Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel se ... · profundidades y fui a investigar. ......

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Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel se enciende y arde.GuyMontag es un bombero y el trabajo de un bombero es quemar libros, queestán prohibidos porque son causa de discordia y sufrimiento. El SabuesoMecánico del Departamento de Incendios, armado con una letal inyecciónhipodérmica,escoltadoporhelicópteros,estápreparadopara rastreara losdisidentesqueaúnconservany leen libros.Como1984,deGeorgeOrwell,como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 describe unacivilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y elconformismo.LavisióndeBradburyesasombrosamenteprofética:pantallasdetelevisiónqueocupanparedesyexhibenfolletinesinteractivos;avenidasdondeloscochescorrena150kilómetrosporhorapersiguiendoapeatones;una población que no escucha otra cosa que una insípida corriente demúsicaynoticias transmitidasporunosdiminutosauriculares insertadosenlasorejas.

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RayBradbury

Fahrenheit451ePUBv2.1adruki30.05.11

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Títulooriginal:Fahrenheit451RayBradbury,1953Traducción:FranciscoAbelendaDiseñoportada:LucreciaDemaestri

Editororiginal:adruki(v1.0av2.1)Correccióndeerratas:JAAC,LR2,AlfayArthurPaendragonePubbasev2.0

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Prefacio:FuegoBrillante

Cincopequeñosbrincosyluegoungransalto.Cincopetardosyluegounaexplosión.EsodescribepocomásomenoslagénesisdeFahrenheit451.Cincocuentoscortos,escritosduranteunperíododedosotresaños,hicieronque

invirtiera nueve dólares y medio en monedas de diez centavos en alquilar unamáquinadeescribirenelsótanodeunabiblioteca,yacabaralanovelacortaensólonuevedías.

¿Cómoeseso?Primero,lossaltitos,lospetardos:Enun cuento corto, «Bonfire», quenuncavendí a ninguna revista, imaginé los

pensamientosliterariosdeunhombreenlanocheanterioralfindelmundo.Escribíunos cuantos relatos parecidos hace unos cuarenta y cinco años, no como unapredicción, sino corno una advertencia, en ocasiones demasiado insistente. En«Bonfire»,mihéroeenumerasusgrandespasiones.Algunasdicenasí:

«Lo que más molestaba a William Peterson era Shakespeare y Platón yAristóteles y Jonathan Swift yWilliam. Faulkner, y los poemas de, bueno,RobertFrost,quizá,yJohnDonneyRobertHerrick.TodosarrojadosalaHoguera.Despuésimaginólascenizas(porqueenesoseconvertirían).PensóenlasesculturascolosalesdeMichelangelo, y en elGrecoyRenoir y en tantos otros.Mañana estarían todosmuertos, Shakespeare y Frost junto conHuxIey, Picasso, Swift y Beethoven, todaaquellaextraordinariabibliotecayelbastantecomúnpropietario…»

Nomuchodespuésde«Bonfire»escribíuncuentomásimaginativo,pienso,sobreel futuro próximo, «Bright Phoenix»: el patriota fanático local amenaza albibliotecariodelpuebloapropósitodeunoscuantosmilesdelibroscondenadosalahoguera.Cuandolosincendiarioslleganpararociarlosvolúmenesconqueroseno,elbibliotecario los invitaaentrar,yen lugardedefenderse,utilizacontraellosarmasbastante sutiles y absolutamente obvias. Mientras recorremos la biblioteca yencontramosaloslectoresquelahabitan,sehaceevidentequedetrásdelosojosyentre lasorejasde todoshaymásde loquepodría imaginarse.Mientrasquema loslibros en el césped del jardín de la biblioteca, el Censor Jefe toma café con elbibliotecario del pueblo y habla con un camarero del bar de enfrente, que vienetrayendounajarradehumeantecafé.

—Hola,Keats—dije.—Tiempodebrumasyfrustraciónmadura—dijoelcamarero.—¿Keats?—dijoelCensorjefe—.¡NosellamaKeats!—Estúpido—dije—.Ésteesunrestaurantegriego.¿Noesasí,Platón?Elcamarerovolvióallenarmelataza.—Elpueblotienesiemprealgúncampeón,

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aquien enaltecepor encimade todo…Ésta y nootra es la raíz de la quenaceuntirano;alprincipioesunprotector.

Ymástarde,alsalirdelrestaurante,Barnestropezóconunancianoquecasicayóalsuelo.Loagarrédelbrazo.

—ProfesorEinstein—dijeyo.—SeñorShakespeare—dijoél.Y cuando la biblioteca cierra y un hombre alto sale de allí, digo: —Buenas

noches,señorLincoln…Yélcontesta:—Cuatrodocenasysieteaños…Elfanáticoincendiariodelibrossedacuentaentoncesdequetodoelpuebloha

escondidoloslibrosmemorizándolos.¡Haylibrosportodaspartes,escondidosenlacabezadelagente!Elhombresevuelveloco,ylahistoriatermina.

Para ser seguida por otras historias similares: «The Exiles», que trata de lospersonajesdeloslibrosdeOzyTarzányAlicia,ydelospersonajesdelosextrañoscuentosescritosporHawthorneyPoe,exiliados todosenMarte;unoporunoestosfantasmas se desvanecen y vuelan hacia unamuerte definitiva cuando en laTierraardenlosúltimoslibros.

En«UsherH»mihéroereúneenunacasadeMartea todoslosincendiariosdelibros,esasalmas tristesquecreenque lafantasíaesperjudicialpara lamente.Loshace bailar en el baile de disfraces de laMuerteRoja, y los ahoga a todos en unalagunanegra,mientraslaSegundaCasaUshersehundeenunabismoinsondable.

Ahoraelquintobrincoantesdelgransalto.Haceunoscuarentaydosaños,añomásoañomenos,unescritoramigomíoyyo

íbamospaseandoycharlandoporWilshire,LosAngeles,cuandouncochedepolicíasedetuvoyunagentesalióynospreguntóquéestábamoshaciendo.

—Poniendounpiedelantedelotro—lecontesté,sabihondo.Ésanoeralarespuestaapropiada.Elpolicíarepitiólapregunta.Engreído,respondí:—Respirandoelaire,hablando,conversando,paseando.Eloficialfruncióelceño.Meexpliqué.—Es ilógicoquenoshayaabordado.Sihubiéramosqueridoasaltar aalguieno

robarenunatienda,habríamosconducidohastaaquí,habríamosasaltadoorobado,ynoshabríamosidoencoche.Comoustedpuedever,notenemoscoche,sólonuestrospies.

—¿Paseando,eh?—dijoeloficial—.¿Sólopaseando?Asentíyesperéaquelaevidenteverdadleentraraalfinenlacabeza.—Bien—dijoeloficial—.Pero,¡quénoserepita!Yelcochepatrullasealejó.AtrapadoporesteencuentroalestilodeAliciaenelPaísdelasMaravillas,corría

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casa a escribir «El peatón» que hablaba de un tiempo futuro en el que estabaprohibido caminar, y los peatones eran tratados como criminales. El relato fuerechazadoportodaslasrevistasdelpaísyacabóenelReporterlaespléndidarevistapolíticadeMaxAscoli.

Doygracias aDiospor el encuentro con el cochepatrulla, la curiosapregunta,misrespuestasestúpidas,porquesinohubieraescrito«Elpeatón»nohabríapodidosacaramicriminalpaseantenocturnoparaotrotrabajoenlaciudad,unosmesesmástarde.

Cuando lo hice, lo que empezó como una prueba de asociación de palabras oideasseconvirtióenunanovelade25.000palabrastitulada«TheFireman»,quemecostómuchovender,pueseralaépocadelComitédeInvestigacionesdeActividadesAntiamericanas,aunquemuchoantesdequeJosephMcCarthysalieraaescenaconBobbyKermedyalalcancedelamanoparaorganizarnuevaspesquisas.

Enlasalademecanografía,enelsótanodelabiblioteca,gastélafortunadenuevedólaresymedio enmonedasdediez centavos; compré tiempoy espacio junto conunadocenadeestudiantessentadosanteotrastantasmáquinasdeescribir.

Erarelativamentepobreen1950ynopodíapermitirmeunaoficina.Unmediodía,vagabundeandoporelcampusdelaUCLA,mellegóelsonidodeuntecleodesdelasprofundidades y fui a investigar. Con un grito de alegría descubrí que, en efecto,habíaunasalademecanografíaconmáquinasdeescribirdealquilerdondepordiezcentavoslamediahoraunopodíasentarseycrearsinnecesidaddetenerunaoficinadecente.

Mesentéytreshorasdespuésadvertíquemehabíaatrapadounaidea,pequeñaalprincipio pero de proporciones gigantescas hacia el final. El concepto era tanabsorbente que esa tardeme fue difícil salir del sótano de la biblioteca y tomar elautobúsdevueltaalarealidad:micasa,mimujerynuestrapequeñahija.

No puedo explicarles qué excitante aventura fue, un día tras otro, atacar lamáquina de alquiler, meterle monedas de diez centavos, aporrearla como un loco,correr escaleras arriba para ir a buscarmásmonedas,meterse entre los estantes yvolverasaliratodaprisa,sacarlibros,escudriñarpáginas,respirarelmejorpolendelmundo, el polvode los libros, quedesencadena alergias literarias.Luego correr devueltaabajoconelsonrojodelenamorado,habiendoencontradounacitaaquí,otraallá,quemeteríaoembutiríaenmimitoengestación.Yoestaba,comoelhéroedeMelville, enloquecidopor la locura.Nopodía detenerme.Yono escribíFahrenheit451,élmeescribióamí.Habíaunacirculacióncontinuadeenergíaquesalíade lapáginaymeentrabaporlosojosyrecorríamisistemanerviosoantesdesalirmeporlasmanos.Lamáquinade escribiryyoéramoshermanos siameses,unidospor laspuntasdelosdedos.

Fue un triunfo especial porque yo llevaba escribiendo relatos cortos desde los

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doceaños,enelcolegioydespués,pensandosiemprequequizánuncameatreveríaasaltar al abismo de una novela. Aquí, pues, estabami primer intento de salto, sinparacaídas,aunanuevaforma.Conunentusiasmodesmedidoacausademiscarreraspor la biblioteca, oliendo las encuadernaciones y saboreando las tintas, prontodescubrí,comoheexplicadoantes,quenadiequería«TheFireman».Fuerechazadopor todas lasrevistasyfinalmentefuepublicadopor larevistaGalaxy,cuyoeditor,HoraceGold,eramásvalientequelamayoríaenaquellostiempos.

¿Qué despertó mi inspiración? ¿Fue necesario todo un sistema de raíces deinfluencia, sí, queme impulsaran a tirarmede cabeza a lamáquinade escribir y asalirchorreandodehipérboles,metáforasysímilessobrefuego,imprentasypapiros?

Porsupuesto:HitlerhabíaquemadolibrosenAlemaniaen1934,ysehablabadeloscerillerosyyesquerosdeStalin.Yademás,muchoantes,hubounacazadebrujasenSalemen1680,enlaquemidiezvecestatarabuelaMaryBradburyfuecondenadaperoescapóalahoguera.Ysobretodofuemiformaciónrománticaenlamitologíaromana,griegayegipcia,queempezócuandoyoteníatresaños.Sí,cuandoyoteníatresaños,tres,sacaronaTutdesutumbaylomostraronenelsuplementosemanaldelosperiódicosenvueltoentodaunapanopliadeoro,¡ymepreguntéquéseríaaquelloyselopreguntéamispadres!

De modo que era inevitable que acabara oyendo o leyendo sobre los tresincendios de la biblioteca de Alejandría; dos accidentales, y el otro intencionado.Teníanueveañoscuandomeenteréymeechéallorar.Porque,comoniñoextraño,yo ya era habitante de los altos áticos y los sótanos encantados de la bibliotecaCarnegiedeWaukegan,Illinois.

Puestoqueheempezado,continuaré.Alosocho,nueve,doceycatorceaños,nohabía nada más emocionante para mí que correr a la biblioteca cada lunes por lanoche, mi hermano siempre delante para llegar primero. Una vez dentro, la viejabibliotecaria(siemprefueronviejasenminiñez)sopesabaelpesodelos librosqueyollevabaymipropiopeso,ydesaprobandoladesigualdad(máslibrosquechico),medejabacorrerdevueltaacasadondeyolamíaypasabalaspáginas.

Milocurapersistiócuandomifamiliacruzóelpaísencocheen1932y1934porla carretera 66. En cuanto nuestro viejo Buick se detenía, yo salía del coche ycaminaba hacia la biblioteca más cercana, donde tenían que vivir otros Tarzanes,otrosTikToks,otrasBellasyBestiasqueyonoconocía.

Cuando salí de la escuela secundaria, no tenía dinero para ir a la universidad.Vendíperiódicosenunaesquinadurantetresañosymeencerrabaenlabibliotecadelcentrotresocuatrodíasalasemana,yamenudoescribícuentoscortosendocenasdeesospequeñostacosdepapelquehayrepartidosporlasbibliotecas,comounserviciopara los lectores. Emergí de la biblioteca a los veintiocho años. Años más tarde,duranteunaconferenciaenunauniversidad,habiendooídodemitotalinmersiónen

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la literatura, el decano de la facultadme obsequió con birrete, toga y un diploma,como«graduado»delabiblioteca.

Conlacertezadequeestaríasoloynecesitandoampliarmiformación,incorporéamividaamiprofesordepoesíayamiprofesoradenarrativabrevedelaescuelasecundariadeLosÁngeles.Estaúltima, Jermet Johnson,murióa losnoventa añoshacesólounosaños,nomuchodespuésdeinformarsesobremishábitosdelectura.

En losúltimoscuarentaañosesposiblequehayaescritomáspoemas, ensayos,cuentos, obras teatrales y novelas sobre bibliotecas, bibliotecarios y autores quecualquierotroescritor.HeescritopoemascomoEmilyDickinson,WhereAreYou?HermannMelvilleCalledYourNameLastNightInHisSleep.YotroreivindicandoaEmilyy el señorPoecomomispadres.Yuncuento enelqueCharlesDickens semudaalabuhardilladelacasademisabuelosenelveranode1932,mellamaPip,ymepermiteayudarloaterminarHistoriadedosciudades.Finalmente,labibliotecadeLaferiadelastinieblaseselpuntodecitaparaunencuentroamedianocheentreelBienyelMal.LaseñoraHallowayyelseñorDark.Todaslasmujeresdemividahansidoprofesoras,bibliotecariasylibreras.Conocíamimujer,Maggie,enunalibreríaenlaprimaverade1946.

Perovolvamosa«Elpeatón»yeldestinoquecorriódespuésdeserpublicadoenunarevistadepocacategoría.¿Cómocrecióhastaserdosvecesmásextensoysaliralmundo?

En1953ocurrierondosagradablesnovedades.IanBallantineseembarcóenunaaventuraarriesgada,unacolecciónenlaquesepublicaríanlasnovelasentapadurayrústica a la vez. Ballantine vio en Fahrenheit 451 las cualidades de una noveladecentesiyoañadíaotras25.000palabrasalasprimeras25.000.

¿Podía hacerse? Al recordar mi inversión en monedas de diez centavos y migalopante ir y venir por las escaleras de la biblioteca de UCLA a la sala demecanografía, temívolverareencenderellibroyrecocerlospersonajes.Yosoyunescritorapasionado,nointelectual,loquequieredecirquemispersonajestienenqueadelantarseamíparavivirlahistoria.Simiintelectolosalcanzademasiadopronto,toda la aventura puede quedar empantanada en la duda y en innumerables juegosmentales.

LamejorrespuestafuefijarunafechaypedirleaStanleyKauffmann,mieditordeBallantine,quevinieraalacostaenagosto.Esoaseguraría,pensé,queestelibroLázaro se levantara de entre los muertos. Eso además de las conversaciones quemanteníaenmicabezaconeljefedeBomberos,Beatty,ylaideamismadefuturashoguerasdelibros.SieracapazdevolveraencenderaBeatty,dedejarlolevantarseyexponersufilosofía,aunquefueracruelolunática,sabíaqueellibrosaldríadelsueñoyseguiríaaBeatty.

Volví a la biblioteca de la UCLA, cargando medio kilo de monedas de diez

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centavosparaterminarminovela.ConStanKauffmannabatiéndosesobremídesdeel cielo, terminé de revisar la última página a mediados de agosto. Estabaentusiasmado,yStanmeanimóconsupropioentusiasmo.

Enmediodetodolocualrecibíunallamadatelefónicaquenosdejóestupefactosatodos.EraJohnHouston,quemeinvitóairasuhotelymepreguntósimegustaríapasarochomesesenIrlandaparaescribirelguióndeMobyDick.

Quéaño,quémes,quésemana.Aceptéeltrabajo,claroestá,ypartíunaspocassemanasmástarde,conmiesposa

y mis dos hijas, para pasar la mayor parte del año siguiente en ultramar. Lo quesignificóquetuvequeapresurarmeaterminarlasrevisionesmenoresdemibrigadadebomberos.

En ese momento ya estábamos en pleno período macartista—McCarthy habíaobligado al ejército a retirar algunos libros «corruptos» de las bibliotecas en elextranjero.Elantesgeneral,yporaquelentoncespresidenteEisenhower,unodelospocosvalientesdeaquelaño,ordenóquedevolvieranloslibrosalosestantes.

Mientras tanto, nuestra búsqueda de una revista que publicara partes deFahrenheit451llegóaunpuntomuerto.Nadiequeríaarriesgarseconunanovelaquetrataradelacensura,futura,presenteopasada.

Fue entonces cuando ocurrió la segunda gran novedad. Un joven editor deChicago, escaso de dinero pero visionario, vio mi manuscrito y lo compró porcuatrocientos cincuenta dólares, que era todo lo que tenía. Lo publicaría en losnúmerodos,tresycuatrodelarevistaqueestabaapuntodelanzar.

EljoveneraHughHefner.LarevistaeraPlayboy,quellegóduranteelinviernode1953a1954paraescandalizarymejorarelmundo.El restoeshistoria.Apartirdeese modesto principio, un valiente editor en una nación atemorizada sobrevivió yprosperó. Cuando hace unos meses vi a Hefner en la inauguración de sus nuevasoficinasenCalifornia,meestrechólamanoydijo:«Graciasporestarallí».Sóloyosupeaquéserefería.

SólorestamencionarunapredicciónquemiBomberojefe,Beatty,hizoen1953,enmediodemilibro.Sereferíaalaposibilidaddequemarlibrossincerillasnifuego.Porquenohacefaltaquemarlibrossielmundoempiezaallenarsedegentequenolee, que no aprende, que no sabe.Si el baloncesto y el fútbol inundan elmundo atravésdelaMTV,nosenecesitanBeattysqueprendanfuegoalquerosenoopersiganallector.Silaenseñanzaprimariasedisuelveydesapareceatravésdelasgrietasydela ventilación de la clase, ¿quién, después de un tiempo, lo sabrá, o a quién leimportará?

No todo está perdido, por supuesto. Todavía estamos a tiempo si evaluamosadecuadamenteyporigualaprofesores,alumnosypadres,sihacemosdelacalidaduna responsabilidadcompartida, sinosaseguramosdequeal cumplir los seis años

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cualquierniñoencualquierpaíspuededisponerdeunabibliotecayaprendercasiporosmosis;entonceslascifrasdedrogados,bandascallejeras,violacionesyasesinatosse reducirán casi a cero. Pero elBombero jefe en lamitad de la novela lo explicatodo,ypredicelosanunciostelevisivosdeunminuto,contresimágenesporsegundo,un bombardeo sin tregua.Escúchenlo, comprendan lo que quiere decir, y entoncesvayanasentarseconsuhijo,abranunlibroyvuelvanlapágina.

Puesbien,alfinalloqueustedestienenaquíeslarelaciónamorosadeunescritorcon las bibliotecas; o la relación amorosa de un hombre triste,Montag, no con lachicadelapuertadeallado,sinoconunamochiladelibros.¡Menudoromance!Elhacedorde listasde«Bonfire»seconvierteenelbibliotecariode«BrightPhoenix»quememorizaaLincolnySócrates,setransformaen«Elpeatón»quepaseadenocheyterminasiendoMontag,elhombrequeolíaaquerosenoyencontróaClarisse.Lamuchacha le olió el uniforme y le reveló la espantosa misión de un bombero,revelación que llevó aMontag a aparecer en mi máquina de escribir un día hacecuarentaañosyasuplicarquelepermitieranacer.

—Ve—dije aMontag,metiendootramonedaen lamáquina—,yvive tuvida,cambiándolamientrasvives.Yo teseguiré.Montagcorrió.Yofuidetrás.Éstaes lanoveladeMontag.Leagradezcoquelaescribieraparamí.

PrefaciodeRayBradbury,Febrerode1993

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PrimeraParte:EraEstupendoQuemar

Constituíaunplacerespecialverlascosasconsumidas,verlosobjetosennegrecidosycambiados.Conlapuntadebroncedelsopleteensuspuños,conaquellagigantescaserpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre elmundo, la sangre le latía en lacabezaysusmanoseranlasdeunfantásticodirectortocandotodaslassinfoníasdelfuegoydelasllamasparadestruirlosguiñaposyruinasdelaHistoria.Consucascosimbólicoenqueaparecíagrabadoelnúmero451bienplantadosobresuimpasiblecabezaysusojosconvertidosenunallamaanaranjadaanteelpensamientodeloqueibaaocurrir,encendióeldeflagradorylacasaquedórodeadaporunfuegodevoradorque inflamóelcielodelatardecerconcolores rojos,amarillosynegros.Elhombreavanzó entre un enjambre de luciérnagas.Quería, por encima de todo, como en elantiguo juego, empujar a unmalvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros,semejantesapalomasaleteantes,moríanenelporcheyeljardíndelacasa;entantoqueloslibrosseelevabanconvertidosentorbellinosincandescentesyeranaventadosporunairequeelincendioennegrecía.

Montagmostrólafierasonrisaquehubieramostradocualquierhombreburladoyrechazadoporlasllamas.

Sabíaque,cuandoregresasealcuarteldebomberos,semiraríapestañeandoenelespejo:surostroseríaeldeunnegrodeopereta,tiznadoconcorchoahumado.Luego,alirseadormir,sentiríalafierasonrisaretenidaaúnenlaoscuridadporsusmúsculosfaciales. Esa sonrisa nunca desaparecía, nunca había desaparecido hasta donde élpodíarecordar.

Colgó su casco negro y lo limpió, dejó con cuidado su chaqueta a prueba dellamas; se duchógenerosamentey, luego, silbando, con lasmanos en los bolsillos,atravesólaplantasuperiordelcuarteldebomberosysedeslizóporelagujero.Enelúltimomomento,cuandoeldesastreparecíaseguro,sacólasmanosdelosbolsillosycortó su caída aferrándose a la barra dorada. Se deslizó hasta detenerse, con lostaconesaunpardecentímetrosdelpisodecementodelaplantabaja.

Saliódelcuarteldebomberosyechóaandarporlacalleendirecciónal«Metro»dondeelsilenciosotren,propulsadoporaire,sedeslizabaporsuconductolubrificadobajotierraylosoltabaconungran¡puf!deairecalienteenlaescaleramecánicaquelosubíahastaelsuburbio.Silbando,Montagdejóquelaescalerale llevarahastaelexterior,enel tranquiloairedelamedianoche.Anduvohacialaesquina,sinpensarennadaenparticular.Antesdealcanzarla,sinembargo,aminoróelpasocomosidelanadahubiesesurgidounviento,comosíalguienhubiesepronunciadosunombre.

Enlasúltimasnoches,habíatenidosensacionesinciertasrespectoalaaceraque

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quedaba al otro lado aquella esquina,moviéndose a la luzde las estrellas hacia sucasa.Lehabíaparecidoque,unmomentoantesdedoblarla,allíhabíahabidoalguien.Elaireparecíallenodeunsosiegoespecial,comosialguienhubieseaguardadoallí,silenciosamente, y sólo un momento antes de llegar a él se había limitado aconfundirse en una sombra para dejarle pasar. Quizá su olfato detectase débilperfume,talvezlapieldeldorsodesusmanosydesurostrosintieselaelevacióndetemperaturaenaquelpuntoconcretodondelapresenciadeunapersonapodíahaberelevadoporuninstante,endiezgrados,latemperaturadelaatmósferainmediata.Nohabíamododeentenderlo.Cadavezquedoblabalaesquina,sóloveíalacerablanca,pulida,contalvez,unanoche,alguiendesapareciendorápidamentealotroladodeunjardínantesdequeélpudieraenfocarloconlamiradaohablar.

Peroesanoche,Montagaminoróelpasocasihastadetenerse.Susubconsciente,adelantándosele a doblar la esquina, había oído un debilísimo susurro. ¿Derespiración?¿Oeralaatmósfera,comprimidaúnicamenteporalguienqueestuvieseallímuyquieto,esperando?

Montagdoblólaesquina.Las hojas otoñales se arrastraban sobre el pavimento iluminadopor el claro de

luna. Y hacían que la muchacha que se movía allí pareciese estar andando sindesplazarse, dejando que el impulso del viento y de las hojas la empujara haciadelante.Sucabezaestabamedioinclinadaparaobservarcómosuszapatosremovíanlashojasarremolinadas.Surostroeradelgadoyblancocomola leche,yreflejandouna especie de suave ansiedad que resbalaba por encima de todo con insaciablecuriosidad.Eraunamirada,casi,depálidasorpresa;losojososcurosestabantanfijosen el mundo que ningún movimiento se les escapaba. El vestido de la joven erablanco,ysusurraba.AMontagcasileparecióoírelmovimientodelasmanosdeellaal andar y, luego, el sonido infinitamente pequeño, el blanco rumor de su rostrovolviéndose cuando descubrió que estaba a pocos pasos de un hombre inmóvil enmitaddelaacera,esperando.

Losárboles,sobresuscabezas,susurrabanalsoltarsulluviaseca.Lamuchachasedetuvoydiolaimpresióndequeibaaretroceder,sorprendida;pero,enlugardeello,sequedómirandoaMontagconojostanoscuros,brillantesyvivos,queélsintióque había dicho algo verdaderamentemaravilloso. Pero sabía que su boca sólo sehabía movido para decir adiós, y cuando ella pareció quedar hipnotizada por lasalamandra bordada en la manga de él y el disco de fénix en su pecho, volvió ahablar.

—Claroestá—dijo—,ustedeslanuevavecina,¿verdad?—Yusteddebedeser—ellaapartólamiradadelossímbolosprofesionales—el

bombero.Lavozdelamuchachafueapagándose.

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—¡Dequémodotanextrañolodice!—Lo…Lohubieseadivinadoconlosojoscerrados—prosiguióella,lentamente.—¿Por qué? ¿Por el olor a petróleo?Mi esposa siempre se queja—replicó él,

riendo—.Nuncaseconsigueeliminarloporcompleto.—No,enefecto—repitióella,atemorizada.Montagsintióqueellaandabaencírculoasualrededor,leexaminabadeextremo

a extremo, sacudiéndolo silenciosamente y vaciándole los bolsillos, aunque, enrealidad,nosemovieraenabsoluto.

—El petróleo—dijo Montag, porque el silencio se prolongaba— es como unperfumeparamí.

—¿Deveraslepareceeso?—Desdeluego.¿Porquéno?Ellatardóenpensar.—Nolosé.—Volvióelrostrohacialaaceraqueconducíahaciasushogares—.

¿Leimportaqueregreseconusted?MellamoClarisseMcClellan.—Clarisse.GuyMontag.Vamos,¿Porquéandatansolaaesashorasdelanoche

porahí?¿Cuántosañostiene?Anduvieron en la noche llena de viento, por la plateada acera. Se percibía un

debilísimoaromaaalbaricoquesyframbuesas;Montagmiróasualrededorysediocuenta que era imposible que pudiera percibirse aquel olor en aquella época tanavanzadadelaño.

Sólo había lamuchacha andando a su lado, con su rostro que brillaba como lanievealclarodeluna,yMontagcomprendióqueestabameditandolaspreguntasqueéllehabíaformulado,buscandolasmejoresrespuestas.

—Bueno—ledijoellaporfin—,tengodiecisieteañosyestoyloca.Mitíodiceque ambas cosas van siempre juntas. Cuando la gente te pregunta la edad, dice,contestasiempre:diecisieteañosyloca.¿Verdadqueesmuyagradablepasearaestahoradelanoche?Megustaveryolerlascosas,y,aveces,permanecerlevantadatodalanoche,andando,yverlasalidadelsol.

Volvieronaavanzarensilencioy,finalmente,elladijo,contonopensativo:—¿Sabe?Nomecausaustedningúntemor.Élsesorprendió.—¿Porquéhabríadecausárselo?—Leocurreamuchagente.Temeralosbomberos,quierodecir.Pero,alfinyal

cabo,ustednoesmásqueunhombre…Montag se vio en los ojos de ella, suspendido en dos brillantes gotas de agua,

oscuroydiminuto,peroconmuchodetalle;laslíneasalrededordesuboca,todoensusitio,comosilosojosdelamuchachafuesendosmilagrosospedacitosdeámbarvioleta que pudiesen capturarle y conservarle intacto. El rostro de la joven, vuelto

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ahora hacia él, era un frágil cristal de leche con una luz suave y constante en suinterior.No era la luz histérica de la electricidad, sino…¿Qué?Sino la agradable,extrañayparpadeante luzdeunavela.Unavez,cuandoéleraniño,enuncortedeenergía, su madre había encontrado y encendido una última vela, y se habíaproducidounabrevehoraderedescubrimiento,deunailuminacióntalqueelespacioperdiósusvastasdimensionesysecerróconfortablementealrededordeellos,madree hijo, solitarios, transformados, esperando que la energía no volviese quizádemasiadopronto…

Enaquelmomento,ClarisseMcClellandijo:—¿No le importa que le haga preguntas? ¿Cuánto tiempo lleva trabajando de

bombero?—Desdequeteníaveinteaños,ahorahaceyadiezaños.—¿Leealgunavezalgunodeloslibrosquequema?Élseechóareír.—¡Estáprohibidoporlaley!—¡Oh!Claro…—Es un buen trabajo. El lunes quema a Millay, el miércoles a Whitman, el

viernesaFaulkner,conviértelosencenizay,luego,quemalascenizas.Esteesnuestrolemaoficial.

Siguieroncaminandoylamuchachapreguntó:—¿Esverdadque,hacemuchotiempo,losbomberosapagabanincendios,envez

deprovocarlos?—No.Lascasashansidosiempreapruebadeincendios.Puedescreerme.Telo

digoyo.—¡Es extraño! Una vez, oí decir que hace muchísimo tiempo las casas se

quemabanporaccidenteyhacíanfaltabomberosparaapagarlasllamas.Montagseechóareír.Ellalelanzóunarápidamirada.—¿Porquéseríe?—Nolosé.—Volvióareírseysedetuvo—.¿Porqué?—Ríesinqueyohayadichonadagracioso,ycontestainmediatamente.Nuncase

detieneapensarenloquelepregunto.Montagsedetuvo.—Eresmuyextraña—dijo,mirándola—.¿Ignorasquéeselrespeto?—Nome proponía ser grosera. Lo queme ocurre es queme gusta demasiado

observaralagente.—Bueno,¿yestonosignificaalgoparati?YMontagsetocóelnúmero451bordadoensumanga.—Sí —susurró ella. Aceleró el paso—. ¿Ha visto alguna vez los coches

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retropropulsadosquecorrenporestacalle?—¡Estáscambiandodetema!—Aveces,piensoquesusconductoresnosabencómoeslahierba,nilasflores,

porquenunca lasvencondetenimiento—dijoella—.Si lemostraseaunodeesoschóferesunaborrosamanchaverde,diría:¡Oh,sí,eshierba!¿Unamanchaborrosadecolorrosado?¡Esunarosaleda!Lasmanchasblancassoncasas.Lasmanchaspardassonvacas.Unavez,mitíocondujolentamenteporunacarretera.Condujoasesentaycinco kilómetros por hora y lo encarcelaron por dos días. ¿No es curioso, y tristetambién?

—Piensasdemasiado—dijoMontag,incómodo.—Casi nunca veo la televisiónmural, ni voy a las carreras o a los parques de

atracciones.Así,pues,dispongodemuchísimotiempoparadedicarlosamisabsurdospensamientos.¿Havisto loscartelesdesesentametrosquehay fuerade laciudad?¿Sabíaquehubounaépocaenqueloscartelessóloteníanseismetrosdelargo?Perolosautomóvilesempezaronacorrertantoquetuvieronquealargarlapublicidad,paraqueduraseunpocomás.

—¡Loignoraba!—Apuestoaqueséalgomásqueusteddesconoce.Porlasmañanas,lahierbaestá

cubiertaderocío.De pronto, Montag no pudo recordar si sabía aquello o no, lo que le irritó

bastante.—Ysisefija—prosiguióella,señalandoconlabarbillahaciaelcielo—hayun

hombreenlaluna.Hacíamuchotiempoqueélnomirabaelsatélite.Recorrieronensilencioelrestodelcamino.Eldeella,pensativo,eldeél,irritado

eincómodo,acusandoelimpactodelasmiradasinquisitivasdelamuchacha.Cuandollegaronalacasadeella,todassuslucesestabanencendidas.

—¿Quésucede?Montagnuncahabíavistotantaslucesenunacasa.—¡Oh!¡Sonmispadresymitíoqueestánsentados,charlando!Escomoirapie,

aunquemásextrañoaún.Ami tío, ledetuvieronunavezpor irapie.¿Se lohabíacontadoya?¡Oh!Somosunafamiliamuyextraña.

—Pero,¿dequécharláis?Aloírestapregunta,lamuchachaseechóareír.—¡Buenasnoches!Empezó a andar por el pasillo que conducía hacia su casa. Después, pareció

recordaralgoyregresóparamiraraMontagconexpresiónintrigadaycuriosa.—¿Esustedfeliz?—preguntó.—¿Quesisoyqué?—replicóél.

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Peroellasehabíamarchado,corriendobajoelclarodeluna.Lapuertadelacasasecerróconsuavidad.

—¡Feliz!¡Menudatontería!Montagdejódereír.Metiólamanoenelagujeroenformadeguantedesupuertaprincipalyledejó

percibirsutacto.Lapuerta,sedeslizóhastaquedarabierta.«Claroquesoyfeliz.¿Quécreeesamuchacha?¿Quénolosoy?»,preguntóalas

silenciosas habitaciones. Se inmovilizó con la mirada levantada hacia la reja delventiladordelvestíbuloy,depronto,recordóquealgoestabaocultotrasaquellareja,algoqueparecíaestarespiándoleenaquelmomento.Montagseapresuróadesviarsumirada.

¡Quéextrañoencuentroenunaextrañanoche!Norecordabanadaigual,exceptouna tarde, un año atrás, en que se encontró con un viejo en el parque y amboshablaron…

Montag meneó la cabeza. Miró una pared desnuda. El rostro de la muchachaestaba allí, verdaderamente hermoso por lo que podía recordar; o mejor dicho,sorprendente. Tenía un rostro muy delgado, como la esfera de un pequeño relojentrevistoenunahabitaciónoscuraamedianoche,cuandounosedespiertaparaverlahoraydescubreelrelojqueledicelahora,elminutoyelsegundo,conunsilencioblancoyunresplandorllenodeseguridadysabiendoloquedebedecirdelanochequediscurrevelozmentehaciaulteriorestinieblas,peroquetambiénsemuevehaciaunnuevosol.

—¿Qué?—preguntóMontagasuotramitad,aquelimbécilsubconscientequeavecesandababalbuceando,completamentedesligadodesuvoluntad,sucostumbreysuconciencia.

Volvióamirarlapared.Elrostrodeellatambiénseparecíamuchoaunespejo.Imposible,¿cuántagentehabíaquerefractasehaciaunosupropialuz?Porlogeneral,lagenteera—Montagbuscóunsímil, loencontróensutrabajo—comoantorchas,que ardían hasta consumirse. ¡Cuán pocas veces los rostros de las otras personascaptabanalgotuyoytedevolvíantupropiaexpresión,tuspensamientosmásíntimos!Aquella muchacha tenía un increíble poder de identificación; era como el ávidoespectadordeunafuncióndemarionetas,previendocadaparpadeo,cadamovimientodeunamano,cadaestremecimientodeundedo,unmomentoantesdequesucediese.¿Cuántoratohabíancaminadojuntos?¿Tresminutos?¿Cinco?Sinembargo,ahoraleparecíaun rato interminable. ¡Qué inmensa figura tenía ella en el escenarioque seextendía ante sus ojos! ¡Qué sombra producía en la pared con su esbelto cuerpo!Montagsediocuentadeque,silepicasenlosojos,ellapestañearía.Ydequesilosmúsculosdesusmandíbulasse tensaran imperceptiblemente,ellabostezaríamucho

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antesdequelohicieraél.«Pero —pensó Montag—, ahora que caigo en ello, la chica parecía estar

esperándomeallí,enlacalle,atanavanzadahoradelanoche…»Montagabriólapuertadeldormitorio.Eracomoentrarenlafríasaladeunmausoleodespuésdehabersepuestolaluna.

Oscuridad completa, ni un atisbo del plateado mundo exterior; las ventanasherméticamentecerradasconvertían lahabitaciónenunmundodeultratumbaenelquenopodíapenetrarningúnruidodelagranciudad.Lahabitaciónnoestabavacía.

Montagescuchó.El delicado zumbido en el aire, semejante al de un mosquito, el murmullo

eléctricodeunaavispaocultaensucálidonido.Lamúsicaeracasilobastantefuerteparaqueélpudieseseguirlatonada.

Montagsintióquesusonrisadesaparecía,sefundía,eraabsorbidaporsucuerpocomounacortezadesebo,comoelmaterialdeunavelafantásticaquehubieseardidodemasiadotiempoparaacabarderrumbándoseyapagándose.Oscuridad.Nosesentíafeliz.Noerafeliz.Pronunciólaspalabrasparasímismo.Reconocíaqueésteeraelverdadero estado de sus asuntos. Llevaba su felicidad como una máscara, y lamuchachasehabíamarchadoconsucaretaynohabíamediodeirhastasupuertaypedirqueseladevolviera.

Sinencenderlaluz,Montagimaginóquéaspectotendríalahabitación.Suesposatendida en la cama, descubierta y fría, comoun cuerpo expuesto en el bordede latumba,sumiradafijaeneltechomedianteinvisibleshilosdeacero,inamovibles.Yensusorejaslasdiminutasconchas,lasradioscomodedalesfuertementeapretadas,yun océano electrónico de sonido, de música y palabras, afluyendo sin cesar a lasplayasdesucerebrodespierto.Desdeluegolahabitaciónestabavacíadenoche,lasolas llegabany se la llevaban comounagranmareade sonido, flotando, ojiabiertahacia lamañanaenqueMildrednohubiesenavegadoporaquelmar,nosehubieseadentradoespontáneamenteporterceravez.

Lahabitaciónera fresca; sin embargo,Montag sintióquenopodía respirar.Noquería correr las cortinas y abrir los ventanales, porque no deseaba que la lunapenetraraenelcuarto.

Por lo tanto, con la sensacióndeunhombrequehademorir enmenosdeunahora,porfaltadeairequerespirar,sedirigióatientashaciasucamaabierta,separaday,enconsecuenciafría.

Unmomentoantesdequesupie tropezaraconelobjetoquehabíaenel suelo,advirtió loque ibaaocurrir.Seasemejabaa la sensaciónquehabíaexperimentadoantes de doblar la esquina y atropellar casi a la muchacha. Su pie, al enviarvibraciones hacia delante, había recibido los ecos de la pequeña barrera que secruzabaensucaminoantesdequellegaraaalcanzarlo.Elobjetoprodujountintineo

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sordoysedeslizóenlaoscuridad.Montag permaneciómuy erguido, atento a cualquier sonido de la persona que

ocupabalaoscuracamaenlaoscuridadtotalmenteimpenetrable.Larespiraciónquesurgíaporlanarizera tandébilquesóloafectabaa lasformasmássuperficialesdevida,unadiminutahoja,unaplumanegra,unafibradecabello.

Montag seguía sin desear una luz exterior. Sacó su encendedor, oyó que lasalamandrarascabaeneldiscodeplata,produjounchasquido…

Dospequeñaslunaslemiraronalaluzdelallamita;doslunaspálidas,hundidasenunarroyodeaguaclara,sobrelasquepasabalavidadelmundo,sinalcanzarlas.

—¡Mildred!El rostrodeellaeracomouna islacubiertadenievesobre laquepodíacaer la

lluviasincausarningúnefecto;sobrelaquepodíanpasarlasmoviblessombrasdelasnubes,sincausarleningúnefecto.Sólohabíaelcantodelasdiminutasradiosensusorejasherméticamentetaponadas,ysumiradavidriosa,ysurespiraciónsuave,débil,ysuindiferenciahacialosmovimientosdeMontag.

Elobjetoqueélhabíaenviadoarodarconelpieresplandecióbajoelbordedesupropiacama.Labotellitadecristalpreviamentellenacontreintapíldorasparadormiryque,ahora,aparecíadestapadayvacíaalaluzdesuencendedor.

Mientras permanecía inmóvil, el cielo que se extendía sobre la casa empezó aaullar. Se produjo un sonido desgarrador, como si dos manos gigantes hubiesendesgarrado por la costura veinte mil kilómetros de tela negra. Montag se sintiópartido en dos. Le pareció que su pecho se hundía y se desgarraba. Las bombascohetessiguieronpasando,pasando,una,dos,unados,seisdeellas,nuevedeellas,docedeellas,unayunayotrayotra lanzaronsusaullidosporél.Montagabrió labocaydejóqueelchillidopenetrarayvolvieraasalirentresusdientesdescubiertos.Lacasaseestremeció.Elencendedorseapagóensusmanos.Lasdospequeñaslunasdesaparecieron.Montagsintióquesumanoseprecipitabahaciaelteléfono.

Los cohetes habían desaparecido. Montag sintió que sus labios se movían,rozabanelmicrófonodelaparatotelefónico.

—Hospitaldeurgencia.Unsusurroterrible.Montag sintió que las estrellas habían sido pulverizadas por el sonido de los

negrosreactores,yqueporlamañanalatierraestaríacubiertaconsupolvo,comosisetrataradeunaextrañanieve.Aquélfueelabsurdopensamientoqueseleocurriómientrasseestremecíaenlaoscuridad,mientrassuslabiosseguíanmoviéndose.

Teníanaquellamáquina.Enrealidad,teníandos.Unadeellassedeslizabahastaelestómagocomounacobranegraquebajaraporunpozoenbuscadeaguaantiguaydeltiempoantiguoreunidosallí.Bebíalasustanciaverduscaquesubíaalasuperficie

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enunlentohervir.¿Bebíadelaoscuridad?¿Absorbíatodoslosvenenosacumuladosporlosaños?Sealimentabaensilencio,conunocasionalsonidodeasfixiainternayciega búsqueda.Aquello tenía unOjo. El impasible operario de lamáquina podía,poniéndoseuncascoópticoespecial,atisbarenelalmadelapersonaaquienestabaanalizando.¿QuéveíaelOjo?Nolodecía.Montagveía,aunquesinver,loqueelOjoestabaviendo.Todalaoperaciónguardabaciertasemejanzaconlaexcavacióndeunazanjaenelpatiodesupropiacasa.Lamujerqueyacíaenlacamanoeramásqueunduroestratodemármolalquehabíanllegado.Detodosmodos,adelante,hundamosmás el taladro, extraigamos el vacío, si es que podía sacarse el vacíomediante lasuccióndelaserpiente.

Eloperariofumabauncigarrillo.Laotramáquinafuncionabatambién.Lamanejabaun individuo igualmente impasible,vestidoconunmonodecolor

pardorojizo.Estamáquinaextraíatodalasangredelcuerpoylasustituíaporsangrenuevaysuero.

—Hemosdelimpiarnosdeambasmaneras—dijoeloperario,inclinándosesobrelasilenciosamujer—.Esinútil lavarelestómagosinoselavalasangre.Sisedejaesasustanciaenlasangre,éstagolpeaelcerebroconlafuerzadeunmazo,mil,dosmilveces,hastaqueelcerebroyanopuedemásyseapaga.

—¡Deténganse!—exclamóMontag.—Esloqueibaadecir—dijoeloperario.—¿Hanterminado?Loshombresempaquetaronlasmáquinas.—Estamoslistos…LacóleradeMontagnisiquieralesafectó.Permanecieronconelcigarrilloenlos

labios,sinqueelhumoquepenetrabaensunarizysusojosleshicieraparpadear.—Seráncincuentadólares.—Antetodo,¿porquénomedicensisanará?—¡Claroquesecurará!Nosllevamostodoelvenenoenesamaletay,ahora,ya

nopuedeafectarle.Comohedicho,sesacaloviejo,seponelonuevoyquedanmejorquenunca.

—Ningunodeustedesesmédico.¿Porquénohanenviadouno?—¡Diablo!—Elcigarrillodeloperariosemovióensuslabios—.Tenemosnueve

odiezcasoscomoésecadanoche.Tantosquehaceunoscuantosañostuvimosqueconstruir estas máquinas especiales. Con lente óptica, claro está, resultan unanovedad, el remedio esviejo.Enun caso así nohace faltadoctor; loúnicoque serequieresondosoperarioshábilesyliquidarelproblemaenmediahora.Bueno—sedirigió hacia la puerta—, hemos de irnos. Acabamos de recibir otra llamada ennuestra radio auricular.Adiezmanzanas aquí.Alguien seha zampadouna cajadepíldoras. Si vuelve a necesitamos, llámenos. Procure que su esposa permanezca

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quieta.Lehemosinyectadounantisedante.Se levantarábastantehambrienta.Hastalavista.

Y los hombres cogieron lamáquina y el tubo, su caja demelancolía líquida, ytraspasaronlapuerta.

Montag se dejó caer enuna silla y contempló a sumujer.Ahora tenía los ojoscerrados.Apaciblementeélalargóunamanoparasentirenlapalmalatibiezadelarespiración.

—Mildred—dijoporfin.«Somos demasiados—pensó—. Somos miles de millones, es excesivo. Nadie

conoceanadie.Lleganunosdesconocidosyteviolan,lleganunosdesconocidosytedesgarran el corazón. Llegan unos desconocidos y se llevan la sangre. ¡VálgameDios!¿Quiénessonesoshombres?¡Jamásleshabíavisto!»

Transcurriómediahora.Eltorrentesanguíneodeaquellamujereranuevoyparecíahaberlacambiado.Sus

mejillas estaban muy sonrojadas y sus labios aparecían frescos y llenos de color,suavesytranquilos.Allíhabíalasangredeotrapersona.Sihubieratambiénlacarne,el cerebro y la memoria de otro… Si hubiesen podido llevarse su cerebro a lalavandería,paravaciarlelosbolsillosylimpiarloafondo,devolviéndolocomonuevoalamañanasiguiente…Si…

Montagselevantó,descorriólascortinasyabriólasventanasdeparenparparadejar entrar el aire nocturno. Eran las dos de lamadrugada. ¿Era posible que sólohubiera transcurridounahoradesdeque encontró aClarisseMcClellan en la calle,que él había entrado para encontrar la habitación oscura, desde que su pie habíagolpeadolabotellitadecristal?Sólounahora,peroelmundosehabíaderrumbadoyvueltoaconstituirseconunaformanuevaeincolora.

De la casa de Clarisse, por encima del césped iluminado por el claro de luna,llegóelecodeunasrisas;ladeClarisse,ladesuspadresyladeltíoquesonreíatansosegadoyávidamente.Porencimadetodo,susrisaserantranquilasyvehementes,jamásforzadas,yprocedíandeaquellacasatanbrillantementeiluminadaaavanzadahora de la noche, en tanto que todas las demás estaban cerradas en sí mismas,rodeadas de oscuridad. Montag oyó las voces que hablaban, hablaban, tejiendo yvolviendoatejersuhipnóticatela.

Montagsalióporlaventanayatravesóelcésped,sindarsecuentadeloquehacía.Permanecióenlasombra,frentealacasailuminada,pensandoquepodíallamaralapuertaysusurrar:«Dejadmepasar.Nodirénada.Sólodeseoescuchar.¿Dequéestáishablando?»

Pero,envezdeello,permaneció inmóvil,muyfrío,conel rostroconvertidoenunamáscaradehielo,escuchandounavozdehombre—¿ladel tío?—quehablabacontonososegado:

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—Bueno,al finyalcabo,éstaes laeradel tejidodisponible.Daleunbufidoaunapersona,atácala,ahuyéntala,localizaotra,bufa,ataca,ahuyenta.Todoelmundoutilizalasfaldasdetodoelmundo.¿Cómopuedeesperarsequeunoseencariñeporelequipodecasacuandonisiquierasetieneunprogramaoseconocenlosnombres?Porcierto,¿quécoloresdecamisetallevancuandosalenalcampo?

Montagregresóasucasa,dejóabiertalaventana,comprobóelestadodeMildred,laarropócuidadosamentey,después,setumbóbajoelclarodeluna,queformabaunacascadadeplataencadaunodesusojos.

Unagotadelluvia.Clarisse.Otragota.Mildred.Unatercera.Eltío.Unacuarta.El fuego esta noche. Una, Clarisse. Dos, Mildred. Tres, tío. Cuatro, fuego. Una,Mildred, dos Clarisse. Una, dos, tres, cuatro, cinco, Clarisse, Mildred, tío, fuego,tabletas soporíferas, hombres, tejido disponible, faldas, bufido, ataque, rechazo,Clarisse,Mildred, tío, fuego, tabletas, tejidos, bufido, ataques, rechace. ¡Una, dos,tres,una,dos,tres!Lluvia.Latormenta.Eltíoriendo.Eltruenodescendiendodesdelo alto. Todo el mundo cayendo convertido en lluvia. El fuego ascendiendo en elvolcán. Todo mezclado en un estrépito ensordecedor y en un torrente, que seencaminabahaciaelamanecer.

—Yanoentiendonadadenadie—dijoMontag.Ydejóqueunapastillasoporíferasedisolvieraensulengua.

Alasnuevedelamañana,lacamadeMildredestabavacía.Montag se levantó apresuradamente. Su corazón latía rápidamente, corrió

vestíbuloabajoysedetuvolapuertadelacocina.Unatostadaasomóporeltostadorplateado, y fue recogida por unamanometálica que la embadurnó demantequilladerretida.

Mildredcontemplócómolatostadapasabaasuplato.Teníalasorejascubiertasconabejaselectrónicasque,consususurro,ayudabanapasareltiempo.Depronto,lamujerlevantólamirada,vioaMontag,lesaludóconlacabeza.

—¿Estásbien?—preguntóMontag.Mildrederaexpertaen leerelmovimientode los labios,comoconsecuenciade

diez años de aprendizaje con las pequeñas radios auriculares. Volvió a asentir.Introdujootropedazodepanenlatostadora.

Montagsesentó.Suesposadijo:—Noentiendoporquéestoytanhambrienta.—Esque…—Estoyhambrienta.—Anoche…—empezóadecirél.—No he dormido bien.Me siento fatal. ¡Caramba! ¡Qué hambre tengo!No lo

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entiendo.—Anoche—volvióadecirél.Ellaobservódistraídamentesuslabios.—¿Quéocurrióanoche?—¿Nolorecuerdas?—¿Qué?¿Celebramosuna juergaoalgoporelestilo?Sientocomounaespecie

dejaqueca.¡Dios,quéhambretengo!¿Quiénestuvoaquí?—Variaspersonas.—Esloquemefiguraba.—Mildredmordiósutostada—.Medueleelestómago,

pero tengo un hambre canina. Supongo que no cometí ninguna tontería durante lafiesta.

—No—respondióélconvozqueda.La tostadora le ofreció una rebanadauntada conmantequilla.Montag alargó la

mano,sintiéndoseagradecido.—Tampocotúparecesestardemasiadoenforma—dijosuesposa.

A última hora de la tarde llovió, y todo el mundo adquirió un color grisáceooscuro.Enelvestíbulocasa,Montagseestabaponiendolainsigniaconlasalamandraanaranjada.Levantólamiradahacialarejilladelaireacondicionadoquehabíaenelvestíbulo.Suesposa, examinandounguiónen la salita, apartó lamirada el tiemposuficienteparaobservarle.

—¡Eh!—dijo—.¡Elhombreestápensando!—Sí—dijoél—.Queríahablarte.—Hizounapausa—.Anoche,tetomastetodas

laspíldorasdetubotellitadesomníferos.—¡Oh,jamásharíaeso!—replicóella,sorprendida.—Elfrasquitoestabavacío.—Yonoharíaunacosacomoésa,¿Porquétendríaquehaberlohecho?—Quizá te tomaste dos píldoras, lo olvidaste, volviste a tomar otras dos, y así

sucesivamente hasta quedar tan aturdida que seguiste tomándolas mecánicamentehastatragartreintaocuarentadeellas.

—Cuentos—dijoella—.¿Porquépodríahaberqueridohacersemejantetontería?—Nolosé.EraevidentequeMildredestabaesperandoaqueMontagsemarchase.—Nolohehecho—insistiólamujer—.Noloharíanienunmillóndeaños.—Muybien.Puestoquetúlodices…—Esoesloquedicelaseñora.Ellaseconcentródenuevoenelguión.—¿Quédanestatarde?—preguntóMontagcontonoaburrido.Mildredvolvióamirarle.

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—Bueno,se tratadeunaobraque transmitiránencircuitomoraldentrodediezminutos. Estamañaname han enviadomi papel por correo. Yo les había enviadovariastapasdecajas.Ellosescribenelguiónconunpapelenblanco.Setratadeunanueva idea. La concursante, o sea, yo, ha de recitar ese papel. Cuando llega elmomentodedecirlaslíneasquefaltan,todosmemirandesdelastresparedes,yyolesdigo.Aquí,porejemplo,elhombredice:«¿Quétepareceestaidea,Helen?»Ymemiramientrasyoestoysentadaaquíenelcentrodelescenario,¿comprendes?Yyoreplico, replico…—Hizo una pausa y, con el dedo, buscó una línea del guión—.«¡Creoqueesestupenda!»Yasícontinúanconlaobrahastaqueéldice:«¿Estádeacuerdoconesto,Helen?»,yyo«¡Claroquesí!»¿Verdadqueesdivertido,Guy?

Elpermanecióenelvestíbulo,mirándola.—Desdeluego,loes—prosiguióella.—¿Dequétratalaobra?—Acabodedecírtelo.EstánesaspersonasllamadasBob,RuthyHelen.—¡Oh!—Esmuydistraída.Yaúnloserámáscuandopodamosinstalartelevisiónenla

cuartapared.¿Cuántocreesquetardaremosahoraparapodersustituiresaparedporotracontelevisión?Sólocuestadosmildólares.

—Esoesunterciodemisueldoanual.—Sólocuestadosmildólares—repitió ella—.Ycreoquealgunavezdeberías

tenermeciertaconsideración.Situviésemoslacuartapared…¡Oh!Seríacomosiestasala ya no fuera nuestra en absoluto, sino que perteneciera a toda clase de genteexótica.Podríamospasarnosdealgunascosas.

—Yanosestamospasandodealgunasparapagarlatercerapared.Sólohacedosmesesquelainstalamos.¿Recuerdas?

—¿Tan poco tiempo hace? —se lo quedó mirando durante un buen rato—.Bueno,adiós.

—Adiós—dijoél.Sedetuvoysevolvióhaciasumujer—.¿Tieneunfinalfeliz?—Aúnnoheterminadodeleerla.Montagseacercó,leyólaúltimapágina,asintió,doblóelguiónyselodevolvióa

Mildred.Saliódecasayseadentróenlalluvia.

Elaguaceroibaamainando,ylamuchachaandabaporelcentrodelaacera,conlacabezaechadahaciaatrásparaquelasgotaslecayeranenelrostro.CuandovioaMontag,sonrió.

—¡Hola!Élcontestóalsaludoydespués,dijo:—¿Quéhacesahora?—Sigoloca.Lalluviaesagradable.Meencantacaminarbajolalluvia.

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—Nocreoqueamímegustase.—Quizásí,siloprobara.—Nuncalohehecho.Ellaselamióloslabios.—Lalluviainclusotienebuensabor.—¿A qué te dedicas? ¿A andar por ahí probándolo todo una vez? —inquirió

Montag.—Aveces,dos.Lamuchachacontemplóalgoqueteníaenunamano.—¿Quéllevasahí?—Creo que es el último diente de león de este año. Me parecía imposible

encontrar uno en el césped, avanzada la temporada. ¿No ha oído decir eso defrotárselocontralabarbilla?Mire.

Clarissesetocólabarbillaconlaflor,riendo.—¿Paraqué?—Sidejaseñal,significaqueestoyenamorada,¿haensuciado?Élsólofuecapazdemirar.—¿Qué?—preguntóella.—Tehasmanchadodeamarillo.—¡Estupendo!Probemosahoraconusted.—Conmigonodaráresultado.—Venga.—AntesdequeMontaghubiesepodidomoverselamuchachalepuso

eldientedeleónbajolabarbilla.Élseechóhaciaatrásyellarió—.¡Estésequieto!Atisbóbajolabarbilladeélyfruncióelceño.—¿Qué?—dijoMontag.—¡Quévergüenza!Noestáenamoradodenadie.—¡Síqueloestoy!—Puesnoapareceningunaseñal.—¡Estoymuyenamorado!—Montagtratódeevocarunrostroqueencajaracon

suspalabras,peronoloencontró—.¡Síqueloestoy!—¡Oh,porfavor,nomemiredeestamanera!—Eseldientedeleón—replicóél—.Lohasgastadotodocontigo.Poresonoha

dadoresultadoenmí.—Claro, debede ser esto. ¡Oh!Ahora, le he enojado.Ya loveo.Lo siento, de

verdad.Lamuchachaletocóenuncodo.—No,no—seapresuróadecirél—.Nomeocurreabsolutamentenada.—Hedemarcharme.Digaquemeperdona.Noquieroqueestéenojadoconmigo.—Noestoyenojado.Alterado,sí.

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—Ahorahedeiraveramipsiquiatra.Meobliganair.Inventocosasquedecirle.Ignoro lo que pensará de mí ¡Dice que soy una cebolla muy original! Le tengoocupadopelandocapatrascapa.

—Mesientoinclinadoacreerquenecesitasaesepsiquiatra—dijoMontag.—Nolopiensaenserio.Élinspiróprofundamente,soltóelairey,porúltimodijo:—No,nolopiensoenserio.—Elpsiquiatraquieresaberporquésalgoapasearporelbosque,aobservaralos

pájarosyacoleccionarmariposas.Undía,leenseñarémicolección.—Bueno.—Quierensaberloquehagoacadamomento.Lesdigoqueavecesmelimitoa

estar sentaday apensar.Peronoquierodecirles sobrequé.Echarían a correr.Y, aveces,lesdigo,megustaecharlacabezahaciaatrás,así,ydejarquelalluviacaigaenmiboca.Sabeavino.¿Lohaprobadoalgunavez?

—No,yo…—Mehaperdonadousted,¿verdad?—Sí—Montagmeditósobreaquello—.Si,teheperdonado.Diossabráporqué.

Eres extraña, eres irritante y, sin embargo, es fácil perdonarte. ¿Dices que tienesdiecisieteaños?

—Bueno,loscumpliréelmespróximo.—Es curioso. Mi esposa tiene treinta y, sin embargo, hay momentos en que

parecesmuchomayorella.Noacabodeentenderlo.—Tambiénustedesextraño,Mr.Montag.Aveces,hastaolvidoqueesbombero.

Ahora,¿puedoencolerizarledenuevo?—Adelante.—¿Cómoempezóeso?¿Cómointervinousted?¿Cómoescogiósutrabajoycómo

se leocurrióbuscar el empleoque tiene?Ustednoes como losdemás.Hevisto aunoscuantos.Losé.Cuandohablo,ustedmemira.Anoche,cuandodijealgosobrelaluna,ustedlamiró.Losotrosnuncaharíaneso.Losotrossealejarían,dejándomeconlapalabraenlaboca.Omeamenazarían.Nadietieneyatiempoparanadie.Ustedesunodepocosquecongenianconmigo.Poresopiensoquetanextrañoqueseaustedbombero.Porquelaverdadquenopareceuntrabajoindicadoparausted.

Montagsintióquesucuerposedividíaencaloryfrialdad,ensuavidadydureza,entembloryfirmezaambasmitadessefundíanlaunacontralaotra.

—Serámejorqueacudasatucita—dijo,porfin.Yellasealejócorriendoyledejóplantadoallí,bajolluvia.Montagtardóunbuen

ratoenmoverse.Yluego,muylentamente,sindejardeandar,levantóelrostrohacialalluvia,sólo

porunmomento,yabriólaboca…

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ElSabuesoMecánicodormíasindormir,vivíasinvivirenelsuavezumbido,enlasuavevibracióndelaperreradébilmenteiluminada,enunrincónoscurodelapartetraseradelcuarteldebomberos.Ladébilluzdelaunadelamadrugada,elclarodeluna enmarcado en el gran ventanal tocaba algunos puntos del latón, el cobre y elacerode labestia levemente temblorosa.La luzse reflejabaenporcionesdevidriocolorrubíyensensiblespeloscapilaresdelhocicodelacriatura,quetemblabasuave,suavemente,consusochopatasdepezuñasdegomarecogidasbajoelcuerpo.

Montagsedeslizóporlabarradelatónabajo.Seasomóaobservarlaciudadylasnubes habían desaparecido por completo; encendió un cigarrillo, retrocedió parainclinarse y mirar al Sabueso. Era como una gigantesca abeja que regresaba a lacolmenadesdealgúncampodondelamielestállenadesalvajeveneno,deinsaniaodepesadilla,conelcuerpoatiborradodeaquelnéctarexcesivamente rico,y,ahora,estabadurmiendoparaeliminardesíloshumoresmalignos.

—Hola—susurróMontag,fascinadocomosiempreporlabestiamuerta,labestiaviviente.

De noche, cuando se aburrían, lo que ocurría a diario, los hombres se dejabanresbalar por las barras de latón y ponían enmarcha las combinaciones del sistemaolfativodelSabueso,ysoltabanrataseneláreadelcuarteldebomberos;otrasveces,pollos, y otras, gatos que de todosmodos, hubiesen tenido que ser ahogados, y sehacíanapuestasacercadequépresaelSabuesocogeríaprimero.Losanimaleseransoltados.Tressegundosmástarde,elfuegohabíaterminado,larata,elgatooelpolloatrapadoenmitaddelpatio,sujetoporlassuavespezuñas,mientrasunaagujahuecadediezcentímetrossurgíadelmorrodelSabuesoparainyectarunadosismasivademorfina o de procaína. La presa era arrojada luego al incinerador. Empezaba otrapartida.

Cuandoocurríaesto,Montagsolíaquedarsearriba.Hubounavez,dosañosatrás,enquehizounaapuestayperdióelsalariodeunasemana,debiendoenfrentarseconla furia insanadeMildred, que aparecía en sus venasy susmanchas rojizas.Pero,ahora,durantelanoche,permanecíatumbadoensulitera,conelrostrovueltohacialapared, escuchando las carcajadas de abajo y el rumor de las patas de los roedores,seguidosdel rápidoy silenciosomovimientodelSabuesoque saltababajo lacrudaluz, encontrando, sujetando a su víctima, insertando la aguja y regresando a superreraparamorircomosisehubiesedadovueltasaunconmutador.

Montagtocóelhocico.ElSabuesogruñó.Montagdiounsaltohaciaatrás.El Sabueso se levantó amedias en su perreramiró con ojos verdeazulados de

neón que parpadea, en sus globos repentinamente activados. Volvió a gruñir, unaextrañacombinacióndesiseoeléctrico,depitarydechirridodemetal,ungirarde

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engranajesparecíanoxidadosyllenosderecelo.—No,no,muchacho—dijoMontag.El corazón le latió fuertemente. Vio que la aguja plateada asomaba un par de

centímetros, volvía a ocultarse, asomaba un par de centímetros, volvía a ocultarse,asomaba,seocultaba.Elgruñidoseacentuó,labestiamiróaMontag.

Ésteretrocedió.ElSabuesoadelantóunpasoensuperrera.Montagcogiólabarrade metal con una mano. La barra, reaccionando, se deslizó hacia arriba ysilenciosamente le llevó más arriba del techo, débilmente iluminada. Estabatemblorosoysurostroteníauncolorblancoverdoso.Abajo,elSabuesohabíavueltoaagazaparsesobresusincreíblesochopatasdeinsectoyvolvíaaronronearparasímismo,consusojosdemúltiplesfacetasenpaz.

Montag esperó junto al agujero a que se calmaran sus temores. Detrás de él,cuatrohombresjugabanalosnaipesbajounaluzconpantallaverde,situadaenunaesquina.Los jugadores lanzaronunabrevemiradaaMontag,peronodijeronnada.Sóloelhombrequellevabaelcascodecapitányelsignodelcenitenelmismo,hablóporúltimo,concuriosidad,sosteniendolascartasenunadesusmanos,desdeelotroladodelalargahabitación.

—Montag…—Nolegustoaése—dijoMontag.—¿Quién,alSabueso?—Elcapitánestudiósusnaipes—.Olvídatedeello.Ése

noquiere ni odia. Simplemente, funciona.Es comouna lección de balística.Tieneuna trayectoria que nosotros determinamos. Él la sigue rigurosamente. Persigue elblanco, lo alcanza, y nada más. Sólo es alambre de cobre, baterías de carga yelectricidad.

Montagtragósaliva.—Sus calculadoras pueden ser dispuestas para cualquier combinación, tantos

aminoácidos,tantoazufre,tantagrasa,tantosalcaloides.¿Noesasí?—Todossabemosquesí.—Las combinaciones químicas y porcentajes de cada uno de nosotros están

registrados en el archivo general del cuartel, abajo. Resultaría fácil para alguienintroducir en lamemoria del Sabueso una combinación parcial, quizá un toque deaminoácido.Esoexplicaría loqueelanimalacabadehacer.Ha reaccionadocontramí.

—¡Diablos!—exclamóelcapitán.—Irritado,peronocompletamentefurioso.Sóloconlasuficiente«memoria»para

gruñirmealtocarlo.—¿Quién podría haber hecho algo así?—preguntó el capitán—. Tú no tienes

enemigosaquí,Guy.—Queyosepa,no.

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—MañanaharemosquenuestrostécnicosverifiquenelSabueso.—Noeslaprimeravezquemehaamenazado—dijoMontag—.Elmespasado

ocurriódosveces.—Arreglaremosesto,notepreocupes.PeroMontagnosemovióysiguiópensandoenlarejadelventiladordelvestíbulo

de su casa, y en lo que había oculto detrás de lamisma. Si alguien del cuartel debomberosestuvieseenteradodelodelventilador,¿nopodríaserqueselo«contara»alSabueso…?

ElcapitánseacercóalagujerodelasalaylanzóunainquisitivamiradaaMontag.—Estabapensando—dijoMontag—enquéestápensandoelSabuesoMecánico

ahíabajo,todalanoche.¿Estávivodeveras?Meproduceescalofríos.—Élnopiensanadaquenodeseemosquepiense.—Esunapena—dijoMontagconvozqueda—,porqueloúnicoqueponemosen

sucerebroescacería,búsquedaymatanza. ¡Quévergüenzaquesolamentehayadeconocereso!

Beattyresoplóamablemente.—¡Diablos!Esunamagníficapiezadeartesanía,unproyectilquebuscasupropio

objetivoygarantizaelblancocadavez.—Poresonoquisierasersupróximavíctima—replicóMontag.—¿Porqué?¿Teremuerdelaconcienciaacercadealgo?Montaglevantólamiradaconrapidez.Beattypermanecíaallí,mirándolefijamenteaojos,entantoquesubocaseabría

yempezabaareírconsuavidad.

Uno,dos, tres,cuatro,cinco,seis,sietedías.Ycadavezqueélsalíadelacasa.Clarisse estaba por allí, en algún lugar del mundo. Una vez, Montag la viosacudiendo un nogal; otra, sentada en el césped, tejiendo un jersey azul; en tres ocuatroocasiones,encontróunramilletedeflorestardíasenelporchedesucasa,ounpuñado de nueces en un pequeño saquito, o varias hojas otoñales pulcramenteclavadasenunacuartilladepapelblanco,sujetaensupuerta.Clarisseleacompañabacada día hasta la esquina. Un día, llovía; el siguiente, estaba despejado; el otro,soplabaun fuerteviento,y eldemásallá, todoestaba tranquiloyencalma; eldíasiguienteaesedíaencalmafuesemejanteaunhornoveraniegoyClarisseaparecióconelrostroquemadoporelsol.

—¿Por qué será—dijo él una vez, en la entrada del «Metro»— que tengo lasensacióndeconocertedesdehacemuchosaños?

—Porqueleaprecioausted—replicóella—,ynodeseonadasuyo.Yporquenosconocemosmutuamente.

—Mehacessentirmuyviejoyparecidoaunpadre.

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—¿Puedeexplicarmeporquénotieneningunahijacomoyo,silegustantantolosniños?

—Loignoro.—¡Bromeausted!—Quiero decir… —Montag calló y meneó la cabeza—. Bueno, es que mi

esposa…Ellanuncahadeseadotenerniños.Lamuchachadejódesonreír.—Losiento.Mehabíaparecidoqueseestababurlandodemí.Soyunatonta.—No,no—replicóMontag—.Hasidounabuenapregunta.Hacíamuchotiempo

quenadieseinteresabapormíparahacérmela.Unabuenapregunta.—Hablemosdeotracosa.¿Haolidoalgunavezunashojasviejas?¿Verdadque

huelenacinamomo?Tome.Huela.—Caramba,sí,enciertomodo,parececinamomo.Clarisselemiróconsustransparentesojososcuros.—Siemprepareceofendido.—Esquenohetenidotiempo…—¿Sefijóenloscartelesalargados,talcomoledije?—Creoquesí.Sí.Montagtuvoquereírse.—Surisaparecemuchomássimpáticaqueantes.—¿Deveras?—Muchomástranquila.Montagsesintióagustoycómodo.—¿Porquénoestásenlaescuela?Cadadíateencuentrovagabundeandoporahí.—¡Oh,nomeechanenfalta!—contestóella—.Creenquesoyinsociable.Nome

adapto. Es muy extraño. En el fondo, soy muy sociable. Todo depende de lo seentiendapor ser sociable, ¿no?Paramí, representahablar de cosas comoéstas.—Hizosonarunasnuecesquehabíancaídodelárboldelpatio—.Ocomentarloextrañoqueeselmundo.Estarconlagenteesagradable.Peronoconsideroqueseasociablereuniraungrupodegentey,después,nodejarquehable.UnahoradeclaseTV,unahora de baloncesto, de pelota base o de carreras, otra hora de trascripción o dereproducción de imágenes, y más deportes. Pero ha de saber que nunca hacemospreguntas, o por lomenos, lamayoría no las hace; no hacenmás que lanzarte lasrespuestas ¡zas!, ¡zas!, y nosotros sentados allí durante otras cuatro horas de clasecinematográfica. Esto no tiene nada que ver con la sociabilidad. Hay muchaschimeneas y mucha agua que mana por ellas, y todos nos decimos que es vino,cuando no lo es. Nos fatigan tanto que al terminar el día, sólo somos capaces deacostarnos,iraunParquedeAtraccionesparaempujaralagente,rompercristalesenelRompedordeVentanasotriturarautomóvilesenelAplastacochesconlagranbola

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deacero.Alsalirenautomóvilyrecorrerlascalles,intentandocomprobarcuáncercadelosfarolesesposibledetenerte,oquiéneselúltimoquesaltadelvehículoantesdeque se estrelle. Supongo que soy todo lo que dicen demí, desde luego.No tengoningúnamigo.Estodebedemostrarquesoyanormal.Perotodosaquellosaquienesconozcoandangritandoobailandoporahícomolocos,ogolpeándosemutuamente.¿Sehadadocuentadecómo,enlaactualidad,lagentesezahiereentresí?

—Hablascomounavieja.—A veces, lo soy. Temo a los jóvenes de mi edad. Se matan mutuamente.

¿Siempre ha sido así? Mi tío dice que no. Sólo en el último año, seis de miscompañeros han muerto por disparo. Otros diez han muerto en accidente deautomóvil. Les temo, y ellos no me quieren por este motivo. Mi tío dice que suabuelorecordabacuandolosniñosnosematabanentresí.Perodeesohacemucho,cuando todoeradistinto.Mi tíodicequecreíanen la responsabilidad.Hade saberqueyosoyresponsable.Añosatrás,cuandolomerecía,meazotaban.Yhagoamanotodas las compras de la casa, y también la limpieza. Pero por encima de todo—prosiguiódiciendoClarisse—,megustaobservaralagente.Aveces,mepasoeldíaenteroenel«Metro»,yloscontemploylosescucho.Sólodeseosaberquéson,quédeseanyadóndevan.Aveces,inclusovoyalosparquesdeatraccionesymontoenlos coches cohetes cuando recorren los arrabales de la ciudad a medianoche y laPolicíanosemeteconelloscon taldequeesténasegurados.Con taldeque todostenganun segurodediezmil, todos contentos.Aveces,medeslizo a hurtadillas yescuchoenel«Metro».Oenlascafeterías.Y,¿sabequé?

—¿Qué?—Lagentenohabladenada.—¡Oh,dealgohablarán!—No,denada.Citanunaseriedeautomóviles,deropaodepiscinas,ydicenque

esestupendo.Perotodosdicenlomismoynadietieneunaideaoriginal.Enloscafés,lamayoríadelasvecesfuncionanlasmáquinasdechistes,siemprelosmismos,olaparedmusical encendiday todas lascombinacionescoloreadas subenybajan,perosólosetratadecoloresydedibujoabstracto.Yenlosmuseos…¿Haestadoenellos?Todo es abstracto. Es lo único que hay ahora. Mi tío dice que antes era distinto.Muchotiempoatrás,loscuadrosalgunasveces,decíanalgooinclusorepresentabanapersonas.

—Tutíodice,tutíodice…Tutíodebedeserunhombrenotable.—Loes.Síqueloes.Bueno,hedemarcharme.Adiós,Mr.Montag.—Adiós.—Adiós…

Uno,dos,tres,cuatro,cinco,seis,sietedías:elcuarteldebomberos.

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—Montag,estáspuliendoesabarracomounpájaroencaramadoenunárbol.Tercerdía.—Montag, he visto que entrabas por la puerta posterior. ¿Te preocupa el

Sabueso?—No,no.Cuatrodías.—¡Quécurioso,Montag!Estamañanaloheoídocontar.UnbomberodeSeattle

sintonizóadredeunsabuesomecánicoconsupropiocomplejoquímicoy,después,losoltó.¿Quéclasedesuicidiollamaríasaesto?

Cinco,seis,sietedías.Y,luego,Clarissedesapareció.Montagadvirtióloqueocurríaaquellatarde,peor

eranoverlaporallí.Elcéspedestabavacío,losárbolesvacíos,lacalletambién,ysibien al principio Montag ni siquiera comprendió que la echaba en falta o que laestaba buscando, la realidad era que cuando llegó al «Metro» sentía en su interiordébilesimpulsosdeintranquilidad.

Algo ocurría, algo había alterado su rutina. Una rutina sencilla, es cierto,establecidaenunoscuantosdías,y,sinembargo…

Estuvoapuntodevolveratráspararehacerelcamino,paradartiempoaquelamuchachaapareciese.Estabasegurodequesiseguíalamismarutatodosaldríabien.Peroeratarde,ylallegadadelconvoypusopuntofinalasusplanes.

El revoloteo de los naipes, el movimiento de las manos, de los párpados, elzumbidodelavozqueanunciabalahoraeneltechodelcuarteldebomberos:«…unatreinta y cinco. Juevesmañana, 4 noviembre…Una treinta y seis…Una treinta ysiete de la mañana…» El rumor de los naipes en la grasienta mesa… Todos lossonidos llegaban aMontag tras sus ojos cerrados, tras la barrera quehabía erigidomomentáneamente.Percibíaelcuartelllenodecentelleosydesilencio,decoloresdelatón,de coloresde lasmonedas,deoro,deplata.Loshombres, invisibles, alotroladodelamesa,suspirabanantesusnaipes,esperando.«…Unacuarentaycinco…»Elrelojoralpronunciólúgubrementelafríahoradeunafríamañanadeunañoaúnmásfrío.

—¿Quéteocurre,Montag?Elaludidoabriólosojos.Unaradiosusurrabaenalgúnsitio:…laguerrapuedeserdeclaradaencualquier

momento.Elpaísestálistoparadefendersus…Elcuartel seestremeciócuandounanumerosaescuadrillade reactores lanzósu

notaagudaeneloscurocielomatutino.Montagparpadeó.Beatty lemirabacomosi fueseunaestatuaenunmuseo.En

cualquier momento, Beatty podía levantarse y acercársele, tocar, explorar suculpabilidad.¿Culpabilidad?¿Quéculpabilidaderaaquélla?

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—Tújuegas,Montag.Miró a aquellos hombres, cuyos rostros estaban tostados por un millar de

incendios auténticosyotrosmillonesde imaginarios, cuyo trabajo les enrojecía lasmejillasyponíaunamiradafebrilensusojos.Aquelloshombresquecontemplabanconfijezalasllamasdeencendedoresdeplatinocuandoencendíansusboquillasqueardíaneternamente.Ellosysucabellocubiertodecarbón,suscejassuciasdehollínysusmejillasmanchadas de ceniza cuando estaban recién afeitados; pero parecía suherencia.Montag dio un respingo y abrió la boca. ¿Había visto, alguna vez, a unbomberoquenotuvieseelcabellonegro,lascejasnegras,unrostrofieroyunaspectohirsuto, incluso reciénafeitado? ¡Aquelloshombreseran reflejosdesímismo!Así,pues¿seescogíaalosbomberostantoporsuaspectocomoporsusinclinaciones?Elcolorde lasbrasasy lacenizaenellos,yel ininterrumpidooloraquemadodesuspipas.Delantedeél,elcapitánBeattylanzabanubesdehumodetabaco.Beattyabríaunnuevopaquetedepicadura,produciendoalarrugarelcelofánruidodecrepitardellamas.

Montagexaminólosnaipesqueteníaenlasmanos.—Es…estaba, pensando sobre el fuegode la semanapasada.Sobre el hombre

cuyabibliotecaliquidamos.¿Quélesucedió?—Selollevaron,chillando,almanicomio.—Peronoestabaloco.Beattyarreglósusnaipesensilencio.—Cualquierhombrequecreaquepuedeengañar alGobiernoyanosotros está

loco.—Trataba de imaginar —dijo Montag— qué sensación producía ver que los

bomberosquemabannuestrascasasynuestroslibros.—Nosotrosnotenemoslibros.—Silostuviésemos…—¿Tienesalguno?Beattyparpadeólentamente.—No.Montag miró hacia la pared, más allá de ellos, en la que había las listas

mecanografiadasdeunmillóndelibrosprohibidos.Susnombresseconsumíanenelfuego,destruyendolosañosbajosuhachaysumanguera,quearrojabapetróleoenvezdeagua.

—No.Pero,procedentedelasrejasdeventilacióndesucasa,unfrescovientoempezóa

soplarhelándolesuavementeelrostro.Y,unavezmás,sevioenelparquehablandoconunviejo,unhombremuyviejo,ytambiénelvientodelparqueerafrío.

Montagvaciló:

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—¿Siempre…, siempre ha sido así? ¿El cuartel de bomberos, nuestro trabajo?Bueno,quierodecirquehubounaépoca…

—¡Hubounaépoca!—repitióBeatty—.¿Quémaneradehablaresésa?«Tonto—pensó Montag—, te has delatado.» En el último fuego, un libro de

cuentosdehadas,delquecasualmenteleyóunalínea…—Quiero decir —aclaro—, que en los viejos días, antes de que las casas

estuviesen totalmente a prueba de incendios…—De pronto, pareció que una vozmuchomásjovenhablabaporél.MontagabriólabocayfueClarisseMcClellanlaque preguntaba—: ¿No se dedicaban los bomberos a apagar incendios en lugar deprovocarlosyatizarlos?

—¡Eselcolmo!Stoneman y Black sacaron su libro guía, que también contenía breves relatos

sobre los bomberos de América y los dejaron de modo que Montag, aunquefamiliarizadoconellosdesdehacíamuchotiempo,pudieseleer:

Establecidos en 1790 para quemar los libros, influencia inglesa de lascolonias.Primerbombero:BenjamínFranklin.

1. Responderrápidamentealaalarma.2. Iniciarelfuegorápidamente.3. Quemarlotodo.4. Regresarinmediatamentealcuartel.5. Permaneceralertaparaotrasalarmas.

TodosobservabanaMontag.Éstenosemovía.Sonólaalarma.Lacampanadeltechotocódoscientasveces.Deprontohubocuatrosillasvacías.

Los naipes cayeron como copos de nieve. La barra de latón se estremeció. Loshombressehabíanmarchado.

Montag estaba sentado en su silla. Abajo, el dragón anaranjado tosió y cobróvida.Montagsedeslizóporlabarra,comounhombrequesueña.

ElSabuesoMecánicodabasaltosensuguerrera,conlosojosconvertidosenunallamaradaverde.

—¡Montag,teolvidasdelcasco!El aludido lo cogió de la pared que quedaba a su espalda, corrió, saltó, y se

pusieronenmarcha,conelvientonocturnomartilleadoporelalaridodesusirenaysupoderosoretumbarmetálico.

Eraunacasadetresplantas,deaspectoruinoso,enlaparteantiguadelaciudad,quecontaría,porlomenos,unsiglodeedad;pero,aligualquetodaslascasas,habíasido recubierta muchos años atrás por una delgada capa de plástico, ignífuga, y

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aquellaconchaprotectoraparecíaserloquelamantuvieraerguidaenelaire.—¡Aquíestán!Elvehículosedetuvo.Beatty,StonemanyBlackatravesaroncorriendolaacera,

repentinamente odiosos y gigantescos en sus gruesos trajes a prueba de llamas.Montaglessiguió.

Destrozaronlapuertaprincipalyaferraronaunamujer,aunqueéstanocorría,nointentabaescapar.Selimitabaapermanecerquieta,balanceándosedeunoaotropie,conlamiradafijaenelvacíodelapared,comosihubieserecibidounterriblegolpeenlacabeza.Movíalaboca,ysusojosparecíantratarderecordaralgoy, luego,lorecordaronysulenguavolvióamoverse:

—«Pórtatecomounhombre,jovenRidley.PorlagraciadeDios,encenderemoshoyenInglaterratalhogueraqueconfíoenquenuncaseapagará.»

—¡Bastadeeso!—dijoBeatty—.¿Dóndeestán?Abofeteó a la mujer con sorprendente impasibilidad, y repitió la pregunta. La

miradadelaviejasefijóenBeatty.—Ustedyasabedóndeestán,o,delocontrario,nohabríavenido—dijo.Stoneman alargó la tarjeta de alarma telefónica, con la denuncia firmada por

duplicado,eneldorso:

Tengomotivosparasospechardelático.Elm,número11ciudad.E.B.

—DebedeserMrs.Blake,mivecina—dijolamujer,leyendolasiniciales.—¡Bueno,muchachos,aporellos!Al instante, iniciaron el ascenso en la oscuridad, golpeando con sus hachuelas

plateadaspuertasque,sinembargo,noestabancerradas,tropezandolosunosconlosotros,comochiquillos,gritandoyalborotando.

—¡Eh!UnacataratadelibroscayósobreMontagmientrasésteascendíavacilantemente

la empinada escalera. ¡Qué inconveniencia!Antes, siempre había sido tan sencillocomoapagarunavela.LaPolicíallegabaprimero,amordazabayatabaalavíctimayse la llevaba en sus resplandecientes vehículos, demodo que cuando llegaban losbomberosencontrabanlacasavacía.Nosedañabaanadie,únicamenteaobjetos.Ypuesto que los objetos no podían sufrir, puesto que los objetos no sentían nada nichillaban o gemían, como aquella mujer podía empezar a hacerlo en cualquiermomento, no había razón para sentirse, después, una conciencia culpable. Era tansólo una operación de limpieza. Cada cosa en su sitio. ¡Rápido con el petróleo!¿Quiéntieneunacerilla?

Pero aquella noche, alguien se había equivocado. Aquella mujer estropeaba el

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ritual.Loshombresarmabandemasiadoruido,riendo,bromeando,paradisimularelterriblesilencioacusadordelamujer.Ellahacíaquelashabitacionesvacíasclamaranacusadorasydesprendieranunfinopolvillodeculpabilidadqueerasorbidoporellosalmoverseporlacasa.Montagsintióunairritacióntremenda.¡Porencimadetodo,ellanodeberíaestarallí!

Loslibrosbombardearonsushombros,susbrazos,surostrolevantado.Unlibroaterrizó, casi obedientemente comounapalomablanca, en susmanos, agitando lasalas.Aladébile incierta luz,unapáginadesgajadaasomó,yeracomouncopodenieve,conlaspalabrasdelicadamenteimpresasenella.Contodasuprisaysucelo,Montag sólo tuvo un instante para leer una línea, pero ésta ardió en su cerebroduranteelminutosiguientecomosiselahubiesengrabadoconunacero.El tiempose ha dormido a la luz del sol del atardecer. Montag dejó caer el libro.Inmediatamentecayóotroentresusbrazos.

—¡Montag,sube!LamanodeMontagsecerrócomounaboca,aplastóellibroconfieradevoción,

confierainconsciencia,contrasupecho.Loshombres,desdearriba,arrojabanalairepolvoriento montones de revistas que caían como pájaros asesinados, y la mujerpermanecíaabajo,comounaniña,entreloscadáveres.

Montagnohizonada.Fuesumanolaqueactuó;sumano,conuncerebropropio,conunaconcienciayunacuriosidadencadadedotembloroso,sehabíaconvertidoenladrona.Enaquelmomentometióellibrobajosubrazo,loapretóconfuerzacontralasudorosaaxila;salióvacía,conagilidaddeprestidigitador.¡Miraaquí!¡Inocente!¡Mira!

Montagcontempló,alterado,aquellamanoblanca.Lamantuvoadistancia,comosipadeciesepresbicia.Laacercóalrostro,comosifuesemiope.

—¡Montag!Elaludidosevolvióconsobresalto.—¡Notequedesahíparado,estúpido!Loslibrosyacíancomograndesmontonesdepecespuestosasecar.Loshombres

bailaban,resbalabanycaíansobreellos.Los títuloshacíanbrillarsusojosdorados,caían,desaparecían.

—¡Petróleo!Bombearon el frío fluido desde los tanques con el número 451 que llevaban

sujetos a sus hombros.Cubrieron cada libro, inundaron las habitaciones.Corrieronescalerasabajo;Montagavanzóenposdeellos,entrelosvaporesdelpetróleo.

—¡Vamos,mujer!Éstasearrodillóentreloslibros,acariciólaempapadapiel,elimpregnadocartón,

leyólostítulosdoradosconlosdedosmientrassumiradaacusabaaMontag.—Nopuedenquedarseconmislibros—dijo.

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—Yaconocelaley—replicóBeatty—.¿Dóndeestásusentidocomún?Ningunodeesos librosestádeacuerdoconelotro.Ustedllevaaquíencerradaañosconunacondenada torre de Babel. ¡Olvídese de ellos! La gente de esos libros nunca haexistido.¡Vamos!

Ellameneólacabeza.—Todalacasavaaarder—advirtióBeatty.Contorpesmovimientos,loshombrestraspusieronlapuerta.Volvieronlacabeza

haciaMontag,quienpermanecíacercadelamujer.—¡Noiréisadejarlaaquí!—protestóél.—Noquieresalir.—¡Entonces,obligadla!Beattylevantóunamano,enlaquellevabaocultoeldeflagrador.—Hemos de regresar al cuartel. Además, esos fanáticos siempre tratan de

suicidarse.Eslareacciónfamiliar.Montagapoyóunadesusmanosenelcodomujer.—Puedevenirconmigo.—No—contestóella—.Gracias,detodosmodos.—Vamosacontarhastadiez—dijoBeatty—.Uno,Dos.—Porfavor—dijoMontag.—Márchese—replicólamujer.—Tres.Cuatro.—Vamos.Montagtiródelamujer.—Quieroquedarmeaquí—contestóellaconserenidad.—Cinco.Seis.—Puedesdejardecontar—dijoella.Abrió ligeramente los dedos de unamano; en la palma de la misma había un

objetodelgado.Unavulgarcerilladecocina.Estavisiónhizoqueloshombresseprecipitaranfueraysealejarandelacasaa

todo correr. Para mantener su dignidad, el capitán Beatty retrocedió lentamente atravésdelapuertaprincipal,conelrostroquemado,brillantegraciasaunmillardeincendiosydeemocionesnocturnas.«Dios—pensóMontag—,¡cuánciertoes!Laalarmasiempre llegadenoche. ¡Nuncaduranteeldía!»¿Sedebeaqueel fuegoesmásbonitopor lanoche?¿Másespectacular,másllamativo?ElrostrosonrojadodeBeatty mostraba, ahora, una leve expresión de pánico. Los dedos de la mujer seengarfiaronsobrelacerilla.Losvaporesdelpetróleolarodeaban.Montagsintióqueellibroocultolatíacomouncorazóncontrasupecho.

—Váyase—dijolamujer.

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YMontag,mecánicamente, atravesó el vestíbulo, saltó por la puerta en pos deBeatty, descendió los escalones, cruzó el jardín, donde las huellas del petróleoformabanunrastrosemejantealdeuncaracolmaligno.

En el porche frontal, a donde ella se había asomado para calibrarlossilenciosamente con la mirada, y había una condena en aquel silencio, la mujerpermanecióinmóvil.

Beattyagitólosdedosparaencenderelpetróleo.Erademasiadotarde.Montagsequedóboquiabierto.Lamujer,enelporche,conunamiradadedespreciohaciatodos,alargóelbrazoy

encendiólacerilla,frotándolacontralabarandilla.Lagentesaliócorriendodelascasasatodololargodelacalle.

No hablaron durante el camino de regreso al cuartel. Rehuíanmirarse entre sí.Montag iba sentado en el banco delantero con Beatty y con Black. Ni siquierafumaron sus pipas. Permanecían quietos, mirando por la parte frontal de la gransalamandramientrasdoblabanunaesquinayproseguíanavanzandosilenciosamente.

—JovenRidley—dijoMontagporúltimo.—¿Qué?—preguntóBeatty.—Ellahadicho«jovenRidley».Cuandohemosllegadoalapuerta,hadichoalgo

absurdo.«Pórtatecomounhombre,jovenRidley»,dijo.Ynoséquémás.—«PorlagraciadeDios,encenderemoshoyenInglaterratalhogueraqueconfío

enquenuncaseapagará»—dijoBeatty.Stonemanlanzóunamiradaalcapitán,lomismoqueMontag,atónitosambos.Beattysefrotólabarbilla.—Un hombre llamado Latimer dijo esto a otro llamado Ridley mientras eran

quemadosvivosenOxfordporherejía,el16deoctubrede1555.Montag y Stoneman volvieron a contemplar la que parecía moverse bajo las

ruedasdelvehículo.—Conozco muchísimas sentencias —dijo Beatty—. Es algo necesario para la

mayoríadeloscapitanesdebomberos.Aveces,mesorprendoamímismo.¡Cuidado,Stoneman!

Stonemanfrenóelvehículo.—¡Diantre!—exclamóBeatty—.Hasdejadolaesquinaporlaquedoblamospara

iralcuartel.

—¿Quiénes?—¿Quiénpodríaser?—dijoMontag,apoyándoseenlaoscuridadcontralapuerta

cerrada.

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Sumujerdijo,porfin:—Bueno,enciendelaluz.—Noquieroluz.—Acuéstate.Montagoyócómoellasemovíaimpaciente;losresortesdelacamachirriaron.—¿Estásborracho?Demodoqueeralamanoquelohabíaempezadotodo.Sintióunamanoy,luego,

la otra que desabrochaba su chaqueta y la dejaba caer en el suelo. Sostuvo suspantalones sobre un abismo y los dejó caer en la oscuridad. Sus manos estabanhambrientas.Ysusojosempezabanaestarlotambién,comosituvieranecesidaddeveralgo,cualquiercosa,todaslascosas.

—¿Quéestáshaciendo?—preguntósuesposa.Montagsebalanceóenelespacioconellibroentresusdedossudorososyfríos.Alcabodeunminuto,ellainsistió:—Bueno,notequedesplantadoenmediodelahabitación.Élprodujounlevesonido.—¿Qué?—preguntóMildred.Montag produjo más sonidos suaves. Avanzó dando traspiés hacia la cama y

metió,torpemente,ellibrobajolafríaalmohada.Sedejócaerenlacamaysumujerlanzóunaexclamación,asustada.Élyacíalejosdeella,alotroladodeldormitorio,enunaisla invernalseparadaporunmarvacío.Ella lehablódesdeloqueparecíaunagrandistancia,yserefirióaestoyaquello,ynoeranmásquepalabras,comolasquehabíaescuchadoenelcuartodelosniñosdeunamigo,debocadeunpequeñodedosaños que articulaba sonidos al aire. PeroMontag no contestó y, al cabo demuchorato, cuando sólo él producía los leves sonidos, sintió que ella se movía en lahabitación,seacercabaasucama,seinclinabasobreélyletocabaunamejillaconlamano.Montag estaba seguro de que cuando ella retirara la mano de su rostro, laencontraríamojada.

Más avanzada la noche, Montag miró a Mildred. Estaba despierta. Una débilmelodíaflotabaenelaire,ysuradioauricularvolvíaaestarenchufadaensuoreja,mientras escuchaba a gente lejana de lugares remotos, con unos ojosmuy abiertosquecontemplabanlasnegrasprofundidadesquehabíasobreella,eneltecho.

¿Nohabíaunviejochisteacercadelamujerquehablabatantoporteléfonoquesuesposo,desesperado,tuvoquecorreralatiendamáspróximaparatelefonearleypreguntarquéhabíaparalacena?Bueno,entonces,¿porquénosecomprabaélunaemisora para radio auricular y hablaba con su esposa ya avanzada la noche,murmurando, susurrando, gritando, vociferando? Pero, ¿qué le susurraría, qué lechillaría?¿Quéhubiesepodidodecirle?

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Y,derepente,leresultótanextrañaqueMontagnopudocreerquelaconociese.Estaba en otra casa, esos chistes que contaba la gente acerca del caballeroembriagadoque llegaba a casaya entrada la noche, abría unapuerta queno era lasuya,semetíaenlahabitaciónquenoeralasuya,seacostabaconundesconocida,selevantaba temprano y se marchaba a trabajar sin que ninguno de los dos hubiesenotadonada.

—Millie…—susurró.—¿Qué?—Nomeproponíaasustarte.Loquesíquierosaberes…—Di.—Cuándonosencontramos.Ydónde.—¿Cuándonosencontramosparaqué?—preguntóella.—Quierodecir…porprimeravez.Montagcomprendióqueellaestaríafrunciendoelceñoenlaoscuridad.Aclaróconceptos:—¿Dóndeycuándonosconocimos?—¡Oh!Puesfueen…Lamujercalló.—Nolosé—reconocióalfin.Montagsintiófrío.—¿Nopuedesrecordarlo?—Hacemuchotiempo.—¡Sólodiezaños,esoestodo,sólodiez!—Noteexcites,estoytratandodepensar—Mildredemitióunaextrañarisitaque

fue haciéndose más y más aguda—. ¡Qué curioso! ¡Qué curioso no acordarse dedóndeocuándoseconocióalmaridooalamujer!

Montagse frotaba losojos, lascejasy lanuca,con lentosmovimientos.Apoyóambasmanossobresusojosyapretóconfirmeza,comoparaincrustarlamemoriaensusitio.Depronto,resultabamásimportantequecualquierotracosaensuvidasaberdóndehabíaconocidoaMildred.

—Noimporta.Ellaestabaahoraenelcuartodebaño,yMontagoyócorrerelaguayelruidoque

hizoMildredalbeberla.—No,supongoqueno—dijo.Tratódecontarcuántasveces tragaba,ypensóen lavisitade losdosoperarios

con los cigarrillos en sus bocas rectilíneas y la serpiente de ojo electrónicodescendiendoatravésdecapasycapasdenocheydepiedraydeaguaremansadadeprimavera, y deseó gritar a su mujer: «¿Cuántas te has tomado esta noche? ¡Lascápsulas!¿Cuántas te tomarásdespuéssinsaberlo?¡Yseguirasíhora trashora!¡Y

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quizá no esta noche, sino mañana! ¡Y yo sin dormir esta noche, ni mañana, niningunaotradurantemuchotiempo,ahoraqueestohaempezado!»YMontagselaimaginótendidaenlacama,conlosdosoperarioserguidosasulado,noinclinadosconpreocupación,sinoerguidos,conlosbrazoscruzados.Yrecordóhaberpensadoentonces que, si ellamoría, estaba seguro que no había de llorar. Porque sería lamuertedeunadesconocida,unrostrovistoenlacalle,unaimagendelperiódico;y,derepente, le resultó todo tan tristequehabíaempezadoa llorar,nopor lamuerte,sino el pensar que no lloraría cuandoMildred muriera, un absurdo hombre vacíojuntoaunaabsurdamujervacía,entantoquelahambrientaserpienteladejabaaúnmásvacía.

«¿Cómo se consigue quedar tan vacío? —se preguntó Montag—. ¿Quién tevacía?¡Yaquellahorribleflordelotrodía,eldientedeleón!Lohabíacomprendidotodo¿verdad?“¡Quévergüenza!¡Noestáenamoradodenadie!”y¿porquéno?».

Bueno,¿noexistíaunamurallaentreélyMildredpensándolobien?Literalmente,no sólo unmuro, tres, en realidad. Y, además,muy caros. Y los tíos, las tías, losprimos, las sobrinas, los sobrinos que vivían en aquellas paredes, la farfullantepandilla de simios que no decían nada, nada, y lo decían a voz en grito.Desde elprincipio,Montagsehabíaacostumbradoallamarlosparientes.«¿Cómoestáhoy,tíoLouis?» «¿Quién?» «¿TíaMaude?» En realidad, el recuerdomás significativo queteníadeMildrederaeldeunaniñitaenunbosquesinárboles(¡quéextraño!)o,másbien,deunaniñitaperdidaenunamesetadondesolíahaberárboles(podíapercibirseelrecuerdodesusformaspordoquier),sentadaenelcentrodela«saladeestar».Lasala de estar ¡Qué nombre más bien escogido! Llegara cuando llegara, allí estabaMildred,escuchandocómolasparedeslehablaban.

—¡Hayquehaceralgo!—Sí,hayquehaceralgo.—¡Bueno,nonosquedemosaquíhablando!—¡Hagámoslo!—¡Estoytanfuriosoqueseríacapazdeescupir!¿Aquéveníaaquello?Mildrednohubiesesabidodecirlo.¿Quiénestabafurioso

contra quién? Mildred lo sabía bien. ¿Qué haría? «Bueno —se dijo Mildred—esperemosyveamos.»

Élhabíaesperadoparaver.Unagran tempestadde sonidos surgióde lasparedes.Lamúsica lebombardeó

conunvolumen tan intenso,quesushuesoscasi sedesprendieronde los tendones;sintió que le vibraba la mandíbula, que los ojos retemblaban en su cabeza. Eravíctimadeunaconmoción.Cuandotodohubopasado,sesintiócomounhombrequehabíasidoarrojadodesdeunacantilado,sacudidoenunacentrifugadoraylanzadoaunacatarataquecaíaycaíahaciaelvacíosinllegarnuncaatocarelfondo,nunca,no

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deltodo;ysecaíatanaprisaquesetocabanloslados,nunca,nuncajamássetocabanada.

Elestrépitofueapagándose.Lamúsicacesó.—Yaestá—dijoMildred.Y, desde luego, era notable.Algo había ocurrido.Aunque en las paredes de la

habitaciónapenasnadasehabíamovidoynadasehabíaresueltoenrealidad,seteníala impresióndequealguienhabíapuesto enmarchauna lavadoraoqueunohabíasido absorbido por un gigantesco aspirador.Uno se ahogaba enmúsica, y en puracacofonía. Montag salió de la habitación, sudando y al borde del colapso. A suespalda,Mildredestabasentadaensubutaca,ylasvocesvolvíanasonar.

—Bueno,ahoratodoirábien—decíauna«tía».—Oh,noestésdemasiadosegura—replicabaun«primo».—Vamos,noteenfades.—¿Quiénseenfada?—¡Tú!—¿Yo?—¡Túestásfurioso!—¿Porquéhabríadeestarlo?—¡Porquesí!—¡Estámuybien!—gritóMontag—.Pero, ¿porquéestán furiosos?¿Quiénes

esagente?¿Quiénesesehombreyquiénesesamujer?¿Sonmaridoymujer,estándivorciados,prometidosoqué?VálgameDios,nadatienerelación.

—Ellos…—dijoMildred—.Bueno,ellos…elloshantenidoestapelea,yalohasvisto.Desdeluego,discutenmucho.Tendríasqueoírlos.Creoqueestáncasados.Sí,estáncasados.¿Porqué?

Ysi no se tratabade las tresparedesquepronto se convertirían en cuatroparacompletar el sueño, entonces, era el coche descubierto y Mildred conduciendo aciento cincuenta kilómetros por hora a través de la ciudad, el gritándole y ellarespondiendoasusgritos,mientrasambostratabandeoírloquedecían,perooyendosóloelrugidodelvehículo.

—¡Porlomenos,llévaloelmínimo!—vociferabaMontag.—¿Qué?—preguntabaella.—¡Llévaloalmínimo,aochenta!—gritabaél.—¿Qué?—chillabaella.—¡Velocidad!—berreabaél.Y ella aceleró hasta ciento setenta kilómetros por hora y dejó a sumarido sin

aliento.Cuandoseapearondelvehículo,ellasehabíapuestolaradioauricular.Silencio.Sóloelvientosoplabasuavemente.

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—Mildred.Montagrebullóenlacama.Alargóunamanoysacódelaorejadeellaunadelas

diminutaspiezasmusicales.—Mildred.¡Mildred!—Sí.Lavozdeellaeradébil.Montag sintióqueeraunade las criaturas insertadaselectrónicamenteentre las

ranuras de las paredes de fonocolor, que hablaba, pero que sus palabras noatravesabanlabarreradecristal.Sólopodíahacerunapantomima,conlaesperanzade que ella se volviera y viese. A través del cristal, les era imposible establecercontacto.

—Mildred,¿teacuerdasdeesachicadelaquehehablado?—¿Quéchica?Mildredestabacasidormida.—Lachicadeallado.—¿Quéchicadeallado?—Yasabes,laqueestudia.SellamaClarisse.—¡Oh,sí!—Haceunosdíasquenolaveo.Cuatroparaserexactos.¿Lahasvistotú?—No.—Queríahablartedeella.Esextraño.—Oh,séaquiénterefieres.—Estabasegurodeello.—Ella—dijoMildred,enlaoscuridad.—¿Quésucede?—preguntóMontag.—Pensabadecírtelo.Meheolvidado.Olvidado.—Dímeloahora.¿Dequésetrata?—Creoqueellasehaido.—¿Ido?—Todalafamiliasehatrasladadoaotrositio.Peroellasehaidoparasiempre,

creoquehamuerto.—Nopodemoshablardelamismamuchacha.—No. La misma chica. McClellan. McClellan. Atropellada por un automóvil.

Hace cuatro días. No estoy segura. Pero creo que hamuerto. De todosmodos, lafamiliasehatrasladado.Nolosé.Perocreoqueellahamuerto.

—¡Noestásseguradeeso!—No,segura,no.Perocreoqueesasí.—¿Porquénomelohascontadoantes?—Loolvidé.

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—¡Hacecuatrodías!—Loolvidéporcompleto.—Hacecuatrodías—repitióél,quedamente,tendidoenlacama.Permanecieronenlaoscurahabitación,sinmoverse.—Buenasnoches—dijoella.Montagoyóundébil roce.Lasmanos de lamujer semovieronEl auricular se

movió sobre la almohada como unamantis religiosa, tocado por la mano de ella.Despuésvolvióaestarensuoído,zumbandoya.

Montag escuchó y su mujer canturreaba entre dientes. Fuera de la casa unasombrasemovió,unvientootoñalsoplóyamainóenseguida.Perohabíaalgomásenelsilencioqueéloía.Eracomounalientoexhaladocontralaventana.Eracomoeldébiloscilardeunhumoverdosoluminiscente,elmovimientodeunagigantescahojadeoctubreempujadasobreelcéspedyalejada.

«ElSabueso—pensóMontag—estanoche,está,fuera.Ahoraestáahífuera.Siabrieselaventana…»

Peronolaabrió.

Porlamañana,teníaescalofríosyfiebre.—Noesposiblequeestésenfermo—dijoMildred.Élcerrólosojos.—Sí.—¡Anocheestabasperfectamente!—No,noloestaba.Montagoyócómo«losparientes»gritabanensaladeestar.Mildredseinclinósobresucama,llenadecuriosidad.Élpercibiósupresencia,la

vio sin abrir los ojos. Vio su cabello quemado por los productos químicos hastaadquiriruncolordepajaquebradiza, susojosconunaespeciedecatarata invisibleperoquesepodíaadivinarmuydetrásdelaspupilas,losrojoslabios,elcuerpotandelgadocomoeldeunamantisreligiosa,acausadeladieta,ysucarnecomotocinoblanco.Nopodíarecordarladeotramanera.

—¿Querrástraermeaspirinasyagua?—Tienes que levantarte —replicó ella—. Son las doce del mediodía. Has

dormidocincohorasmásdeloacostumbrado.—¿Quieresdesconectarlasaladeestar?—solicitóMontag.—Setratademifamilia.—¿Quieresdesconectarlaporunhombreenfermo?—Bajaréelvolumendelsonido.Mildredsaliódelahabitación,nohizonadaenlasaladeestaryregresó.—¿Estámejorasí?

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—Gracias.—Esmiprogramafavorito—explicóella.—¿Ylaaspirina?—Nuncahabíasestadoenfermo.Volvióasalir.—Bueno,puesahoraloestoy.Estanochenoiréatrabajar.LlamaaBeattydemi

parte.—Anocheteportastedeunmodomuyextraño.Mildredregresócanturreando.—¿Dóndeestálaaspirina?—¡Oh!—Lamujervolvióalcuartodebaño—.¿Ocurrióalgo?—Sólounincendio.—Yopaséunaveladaagradable—dijoella,desdeelcuartodebaño.—¿Haciendoqué?—Enlasaladeestar.—¿Quéhabía?—Programas.—¿Quéprogramas?—Algunosdelosmejores.—¿Conquién?—Oh,yasabes,contodoelgrupo.—Sí,elgrupo,elgrupo,elgrupo.Élseoprimióeldolorquesentíaen losojosy,de repente,elolorapetróleo le

hizovomitar.Mildredregresó,canturreando.Quedósorprendida.—¿Porquéhashechoesto?Montagmiró,abatidoelsuelo.—Quemamosaunaviejaconsuslibros.—Es una suerte que la alfombra sea lavable.—Cogió una escoba de fregar y

limpiólaalfombra—.AnochefuiacasadeHelen.—¿Nopodíasverlasfuncionesentupropiasaladeestar?—Desdeluego,peroesagradablehacervisitas.Mildredvolvióalasala.Éllaoyócantar.—¡Mildred!—llamó.Ellaregresó,cantando,haciendochasquearsuavementelosdedos.—¿Nomepreguntasnadasobrelodeanoche?—dijo.—¿Sobrequé?—Quemamosunmillardelibros.Quemamosaunamujer.—¿Yqué?

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Lasaladeestarestallabadesonidos.—QuemamosejemplaresdeDante,deSwiftydeMarcoAurelio.—¿Noeraésteuneuropeo?—Algoporelestilo.—¿Noeraradical?—Nuncalleguéaleerlo.—Eraunradical.—Mildredjugueteóconelteléfono—.¿Noesperarásquellame

alcapitánBeatty,verdad?—¡Tienesquehacerlo!—¡Nogrites!—No gritaba. —Montag se había incorporado en la cama, repentinamente

enfurecido, congestionado, sudoroso. La sala de estar retumbaba en la atmósferacaliente—.Nopuedodecirlequeestoyenfermo.

—¿Porqué?«Porque tienes miedo», pensó él. Un niño que se finge enfermo, temeroso de

llamarporque,despuésdeunabrevediscusión,laconversacióntomaríaestegiro«Sí,capitán,yamesientomejor.Estaréahíestanochealasdiez.»

—Noestásenfermo—insistióMildred.Montagsedejócaerenlacama.Metiólamanobajolaalmohada.Ellibrooculto

seguíaallí.—Mildred,¿quétepareceríasi,quizá,dejasemitrabajoporalgúntiempo?—¿Quieres dejarlo todo? Después de todos esos años de trabajar, porque, una

noche,unamujer,ysuslibros…—¡Hubiesestenidoqueverla,Millie!—Ellanoesnadaparamí.Nohubiesedebidotenerlibros.Hasidoculpadeella,

hubiese tenidoquepensarloantes.Laodio.Teha sacadode tuscasillasyantesdequetedescuenta,estaremosenlacalle,sincasa,sinempleo,sinnada.

—Túnoestabasallí, túno laviste—insistióél—.Tienequehaberalgoen loslibros,cosasquenopodemosimaginarparahacerqueunamujerpermanezcaenunacasaquearde.Ahítienequehaberalgo.Unonosesacrificapornada.

—Esamujereraunatonta.—Eratansensatacomotúycomoyo,quizámás,ylaquemamos.—Aguapasadanomuevemolino.—No, agua no, fuego. ¿Has visto alguna casa quemada? Humea durante días.

Bueno, no olvidaré ese incendio en toda mi vida. ¡Dios! Me he pasado la nochetratandodeapartarlodemicerebro.Estoylocodetantointentarlo.

—Hubiesesdebidopensarenesoantesdehacertebombero.—¡Pensar!¿Esquepudeescoger?Miabueloymipadreeranbomberos.Enmi

sueño,corrítrasellos.

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Lasaladeestaremitíaunamúsicabailable.—Hoyeseldíaenquetieneselprimerturno—dijoMildred—.Hubiesesdebido

marchartehacedoshoras.Acaboderecordarlo.—No se trata sólo de la mujer que murió —dijo Montag—. Anoche, estuve

meditandosobretodoelpetróleoqueheusadoenlosúltimosdiezaños.Ytambiénenloslibros.Y,porprimeravez,medicuentadequehabíaunhombredetrásdecadauno de ellos. Un hombre tuvo que haberlo ideado. Un hombre tuvo que emplearmuchotiempoentrasladarloalpapel.Ynisiquierasemehabíaocurridoestohastaahora.

Montagsaltódelacama.—Quizás algún hombre necesitó toda una vida para reunir varios de sus

pensamientos, mientras contemplaba el mundo y la existencia, y, entonces, mepresentéyoyendosminutos,¡zas!,todoliquidado.

—Déjametranquila—dijoMildred—.Yonohehechonada.—¡Dejartetranquila!Estoestámuybien,pero,¿cómopuedodejarmetranquiloa

mí mismo? No necesitamos que nos dejen tranquilos. De cuando en cuando,precisamos estar seriamente preocupados. ¿Cuánto tiempo hace que no has tenidounaverdaderapreocupación?¿Poralgoimportante,poralgoreal?

Y,luegocalló,porqueseacordódelasemanapasada,ylasdospiedrasblancasquemirabanhaciaeltechoylabombaconaspectodeserpiente,losdoshombres,derostros impasibles, con los cigarrillos que semovían en su boca cuando hablaban.Pero aquélla era otra Mildred, una Mildred tan metida dentro de la otra, y tanpreocupada,auténticamentepreocupada,queambasmujeresnuncahabíanllegadoaencontrarse.Montagsevolvió.

—Bueno, ya lo has conseguido—dijoMildred—. Ahí, frente a la casa. Miraquiénhay.

—Nomeinteresa.—Acaba de detenerse un automóvil «Fénix» y se acerca un hombre en camisa

negraconunaserpienteanaranjadadibujadaenelbrazo.—¿ElcapitánBeatty?—ElcapitánBeatty.Montag no se movió, y siguió contemplando la fría blancura de la pared que

quedabadelantedeél.—¿Quiereshacerlepasar?Dilequeestoyenfermo.—¡Díselotú!Ellacorrióunoscuantospasosenunsentido,otrospasosenotro,ysedetuvocon

los ojos abiertos, cuando el altavoz de la puerta de entrada pronunció su nombresuavemente, suavemente, «Mrs.Montag,Mrs.Montag; aquí hay alguien, aquí hayalguien,Mrs.Montag,Mrs.Montag,aquíhayalguien».

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Montag se cercioró de que el libro estaba bien oculto detrás de la almohada,regresó lentamente a la cama, se alisó el cobertor sobre las rodillas y el pecho,semiincorporado;y,alcabodeunrato,Mildredsemovióysaliódelahabitación,enlaqueentróelcapitánBeattyconlasmanosenlosbolsillos.

—Ah, hagan callar a esos «parientes» —dijo Beatty, mirándolo todo a sualrededor,exceptuadosMontagysuesposa.

Estavez,Mildredcorrió.Lasvocesgemebundascesarondegritarenlasala.ElcapitánBeattysesentóenelsillónmáscómodo,conunaexpresiónapacibleen

su tosco rostro.Preparóy encendió supipadebronce con calmay lanzóunagranbocanadadehumo.

—Semehaocurridoquevendríaavercómosigueelenfermo.—¿Cómolohaadivinado?Beatty sonrió y descubrió al hacerlo las sonrojadas encías y la blancura y

pequeñezdesusdientes.—Lohevistotodo.Tedisponíasallamarparapedirlanochelibre.Montagsesentóenlacama.—Bien—dijoBeatty—.¡Cogelanoche!Examinó su eterna caja de cerillas, en cuya tapa decía GARANTIZADO: UN

MILLÓNDELLAMASENESTEENCENDEDOR,yempezóafrotar,abstraído,lacerillaquímica,aapagarladeunsoplo,encenderla,apagarla,encenderla,adecirunascuantaspalabras,aapagarla.Contemplólallama.Sopló,observóelhumo.

—¿Cuándoestarásbien?—Mañana.Quizápasadomañana.Aprimerosdesemana.Beattychupósupipa.—Tardeotemprano,atodobomberoleocurreesto.Sólonecesitacomprensión,

saber cómo funcionan las ruedas. Necesitan conocer la historia de nuestramisión.Ahoranoselacuentanalosniñoscomohacíanantes.Esunavergüenza.—Exhalóunabocanada—.Sólolosjefesdebomberoslarecuerdanahora—Otrabocanada—.Voyacontártela.

Mildredsemovióinquieta.Beattytardóunminutoenacomodarseymeditarsobreloquequeríadecir.—Mepreguntarás,¿cuándoempezónuestra labor,cómofue implantada,dónde,

cómo? Bueno, yo diría que, en realidad, se inició aproximadamente con elacontecimientollamadolaGuerraCivil.Peseaquenuestrosreglamentosafirmanquefuefundadaantes.Enrealidadesquenoanduvimosmuybienhastaquelafotografíaseimplantó.Despuéslaspelículas,aprincipiosdelsigloXX.Radio.Televisión.Lascosasempezaronaadquirirmasa.

Montagpermaneciósentadoenlacama,inmóvil.—Ycomoteníanmasa,sehicieronmássencillas—prosiguiódiciendoBeatty—.

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En cierta época, los libros atraían a alguna gente, aquí, allí, por doquier. Podíanpermitirseserdiferentes.Elmundoeraancho.Pero,luego,elmundosellenódeojos,de codos y de bocas. Población doble, triple, cuádruple. Filmes y radios, revistas,libros, fueron adquiriendo un bajo nivel, una especie de vulgar uniformidad. ¿Mesigues?

—Creoquesí.Beattycontemplólabocanadadehumoqueacababadelanzar.—Imagínalo.ElhombredelsigloXIXconsuscaballos,susperros,suscoches,

sus lentos desplazamientos. Luego, en el sigloXX, se acelera la cámara. Losmásbreves,condensaciones.Resúmenes.Todosereducealaanécdota,alfinalbrusco.

—Bruscofinal—dijoMildred,asintiendo.—Losclásicosreducidosaunaemisiónradiofónicadequinceminutos.Después,

vueltosareducirparallenarunalecturadedosminutos.Porfin,convertidosendiezodoce líneas en un diccionario. Claro está, exagero. Los diccionarios únicamenteservían para buscar referencias. Pero eran muchos los que sólo sabían deHamlet(estoysegurodequeconocerásel título,Montag;esprobableque,parausted, sóloconstituyaunaespeciederumor,Mrs.Montag),sólosabían,comodigo,deHamletloquehabíaenunacondensacióndeunapáginaenunlibroqueafirmaba:Ahora,podráleerporfintodoslosclásicos.Manténgasealmismonivelquesusvecinos.¿Tedascuenta?SalirdelaguarderíainfantilparairalaUniversidadyregresaralaguardería.Éstahasidolaformaciónintelectualdurantelosúltimoscincosiglosomás.

Mildredselevantóyempezóaandarporlahabitación,cogíaobjetosylosvolvíaadejar.Beattylaignoróysiguióhablando.

—Acelera la proyección,Montag, aprisa, ¿Clic? ¿Película?Mira,Ojo, Ahora,Adelante,Aquí,Allí,Aprisa,Ritmo,Arriba,Abajo,Dentro,Fuera,Porqué,Cómo,Quién,Qué,Dónde,¿Eh?,¡Oh¡Bang!,¡Zas!,Golpe,Bing,Bong,¡Bum!Seleccionesdeselecciones.¿Política?¡Unacolumna,dosfrases,untitular!Luego,enplenoaire,todo desaparece. Lamente del hombre gira tan aprisa a impulsos de los editores,explotadores, locutores, que la fuerza centrífuga elimina todo pensamientoinnecesario,origendeunapérdidadetiempo.

Mildredalisólaropadelacama.Montagsintióquesucorazónsaltabayvolvíaasaltarmientras ella le ahuecaba la almohada.Enaquelmomento, le empujabaparaconseguirhacerleapartar,afindepodersacarlaalmohada,arreglarlayvolverlaasusitio.Y,quizá, lanzarungritoyquedarsemirando,osóloalargar lamanoYdecir:«¿Quéesesto?»,ylevantarellibroocultoconconmovedorainocencia.

—Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, laHistoriayellenguajeseabandonan,elidiomaysupronunciaciónsongradualmentedescuidados. Por último, casi completamente ignorados. La vida es inmediata, elempleo cuenta, el placer domina tododespuésdel trabajo. ¿Por qué aprender algo,

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exceptoapretarbotones,enchufarconmutadores,encajartornillosytuercas?—Dejaquetearreglelaalmohada—dijoMildred.—¡No!—susurróMontag.—Elcierredecremalleradesplazaalbotónyelhombreyanodisponedetodoese

tiempoparapensarmientrasseviste,unahorafilosóficay,porlotanto,unahorademelancolía.

—Aver—dijoMildred.—Márchate—replicó.—La vida se convierte en una gran carrera, Montag. Todo se hace aprisa, de

cualquiermodo.—Decualquiermodo—repitióMildred,tirandodelaalmohada.—¡PoramordeDiosdéjametranquilo!—gritóMontag,apasionadamente.ABeattyseledilataronlosojos.La mano deMildred se había inmovilizado detrás de la almohada. Sus dedos

seguíanlasiluetadellibroyamedidaquelaformaleibasiendofamiliar,surostroapareciósorprendidoy,después,atónito.Subocaseabrióparahacerunapregunta…

—Vaciar los teatros excepto para que actúen payasos, e instalar en lashabitacionesparedesdevidriodebonitoscoloresquesubenybajan,comoconfeti,sangre,jerezosauterne.Tegustalapelotabase,¿verdad,Montag?

—Lapelotabaseesunjuegoestupendo.AhoraBeattyeracasiinvisible,sólounavozenalgúnpunto,detrásdeunacortina

dehumo.—¿Quéesesto?—preguntóMildred,casiconalegría.Montagseechóhaciaatrás

ycayósobrelosbrazosdeella—.¿Quéhayaquí?—¡Siéntate!—gritóMontag.Ellaseapartódeunsalto,conlasmanosvacías—.

¡Estamoshablando!Beattyprosiguiócomosinadahubieseocurrido.—Tegustanlosbolos,¿verdad,Montag?—Losbolos,sí.—¿Yelgolf?—Elgolfesunjuegomagnífico.—¿Baloncesto?—Unjuegomagnífico.—¿Billar?¿Fútbol?—Todossonexcelentes.—Másdeportespara todos,espíritudegrupo,diversión,ynohaynecesidadde

pensar,¿eh?Organizaysuperorganizasuperdeporte.Máschistesen los libros.Másilustraciones.Lamente absorbemenos ymenos. Impaciencia.Autopistas llenas demultitudesquevanaalgúnsitio,aalgúnsitio,aalgúnsitio,aningúnsitio.Elrefugio

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de la gasolina. Las ciudades se convierten en moteles, la gente siente impulsosnómadasyvadeunsitioparaotro,siguiendolasmareas,viviendounanocheenlahabitacióndondeotrohadormidoduranteeldíayeldemásallálanocheanterior.

Mildredsaliódelahabitaciónycerródeunportazo.Las«tías»delasaladeestarempezaronareírsedelos«tíos»delasaladeestar.

—Ahora,consideremoslasminoríasennuestracivilización.Cuantomayoreslapoblación,másminoríashay.Nohayquemeterseconlosaficionadosalosperros,alosgatos,conlosmédicos,abogados,comerciantes,cocineros,mormones,bautistas,unitarios, chinos de segunda generación, suecos, italianos, alemanes, tejanos,irlandeses,gentedeOregónodeMéxico.Enestelibro,enestaobra,enesteserialdetelevisiónlagentenoquiererepresentaraningúnpintor,cartógrafoomecánicoqueexista en la realidad. Cuantomayor es elmercado,Montag,menos hay que hacerfrentealacontroversia,recuerdaesto.Todaslasminoríasmenoresconsusombligosque hay que mantener limpios. Los autores, llenos de malignos pensamientos,aporreanmáquinasdeescribir.Esohicieron.Lasrevistasseconvirtieronenunamasainsulsayamorfa.Loslibros,segúndijeronloscríticosesnobs,erancomoaguasucia.Noesextrañoqueloslibrosdejarandevenderse,decíanloscríticos.Peroelpúblico,quesabíaloquequería,permitiólasupervivenciadeloslibrosdehistorietas.Ydelasrevistas eróticas tridimensionales, claro está. Ahí tienes, Montag. No era unaimposicióndelGobierno.Nohuboningúndictado,nideclaración,nicensura,no.Latecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo elfenómeno,aDiosgracias.En laactualidad,graciasa todoello,unopuedeser felizcontinuamente,selepermiteleerhistorietasilustradasoperiódicosprofesionales.

—Sí,pero,¿quémedicedelosbomberos?—Ah.—Beatty se inclinóhaciadelanteentre ladébilneblinaproducidapor su

pipa.— ¿Qué es más fácil de explicar y más lógico? Como las universidadesproducíanmáscorredores,saltadores,boxeadores,aviadoresynadadores,envezdeprofesores, críticos, sabios, y creadores, la palabra «intelectual», claro está, seconvirtióenelinsultoquemerecíaser.Siempresetemelodesconocido.Sinduda,teacordarás del muchacho de tu clase que era excepcionalmente «inteligente», querecitaba lamayoría de las lecciones y daba las respuestas, en tanto que los demáspermanecían como muñecos de barro, y le detestaban. ¿Y no era ese muchachointeligente al que escogían para pegar y atormentar después de las horas de clase?Desdeluegoquesí.Hemosdesertodosiguales.Notodosnacimoslibreseiguales,como dice laConstitución, sino todoshechos iguales. Cada hombre, la imagen decualquierotro.Entoncestodossonfelices,porquenopuedenestablecersediferenciasnicomparacionesdesfavorables. ¡Ea!Un libroesunarmacargadaen lacasadeallado.Quémalo.Quita el proyectil del arma.Domina lamente del hombre. ¿Quiénsabecuálpodríaserelobjetivodelhombrequeleyesemucho?¿Yo?Nolosresistiría

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ni un minuto. Y así, cuando, por último, las casas fueron totalmente inmunizadascontraelfuego,enelmundoentero(laotranocheteníasrazónentusconjeturas)yanohubonecesidaddebomberosparaelantiguotrabajo.Selesdiounanuevamisión,comocustodiosdenuestratranquilidaddeespíritu,denuestropequeño,comprensibley justo temorde ser inferiores.Censoresoficiales, juecesyejecutores.Esoeres tú,Montag.Yesosoyyo.

LapuertaquecomunicabaconlasaladeestarseabrióyMildredasomó,miróalosdoshombresysefijóenBeattyy,después,enMontag.Asuespalda,lasparedesde la pieza estaban inundadas de resplandores verdes, amarillos y anaranjados queoscilaban y estallaban al ritmo de unamúsica casi exclusivamente compuesta porbaterías, tambores y címbalos. Su boca se movía y estaba diciendo algo, pero elsonidonopermitíaoírla.

Beattyvaciósupipaenlapalmadesumanosonrosada,examinólacenizacomosifueseunsímboloquehabíaqueexaminarenbuscadealgúnsignificado.

—Has de comprender que nuestra civilización es tan vasta que no podemospermitir que nuestras minorías se alteren o exciten. Pregúntate a ti mismo: ¿Quéqueremosenestanación,porencimadetodo?Lagentequiereserfeliz,¿noesasí?¿Nolohasestadooyendotodatuvida?«Quieroserfeliz»,dicelagente.Bueno,¿noloson?¿Nolesmantenemosenacción,no lesproporcionamosdiversiones?Esoespara lo único que vivimos, ¿no? ¿Para el placer y las emociones? Y tendrás queadmitirquenuestracivilizaciónselofacilitaenabundancia.

—Sí.Montag pudo leer en los labios deMildred lo que ésta decía desde el umbral.

Tratódenomiraraella,porque,entonces,Beattypodíavolversey leer también loquedecía.

—AlagentedecolornolegustaElpequeñoSambo.Aquemarlo.LagenteblancasesienteincómodaconLacabañadeltíoTom.Aquemarlo.Escribeunlibrosobreeltabacoyelcáncerdepulmón¿Losfabricantesdecigarrillosselamentan?Aquemarellibro.Serenidad,Montag.Líbratedetustensionesinternas.Mejoraún,lánzalasalincinerador. ¿Los funerales son tristes y paganos? Eliminémoslos también. CincominutosdespuésdelamuertedeunapersonaencaminohacialaGranChimenea,losincineradoressonabastecidosporhelicópterosentodoelpaís.Diezminutosdespuésdelamuerte,unhombreesunanubedepolvonegro.Nosutilicemosconrecuerdosacerca de los individuos.Olvidémoslos.Quemémoslo todo, absolutamente todo.Elfuegoesbrillanteylimpio.

Los fuegos artificiales se apagaron en la sala de estar, detrás de Mildred. Almismo tiempo, ella había dejado de hablar; una coincidencia milagrosa. Montagcontuvoelaliento.

—Habíaunamuchacha,ahí,allado—dijoconlentitud—.Ahorasehamarchado,

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creoquehamuerto.Nisiquierapuedorecordarsurostro.Peroeradistinta¿Cómo…cómopudollegaraexistir?

Beattysonrió.—Aquíoallí,esfatalqueocurra.¿ClarisseMcClellan?Tenemosfichadetodasu

familia. Les hemos vigilado cuidadosamente. La herencia y el medio ambientehogareñopuededeshacermuchode loquese inculcaenelcolegio.Poresohemosidobajando,añotrasañolaedaddeingresarenelparvulario,hastaque,ahora,casiarrancamos a los pequeños de la cuna. Tuvimos falsas alarmas con losMcClellancuandovivíanenChicago.Nuncalesencontramosunlibro.Elhistorialconfuso,esantisocial. ¿La muchacha? Es una bomba de relojería. La familia había estadoinfluyendo en su subconsciente, estoy seguro, por lo que pude ver en su historialescolar.Ellanoquería saber cómosehacíaalgo, sinoporqué.Estopuede resultarembarazoso. Se pregunta el porqué de una serie de cosas y se termina sintiéndosemuydesdichado.Lomejorquepodíapasarlealapobrechicaeramorirse.

—Sí,morirse.—Afortunadamente, los casos extremos como ella no aparecen a menudo.

Sabemoscómoeliminarlosenembrión.Nosepuedeconstruirunacasasinclavosenlamadera.Si noquieres queunhombre se sienta políticamente desgraciado, no leenseñesdosaspectosdeunamismacuestión,parapreocuparle;enséñalesólounoo,mejoraún,noledesninguno.Hazqueolvidequeexisteunacosallamadaguerra.SielGobiernoespocoeficiente,excesivamenteintelectualoaficionadoaaumentarlosimpuestos, mejor es que sea todo eso que no que la gente se preocupe por ello.Tranquilidad,Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando laletra de las cancionesmás populares, o los nombres de las capitales de Estado, ocuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralos de datos no combustibles,lánzalesencimatantos«hechos»quesesientanabrumados,perototalmentealdíaencuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán laimpresióndequesemuevensinmoverse.Yseránfelices,porqueloshechosdeestanaturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía oSociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra lamelancolía.Cualquierhombrequepuedadesmontarunmuraldetelevisiónyvolveraarmarloluego,y,enlaactualidad,lamayoríadeloshombrespuedenhacerlo,esmásfeliz que cualquier otro que trata demedir, calibrar y sopesar elUniverso, que nopuedesermedidonisopesadosinqueunhombresesientabestialysolitario.Losé,loheintentado¡Aldiabloconello!Así,pues,adelanteconlosclubesylasfiestas,losacróbatasylosprestidigitadores,loscochesareacción,lasbicicletashelicópteros,elsexoylasdrogas,másdetodoloqueestérelacionadoconreflejosautomáticos.Sieldramaesmalo,silapelículanodicenada,silacomediacarecedesentido,dameunainyeccióndeteramina.Mepareceráquereaccionoconlaobra,cuandosólosetrata

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de una reacción táctil a las vibraciones. Pero no me importa. Prefiero unentretenimientocompleto.

Beattysepusoenpie.—Hedemarcharme.Elsermónhaterminado.Esperohaberaclaradoconceptos.

Lo que importa que recuerdes, Montag, es que tú, yo y los demás somos losGuardianesdelaFelicidad.Nosenfrentamosconlapequeñamareadequienesdeseanque todos se sientan desdichados con teorías y pensamientos contradictorios.Tenemos nuestros dedos en el dique. Hay que aguantar firme. No permitir que eltorrentedemelancolíaylafunestaFilosofíaahoguennuestromundo.Dependemosdeti.Nocreoquetedescuentadeloimportantequeeresparanuestromundofeliz,talcomoestáahoraorganizado.

BeattyestrechólafláccidamanodeMontag.Éstepermanecíasentado,comosilacasasederrumbaraaalrededoryélnopudieramoverse.Mildredhabíadesaparecidoenelumbral.

—Unacosamás—dijoBeatty—.Porlomenos,unavezensucarrerasienteesacomezón. Empieza a preguntarse qué dicen los libros. Oh, hay que aplacar esacomezón,¿eh?Bueno,Montag,puedescreerme,hetenidoqueleeralgunoslibrosenmijuventud,parasaberdequétrataban.Yloslibrosnodicennada.Nadaquepuedaenseñarseocreerse.Hablandegentequeexiste,deentesimaginarios,sisetratadenovelas.Y si no lo son, aúnpeor: unprofesorque llama idiota aotro filósofoquecritica al demás allá.Y todos arman jaleo, apagan las estrellas y extinguen el sol.Unoacabaporperderse.

—Bueno,entonces,¿quéocurresiunbomberoaccidentalmente,sinproponérseloenrealidad,sellevaunlibroasucasa?

Montagsecrispó.Lapuertaabiertalemirabaconsuenormeojovacío.—Unerror lógico.Puracuriosidad—replicóBeatty—.Nonospreocupamosni

enojamosenexceso.Dejamosqueelbomberoguardeellibroveinticuatrohoras.Siparaentoncesnolohahechoél,llegamosnosotrosyloquemamos.

—Claro.LabocadeMontagestabareseca.—Bueno,Montag.¿Quierescogerhoyotroturno?¿Teveremosestanoche?—Nolosé—dijoMontag.—¿Qué?Beattysemostrólevementesorprendido.Montagcerrólosojos.—Mástardeiré.Quizá.—Desde luego, si no te presentaras, te echaríamos en falta —dijo Beatty,

guardándoselapipaenunbolsilloconexpresiónpensativa.«Nuncavolveréacomparecerporallí»,pensóMontag.

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—Bueno,quetealivies—dijoBeatty.Diolavueltaysemarchó.

MontagvigilóporlaventanalapartidadeBeattyensuvehículodebrillantecoloramarilloanaranjado,conlosneumáticosnegroscomoelcarbón.

Alotroladodelacalle,haciaabajo,lascasasseerguíanconsuslisasfachadas.¿QuéhabíadichoClarisseunatarde?«Nadadeporchesdelanteros.Mitíodicequeantessolíahaberlos.Ylagente,aveces,sesentabaporlasnochesenellos,charlandocuando así lo deseaba, meciéndose y guardando silencio cuando no quería hablar.Otrasvecespermanecíanallísentados,meditandosobrelascosas.Mitíodicequelosarquitectosprescindierondelosporchesfrontalesporqueestéticamentenoresultaban.Peromi tío asegura que éste fue sólo un pretexto.El verdaderomotivo, elmotivooculto,pudieraserquenoqueríanquelagentesesentaradeestamanera,sinhacernada,meciéndoseyhablando.Éste era el aspectomalode la vida social.Lagentehablabademasiado.Yteníatiempoparapensar.Entonces,eliminaronlosporches.Ytambién los jardines. Ya no más jardines donde poder acomodarse. Y fíjese en elmobiliario.Yanohaymecedoras.Resultandemasiadocómodas.Loqueconvieneesquelagenteselevanteyandeporahí.Mitíodice…Ymitío…Ymitío…».

Lavozdeellafueapagándose.

Montagsevolvióymiróasuesposa,quien,sentadaenmediodelasaladeestar,hablabaaunpresentadorquien,asuvez,lehablabaaella.

—Mrs.Montag—decíaél.Esto,aquelloylomásallá—.Mrs.Montag…Algomás, y vuelta a empezar. El aparato conversor, que les había costado un

centenardedólares,suministrabaautomáticamenteelnombredeellasiemprequeelpresentador se dirigía a su auditorio anónimo dejando un breve silencio para quepudieranencajar, las sílabasadecuadas.Unmezcladorespecial conseguía, también,quelaimagentelevisadadelpresentadoreneláreainmediataasuslabios,articulara,magníficamente,lasvocalesyconsonantes.Eraunamigo,nocabíalamenordudadeello,unbuenamigo.

—Mrs.Montag,ahoramirehaciaaquí.Mildredvolviólacabeza.Aunqueeraobvioquenoestabaescuchando.—Sólohayunpasoentrenoiratrabajarhoy,noiratrabajarmañanaynovolver

atrabajarnuncaenelcuarteldebomberos—dijoMontag.—Peroestanocheirásaltrabajo,¿verdad?—preguntóMildred.—Aúnno estoy decidido.En estemomento tengo la horrible sensación de que

deseodestrozartodaslascosasqueestánamialcance.—Dateunpaseoconelauto.

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—No,gracias.—Las llaves están en la mesilla de noche. Cuando me siento de esta manera,

siempre me gusta conducir aprisa. Pones el coche a ciento cincuenta por hora yexperimentasunasensaciónmaravillosa.Avecesconduzcotodalanoche,regresoalamanecerytúnitehasenterado.Esdivertidosaliralcampo.Seaplastanconejos.Aveces,perros.Veacogerelauto.

—No, ahora no me apetece. Quiero estudiar esta sensación tan curiosa.¡Caramba!¡Mehadadomuyfuerte!Noséloquees.¡Mesientotancondenadamenteinfeliz, tan furioso!E ignoroporqué tengo la impresióndeque estuvieraganandopeso.Mesientogordo.Comosihubieseestadoahorrandounaseriedecosas,yahoranosupiesecuáles.Inclusoseríacapazdeleer.

—Temeteríanenlacárcel,¿verdad?Ella le miró como si Montag estuviese detrás de la pared de cristal. Montag

empezóaponerselaropa;semovíaintranquiloporeldormitorio.—Sí,yquizáfueseunabuenaidea.Antesdequecausedañoaalguien.¿Hasoído

a Beatty? ¿Le has escuchado? Él sabe todas las respuestas. Tienes razón. Loimportanteeslafelicidad.Ladiversiónloestodo.Ysinembargo,sigoaquísentado,diciéndomequenosoyfeliz,quenosoyfeliz.

—Yosílosoy.—LoslabiosdeMildredsonrieron—.Ymeenorgullezcodeello.—Hedehaceralgo—dijoMontag—.Todavíanoséqué,peroseráalgogrande.—Estoy cansada de escuchar estas tonterías —dijo Mildred, volviendo a

concentrarsuatenciónenelpresentador.Montagtocóelcontroldevolumendelaparedyelpresentadorsequedósinvoz.—Millie.—Hizounapausa.—Éstaes tucasa lomismoque lamía.Considero

justo decirte algo. Hubiera debido hacerlo antes, pero ni siquiera lo admitíainteriormente. Tengo algo que quiero que veas, algo que he separado y escondidodurante el año pasado, de cuando, en cuando, al presentarse una oportunidad, sinsaberporqué,perotambiénsindecírtelonunca.

Montag cogió una silla de recto respaldo, la desplazó lentamente hasta elvestíbulo, cercade lapuertade entrada, se encaramóen ella, ypermanecióporunmomento como una estatua en un pedestal, en tanto que su esposa, con la cabezalevantada, le observaba. Entonces Montag levantó los brazos, retiró la reja delsistemade acondicionamiento de aire ymetió lamanomuyhacia la derechahastamoverotrahojadeslizantedemetal;después,sacóunlibro.Sinmirarlo,lodejócaeralsuelo.Volvióameter lamanoysacódos libros,bajó lamanoy losdejócaeralsuelo. Siguió actuando Y dejando caer libros pequeños, grandes, amarillos, rojos,verdes.Cuandohuboterminado,mirólaveintenadelibrosqueyacíanalospiesdesuesposa.

—Lo siento—dijo—. Nunca me había detenido meditarlo. Pero ahora parece

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comosiambosestuviésemosmetidosenesto.Mildred retrocedió como si, se viese de repente, delante de una bandada de

ratonesquehubiesesurgidodeimprovisodelsuelo.Montagoyólarápidarespiracióndeella,violapalidezdesurostroycómosus

ojos se abrían de par en par. Ella pronunció su nombre, dos, tres veces. Luego,exhalandoungemido, se adelantó corriendo, cogió un libro y se precipitó hacia elincineradordelacocina.

Montag la detuvo,mientras ella chillaba.La sujetó yMildred trató de soltarse,arañándole.

—¡No,Millie,no!¡Espera!¡Detente!Túnosabes…—¡Cállate!Laabofeteó,lacogiódenuevoylasacudió.Ellapronunciósunombreyempezóallorar.—¡Millie! —dijo Montag—. Escucha. ¿Quieres concederme un segundo? No

podemoshacernada.Nopodemosquemarlos.Quieroexaminarlos,porlomenos,unavez.Luego, si loqueel capitándice es cierto, losquemaremos juntos, créeme, losquemaremosentrelosdos.Tienesqueayudarme.—Bajólamiradahaciaelrostrodeellay,cogiéndolelabarbilla,lasujetóconfirmeza.Nosólolamiraba,sinoque,enelrostrodeella,sebuscabaasímismoeintentabaaveriguartambiénloquedebíahacer—.Tantosinosgustacomosino,estamosmetidosenesto.Duranteestosañosnotehepedidograncosa,peroahora te lopido, te lo suplico.Tenemosqueempezarenalgúnpunto,tratardeadivinarporquésentimosestaconfusión,túylamedicinaporlasnoches,yel automóvil,yyoconmi trabajo.Nosencaminamosdirectamentealprecipicio,Mildred.¡Diosmío,noquierocaerme!Estonoresultaráfácil.Notenemosnada en que apoyarnos, pero quizá podamos analizarlo, intuirlo y ayudarnosmutuamente.Nopuedesimaginarcuántotenecesitoenestemomento.Simeamasunpocoadmitirásestoduranteveinticuatro,veintiochohorasestodoloquetepido.Yluegohabráterminado.¡Teloprometotelojuro!Ysiaquíhayalgo,algoposibleentodaestacantidaddecosas,quizápodamostransmitirloaalguien.

Ellayanoforcejeaba;Montaglasoltó.Mildredretrocediótambaleándose,hastallegaralapared.Yunavezallísedeslizóyquedósentadaenelsuelo,contemplandoloslibros.Supierozabaunoy,alnotarlo,seapresuróaecharlohaciaatrás.

—Esamujerdelaotranoche,Millie…Túnoestuvisteallí.Novistesurostro.YClarisse.Nunca llegasteahablarconella.Yosí.YhombrescomoBeatty le tienenmiedo.Nopuedoentenderlo. ¿Porquéhande sentir tanto temorpor alguien comoella?Peroyo seguía colocándola a la altura de los bomberos en el cuartel, cuandoanochecomprendí,derepente,quenomegustaba,nadaenabsoluto,yquetampocoyomismomegustaba.Ypenséquequizáfuesemejorquequienesardiesenfueranlospropiosbomberos.

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—¡Guy!Elaltavozdelapuertadelacalledijosuavemente:—Mrs.Montag,Mrs.Montag,aquíhayalguien,hayalguien,Mrs.Montag,Mrs.

Montag,aquíhayalguien.Ambossevolvieronparaobservarlapuerta.Yloslibrosestabandesparramados

pordoquier,formando,incluso,montones.—¡Beatty!—susurróMildred.—Nopuedeserél.—¡Haregresado!—susurróella.Lavozvolvióallamarsuavemente:—Hayalguienaquí…—Nocontestaremos.Montagserecostóenlapared,y,luego,conlentitud,fueresbalandohastaquedar

encuclillas.Entoncesempezóaacariciarloslibros,distraídamente,conelpulgaryelíndice.Seestremecíay,porencimadetodo,deseabavolveraguardarloslibrosenelhueco del ventilador, pero comprendió que no podría enfrentarse de nuevo conBeatty.Montagacabóporsentarse,entantoquelavozdelapuertadelacallevolvíaahablar,conmayorinsistencia.Montagcogiódelsuelounvolumenpequeño.

—¿Por dónde empezamos?—Abrió amedias un libro y le echóuna ojeada—.Supongoquetendremosqueempezarporelprincipio.

—Élvolverá—dijoMildred—,ynosquemaráanosotrosyaloslibros.Lavozdelapuertadelacallefueapagándoseporfin.Reinóelsilencio.Montag

sentía la presencia de alguien al otro lado de la puerta, esperando, escuchando.Luego,oyóunospasosquesealejaban.

—Veamosloquehayaquí—dijoMontag.Balanceóestaspalabrasconterribleconcentración.Leyóunadocenadepáginas

salteadasy,porúltimo,encontróesto:—Se ha calculado que, en épocas diversas, once mil personas han preferido

morirquesometersearomperloshuevosporsuextremomásafilado.Mildredselequedómirandodesdeelotroladodelvestíbulo.—¿Quésignificaesto?¡Carecedesentido!¡Elcapitánteníarazón!—Bueno, bueno —dijo Montag—. Volveremos a empezar. Esta vez por el

principio.

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SegundaParte:LaCribaylaArena

Ambosleyerondurantetodalalargatarde,mientraslafríalluviadenoviembrecaíasobre la silenciosa casa. Permanecieron sentados en el vestíbulo, porque la sala deestaraparecíavacíaypocoacogedoraensusparedesiluminadasdeconfetinaranjayamarillo,ycohetes,ymujeresentrajesdelamédorado,yhombresdefracsacandoconejos de sombreros plateados. La sala de estar resultaba muerta, y Mildred lelanzabacontinuaseinexpresivasmiradas,entantoqueMontagandabadeunladoalotrodelvestíbuloparaagacharseyleerunapáginaenvozalta.

Nopodemosdeterminarelmomentoconcretoenquenace laamistad.Comoalllenar un recipiente gota a gota, hay una gota final que lo hace desbordarse, delmismomodo, en una serie de gentilezas hay una final que acelera los latidos delcorazón…

Montagsequedóescuchandoelruidodelalluvia.—¿Era eso lo que había en esa muchacha de al lado? ¡He tratado de

comprenderlo!—Ellahamuerto.PoramordeDios,hablemosdealguienqueestévivo.Montagnomiróasuesposaalatravesarelvestíbuloydirigirsealacocina,donde

permaneciómuchorato,observandocómolalluviagolpeabaloscristales.Después,regresóalaluzgrisáceadelvestíbuloyesperóaquesecalmaraeltemblorquesentíaentodosucuerpo.

Abrióotrolibro.—Eltemafavorito,yo.Miródereojoalapared.—Eltemafavorito,yo.—Esosíquenoloentiendo—dijoMildred.—Peroel temafavoritodeClarissenoeraella.Eracualquierotro,yyo.Fue la

primerapersonaquehe llegadoaapreciarenmuchosaños.Fue laprimerapersonaquerecuerdequememirasecaraacara,comosifueseimportante.—Montagcogiólos dos libros—. Esos hombres llevanmuertosmucho tiempo, pero yo sé que suspalabrasseñalan,deunauotramanera,aClarisse.

Porelexteriordelapuertadelacalle,enlalluvia,seoyóunlevearañar.Montagseinmovilizó.VioqueMildredseechabahaciaatrás,contralapared,y

lanzabaunaexclamaciónahogada.—Estácerrada.—Hayalguien…Lapuerta…¿Porquélavoznonosdice…?Pordebajodelapuerta,unolfateolento,unaexhalacióndecorrienteeléctrica.Mildredseechóareír.—¡Noesmásqueunperro!¿Quieresqueloahuyente?

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—¡Quédatedondeestás!Silencio.Lafríalluviacaía.Yeloloraelectricidadazulsoplandopordebajode

lapuertacerrada.—Sigamostrabajando—dijoMontag.Mildredpegóunapatadaaunlibro.—Loslibrosnosongente.Túleesyyoestoysinhacernada,peronohaynadie.Montagcontemplólasaladeestar,totalmenteapagadaygriscomolasaguasde

unocéanoquepodíanestarllenasdevidasiseconectabaelsolelectrónico.—Encambio—dijoMildred—,mi«familia»siesmigente.Mecuentancosas.

¡Meríoyellosseríen!¡Yloscolores!—Sí,losé.—Y, además, si el capitánBeatty se enterase de lo de esos libros…—Mildred

recapacitó.Surostromostrósorpresay,después,horror—.¡Podríaveniryquemarlacasayla«familia»!¡Estoeshorrible!Piensaennuestrainversión.¿Porquéhedeleeryo?¿Paraqué?

—¡Paraqué!¡Porqué!—exclamóMontag—.Laotranochevi laserpientemásterribledelmundo.Estabamuertay, almismo tiempo,viva.Fue en elHospital deUrgencia donde llenaron un informe sobre todo lo que la serpiente sacó de ti.¿Quieresirycomprobarsuarchivo?QuizásencontrasesalgobajoGuyMontagotalvez bajo Miedo o Guerra. ¿Te gustaría ir a esa casa que quemamos anoche? ¡Yremoverlascenizasbuscandoloshuesosdelamujerqueprendiófuegoasupropiacasa! ¿Qué me dices de Clarisse McClellan? ¿Dónde hemos de buscarla? ¡En eldepósito!¡Escucha!

Losbombarderosatravesaronelcielo,sobrelacasa,silbando,murmurando,comounventiladorinmensoeinvisiblequegiraraenelvacío.

—¡VálgameDios!—dijoMontag—.Siempretantoschismesdeésosenelcielo.¿Cómodiantresestánesosbombarderosahíarribacadasegundodenuestrasvidas?¿Porquénadiequierehablaracercadeello?Desde1960, iniciamosyganamosdosguerrasatómicas.¿Nosdivertimostantoencasaquenoshemosolvidadodelmundo?¿Acasosomostanricosyelrestodelmundotanpobrequenonospreocupamosdeellos? He oído rumores. El mundo padece hambre, pero nosotros estamos bienalimentados.¿Esciertoqueelmundotrabajaduramentemientrasnosotrosjugamos?¿Es por eso que se nos odia tanto? También he oído rumores sobre el odio, hacemuchísimotiempo.¿Sabestúporqué?¡Yono,desdeluego!Quizáloslibrospuedansacarnos amedias del agujero.Tal vezpudieran impedirnos que cometiéramos losmismos funestos errores.No esos estúpidos en tu sala de estar hablando de,Dios,Millie,¿notedascuenta?Unahoraaldía,horasconestoslibros,ytalvez…

Sonóelteléfono.Mildreddescolgóelaparato.—¡Ann!—Seechóareír.—¡Sí,elPayasoBlancoactúaestanoche!

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Montagseencaminóalacocinaydejóellibroabajo…«Montag—sedijo—,eresverdaderamenteestúpido¿Adóndevamosdesdeaquí?

¿Devolveremosloslibros,losolvidamos?»Abrióellibro,noobstantelarisadeMildred.«¡PobreMillie!—pensó—. ¡PobreMontag!También para ti carece de sentido.

Pero,¿dóndepuedesconseguirayuda,dóndeencontraraunmaestroaestasalturas?»Aguardó.Montagcerrólosojos.Sí,desdeluego.Volvióaencontrarsepensando

en el verde parque un año atrás. Últimamente, aquel pensamiento había acudidomuchasvecesasumente,pero,enaquelmomento,recordóconclaridadaqueldíaenelparquedelaciudad,cuandovioaaquelviejovestidodenegroqueocultabaalgo,conrapidez,bajosuchaqueta.Elviejoselevantódeunsalto,comosisedispusieseaecharacorrer.YMontagdijo:

—¡Espere!—¡Nohehechonada!—gritóelviejo,tembloroso.—Nadiehadicholocontrario.Sin decir una palabra, permanecieron sentados un momento bajo la suave luz

verdosa;y,luego,hablódeltiempo,respondiendoelviejoconvozdescolorida.Fueun extraño encuentro. El viejo admitió ser un profesor de Literatura retirado que,cuarenta años atrás, se quedó sin trabajo cuando la última universidad de ArtesLiberalescerróporfaltadeestudiantes.SellamabaFaber,y,cuandoporfindejódetemeraMontag,hablóconvozllenadecadencia,contemplandoelcielo,losárbolesyelexuberanteparque;yalcabodeunahoradijoalgoaMontag,yéstesediocuentadequeeraunpoemasinrima.Después,elviejoaúnsemostrómásaudazydijoalgo,ytambiénsetratabadeunpoema.Faberapoyóunamanosobreelbolsilloizquierdodesuchaquetaypronunciólaspalabrasconsuavidad,yMontagcomprendióque,sialargabalamano,sacaríadelbolsillodelviejounlibrodepoesías.Peronolohizo.Susmanospermanecieronsobresusrodillas,entumecidaseinútiles.

—Nohablodecosas, señor—dijoFaber—.Hablodelsignificadode lascosas.Mesientoaquíyséqueestoyvivo.

Enrealidad,eso fue todo.Unahorademonólogo,unpoema,uncomentario;y,luego,sinnisiquieraaludirelhechodequeMontagerabombero,Faber,conciertotemblor,escribiósudirecciónenunpedacitodepapel.

—Parasuarchivo—dijo—,enelcasodequedecidaenojarseconmigo.—Noestoyenojado—dijoMontagsorprendido.Mildredrióestridentementeenelvestíbulo.Montag fue al armario de su dormitorio y buscó en su pequeño archivo, en la

carpeta titulada: FUTURAS INVESTIGACIONES (?). El nombre de Faber estabaallí.Montagnolohabíaentregado,niborrado.

Marcó el número de un teléfono secundario. En el otro extremo de la línea, el

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altavoz repitió el nombre de Faber una docena de veces antes de que el profesorcontestara con voz débil. Montag se identificó y fue correspondido con unprolongadosilencio.

—Dígame,Mr.Montag.—Profesor Faber, quiero hacerle una pregunta bastante extraña. ¿Cuántos

ejemplaresdelaBibliaquedanenestepaís?—¡Nosédequémeestáhablando!—Quierosabersiquedaalgúnejemplar.—¡Esto es una trampa! ¡No puedo hablar con el primero que me llama por

teléfono!—¿CuántosejemplaresdeShakespeareydePlatón?—¡Ninguno!Losabetanbiencomoyo.¡Ninguno!Fabercolgó.Montag dejó el aparato. Ninguno. Ya lo sabía, desde luego, por las listas del

cuarteldebomberos.Pero,sinembargo,quisooírlodelabiosdelpropioFaber.Enelvestíbulo,elrostrodeMildredestaballenodeexcitación.

—¡Bueno,lasseñorasvanavenir!Montagleenseñóunlibro.—ÉsteeselAntiguoyelNuevoTestamento,y…—¡Noempiecesotravezconeso!—Podríaserelúltimoejemplarenestapartedelmundo.—¡Tienesquedevolverloestamismanoche!ElcapitánBeattysabequelotienes,

¿noesasí?—No creo que sepa qué libro robé. Pero, ¿cómo escojo un sustituto? ¿Deberé

entregar aMr. Jefferson? ¿AMr. Thoreau? ¿Cuál esmenos valioso? Si escojo unsustitutoyBeattysabequélibrorobésupondráquetengotodaunabibliotecaaquí.

Mildredcontrajoloslabios.—¿Vesloqueestáshaciendo?¡Nosarruinarás!¿Quiénesmásimportante,yoo

esaBiblia?Empezaba a chillar, sentada como unamuñeca de cera que se derritiese en su

propiocalor.LeparecíaoírlavozdeBeatty.—Siéntate,Montag.Observa.Delicadamente,comopétalosdeunaflor.Cadauna

seconvierteenunamariposanegra.Hermoso,¿verdad?Enciende la tercerapáginaconlasegundayasísucesivamente,quemandoencadena,capítuloporcapítulo,todaslas cosas absurdas que significan las palabras, todas las falsas promesas, todas lasideasdesegundamanoylasfilosofíasestropeadasporeltiempo.

Beattyestabasentadoallílevementesudoroso,mientraselsueloaparecíacubiertodeenjambresdepolillasnuevasquehabíanmuertoenunamismatormenta.

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Mildred dejó de chillar tan bruscamente como había empezado.Montag no laescuchaba.

—Sólohay una cosa que hacer—dijo—.Antes de que llegue la noche y debaentregarellibroaBeatty,tengoqueconseguirunduplicado.

—¿Estarás aquí esta noche para ver al Payaso Blanco y a las señoras quevendrán?—preguntóMildred.

Montagsedetuvojuntoalapuerta,deespaldas.—Millie…Unsilencio.—¿Qué?—Millie,¿tequiereelPayasoBlanco?Nohuborespuesta.—Millie,te…—Montagsehumedecióloslabios—¿Tequieretu«familia»?¿Te

quieremuchísimo,contodaelalmayelcorazón,Millie?Montagsintióqueellaparpadeabalentamente.—¿Porquémehacesunapreguntatantonta?Montagsintiódeseosdellorar,peronadaocurrióensusojosoensuboca.—Sivesaeseperroahífuera—dijoMildred—,pégaleunpuntapiédepartemía.Montagvaciló,escuchójuntoalapuerta.Laabrióysalió.Lalluviahabíacesadoyelsolaparecíaenelclarocielo.Lacalle,elcéspedyel

porcheestabanvacíos.Montagexhalóungransuspiro.Cerró,dandounportazo.

Estabaenel«Metro».«Me siento entumecido—pensó—. ¿Cuándo ha empezado ese entumecimiento

enmi rostro, enmi cuerpo?Lanoche enque, en la oscuridad, di unpuntapié a labotelladepíldoras,yfuecomosihubierapisadounaminaenterrada.

»Elentumecimientodesaparecerá.Haráfaltatiempo,peroloconseguiré,oFaberlo hará por mí. Alguien, en algún sitio, me devolverá el viejo rostro y las viejasmanostalcomohabíansido.Inclusolasonrisa—pensó—,laviejayprofundasonrisaquehadesaparecido.Sinellaestoyperdido.»

El convoy pasó veloz frente a él, crema, negro, crema, negro, números yoscuridad,másoscuridadyeltotalsumándoseasímismo.

Enunaocasión,cuandoniño,sehabíasentadoenunadunaamarillenta juntoalmar,bajoelcieloazulyelcalordeundíadeverano,tratandodellenardearenaunacriba, porqueunprimocruel habíadicho:«Llena esta criba, yganarásun real.»Ycuantomás aprisa echaba arena,más velozmente se escapaba ésta produciendo uncálidosusurro.Ledolíanlasmanos,laarenaardía,lacribaestabavacía.Sentadoallí,en pleno mes de julio, sin un sonido, sintió que las lágrimas resbalaban por susmejillas.

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Ahora,entantoqueel«Metro»neumáticolellevabavelozmenteporelsubsuelomuertodelaciudad,MontagrecordólalógicaterribledeaquellacribabajólamiradayvioquellevabalaBibliaabierta.Habíagenteenel«Metro»,peroélcontinuóconellibroenlamano,yseleocurrióunaideaabsurda:«Sileesaprisayloleestodo,quizáuna parte de la arena permanezca en la criba.» PeroMontag leía y las palabras leatravesaban y pensó: «Dentro de unas pocas horas estará Beatty y estaré yoentregándoleesto,demodoquenodebeescapársemeningunafrase.Cadalíneahadeserrecordada.Meobligaréahacerlo.»Apretóellibroentresuspuños.

Tocaronlastrompetas.«DentífricoDenham.»«Cállate—pensóMontag—.Consideralosliriosenelcampo.»«DentífricoDenham.»«Nomancha…»«Dentífrico…»«Consideralosliriosenelcampo,cállate,cállate.»«¡Denham!»Montagabrióviolentamenteellibro,pasólaspáginasylaspalpócomosifuese

ciego,fijándoseenlaformadelasletrasindividuales,sinparpadear.«Denham.Deletreando:D-e-n…»«Nomancha,nitampoco…»Unfierosusurrodearenacalienteatravésdelacribavacía.¡«Denham»loconsigue!«Consideraloslirios,loslirios,loslirios…»«DetergenteDentalDenham.»—¡Calla,calla,calla!Eraunasúplica,ungritotanterriblequeMontagseencontródepie,mientraslos

sorprendidospasajerosdelvagónlemiraban,apartándosedeaquelhombrequeteníaexpresión de demente, la boca contraída y reseca, el libro abierto en su puño. Lagenteque,unmomentoantes,habíaestadosentada,llevandoconlospieselritmode«Dentífrico Denham», «Duradero Detergente Dental Denham», «DentífricoDenham»,Dentífrico,Dentífrico,uno,dos,uno,dos,unodostres,unodos,unodostres. La gente cuyas bocas habían articulado apenas las palabras Dentífrico,Dentífrico, Dentífrico. La radio del «Metro» vomitó sobre Montag, como unarepresalia,unacargacompletademúsicacompuestadehojalata,cobre,plata,cromoylatón.Lagenteeraforzadaalasumisión;nohuía,nohabíasitiodondehuir;elgranconvoyneumáticosehundióenlatierradentrodesutubo.

—Liriosdelcampo.«Denham.»«¡Hedicholirios!»

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Lagentemiraba.—Llamenalguardián.—Estehombreestáido…«¡KnollWiew!»Eltrenprodujounsiseoaldetenerse.«¡KnollWiew!»Ungrito.«Denham.»Unsusurro.LoslabiosdeMontagapenassemovían.—Lirios…La puerta del vagón se abrió produciendo un silbido. Montag permaneció

inmóvil.Lapuertaempezóacerrarse.Entonces,Montagpasódeunsaltojuntoalospasajeros,chillandointeriormenteysezambulló,enúltimomomento,porlarendijaque dejaba la puerta corrediza. Corrió hacia arriba por los túneles, ignorando lasescaleras mecánicas, porque deseaba sentir cómo movían sus pies, cómo sebalanceabansusbrazos,sehinchabanycontraíansuspulmones,cómoseresecabasugarganta en el aire.Una voz fue apagándose detrás de él: «Denham,Denham».Eltrensilbócomounaserpienteydesaparecióensuagujero.

—¿Quiénes?—Montag.—¿Quédesea?—Déjemepasar.—¡Nohehechonada!—¡Estoysolo,malditasea!—¿Lojura?—¡Lojuro!Lapuertaseabriólentamente.Faberatisbó,parecíamuyviejo,muyfrágilymuy

asustado. Él tenía aspecto de no haber salido de la casa en años. Él y las paredesblancasdeyesodelinterioreranmuysemejantes.Habíablancuraenlapulpadesuslabios, en sus mejillas, y su cabello era blanco, mientras sus ojos se habíandescubierto,adquiriendounvagocolorazulblancuzco.Luego,sumiradasefijóenellibro que Montag llevaba bajo el brazo, y ya no pareció tan viejo ni tan frágil.Lentamente,sumiedodesapareció.

—Losiento.Unohadetenercuidado.MiróellibroqueMontagllevababajoelbrazoynopudocallar.—Demodoqueescierto.Montagentró.Lapuertasecerró.—Siéntese.Faberretrocedió,comotemiendoqueellibropudieradesvanecersesiapartabade

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él su mirada. A su espalda, la puerta que comunicaba con un dormitorio estabaabierta,yenesahabitaciónhabíaesparcidosdiversosfragmentosdemaquinaria,asícomoherramientasdeacero.MontagsólopudolanzarunaojeadaantesdequeFaber,al observar la curiosidaddeMontag, sevolviese rápidamente, cerrara lapuertadeldormitorio y sujetase el pomo con mano temblorosa. Su mirada volvió a fijarse,insegura,enMontag,quiensehabíasentadoyteníaellibroensuregazo.

—Ellibro…¿Dóndeloha…?—Loherobado.Porprimeravez,FaberenarcólascejasymiródirectamentealrostrodeMontag.—Esustedvaliente.—No—dijoMontag—.Miesposaestámuriéndose.Unaamigamíahamuerto

ya. Alguien que hubiese podido ser un amigo, fue quemado hace menos deveinticuatrohoras.Ustedeselúnicoquemeconstapodríaayudarme.Aver.Aver…

LasmanosdeFabersemovieroninquietassobresusrodillas.—¿Mepermite?Disculpe.Montagleentregóellibro.—Hacemuchísimotiempo.Nosoyunapersonareligiosa.Perohacemuchísimo

tiempo.—Faberfuepasandolaspáginas,deteniéndoseaquíyallíparaleer.—Estanbueno como creo recordar. Dios mío, de qué modo lo han cambiado en nuestros«salones».Cristoesunodela«familia».Amenudo,mepreguntosireconoceráaSupropioHijo tal como lo hemos disfrazado. Ahora, es un caramelo dementa, todoazúcaryesencia,cuandonohacereferenciasveladasaciertosproductoscomercialesquetodofielnecesita imprescindiblemente.—Faberolisqueóel libro—.¿Sabíaquelos libros huelen a nuezmoscada o a alguna otra especia procedente de una tierralejana?Deniño,meencantabaolerlos.¡Diosmío!Enaquellaépoca,habíaunaseriedelibrosencantadores,antesdequelosdejáramosdesaparecer.—Faberibapasandolaspáginas—.Mr.Montag,estáustedviendoauncobarde.Hacemuchísimotiempo,vi cómo iban las cosas. No dije nada. Soy uno los inocentes que hubiese podidolevantarlavozcuandonadieestabadispuestoaescucharalos«culpables»,peronohablé y, de este modo, me convertí, a mi vez un culpable. Y cuando, por fin,establecieron el mecanismo para quemar los libros, por medio de los bomberos,rezonguéunascuantasvecesymesometí,porqueyanohabíaotrosquerezongaranogritaranconmigo.Ahoraesdemasiadotarde.—FabercerrólaBiblia—.Bueno,¿ysimedijeraparaquéhavenido?

—Nadie escucha ya. No puedo hablar a las paredes porque éstas estánchillándomeamí.Nopuedohablarconmiesposa,porqueellaescuchaalasparedes.Sóloquieroalguienqueoigaloquetengoquedecir.Yquizássihablolosuficiente,digaalgoconsentido.Yquieroquemeenseñeustedacomprenderloqueleo.

FaberexaminóeldelgadorostrodeMontag.

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—¿Cómo ha recibido esta conmoción? ¿Qué le arrancado la antorcha de lasmanos?

—Nolosé.Tenemostodolonecesarioparaserfelices,peronolosomos.Faltaalgo. Miré a mi alrededor. Lo único que me constaba positivamente que habíadesaparecidoeranloslibrosqueheayudadoaquemarendiezodoceaños.Así,pues,hepensadoqueloslibrospodríanservirdeayuda.

—Esustedunrománticosinesperanza—dijoFaber—.Resultaríadivertidosinofuesetangrave.Nosonlibrosloqueustednecesita,sinoalgunadelascosasqueenuntiempoestuvieronenloslibros.Elmismodetalleinfinitoylasmismasenseñanzaspodríanserproyectadosa travésderadiosy televisores,peronoloson.No,no:nosonlibrosloqueustedestábuscando.Búsquelodondepuedaencontrarlo,enviejosdiscos,enviejaspelículasyenviejosamigos;búsqueloenlaNaturalezaybúsqueloporsímismo.Loslibrossóloeranuntipodereceptáculodondealmacenábamosunaseriedecosasquetemíamosolvidar.Nohaynadamágicoenellos.Lamagiasóloestáen loquedicen los libros, en cómounían losdiversos aspectosdelUniversohastaformarunconjuntoparanosotros.Desdeluego,ustednopuedesaberesto,siguesinentenderloquequierodecirconmispalabras.Intuitivamente,tieneustedrazón,yesoesloqueimporta.Faltantrescosas.

»Primera: ¿Sabe por qué libros como éste son tan importantes? Porque tienencalidad. Y, ¿qué significa la palabra calidad? Paramí, significa textura. Este librotieneporos,tienefacciones.Estelibropuedecolocarsebajoelmicroscopio.Atravésde la lente encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión.Cuantosmásporos,másdetallesdelavidaverídicamenteregistradospuedeobtenerdecadahojadepapel,cuantomás«literario»sevea.En todocaso,ésaesmidefinición.Detallerevelador. Detalle reciente. Los buenos escultores tocan la vida a menudo. Losmediocressólopasanapresuradamentelamanoporencimadeella.Losmalosviolanyladejanporinútil.

»¿Sedancuenta,ahora,deporqué los librossonodiadosy temidos?Muestranlosporosdelrostrodelavida.Lagentecomodonasólodeseacarasdelunallena,sinporos,sinpelo,inexpresivas.Vivimosenunaépocaenquelasflorestratandevivirdeflores,enlugardecrecergraciasalalluviayalnegroestiércol.Inclusolosfuegosartificiales, pese a su belleza, proceden de la química de la tierra.Y, sin embargo,pensamos que podemos crecer, alimentándonos con flores y fuegos artificiales, sincompletarelciclo,deregresoalarealidad.ConoceráustedlaleyendadeHérculesydeAnteo,gigantescoluchador,cuyafuerzaeraincreíbleentantoestabafirmementeplantadoentierra.PerocuandoHérculeslosostuvoenelaire,sucumbiófácilmente.Sienesta leyendanohayalgoquepuedeaplicarseanosotros,hoy,enestaciudad,entoncesesqueestoycompletamenteloco.Bueno,ahíestáloprimeroquehedichoquenecesitábamos.Calidad,texturadeinformación.»

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—¿Ylosegundo?—Ocio.—Oh,disponemosdemuchashorasdespuésdeltrabajo.—Dehorasdespuésdeltrabajo,sí,pero,¿ytiempoparapensar?Sinoseconduce

unvehículoacientocincuentakilómetrosporhora,demodoquesólopuedepensarseenelpeligroquesecorre,seestáinterviniendoenalgúnjuegooseestásentadoenunsalón, donde es imposiblediscutir con el televisor de cuatroparedes. ¿Porqué?Eltelevisores«real».Esinmediato,tienedimensión.Tediceloquedebespensarytelodiceagritos.Hadetenerrazón.Parecetenerla.Tehostigatanapremiantementeparaque aceptes tus propias conclusiones, que tumente no tiene tiempo para protestar,paragritar:«¡Quétontería!»

—Sólola«familia»esgente.—¿Quédice?—Miesposaafirmaqueloslibrosnoson«reales».—YgraciasaDiosporello.Unopuedecerrarlos,decir«Aguardaunmomento.»

UnoactúacomounDios.Pero,¿quiénsehaarrancadoalgunavezdelagarraquelesujetaunavezsehainstaladoenunsalóncontelevisor?¡Ledaaunolaformaquedesea!Esmedioambientetanauténticocomoelmundo.Seconvierteyeslaverdad.Loslibrospuedensercombatidosconmotivo.Pero,contodosmisconocimientosyescepticismo, nunca he sido capaz de discutir con una orquesta sinfónica de uncentenar de instrumentos, a todo color, en tres dimensiones, y formando parte, almismotiempo,deesosincreíblessalones.Comove,misalónconsisteúnicamenteencuatroparedesdeyeso.Yaquítengoesto—mostródospequeñostaponesdegoma—.Paramisorejascuandoviajoenel«Metro».

—«DentífricoDenham»; nomancha, ni se reseca—dijoMontag, con los ojoscerrados—.¿Adóndeiremosaparar?¿Podríanayudarnosloslibros?

—Sólo si la tercera condición necesaria pudiera sernos concedida. La primera,como he dicho, es calidad de información. La segunda, ocio para asimilarla. Y latercera: el derecho a emprender acciones basadas en lo que aprendemos por lainteracciónoporlaacciónconjuntadelasotrasdos.Ymecuestacreerqueunviejoyunbomberoarrepentidopuedenhacergrancosaenunasituacióntanavanzada…

—Puedoconseguirlibros.—Correustedunriesgo.—Eso es lo bueno de estar moribundo. Cuando no se tiene nada que perder,

puedencorrersetodoslosriesgos.—¡Acaba de decir usted una frase interesante!—dijo, riendo, Faber—. Incluso

sinhaberlaleído.—Enloslibroshaycosasasí.Peroéstasemehaocurridoamísolo.—Tantomejor.Nolahainventadoparamíoparanadienisiquieraparasímismo.

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Montagseinclinóhaciadelante.—Estatarde,semehaocurridoquesiresultabaqueloslibrosmerecíanlapena,

podíamosconseguirprensaeimprimiralgunosejemplares…—¿Podríamos?—Ustedyyo.—¡Oh,no!Faberseirguióensuasiento.—Déjemequeleexpliquemiplan…—Siinsisteencontármelo,deberépedirlequesemarche.—Pero,¿noestáustedinteresado?—No,siempiezaahablardealgoquepodríahacermeterminarentrelasllamas.

Sólo podría escucharle, si la estructura de los bomberos pudiese arder, a su vez.Ahora bien, si sugiere usted que imprimamos algunos libros y nos las arreglemospara esconderlos en los cuarteles de bomberos de todo el país, de modo que lassospechascayesensobreesosincendiarios,diría:¡Bravo!

—Dejarloslibros,darlaalarmayvercómoardenloscuartelesdebomberos.¿Esesoloquequieredecir?

FaberenarcólascejasymiróaMontagcomosiestuvieseviendoaotrohombre.—Estababromeando.—Sicreequevaldríalapenaintentareseplan,tendríaqueaceptarsupalabrade

quepodríaayudarnos.—¡Noesposiblegarantizarcosasasí!Despuésdetodo,cuandotuviésemostodos

los libros que necesitásemos, aún insistiríamos en encontrar el precipiciomás altoparalanzarnosalvacío.Peronecesitamosunrespirador.Necesitamosconocimientos.Ytalvezdentrodeunmillardeaños,podríamosencontrarbarrancosmáspequeñosdesde los que saltar. Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos quesomos.SonlaguardiapretorianadeCésar,susurrandomientrastienelugareldesfileporlaavenida:«Recuerda,César,eresmortal.»Lamayoríadenosotrosnopodemosandarcorriendoporahí,hablandocontodoelmundo,niconocertodaslasciudadesdel mundo, pues carecemos de dinero o de amigos. Lo que usted anda buscando,Montag,estáenelmundo,peroelúnicomedioparaqueunapersonacorrienteveaelnoventaynueveporcientodeelloestáenunlibro.Nopidagarantías.Ynoesperesersalvado por alguna cosa, persona, máquina o biblioteca. Realice su propia laborsalvadora,ysiseahoga,muera,porlomenos,sabiendoquesedirigíahacialaplaya.

Faberselevantóyempezóapasearporlahabitación.—¿Bien?—preguntóMontag.—¿Hablacompletamenteenserio?—Completamente.—Esunplaninsidioso,siesquepuedodecirlo.—Fabermiró,nervioso,haciala

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puertade sudormitorio—.Ver los cuartelesdebomberosardiendoen todoelpaís,destruidoscomonidosdetraición.¡Lasalamandradevorandosurabo!¡Oh,Dios!

—Tengouna lista de todas las residencias de bomberos.Conun poco de laborsubterránea…

—Noesposibleconfiarenlagente,esoeslomalodelcaso.¿Quién,ademásdeustedyyo,prenderáesosfuegos?

—¿No hay profesores como usted, antiguos escritores, historiadores,lingüistas…?

—Hanmuertoosonmuyviejos.—Cuantomás viejos, mejor. Pasarán inadvertidos. Usted conoce a docenas de

ellos,admítalo.—¡Oh, hay muchos actores que no han interpretado a Pirandello, a Shaw o a

Shakespeare desde años porque sus obras son demasiado conscientes del mundo.Podríamos utilizar el enojo de éstos.Y podríamos emplear la rabia honesta de loshistoriadores que no han escrito una línea desde hace cuarenta años. Es verdad,podríamosorganizarclasesdemeditaciónydelectura.

—¡Sí!—Pero eso sólo serviría para mordisquear los bordes. Toda la cultura está

deshecha. El esqueleto necesita un nuevo andamiaje y una nueva reconstitución.¡VálgameDios!No es tan sencillo como recoger un libro que se dejó hacemediosiglo.Recuerde, los bomberos casi nunca actúan.El público ha dejado de leer porpropia iniciativa. Ustedes, los bomberos, constituyen un espectáculo en el que, decuandoencuando,seincendiaalgúnedificio,ylamultitudsereúneacontemplarlabonitahoguera,pero,enrealidad,setratadeunespectáculodesegundafila,apenasnecesarioparamantenerladisciplina.Demodoquemuypocosdeseanyarebelarse.Y,deesospocos,lamayoría,comoyo,seasustanconfacilidad.¿PuedeustedandarmásaprisaqueelPayasoBlanco,gritarmásaltoque«Mr.Gimmick»ylas«familias»delasaladeestar?Sipuede,seabrirácamino,Montag.Encualquiercaso,esusteduntonto.Lagentesedivierte.

—¡Seestásuicidando,asesinando!Un vuelo de bombarderos había estado desplazándose hacia el Este, mientras

ellos hablaban, y sólo entonces los dos hombres callaron para escuchar, sintiendoresonardentrodesímismoselpenetrantezumbidodelosreactores.

—Paciencia,Montag.Quelaguerraeliminealas«familias».Nuestracivilizaciónestádestrozándose.Apártesedelacentrífuga.

—Cuandoacabeporestallar,alguientienequeestarpreparado.—¿Quién? ¿Hombres que reciten aMilton? ¿Qué digan: recuerdo a Sófocles?

¿Recordando a los supervivientes que el hombre tiene también ciertos aspectosbuenos?Loúnicoqueharánserá reunir suspiedrasparaarrojárselas losunosa los

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otros. Váyase a casa,Montag. Váyase a la cama. ¿Por qué desperdiciar sus horasfinales,dandovueltasensujaulayafirmandoquenoesunaardilla?

—Así,pues,¿yanoleimportanada?—Meimportatantoqueestoyenfermo.—¿Ynoquiereayudarme?—Buenasnoches,buenasnoches.Las manos de Faber recogieron la Biblia. Montag vio esta acción y quedó

sorprendido.—¿Desearíaposeeresto?Faberdijo:—Daríaelbrazoderechoporella.Montag permaneció quieto, esperando a que ocurriera algo. Susmanos, por sí

solas,comodoshombresquetrabajaranjuntos,empezaronaarrancarlaspáginasdellibro.Lasmanosdesgarraronlacubiertay,después,laprimeraylasegundapágina.

—¡Estúpido!¿Quéestáhaciendo?Faber se levantó de un salto, como si hubiese recibido un golpe. Cayó sobre

Montag. Éste le rechazó y dejó que sus manos prosiguieran. Seis páginas máscayeronalsuelo.MontaglasrecogióyagitóelpapelbajolasnaricesdeFaber.

—¡No,oh,nolohaga!—dijoelviejo.—¿Quiénpuedeimpedírmelo?Soybombero.¡Puedoquemarlo!Elviejoselequedómirando.—Nuncaharíaeso.—¡Podría!—Ellibro.Nolodesgarremás.—Fabersederrumbóenunasilla,conelrostro

muy pálido y la boca temblorosa—. No haga que me sienta más cansado. ¿Quédesea?

—Necesitoquemeenseñe.—Estábien,estábien.Montagdejóel libro.Empezóa recogerelpapelarrugadoyaalisarlo,en tanto

queelviejolemirabaconexpresióndecansancio.Fabersacudiólacabezacomosiestuviesedespertandoenaquelmomento.

—Montag,¿tienedinero?—Unpoco.Cuatrocientosoquinientosdólares,¿porqué?—Tráigalos.Conozcoaunhombreque,hacemediosiglo,imprimióeldiariode

nuestraUniversidad.Fueel añoenque, al acudir a la clase, alprincipiodelnuevosemestre,sóloencontréaunestudiantequequisieraseguirelcursodramático,desdeEsquilohastaO'Neil¿Love?Eracomounahermosaestatuadehieloquesederritierabajo el sol. Recuerdo que los diarios morían como gigantescas mariposas. Nointeresabananadie.Nadielesechabaenfalta.YelGobierno,aldarsecuentadelo

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ventajoso que era que la gente leyese sólo acerca de labios apasionados y depuñetazosenelestómago,redondeólasituaciónconsusdevoradoresllameantes.Demodo,Montag,quehayeseimpresorsintrabajo.Podríamosempezarconunospocoslibros, y esperar a que la guerra cambiara las cosas y nos diera el impulso quenecesitamos.Unascuantasbombas,yenlasparedesdetodaslascasaslas«familias»desapareceráncomoratasasustadas.Enelsilencio,nuestrosusurropudieraseroído.

Ambossequedaronmirandoellibroquehabíaenlamesa.—He tratado de recordar—dijoMontag—. Pero ¡diablo!, en cuanto vuelvo la

cabeza, lo olvido. ¡Dios! ¡Cuánto deseo tener algo que decir al capitán! Ha leídobastante,ysesabetodaslasrespuestas,oloparece.Suvozescomoalmíbar.Temoque me convenza para que vuelva a ser como era antes. Hace sólo una semana,mientrasrociabaconpetróleounoslibros,pensaba:«¡Caramba,quédivertido!»

Elviejoasintióconlacabeza.—Losquenoconstruyendebendestruir.EsalgotanviejocomolaHistoriayla

delincuenciajuvenil.—Demodoqueesoesloqueyosoy.—Entodosnosotroshayalgodeello.Montagsedirigióhacialapuertadelacalle.—¿Puedeayudarmedealgúnmodoparaestanoche,conmicapitán?Necesitoun

paraguasquemeprotejadelalluvia.Estoytanasustadoquemeahogarésivuelveameterseconmigo.

Elviejonodijonada,ymiróotravezhaciasudormitorio,muynervioso.Montagcaptólamirada.—¿Bien?Elviejo inspiróprofundamente, retuvoel alientoy, luego, lo exhaló.Repitió la

operación,conlosojoscerrados,labocaapretada,y,porúltimo,soltóelaire.—Montag…Elviejoacabóporvolverseydecir:—Venga. En realidad, me proponía dejar que semarchara demi casa. Soy un

viejotontoycobarde.Faber abrió la puerta del dormitorio e introdujo a Montag en una pequeña

habitación, donde había una mesa sobre la que se encontraba cierto número deherramientasmetálicas, juntoconunamasijodealambresmicroscópicos,pequeñosresortes,bobinasylentes.

—¿Quéeseso?—preguntóMontag.—Una prueba de mi tremenda cobardía. He vivido solo demasiados años,

arrojando con mi mente imágenes a las paredes. La manipulación de aparatoselectrónicos y radiotransmisores ha sido mi entretenimiento. Mi cobardía es tanapasionada,complementandoelespíriturevolucionarioqueviveasusombra,queme

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hevistoobligadoadiseñaresto.Fabercogióunpequeñoobjetodemetal,nomayorqueunabaladefusil.—Hepagadoporesto…¿Cómo?JugandoalaBolsa,claroestá,elúltimorefugio

delmundoparalosintelectualespeligrososysintrabajo.Bueno,hejugadoalaBolsa,heconstruidotodoestoyheesperado.Heesperado,temblando,lamitaddemivida,aquealguienmehablara.Nomeatrevíaahacerloconnadie.Aqueldía,enelparque,cuando nos sentamos juntos, comprendí que alguna vez quizá se presentase usted,con fuego o amistad, resultaba difícil adivinarlo.Hacemeses que tengo preparadoeste aparatito.Perohe estadoapuntodedejarque semarcharausted, tantomiedotengo.

—Pareceunaradioauricular.—¡Y algo más! ¡Oye! Si se lo pone en su oreja, Montag, puedo sentarme

cómodamenteencasa,calentandomisatemorizadoshuesos,yoíryanalizarelmundode los bomberos, descubrir sus debilidades, sin peligro. Soy la reina abeja, biensegura en la colmena. Usted será el zángano, la oreja viajera. En caso necesario,podría colocar oídos en todas las partes de la ciudad, con diversos hombres, queescuchenyevalúen.Si loszánganosmueren,yosigoa salvoencasa, cuidandomitemor conunmáximode comodidadyunmínimodepeligro. ¿Seda cuentade loprecavidoquellegoaser,delodespreciablequellegoaresultar?

Montag se colocó el pequeño objetometálico en la oreja. El viejo insertó otrosimilarenlasuyaymovióloslabios.

—¡Montag!LavozsonóenlacabezadeMontag.—¡Leoigo!Faberseechóareír.—¡Su voz también me llega perfectamente! —Susurró el viejo. Pero la voz

sonabaconclaridadenlacabezadeMontag—.Cuandoseahora,vayaalcuarteldebomberos.Yoestaréconusted.EscuchemoslosdosaesecapitánBeatty.Pudieraseruno de los nuestros. ¡Sabe Dios! Le diré lo que debe decir. Representaremos unabuena comedia para él. ¿Me odia por esta cobardía electrónica? Aquí estoy,enviándolehaciaelpeligro,entantoqueyomequedoenlastrincheras,escuchandoconmimalditoaparatocómoustedsejuegalacabeza.

—Todoshacemosloquedebemoshacer—dijoMontag.PusolaBibliaenmanosdelviejo—.Tome.Correréelriesgodeentregarotrolibro.Mañana…

—Veréalimpresorsintrabajo.Sí,esopuedohacerlo.—Buenasnoches,profesor.—No,buenasnoches,no.Estaréconustedelrestodelanoche,comouninsecto

quelehostigaráeloídocuandomenecesite.Pero,detodosmodos,buenasnochesybuenasuerte.

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La puerta se abrió y se cerró.Montag se encontró otra vez en la oscura calle,frentealmundo.

Podía percibirse cómo la guerra se iba gestando aquella noche en el cielo. Lamaneracomolasnubesdesaparecíanyvolvíanaasomar,yelaspectodelasestrellas,unmillóndeellasflotandoentrelasnubes,comolosdiscosenemigos,ylasensaciónde que el cielo podía caer sobre la ciudad y convertirla en polvo,mientras la lunaestallabaenfuegorojo;ésaeralasensaciónqueproducíalanoche.

Montag saliódel«Metro»coneldineroenelbolsillo.HabíavisitadoelBancoque no cerraba en toda la noche, gracias a su servicio de cajeros automáticos, ymientras andaba, escuchaba la radio auricular que llevaba en una oreja… «Hemosmovilizadoaunmillóndehombres.Conseguiremosunarápidavictoriasiestallalaguerra…»Lamúsicadominórápidamentelavozyseapagódespués.

—Diezmillones de hombresmovilizados—susurró la voz de Faber en el otrooídodeMontag—.Perodiceunmillón.Resultamástranquilizador.

—¿Faber?—Sí.—Noestoypensando.Sólohagoloquesemedice,comosiempre.Ustedmeha

pedido que tuviera dinero, y ya lo tengo. Ni siquiera me he parado a meditarlo.¿Cuándoempezaréateneriniciativaspropias?

—Haempezadoya,alpronunciaresaspalabras.Tendráquefiarsedemí.—¡Meheestadofiandodelosdemás!—Sí,yfíjeseadóndehemosidoaparar.Durantealgúntiempo,deberácaminara

ciegas.Aquíestámibrazoparaguiarle.—Noquierocambiardebandoyquesólosemediga loquedebohacer.Ental

caso,nohabríarazónparaelcambio.—¡Esustedmuysensato!Montagsintióquesuspieslellevabanporlaacerahaciasucasa.—Sigahablando.—¿Le gustaría que leyese algo? Lo haré para que pueda recordarlo. Por las

noches,sóloduermocincohoras.Notengonadaquehacer.Demodoque,silodesea,leleerédurantelasnoches.Dicenquesialguientesusurralosconocimientosaloídoinclusoestandodormido,seretienen.

—Sí.—¡Ahí va! —Muy lejos, en la noche, al otro lado de la ciudad, el levísimo

susurrodeunapáginaalvolverse—.ElLibrodeJob.Lalunaseelevóenelcielo,entantoqueMontagandaba.Suslabiossemovían

ligerísimamente.

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Eran lasnuevede lanocheyestaba tomandounacena ligeracuandoseoyóelruidodelapuertadelacalleyMildredsaliócorriendocomounnativoquehuyeradeuna erupción delVesubio.Mrs. Phelps yMrs.Bowles entraronpor la puerta de lacalleysedesvanecieronenlabocadelvolcáncon«martinis»ensusmanos.Montagdejó de comer. Eran como un monstruoso candelabro de cristal que produjese unmillar de sonidos, yMontag vio sus sonrisas felinas atravesando las paredes de lacasaycómochillabanparahacerseoír.

Montagseencontróenlapuertadelsalón,conlabocallenaaúndecomida.—¡Todastenéisunaspectoestupendo!—Estupendo.—¡Estásmagnífica,Millie!—Magnífica.—¡Esextraordinario!—¡Extraordinario!Montaglaobservó.—Paciencia—susurróFaber.—Nodebería de estar aquí—murmuróMontag, casi para símismo—.Tendría

queestarencaminoparallevarleeldinero.—Mañanahabrátiempo.¡Cuidado!—¿Verdadqueeseespectáculoesmaravilloso?—preguntóMildred.—¡Maravilloso!Enuna de las paredes, unamujer sonreía almismo tiempoquebebía zumode

naranja.«¿Cómoharálasdoscosasalavez?»,pensóMontag,absurdamente.Enlasotrasparedes,unaradiografíadelamismamujermostrabaelrecorridodelrefrescantebrebajehaciaelanhelanteestómago.Derepente,lahabitacióndespegódeunvueloraudohacialasnubes,selanzóenpicadosobreunmarverdoso,dondepecesazulesse comían otros peces rojos y amarillos. Un minuto más tarde, tres muñecos dedibujosanimadossedestrozaronmutuamentelosmiembrosconacompañamientodegrandesoleadasde risa.Dosminutosmás tarde,y la sala abandonó la ciudadparaofrecer el espectáculo de unos autos a reacción que recorrían velozmente unautódromogolpeándoseunoscontraotros incesantemente.Montagvioquealgunoscuerposvolabanporelaire.

—¿Hasvistoeso,Millie?—¡Lohevisto,lohevisto!Montag alargó la mano y dio vuelta al conmutador del salón. Las imágenes

fueronempequeñeciéndosecomosielaguadeungigantescorecipientedecristal,conpeceshistéricos,seescapara.

LastresmujeressevolvieronconlentitudymiraronaMontagconnodisimuladairritación,quefueconvirtiéndoseendesagrado.

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—¿Cuándocreéisquevaaestallarlaguerra?—preguntóél—.Veoquevuestrosmaridosnohanvenidoestanoche.

—Oh, vienen y van, vienen y van —dijo Mrs. Phelps—. Una y otra vez. ElEjército llamó ayer a Pete. Estará de regreso la semana próxima. Eso ha dicho elEjército.Unaguerrarápida.Cuarentayochohoras,ytodosacasa.EsoesloquehadichoelEjército.Unaguerrarápida.Petefuellamadoayerydijeronqueestaríaderegresolasemanapróxima.Unaguerra…

Lastresmujeresseagitaronymiraron,nerviosas,lasvacíasparedes.—No estoy preocupada —dijo Mrs. Phelps—. Dejo que sea Pete quien se

preocupe. —Rió estridentemente—. Que sea el viejo Pete quien cargue con laspreocupaciones.Noyo.Yonoestoypreocupada.

—Sí—dijoMillie—.QueelviejoPetecargueconlaspreocupaciones.—Dicenquesiempremuereelmaridodeotra.—Tambiénloheoídodecir.Nuncaheconocidoningúnhombrequemurieseen

unaguerra.Quesemataraarrojándosedesdeunedificio,sí,comolohizoelmaridodeGloria,lasemanapasada.Peroacausalasguerras,no.

—Noa causade lasguerras—dijoMrs.Phelps—.De todosmodos,Peteyyosiempre hemos dicho que nada de lágrimas ni algo por el estilo. Es el tercermatrimonio de cada uno de nosotros, y somos independientes. Seamosindependientes,decimossiempre.Élmedijo:«Simeliquidan,túsigueadelanteynollores.Cásateotravezynopiensesenmí.»

—Ahora que recuerdo —dijo Mildred—, ¿visteis anoche, en la televisión, laaventura amorosa de cinco minutos de Clara Dove? Bueno, pues se refería a esamujerque…

Montagnohabló,ycontemplólosrostrosdelasmujeres,delmismomodoque,enunaocasión,habíaobservado los rostrosde los santosenunaextraña iglesiaenqueentrósiendoniño.Losrostrosdeaquellosmuñecosesmaltadosnosignificabannada para él, pese a que les hablaba y pasaba muchos ratos en aquella iglesia,tratandodeidentificarseconlareligión,deaveriguarquéeralareligión,intentandoabsorber el suficiente incienso y polvillo del lugar para que su sangre se sintieraafectadaporelsignificadodeaquelloshombresymujeresdescoloridos,conlosojosdeporcelanayloslabiosrojoscomorubíes.Peronohabíanada,nada;eracomounpaseoporotratienda,ysumonedaeraextrañaynopodíautilizarseallí,ynosentíaningunaemoción,nisiquieracuandotocabalamadera,elyesoylaarcilla.Lomismole ocurría entonces, en su propio salón, con aquellas mujeres rebullendo en susbutacas bajo la mirada de él, encendiendo cigarrillos, exhalando nubes de humo,tocandosuscabellerasdescoloridasyexaminandosusenrojecidasuñas,queparecíanarderbajolamiradadeél.Losrostrosdelasmujeresfueronponiéndosetensos,enelsilencio.SeadelantaronensusasientosaloírelsonidoqueprodujoMontagcuando

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tragó el último bocado de comida. Escucharon la respiración febril de él. Las tresvacíasparedesdelsalónerancomopálidospárpadosdegigantesdormidos,vacíosdesueños.Montagtuvolaimpresióndequesitocabaaquellostrespárpadossentiríaunligerosudorsalobreenlapuntadelosdedos.Latranspiraciónfueaumentandoconelsilencio, así como el temblor no audible que rodeaba a las tresmujeres, llenas detensión.Encualquiermomento,podíanlanzarunlargosiseoyestallar.

Montagmovióloslabios.—Charlemos.Lasmujeresselequedaronmirando.—¿Cómoestánsushijos,Mrs.Phelps?—preguntóél.—¡Sabequenotengoninguno!¡Nadieensujuiciolostendría,bienlosabeDios!

—exclamó Mrs. Phelps, no muy segura de por qué estaba furiosa contra aquelhombre.

—Yonoafirmaríatalcosa—dijoMrs.Bowles—.Hetenidodoshijosmedianteuna cesárea. No tiene objeto pasar tantas molestias por un bebé. El mundo ha dereproducirse,larazahadeseguiradelante.Además,hayvecesenquesalenigualitosati,yesoresultaagradable.Condoscesáreas,estuvelista.Sí,señor.¡Oh!Eldoctordijo que las cesáreas no son imprescindibles, tenía buenas caderas, que todo iríanormalmente,yoinsistí.

—Concesáreaosinella, losniños resultan ruinosos.Estáscompletamente loca—dijoMrs.Phelps.

—Tengoalosniñosenlaescuelanuevedíasdecadadiez.Meentiendoconelloscuandovienenacasa,tresdíasalmes.Noescompletamenteinsoportable.Lospongoen el «salón» y conecto el televisor. Es como lavar ropa; meto la colada en lamáquinaycierrolatapadera.—Mrs.Bowlesrióentredientes—.Sontancapacesdebesarmecomodepegarmeunapatada.¡GraciasaDios,yotambiénsépegarlas!

Lasmujeresrieronsonoramente.Mildredpermaneció silenciosaunmomentoy, luego, alverqueMontag seguía

juntoalapuerta,diounapalmada.—¡Hablemosdepolítica,asíGuyestarácontento!—Me parece estupendo—dijoMrs. Bowles—.Voté en las últimas elecciones,

como todo el mundo, y lo hice por el presidente Noble. Creo que es uno de loshombresmásatractivosquehanllegadoalapresidencia.

—Pero,¿quémedecísdelhombrequepresentaronfrenteaél?—Noeragran cosa, ¿verdad?Pequeñajoy tímido.No ibamuybien afeitadoy

apenassisabíapeinarse.—¿Quéidea tuvieronlos«Outs»parapresentarlo?Noesposiblecontendercon

unhombretanbajitocontraotrotanalto.Además,tartamudeaba.Lamitaddeltiemponoentendíloquedecía.Ynopodíaentenderlaspalabrasqueoía.

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—Tambiénestabagordoynointentabadisimularloconsumododevestir.Noesextraño que la masa votara por Winston Noble. Incluso los hombres ayudaron.Comparad a Winston Noble con Hubber Hoag durante diez segundos, y ya casipuedenadivinarselosresultados.

—¡Malditasea!—gritóMontag—.¿QuésabenustedesdeHoagydeNoble?—¡Caramba!Nohaceniseismesesestuvieronenesamismísimapared.Unode

ellosserascabaincesantementelanariz.Meponíamuynerviosa.—Bueno, Mr. Montag —dijo Mrs. Phelps—, ¿quería que votásemos por un

hombreasí?Mildredmostróunaradiantesonrisa.—Serámejorqueteapartesdelapuerta,Guy,ynonospongasnerviosas.PeroMontagsemarchóyregresóalinstanteconunlibroenlamano.—¡Guy!—¡Malditoseatodo,malditoseatodo,malditosea!—¿Quétienesahí?¿Noesunlibro?Creíaque,ahora,todalaenseñanzaespecial

sehacíamediantepelículas.—Mrs.Phelpsparpadeó—.¿Estáestudiandolateoríadelosbomberos?

—¡Aldiablolateoría!—dijoMontag—.Estoespoesía.—Montag.Unsusurro.—¡Dejadmetranquilo!Montag se dio cuenta de que describió un gran círculo, mientras gritaba y

gesticulaba.—Montag,detente,no…—¿Lashasoído,hasoídoaesosmonstruosdemonstruos? ¡Oh,Dios! ¡Dequé

modocharlansobrelagenteysobresuspropioshijosysobreellasmismasytambiénrespecto a sus esposos, y sobre laguerra,malditas sean!, y aquí están,ynopuedocreerlo.

—Hedeparticiparlequenohedichoniunasolapalabraacercadeningunaguerra—replicóMrs.Phelps.

—Encuantoalapoesía,ladetesto—dijoMrs.Bowles.—¿Haleídoalguna?—Montag.—LavozdeFaberresonóensuinterior—.Lohundirátodo.¡Cállese,

noseaestúpido!Lastresmujeressehabíanpuestoenpie.—¡Siéntense!Sesentaron.—Memarchoacasa—tartamudeóMrs.Bowles.—Montag,Montag, por favor, en nombre deDios, ¿qué se propone usted?—

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suplicóFaber.—¿Porquénonos leeustedunodeesospoemasdesu librito?—propusoMrs.

Phelps—.Creoqueseríamuyinteresante.—¡Esonoestábien!—gimióMrs.Bowles—.Nopodemoshacerlo.—Bueno,miraaMr.Montag,éllodesea,senota.Ysiescuchamosatentamente,

Mr.Montagestarácontentoy,luego,quizápodamosdedicarnosaotracosa.Lamujermiró,nerviosa,elextensovacíodelasparedesquelesrodeaban.—Montag, si sigue con esto cortaré la comunicación, cerraré todo contacto—

susurróelauricularensuoído—.¿Dequésirveesto,quédeseademostrar?—¡Pegarlesunsustotremendo,sóloeso!¡Darlesunbuenescarmiento!Mildredmiróasualrededor.—Oye,Guy,¿conquiénestáshablando?UnaagujadeplatataladróelcerebrodeMontag.—Montag, escuche, sólo hay una escapatoria, diga que se trata de una broma,

disimule, finjanoestar enfadado.Luego,diríjase al incineradordeparedy eche ellibrodentro.

Mildredanticipóestoconvoztemblorosa.—Amigas,unavezalaño,cadabomberoestáautorizadoparallevarseacasaun

librode losviejos tiempos, a findedemostrar a su familia cuán absurdo era todo,cuánnerviosopuedeponeraunoesascosas,cuándemente.LasorpresaqueGuynosreservaparaestanocheesleerosunamuestraquerevelaloembrolladasqueestánlascosas.Asípues,ningunadenosotrastendráquepreocuparsenuncamásacercadeesabasura,¿noesverdad?

—Diga«sí».SubocasemoviócomoladeFaber:—Sí.Mildredseapoderódellibro,altiempoquelanzabaunacarcajada.—¡Dame!Lee éste.No, ya lo cojo yo.Aquí está ese verdaderamente divertido

quehasleídoenvozaltahaceunrato.Amigas,noentenderéisniunapalabra.Sólodicedespropósitos.Adelante,Guy,esenestapágina.

Montagmirólapáginaabierta.Unamoscaagitólevementelasalasdentrodesuoído.—Lea.—¿Cómosetitula?—Palomaenlaplaya.Teníalabocainsensible.—Ahora,léeloenvozaltayclara,yhazlolentamente.En la sala, hacía un calor sofocante;Montag se sentía lleno de fuego, lleno de

frialdad;estabansentadosenmediodeundesiertovacío,contressillasyélenpie,

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balanceándosemientrasesperabaaqueMrs.Phelpsterminaradealisarseelbordedesuvestido,yMrs.Bowlesapartara losdedosdesucabello.Despuésempezóa leerconvozlentayvacilante,quefueafirmándoseamedidaqueprogresabadelínea.Ysuvozatravesóundesierto,lablancura,yrodeóalastresmujeressentadasenaquelgigantescovacío.

ElMaresFeEstuvounavezlleno,envolviendolatierra.Yacíacomolosplieguesdeunbrillantemantodorado.Pero,ahora,sóloescuchosuretumbarmelancólico,prolongado,lejano,enreceso,alalientodelvientonocturno,juntoalmelancólicobordedelosdesnudosguijarrosdelmundo.

Lossillonesenquesesentabanlastresmujerescrujieron.Montagterminó:

Oh,amor,seamossinceroselunoconelotro.Porelmundoquepareceextenderseantenosotroscomounatierradeensueños,tandiversa,tanbella,tannueva,sintenerenrealidadnialegría,niamor,niluz,nicertidumbre,nisosiego,niayudaeneldolor;Yaquíestamosnosotroscomoenlóbregallanura,agitadosporconfusostemoresdeluchaydehuidadondeignorantesejércitosseenfrentancadanoche.

Mrs.Phelpsestaballorando.Las otras, enmedio del desierto, observaban su llanto que iba acentuándose al

mismo tiempo que su rostro se contraía y deformaba. Permanecieron sentadas, sintocarla, asombradas ante aquel espectáculo. Ella sollozaba inconteniblemente. ElpropioMontagestabasorprendidoYemocionado.

—Vamos,vamos—dijoMildred—.Estásbien,Clara,dejadellorar.Clara,¿quéocurre?

—Yo…yo—sollozóMrs.Phelps—.No lo sé,no lo sé, esqueno lo sé. ¡Oh,no…!

Mrs.Bowlesselevantóymiró,furiosa,aMontag.—¿Love?Losabía,esoeraloquequeríademostrar.Sabíaquehabíadeocurrir.

Siempre lo he dicho, poesía y lágrimas, poesía y suicidio y llanto y sentimientos

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terribles, poesía y enfermedad. ¡Cuánta basura!Ahora acabo de comprenderlo. ¡Esustedmuymalo,Mr.Montag,esustedmuymalo!

Faberdijo:—Ahora…Montagsintióquesevolvíay,acercándosea laaberturaquehabíaen lapared,

arrojóellibroalasllamasqueaguardaban.—Tontaspalabras, tontasyhorriblespalabras,queacabanporherir—dijoMrs.

Bowles—.¿Porquéquerrálagenteheriralprójimo?Comosinohubierasuficientemaldadenelmundo,hayquepreocuparalagenteconmaterialdeesteestilo.

—Clara, vamos, Clara—suplicóMildred, tirando de un brazo de su amiga—.Vamos,mostrémonosalegres,conectaahorala«familia».Adelante.Riamosyseamosfelices.Vamos,dejadellorar,estamoscelebrandounareunión.

—No—dijoMrs. Bowles—.Memarcho directamente a casa. Cuando quierasvisitarmicasaymi«familia»,magnífico.¡Peronovolveréaponerlospiesenestaabsurdacasa!

—Váyaseacasa.—Montagfijólosojosenella,serenamente—.Váyaseacasaypienseensuprimermaridodivorciado,ensusegundomaridomuertoenunreactoryensuterceresposodestrozándoseelcerebro.Váyaseacasaypienseeneso,yensumalditacesáreatambién,yensushijos,quelaodianprofundamente.Váyanseacasaypiensenencómohasucedidotodoensihanhechoalgunavezalgoparaimpedirlo¡Acasa,acasa!—vociferóMontag—.Antesdequelasderribedeunpuñetazoylasecheapatadas.

Las puertas golpearon y la casa quedó vacía.Montag se quedó solo en la fríahabitación,cuyasparedesteníanuncolordenievesucia.

En el cuarto de baño se oyó agua que corría. Montag escuchó cómoMildredsacudíaensumanolastabletasdedormir.

—Tonto,Montag,tonto.¡Oh,Dios,quétonto!—repetíaFaberensuoído.—¡Cállese!Montag se quitó la bolita verde de la oreja y se la guardó en un bolsillo. El

aparatocrepitódébilmente:«…Tonto…tonto…»Montag registró la casa y encontró los libros que Mildred había escondido

apresuradamentedetrásdelrefrigerador.Faltabanalgunos,yMontagcomprendióqueellahabíainiciadoporsucuentaellentoprocesodedispersarladinamitaquehabíaensucasa,cartuchoporcartucho.PeroMontagnosesentíafurioso,sóloagotadoysorprendido de sí mismo. Llevó los libros al patio posterior y los ocultó en losarbustoscontiguosalaverjaquedabaalcallejón.Sóloporaquellanoche,encasodequeelladecidaseguirutilizandoelfuego.

Regresóalacasa.—¿Mildred?

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Llamóalapuertadeloscurodormitorio.Noseoíaningúnsonido.Fuera,atravesandoelcésped,mientrassedirigíahaciasutrabajo,Montagtratóde

novercuáncompletamenteoscuraydesiertaestabalacasadeClarisseMcClellan…Mientras se encaminaba hacia la ciudad, Montag estaba tan completamente

embebido en su terrible error que experimentó la necesidad de una bondad ycordialidadajena,quenacíadeunavozfamiliarysuavequehablabaenlanoche.EnaquellascortashorasleparecíayaquehabíaconocidoaFabertodalavida.Entonces,comprendió que él era, en realidad, dos personas, que por encima de todo eraMontag,quiennadasabía,quiennisiquierasehabíadadocuentadequeerauntonto,peroquelosospechaba.Ysupoqueeratambiénelviejoquelehablabasincesar,entantoqueel«Metro»eraabsorbidodesdeunextremoalotrodelaciudad,conunodeaquellosprolongadosymareantessonidosdesucción.Enlosdíassubsiguientes,yenlasnochesenquenohubieraluna,oenlasquebrillaraconfuerzasobrelatierra,elviejo seguiríahablando incesantemente,palabraporpalabra, sílabapor sílaba, letraporletra.SumenteacabaríaporimponerseyyanoseríamásMontag,estoeraloqueledecíaelviejo,seloaseguraba,seloprometía.SeríaMontagmásFaber,fuegomásagua.Yluego,undía,cuandotodohubieseestadolistoypreparadoensilencio,yanohabríanifuegoniagua,sinovino.Dedoscosasdistintasyopuestas,unatercera.Y,un día, volvería la cabeza para mirar al tonto y lo reconocería. Incluso en aquelmomento percibió el inicio del largo viaje, la despedida, la separación del ser quehastaentonceshabíasido.

Era agradable escuchar el ronroneo del aparatito, el zumbido de mosquitoadormiladoyeldelicadomurmullodelavozdelviejo,primero,riñéndoley,después,consolándole, a aquella hora tan avanzada de la noche,mientras salía del caluroso«Metro»ysedirigíahaciaelmundodelcuarteldebomberos.

—¡Lástima,Montag, lástima!No leshostiguesni teburlesdeellos.Hastahacemuypoco,tútambiénhassidounodeesoshombres.Estántanconfiadosquesiempreseguiránasí.Peronoconseguiránescapar.Ellosnosabenqueestonoesmásqueungigantescoydeslumbrantemeteoroquedejaunahermosaestelaenelespacio,peroquealgúndíatendráqueproducirimpacto.Ellossólovenelresplandor,lahermosaestela,lomismoquelaveíausted.

»Montag, los viejos que se quedan en casa, cuidando sus delicados huesos, notienenderechoacriticar.Sinembargo,haestadoapuntodeestropearlotododesdeelprincipio. ¡Cuidado! Estoy con usted, no lo olvide. Me hago cargo de cómo haocurridotodo.Deboadmitirquesurabiaciegamehadadonuevovigor.¡Dios,cuánjovenmehesentido!Pero,ahora…Ahora,quieroqueustedse sientaviejo,quieroquepartedemicobardíasedestileahoraenusted.Lassiguienteshorascuandoveaalcapitán Beatty, manténgase cerca de él, déjeme que le oiga, que perciba bien lasituación. Nuestra meta es la supervivencia. Olvídese de esas solas y estúpidas

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mujeres…—Creo que hace años que no eran tan desgraciadas—dijoMontag—.Me ha

sorprendido ver llorar a Mrs Phelps. Tal vez tengan razón, quizá sea mejor noenfrentarseconloshechos,huir,divertirse.Nolosé,mesientoculpable…

—¡No,nodebesentirse!Sinohubieseguerra,sireinarapazenelmundo,diría,estupendo,divertíos.Pero,Montag,nodebevolveraser simplementeunbombero.Notodoandabienenelmundo.

Montagempezóasudar.—Montag,¿meescucha?—Mis pies —dijo Montag—. No puedo moverme. ¡Me siento tan

condenadamentetonto!¡Mispiesnoquierenmoverse!—Escuche. Tranquilícese—dijo el viejo con voz suave—. Lo sé, lo sé. Teme

ustedcometererrores.Notema.Deloserrores,sepuedesacarprovecho.¡Sicuandoyoerajovenarrojabamiignoranciaalacaradelagente!Megolpeabanconbastones.Perocuandocumplíloscuarentaaños,miromoinstrumentohabíasacadounafinayaguzada punta. Si esconde usted su ignorancia, nadie le atacará y nunca llegará aaprender.Ahora,esospies,ydirectoalcuarteldebomberos.Seamosgemelos,yanoestamosnunca solos.Noestamos separados endiversos salones, sin contacto entreambos. Si necesita ayuda, cuando Beatty empiece a hacerle preguntas, yo estarésentadoaquí,juntoasutímpano,tomandonotas.

Montagsintióqueelpiederechoy,después,elizquierdoempezabanamoverse.—Viejo—dijo—,quédeseconmigo.ElSabuesoMecániconoestaba.Superreraaparecíavacíayenelcuartelreinaba

unsilenciototal,entantoquelasalamandraanaranjadadormíaconlabarrigallenadepetróleoylasmangueraslanzallamascruzadassobresusflancos.Montagpenetróenaquel silencio, tocó la barra de latón y se deslizó hacia arriba, en la oscuridad,volviendolacabezaparaobservarlaperreradesierta,sintiendoqueelcorazónseleaceleraba; después, se tranquilizaba; luego, se aceleraba otra vez. Por elmomento,Faberparecíahabersequedadodormido.

Beattyestabajuntoalagujero,esperando,perodeespaldas,comosinoprestaraningunaatención.

—Bueno—dijoaloshombresquejugabanalascartas—,ahíllegaunbichomuyextrañoqueentodoslosidiomasrecibeelnombredetonto.

Alargóunamanodelado,conlapalmahaciaarriba,enesperadeunobsequio.Montag puso el libro en ella. Sin ni siquieramirar el título,Beatty lo tiró a la

papelerayencendióuncigarrillo.—Bienvenido, Montag. Espero que te quedes con nosotros, ahora que te ha

pasado la fiebre y ya no estás enfermo. ¿Quieres sentarte a jugar una mano depóquer?

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Seinstalaronydistribuyeronlosnaipes.EnpresenciadeBeatty,Montagsesintióllenodeculpabilidad.Susdedoserancomohuronesquehubiesencometidoalgunafechoríayyanuncapudiesendescansar,siempreagitadosyocultosenlosbolsillos,huyendo de la mirada penetrante de Beatty, Montag tuvo la sensación de que siBeatty hubiese llegado a lanzar su aliento sobre ellos, susmanos semarchitarían,irían deformándose y nunca más recuperarían la vida; habrían de permanecerenterradasparasiempreenlasmangasdesuchaquetaolvidadas.Porqueaquéllaseranlasmanosquehabíanobradoporsupropiacuenta,independientementedeél,fueenellasdondesemanifestóprimeroelimpulsoapoderarsedelibros,dehuirconJobyRuth y Shakespeare; y, ahora, en el cuartel, aquellas manos parecían bañadas ensangre.

Dosvecesenmediahora,Montagtuvoquedejarlapartidaeirallavaboalavarselasmanos.Cuandoregresaba,lasocultababajolamesa.Beattyseechóareír.

—Muéstranos tusmanos,Montag.Noesquédesconfiemosde ti, compréndelo,pero…

Todosseecharonareír.—Bueno—dijo Beatty—, la crisis ha pasado y está bien. La oveja regresa al

redil.Todossomosovejasquealgunavezsehanextraviado.Laverdadeslaverdad.Al final de nuestro camino, hemos llorado. Aquellos a quienes acompañan noblessentimientos nunca están solos, nos hemos gritado. Dulce alimento de sabiduríamanifestadadulcemente,dijoSirPhilipSidney.Peroporotraparte:Laspalabrassoncomohojas,ycuantomásabundanraramenteseencuentradebajodemasiadofrutoosentido,AlexanderPope.¿Quéopinasdeesto?

—Nolosé.—¡Cuidado!—susurróFaber,desdeotromundomuylejano.—¿O de esto?Un poco de instrucción es peligrosa. Bebe copiosamente, o no

pruebeselmanantialdelasabiduría;esascorrientesprofundasintoxicanelcerebro,ybeberenabundancianosvuelveaserenar.Pope.Elmismoensayo.¿Dóndetedejaesto?

Montagsemordióloslabios.—Yo te lo diré —prosiguió Beatty, sonriendo a sus naipes—. Esto te ha

embriagadodurante unbreveplazo.Lee algunas líneas y te caes por el precipicio.Vamos,estásdispuestoatrastornarelmundo,acortarcabezas,aaniquilarmujeresyniños,adestruirlaautoridad.Losé,hepasadoportodoello.

—Yaestoybien—dijoMontag,muynervioso.—Dejadesonrojarte.Noestoypinchándote,deverasqueno.¿Sabes?Haceuna

hora he tenido un sueño.Me había tendido a descabezar un sueñecito. Y, en estesueño,túyyo,Montag,nosenzarzamosenunfuriosodebateacercadeloslibros.Túestabasllenoderabia,melanzabascitas.Yoparaba,concalma,cadaataque.Poder,

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hedicho.Ytú,citandoaldoctorJohnson,hasreplicado:¡Elconocimientoessuperioralafuerza!Yyohedicho:«Bueno,queridomuchacho»,eldoctorJohnsontambiéndijo:Ningúnhombresensatoabandonaráunacosaciertaporotrainsegura.Quédateconlosbomberos,Montag.¡Todolodemásesuncaosterrible!

—No le hagas caso—susurró Faber—. Está tratando de confundirte. Es muyastuto.¡Cuidado!

Beattyrióentredientes.—Ytúhasreplicado,tambiénconunacita:Laverdadsaldráalaluz,elcrimen

nopermaneceráocultomucho tiempo.Yyohegritadodebuenhumor:¡Oh,Dios!¡Sólo está hablando de su caballo! Y: El diablo puede citar las Escrituras paraconseguirsusfines.Ytúhasvociferado:Estaépocahacemáscasodeuntontoconoropelesquedeunsantoandrajosodelaescueladelasabiduría.Yyohesusurradoamablemente:Ladignidaddelaverdadsepierdecondemasiadasprotestas.Ytúhasberreado: Las carroñas sangran ante la presencia del asesino. Y yo he dicho,palmoteándote unamano: ¿Cómo? ¿Te produzco anginas? Y tú has chillado: ¡Lasabiduríaespoder!Y:Unenanosobreloshombrosdeungiganteeselmásaltodelos dos. Y he resumido mi opinión con extraordinaria serenidad: La tontería deconfundirunametáforaconunaprueba,untorrentedeverborreaconunmanantialde verdadesbásicas, y a símismoconunoráculo, es innato ennosotros, dijoMr.Valéryenunaocasión.

Montag meneó la cabeza doloridamente. Le parecía que le golpeabanimplacablementeenlafrente,enlosojos,enlanariz,enloslabios,enlabarbilla,enloshombros,enlosbrazoslevantados.Deseabagritar:«¡Calla!¡Estástergiversandolascosas,detente!».Alargólamanoparacogerunamuñecadelotro.

—¡Caramba, vaya pulso! Te he excitado mucho, ¿verdad, Montag? ¡VálgameDios! Su pulso suena como el día después de la guerra. ¡Todo son sirenas ycampanas!¿Hededeciralgomás?Megustatuexpresióndepánico.Swahili,indio,inglés…¡Hablotodoslosidiomas!¡Hasidounexcelenteyestúpidodiscurso!

—¡Montag, resista! —La vocecita sonó en el oído de Montag—. ¡Estáenfangandolasaguas!

—Oh,tehasasustadotontamente—dijoBeatty—porquehehechoalgoterribleal utilizar esos libros a lo que tú te aferrabas, en rebatirte todos los puntos. ¡Quétraidorespuedenserloslibros!Tefigurasqueteayudan,ysevuelvencontrati.Otrospuedenutilizarlos también,yahíestásperdidoenmediodelpantano,entreungrantumultodenombres,verbosyadjetivos.Yalfinaldemisueño,mehepresentadoconlasalamandrayhedicho:«¿Vaspormicamino?»Ytúhassubido,yhemosregresadoalcuartelenmediodeunsilenciobeatífico,llenosdeunprofundososiego.—Beattysoltó lamuñeca deMontag, dejó lamano fláccidamente apoyada en lamesa—.Abuenfin,nohaymalprincipio.

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Silencio.Montagparecíaunaestatuatalladaenpiedra.ElecodelmartillazofinalensucerebrofueapagándoselentamenteenlaoscuracavidaddondeFaberesperabaaqueesosecosdesapareciesen.Y,entonces,cuandoelpolvoempezóadepositarseenelcerebrodeMontag,Faberempezóahablar,suavemente:

—Estábien,hadicholoqueteníaquedecir.Debeaceptarlo.Yotambiéndiréloquedeboenlaspróximashoras.Yustedloaceptará.Ytratarádejuzgarlasypodrádecidirhaciaquéladosaltar,ocaer.Peroquieroqueseasudecisión,nolamíaniladel capitán. Sin embargo, recuerde que el capitán pertenece a los enemigos máspeligrosos de la verdad y de la libertad, al sólido e inconmovible ganado de lamayoría.¡Oh,Dios!¡Laterribletiraníadelamayoría!Todostenemosnuestrasarpasparatocar.Y,ahora,lecorresponderáaustedsaberconquéoídoquiereescuchar.

Montag abrió la boca para responder a Faber. Le salvó de este error que iba acometerenpresenciadelosotroselsonidodeltimbredelcuartel.Lavozdealarmaproveniente del techo se dejó oír. Hubo un tic tac cuando el teléfono de alarmamecanografióladirección.ElcapitánBeatty,conlascartasdepóquerenunamano,seacercóalteléfonoconexageradalentitudyarrancóladireccióncuandoelinformehuboterminado.Lamirófugazmenteyselametióenelbolsillo.Regresóyvolvióasentarsealamesa.Losdemáslemiraron.

—Esopuedeesperarcuarentasegundosexactos,queesloquetardaréenacabardedesplumaros—dijoBeatty,alegremente.

Montagdejósuscartas.—¿Cansado,Montag?¿Teretirasdelapartida?—Sí.—Resiste. Bueno, pensándolo bien, podemos terminar luego esta mano. Dejad

vuestrosnaipesbocaabajo.Preparadelequipo.Ahoraserádoble.—YBeattyvolvióa levantarse—. Montag, ¿no te encuentras bien? Sentiría que volvieses a tenerfiebre…

—Estoybien.—¡Magnífico!Ésteesuncasoespecial.¡Vamos,apresúrate!Saltaronal airey se agarrarona labarrade latóncomosi se tratasedelúltimo

puntosegurosobrelaavenidaqueamenazabaahogarles; luego,congrandecepciónpor parte de ellos, la barra de metal les bajó hacia la oscuridad, a las toses, alresplandorylasuccióndeldragóngaseosoquecobrabavida.

—¡Eh!Doblaronuna esquina congran estrépito delmotor y la sirena, con chirridode

ruedas,conundesplazamientodelamasadelpetróleoenelbrillantetanquedelatón,como la comida en el estómago de un gigante mientras los dedos de Montag seapartaban de la barandilla plateada, se agitaban en el aire, mientras el vientoempujabaelpelodesucabezahaciaatrás.Elvientosilbabaentresusdientes,yél,

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pensabasincesarenmujeres,enaquellascharlatanasdeaquellanocheensusalón,yenlaabsurdaideadeéldeleerlesunlibro.Erataninsensatoydementecomotratardeapagarunfuegoconunapistoladeagua.Unarabiasustituidaporotra.Unacóleradesplazandoaotra.¿Cuándodejaríadeestarfuriosoysetranquilizaría,ysequedaríacompletamentetranquilo?

—¡Vamosallá!Montag levantó la cabeza. Beatty nunca guiaba pero esta noche sí lo hacía,

doblando las esquinas con la salamandra, inclinado hacia delante en el asiento delconductor, con su maciza capa negra agitándose a su espalda, lo que le daba elaspectodeunenormemurciélagoquevolarasobreelvehículo,sobrelosnúmerosdelatón,recibiendotodoelviento.

—¡Allávamosparaqueelmundosigasiendofeliz,Montag!LasmejillassonrojadasyfosforescentesdeBeattybrillabanenlaoscuridad,yel

hombresonreíafuriosamente.—¡Yahemosllegado!La salamandra se detuvo de repente, sacudiendo a los hombres. Montag

permaneció con lamirada fija en la brillante barandilla demetal que apretaba contodalafuerzadesuspuños.

«Nopuedohacerlo—pensó—. ¿Cómopuedo realizar esta nuevamisión, cómopuedoseguirquemandocosas?Nomeseráposibleentrarenesesitio.»

Beatty,conelolordelvientoa travésdelcualsehabíaprecipitado,seacercóaMontag.

—¿Todovabien,Montag?Los hombres se movieron como lisiados con sus embarazosas botas, tan

silenciososcomoarañas.Montag acabó por levantar la mirada y volverse. Beatty estaba observando su

rostro.—¿Sucedealgo,Montag?—Caramba—dijoéste,conlentitud—.Noshemosdetenidodelantedemicasa.

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TerceraParte:FuegoVivo

Laslucesibanencendiéndoseylaspuertasdelascasasabriéndoseatodololargodelacalle,paraobservarelespectáculoquesepreparaba.MontagyBeattymiraban,elunoconsecasatisfacción,elotroconincredulidad,lacasaqueteníandelante,aquellapistacentralenlaqueseagitaríannumerosasantorchasysecomeríafuego.

—Bueno—dijoBeatty—;ahoralohasconseguido.ElviejoMontagqueríavolarcercadelsolyahoraquesehaquemadolasmalditasalassepreguntaporqué.¿NoteinsinuélosuficientealenviarelSabuesoamerodearporaquí?

ElrostrodeMontagestabatotalmenteinmóvileinexpresivo;sintióquesucabezasevolvíahacia lacasacontigua,bordeadaporuncoloridomacizodeflores.Beattylanzóunresoplido.

—¡Oh,no!Notedejaríasengañarporlapalabreríadeesapequeñaestúpida,¿eh?Flores,mariposas,hojas,puestasde sol…¡Oh,diablo!Aparece todoen suarchivoQuemeahorquen.Hedadoenelblanco.Fíjateenelaspectoenfermizoquetienes.Unaspocasbriznasdehierbaylasfasesdelaluna.¡Valientebasura!¿Quépudoellaconseguircontodoeso?

Montag se sentóenel fríoparachoquesdelvehículo,desplazando la cabezaunpar de centímetros a la izquierda, un par de centímetros a la derecha, izquierda,derecha,izquierda,derecha,izquierda…

—Ellaloveíatodo.Nuncahizodañoanadie,losdejabatranquilos.—¿Tranquilos? ¡Narices! Revoloteaba a tu alrededor, ¿verdad? Uno de esos

malditosserescargadosdebuenasintencionesyconcaradenohaberroto…unplato,cuyoúnico talentoeshacerque losdemássesientanculpables. ¡Aparecencomoelsoldemedianocheparahacerlesudaraunoenlacama!

La puerta de la casa se abrió; Mildred bajó los escalones, corriendo, con unamaletacolgando rígidamentedeunamano,en tantoqueun taxi sedetenía juntoalbordillo.

—¡Mildred!Ellacruzócorriendo,conelcuerpo rígido,el rostrocubiertodepolvos, laboca

invisible,sincarmín.—¡Mildred,nohassidotúquienhadadolaalarma!Ellametiólamaletaeneltaxi,subióalvehículoysesentó,mientrasmurmuraba:—¡Pobrefamilia,pobrefamilia!¡Oh!¡Todoperdido,todo,todoperdido…!Beatty cogió a Montag por un hombro, mientras el taxi arrancaba veloz y

alcanzaba los cien kilómetros por hora antes de llegar al extremo de la calle. Seprodujo un chasquido, como el de la caída de los fragmentos de un sueñoconfeccionado con cristal, espejos y prismas. Montag se volvió como si otraincomprensible tormenta le hubiese sacudido, y vio a Stoneman y a Black que,

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empuñando las hachas, rompían cristales de las ventanas para asegurar una buenaventilación.

Elrocedelasalasdeunamariposacontraunafríaynegratelametálica.—Montag,aquíFaber.¿Meoye?¿Quéocurre?—Estomeocurreamí—dijoMontag.—¡Quéterriblesorpresa!—dijoBeatty—.Porqueactualmentetodossaben,están

totalmenteseguros,dequenuncahadeocurrirmeamí.Otrosmuerenyyoadelante.No hay consecuencias ni responsabilidades. Pero sí las hay. Mas no hablemos deellas, ¿eh?Cuando compruebas las consecuencias, ya es demasiado tarde, ¿verdad,Montag?

—Montag,¿puedemarcharse,echaracorrer?—preguntóFaber.Montaganduvo,perono sintió cómo suspies tocabanel cementoni el césped.

BeattyencendiósuencendedorylapequeñallamaanaranjadafascinóaMontag.—¿Qué hay en el fuego que lo hace tan atractivo? No importa la edad que

tengamos,¿quénosatraehaciaél?—Beattyapagódeunsoplo la llamayvolvióaencenderla—. Es el movimiento continuo, lo que el hombre quiso inventar, peronunca lo consiguió. O elmovimiento casi continuo. Si se la dejara arder, lo haríadurante toda nuestra vida. ¿Qué es el fuego? Un misterio. Los científicos hablanmuchodefricciónydemoléculas.Peroenrealidadnolosaben.Suverdaderabellezaes que destruye responsabilidad y consecuencias. Si un problema se haceexcesivamente pesado, al fuego con él.Ahora,Montag, tú eres un problema.Y elfuego te quitará de encimademis hombros, limpia, rápida, seguramente.Después,nadaquedaráenraizado.Antibiótico,estético,práctico.

Montag se quedó mirando aquella extraña casa, que la hora de la noche, losmurmullosdelosvecinos,yelcristalquebradohabíanconvertidoenalgoajenoaél;yallíenelsuelo,conlascubiertasdesgarradasyesparcidascomoplumasdecisnes,yacían los increíbles librosqueparecían tanabsurdos.Verdaderamente,era indignopreocuparse por ellos, porque no eranmás que rayitas negras, papel amarillento yencuadernaciónsemideshecha.

Mildred,desde luego.Debióvigilarlecuandoescondía los librosenel jardín,yhabíavueltoaentrarlos.Mildred,Mildred.

—Quieroqueseastúquienrealiceesetrabajo,Montag.Túsolo.Noconpetróleoyunacerilla,sinoamano,conunlanzallamas.Estucasaytúdebeslimpiarla.

—¡Montag,procurehuir,marcharse!—¡No!—gritóMontagconimpotencia—.¡ElSabueso!¡AcausadelSabueso!Faberoyó,yBeatty,pensandoqueelotrohablabaconél,tambiénleoyó.—Sí,elSabuesoestáporahícerca,demodoquenointentesningúntruco.¿Listo?—Listo.Montagabrióelsegurodellanzallamas.

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—¡Fuego!Unchorrollameantesaliódesdelaboquilladelaparatoygolpeóloslibroscontra

lapared.Montagentróeneldormitorioydisparódosveces,ylascamasgemelassevolatilizaronexhalandounsusurro,conmáscalor,pasióny luzde lasqueélhabíasupuesto que pudiesen contener. Montag quemó las paredes del dormitorio, eltocador, porque quería cambiarlo todo, las sillas, las mesas; y, en el comedor, losplatosdeplásticoydeplata,todoloqueindicaraqueélhabíavividoallí,enaquellacasa vacía, con una mujer desconocida que mañana le olvidaría, que se habíamarchado y le había olvidado ya por completo, escuchando su radio auricularmientras atravesaba la ciudad, sola. Y como antes, era bueno quemar. Montag sesintió borbotear en las llamas y el insensato problema fue arrebatado, destruido,divididoyahuyentado.Sinohabíasolución…Bueno,entalcaso,tampocoquedaríaproblema.¡Elfuegoeralomejorparatodos!

—¡Loslibros,Montag!Los libros saltaron y bailaron como pájaros asados con sus alas en llamas con

plumas rojas y amarillas. Y luego,Montag entró en el salón, donde los estúpidosmonstruosyacíandormidosconsuspensamientosblancosysussueñosnebulosos.Ylanzóunaandanadaacadaunadelastresparedesdesnudasyelvacíopareciósisearcontraél.Ladesnudezprodujounsiseomayor,unchillidoinsensato.Montagtratódepensar en el vacío sobre el que había actuado la nada, pero no pudo. Contuvo elaliento para que el vacío no penetrara en sus pulmones. Eliminó aquella terriblesoledad, retrocedióydirigióunaenormeybrillante llamaradaamarillentaa toda lahabitación.Lacubiertadeplásticoignífugoquehabíasobretodoslosobjetos,quedódeshechaylacasaempezóaestremecerseconlasllamas.

—Cuandohayasterminado—dijoBeattyasuespalda—,quedarásdetenido.Lacasaseconvirtióencarbonesardientesycenizanegra.Sederrumbósobresí

mismayunacolumnadehumoqueoscilabalentamenteenelcieloseelevódeella.Eran las tres y media de la madrugada. La multitud regresó a sus casas; el granentoldado del circo se había convertido en carbón y desperdicios, y el espectáculoterminó.

Montagpermanecióconellanzallamasensusfláccidasmanos,mientrasgrandesislasdesudorempapabansussobacos,ysu rostroestaba llenodehollín.Losotrosbomberos esperaban detrás de él, en la oscuridad, con los rostros débilmenteiluminadosporelrescoldodelacasa.Montagtratódehablarunpardeveces,y,porfin,consiguióformularsupensamiento.

—¿Hasidomiesposalaquehadadolaalarma?Beattyasintió.—Pero sus amigas habían dado otra con anterioridad. De una u otra manera,

tenías que cargártela. Fue la tontería ponerte a recitar poemas por ahí, como si tal

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cosa.Hasidoelactodeunmalditoestúpido.DaleunoscuantosversosaunhombreysecreeráqueeselSeñorde laCreación.Creeque,con los libros,podráandarporencima del agua. Bueno, el mundo puede arreglárselas muy bien sin ellos. Fíjateadóndetehanconducido,hundidoenelbarrohastaloslabios.Siagitoelbarroconmidedomeñique,teahogas.

Montag no podíamoverse.Con el fuego había llegado un terremoto que habíaaniquiladolacasayMildredestabaenalgúnpuntobajoaquellasruinas,asícomosuvida entera, y él no podíamoverse. El terremoto seguía vibrando en su interior, yMontag permaneció allí, con las rodillas medio dobladas bajo el enorme peso decansancio, el asombro y el dolor, permitiendo que Beatty le atacara sin que éllevantaseniunamano.

—Montag,idiota,Montag,malditoestúpido;¿quétehaimpulsadoahaceresto?Montagnoescuchaba,estabamuy lejos,corría trasdesu imaginación,sehabía

marchado, dejando aquel cuerpo cubierto de hollín para que vacilara frente a otrolocofurioso.

—¡Montag,márchatedeahí!—dijoFaber.Montagescuchó.Beattylepegóungolpeenlacabezaquelehizo,retroceder,dandotraspiés.LabolitaverdeenlaquemurmurabalavozdeFabercayóa laacera.Beatty la

recogió, sonriendo.La introdujoamediasenunade susorejas.Oyó lavoz remotaquellamaba:

—Montag,¿estáustedbien?Beattydesarmóelpequeñoreceptoryseloguardóenunbolsillo.—Bueno,demodoqueaquíhaymásdeloquemefiguraba.Tehevistoinclinar

lacabeza,escuchando.Demomento,hecreídoqueteníasunaradioauricular.Pero,después,cuandohasempezadoareaccionar,hedudado.Seguiremoslapistadeesto,yencontraremosatuamigo.

—¡No!—exclamóMontag.Abrió el seguro del lanzallamas. Beatty miró instantáneamente los dedos de

Montag,ysusojosseabrieronlevemente.Montagviolasorpresaqueexpresabany,asu vez, se miró las manos, para ver qué habían estado haciendo. Más tarde, alrecapacitar sobre la escena, Montag nunca pudo decidir si fueron las manos o lareacción deBeatty para con ellas, lo que le impulsó definitivamente al crimen. Elúltimoderrumbamientodelaavalancharesonóensusoídos,sinafectarle.

Beattymostrósusonrisamásatractiva.—Bueno, éste es un buen sistema para conseguir un auditorio. Apunta a un

hombreyoblígaleaescucharsudiscurso.Suéltaloya.¿Dequésetratará,estavez?¿PorquénomerecitasaShakespeare,malditoestúpido?Nohayterror,Casio,entusamenazas,porqueestoy tanbienarmadodehonestidadquepasan juntoamí cual

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una tenue brisa, que no me causa respeto. ¿Qué te parece? Adelante, literato desegundamano,aprietaelgatillo.

AdelantóunpasohaciaMontag.Montagsólopudodecir:—Nuncahabíamosquemado…Y, entonces, se produjo una estridente llamarada, y un muñeco saltarín,

gesticulante,yanohumanoniidentificable,convertidoenunallamarada,seretorciósobreelcésped,entantoqueMontaglanzabacontraélunchorrocontinuodeardientelíquido.Seprodujounsiseocomocuandounescupitajocaesobreelhierroardientedeunaestufa,unborboteoyunespumear, comosi sehubieseechadosal sobreunmonstruoso caracolnegroparaproducir una terrible licuaciónyunhervor sobre laespuma amarilla. Montag cerró los ojos, gritó, gritó y forcejeó para llevarse lasmanosalosoídos,paraaislarsedeaquelruido.Beattygirósobresímismounayotray otra vez, y, por último, se contrajo sobre sí mismo como si fuera un muñecoachicharradoyquedósilencioso.

Losotrosdosbomberosnosemovieron.Montagcontuvosumareoeltiemposuficienteparaapuntarconellanzallamas.—¡Volveosdeespaldas!Ambosobedecieron,consusrostrostotalmentedescoloridosyhúmedosdesudor;

Montag lesquitó loscascosy lesgolpeóen lacabeza.Amboscayeronsinsentido.Ambos permanecieron tendidos y sin movimiento. El susurro de una hoja otoñal.MontagsevolvióyelSabuesoMecánicoestabaallí.Estabaatravesandoelcésped,surgiendodelassombras,moviéndosecontalsuavidadqueparecíaunasólidanubedehumoblancogrisáceoqueflotarahaciaélensilencio.

ElSabuesopegóunúltimosaltoycayósobreMontagdesdearriba,conlaspatasdearañaalargadasylaagujadeprocaínaasomandoensuenfurecidomorro.Montaglorecibióconunchorrodefuego,unsolochorroqueseabrióenpétalosamarillos,azulesyanaranjadosentornoalperrodemetal,quegolpeócontraMontagylehizoretroceder tresmetros, hasta chocar contra el tronco de un árbol; pero no soltó ellanzallamas.MontagsintióqueelSabuesoseapoderabadeunadesuspiernasy,porun instante, clavaba suagujaenél antesdequeel fuego lanzaraalSabuesoporelaire, hiciera estallar sus huesos de articulaciones de metal, desparramando sumecanismo interior como un cohete arrojado en plena calle. Montag permaneciótendido,observandocómoelaparatoseagitabaenelaireymoría.Inclusoentoncesparecíaquerervolverjuntoaélyterminarlainyecciónqueempezabaacausarefectoenlacarnedesupierna.Montagexperimentóunamezcladealivioydehorrorporhaber retrocedido justo a tiempo para que sólo su pierna fuera rozada por elparachoquesdeunautomóvilquepasóacientocuarentakilómetrosporhora.Temíalevantarse, temía no ser capaz de volver a ponerse en pie, debido a su pierna

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anestesiada. Un entumecimiento dentro de otro entumecimiento, y asísucesivamente…

¿Yahora…?Lacallevacía,lacasatotalmentequemada,losotroshogaresoscuros,elSabueso

allí,Beattymásallá,losotrostresbomberosenotrositio.¿Ylasalamandra?Montagmiróelenormevehículo.Tambiéntendríaquemarcharse.

«Bueno—pensó—, veamos cómo estás. ¡En pie! Con cuidado, con cuidado…Así.»

Se levantó y descubrió que sólo tenía una pierna.La otra parecía un troncodeárbolquearrastrabacomopenitenciacomoalgúnpecadocometido.Cuandoapoyósupieenella,unalluviadealfileresdeplataleatravesólapantorrillahastalocalizarseenlarodilla.Montaglloró.«¡Vamos!¡Vamos,nopuedesquedarteaquí!»

Laslucesdealgunascasasvolvíanaencendersecalleabajo,bienacausadelosincidentesqueacababandeocurrir,odebidoalsilencioquehabíaseguidoalalucha.Montagloignoraba.Cojeóporentrelasruinastirandodesupiernamaltrechacuandolefaltaba,hablando,susurrandoygritandoórdenesaaquelmiembro,ymaldiciendoyrogándole que funcionara, cuando tan vital resultaba para él. Oyó una serie depersonasquegritabanenlaoscuridad.MontagllegóalpatioposteriorYalcallejón.«Beatty —pensó—, ahora no eres un problema. Siempre habías dicho: “No teenfrentes conunproblema, quémalo.”Bueno, ahorahehecho ambas cosas.Adiós,capitán.»

Ysealejócojeandoporellúgubrecallejón.

Cada vez que apoyaba el pie en el suelo, un puñal se clavaba en su pierna.YMontagpensó:«Eresuntonto,unmalditotonto,unidiota,unmalditoidiota.Enbuenlío tehasmetido.¿Quépuedeshacerahora?Porculpadelorgullo, ¡malditasea!,ydelmalcarácter.Ylohasestropeadotodo.Apenascomienzas,vomitassobretodosysobre timismo.Pero, todoa lavez, todo, juntamente,Beatty, lasmujeres,Mildred,Clarisse, todo. Sin embargo, no hay excusa, no hay excusa. ¡Un tonto, unmalditotonto!Veaentregarteporpropiavoluntad.

»No, salvaremos lo que podamos, haremos lo que se deba hacer. Sí hemos dearder,llevémonosaunoscuantosconnosotros.¡Ea!»

Recordóloslibrosyretrocedió,porsiacaso.Encontróunoscuantosallídondeloshabíadejadocercadelaverjadeljardín.A

Mildred,Dios la bendiga, la habían pasado por alto. Cuatro libros estaban ocultosaún, donde él los había dejado.Unas vocesmurmuraban en la noche, y se veía elresplandordeloshacesdeunaslinternas.Otrassalamandrashacíansonarsusmotoresenlalejanía,ylassirenasdelaPolicíaseabríanpasoconsugemidoatravésdelaciudad.

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Montag cogió los cuatro libros restantes y cojeó y saltó callejón abajo y, derepente,lepareciócomosilehubiesencortadolacabezaysólosucuerpoestuvieseallí.Algoensuinteriorleindujoadetenersey,luego,leabatió.

Permaneciódondehabíacaído,conlaspiernasdobladasyelrostrohundidoenlagrava.

Beattyhabíadeseadomorir.En medio de su sollozo, Montag comprendió que era verdad. «Beatty quería

morir. Permaneció quieto allí, sin tratar de salvarse. Se limitó a permanecer allí,bromeando, hostigándole», pensóMontag. Y este pensamiento fue suficiente paraacallarsussollozosypermitirlehacerunapausapararespirar.¡Cuánextrañodeseartanto lamuertecomoparapermitiraunhombreandarasualrededorconarmas,y,luego,envezdecallarypermanecervivo,empezaragritarlealagenteyaburlarsedeellahastaconseguirenfurecerla!Yentonces…

Alolejos,ruidodepasosquecorrían.Montagseirguió.«Larguémonosdeaquí.Vamos,levántate,levántate,nopuedes

quedarteahísentado.»,peroaúnestaballorando,yhabíaqueterminaraquello.Ibaamarcharse.No había queridomatar a nadie, ni siquiera aBeatty. Se le contrajo lacarne, como si la hubieran sumergido en un ácido. Sintió náuseas. Volvió a ver aBeatty,convertidoenantorcha,sinmoverse,ardiendoenlahierba.Montagsemordiólosnudillos.«Losiento,losiento.Diosmío,losiento…»

Trató de encajar las piezas, de volver a la vida normal de algún tiempo atrás,antesdelacribaylaarena,del«DentífricoDenham»,delasvocessusurradasensuoído,delasmariposas,delasalarmasylasexcursiones,demasiadoparaunosbrevesdías,demasiadoparatodaunavida.

Unospiescorrieronenelextremomásalejadodelcallejón.«Levántate—sedijoMontag—.¡Malditasea,levántate!»—dijoalapierna.Yse

pusoenpie.Parecía que le hundieran clavos en la rodilla; y, luego, sólo alfileres; y, por

último, un molesto cosquilleo. Y tras arrastrarse y dar otra cincuentena de saltos,llenándoselamanodeastillasdelaverja,lamolestiasehizo,porfin,soportable.Ylapierna acabó por ser su propia pierna. Montag había temido que si corría podríaromperseeltobilloinsensibilizado.Ahora,aspirandolanocheporlabocaabierta,yexhalandoun tenue aliento, pues toda la negrurahabía permanecido en su interior,emprendióunacaminataapasoacelerado.

Llevabaloslibrosenlasmanos.PensóenFaber.Faberestabaenaquelhumeantemontóndecarbónquecarecíayadeidentidad.HabíaquemadoaFabertambién.EstaidealeimpresionótantoquetuvolasensacióndequeFaberestabamuertodeverdad,totalmente cocido en aquella diminuta cápsula verde perdida en bolsillo de unhombrequeahoraapenassieraunesqueleto,unidocontendonesdeasfalto.

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«Tienes que recordarlo: quémalos o te quemarán —pensó Montag—. En estemomento,resultaasísencillo.»

Buscóensusbolsillos:eldineroseguíaallí,yenotrobolsillo,encontrólaradioauricularnormalconlaquelaciudadhablabaconsigomismaenlafríasoledaddelamadrugada.

—Policía, alerta. Se busca: fugitivo en la ciudad. Ha cometido un asesinato ycrímenes contra el Estado. Nombre: Guy Montag. Profesión: bombero. Visto porúltimavez…

Montag corrió sin detenerse durante seis manzanas, siguiendo el callejón. Y,después,ésteseabriósobreunaampliaavenida,anchacomoseispistas.«Alacrudaluzde las lámparasde arcoparecíaun río sinbarcas; había el peligrode ahogarsetratandodecruzarla»,pensóMontag.Erademasiadoancha,demasiadoabierta.Eraunenormeescenariosindecorados,queleinvitabanaatravesarlocorriendo.Conlabrillanteiluminaciónerafácildedescubrir,dealcanzar,deeliminar.

Laradioauricularsusurrabaensuoído:—…alertaaunhombrecorriendo…Vigilenaunhombrecorriendo…Busquena

unhombresolo,apie…Vigilen…Montagvolvióahundirseen las sombras.Exactamentedelantedeélhabíauna

estación de servicio, resplandeciente de luz, y dos vehículos plateados se deteníanante ella para repostar. Si quería andar, no correr atravesar con calma la ampliaavenida,teníaqueestarlimpioypresentable.Esoleconcederíaunmargenadicionaldeseguridad.Siselavabaypeinabaantesdeseguirlamarchaparair…¿dónde?

«Sí—pensó—,¿haciadóndeestoyhuyendo?»Aningúnsitio.Nohabíadóndeir,ningúnamigoaquienrecurrir,exceptoFaber.

Y,entonces,advirtióquedesdeluego,corríainstintivamentehacialacasadeFaber.PeroFabernopodríaocultarle;sólointentarlo,seríaunsuicidio.Perosabíaque,detodosmodos, iría a ver a Faber, durante unos brevesminutos. Faber sería el lugardonde poder repostarse de su creencia, que desaparecía rápidamente, en su propiahabilidadparasobrevivir.SólodeseabasaberqueenelmundohabíaunhombrecomoFaber.Queríaveralhombrevivoynoachicharradoallí,comouncuerpointroducidoenotrocuerpo.YdebíadejarpartedeldineroaFaber,claroestá,paragastarlocuandoélsiguiesehuyendo.Quizápodríaalcanzarelcampoabiertoyvivircercadelosríosolasautopistas,enloscamposylascolinas.

Unintensosusurrolehizomirarhaciaelcielo.LoshelicópterosdelaPolicíaseelevabandesdeunpuntotanremotoqueparecía

comosialguienhubiesesopladounaflorsecadedientedeleón.Dosdocenasdeelloszumbaron, oscilaron, indecisos a cinco kilómetros de distancia, como mariposasdesconcertadasporelotoño.Y,después,selanzaronenpicadohaciatierra,unoporuno, aquí, allí, recorriendo las calles donde, vueltos a convertir en automóviles,

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zumbaronporlosbulevareso,conigualprontitud,volvíanaelevarseenelaireparaproseguirlabúsqueda.

Y allí estaba la estación de servicio, con sus empleados que atendían a laclientela.Acercándosepordetrás,Montagentróenellavabodehombres.Atravésdela pared de aluminio oyó que la voz de un locutor decía: «La guerra ha sidodeclarada.» Estaban bombeando el combustible. Los hombres, en los vehículos,hablaban,y losempleadosconversabanacercade losmotores,delcombustible,deldineroquedebían.Montag trató de sentirse impresionadopor el comunicadode laradio, pero no le ocurrió nada. Por lo que a él respectaba, la guerra tendría queesperar a que él estuviese en condiciones de admitirlo en su archivo personal, unahora,doshorasmástarde.

Montag se lavó lasmanosy el rostroy se secó con la toalla.Salió del lavabo,cerrócuidadosamentelapuerta,seadentróenlaoscuridadyseencontróenunbordedelavacíaavenida.

Allí estaba, había que ganar aquella partida una inmensa bolera en el fríoamanecer.Laavenidaestabatanlimpiacomolasuperficiedeunruedodosminutosantes de la aparición de ciertas víctimas anónimas y de ciertos matadoresdesconocidos.Sobreelinmensoríodecemento,elairetemblabaacausadelcalordelcuerpo de Montag; era increíble cómo notaba que su temperatura podía producirvibracionesenelmundoinmediato.Eraunobjetivofosforescente.Montaglosabía,losentía.

Y,ahora,debíaempezarsupequeñopaseo.Unos faros brillaban a tres manzanas de distancia. Montag inspiró

profundamente.Suspulmoneserancomofocosardientesensupecho.Teníalabocaresecaporelcansancio.Sugargantasabíaahierroyhabíaacerooxidadoensuspies.

¿Qué eran aquellas luces? Una vez se empezaba a andar, había que calcularcuánto tardarían aquellos vehículos en llegar hasta él. Bueno, ¿a qué distanciaquedabaelotrobordillo?Alparecer,auncentenardemetros.Probablemente,noerancien,peromejorcalcula,eso,puestoqueélandabalentamente,conpasotranquilo,yquizá,necesitasetreintasegundos,cuarentasegundospararecorrerladistancia.¿Losvehículos? Una vez en marcha, podían recorrer tres manzanas en unos quincesegundos.Demodoque,inclusosiamitaddelatravesíaempezaseacorrer…

Adelantóelpiederecho;después,elizquierdo,yluego,elderecho.Pisólavacíaavenida.

Incluso aunque la calle estuviese totalmentevacía, claro está, nopodía tener laseguridaddecruzarlasinriesgo,porque,derepente,podíaaparecerunvehículoporel cambio de rasante a cuatromanzanas de distancia y estar a tu altura omás alláantesdehaberpodidorespirarunadocenadeveces.

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Montagdecidiónocontarsuspasos.Nomiróaizquierdaniaderecha.Laluzdelosfarolesparecía tanbrillanteyreveladoracomoelsoldemediodía,e igualmentecálida.Escuchóel sonidodelvehículoqueaceleraba,adosmanzanasdedistancia,porladerecha.SusfarosmóvilessedesplazaronbruscamenteyenfocaronaMontag.

«Sigueadelante.»Montagvaciló,apretóloslibrosconmayorfuerza,yreanudósuandarpausado.

Ahoraestabaamitaddelaavenida,peroelzumbidodelosmotoresdelvehículosehizomásagudocuandoésteaumentósuvelocidad.

«LaPolicía,desdeluego.Meven.Pero,despacio,ahora,despacio,tranquilo,notevuelvas,nomires,noparezcaspreocupado.Camina,esoes,camina,camina…»

El vehículo se precipitaba. El vehículo zumbaba. El vehículo aceleraba. Elvehículo se acercaba veloz.El vehículo recorría una trayectoria silbante, disparadoporunrifleinvisible.Ibaaunosdoscientoskilómetrosporhora.Ibacomomínimo,amásdedoscientosporhora.Montagapretólasmandíbulas.Elcalordelosfarosdelvehículoquemósusmejillas,lehizoparpadearyhelóelsudorqueleresbalabaporelrostro.

Empezóaarrastrarestúpidamentelospies,ahablarconsigomismo.Y,derepente,diounrespingoyechóacorrer.Alargólaspiernastantocomopudo,unayotravez,unayotravez.¡Dios,Dios!Dejócaerunlibro,interrumpiólacarrera,casisevolvió,cambió de idea, siguió adelante, chillando en el vacío de cemento, en tanto que elvehículo parecía correr tras sus pasos, a sesenta metros de distancia, a treinta, aveinticinco,aveinte;yMontagjadeaba,agitabalasmanos,movíalaspiernas,arribayabajo,máscerca,sudoroso,gritandoconlosojosardientesylacabezavueltaparaenfrentarse con el resplandor de los faros. Luego, el vehículo fue tragado por supropialuz,nofuemásqueunaantorchaqueseprecipitabasobreél;todoestrépitoyresplandor¡Depronto,casiselesechóencima!

Montagdiountraspiéycayó.«¡Estoylisto!¡Todohaterminado!»Pero la caída le salvó. Un instante antes de alcanzarle, el raudo vehículo se

desvió.Desapareció.Montagyacíadebruces,conlacabezagacha.Hastaélllegóelecodeunascarcajadas,almismotiempoqueelsonidodelescapedelvehículo.

Tenía lamano derecha extendida sobre él, llana.A levantar lamano vio, en lapuntadesudedocorazónunadelgadalíneanegra,allídondeelneumáticolehabíarozadoalpasar.Montagmiróconincredulidadaquellalíneamedia,mientrasseponíaenpie.

«NoeralaPolicía»,pensó.Miróavenidaabajo.Ahora, resultabaclaro.Unvehículo llenodechiquillos,de

todas las edades, entre los doce y los dieciséis años, silbando, vociferando,vitoreando, habían visto a un hombre, un espectáculo extraordinario, un hombre

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caminando, una rareza, y habían dicho: «Vamos a por él», sin saber que era elfugitivoMr.Montag.Sencillamente,ciertonúmerodemuchachosquehabíansalidoatragarkilómetrosdurante lashorasde luna, con los rostrosheladospor elvientoyqueregresaríanonoacasaalamanecer,vivososinvida.Aquelloeraunaaventura.

«Mehubiesenmatado—pensóMontagbalanceándose.Elaireaúnseestremecíayelpolvosearremolinabaasualrededor.Setocólamejillamagullada—sinningúnmotivoenabsoluto,mehubiesenmatado.»

Siguiócaminandohastaelbordillomáslejano,Pidiendoacadapiequesiguieramoviéndose.Sindarsecuenta,habíarecogidoloslibrosdesperdigados;norecordabahaberseinclinadonihaberlostocado,pasándolosdeunaaotramano,comosifuesenunajugadadepóquerocualquierotrojuegoquenoacababadecomprender.

«QuisierasabersisonlosmismosquemataronaClarisse.»Sedetuvoysumentevolvióarepetirlo.«¡QuisierasabersisonlosmismosquemataronaClarisse!».Sintiódeseosdecorrerenposdeellos,chillando.Susojossehumedecieron.Lo que le había salvado fue caer de bruces. El conductor del vehículo, al ver

caído aMontag, consideró de inmediato la probabilidad de que pisar el cuerpo aaquella velocidad podía volcar el vehículo ymatarlos a todos. SiMontag hubieseseguidosiendounobjetivovertical…

Montagquedóboquiabierto.Lejos,enlaavenida,acuatromanzanasdedistancia,elvehículohabíafrenado,

giradosobredosruedas,yretrocedíaahoravelozmente,porlamanocontrariadelacalle,adquiriendoimpulso.

PeroMontag ya estaba oculto en la seguridad del oscuro callejón en busca delcualhabíaemprendidoaquellargoviaje,ignorabayasiunahoraounminutoantes.Seestremecióenlastinieblas,yvolviólacabezaparavercómoelvehículolopasabavelozyvolvíaasituarseenelcentrodelaavenida.Lascarcajadassemezclabanconelruidodelmotor.

Más lejos, mientras Montag se movía en la oscuridad, pudo ver que loshelicópteros caían, caían como primeros copos de nieve del largo invierno que seaproximaba.

Lacasaestabasilenciosa.Montagseacercópordetrás,arrastrándoseatravésdeldensoperfumederosasy

dehierbahumedecidaporelrocíonocturno.Tocólapuertaposterior,vioqueestabaabierta,sedeslizódentro,cruzóelporche,yescuchó.

«¿Duermeustedahídentro,Mrs.Black?—pensó—.Loquevoyahacernoestábien, pero su esposo lo hizo con otros, y nunca preguntó ni sintió duda, ni se

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preocupó.Y, ahora, puesto que es usted la esposa de un bombero, es su casa y suturno,encompensaciónportodaslascasasquesuesposoquemóyporlaspersonasaquienesperjudicósinpensar.»

Lacasanorespondió.Montag escondió los libros en la cocina, volvió a salir al callejón, miró hacia

atrás; y la casa seguía oscura y tranquila, durmiendo.En su camino a través de laciudad, mientras los helicópteros revoloteaban en el cielo como trocitos de papel,telefoneóydiolaalarmadesdeunacabinasolitariaalapuertadeunatiendacerradadurante la noche. Después, permaneció en el frío aire nocturno, esperando y, a lolejos, oyó que las sirenas se ponían en funcionamiento, y que las salamandrasllegaban, llegaban para quemar la casa deMr. Black, en tanto éste se encontrabatrabajando,parahacerquesuesposaseestremecieraenelairedelamanecer,mientrasqueeltechocedíaycaíasobrelahoguera.Pero,ahora,ellaaúnestabadormida.

«Buenasnoches,Mrs.Black»,pensóMontag.

—¡Faber!Otrogolpecito,unsusurroyunalargaespera.Luego,alcabodeunminuto,una

lucecillabrillódentrolacasitadeFaber.Trasotrapausa,lapuertaposteriorseabrió.FaberyMontagsemiraronalamedialuz,comosicadaunodeellosnocreyese

enlaexistenciadelotro.Luego,Fabersemovió,adelantóunamano,cogióaMontag,le hizo entrar. Lo obligó a sentarse, y regresó junto a la puerta, donde se quedóescuchando.Lassirenasgemíanalolejos.Faberentróycerrólapuerta.

—He cometido estupidez tras estupidez—dijoMontag—.No puedo quedarmemuchorato.SabeDioshaciadóndevoy.

—Porlomenos,hasidountontorespectoaloimportante—dijoFaber—.Creíaqueestabamuerto.Lacápsulaauditivaqueledi…

—Quemada.—Oíqueelcapitánhablabaconustedy,derepente,yanooínada.Heestadoa

puntodesalirabuscarle.—Elcapitánhamuerto.Encontró lacápsula,oyó lavozdeustedyseproponía

buscarsuorigen.Lomatéconellanzallamas.Fabersesentó,y,duranteunrato,guardóabsolutosilencio.—Diosmío,¿cómohapodidoocurriresto?—prosiguióMontag—.Hacepocas

noches,todoibaestupendamente.Y,derepente,estoyapuntodeahogarme.¿Cuántasvecespuedehundirseunhombreyseguirvivo?Nopuedorespirar.EstálamuertedeBeatty,queuntiempofuemiamigo.YMilliesehamarchado.Yocreíaqueeramiesposa.Pero,ahora,yanolosé.Ylacasahaardidoporcompleto.Ymehequedadosinempleo,yyoandohuyendo.Y,porelcamino,hecolocadounlibroencasadeun

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bombero.¡VálgameDios!¡Cuántascosashehechoenunasolasemana!—Ha hecho lo que debía hacer. Es algo que se preparaba desde hace mucho

tiempo.—Sí, eso creo, aunque sea lo único que crea. Tenía que suceder. Desde hace

mucho tiempo sentía que algo se preparaba en mi interior, y yo andaba por ahíhaciendounacosaysintiendootra.Dios,todoestabaaquídentro.Loextrañoesquenose traslucieraenmí,comolagrasa.Y,ahora,estoyaquí,complicándole lavida.Puedenhabermeseguidohastaaquí.

—Porprimeravez enmuchos añosme sientovivir—replicóFaber—.Medoycuenta de que hago lo que hubiese debido de hacer hace siglos. Durante ciertotiempo,notengomiedo.Quizáseaporque,porfin,estoycumpliendoconmideber.Otalvezseaporquenoquieramostrarmecobardeanteusted.Supongoqueaúntendréque hacer cosasmás violentas, que tendré que arriesgarme para no fracasar enmimisiónyasustarmedenuevo.¿Cuálessonsusplanes?

—Seguirhuyendo.—¿Sabequehaestalladolaguerra?—Loheoídodecir.—¿Verdadque resulta curioso?—dijo el anciano—.Laguerra nos parece algo

remotoporquetenemosnuestrospropiosproblemas.—No he tenido tiempo para pensar.—Montag sacó un centenar de dólares—.

Quierodarleesto,paraqueloutilicedeunmodoútil,cuandomehayamarchado.—Pero…—Quizáshayamuertoamediodía.Utilícelo.Faberasintió.—Si le es posible, será mejor que se dirija hacia el río. Siga su curso. Y si

encuentraalgunaviejalíneaferroviaria,queseadentraenelcampo,sígala.Aunqueenlaactualidadtodaslascomunicacionessehacenporvíaaérea,ylamayoríadelasvías están abandonadas, los raíles siguen allí, oxidándose. He oído decir que aúnquedan campamentos de vagabundos esparcidos por todo el país. Les llamancampamentos ambulantes, y si anda usted el tiempo suficiente y se mantiene ojoavizor,dicenquequedanmuchosantiguosgraduadosdeHarvardenelterritorioquese extiende entre aquí y Los Ángeles. La mayoría de ellos son buscados yperseguidosenlasciudades.Supongoqueselimitanavegetar.Noquedanmuchos,yme figuro que el Gobierno nunca lo ha considerado un peligro lo suficientementegrandecomopara irenbuscadeellos.Podría refugiarseconesoshombresdurantealgúntiempoyponerseencontactoconmigoenSt.Louis.Yomemarchomañana,enelautobúsdelascinco,paravisitaraunimpresorretiradoqueviveallí.Porfinsalgoacampoabierto.Utilizaréeldineroadecuadamente.Gracias,yqueDioslebendiga.¿Quieredormirunosminutos?

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—Serámejorquesigahuyendo.—Veamoscuáleslasituación.FabercondujoaMontagaldormitorioylevantóuncuadroquehabíaenlapared,

poniendo así al descubierto una pantalla de televisión del tamaño de una tarjetapostal.

—Siemprehabíadeseadoalgomuypequeño,algoaloquepoderhablar,algoquepudiera cubrir con la palma de la mano, en caso necesario, algo que no pudieraavasallarmeagritos,algoqueno fuesemonstruosamentegrande.Demodoque,yave.

Conectóelaparato.—Montag—dijoeltelevisor.Ylapantallaseiluminó—.M-O-N-T-A-G.—Una

voz deletreó el nombre—. GuyMontag. Sigue en libertad. Los helicópteros de laPolicíalebuscan.UnnuevoSabuesoMecánicohasidotraídodeotrodistrito…

MontagyFabersemiraron.—…SabuesoMecániconunca falla.Desdeque fueusadoporprimeravezpara

perseguirunapresa,esteinventoincreíblenohacometidoniunsoloerror.Hoy,estacadenaseenorgullecedetenerlaoportunidaddeseguiralSabueso,conunacámarainstaladaenunhelicóptero,cuandoinicialamarchahaciasuobjetivo…

Fabersirviódosvasosdewhisky.—Lonecesitaremos.Bebieron.—…olfatotansensiblequeelSabuesoMecánicopuederecordareidentificardiez

miloloresdediezmilhombresdistintos,sinnecesidaddeserrearmado.Faber tembló levemente y miró a su alrededor, las paredes, la puerta, la

empuñadura y la silla dondeMontag estaba sentado.Éste captó lamirada.Ambosexaminaron rápidamente la casa y Montag sintió que su nariz se dilataba ycomprendió que estaba tratando de rastrearse a sí mismo, y que su nariz era, depronto,losuficientementesensibleparapercibirlapistaquehabíadejadoenelairedelahabitación;yelsudordesumanoestabapegadoalaempuñaduradesupuerta,invisible pero tan abundante como la cera de un pequeño candelabro. Su personaestaba por doquier, dentro, fuera sobre todo, era como una nube luminosa, unfantasmaquevolvíaahacerimposiblelarespiración.

VioqueFabercontenía,asuvez,elaliento,pormiedoaintroducirensupropiocuerpo aquel fantasma, a quedar tal vez contaminado con las exhalaciones delfantasmaylosoloresdeunfugitivo.

—¡ElSabuesoMecánicoestásiendodesembarcadodeunhelicóptero,enellugardelincendio!

Yallí,enlapantallapequeña,apareciólacasaquemada,ylamultitud;ydelcielodescendióunhelicóptero,comounagrotescaflor.

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«Así, pues, tienen que seguir con su juego—pensóMontag—. El espectáculosigue,aunquelaguerrahaempezadohaceapenasunahora…»

Contemplólaescena,fascinado,sindesearmoverse¡Parecíatanremotayajenaaél!Eraunespectáculodistinto,fascinantedeobservar,quenodejabadeproducirunextrañoplacer.

«Todoesoesparamí,todoesoestáocurriendopormicausa.Diosmío.»Silodeseaba,podíaentretenerseallí,contodacomodidad,yseguirlacaceríacon

susrápidasfases,carrerasporlascalles,porlasavenidasvacías,atravesandoparquesysolares,conpausasaquíyallíparadejarpasoalanecesariapublicidadcomercial,porotroscallejoneshastalacasaardiendodeMr.yMrs.Black,yasísucesivamentehasta aquella casa en la que él y Faber estaban sentados, bebiendo, en tanto queSabuesoMecánico olfateaba el último tramo de la pista silencioso como la propiamuerte, hasta detenerse frente a aquella ventana. Entonces, si lo deseaba,Montagpodía levantarse, acercarse a la ventana, sin perder de vista el televisor, abrirla,asomarseyversedramatizado,descrito,analizado.Undramaquepodíacontemplarseobjetivamente,sabiendoque,enotrossalones,teníauntamañomayorqueelnatural,a todo color, dimensionalmente perfecto. Y si se mantenía alerta, podría verse,asimismo,uninstanteantesdeperderelsentido,siendoliquidadoenbeneficiodelamultitud de telespectadores que, unosminutos antes, habían sido arrancados de susueñoporlafrenéticasirenadesustelevisoresmuralesparaquepudieranpresenciarlagrancacería,elespectáculodeunsolohombre.

¿Tendría tiempo para hablar cuando el Sabueso lo cogiera, a la vista de diez,veinteotreintamillonesdepersonas?,¿nopodríaresumirloquehabíasidosuvidadurantelaúltimasemanaconunasolafraseounapalabraquepermanecieraconellasmuchodespuésdequeelSabuesosehubiesevuelto,sujetándoloconsusmandíbulasde metal, para alejarse en la oscuridad, mientras la cámara permanecía quieta,enfocando al aparato que iría empequeñeciéndose a lo lejos, para ofrecer un finalespléndido?¿Quépodríadecirenunasolapalabra,enunaspocaspalabrasquedejarahuellaentodossusrostrosyleshicieradespertar?

—Mire—susurróFaber.Del helicóptero surgió algo que no era una máquina, un animal, algo que no

estaba muerto ni vivo, algo que resplandecía con una débil luminosidad verdosa.PermaneciójuntoalasruinashumeantesdelacasadeMontagyloshombrestrajeronelabandonadolanzallamasdeésteylopusieronbajoelhocicodelSabueso.Seoyóunsiseo,unresoplido,unrumordeengranajes.

Montagmeneólacabeza,selevantóyapurósubebida.—Yaeshora.Lamentodeverdadloqueestáocurriendo.—¿Qué? ¿Yo? ¿Mi casa?Lomerezco todo. ¡Corra deprisa, por amor deDios!

Quizápuedaentretenerlesaquí…

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—Espere.No vale la pena que se descubra usted. Cuandome hayamarchado,quemeelcobertordeestacama,lohetocado.Quemelasilladelasaladeestarensuincinerador. Frote el mobiliario con alcohol, así como los pomos de las puertas.Quemelaalfombradelsalón.Délamáximapotenciaalacondicionadordeairey,sitieneuninsecticida,rocíelotodoconél.Después,pongaenmarchasusrociadoresdelcésped,contodalafuerzaquepueda,yrieguebienlasaceras.Conunpocodesuerte,podríamosevitarquenossiguieranlapista.

Faberleestrechólamano.—Lo haré. Buena suerte. Si ambos estamos vivos, la semana próxima o la

siguientenospondremosencontacto.EnlalistadeCorreos,deSaintLouis.Sientoque, esta vez, no haya manera de poder acompañarle con mi cápsula auricular.Hubiesesidobuenoparaambos.Peromiequipoera limitado.Hágasecargo,nuncacreíquehabríadeutilizarlo.Soyunviejoestúpido,sinideas.Estúpido,estúpido.Y,ahora,notengootracápsulaverdeparaquepuedallevárselausted.¡Márcheseya!

—Otracosa,¡aprisa!Unamaleta.Cójala,consuropamássucia,untrapoviejo,cuantomássuciomejor,unacamisa,algunoscalcetinesyzapatosviejos…

Fabersemarchóyregresóalcabodealgunosminutos.—Para conservar en su interior el antiguo olor deMr. Faber, claro está—dijo

éste,sudorosoporelesfuerzo.Montagrociótodoelexteriordelamaletaconwhisky.—Nocreoque eseSabueso captedosolores a la vez.Permítamequeme lleve

estewhisky.Lonecesitarémástarde.¡Cristo,esperoquedéresultado!Volvieronaestrecharselamanoy,mientrassedirigíanhacialapuerta, lanzaron

unaojeadaaltelevisor.ElSabuesoestabaencamino,seguidoporlascámarasdeloshelicópteros,silencioso,silencioso,olfateandoelairenocturno.

BajabaporlaPrimeraAvenida.—¡Adiós!Y Montag salió velozmente por la puerta posterior, corriendo con la maleta

semivacía. Oyó que, a su espalda, los rociadores de césped se ponían en marcha,llenabanelaireoscuroconlluviaquecaíasuavementeyconregularidad,lavabanlasaceras y corrían hasta la calle. Unas gotas de aquella lluvia mojaban el rostro deMontag.Leparecióqueelviejolegritabaadiós,peronoestuvoseguro.

Corriómuyaprisa,alejándosedelacasa,haciaelrío.Montagcorrió.PodíasentirelSabueso,comoelotoñoqueseacercaba,frío,secoyveloz,como

unvientoquenoagitaralahierba,quenohicieracrujirlasventanasnidesplazaralashojas en las blancas aceras. El Sabueso no tocaba el mundo. Llevaba consigo susilencio,demodoque,atravésdetodalaciudad,podíapercibirseelsilencioqueibacreando.

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Montagsintióaumentarlapresión,ycorrió.Se detuvo para recobrar el aliento, camino del río. Atisbó por las ventanas

débilmenteiluminadasdelascasaslassiluetasdesushabitantesquecontemplabanenlostelevisoresmuralesalSabuesoMecánico,unsuspirodevapordeneón,quecorríaveloz. Ahora, en Elm Terrace, Lincoln, Cak, Park, y calle arriba hacia la casa deFaber.

«Pasadelargo—pensóMontag—,notedetengas,sigueadelante,notedesvíes.»En el televisormural apareció la casadeFaber, con su rociador de céspedque

empapabaelairenocturno.ElSabuesohizounapausayseestremeció.¡No!Montagseaferróalalféizardelaventana.¡Porestecamino!¡Aquí!La aguja de procaína asomó y se escondió, asomó, se escondió. Una gotita

transparentede ladrogacayóde la agujacuandoéstadesaparecióenelhocicodelSabueso.

Montagcontuvoelaliento,ysintióunaopresiónenelpecho.ElSabuesoMecánicosevolvióysealejódelacasadeFaber,calleabajo.Montagdesviósumiradahaciaelcielo.Loshelicópterosestabanmáspróximos,

comounanubedeinsectosqueacudiesenhaciaunasolitariafuenteluminosa.Conunesfuerzo,Montagrecordódenuevoqueaquellonoeraningúnespectáculo

imaginarioquepodíasercontempladomientrashuíahaciaelrío;enrealidad,erasupropiapartidadeajedrezlaqueestabacontemplando,movimientotrasmovimiento.

Gritóparadarseelimpulsonecesarioparaalejarsedelaventanadeaquellaúltimacasa,yelfascinadorespectáculoquehabíaallí.¡Diablo!¡Yemprendiólamarchadenuevo!Laavenida,unacalle,otra,otra,yelolordelrío.Unapierna,laotra.Veintemillones de Montag corriendo, muy pronto, si las cámaras le enfocaban. Veintemillones de Montag corriendo, corriendo como un personaje de película cómica,policías, ladrones, perseguidores y perseguidos, cazadores y cazados, tal como lohabía visto un millar de veces. Tras de él, ahora, veinte millones de silenciososSabuesos atravesaban los salones, de la pared derecha a la central; luego a laizquierda,desaparecían.

Montagsemetiósuradioauricularenunaoreja.—LapolicíasugiereatodalapoblacióndelsectorTerracequehagalosiguiente:

entodaslascasasdetodaslascalles,todoelmundodebeabrirlapuertadelanteraotraseraomirarporunaventana.El fugitivonopodráescapar si,duranteelminutosiguiente,todoelMundomiradesdeelexteriordesucasa.¡Preparados!

¡Claro'¿Porquénolohabíanhechoantes?¿Porqué,entodoslosaños,nohabíanintentadoaqueljuego?¡Todosarriba,todosafuera!¡Nopodíapasarinadvertido!¡Elúnico hombre que corría solitario por la ciudad, el único hombre que ponía suspiernasaprueba!

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—¡Alacuentadediez!¡Uno!¡Dos!Montagsintióquelaciudadselevantaba.—¡Tres!Montagsintióquelaciudadsedirigíahaciasusmillaresdepuertas.¡Aprisa!¡Unapierna,laotra!—¡Cuatro!Lagenteatravesabasusrecibidores.—¡Cinco!Montagsintiótodaslasmanosenlospomosdelaspuertas.Elolordelríoerafrescoysemejanteaunalluviasólida.LagargantadeMontag

ardíaysusojosestabanresecosporelvientoqueproducíaelcorrer.Chillócomosielgritopudieraimpulsarleadelante,hacerlerecorrerelúltimocentenardemetros.

—¡Seis,siete,ocho!Lospomosgiraronencincomillaresdepuertas.—¡Nueve!Montagsealejóde laúltimafiladecasas,porunapendientequeconducíaa la

negraymóvilsuperficiedelrío.—¡Diez!Laspuertasseabrieron.Montagvioensuimaginaciónamilesymilesderostrosescrutandolospatios,las

calles,elcielo,rostrosocultosporcortinas,rostrosdescoloridos,atemorizadosporlaoscuridad, comoanimalesgrisáceosquedesdecavernaseléctricas, rostrosconojosgriseseincoloros,lenguasgrisesypensamientosgrises.

Perohabíallegadoalrío.Lo tocó para cerciorarse de que era real. Semetió en el agua, se desnudó por

completo y se roció el cuerpo, los brazos, las piernas y la cabeza con el licor quellevaba;bebióunsorboeinspiróotropocoporlanariz.Después,sevistióconlaropayloszapatosdeFaber.Echósuropaalríoycontemplócómoselallevabacorriente.Luego,conlamaletaen lamano,semetióaguaadentrohastaperderpie,ysedejóarrastrarenlaoscuridad.

Estabaaunos trescientosmetroscorrienteabajocuandoelSabueso llegóal río.Arriba, las grandes aspas de los ventiladores giraban sin cesar. Un torrente de luzcayósobreelrío,yMontagsezambullóbajolailuminación,comosielsolhubiesesalido entre las nubes.Sintió que el río lo empujabamás lejos, hacia la oscuridad.Después,laslucesvolvieronadesplazarsehaciatierra,loshelicópterossecernieronde nuevo sobre ciudad, como si hubieran encontrado otra pista. Se alejaron. ElSabueso se había ido. Ya sólo quedaba el helado río y Montag flotando en unarepentinapaz,lejosdelaciudad,delaslucesydelacacería,lejosdetodo.

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Montagsintiócomosihubiesedejadounescenariollenodeactoresasuespalda.Sintió como si hubiese abandonado el gran espectáculo y todos los fantasmasmurmuradores.Huía de una aterradora irrealidad parameterse en una realidad queresultabairreal,porqueeranueva.

Latierraoscurasedeslizabacercadeél,queseavanzandohaciacampoabiertoentrecolinas.Porprimeravezenunadocenadeaños,lasestrellasbrillabansobresucabeza,formandounagigantescaprocesión.

Cuando la maleta se llenó de agua y se hundió, Montag siguió flotando bocaarriba; el río era tranquilo y pausado, mientras se alejaba de la gente que comíasombrasparadesayunar, humopara almorzar yvaporespara cenar.El río eramuyreal,lesosteníacómodamenteyledabatiempoparaconsiderarestemes,esteaño,ytodo un transcurso de ellos. Montag escuchó el lento latir de su corazón. Suspensamientosdejarondecorrerjuntoconsusangre.

Vio que la luna se hundía en el firmamento. La luna allí, y su resplandor,¿producidoporqué?Porelsol,claro.¿Yquéiluminabaalsol?Supropiofuego.Yelsolsigue,díatrasdía,quemandoyquemando.Elsolyeltiempo.Elsol,eltiempoylas llamas. Llamas. El río le balanceaba suavemente. Llamas. El sol y todos losrelojes delmundo.Todo se reunía y se convertía en unamisma cosa en sumente.Después de mucho tiempo de flotar en el río, Montag supo por qué nunca másvolveríaaquemaralgo.

Elsolardíaadiario.QuemabaelTiempo.Elmundocorríaencírculos,girandosobre su eje, y el tiempo seocupaba enquemar los añosy a la gente, sinningunaayuda por su parte. Demodo que si él quemaba cosas con los bomberos y el solquemabaelTiempo,ellosignificaríaquetodohabíadearder.

Algunodeellostendríaquedejardequemar.Elsolno,porsupuesto.Segúntodaslas apariencias, tendría que serMontag, así como las personas con quienes habíatrabajadohastaunaspocashorasantes.Enalgúnsitiohabríaqueempezaraahorrarya preservar cosas para que todo tuviera un nuevo inicio, y alguien tendría queocuparsedeello,deunauotramanera,enlibros,endiscos,enelcerebrodelagente,de cualquier manera con tal de que fuese segura, al abrigo de las polillas, de lospececillos de plata, del óxido, delmoho y de los hombres con cerillas. Elmundoestaballenodellamasdetodoslostiposytamaños.Ahora,elgremiodelostejedoresdeasbestostendríaqueabrirmuyprontosuestablecimiento.

Montagsintióquesuspiestocabantierra,pisabanguijarrosypiedras,sehundíanenarena.Elríolehabíaempujadohacialaorilla.

Contempló la inmensa y negra criatura sin ojos ni luz, sin forma, con sólo untamaño que se extendía dos millares de kilómetros sin desear detenerse, con suscolinascubiertasdehierbaysusbosquesqueleesperaban.

Montagvacilóenabandonarelamparodelagua.TemíaqueelSabuesoestuviese

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allí.Depronto,losárbolespodíanagitarsebajolasaspasdemultituddehelicópteros.Perosólohabíalabrisaotoñalcorriente,quediscurríacomootrorío.¿Porquéno

andabaelSabuesoporallí?¿Porquélabúsquedasehabíadesviadohaciaelinterior?Montagescuchó.Nada.Nada.

«Millie—pensó—. Toda esta extensión aquí. ¡Escúchala! Nada y nada. Tantosilencio,Millie,quemepreguntoquéefectotecausaría.¿Tepondríasagritar“¡Calla,calla!”Millie,Millie?»

Ysesintiótriste.Millie no estaba allí, ni tampoco el Sabueso, pero sí el aroma del heno, que

llegaba desde algún campo lejano y que indujo a Montag a subir a tierra firme.Recordó una granja que había visitado de niño, una pocas veces en que habíadescubiertoque,másalládelossietevelosdelairrealidad,másalládelasparedesdelos salones y de los fosos metálicos de la ciudad, las vacas pacían la hierba, loscerdosserevolcabanenlasciénagasamediodíaylosperrosladrabanalasblancasovejasenlascolinas.

Ahora, el olor a heno seco, el movimiento del agua le hizo desear echarse adormirsobreelhenoenunsolitariopajar,lejosdelasruidosasautopistas,detrásdeunatranquilagranjaybajounantiguomolinoquesusurrarasobresucabezacomoelsonidodelosañosquetranscurrían.Permaneciótodalanocheenelpajar,escarbandoelrumordeloslejanosanimales,delosinsectosydelosárboles,asícomolosleveseinfinitosmovimientosysusurrosdelcampo.

«Durantelanoche—pensó—,bajoelcobertizoquizásoyeseunsonidodepasos.Seincorporaría,llenodetensión.Lospasossealejarían.Volveríaatenderseymiraríaporlaventanadelcobertizomuyavanzadalanoche,yveríaapagarselaslucesdelagranja, hasta que unamujermuy joven y hermosa se sentaría junto a una ventanaapagada,cepillándoseelpelo.Resultaríadifícilverla,perosurostroseríacomoeldeaquellamuchachaquesabíaloquesignificabanlasfloresdedientedeleónfrotadascontralabarbilla.Luego,lamujersealejaríadelaventana,parareaparecerenelpisode arriba, en su habitación iluminadapor la luna.Y entonces, bajo el sonidode lamuerte,elsonidodelosreactoresquepartíanelcieloendos,yaceríaenelcobertizo,oculto y seguro, contemplando aquellas extrañas estrellas en el borde de la tierra,huyendodelsuaveresplandordelalba.»

Por la mañana no hubiese tenido sueño, porque todos los cálidos olores y lasvisionesdeunanochecompletaenelcampolehubiesendescansadoaunquesusojoshubieran permanecido abiertos, y su boca, cuando se le ocurrió pensar en ella,mostrabaunalevesonrisa.

Y allí al pie de la escalera del cobertizo, esperándole, había algo increíble.Montagdescenderíacuidadosamente,alaluzrosadadelamanecer,tanconscientedelmundoquesentiríamiedo,y se inclinaría sobreelpequeñomilagro,hastaque,por

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fin,seagacharíaparatocarlo.Unvasodelechefresca,algunasperasymanzanasestabanalpiedelaescalera.Aquello era todo lo que deseaba. Algún signo de que el inmenso mundo le

aceptaríayleconcederíatodoeltiempoquenecesitabaparapensarloquedebíaserpensado.

Unvasodeleche,unamanzana,unapera.Montagsealejódelrío.Latierracorrióhaciaélcomounamarea.Fueenvueltoporlaoscuridad,yporel

aspecto del campo, por elmillón de olores que llevaba un viento que le helaba elcuerpo.Retrocedióanteelímpetudelaoscuridad,delsonidoydelolor;lezumbabanlos oídos. Dio media vuelta. Las estrellas brillaban sobre él como meteorosllameantes.Montag sintió deseos de zambullirse de nuevo en el río y dejar que learrastraraasalvohastaalgúnlugarmáslejano.Aquellaoscuratierraqueseelevabaeracomociertodíadesuinfancia,enquehabíaidoanadar,yunaolasurgidadelanada,lamayorquerecordabalaHistoria,leenvolvióenbarrosalobreyenoscuridadverdosa; el agua le quemaba la boca y la nariz, alborotándole el estómago.¡Demasiadaagua!

¡Demasiadatierra!Desdelaoscuraparedfrenteaél,unasilueta.Enlasilueta,dosojos.Lanoche,

observándole.Elbosque,viéndole.¡ElSabueso!Después de tanto correr y apresurarse, de tantos sudores y peligros, de haber

llegado tan lejos, de haberse esforzado tanto, y de creerse a salvo, y de suspirar,aliviado…parasaliratierrafirmeyencontrarsecon…

¡ElSabueso!Montag lanzó un último grito de dolor, como si aquello fuera demasiado para

cualquierhombre.Lasiluetasediluyó.Losojosdesaparecieron.Lashojassecasseagitaron.

Montagestabasoloenlaselva.Ungamo.Montagolióeldensoperfumealmizcladoyelolorahierbadelaliento

del animal, en aquella noche eterna en que los árboles parecían correr hacia él,apartarse,correr,apartarse,alimpulsodeloslatidosdesucorazón.

Debía de haber billones de hojas en aquella tierra;Montag se abrió paso entreellas,unríosecoqueolíaatrébolyapolvo.¡Yaotrosolores!Habíaunaromacomoapatatacortada,quesubíadetodalatierra,áspero,fríoyblancodebidoalhechodehaberestadoiluminadoporelclarodelunalamayorpartedelanoche.Habíaunolorcomo de pepinillo de una botella y como de perejil de la cocina casera.Había undébil olor amarillento como amostaza.Había un olor como de claveles del jardínvecino.Montagtocóelsueloconlamanoysintióquelamalezaleacariciaba.

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Se irguió jadeante,ycuantomás inspirabaelperfumede la tierra,más llenosesentía de todos sus detalles. No estaba vacío. Allí habíamás de lo necesario parallenarle.Siemprehabríamásquesuficiente.

Avanzó por entre el espesor de hojas caídas, vacilante. Y, en medio de aquelambientedesconocido,algofamiliar.

Supietropezóconalgoquesonósordamente.Moviósumanoporelsuelo,unmetrohaciaaquí,unmetrohaciaallá.Lavíadeltren.Lavíaquesalíadelaciudadyatravesabalatierra,atravésdebosquesyselvas,

desiertaahora,juntoalrío.Allí estaba el camino que conducía adonde quiera se dirigiese. Aquí había lo

únicofamiliar,elmágicoencantoquenecesitaríatocar,sentirbajosuspies,mientrasseadentraraenlaszarzasyloslagosdeolorydesensaciones,entrelossusurrosylacaídadelashojas.

Montagavanzó,siguiendolavía.Ysesorprendiódesabercuánsegurosesentíaderepentedeunhechoqueleera

imposibleprobar.En una ocasión, mucho tiempo atrás, Clarisse había andado por allí, donde él

andabaenaquelprecisomomento.

Media hora más tarde, frío, moviéndose cuidadosamente por la vía, bienconsciente de su propio cuerpo de su rostro, de su boca, con los ojos llenos denegrura,losoídosllenosdesonidos,suspiernascubiertasdebriznasydeortigas,viounfuegoanteél.

Elfuegodesapareció,volvióapercibirse,comounojoqueparpadeara.Montagsedetuvo,generosodeapagarelfuegoconunsolosuspiro.Peroelfuegoestabaallí,yMontag se fue acercando cautelosamente. Necesitó casi quinceminutos para estarmuy próximo a él y, entonces, lo observó desde un refugio. Aquel pequeñomovimiento,elcalorblancoyrojo,unfuegoextraño,porqueparaélsignificabaalgodistinto.

Noestabaquemando.¡Estabacalentando!Montagviomuchasmanosalargadashaciasucalor,manossinbrazos,ocultosen

laoscuridad.Sobrelasmanos,rostrosinmóvilesqueparecíanoscilarconelvariableresplandordelasllamas.Montagnohabíasupuestoqueelfuegopudieseteneraquelaspecto.Jamásselehabíaocurridoquepodíadarlomismoquequitaba.Inclusosuoloreradistinto.

No supo cuánto tiempo permaneció de aquel modo, pero había sentido unasensaciónabsurday,sinembargo,deliciosa,ensabersecomounanimalsurgidodelbosque, atraído por el fuego. Permaneció quietomucho rato, escuchando el cálido

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chisporroteodelasllamas.Habíaunsilencioreunidoentornoaaquellahoguerayelsilencioestabaenlos

rostros de los hombres, y el tiempo estaba allí, el tiempo suficiente para sentarsejuntoalavíaenmohecidabajolosárboles,conelmundoydarlevueltaconlosojos,comosiestuvierasujetoenelcentrodelahogueraunpedazodeaceroqueaquelloshombres estaban dando forma.No solo era el fuego lo distinto. También lo era elsilencio.Montagsemovióhaciaaquelsilencioespecial,relacionadocontodolodelmundo.

Yentoncesempezaronasonarvoces,yestabanhablando,peroMontagnopudooír nada de lo que decían, aunque el sonido se elevaba y bajaba lentamente, y lasvoces conocían la tierra, los árboles y la ciudadque se extendía junto al río, en elextremo de la vía. Las voces hablaban de todo, no había ningún tema prohibido.Montaglocomprendióporlacadenciayeltonodecuriosidadysorpresaquehabíaenellas.

Entonces,unodeloshombreslevantólamiradaylevio,porprimerayquizáporséptimavez,yunavozgritóaMontag:

—¡Estábien,yapuedessalir!Montagretrocedióentrelassombras.—Notema—dijolavoz—.Seaustedbienvenido.Montag se adelantó lentamente hacia el fuego, y hacia los cinco viejos allí

sentados, vestidos con pantalones y chaquetas de color azul oscuro. No supo quédecirles.

—Siéntese—dijoelhombrequeparecíasereljefedelpequeñogrupo—.¿Quierecafé?

Montagcontemplólahumeanteinfusiónqueeravertidaenunvasoplegabledealuminioyqueseguidamentepusieronensusmanos.Montagsorbiócautelosamenteelbrebajeysediocuentadequeloshombreslemirabanconcuriosidad.Sequemólos labios, pero aquello resultaba agradable. Los rostros que le rodeaban eranbarbudospero lasbarbaseran limpias,pulcras, lomismoque lasmanos.Sehabíanlevantado como para dar la bienvenida a un invitado, y, entonces, volvieron asentarse.Montagsorbióelcafé.

—Gracias—dijo—.Muchísimasgracias.—Seaustedbienvenido,Montag.YomellamoGranger.—Elhombrealargóuna

botellitadelíquidoincoloro—.Bebaestotambién.Cambiarálacomposiciónquímicade su transpiración. Dentro de media hora olerá como otra persona. Teniendo encuentaqueelSabuesoleestábuscando,lomejoresesto.

Montagbebióelamargolíquido.—Apestarácomounacomadreja,peronotieneimportancia—dijoGranger.—Conoceustedminombre—observóMontag.

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Grangerseñalóuntelevisorportátilquehabíajuntoalfuego.—Hemosvistolapersecución.NoshemosfiguradoquehuiríahaciaelSur,alo

largodelrío.Cuandolehemosoídometerseenlaselvacomounalceborracho,nonos hemos escondido como solemos hacer. Hemos supuesto que estaría en el ríocuando los helicópteros con las cámaras se han vuelto hacia la ciudad.Allí ocurrealgogracioso.Lacaceríasigueenmarcha,aunqueensentidoopuesto.

—¿Ensentidoopuesto?—Echemosunaojeada.Granger puso el televisor en marcha. La imagen era como una pesadilla,

condensada, pasando con facilidad demano enmano, toda en colores revueltos ymovedizos.Unavozgritó:

—¡La persecución continúa en el norte de la ciudad! ¡Los helicópteros de laPolicíaconvergenenlaAvenidaOchentaySieteyenElmGrovePark!

Grangerasintió.—Están inventándoselo. Usted les ha despistado en el río y ellos no pueden

admitirlo. Saben que sólo pueden retener al auditorio un tiempo determinado. Elespectáculo tendrámuy pronto un final brusco. Si empezasen a buscar por todo elmaldito río, quizá necesitasen la noche entera.Así, pues, buscan alguna cabeza deturco para terminar con la exhibición. Fíjese. Pescarán a Montag durante lospróximoscincominutos.

—Perocómo…—Fíjese.Lacámara,sujetaa lapanzadeunhelicóptero,descendióahorahaciaunacalle

vacía.—¿Veeso?—susurróGranger—.Hade tratarsedeusted.Al final de esa calle

estánuestravíctima.¿Vecómoseacercanuestracámara?Preparalaescena.Intriga.Un plano largo. En este momento, un pobre diablo ha salido a pasear. Algoexcepcional.Untipoextraño.NosefigurequelaPolicíanoconocelascostumbresdelospajarracoscomoése,dehombresquesalenapasearporlasmañanas,sóloporelcaprichodehacerlo,oporquesufrende insomnio.Decualquiermodo, lapolicía letienefichadodesdehacemeses,años.Nuncasesabecuándopuederesultarútilesainformación. Y hoy, desde luego, ha de serles utilísima. Así pueden salvar lasapariencias.¡Oh,Dios,fíjeseahí!

Loshombresqueestabanjuntoalahogueraseinclinaron.En la pantalla, un hombre dobló una esquina.De pronto, el SabuesoMecánico

entró en el campo visual. El helicóptero lanzó una docena de brillantes hacesluminososqueconstruyeroncomounajaulaalrededordelhombre.Unavozgritó:

—¡AhíestáMontag!¡Lapersecuciónhaterminado!Elinocentepermanecióatónito;uncigarrilloardíaenunadesusmanos.Sequedó

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mirandoalSabueso,sinsaberquéeraaquello.Probablemente,nuncallegóasaberlo.Levantó lamirada hacia el cielo y hacia el sonido de las sirenas. Las cámaras seprecipitaronhaciaelsuelo.ElSabuesosaltóenelaireconunritmoyunaprecisiónque resultaban increíblemente bellos. Su aguja asomó. Permaneció inmóvil unmomento,comoparadaralinmensopúblicotiempoparaapreciarlotodo:lamiradadeterrorenelrostrodelavíctima,lacallevacía,elanimaldeacero,semejanteaunproyectilalcanzandoelblanco.

—¡Montag,notemuevas!—gritóunavozdesdeelcielo.La cámara cayó sobre la víctima, como había hecho el Sabueso. Ambos le

alcanzaronsimultáneamente.ElhombrefueinmovilizadoporelSabuesoylacámarachilló.Chilló.¡Chilló!

Oscuridad.Silencio.Negrura.Montaggritóenelsilencioysevolvió.Silencio.Y, luego, tras una pausa de los hombres sentados alrededor del fuego, con los

rostrosinexpresivos,enlapantallaoscuraunanunciadordijo:—Lapersecuciónhaterminado,Montaghamuerto,Hasidovengadouncrimen

contralasociedad.Ahora,nostrasladamosalSalónEstelardel«HotelLux»,paraunprogramademediahoraantesdelamanecer,emisiónque…

Grangerapagóeltelevisor.—Nohanenfocadoelrostrodelhombre.¿Sehafijado?Nisumejoramigopodría

decir si se trataba de usted. Lo han presentado lo bastante confuso para que laimaginaciónhicieraelresto.Diablos—murmuró—.Diablos…

Montag no habló, pero, luego, volviendo la cabeza, permaneció sentado con lamiradafijaenlanegrapantalla,tembloroso.

GrangertocóaMontagenunbrazo.—Bienvenido de entre los muertos. —Montag inclinó la cabeza. Granger y

prosiguió—:Serámejorquenosconozcaatodos.EsteesFredClement,titulardelacátedraThomasHardigan,enCambridge,antesdequeseconvirtieraenuna«Escuelade Ingeniería Atómica». Este otro es el doctor Simmons, de la Universidad deCalifornia en LosÁngeles, un especialista enOrtega yGasset; éste es el profesorWest,queseespecializóenÉtica,disciplinaolvidadaactualmente,enlaUniversidaddeColumbia.ElreverendoPadover,aquípresente,pronuncióunasconferenciashacetreinta años y perdió su rebaño entre un domingo y el siguiente, debido a susopiniones. Lleva ya algún tiempo con nosotros. En cuanto a mí, escribí un librotituladoLosdedosenelguante;larelaciónadecuadaentreelindividuoylasociedady…aquíestoy.¡Bienvenido,Montag!

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—Yonosoydesuclase—dijoMontag,porúltimo,convozlenta—.Siemprehesidounestúpido.

—Estamos acostumbrados a eso. Todos cometimos algún error, si no, noestaríamos aquí. Cuando éramos individuos aislados, lo único que sentíamos eracólera. Yo golpeé a un bombero cuando, hace años, vino a quemarmi biblioteca.Desdeentonces,andohuyendo.¿Quiereunirseanosotros,Montag?

—Sí.—¿Quépuedeofrecemos?—Nada.CreíatenerpartedelEclesiastés,ytalvezunpocodeldelaRevelación,

pero,ahora,nisiquieramequedaeso.—ElEclesiastésseríamagnífico.¿Dóndelotenía?—Aquí.Montagsetocólacabeza.—¡Ah!—exclamóGranger,sonriendoyasintiendoconlacabeza.—¿Quétienedemalo?¿Noestábien?—preguntóMontag.—Mejor que bien; ¡perfecto! —Granger se volvió hacia el reverendo—.

¿TenemosunEclesiastés?—Uno.UnhombrellamadoHarris,deYoungtown.—Montag—GrangerapretóconfuerzaunhombrodeMontag—.Tengacuidado.

Cuide su salud. Si algo le ocurriera a Harris, usted sería el Eclesiastés. ¡Vea loimportantequesehavueltoderepente!

—¡Perosiloheolvidado!—No, nada queda perdido para siempre. Tenemos sistemas de refrescar la

memoria.—¡Perosiyahetratadoderecordar!—No lo intente. Vendrá cuando lo necesitemos. Todos nosotros tenemos

memoriasfotográficas,peropasamoslavidaenteraaprendiendoaolvidarcosasqueenrealidadestándentro.Simmons,aquípresente,hatrabajadoenelloduranteveinteaños, y ahora hemos perfeccionado el método de modo que podemos recordarcualquiercosaquehayamos leídounavez.¿Legustaríaalgúndía,Montag, leerLaRepúblicadePlatón?

—¡Claro!—YosoyLaRepúblicadePlatón.¿DesealeerMarcoAurelio?Mr.Simmonses

Marco.—¿Cómoestáusted?—dijoMr.Simmons.—Hola—contestóMontag.—Quiero presentarle a JonathanSwift, el autor de esemalicioso libro político,

LosviajesdeGulliver.EsteotrosujetoesCharlesDarwin,yaquélesSchopenhauer,yaquél,Einstein,yelqueestájuntoamíesMr.AlbertSchweitzer,unfilósofomuy

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agradable,desdeluego.Aquíestamostodos,Montag:Aristófanes,MahatmaGandhi,GautamaBuda,Confucio,ThomasLovePeacock,ThomasJeffersonyMr.Lincoln.YtambiénsomosMateo,Marco,LucasyJuan.

—Noesposible—dijoMontag.—Sí loes—replicóGranger, sonriendo—.Tambiénnosotrosquemamos libros.

Los leemos y los quemamos, por miedo a que los encuentren. Registrarlos enmicrofilmnohubieseresultado.Siempreestamosviajando,ynoqueremosenterrarlapelícula y regresar después por ella. Siempre existe el riesgo de ser descubiertos.Mejor es guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni sospechar suexistencia.TodossomosfragmentosdeHistoria,deLiteraturaydeLeyInternacional,Byron,TomPaine,MaquiavelooCristo, todoestáaquí.Yyavasiendo tarde.Y laguerrahaempezado.Yestamosaquí,ylaciudadestáallí,envueltaensuabrigodeunmillardecolores.¿Enquépiensa,Montag?

—Piensoqueestabaciegotratandodehacerlascosasmimanera,dejandolibrosenlascasasdelosbomberosyenviandodenuncias.

—Ha hecho lo que debía. Llevado a escala nacional hubiese podido darespléndidosresultados.Peronuestrosistemaesmássencilloycreemosquemejor.Loquedeseamosesconservar losconocimientosque,creemos,habremosdenecesitar,intactosyasalvo.Nonosproponemoshostigarnimolestaranadie.Aúnno,porquesi se destruyen, los conocimientos habrán muerto, quizá para siempre. Somosciudadanosmodélicos,anuestramaneraespecial.Seguimoslasviejasvías,dormimosen las colinas, por la noche, y la gente de las ciudades nos dejan tranquilos. Decuando en cuando, nos detienen y nos registran, pero en nuestras personas no haynada que pueda comprometernos. La organización es flexible, muy ágil yfragmentada. Algunos de nosotros hemos sido sometidos a cirugía plástica en elrostroyenlosdedos.Enestemomento,nosesperaunamisiónhorrible.Esperamosaqueempiecelaguerray,conidénticarapidez,aquetermine.Noesagradable,peroesque nadie nos controla. Constituimos una extravagante minoría que clama en eldesierto.Cuandolaguerrahayaterminado,quizápodamosserdealgunautilidadalmundo.

—¿Deverascreequeentoncesescucharán?—Si no lo hacen, no tendremos más que esperar. Transmitiremos los libros a

nuestroshijos,oralmente,ydejaremosquenuestroshijosesperen,asuvez.Deestemodo, se perderámucho, desde luego, pero no se puede obligar a la gente a queescuche.Asudebidotiempo,deberáacudir,preguntándosequéhaocurridoyporquéelmundohaestalladobajoellos.Estonopuededurar.

—¿Cuántossonustedes?—Miles,quevanporloscaminos,lasvíasférreasabandonadas,vagabundospor

el exterior, bibliotecas por el interior. Al principio, no se trató de un plan. Cada

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hombreteníaunlibroquequeríarecordar,yasílohizo.Luego,duranteunperíododeunos veinte años, fuimos entrando en contacto, viajando, estableciendo estaorganización y forzandoun plan.Lomás importante que debíamosmeternos en lacabezaesquenosomosimportantes,quenodebemosdeserpedantes.Nodebemossentirnossuperioresanadieenelmundo.Sólosomossobrecubiertasparalibros,sinvalorintrínseco.Algunosdenosotrosvivenenpequeñasciudades.ElCapítulo1delWalden,deThoreau,habitaenGreenRiver,elCapítuloII,enMillowFarm,Maine.PerosihayunpobladoenMaryland,consóloveintisietehabitantes,ningunabombacaerá nunca sobre esa localidad, que alberga los ensayos completos de un hombrellamado Bertrand Russell. Coge ese poblado y casi divida las páginas, tantas porpersona.Ycuandolaguerrahayaterminado,algúndía,loslibrospodránserescritosde nuevo. La gente será convocada una por una, para que recite lo que sabe, y loimprimiremos hasta que llegue otra Era de Oscuridad, en la que, quizá, debamosrepetirtodalaoperación.Peroestoeslomaravillosodelhombre:nuncasedesalientao disgusta lo suficiente para abandonar algo que debe hacer, porque sabe que esimportanteyquemerecelapenaserlo.

—¿Quéhacemosestanoche?—preguntóMontag.—Esperar—repusoGranger—.Ydesplazarnosunpocoríoabajo,porsiacaso.Empezóaarrojarpolvoytierraalahoguera.Los otros hombres le ayudaron, lo mismo que Montag, y allí, en mitad del

bosque,todosloshombresmovieronsusmanos,apagandoelfuegoconjuntamente.Sedetuvieronjuntoalrío,alaluzdelasestrellas.Montagconsultólaesferaluminosadesurelojsumergible.Lascinco.Lascinco

de lamadrugada.Otroañoquemadoenunasolahora,unamaneceresperandomásalládelaorillaopuestadelrío.

—¿Porquéconfíanenmí?—preguntóMontag.Unhombresemovióenlaoscuridad.—Su aspecto es suficiente. No se ha visto usted últimamente en un espejo.

Además, la ciudad nunca se ha preocupado lo bastante de nosotros como paraorganizar una persecuciónmeticulosa como ésta, con el fin de encontrarnos.Unospocos chiflados con versos en la sesera no pueden afectarla, y ellos lo saben, ynosotrostambién.Todoslosaben.Entantoquelamayoríadelapoblaciónnoandeporahí recitando laCartaMagna y laConstitución,nohaypeligro.Losbomberoseransuficientesparamantenerestoaraya,consusactuacionesesporádicas.No,lasciudadesnonospreocupan.Yustedtieneunaspectoendiablado.

Sedesplazaronporlaorilladelrío,haciaelSur.Montagtratódeverlosrostrosde loshombres, losviejos rostrosque recordabaa la luzde lahoguera,mustios, ycansados. Estaban buscando una vivacidad, una resolución. Un triunfo sobre elmañanaquenoparecíaestarallí.Talvezhabíaesperadoqueaquellosrostrosardieran

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y brillasen con los conocimientos, que resplandeciesen como linternas, con la luzencendida. Pero toda la luz había procedido de la hoguera, y aquellos hombres noparecíandistintosdecualesquieraotrosquehubiesenrecorridounlargocamino,unabúsquedaprolongada, quehubiesenvisto cómoerandestruidas las cosasbuenas, yahora,muytarde,sereuniesenparaesperarelfinaldelapartida,ylaextincióndelaslámparas.Noestabansegurosdequeloquellevabanensusmentespudiesehacerquetodoslosfuturosamaneceresbrillasenconunaluzmáspura,noestabansegurosdenada,exceptodeque los librosestabanbienarchivados tras sus tranquilosojos,deque los libros esperaban, con las páginas sin cortar, a los lectores que quizá sepresentaranañosdespués,unos,condedoslimpios,yotros,condedossucios.

Mientrasandaban,Montagfueescrutandounrostrotrasdeotro.—Nojuzgueunlibroporsusobrecubierta—dijoalguien.Ytodosrieronsilenciosamente,mientrassemovíanríoabajo.

Se oyó un chillido estridente, y los reactores de la ciudad pasaron sobre suscabezasmuchoantesdequeloshombreslevantaranlamirada,Montagsevolvióparaobservarlaciudad,muylejos,juntoalrío,convertidasóloenundébilresplandor.

—Miesposaestáallí.—Losiento.Alasciudadesnolesvanairbienlascosasenlospróximosdías—

dijoGranger.—Es extraño, no la echo en falta, apenas tengo sensación —dijo Montag—.

Inclusoaunqueellamurieramehedadocuentahaceunmomento,nocreoquemesintieratriste.Esonoestábien.Algodebedeocurrirme.

—Escuche —dijo Granger, cogiéndole por un brazo y andando a su lado,mientras apartaba los arbustos para dejarle pasar—. Cuando era niño, mi abuelomurió.Eraescultor.Tambiéneraunhombremuybueno,teníamuchoamorquedaralmundo, y ayudó a eliminar lamiseria en nuestra ciudad; y construía juguetes paranosotros, y se dedicó a mil actividades durante su vida; siempre tenía las manosocupadas.Ycuandomurió,deprontomedicuentadequenollorabaporél,sinoporlascosasquehacía.Llorabaporquenuncamásvolveríahacerlas,nuncamásvolveríaa labrar otro pedazo de madera y no nos ayudaría a criar pichones en el patio nitocaría el violín como él sabía hacerlo, ni nos contaría chistes. Formaba parte denosotros,ycuandomuriótodaslasactividadesseinterrumpieron,ynadieeracapazde hacerlas como él. Era individualista. Era un hombre importante. Nunca me hesobrepuestoasumuerte.Amenudo,piensoenlastallasmaravillosasquenuncahancobrado forma a causa de su muerte. Cuántos chistes faltan al mundo, y cuántospichones no sido tocados por sus manos. Configuró el mundo, hizo cosas en subeneficio.Lanocheenquefalleció,elmundosufrióunapérdidadediezmillonesdebuenasacciones.

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Montaganduvoensilencio.—Millie,Millie—murmuró—.Millie.—¿Qué?—Mi esposa,mi esposa. ¡PobreMillie, pobreMillie!No puedo recordar nada.

Piensoensusmanos,peronolasveorealizarningunaacción.Permanecencolgandofláccidamenteasuslados,oestánensuregazo,ohayuncigarrilloenellas.Peroesoestodo.

Montagsevolvióamirarhaciaatrás.«¿Quédistealaciudad,Montag?»«Ceniza.»«¿Quésedieronlosotrosmutuamente?»«Nada.»GrangerpermanecióconMontag,mirandohaciaatrás.—Cuandomuere,todoelmundodebedejaralgodetrás,decíamiabuelo.Unhijo,

unlibro,uncuadro,unacasa,unaparedlevantadaounpardezapatos.Ounjardínplantado.Algoquetumanotocarádeunmodoespecial,demodoquetualmatengaalgúnsitioadondeircuandotúmueras,ycuandolagentemireeseárbol,oesaflor,que tú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo quehagas—decía—, en tantoquecambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que seacomotúdespuésdequeseparesdeellostusmanos.Ladiferenciaentreelhombrequese limitaacortarelcéspedyunauténtico jardineroestáenel tacto.Elcortadordecéspedigualpodríanohaberestadoallí,eljardineroestaráallíparasiempre.»

Grangermovióunamano.—Mi abuelome enseñó una vez, hace cincuenta años, unas películas tomadas

desde cohetes. ¿Ha visto alguna vez el hongo de una bomba atómica desdetrescientos kilómetros de altura? Es una cabeza de alfiler, no es nada. Y a sualrededor,lasoledad.

»Mi abuelo pasó una docena de veces la película tomada desde el cohete, y,despuésmanifestósuesperanzadequealgúndíanuestrasciudadesseabriríanparadejarentrarmásverdor,máscampiña,másNaturaleza,querecordaraalagentequesólodisponemosdeunespaciomuypequeñoen laTierrayque sobreviviremosenesevacíoquepuederecuperarloquehadado,contantafacilidadcomoecharnoselalientoalacaraoenviamoselmarparaquenosdigaquenosomostanimportantes.

»Cuandoen laoscuridadolvidamos lo cercaque estamosdel vacío—decíamiabuelo— algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremosolvidadoloterribleyrealquepuedeser.»¿Sedacuenta?—GrangersevolvióhaciaMontag—.Elabuelollevamuchosañosmuerto,perosimelevantaraelcráneo,¡porDios!, en las circunvoluciones de mi cerebro encontraría las claras huellas de susdedos.Élmetocó.Comohedichoantes,eraescultor.«Detestoaunromanollamado

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StatuQuo»,me dijo. «Llena tus ojos de ilusión—decía—.Vive como si fueras amorirdentrodediezsegundos.Vealmundo.Esmásfantásticoquecualquiersueñorealoimaginario.Nopidasgarantías,nopidasseguridad.Nuncahaexistidoalgoasí.Y,siexistiera,estaríaemparentadoconelgranperezosoquecuelgabocaabajodeunárbol,ytodosycadaunodelosdías,empleandolavidaendormir.Aldiabloconesto—dijo—,sacudeelárbolyhazqueelgranperezosocaigasobresutrasero.»

—¡Mire!—exclamóMontag.Ylaguerraempezóyterminóenaquelinstante.Posteriormente,loshombresqueestabanconMontagnofueroncapacesdedecir

sienrealidadhabíavistoalgo.Quizásunleveresplandorymovimientoenelcielo.Talvezlasbombasestuviesenallí,ylosreactoresveintekilómetros,diezkilómetros,doskilómetroscieloarribaduranteunbreveinstante,comogranoarrojadodesdeloaltoporlaenormemanodelsembrador,ylasbombascayeronconespantosarapidezy,sinembargo,conunarepentinalentitud,sobrelaciudadquehabíandejadoatrás.Elbombardeohabía terminadopara todos los finesypropósitos, asíque los reactoreshubieron localizado su objetivo, puesto sobre aviso a sus apuntadores a ocho milkilómetros por hora; tan fugaz como el susurro de una guadaña, la guerra habíaterminado.Unavezsoltadaslasbombas,yanohubonadamás.Luego,tressegundoscompletos,unplazo inmensoen laHistoria,antesdeque lasbombasestallaran, lasnavesenemigashabíanrecorridolamitaddelfirmamentovisible,comobalasenlasqueunsalvajequizánocreyese,porqueeran invisibles;sinembargo,elcorazónesdestrozadode repente,elcuerpocaedespedazadoy lasangresesorprendealverselibreenelaire;elcerebrodesparramasuspreciososrecuerdosymuere.

Resultabaincreíble.Sóloungesto.Montagvioelaleteodeungranpuñodemetalsobrelaciudad,yconocíaelaullidodelosreactoresqueleseguiríandiciendo,trasdelahazaña:Desintégrate,nodejespiedrasobrepiedra,perece.Muere.

Montaginmovilizólasbombasenelcieloporunbrevemomento,sumenteysusmanosselevantarondesvalidamentehaciaellas.

—¡Corred! —gritó a Faber, a Clarisse—. ¡Corred! —a Mildred—. ¡Fuera,marchaosdeahí!

Pero Clarisse, recordóMontag, había muerto. Y Faber se había marchado; enalgúnvalleprofundodelaregión,elautobúsdelascincodelamadrugadaestabaencaminodeunadesolaciónaotra.Aunqueladesolaciónaúnnohabíallegado,todavíaestaba en el aire, era tan cierta como el hombre parecía hacerla. Antes de que elautobúshubierarecorridootroscincuentametrosporlaautopista,sudestinocareceríade significado, su punto de salida habría pasado a ser de metrópoli a montón deruinas.

YMildred…¡Fuera,corre!

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Montag la vio en la habitación de su hotel, durante el medio segundo quequedaba, con las bombas a unmetro, unpalmo, un centímetrodel edificio.Lavioinclinada hacia el resplandor de las paredes televisivas desde las que la «familia»hablaba incesantemente con ella, desde donde la familia charlaba y discutía, ypronunciabasunombre,ylesonreía,ynoaludíaparanadaalabombaqueestabaaun centímetro, después, a medio centímetro, luego, a un cuarto de centímetro deltejadodelhotel.Absortaenlapared,comosienelafándemirarpudieseencontrarelsecretode su intranquilidade insomnio.Mildred, inclinadaansiosa,nerviosamente,comoparazambullirse,caerenlaoscilanteinmensidaddecolor,paraahogarseensubrillantefelicidad.Laprimerabombaestalló.

—¡Mildred!Quizá,¿quiénlosabríanunca?Talvezlasestacionesemisoras,consuschorrosde

color,deluzydepalabras,fueronlasprimerasendesaparecer.Montag, cayendo de bruces, hundiéndose, vio o sintió, o imaginó que veía o

sentía,cómolasparedesseoscurecíanfrentealrostrodeMillie,oyóloschillidosdeella, porque, en lamillonésima de segundo que quedaba, ella vio su propio rostroreflejado allí, en un espejo en vez de en una bola de cristal, y era un rostro tansalvajementevacío,entregadoasímismoenel salón, sin tocarnada,hambrientoysaciándoseconsigomismoque,porfin,loreconociócomoelsuyopropioylevantórápidamente la mirada hacia el techo cuando éste y la estructura del hotel sederrumbósobreella,arrastrándoleconunmillóndekilosde ladrillos,demetal,deyeso, de madera, para reunirse con otras personas en las colmenas de más abajo,todosenrápidodescensohacíaelsótano,dondefinalmentelaexplosiónlelibraríadetodoasumanerairrazonable.

Recuerdo.Montagseaferróal suelo.Recuerdo.Chicago.Chicago,hacemuchotiempo,Millie y yo. ¡Allí fue donde nos conocimos! Ahora lo recuerdo. Chicago.Hacemuchotiempo.

Laexplosiónsacudióelairesobreel río,derribóa loshombrescomofichasdedominó, levantó el agua de su cauce, aventó el polvo e hizo que los árboles seinclinaranhaciaelSur.Montag,agazapado,haciéndosetodolopequeñoposible,conlosojosmuyapretados.Losentreabrióporunmomentoy,enaquel instante,vio laciudad,envezdelasbombas,enelaire.Habíanpermutadosusposiciones.Duranteotro de esos instantes imposibles, la ciudad se irguió, reconstruida e irreconocible,másaltadeloquenuncahabíaesperadoser,másaltadeloqueelhombrelahabíaedificado, erguida sobre pedestales de hormigón triturado y briznas de metaldesgarrado,deunmillóndecolores,conunmillóndefenómenos,unapuertadondetendríaquehaberhabidounaventana,untejadoenelsitiodeuncimiento,y,después,laciudadgirósobresímismaycayómuerta.

Elsonidodesumuertellegómástarde.

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Tumbado, con los ojos cubiertos de polvo, con una fina capa de polvillo decemento en su boca, ahora cerrada, jadeando y llorando,Montag volvió a pensar:recuerdo,recuerdo,recuerdoalgomás.¿Quées?Sí,sí,partedelEclesiastésydelaRevelación.Partedeeselibro,partedeél,aprisa,ahora,aprisa,antesdequesemeescape,antesdequeceseelviento.EllibrodelEclesiastés.Ahíva.Lorecitóparasímismo, en silencio, tumbado sobre la tierra temblorosa, repitió muchas veces laspalabras,y lesalieronperfectassinesfuerzo,yporningunapartehabía«DentífricoDenham»,eratansóloelPredicadorentregadoasímismo,erguidoallíensumente,mirándole…

—Allí—dijounavoz.Loshombresyacíanboqueandocomopecesfuerafuedelagua.Seaferrabanala

tierracomolosniñosseaferranalosobjetosfamiliares,pormuyfríosymuertosqueestén, sin importarles loquehaocurridoo loquepuedeocurrir; susdedosestabanhundidos en el polvo y todos gritaban para evitar la rotura de sus tímpanos, paraevitarelestallidodesurazón,conlasbocasabiertas,yMontaggritabaconellos,unaprotestacontraelvientoquelesarrugabalosrostros, lesdesgarrabaloslabiosyleshacíasangrarlasnarices.

Montag observó cómo la inmensa nube de polvo iba posándose, y cómo elinmensosilenciocaíasobreelmundo.Yallí,tumbado,leparecióqueveíacadagranodepolvoycadabriznadehierba,yqueoíatodoslosgritosyvocesysusurrosqueseelevabanenelmundo.Elsilenciocayójuntoconelpolvo,ysobretodoeltiempoquenecesitarían paramirar a su alrededor, para conseguir que la realidad de aquel díapenetraraensussentidos.

Montagmiróhaciaelrío.«Iremosporelrío.—Mirólaviejavíaferroviaria—.Oiremosporella.Ocaminaremosporlasautopistasytendremostiempodeasimilarlotodo.Y algún día, cuando llevemucho tiempo sedimentado en nosotros, saldrá denuestrasmanosynuestrasbocas.Ygranpartede ella estará equivocado,perootraserácorrecta.Hoyempezaremosaandaryavermundo,yaobservarcómolagenteandapor ahí y habla, el verdadero aspectoque tiene.Quieroverlo todo.Y aunquenada de ello sea yo cuando entren, al cabo de un tiempo, todo se reunirá en miinterior,yseráyo.Fíjateenelmundo,Diosmío,Diosmío.Fíjateenelmundo,fuerademí,másalládemirostro,yelúnicomediodetocarloverdaderamenteesponerloallí donde por fin sea yo, donde esté la sangre, donde recorrami cuerpo cienmilvecesaldía.Meapoderarédeellademaneraquenuncapodráescapar.Algúndía,meaferraréconfuerzaalmundo.Ahoratengoundedoapoyadoenél.Esunprincipio.»

Elvientocesó.Losotroshombrespermanecierontendidos,nopreparadosaúnparalevantarsey

empezar las obligaciones del día, las hogueras y la preparación de alimentos, los

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milesdedetallesparaponerunpiedelantedeotropieyunamanosobreotramano.Permanecieron parpadeando con sus polvorientas pestañas. Se les podía oírrespirandoaprisa;luego,máslentamente…

Montag se sentó. Sin embargo, no se siguió moviendo. Los otros hombres leimitaron.Elsoltocabaelnegrohorizonteconunadébilpinceladarojiza.Elaireerafrescoyolíaalluviainminente.

En silencio,Granger se levantó, se palpó los brazos, las piernas, blasfemando,blasfemando incesantemente entre dientes, mientras las lágrimas le corrían por elrostro.Searrastróhaciaelríoparamiraraguasarriba.

—Está arrasada—dijomucho rato después—.La ciudad parece unmontón depolvo.Hadesaparecido.—Yalcabodeunalarguísimapausasepreguntó:

«¿Cuántossabríanloqueibaaocurrir?¿Cuántossellevaríanunasorpresa?»«Y en todo el mundo—pensó Montag—, ¿cuántas ciudades más muertas? Y

aquí,ennuestropaís,¿cuántas?¿Cien,mil?»Alguienencendióunacerillaylaacercóaunpedaldepapelquehabíasacadode

unbolsillo.Colocaronelpapeldebajodeunmontoncitodehierbasyhojas,y,alcabodeunmomento,añadieronramitashúmedasquechisporrotearon,peroprendieronporfin,ylahoguerafueaumentandobajoelairematutino,mientraselsolseelevabaylos hombres dejaban lentamente de mirar al río y eran atraídos por el fuego,torpemente,sinnadaquedecir,yelsoliluminósusnucascuandoseinclinaron.

Grangerdesdoblóunalonaencuyointeriorhabíaalgodetocino.—Comeremos un bocado. Después, daremos media vuelta y nos dirigiremos

corrientearriba.Talveznosnecesitenporallí.Alguiensacóunapequeñasartén,yeltocinofueapararasuinterior,yempezóa

tostarsesobrelahoguera.Alcabodeunmomento,elaromadeltocinoimpregnabaelairematutino.Loshombresobservabanelritualensilencio.

Grangermirólahoguera.—Fénix.—¿Qué?—Hubounpajarraco llamadoFénix,muchoantesdeCristo.Cadapocos siglos

encendía una hoguera y se quemaba en ella. Debía de ser primo hermano delHombre.Pero,cadavezquesequemaba,resurgíadelascenizas,conseguíarenacer.Yparecequenosotroshacemoslomismo,unayotravez,perotenemosalgoqueelFénixnotenía.Sabemoslamalditaestupidezqueacabamosdecometer.Conocemostodas las tonterías que hemos cometido durante unmillar de años, y en tanto querecordemos esto y lo conservemos donde podamos verlo, algún día dejaremos delevantar esasmalditas piras funerarias y a arrojamos sobre ellas. Cada generaciónhabrámásgentequerecuerde.

Grangersacólasarténdelfuego,dejóqueeltocinoseenfriara,yselocomieron

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lenta,pensativamente.—Ahora,vámonosríoarriba—dijoGeorge—.Ytengamospresenteunacosa:no

somos importantes.Nosomosnada.Algúndía, lacargaque llevamosconnosotrospuedeayudaraalguien.Peroinclusocuandoteníamosloslibrosenlamano,muchotiempo atrás, no utilizamos lo que sacábamos de ellos. Proseguimos impertérritosinsultando a los muertos. Proseguimos escupiendo sobre las tumbas de todos lospobresquehabíanmuertoantesquenosotros.Durantelapróximasemana,elpróximomes y el próximo año vamos a conocer a mucha gente solitaria. Y cuando nospregunten lo que hacemos, podemos decir: «Estamos recordando.» Ahí es dondevenceremosalalarga.Y,algúndía,recordaremostanto,queconstruiremoslamayorpalamecánicadelaHistoria,conlaqueexcavaremoslasepulturamayordetodoslostiempos, donde meteremos la guerra y la enterraremos. Vamos, ahora. Ante todo,deberemos construir una fábrica de espejos, y durante el próximo año, sólofabricaremosespejosynosmiraremosprolongadamenteenellos.

Terminaron de comer y apagaron el fuego. El día empezaba a brillar a sualrededor,comosiaunalámpararosadaseledieramásmecha.

Enlosárboles,lospájarosquehabíanhuidoregresabanyproseguíansuvida.Montag empezó a andar, y, al cabo de unmomento, se dio cuenta de que los

demás le seguían, endirecciónnorte.Quedó sorprendidoy sehizo aun lado, paradejar que Granger pasara; pero Granger le miró y, con un ademán, le pidió queprosiguiera.Montagcontinuóandando.Miróelrío,elcieloylasvíasoxidadasqueseadentraban hacia donde estaban las granjas, donde los graneros estaban llenos deheno,dondeunaseriedepersonashabíanllegadoporlanoche,fugitivasdelaciudad.Mástarde,alcabodeunoodeseismeses,ynomenosdeunaño,Montagvolveríaaandarporallísolo,yseguiríaandandohastaquealcanzaraalagente.

Pero,ahora, leesperabauna largacaminatahastaelmediodía,ysi loshombresguardabansilencioeraporquehabíaquepensarentodo,ymuchoquerecordar.Quizámás avanzada la mañana, cuando el sol estuviese alto y les hubiese calentado,empezaríanahablar,o sóloadecir lascosasque recordaban,paraestar segurosdeque seguían allí, para estar completamente ciertos de que aquellas cosas estabanseguras en su interior, Montag sintió el leve cosquilleo de las palabras, su lentaebullición.Ycuandolellegaraelturno,¿quépodríadecir,quépodríaofrecerenundíacomoaquél,parahacerelviajealgomássencillo?Hayuntiempoparatodo.Sí.Una época para derrumbarse, una época para construir. Sí. Una hora para guardarsilencioyotraparahablar.Sí,todo.Pero,algomás.¿Quémás?Algo,algo…

Y,acadaladodelrío,habíaunárboldelavida…condoceclasesdistintasdefrutas, y cadamesentregaban sucosecha; y lashojasde losárboles servíanparacuraralasnaciones.

«Sí—pensóMontag—,esoesloqueguardaréparamediodía.Paramediodía…»

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«Cuandoalcancemoslaciudad.»

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RayDouglasBradbury, escritor estadounidense demisterio del género fantástico,terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obraCrónicasmarcianas(1950)ylanoveladistópicaFahrenheit451(1953).

RayBradburynacióeldía22deagostode1920enWaukegan,Illinois.SufamiliasemudóvariasvecesdesdesulugardeorigenhastaestablecersefinalmenteenLosÁngelesen1934.Bradburyfueunávidolectorensujuventudademásdeunescritoraficionado.Nopudoasistiralauniversidadporrazoneseconómicas.Paraganarselavida, comenzóavenderperiódicos.Posteriormente sepropuso formarsedemaneraautodidacta a través de libros, comenzando a realizar sus primeros cuentos. Sustrabajosinicialeslosvendióarevistas,acomienzosdelaño1940.ActualmenteresideenCaliforniaysigueenactivo.

Ha trabajado también como argumentista y guionista en numerosas películas yseriesdetelevisión,entrelasquecabedestacarsucolaboraciónconJohnHustonenla adaptación de Moby Dick para la película que éste dirigió en 1956. Existe unasteroidellamado9766Bradburyensuhonor.

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