado final sirvi,nicamente, a la democracia. En Alemania, el asunto se limit a devotos deseos al respecto y aun socialismo romntico. Las organizaciones socialistas de las masas obreras asumieron aqu

    las ideas progresistas-democrticas de tal modo que aparecieron como el adalid de las mismas,yendo ms all de la democracia burguesa y fijndose el doble cometido de llevar a cabo susexigencias socialistas, por una parte, y, por otra, tambin las democrticas. Ambas cosas podanser toma- das como idnticas, ya que ambas eran consideradas progreso y futuro. As, lademocracia surgi con la evidencia de ser un poder destinado a extenderse de forma inevitable.Mientras que se limit a existir esencialmente como un concepto polmico, es decir, lanegacin de la monarqua existente, fue posible unir y hacer concordar la conviccindemocrtica y otras tendencias polticas distintas. Pero, en la medida en que se iba plasmandoen la realidad, result que la democracia serva a muchos seores, no teniendo un fininequvoco en cuanto a su contenido. Cuando el mayor enemigo de la democracia, losprincipios monrquicos, fue desapareciendo, perdi ella misma precisin en cuanto a sucontenido, pasando a compartir el destino de cualquier concepto polmico. En principio, la

    idea de la democracia apareci netamente unida, hasta el punto del de confundirse, a losconceptos de liberalismo y libertad. En la socialdemocracia, la aspiracin democrtica se unial socialismo. El xito de Napolen III y el resultado de los referndums suizos demostraronque la democracia tambin poda ser conservadora y reaccionaria, lo que, por cierto, haba sidoya predicho por Proudhon. Si todas las tendencias polticas podan servirse de ella, estoevidenciaba su carencia de contenidos polticos propios, limitndose a ser una forma deorganizacin; y, si no se toma en consideracin otro contenido poltico que el que se esperaconseguir mediante la democracia, habra que preguntarse cul es el valor que posee ella mismacomo mera forma. La cuestin no quedaba contestada intentando dotarla de contenido altrasladarla desde el terreno poltico al econmico. En numerosas publicaciones se encuentrantales transferencias del terreno de lo poltico al econmico. El guild socialism ingls recibe elnombre de democracia econmica. La conocida analoga del Estado constitucional y la

    fbrica constitucional se extendi en todas las direcciones posibles. En realidad, estosignificaba una modificacin esencial del concepto de democracia, pues no es posible transferirpuntos de vista polticos a relaciones econmicas mientras imperen en la economa la libertadde contrato y el derecho privado. Max Weber, en su escrito Parlamento y Gobierno en la

    Alemania reorganizada (1918) ha desarrollado la idea de que el Estado, sociolgicamente, noes nada ms que una gran empresa, alegando que hoy en da no existen diferencias esencialesentre un aparato econmico-administrativo, una fbrica, y el Estado. De ello, Kelsen, en suensayo Esencia y valor de la democracia(1921), se apresur a extraer la conclusin que sigue: Poresto, en ambos casos el problema de la organizacin es esencialmente el mismo, y lademocracia no es slo una cuestin del Estado, sino que tambin atae a las empresaseconmicas. No obstante, una forma de organizacin poltica deja de ser poltica si, como enel caso de la economa moderna, est construida sobre la base del derecho privado. Existenrealmente analogas entre el monarca -dueo absoluto en el Estado- y el empresario capitalistaprivado -dueo absoluto (si bien en un sentido totalmente distinto) en su empresa; en amboscasos es posible la colaboracin de los sbditos, pero tanto la forma como el contenido de laautoridad, de la publicidad y de la representacin son esencialmente distintos. Adems, iracontra todas las reglas del pensamiento econmico aplicar, por el camino de la analoga, lasformas polticas, generadas bajo circunstancias econmicas radicalmente diferentes, a lascondiciones econmicas modernas. Utilizaremos la conocida imagen econmica: transferir laconstruccin de una superestructura a una subestructura totalmente distinta.

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    Los diversos pueblos o grupos sociales y econmicos organizados democrticamente sloposeen el mismo sujeto pueblo en una forma abstracta. In concreto, las masas sonsociolgica y psicolgicamente heterogneas. Una democracia puede ser militarista o pacifista,absolutista o liberal, centralista o descentralizada, progresista o reaccionaria, y esto de distintasmaneras y en distintas pocas sin dejar de ser una democracia. Se entiende por s mismo, en

    base a una relacin tan sencilla de los hechos, que no es posible conferirle un contenido poruna mera transferencia al terreno econmico. Qu queda entonces de la democracia? Por sudefinicin, una serie de identidades. Forma parte de su naturaleza el hecho de que todas lasdecisiones que se toman slo deben tener valor para los que deciden. El hecho de tener queignorar a la minora vencida es slo un problema terico y aparente. Ello se basa tambin en laidentidad, siempre repetida en la lgica democrtica y en su argumentacin esencial (comodemostraremos a continuacin) de que la voluntad de la minora vencida es idntica en realidada la voluntad de la mayora. Los tan citados pensamientos de Rousseau, expuestos en elContrato Social son fundamentales para las concepciones democrticas, coincidiendo, porcierto, con una antigua tradicin; estos pensamientos aparecen casi textualmente en Locke: enuna democracia, el ciudadano aprueba tambin una ley que va contra su voluntad, pues la leyeslavolont gnral, es decir, la voluntad de los ciudadanos libres; por tanto, el ciudadano nunca da

    su aprobacin a un contenido concreto, sino que la otorga in abstracto al resultado, a lavoluntad general reflejada en la votacin, y slo vota para facilitar el clculo de los votos, apartir del cual se reconoce la voluntad general. Si, en el resultado de la votacin, el individuoresultara vencido, comprender entonces que estaba equivocado en cuanto al contenido de la

    voluntad general: cela ne prouve autre chose si non que je m'tait tromp et ce que j'estimais etre la volontgnral ne l'tait pas. y ya que, siguiendo a Rousseau, la voluntad general coincide con laverdadera libertad, sucede que el vencido no era libre. Con esta lgica jacobina es posiblejustificar tambin el gobierno de la minora sobre la mayora, y eso precisamente apelando a lademocracia. Queda a salvo el ncleo del principio democrtico, es decir, la afirmacin de laidentidad entre la ley y la voluntad del pueblo, y, en el fondo, para una lgica abstracta, noexiste ninguna diferencia si se identifica la voluntad del pueblo, ya que no puede existir enningn caso la voluntad unnime de todos los ciudadanos del Estado (incluidos los menores de

    edad). Si se concede el derecho de voto, en una extensin cada vez ms amplia, a un nmerocreciente de personas, es ello sntoma del afn por conseguir la identidad entre Estado ypueblo, basndose en una determinada opinin sobre las condiciones bajo las cuales se suponeesta identidad como real. No obstante, esto no modifica en nada la idea fundamental de que,de una forma lgica, todos los argumentos democrticos se basan en una serie de identidades.Forman parte de esta serie: identidad entre gobernantes gobernados, dominadores ydominados, identidad entre el pueblo y su representacin en el parlamento, identidad entreEstado y pueblo que vota, identidad entre Estado y ley y, finalmente, identidad entre locuantitativo (mayora numrica o unanimidad) y lo cualitativo (lo justo de la ley).Pero estas identidades no son una realidad palpable, sino que, meramente, se basan en elreconocimiento de tal identidad. Ni jurdica, ni poltica ni sociolgicamente se trata deigualdades reales, sino de identificaciones. La ampliacin del derecho de voto, el acortamientode los perodos electorales y la introduccin y extensin del plebiscito, en pocas palabras, todoaquello que se ha venido denominando como tendencias e instituciones de la democraciadirecta y que, segn ya indicamos arriba, est dominado por el ideal de la identidad, es,consecuentemente, democrtico, pero no puede conseguir nunca, una identidad absoluta ydirecta, in realitatepresente. Siempre subsiste una distancia entre la igualdad real y el resultadode la identificacin. Claro est que la voluntad del pueblo es siempre idntica a la voluntadpopular, tanto en cuanto se decide a partir del s o el no de millones de votos entregados, ocuando un individuo comparte, incluso sin mediar votacin, la voluntad del pueblo, o bien

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    cuando el pueblo, de alguna manera, se manifiesta por aclamacin. Todo depende de cmo seconstituya esta voluntad. An no ha sido solucionada la antiqusima dialctica de la teora de la

    voluntad del pueblo: la minora puede estar en posesin de la voluntad verdadera del pueblo y,adems, el pueblo puede ser engaado; son conocidas desde hace tiempo las tcnicas de lapropaganda y la manipulacin de la opinin pblica. Esta dialctica es tan antigua como la

    democracia misma y no comienza en ningn caso con Rousseau y los jacobinos. Ya en loscomienzos de la democracia moderna nos encontramos con la extraa contradiccin de quelos demcratas radicales consideran su radicalismo democrtico como criterio de seleccinpara distinguirse de los dems como los verdaderos representantes de la voluntad del pueblo,lo que resulta un exclusivismo muy poco democrtico, que se plasma, en principio, de formaprctica en la concesin de derechos polticos slo a los representantes de la verdaderademocracia, generndose as, al mismo tiempo, una nueva aristocracia antiguo fenmenosociolgico que se repite en todas las revoluciones y que no aparece nicamente con lossocialistas de noviembre de 1918, sino que en 1848 hicieron gala de ello por todas partes losdenominados -rpublicains de la veille-. Resulta lgico considerar, por tanto, que slo es posibleinstaurar la democracia en un pueblo que piensa realmente en forma democrtica. Las primerasdemocracias directas de los tiempos modernos, los levellers de la revolucin puritana, no han

    podido hurtarse de esta dialctica democrtica. Lilburne, su paladn, afirma, en su LegalFundamental Liberties of the People of England(1649), que slo los bien intencionados, los well-affected, deberan tener el derecho de voto y que los representantes elegidos por estos bienintencionados deberan de tener la capacidad de legislar totalmente en sus manos; asimismoafirma que la constitucin debera de ser un contrato firmado por los bien intencionados. Demodo que parecera que el destino de la democracia es disolverse a s misma en el problema dela formacin de voluntades. Para el demcrata radical, la democracia tiene su valor por smisma, sin tomar en consideracin el contenido de la poltica que se realiza mediante lademocracia. Si ocurre que existe el riesgo de que la democracia sea utilizada para eliminarla, eldemcrata radical tiene que decidirse por seguir siendo un demcrata incluso en contra de lamayora o bien abandonar sus postulados. En cuanto que la democracia tiene como contenidoun valor que reside en ella misma, uno no puede seguir siendo, en un sentido formal,

    demcrata a cualquier precio. Es un hecho y una necesidad extraa, pero en ningn caso unadialctica abstracta o un juguete sofisticado. Se da, con frecuencia, la situacin de que losdemcratas se encuentran en minora. Tambin ocurre que estn, en base a las doctrinasdemocrticas, por ejemplo, a favor del derecho de voto para la mujer, encontrndose luego conque las mujeres, en su mayora, no votan democracia. Entonces se desarrolla el antiguoprograma de la educacin del pueblo: es posible, con una adecuada educacin, llevar al puebloal punto de que reconozca correctamente su propia voluntad, se eduque bien y se expresecorrectamente. Esto significa en la prctica que el educador identifica por lo pronto su propia

    voluntad con la del pueblo; y no hablemos del hecho de que el contenido de lo que el alumnodesear viene determinado igualmente por el educador. La consecuencia de esta doctrina de laeducacin es la dictadura, la suspensin de la democracia en nombre de la democracia

    verdadera que hay que crear. Esto disuelve, a nivel terico, la democracia; pero es importanteprestar atencin a este fenmeno, ya que demuestra que la dictadura no es lo contrario de lademocracia. Tambin durante tal perodo transitorio regido por el dictador puede imperar laidentidad democrtica y tener slo importancia la voluntad del pueblo. No obstante, seevidencia entonces de una manera muy llamativa que la cuestin prctica concierne a laidentificacin, es decir, la cuestin de quin posee los medios para formar la voluntad delpueblo: poder militar o poltico, propaganda, dominio de la opinin pblica a travs de laprensa, organizaciones partidarias, reuniones, educacin popular, escuela. En suma, el poderpoltico puede formar la voluntad del pueblo, de la cual debera partir.

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    Se puede afirmar hoy, teniendo en cuenta la extensin de las ideas democrticas, que esaidentidad con la voluntad del pueblo se ha convertido de tal manera en premisa comn que hadejado de ser polticamente interesante, girando nicamente la lucha en tomo a los mediosutilizados para la identificacin. Sera disparatado intentar negar a este respecto el generalizadoacuerdo de opiniones dominante, no slo porque ya no quedan reyes que tengan la valenta de

    declarar abiertamente que seguirn, si fuera necesario incluso contra la voluntad del pueblo, enel trono, sino porque cualquier poder poltico digno de atencin puede albergar la esperanza deconseguir algn da la identificacin a travs de cualquier medio, por lo que tampoco muestrainters en negar la identidad; al contrario, es el suyo ms bien un inters por saberlaconfirmada.

    Aunque el gobierno bolchevique de la Rusia sovitica es considerado como ejemplo evidentedel desprecio por los principios democrticos, su argumentacin terica se mueve (con laslimitaciones mencionadas en el captulo IV) dentro de los cauces democrticos, slo queutilizando la crtica moderna y las experiencias actuales de cara a los abusos de la democraciapoltica: la democracia predominante hoy da en los Estados del mbito cultural de Europaoccidental es para ellos nicamente una estafa por parte del poder econmico del capital sobrela prensa y los partidos, es decir, la estafa cometida contra una voluntad del pueblo

    inadecuadamente formada; slo el comunismo deber traer la verdadera democracia. Dejandode lado su razonamiento econmico, es ste, en su estructura, el antiguo argumento jacobino.En el bando contrario, un escritor monrquico expres su desprecio por la democracia con lafrase: la opinin pblica hoy imperante es algo tan tonto que, tratndola de manera adecuada,puede ser llevada a prescindir de su propio poder; aunque eso significara... demander un acte debon sens a ce qui est priv de sens, mais n'est-il pas toujours possible de trouver des motifs absurdes por un acte

    qui ne l'est point?. A este respecto, hay coincidencia en ambos bandos. Si los tericos delbolchevismo suprimen la democracia en nombre de la verdadera democracia y si los enemigosde la democracia confan en poder engaarla, presuponen los unos la veracidad terica de losprincipios democrticos y, los otros, su dominio real, con el que hay que contar. Al parecer,slo el fascismo italiano no insiste en ser democrtico. Aparte de l, hay que afirmar que elprincipio democrtico es, por el momento y generalmente, aceptado sin discusin.

    Esto tiene importancia en el tratamiento jurdico- filosfico del derecho pblico.Ni la teora nila prctica del derecho estatal o del derecho internacional pueden existir sin ningn conceptode legitimidad y, por ello, es importante que el tipo de legitimidad existente hoy da searealmente democrtico. La evolucin que se ha producido desde 1815 hasta 1918 puede serrepresentada como la evolucin del concepto de legitimidad: desde la legitimidad dinsticahasta la democrtica. El principio democrtico tiene que exigir hoy una significacin anloga,igual que anteriormente el monrquico. No es cuestin de extendernos ahora sobre este tema,pero s hay que mencionar al menos que un concepto como el de la legitimidad no puedecambiar su sujeto sin cambiar tambin su estructura y contenido. Existen dos tipos distintos delegitimidad, sin que por ello el concepto haya dejado de ser imprescindible y siga cumpliendofunciones esenciales aunque los juristas no son del todo conscientes de esto. Desde el punto de

    vista del derecho poltico, cualquier gobierno es considerado, por regla general, provisional,

    mientras no haya sido reconocido por una asamblea constituyente establecida segn losprincipios democrticos, apareciendo como una usurpacin cualquier poder que no haya sidoconstituido sobre esta base. As pues, se supone (aunque esta suposicin no emana de ningunamanera del principio de la democracia) que el pueblo ya est realmente maduro, por lo que nonecesita una dictadura educativa segn el modelo jacobino. La extendida conviccin jurdica yel concepto de la legitimidad basado en la exigencia de una asamblea constitucional se expresahoy en el derecho internacional en el modo en que es enjuiciada la intervencin en los asuntosconstitucionales de un Estado. Se dice que la diferencia fundamental entre la Santa Alianza y la

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    contempornea Sociedad de las Naciones consiste en que la Sociedad de las Nacionesgarantiza slo el statu quo exterior de sus miembros, abstenindose de cualquier intervencinen los asuntos internos. Pero, siguiendo el razonamiento segn el cual el concepto monrquicode la legitimidad puede dar lugar a intervenciones, es posible justificar, alegando el derecho a laautodeterminacin de los pueblos, una intervencin. En numerosas protestas, provenientes de

    las convicciones democrticas, contra el gobierno sovitico es posible reconocer la principalcondicin previa de esta doctrina democrtica de la no-intervencin, es decir, que laconstitucin no debe contradecir la voluntad del pueblo. Si una constitucin se impone,infringiendo los principios democrticos, se puede entonces restablecer el derecho a la auto-determinacin del pueblo, lo que se llevar acabo, precisamente, por va de la intervencin. Laintervencin, basada en el concepto monrquico de la legitimidad, slo resulta ilegal para lasideas democrticas porque infringe el principio democrtico de la autodeterminacin de lospueblos. Pero el establecimiento de la libre determinacin mediante una intervencin queliberase al pueblo de un tirano no infringira el principio de la no-intervencin, sino que,sencillamente, generara las condiciones para el establecimiento del principio de la no-intervencin. Tambin una moderna Liga de las Naciones con una base democrtica precisadel concepto de legitimidad y, en consecuencia, la posibilidad de intervencin, en el caso de

    que se infrinjan los principios que constituyen su base jurdica.De modo que es posible suponer hoy en da que muchas investigaciones jurdicas parten delreconocimiento de las doctrinas democrticas, sin caer en el malentendido de hacer todas lasidentificaciones que comprende la realidad poltica de la democracia. En lo concerniente a lateora, y en tiempos de crisis tambin en la prctica, la democracia resulta impotente frente a laargumentacin jacobina, es decir, frente a la decisiva identificacin de una minora con elpueblo y frente a la decisiva transmisin del concepto desde lo cuantitativo a lo cualitativo. Portanto, el inters se dirige hacia la educacin y forma clon de la voluntad del pueblo, y lacreencia de que todo el poder emana del pueblo recibe un significado similar al de la creenciade que todo el poder de la autoridad procede de Dios. Cada una de estas frases posibilita, antela realidad poltica, distintas formas de gobierno y diversas consecuencias jurdicas. Una visincientfica de la democracia tendr que desplazarse a un terreno especial, que he denominado

    teologa poltica Ya que en el siglo XIX los conceptos de parlamentarismo y democraciaestaban de tal manera unidos que eran aceptados como una misma cosa, haba que anteponerlas siguientes observaciones acerca de la democracia. Puede existir una democracia sin eso quese ha venido a llamar parlamentarismo moderno, al igual que puede existir un parlamentarismosin democracia; por otra parte, la dictadura no es el decisivo opuesto de la democracia, delmismo modo en que tampoco la democracia lo es de la dictadura.

    II. LOS PRINCIPIOS DEL PARLAMENTARISMOII. LOS PRINCIPIOS DEL PARLAMENTARISMOII. LOS PRINCIPIOS DEL PARLAMENTARISMOII. LOS PRINCIPIOS DEL PARLAMENTARISMOEn la lucha entre la representacin del pueblo. y la monarqua se denominaba gobiernoparlamentario al gobierno influido de modo decisivo por la representacin del pueblo; lapalabra fue aplicada a un determinado tipo de poder ejecutivo. Por ello, el sentido del conceptode parlamentarismo fue modificndose. Un gobierno parlamentario presupone un

    parlamento en funciones, y la exigencia de tal gobierno implica que se parte del parlamentocomo una institucin ya existente a fin de ampliar sus competencias. En lenguaje delconstitucionalismo: que el poder legislativo ejerza su influencia sobre el poder ejecutivo. Elconcepto fundamental del principio parlamentario no puede radicar esencialmente en estaparticipacin del parlamento en el gobierno; en cuanto a la cuestin que aqu nos interesa, nocabe esperar gran cosa de una discusin sobre este postulado del gobierno parlamentario.Trataremos aqu el fundamento intelectual ltimo del parlamentarismo mismo y no laampliacin del poder del parlamento. Por qu, para muchas generaciones, ha sido el

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    parlamento un ultimum sapientiaey en qu se basa la fe de todo un siglo en esta institucin? Laexigencia de que el parlamento controle al gobierno y ejerza su influencia en la designacin delos ministros presupone dicha fe.

    La justificacin ms antigua del parlamento, repetida una y otra vez a travs de todos los siglos,

    radica en la ponderacin de la expeditividad externa: sera el pueblo, en su totalidad real,quien debera decidir, como habra ocurrido antiguamente cuando todos los miembros de unacomunidad podan reunirse bajo el tilo de la aldea; pero hoy, por razones prcticas, resultaimposible que todos se renan al mismo tiempo en un lugar y tampoco es factible preguntar atodos acerca de cualquier detalle. En base a esto, es lgico servirse de una comisin electa,constituida por personas de confianza. y eso es precisamente el parlamento. As se genera laconocida escala: el parlamento es una comisin del pueblo y el gobierno una comisin delparlamento. Por ello, la idea del parlamentarismo aparece como algo esencialmentedemocrtico. Pero, a pesar de toda la simultaneidad y todas sus conexiones con las ideasdemocrticas, no lo es, como tampoco resulta conveniente bajo un punto de vista prctico. Si,por razones prcticas y tcnicas, unas cuantas personas de confianza son las que deciden enlugar del pueblo, tambin podr decidir, en nombre del mismo pueblo, una nica persona deconfianza. y esta argumentacin, sin dejar de ser democrtica, justificara un .cesarismoantiparlamentario. Por ello, la idea del parlamentarismo aparece como algo esencialmentedemocrtico Pero, a pesar de toda la simultaneidad y todas sus conexiones con las ideasdemocrticas, no lo es, como tampoco resulta conveniente bajo un punto de vista prctico. Sipor razones prcticas y tcnicas, unas cuantas personas de confianza son las que deciden enlugar del pueblo, tambin podr decir, en nombre del mismo pueblo, una nica persona deconfianza. Y esta argumentacin, sin dejar de ser democrtica, justificara un cesarismoantiparlamentario. Por ello, la idea del parlamentarismo no puede ser especfica de lademocracia, como tampoco puede ser lo esencial que el parlamento sea una comisin delpueblo, un consejo de personas de confianza. Supone incluso una contradiccin que elparlamento, como primera comisin, deba de ser independiente del pueblo durante todo unpeodo entre elecciones y no pueda ser relevado a la voluntad, mientras que el gobiernoparlamentario, la segunda comisin, sigue dependiendo de la confianza de la primera comisin,

    siendo, por tanto, relevable en cualquier momento.

    I. DISCUSIN PBLICAI. DISCUSIN PBLICAI. DISCUSIN PBLICAI. DISCUSIN PBLICA

    La ratio del parlamento radica, segn la acertada denominacin de Rudolf Smend, en lodinmico- dialctico, es decir, en un proceso de controversias entre contradicciones yopiniones, de lo que resultara la autntica voluntad estatal. As pues, lo esencial del parlamentoes la deliberacin pblica de argumento y contraargumento, el debate pblico y la discusinpblica, parlamenta, sin tener en cuenta automticamente la democracia . Podemos encontrarlas ideas ms absolutamente tpicas en la obra del absolutamente tpico representante delparlamentarismo: Guizot. Partiendo del derecho (en contraposicin al poder), mencionaGuizot, como caractersticas esenciales del sistema que garantiza el dominio del derecho, las

    siguientes: 1) que los pouvoirssiempre estn obligados a discutir, buscando as, entre todos, laverdad; 2) que la publicidad de toda la vida estatal site a los pouvoirs bajo el control de losciudadanos; 3) que la libertad de prensa induzca a los ciudadanos a buscar la verdad por smismos, comunicndosela al pouvoir. A consecuencia de ello, el parlamento es el lugar donde laspartculas de razn, que se hallan desigualmente distribuidas entre las personas, se agrupan,siendo convertidas en poder pblico. Esta parecera ser una imagen tpicamente racionalista noobstante, definir al parlamento moderno como una institucin generada a partir del esprituracionalista , sera incompleto y poco preciso. Su ltima justificacin y trascendente evidencia

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    se basan en que este racionalismo no es absoluto ni directo, sino que es algo relativo en unsentido especfico. Ante esta opinin de Guizot, hizo Mohl la siguiente objecin: dnde existela seguridad de que, precisamente en el parlamento, se hallen los portadores de las partculas derazn? La respuesta hay que buscarla en los conceptos de la libre competencia y la armonapreestablecida, que, en cualquier caso, aparecen tanto en la institucin del parlamento como en

    la poltica en general, a menudo bajo disfraces apenas reconocibles.Es necesario entender el liberalismo como un sistema consecuente, polifactico y metafsico.Habitualmente slo se discute la consecuencia econmica de que la armona social de losintereses y el mayor incremento posible de la riqueza son generados automticamente a partirde la libre competencia econmica de los individuos particulares, la libertad de contratacin, lalibertad de comercio y la libertad profesional. Pero todo ello slo representa una aplicacin delgeneral principio liberal. Equivale a decir que la verdad se genera a partir de la librecompetencia de opiniones y que la armona es el resultado automtico de dicha competencia.

    Aqu se encuentra tambin el ncleo del espritu de estas ideas, su especfica relacin con laverdad, que se convierte en una mera funcin de la eterna competencia de las opiniones. Y , encuanto a la verdad, significa renunciar a un resultado definitivo. Al pensamiento alemn estaeterna discusin le resultaba muy accesible gracias a la imagen romntica de la eternaconversacin; y, a este respecto, comentemos de paso que en este contexto ya se evidenciatoda la escasa claridad ideolgica de las opiniones habituales acerca de la poltica alemana delromanticismo, calificada de conservadora y antiliberal. La libertad de prensa, la libertad dereunin y la libertad de discusin no son nicamente algo til y conveniente, sino cuestionesvitales para el liberalismo. Guizot, en su exposicin de las tres caractersticas delparlamentarismo, enumer como tercera caracterstica, adems la discusin y la publicidad, lalibertad de prensa. Es fcil apreciar que la libertad de prensa es slo un medio para la discusiny para lo pblico, es decir, que no supone un factor independiente en s, sino que representa elmedio caracterstico para las otras dos caractersticas, lo que justifica que Guizot ponga especialnfasis en ella.Slo reconociendo la posicin primordial que ocupa la discusin dentro del sistema liberalreciben su verdadero significado las dos exigencias polticas tpicas del racionalismo liberal,

    pudiendo entonces ser elevadas desde la confusa atmsfera de los tpicos y convenienciaspoltico- tcticas hasta la clarividencia cientfica: el postulado de la publicidad de la vida polticay la exigencia de la separacin de poderes, de la cual deber de resultar automticamente locorrecto como equilibrio. Dado el trascendental significado que en las ideas liberales recibe lapublicidad, y sobre todo en cuanto al poder de la opinin pblica, parecera existir a esterespecto una identidad entre liberalismo y democracia, pero, al parecer, ste no es el caso a enla teora de la separacin de poderes. Por el contrario, esta separacin fue utilizada porHasbach para elaborar la contradiccin ms dura entre liberalismo y democracia. La separacinen tres de los poderes, la distincin entre el contenido del poder legislativo y el del ejecutivo yel rechazo de la idea de que la plenitud del poder estatal pueda concentrarse en un solo punto,todo ello supone de hecho una contradiccin con el concepto de identidad democrtica. As,resulta que los dos postulados no son y en principio iguales. De entre la enorme cantidad de

    ideas diferentes que van asociadas a ambas exigencias, slo destacaremos aqu aquello queresulta necesario para reconocer el centro intelectual del parlamentarismo moderno.

    2. LA PUBLICIDAD2. LA PUBLICIDAD2. LA PUBLICIDAD2. LA PUBLICIDAD

    La fe en la opinin pblica tiene sus races en un concepto que no aparece bien precisado en laextensa literatura existente sobre la opinin pblica, ni tampoco en la famosa obra de Tnnies:es menos importante la opinin pblica que lo pblico de la opinin. Esto se evidencia cuando

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    se reconoce la contradiccin histrica de la que procede dicha exigencia, es decir, la teoraimperante sobre los secretos de estado que aparece en numerosos escritos de los siglos XVI yXVII, los arcana rei publicae. Esta teora, tan aplicada, comienza con la literatura sobre la raznde Estado, la ratio Status, de la cual es realmente la idea central. En lo relativo a la historiaterica tiene su principio en Maquiavelo, encontrando su culminacin en Paolo Sarpi.

    Citaremos, como ejemplo del tratamiento sistemtico y metdico que aplicaron a esta teora losintelectuales alemanes, el libro de Armold Clapmarius. Es, en suma, una doctrina que trataEstado y poltica slo como una tcnica para mantener y ampliar el poder. Contra elmaquiavelismo se gener una gran literatura antimaquiavlica que, iniciada bajo la influenciade la Noche de San Bartolom (1572) expresa su indignacin ante la inmoralidad de talesmximas. Entonces, al ideal del poder como una tcnica poltica, se contraponen los conceptosde derecho y justicia. Argumentndose, de este modo, y en especial por los autoresmonarcmanos, contra el absolutismo de los prncipes. En la historia de las ideas, lacontroversia es, al principio, slo un exponente de la antigua lucha entre poder y derecho: secombate la tcnica maquiavlica del poder con una tica (ethos) jurdica. No obstante, estacaracterizacin no es completa, ya que, poco a poco, irn desarrollndose contraexigenciasespecficas: precisamente los postulados de la publicidad y el equilibrio de los poderes; este

    ltimo intenta acabar con la concentracin de poder del absolutismo mediante la separacin delos poderes; el postulado de la publicidad tiene su enemigo especfico en la idea de que losarcana secretos poltico-tcnicos, de hecho tan necesarios al absolutismo- son connaturales atoda poltica, as como el secreto de los negocios y finanzas es propio de la vida econmicabasada en la propiedad privada y la competencia.La poltica de gabinete, ejecutada por unas cuantas personas a puerta cerrada, aparece ahoracomo algo eo ipsomalvado y, por tanto, la publicidad de la vida poltica, por el mero hecho deser pblico, como algo bueno y correcto. La publicidad recibe un valor absoluto, aunque, enprincipio, se trata slo de un medio prctico contra la poltica secreta, burocrtica, profesionaly tcnica del absolutismo. La eliminacin de la poltica y la diplomacia secretas se convierte enel remedio contra cualquier mal poltico y contra toda corrupcin; la publicidad se transformaen el absolutamente eficaz instrumento de control. No obstante; este carcter absoluto no le

    fue conferido hasta la Ilustracin del siglo XVlII. La luz de la publicidad es la luz de laIlustracin, la liberacin de las supersticiones, del fanatismo y de intrigas ambiciosas. Encualquier sistema imbuido del despotismo ilustrado, la opinin pblica desempea el papel delcorrectivo absoluto. El poder del dspota puede ser tanto mayor cuanto ms se extienda laIlustracin, pero la opinin pblica ilustrada impide cualquier abuso. Los ilustrados as losobreentienden. Le Mercier de la Riviere lo expuso de manera sistemtica; Condorcet intentsacar conclusiones prcticas, con tal fe entusiasta en la libertad de expresin y prensa que unose queda conmovido al recordar la experiencia de las ltimas generaciones: all donde reina lalibertad de prensa, el abuso de poder resulta imposible; un nico peridico libre es capaz deacabar con el tirano ms poderoso; la tipografa es la base de la lbertad, l'art crateur de la libert.Tambin a este respecto, fue Kant un exponente de las creencias polticas de su tiempo, de lafe en el progreso del periodismo y de la capacidad del pblico de ilustrarse de modo inevitablesimplemente con disponer de la libertad para ilustrarse. En Inglaterra es J. Bentham el fanticodel buen sentido liberal, quien (aunque hasta la argumentacin en Inglaterra haba sido sobretodo de tipo prctico y pragmtico) proclama la relevancia de la libertad de prensa en unsistema liberal: la libertad de la discusin pblica, en especial la libertad de prensa, es la mseficaz proteccin contra la arbitrariedad poltica, el controling power, el real check to arbritrary power,etc. En un desarrollo posterior, aparecer tambin aqu la contradiccin existente en relacincon la democracia. J. St. Mill observ con desesperada preocupacin la posibilidad de queexistiera una contradiccin entre democracia y libertad: la eliminacin de la minora. El mero

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    pensamiento de que se pudiera arrebatar a una nica persona la posibilidad de expresar suopinin sume al pensador positivista en una inexplicable intranquilidad, porque, se dice, cabe laposibilidad de que esa nica persona se hubiera acercado ms que nadie la verdad.

    La opinin pblica, protegida por la libertad de expresin, por la libertad de prensa, por la

    libertad de reunin y por la inmunidad parlamentaria, representa para el sistema liberal lalibertad de opiniones, en todo el alcance que pueda tener la palabra libertad en ese sistema. Alldonde la publicidad puede convertirse en obligacin, como en el caso del cumplimiento delderecho del individuo a votar, en el momento del paso de lo privado a lo pblico, aparece laexigencia contraria: la del secreto electoral. La libertad de opinin es una libertad individual,necesaria para la competencia entre opiniones, en la que ganar la mejor opinin.

    3. LA SEPARACIN DE PODERES (EL EQUILIBRIO)3. LA SEPARACIN DE PODERES (EL EQUILIBRIO)3. LA SEPARACIN DE PODERES (EL EQUILIBRIO)3. LA SEPARACIN DE PODERES (EL EQUILIBRIO)

    En el parlamentarismo moderno, la fe en la opinin pblica se une a un segundo concepto,ms bien de tipo organizativo: la separacin o equilibrio entre las distintas actividades einstancias estatales. Tambin aqu ejerce su influencia el concepto de una cierta competencia,

    de la que surgir lo correcto como resultado. El hecho de que con la separacin de poderes elparlamento recibe la funcin del poder legislativo, quedando limitado a ello, relativiza elracionalismo que est en la base de la idea de equilibrio, diferenciando este sistema, comoexpondremos ms, adelante, del racionalismo absoluto de la Ilustracin. Ya no es precisoextenderse demasiado sobre el significado general del concepto de equilibrio. De entre las ideasque s repiten de forma tpica en la historia de las concepciones polticas y del derecho poltico,y cuya investigacin sistemtica apenas ha comenzado (me limitar a citar como ejemplos: elEstado como maquinaria, el Estado como organismo, el rey como clave del arco de unabveda, como bandera, o como alma del barco), es el del equilibrio el concepto msimportante de los tiempos modernos. Desde el siglo XVI destacan todo tipo de equilibrios enla totalidad de los campos de la vida intelectual humana (W. Wilson fue el primero en sealarloen sus discursos sobre la libertad): el equilibrio comercial en la economa nacional, el equilibrioeuropeo en la poltica exterior, el equilibrio csmico de atraccin y repulsin, el equilibrio delas pasiones en Malebranche y Shaftesbury, incluso el equilibrio alimenticio de J.J. Moser. En loque respecta a la teora del Estado, basta citar algunos nombres para extraer el significadocentral de este concepto universal: Harrington, Locke, Bolingbroke, Montesquieu, Mably, deLolme, el Federalist y la Asamblea Nacional francesa de 1789, y, para mencionar algunosejemplos modernos, Maurice Hauriou utiliza, en su obraPrncipes de droit public, el concepto delequilibrio para cualquier problema de la vida estatal y administrativa, y el gran xito de ladefinicin de R. Redslob del gobierno parlamentario (1918) muestra cun fuerte efecto puedetener an hoy.

    Aplicado a la institucin del parlamento, este concepto general afecta a un contenido especial.Es preciso recalcarlo, ya que tambin Rousseau est imbuido del mismo, si bien sin esa especialaplicacin al parlamento. Aqu, en el parlamento, se lleva a cabo un equilibrio que presupone elracionalismo moderado de tales conceptos de equilibrio. Bajo la sugestiva influencia de una

    tradicin de tratados, que simplific la teora de la separacin de poderes de Montesquieu, unose ha acostumbrado a ver nicamente que el parlamento se contrapone, como una parte de lasfunciones estataIes, a las dems partes (ejecutivo y justicia). No obstante, el parlamento nodebe de ser slo un miembro del equilibrio, sino, precisamente por ser el poder legislativo,tiene que estar en equilibrio en s mismo. Todo esto se basa en un modo de pensar que crea lamultiplicidad por doquier, a fin de instaurar, en un sistema de negociaciones, en lugar de unaunidad absoluta, el equilibrio resultante de una dinmica inmanente. En principio, esto seconsigue equilibrando y mediatizando el poder legislativo mismo, a travs de un sistema de dos

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    cmaras o mediante instituciones federales; pero tambin dentro de una cmara se pone enfuncionamiento, a consecuencia de un racionalismo especial, un equilibrio de puntos de vista yopiniones. La existencia de una oposicin pertenece a la esencia misma del parlamento y decada cmara y hay realmente una metafsica del sistema de dos partidos. Habitualmente, para

    justificar la teora de la separacin de poderes se utiliza, citando a Locke, una frase bastante

    banal: sera peligroso que la institucin que promulga las leyes las ejecutara ella misma;supondra una tentacin demasiado grande para la avidez de poder de los seres humanos; porello, ni el prncipe, como cabeza del poder ejecutivo, ni el parlamento, como rgano quepromulga las leyes, deben reunir en s todo el poder estatal. Sin embargo, las primeras teorassobre la separacin y el equilibrio de poderes se formularon a partir de las experiencias de laconcentracin del poder en el Lange Parlament, en 1640, pero, en cuanto comienza adesarrollarse una racionalizacin general de las teoras del Estado, se elabora, al menos en elContinente, una teora constitucional con un concepto constitucional de las leyes. Desde estaptica, la institucin del parlamento debe ser entendida como un rgano estatal esencialmentelegislativo. Slo este concepto da sentido a la idea (hoy poco aceptada, pero de predominanciaabsoluta en los pensamientos de Europa occidental desde mediados del siglo XVIII) de que laconstitucin es equivalente a la separacin de poderes. En el artculo 16 de laDeclaracin de losDerechos Humanos y Ciudadanosde 1789 hall esta idea su proclamacin ms famosa: Toute socitdans laquelle la garantie des droits n' est pas assure ni la spa- ration des pouvoirs dtermine, n'a pas de

    constitutioll. La idea de que separacin de poderes es algo idntico a constitucin e integra suconcepto aparece tambin como indiscutible en la filosofa alemana del Estado desde Kanthasta Hegel. Segn esta concepcin, dictadura no es lo contrario de democracia, sino queaqulla consistira principalmente en la supresin de la separacin de poderes, es decir, en lasupresin de la constitucin, es decir, en la supresin de la distincin entre poder legislativo yejecutivo.

    4. EL CON4. EL CON4. EL CON4. EL CONCEPTO DE LO LEGISLATIVO EN EL PCEPTO DE LO LEGISLATIVO EN EL PCEPTO DE LO LEGISLATIVO EN EL PCEPTO DE LO LEGISLATIVO EN EL PARLAMENTARISMOARLAMENTARISMOARLAMENTARISMOARLAMENTARISMO

    El concepto parlamentario ya aparece en los monarcmanos. En el Droit des Magistrats, de Beza,se puede leer: on doit juger non par exemples mais par loix. Las vindiciae de Junius Brutus sedirigen contra la pestfera doctrina de Maquiavelo, no slo con un afn exacerbado de justicia,sino tambin con un cierto tipo de racionalismo; alegando lageometrarum more, contrapone a lapersona concreta del rexel suprapersonal regnum y laratiouniversal, que, segn la tradicinaristotlica y escolstica, integra la esencia de la ley. El rey tiene que obedecer las leyes, igualque el cuerpo obedece al alma. La normativa universal de la ley resulta del hecho de que la ley(al contrario de la voluntad o el mandato de una persona concreta) slo es ratiosin ningunacupiditasy no padece turbatio, mientras que la persona concretavariis affectibus perturbatur. Conmuchas modificaciones (pero siempre con la caracterstica de lo universal), este concepto dela ley pasar a ser la base de las concepciones constituciones. En Grotius aparece, mantenidobajo la forma escolstica de lo universal, como contraposicin de lo singulara. Toda la teoradel Estado de Derecho est basada en la contraposicin de una ley general, anteriormenteestablecida, obligatoria para todos sin excepcin y vlidabsicamente para todos los tiempos, yuna orden personal impartida en cada caso concreto y considerando especiales circunstanciasdeterminadas. Otto Mayer ha hablado en su famoso ensayo del carcter invulnerable de laLey. Este concepto de la Ley est ba sado en la distincin racionalista entre lo general (ahora yano universal) y lo singular. Los partidarios de la teora del Estado de Derecho ven, sin ms, enlo general un valor en s ms elevado. Esto se evidencia especialmente en la obra de Locke enla contraposicin entre lawycomissionque se encuentra en la base de sus argumentaciones. Esteautor, clsico para la filosofa del Estado de Derecho, es slo un ejemplo de la controversia,

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    que ha durado un siglo, acerca de la cuestin de quin es soberano, si la Ley impersonal o elRey en persona. Tambin el gobierno de los Estados Unidos (de Amrica) ha sido citado conespecial insistencia como el gobierno de las leyes en oposicin al gobierno de las personas. Lahabitual definicin de la soberana hoy predominante, que tiene su origen en Bodin, se genera partir del reconocimiento de que, considerando una circunstancia concreta, siempre ser

    necesario hacer excepciones a la ley general y vigente, y que es el soberano quien decide sobrela excepcin. As pues, tanto las teoras constitucionalistas como las absolutistas tienen Supiedra angular en el concepto de ley, aunque, por supuesto, no en lo que en Alemania se havenido llamando, desde Laband, ley en el sentido formal, es decir, todo lo que se elaboracon lacolaboracin de la Representacin popular, sino en el sentido de una frmula determinadasegn caractersticas lgicas. La distincin fundamental sigue siendo si la leyes una frmulageneral y racional o una medida, un decreto concreto y aislado, una orden.Si una disposicin dictada con la colaboracin de la Representacin popular recibe el nombrede ley, ello es as porque la representacin popular, es decir, el parlamento llega a la toma desus decisiones por va de parlamentar, valorando argumentos y contraargumentos, por lo que,en consecuencia, posee un carcter distinto que una orden basada nicamente en la autoridad.Hobbes, en su definicin de la Ley, lo enuncia con una tajante anttesis: every man seeth, that

    some lawes are addressed to all the Subjects in general, some to particular Provinces; some toparticular Vocations; and some to particular Mero. A este pensador absolutista le parece lgicothat Law is not Counsell, but Command. Importa esencialmente la autoridad y no, como enel concepto racionalista del Estado de Derecho de la Ley, la verdad y la justicia. Autoritas, nonveritas facit Legem. Bolingbroke, quien, como partidario de la teora del equilibrio, piensa entrminos de estado de derecho, expresa la contradiccin entre Government by constitution yGovernment by will, distinguiendo de nuevo entre constitucin Y gobierno (constitution and

    government) en el sentido de que la constitucin debe contener una regla vlida para siempre, atall times, mientras que el gobierno es lo que realmente ocurre at any time, lo uno no essusceptible de ser cambiado; lo otro cambia con el tiempo y las circunstancias, etc. Toda lateora de la volont gnrale (esta voluntad es considerada valiosa por su carcter general, alcontrario que lavolont particuliere), imperante en las legislaciones durante los siglos XVII Y

    XVIII, debe de ser entendida como expresin de este concepto de la Ley, como base delEstado de Derecho. Tambin a este respecto, Condorcet es el tpico representante delradicalismo ilustrado, para el que todo lo concreto es slo un caso de aplicacin de una Leygeneral. Toda la actividad, toda la vida del Estado, se limita, segn l, a la Ley y a la aplicacinde la Ley; asimismo, el poder ejecutivo slo tiene la funcin de faire un syllogisme dont la loi est lamajeure; un fait plus ou moins gnrale la mineure; et la conclusion l'application de la loi. No slo es la

    justicia, como se dice en la famosa frase de Montesquieu, la bouche qui prononce les paroles de laloi, sino tambin la administracin. En el proyecto de la constitucin