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INTESYS CONSULTING: http://www.intesysconsulting.com, Email. [email protected],
Edificio Meridiano, Escazú, de Multiplaza 100mts sur. Tel. (506) 2505-5005. San José, Costa Rica,
carácter. Esa es la misión
del liderazgo activo, una
nueva modalidad de la fun-
ción directiva que viene exi-
gida por los cambios en el
entorno empresarial que se
han producido en los últimos
cincuenta años. El primero
de ellos es la caducidad del
conocimiento, que hace que
el coste en conocimientos,
I+D, diseño e innovación
haya pasado del 30 % en
1960 al 70 % que se prevé
En los últimos años, se ha
probado casi todo para
encontrar respuesta a una
demanda universal en el
mundo de las empresas:
cómo desarrollar y potenciar
el liderazgo positivo y de
calidad basado en valores.
Sin embargo, la experiencia
indica que el intento de des-
arrollar este liderazgo obtiene
muchas veces resultados
pobres.
Nuestro objetivo es aportar
un método sólido, sencillo y
coherente de entendimiento
de las personas y las organi-
zaciones como condición
indispensable para aplicar un
enfoque práctico de liderazgo
y dirección de personas.
En esta síntesis integramos
desarrollo de liderazgo y de
cultura, estrategia y organiza-
ción, para ofrecer un modelo
que tiene en cuenta tanto los
aspectos racionales y de la
persona como la necesidad
de orden y de innovación.
Ninguno de ellos es prescin-
dible, ya que cada uno re-
percute sobre los demás.
Nuestro modelo de gestión
por 8 hábitos tiene como fin
el acople y
aprovechamiento de los
conocimientos, capacida-
des, habilidades y hábitos
de las personas para que
todos se muevan hacia un
mismo objetivo: el cumpli-
miento y enriquecimiento de
la misión de la empresa.
Empresa, cultura y
organización C de
confianza
Una empresa triunfa cuando
comunica a su entorno su
propio carácter; pero como
nadie puede transmitir lo
que no tiene, el desafío con-
siste en internalizar los hábi-
tos que dan a la empresa su
EL AUTOR
José María Cardona Labarga es doctor inge-
niero ICAI, graduado en Ciencias Empresariales
ICADE y exprofesor de Estructura económica y
de Contabilidad financiera. En sus quince prime-
ros años de vida profesional, trabajó como direc-
tor de fábrica, director comercial y director gene-
ral en diversas empresas. Al frente de su propia
consultora, Cardona Labarga, en los últimos
veinte años ha diseñado los cursos de Desarro-
llo de liderazgo y Gestión por 8 hábitos.
Sergio Cardona Patau es consultor de alta
dirección, formador de directivos, gerentes y
negociadores, coach ejecutivo para el desarrollo
de la capacidad gerencial y comercial, y conferen-
ciante habitual en congresos internacionales. Tam-
bién imparte cursos y seminarios en gestión del
tiempo, expresión oral, dirección de reuniones,
trabajo en equipo y habilidades comerciales.
Ana Cardona Patau es licenciada en Psicología
por la Universidad Pontificia de Comillas. Tras tra-
bajar como terapeuta en diversos centros clínicos,
en la actualidad es consultora y formadora, así
como directora de Desarrollo y Nuevos Proyectos
de Cardona Labarga.
Liderazgo y Gestión en 8 hábitos Del miedo a la confianza
INFORMACION
SOBRE EL LIBRO
Título original del
libro: Liderazgo y
Gestión por 8 hábitos
Autor: José Cardona,
Sergio Cardona y Ana
Cardona
Editorial: Díaz de
Santos
Fecha de Publicación:
07 de junio del 2011
ISBN: 9788479787424
INTRODUCCION
15 de abril, 2016
Volumen 04-16
Contenido:
Introducción 1
Empresa, cultura y
organización C de
confianza
1
Liderazgo y
mentalidad
4
Los 8 hábitos 6
Conclusión 11
Este es un resumen del
libro indicado. Estos
resúmenes, son enviados
sin costo, a las personas
inscritas a
Intesys Consulting
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para el año 2030.
Actualmente, una empresa
pone constantemente en
duda sus productos, servi-
cios, canales de distribución,
centros de fabricación, cono-
cimientos, etc. debido a que
la tecnología, la globaliza-
ción y los gustos cambiantes
impiden que una empresa
posea una ventaja competiti-
va duradera. De forma para-
lela, la despersonalización,
la complejidad, la burocra-
cia, el despotismo político, el
individualismo y el
relativismo moral plantean
nuevos desafíos a las
empresas. Dado el entorno
agridulce actual, las
empresas tienen que evolu-
cionar desde una Cultura M
de Miedo a una Cultura C
de Confianza, reduciendo la
cultura de mando y control y
potenciando la confianza y
la responsabilidad.
La cultura M de Miedo es
fuertemente jerárquica y
está centrada sobre sí
misma; el cliente y el
proveedor quedan fuera.
Sus objetivos son poco
claros y coherentes, y las
relaciones dentro de la
organización crean
fricciones y delegaciones
inadecuadas. Su política de
recursos humanos está
dominada por la mala selec-
ción, formación, retribución y
evaluación, y por objetivos
inadecuados.
Este entorno favorece la
mentira, la picardía y la
manipulación, ahoga la
innovación y paraliza la
creatividad. Las relaciones
humanas se deterioran, se
siembra la confusión y se
fomentan los comportamien-
tos defensivos, al jefe
siempre se le dice que sí, se
oculta información y se
censuran errores
aceptables. No existe ningún
miedo sano, ya que su
efecto es devastador sobre
la calidad, el servicio al
cliente, la productividad y la
rentabilidad.
Existe una cultura interme-
dia, que denominaremos I,
caracterizada por la irrup-
ción de la información, que
reduce el número de niveles
organizativos. No obstante,
una intranet perfecta no
suple la labor inteligente de
los mandos y directivos. Es
necesario un cambio de
cultura real en el que el jefe
no mande, sino que dirija,
ayude, forme, desarrolle y
allane el camino de los
demás. Una cultura C de
Confianza se caracteriza por
poner a las personas en el
centro de la gestión. Las
diferencias dejan de ser
amenazas y se convierten
en oportunidades tanto para
la empresa como para los
empleados, que gestionan
su propia carrera profesio-
nal. Los directivos adquieren
una actitud de servicio y
todos se cargan de respon-
sabilidad. En definitiva, la
cultura C de Confianza exige
un cambio de estado de
conciencia, de mentalidad y
de valores. El miedo da
paso a la confianza, que
es la mejor herramienta
para que desarrollemos
toda nuestra capacidad
potencial. Por lo tanto,
entendemos confianza como
la entrega voluntaria a una
situación de debilidad de la
que, a la larga, surgirá una
situación de mucha mayor
fuerza. Me pongo en manos
del otro, acepto un compro-
miso de naturaleza imperso-
nal y le doy libertad para que
responda por sí mismo, se
controle y diga la verdad.
Como para confiar en otro,
uno tiene que tener confian-
za en sí mismo, ¿cómo sa-
bemos que la tenemos? Si
usted tiene una mentalidad
correcta de confianza,
tomará la iniciativa y se
implicará en los problemas,
actuará correctamente
aunque se sienta mal y, en
vez de administrar justicia,
animará a su equipo.
La cultura C es la más apro-
piada para un entorno en el
que toda empresa está con-
denada a estar aumentando
constantemente su producti-
vidad para mantener una
rentabilidad uniforme. En
nuestro tiempo, el factor
clave de la productividad es
el conocimiento, y todo di-
rectivo debería ser remune-
rado precisamente según su
productividad, y no según su
esfuerzo. En el campo del
conocimiento, la productivi-
dad es cualitativa. En la em-
presa o unidad de negocio,
quizá el índice ideal de me-
dida sea el valor añadido o
riqueza creada por un total
de horas-hombre en relación
con las unidades monetarias
invertidas. Un incremento no
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Volumen 04-16
“El miedo da paso
a la confianza,
que es la mejor
herramienta para
que
desarrollemos
toda nuestra
capacidad
potencial.”
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información circule bien. En
una cultura C, cada unidad
de negocio puede llegar a
establecer sus propios
períodos de vacaciones e
incluso su propia política de
contratación de personal.
Pasar de una cultura M a
una C es una revolución que
conlleva muchos cambios
que podríamos sintetizar en
esta serie de contrastes
entre el modelo de hace
cincuenta años y el que me-
jor se adapta, responde y
resulta más rentable tanto
para la empresa como la
sociedad actual:
Cultura M frente a cultura C
• Basada en el poder frente
a basada en la
responsabilidad.
• Más mando y control
frente a más información.
• Productividad cuantitativa
(unidades producidas)
frente a productividad
cualitativa (valor añadido).
• Importancia del directivo
según el número de
personas dependientes
frente a importancia del di-
rectivo según la complejidad
de la información manejada.
• Se utiliza a las personas
frente a se desarrolla a las
personas.
• El cliente está a lo lejos y
se invierte en marketing
frente a se trabaja con el
cliente y (casi) se le
considera socio.
• Se dispensa tener que
pensar frente a es
imprescindible pensar.
• Información descendente
frente a información
ascendente y horizontal.
inferior al 6 o 7 % mantenido
durante 8-10 años colocaría
a la empresa en una C o
algo muy próximo a ella.
Para lograr este objetivo, la
empresa debe organizar
inteligentemente los
conocimientos y no recurrir
de forma automática a la
reducción rigurosa de
costes, la eliminación de
mandos intermedios, la
inversión en mecanización,
automatización y tecnologías
de la información y las
adquisiciones. La enorme
diferencia entre el número
de patentes de países como
España (92 en 2004), Suiza
(714 en 2004) y Japón (4012
en 2004) debería hacernos
pensar que la productividad
tiene que ver con hábitos
como el aprendizaje y el
conocimiento en el seno de
la organización. A este
respecto, lo peor de una
cultura M es que nadie
informa de verdad, mientras
que en una C la responsabi-
lidad y el compromiso hacen
que la información fluya. En
una cultura C el profesional
no puede ser gestionado
como antes. Para que aflore
una visión común y para que
los profesionales quieran
aprender más y renunciar a
su individualismo, hacen
falta unidades flexibles y
amigables dotadas de
autonomía y proximidad al
mercado. Por eso el tamaño
de las unidades resulta fun-
damental. Calculamos que
una Unidad de Negocio de-
be tener un máximo de 100
a 150 personas para que la
• Recortar costes frente a
maximizar calidad de
servicio.
• Gestión del trabajo frente a
gestión de la imaginación.
• Se fuerza el cambio frente
a se vive el cambio.
• Una nueva idea es peligro-
sa frente a es peligroso no
tener nuevas ideas.
• El responsable es el jefe
frente a el responsable es el
colaborador.
• Seguridad en el puesto de
trabajo o en la imagen de la
empresa frente a seguridad
en sí mismo.
• Presión a corto plazo
frente a presión para el
aprendizaje y la reflexión.
• Se busca un aprendizaje
muy práctico que no se logra
frente a se logra un aprendi-
zaje muy práctico que no se
busca.
• Organización vertical
frente a organización
horizontal.
• La empresa crea una
universidad corporativa
frente a la empresa es una
universidad corporativa.
• El colaborador es esclavo
de la tecnología, el proceso
o el jefe frente a el colabora-
dor es libre y responsable.
• La estrategia parece clara
pero realmente es difusa
frente a la estrategia parece
difusa pero realmente es
clara.
• Centralización frente a
descentralización.
• La organización está sobre
la persona frente a la
persona está sobre la
organización.
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“...lo peor de una
cultura M es que
nadie
informa de
verdad, mientras
que en una C la
responsabilidad y
el compromiso
hacen que la
información
fluya.”
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satisfaremos y qué
oportunidades hemos de
aprovechar, conviene pensar
en los beneficios que
obtenemos con ello y hasta
qué punto tenemos interés
real y evidente en eso.
La proposición de ventas
debe ser única e incluir un
enunciado de no más de
veinte palabras expresado
como eslogan. Debe hacer
referencia a la principal
ventaja que obtendrá el
cliente con el producto o
servicio más importante que
suministramos. Este
enunciado formará el núcleo
de nuestro posicionamiento
y diferenciación. Debemos
concentrarnos en esto para
que, si es necesario,
enriquezcamos la
proposición única de venta
precisando productos,
mercados, tecnologías,
especialización y áreas de
excelencia y liderazgo. Un
elemento adicional
aconsejable es la
incorporación de los valores
esenciales de la empresa.
Este último aspecto nos lle-
va a la exigencia de respon-
sabilidad personal que debe
regir en toda empresa. En la
empresa C cada profesional
depende sobre todo de sí
mismo y debe saber dirigirse
y administrar su trayectoria.
Así, una empresa C compite
en la captación de personas
instruidas y responsables.
Por desgracia, las cosas no
son siempre así. El conocido
como capitalismo salvaje,
que solo busca el dinero, y
la filosofía contraria de
• Uno se considera prepara-
do con una carrera universi-
taria y un máster frente a
uno nunca está lo
suficientemente preparado.
Liderazgo y
mentalidad
Las empresas más
productivas, rentables y
competitivas son las que han
sabido definir su negocio
central y han logrado que
todos sus empleados lo
entiendan y asuman. Para
ello es fundamental que la
misión de la empresa esté
clara. Además, en el entorno
actual las empresas deben
estar dispuestas a
abandonar funciones,
departamentos, procesos y
fábricas que fueron su
orgullo y su razón de ser
para entrar en terrenos
nuevos. ¿Es esto posible sin
variar la vocación definida
en la misión de la empresa?
Sí, porque lo que uno
suministra va más allá de lo
que se ve a primera vista.
Para elaborar la misión de
una empresa hay que seguir
ciertas pautas. La primera es
que la definición o misión de
la empresa debe ser un
enunciado escrito de
acuerdo al conocimiento y
experiencia que tenga la
empresa y a su análisis
DAFO (debilidades,
amenazas, fortalezas y
oportunidades). La misión
debe estar redactada de
forma concentrada y no
ocupar más de tres páginas.
Para saber qué necesidad
izquierdas radical estancan
la productividad, y este
estancamiento es el origen
de todos los problemas
sociales.
La ética no es cuestión de
tolerancia y tampoco una
amalgama de sentimientos
en la que todo se reduce a
una cuestión de gustos.
Pero, llegados a este punto,
es natural preguntarse si es
posible actuar siempre
éticamente. ¿Qué es la
ética? Una exigencia
personal y una ciencia
práctica que trata del
comportamiento humano
encaminado hacia la
felicidad y la excelencia. Es
una manera de crear
hombres y mujeres
excelentes. Por consiguien-
te, sí es posible comportarse
siempre éticamente si, ante
cada decisión, me guío por
el principio del bien
mencionado anteriormente y
tomo medidas que mejoran
a mi equipo de trabajo, mi
empresa y la sociedad cre-
ando lealtad, confianza y
honradez.
Volvemos así a la principal
diferencia entre la cultura M
del Miedo y la C de Confian-
za. En la primera, lo más
propio es el poder, el estatus
y el control. Lo que distingue
a la segunda es la persona.
Para conocer a las perso-
nas, debemos tener en
cuenta que son difíciles de
conocer, contradictorias, y
que están mal diseñadas
como máquinas. Si bien la
coordinación de inteligencia,
músculo, corazón, manos y
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“Las empresas
más
productivas,
rentables y
competitivas son
las que han sabido
definir su negocio
central y han
logrado que todos
sus empleados lo
entiendan y
asuman.”
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La finalidad es crear un
proceso de enriquecimiento
constante del puesto de
trabajo, la ética, la
comunicación y la estrategia,
para que se genere este
mismo proceso en el
producto. En ese aspecto,
todas las empresas son de
servicios, y así deberían
definirse. El enriquecimiento
depende en gran medida de
la motivación, definida
como la inducción de una
mejora en la imagen que el
otro tiene de sí mismo. La
motivación siempre mejora
cuando alguien se
responsabiliza y está
dispuesto a tomar al toro por
la cornamenta. Usted puede
motivar a su colaborador
animándole a que le dé una
explicación larga de lo que
está intentando hacer. Eso
genera un clima de
confianza y le permitirá en-
señarle y
también aprender de él.
Como dijimos antes, el
objetivo de un gerente es
mejorar la mentalidad de su
equipo, crear un estado
positivo de conciencia y
ayudarle a madurar, que
consiste en el autoexamen
de nuestros fines para que
no veamos las cosas como
las queremos ver o según
somos nosotros.
Obviamente, el cambio de
mentalidad es difícil, sobre
todo cuando hemos tenido
éxitos importantes con el
esquema anterior.
¿Y si las cosas cambian?
Una mentalidad basada en
la confianza, la libertad y la
espíritu es sobresaliente,
solo trabajamos bien cuando
estamos comprometidos.
Para lograr ese compromiso,
el gerente debe conocer la
personalidad de los miem-
bros de su equipo. En primer
lugar, debe atender al carác-
ter, que se compone de la
mentalidad (actitudes y hábi-
tos) y los conocimientos.
Después debe conocer su
temperamento, es decir,
saber si una persona es
introvertida o no, si posee
agudeza numérica, si es
práctica o idealista, franca,
despreocupada y si es mejor
como investigadora o como
negociadora.
Un líder mejora la mentali-
dad propia y la de los de-
más, ya que esa mentalidad
determina la visión o forma
de ver las cosas e influye en
el conocimiento y en el
comportamiento. En primer
lugar, el directivo debe
proteger a sus
colaboradores del miedo
con positividad y
sinceridad, y predicar con
el ejemplo. Si usted
defiende y aprecia sus
ideas, ellos defenderán y
apreciarán las suyas. Pero si
usted es corrupto, ellos
también lo serán. Un directi-
vo debe desarrollar y formar
a sus colaboradores usando
un lenguaje corporal próxi-
mo, con feedback claro y
abundante, y con elogios
fuertes y animosos. Además,
les obligará a responder con
frecuencia y les enfrentará a
los problemas más intere-
santes y difíciles.
responsabilidad nos permi-
tirá ver las cosas como son y
lograr avances, ya que siem-
pre nos impulsará hacia la
superación. Como consulto-
res, hemos observado que
los errores que cometen las
empresas son enormes. Por
eso, lo único que nos pre-
ocupa es que funcionen bien
los aspectos básicos simplifi-
cando y haciendo las cosas
sencillas. ¿Quién no ha visto
a un sindicado que acuse a
la patronal o al Gobierno de
su mala situación? ¿Quién
no ha visto a un director que
no acuse al teléfono que no
le deja tranquilo o a la irra-
cionalidad de los clientes?
Son disculpas y falsas ma-
niobras para escapar del
presente. Lo que subyace al
fracaso son crisis personales
de conducta y falta de auto-
dominio.
Para evitarlas, el gerente
debe equilibrar las distintas
mentalidades gerenciales.
La primera está basada en
el dinero y es fría, científica
y lógica. La segunda, llama-
da de la estabilidad, se basa
en el orden y la continuidad,
la planificación, la organiza-
ción, el control y la dirección.
La tercera mentalidad es la
de la persona, y en ella rigen
la confianza, el compromiso,
la misión, la moral y la res-
ponsabilidad.
La cuarta es la mentalidad
de la innovación. Quizá sea
la más difícil de adquirir de-
bido a la globalización y a
las turbulencias del entorno.
Tomando en cuenta todas
estas mentalidades,
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“...el directivo
debe
proteger a sus
colaboradores
del miedo con
positividad y
sinceridad, y
predicar con el
ejemplo.”
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dicha visión. Las decisiones
estratégicas las toma perso-
nalmente el líder, pero
escucha sinceramente a
todos y comprende que cada
colaborador debe tomar
personalmente su decisión
de seguirle. Un líder sabe
que la base del éxito está
en la moral y la ética, y
crea un ambiente positivo,
desatando emociones pro-
fundas por su forma de
actuar y por sus hechos.
Por lo tanto, un líder se
siente incómodo cuando uno
de sus colaboradores deja
de desarrollarse
internamente. A partir de la
credibilidad interna, la
empresa es capaz de
comunicar al entorno su
propio carácter, porque el
liderazgo crea tecnología,
estrategia y organización.
Todo es cuestión de hábitos
que nos ayuden a
conocernos, dirigirnos y
motivarnos, así como a
dirigir y desarrollar a los
demás. Los modelos de
éxito fácil y rápido basados
en el oportunismo son los
grandes enemigos de este
planteamiento, ya que
estimulan el comportamiento
según estados de ánimo
variables y la falta de
responsabilidad. En una
empresa, el cambio de
hábitos negativos a positivos
será un éxito si antes au-
mentamos la pasión y el
entusiasmo por el cambio
convenciendo de que la si-
tuación actual es
insostenible por los errores
causados por la resistencia
podríamos definir la
capacidad gerencial como la
acción encaminada a la
dirección de personas
logrando objetivos, creando
cambios y manteniendo la
estabilidad
simultáneamente.
Por una parte, hay que equi-
librar la mentalidad del
dinero y la de la persona.
Para ello debemos intentar
que en nuestra empresa
ganen todos, no unos a
costa de otros.
Recordamos que la voluntad
de poder es un
planteamiento perverso que
no compensa y que conduce
a la infelicidad e, incluso, a
la cárcel. El concepto de
empresa debe enriquecerse
y dignificarse para que se
convierta en una fuente de
riqueza no solo económica,
sino también cultural,
humana y ética. Por último,
nos equivocamos si
consideramos que los
vínculos entre las personas
no son naturales, sino que
nacen del temor o la
conveniencia. Autoestima y
autocrítica deben practicarse
simultáneamente. Para
alcanzar el equilibrio entre la
mentalidad de orden y la de
innovación hay que tener en
cuenta que tan malo es no
cambiar radicalmente nunca
como cambiar demasiado.
En definitiva, la función
esencial del gerente no es
mandar, sino educar. Un
líder lucha por crear una
sociedad más humana y
justa, y sus colaboradores
perfeccionan y enriquecen
a la evolución. En segundo
lugar, hay que generar una
visión clara que demuestre a
la gente que vivirá mejor. Y
durante todo el proceso no
debemos dejar de
comunicar.
Un equipo directivo compro-
metido en cuerpo y alma con
el cambio, un enfoque
gradual que reconozca que
a veces no es posible cam-
biarlo todo a la vez, y la
participación de todos,
porque la gente apoya sus
propias ideas, son también
ingredientes fundamentales
del éxito a la hora de pasar
de una mentalidad M a una
mentalidad C. Para evitar la
dispersión, hemos creado el
llamado círculo de
liderazgo, formado por 8
competencias o hábitos
interrelacionados, de forma
que la mejora en uno implica
la mejora en los otros 7
hábitos, que le permitirán la
creación de una cultura C en
su empresa.
Los 8 hábitos
Hábito 1: información. La
información hay que
captarla, procesarla, darle
sentido, enriquecerla y
distribuirla entre clientes
internos y externos para que
desempeñen mejor su
trabajo. Un ejemplo es la
política de libros abiertos de
algunas empresas, que
facilita al personal
información interna
económico-financiera de la
organización. Esto posibilita
que los empleados
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“A partir de la
credibilidad
interna, la
empresa es
capaz de
comunicar al
entorno su
propio
carácter…”
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puede cambiar drásticamen-
te el DAFO de la empresa y
hacer que la misión y la
estrategia se replanteen.
¿Cómo sabe si posee este
hábito de la información?
Auditándose. Pregúntese si
obtiene información enjun-
diosa y esencial de sus cole-
gas, jefes y colaboradores.
También si distribuye toda la
información que necesitan
los demás y si sus informes
están bien redactados y son
lógicos, breves y adecuados.
Además, ¿lucha con eficacia
contra la sobrecarga de
información? ¿Posee una
información directa y de
primera mano sobre clientes
y competidores?
Hábito 2: misión y
estrategia. A partir de la
misión surgen las
estrategias, que para una
unidad de negocio es una
red de objetivos cuantitativos
centrados en cuatro áreas
interconectadas: económico-
financiera,servicio al cliente,
procesos internos y conoci-
mientos y capacidad de lide-
razgo de los empleados. Sin
un proceso interno que lo
haga posible, los empleados
no tendrán capacidad de
liderazgo. Por otra parte, un
magnífico servicio al cliente
no vinculado a un resultado
económico carece de
interés.
Los objetivos de los profe-
sionales deben derivarse de
los objetivos empresariales
de su unidad de negocio,
que de este modo se
convierten en una
herramienta de trabajo muy
entiendan cómo repercute
su comportamiento en la
marcha de la empresa y que
se responsabilicen en definir
qué información necesitan
para buscarla y encontrarla.
El flujo de información
arrebata autoridad a la
cúpula y la distribuye entre
los empleados, que
adquieren mucha más
importancia. Como dijo
Chester Barnard, las
organizaciones se
mantienen unidas por la
información, no por la
propiedad o la autoridad.
Para estar bien informado,
todo director general debe
reservar como mínimo cua-
tro semanas al año con
clientes, consumidores,
supervisores y jóvenes
profesionales que lleven al
menos un año en la empre-
sa. Recorra su organización,
vagabundee por ella. La
educación nos aglutina y
cada vez funciona menos el
“ordeno y mando”. Al
contrario, la falta de informa-
ción crea una torre de Babel
en la organización.
Pero la información crítica
muchas veces no es la del
interior de la empresa, que
un ejecutivo puede obtener
con relativa facilidad, sino la
del entorno. La información
sobre la evolución de los
clientes y de los no clientes,
de los competidores y de la
tecnología la tienen los ven-
dedores, y un ejecutivo debe
tener tiempo para hablar con
ellos directamente, o incluso
trabajar él mismo como
vendedor. Esta información
potente que fuerza la
profesionalización de toda la
dirección. La labor del líder
consiste entonces en que
todos sus colaboradores
vean la misma red de
objetivos empresariales o,
dicho en otras palabras, en
gestionar la imaginación de
las personas para marcar el
mismo norte en las mentes
de todos. La mejor
estrategia no es la más
perfecta ni la que hace un
analista. Tampoco la que
se basa en el mejor
estudio de mercado, sino
la que puede entrar en
acción y aplicarse con
más facilidad.
¿Tiene una misión
claramente definida que no
surge de su propia
genialidad? ¿Celebra el
equipo directivo de cada
unidad de negocio seis o
siete reuniones de tres o
cuatro horas cada año para
la actualización estratégica?
¿Formula la estrategia de
modo sencillo para despertar
más interés en los demás?
¿Adapta la organización y
los procesos a la misión y a
las estrategias? ¿Pone su
misión en primer plano el
servicio al cliente y el valor
añadido que se le debe
brindar?
Hábito 3: resultados. No
orientarse a los resultados
hace que en la empresa
haya gente inteligente y
eficaz haciendo cosas
absurdas. Sin embargo,
este problema no es técnico,
sino de mentalidad, y exige
una mejora del liderazgo, ya
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“Los objetivos de
los profesionales
deben derivarse
de los objetivos
empresariales de
su unidad de
negocio…”
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empresa es la falta de
personas con capacidad
gerencial, porque lo único
que forma y desarrolla
gerencialmente a las perso-
nas es un buen proceso de
delegación. Sin delegar
funciones es absurdo hablar
de liderazgo. Lo propio de la
cultura C es una delegación
de máximo alcance para que
los empleados estén
comprometidos con los
detalles de su operación y
que tengan voz y voto para
tomar las decisiones
oportunas. Pero esto exige
que dejemos de lado el ego
y persigamos el bien común.
¿Cómo sabe si está dele-
gando bien? Preguntándose
si, aunque respete el
conducto reglamentario,
habla con todo el mundo
independientemente de su
nivel para entusiasmar a los
demás y pensar en el valor
añadido que se debe dar al
cliente. ¿Pasa hora y media
al mes conversando con
cada uno de sus colaborado-
res directos sobre su plan de
rendimiento? Ante un
comportamiento inadecuado,
¿lo afronta personalmente y
cara a cara? ¿Es
incansablemente positivo o
se limita a actuar como juez
que imparte justicia?
Hábito 5: comunicación. El
buen directivo transmite de
modo incansable valores y
principios esenciales miran-
do cara a cara a sus colabo-
radores. Es una cuestión
interpersonal que exige
asumir la
responsabilidad de la
que para organizar a los
demás primero hay que
organizarse a sí mismo
centrándose en lo
importante. Se debe evitar
caer en la trampa de lo
urgente porque, aunque eso
pueda hacernos imprescindi-
bles, crea una situación
perversa y no deja tiempo
para desarrollar a los
colaboradores.
¿Por qué tantos ejecutivos
no definen mensualmente
los dos o tres objetivos que
deben alcanzar? Porque
están demasiado orientados
a la acción y temen ser
vistos como indecisos. No
tienen tiempo para lo que
consideran ejercicios
teóricos y, como son
“genios”, ya saben lo que
tienen que hacer. La
consecuencia de esto es
ineficacia y falta de
integración de las funciones.
La verdad es que quien se
permite ser víctima de las
circunstancias trabaja muy
por debajo de sus
posibilidades y se
decepciona a sí mismo.
La mejor auditoría que
puede realizar a este
respecto es preguntarse si
conoce lo que para usted es
importante y urgente.
Además, ¿planifica primero
lo importante y se atiene a
ello? ¿Es un buen
colaborador que refuerza la
posición de su jefe? ¿Tiene
tiempo para la familia? Por
último, ¿puede decir que
añade valor al cliente?
Hábito 4: delegar. El
recurso más escaso de una
comprensión y dedicar
mucho tiempo a romper
barreras y tender puentes
para influir y dejarse influir.
Los fallos de comunicación
interna en las empresas no
se deben a los empleados
de base, sino a los
directivos. Si la
comunicación es buena
entre ellos, lo será a todos
los niveles.
La comunicación tiene que
estar presente tanto en la
formulación de la misión y la
estrategia de la empresa,
que debe ser sencilla, como
en la definición de
responsabilidades.
También debe ser
parte fundamental de las
reuniones del jefe con sus
colaboradores. Además, las
reuniones de coordinación
estarán programadas con 6
o 12 meses de antelación
con los participantes, y los
objetivos y aportaciones de
cada uno estarán muy
claros.
Para saber si es un buen
comunicador, debe pensar si
cuando está con alguien
procura que el otro lleve la
iniciativa de la conversación
y preguntarse si es amable,
comprensivo y benevolente.
¿Busca oportunidades para
dirigirse a los demás y
disfruta hablando en
público? ¿Es leal, no engaña
y no habla mal de nadie? ¿Y
se comunica habitualmente
y cara a cara con los
clientes?
Hábito 6: equipo. La organi-
zación jerárquica y funcional
de la cultura M solo es
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“El buen
directivo
transmite de
modo incansable
valores y
principios
esenciales
mirando cara a
cara a sus
colaboradores.”
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cómo puede aumentar el
conocimiento que tiene de sí
mismo. El aprendizaje es un
proceso ininterrumpido que
requiere un seguimiento
constante y un feedback
fuertemente organizado para
saber, mediante esta
información de vuelta, lo que
está modificando a la
persona, qué esfuerzo está
realizando y cuáles son sus
puntos fuertes y sus malos
hábitos. El aprendizaje no es
cuestión de unos cuantos
días. En segundo lugar, el
aprendizaje tiene que ser
muy práctico y proporcionar
métodos y técnicas, porque
en una cultura C el
profesional sabe que nunca
está suficientemente prepa-
rado, que la seguridad solo
la puede tener en sí mismo y
que por otra parte no puede
aislarse. Tiene que solicitar
opiniones, preguntar,
escuchar y airearse. Por
tanto, el mayor enemigo
del aprendizaje es la
autosuficiencia.
En el entorno actual, no
pasan más de cinco años sin
que nos hayamos quedado
obsoletos a menos que
hayamos adquirido nuevos
conocimientos. Por tanto,
debe preguntarse si cumple
con sus propósitos y planifi-
caciones y si conoce las
tecnologías de información y
comunicación necesarias en
su puesto de trabajo. ¿Saca
una media de media hora
diaria para mantenerse al
día en su especialidad? Y,
cómo no, ¿conoce su proce-
so de pensamiento y sabe si
adecuada para trabajos
fáciles. Cada uno hace lo
suyo, se despreocupa de lo
que hacen los demás y se
crean reinos de Taifa.
En cambio, en una cultura C
hay mayor receptividad a las
nuevas ideas y todo el
mundo entiende lo que
hacen él y el conjunto. La
organización es más
inestable y requiere que
constantemente se recuerde
el objetivo que se persigue.
Sin embargo, en este tipo de
cultura una persona no
vale lo que valen sus
conocimientos, sino lo que
valen integrados con los
conocimientos de los
demás, lo que otorga a su
empresa una gran ventaja
competitiva. Por tanto,
pregúntese: ¿comprende
antes de ser comprendido?,
¿practica siempre y a toda
costa la política de
ganar-ganar?, ¿permite que
alguien se equivoque, pero
no consiente actitudes
negativas?, ¿tiene miedo a
preguntar? El objetivo de
todo esto es, obviamente,
que el equipo nunca pierda
de vista el objetivo del
servicio al cliente.
¿Es esto así?
Hábito 7: aprendizaje.
Productividad significa
aprendizaje, el aprendizaje
implica cambio y el cambio
es una oportunidad. Por eso
quien aprende cambia y crea
un puesto de trabajo nuevo.
Este hábito incluye dos
consideraciones, qué
conocimientos debe adquirir
para no quedarse obsoleto y
es intuitivo o racional, por
ejemplo? ¿Sabe cuáles son
sus grietas y fisuras?
¿Aprende muchas cosas de
sus clientes y sus
competidores?
Hábito 8: innovación. La
función más propia de una
empresa es la innovadora,
porque si no se introducen
innovaciones y mejoras
continuas, se acaba
fracasando y muchos
buenos profesionales se
marchan. Recordemos que
la mitad de las empresas
que en la década de 1980
figuraban en la lista
Fortune 500 ha
desaparecido.
Aunque las innovaciones de
gran alcance las debe
impulsar la alta dirección,
todo el mundo debe estar
innovando en su trabajo.
Este hábito es prácticamente
automático si se han adquiri-
do los demás, pero quizá
sea el más difícil. En nues-
tros programas de formación
y desarrollo de directivos,
cuando nos preguntan cuál
debe ser su objetivo, respon-
demos que debe ser lograr
un índice de innovación
mínimo de dos o tres innova-
ciones al año por empleado.
La nostalgia por la mentali-
dad M, los monopolios
internos de algunos
departamentos que, bajo la
apariencia de progreso solo
introducen burocracia y
crean desmoralización, y el
apego a una fórmula de
éxito anterior que ya no sirve
son los tres grandes
obstáculos a la innovación.
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“En el entorno
actual, no
pasan más de
cinco años sin
que nos
hayamos
quedado
obsoletos a
menos que
hayamos
adquirido nuevos
conocimientos.”
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ser capaz de renunciar a su
protagonismo personal en
aras del equipo. Y por
supuesto, debe dejar de
resignarse y pensar “yo soy
así”. Lo que tiene que hacer
es actuar para mejorar su
forma de ser y pensar que la
productividad es cuestión de
aprendizaje, no de
tecnología.
Estamos convencidos de
que para introducir cambios
estructurales en la empresa,
el primer ejecutivo debe
realizar un proceso de
formación y desarrollo
basado, en primer lugar, en
un diagnóstico que incluya
entrevistas y cuestionarios
sobre la posición competitiva
de la empresa, su estilo de
dirección y liderazgo y el
funcionamiento del Comité
de Dirección. A continuación
se presenta un informe que
recoja la posición competiti-
va de la empresa, su estilo
de dirección (confidencial),
el proceso actual de forma-
ción y desarrollo y las
propuestas de mejoras es-
tructurales. La segunda fase
es la formación y desarrollo,
que debe realizarse, por
ejemplo, en tres sesiones
prácticas de dos días cada
20-30 con todo el equipo.
Insistimos en la dinámica de
grupo porque la empresa
debe ser dirigida por un
equipo, no por un comité. El
aprendizaje práctico y de
aplicación inmediata se da
cuando la gente se abre,
comparte, examina y desafía
una multitud de juicios de
valor y modelos mentales
Un método práctico para
fomentarla es que, en una
empresa de más de 50
empleados, cada uno
mantenga viva una lista de
unas 100 ideas posibles de
mejora y que vaya
seleccionándolas y
aplicándolas. Y para saber si
posee este hábito, debe
preguntarse si, además de
trabajador infatigable, es
creativo, si crea sistemas
para que todos aporten
ideas de mejora, si retribuye
la innovación y si crea
procesos para gestionar
cambios. ¿Está toda la
innovación presidida por la
mejora del servicio al
cliente?
Para adquirir los 8 hábitos
descritos anteriormente, es
fundamental que eliminemos
nuestras creencias
anteriores. En el caso de la
información, la contabilidad y
el ordenador, pensar que la
información es poder y
confiar únicamente en sus
años y experiencia no
garantiza nada. Tampoco
separar estrategia y cultura,
y pensar que todo lo que
tiene que hacer está en la
descripción de su puesto de
trabajo. Por otra parte, no
debemos dar por hecho que
tenemos bien pensados los
planes de trabajo de nues-
tros colaboradores y que
ellos confían en nosotros.
Asimismo, no basta con ser
justo y objetivo, también
tiene que ser positivo y
entusiasta, escuchar a sus
colaboradores, comprender
antes de ser comprendido y
que requieren aclaración.
Paradójicamente, es más
fácil mejorar y alinear la
conducta y los hábitos de
varias personas a la vez que
las de una sola. El coaching
personalizado es posterior y
surge del propio miembro
del equipo tras haberse
relacionado con los demás y
haber hallado lo que le
enriquece. Esta forma de
actuar evita que las
empresas cometan errores
como el de distinguir entre la
dirección y el desarrollo de
personas. Un estudio de
necesidades de acuerdo a
una gestión de
competencias que ignore la
cultura exacta que debe
crearse peca de parcialidad
y estrechez.
Por último, la formación
debe acoplarse y responder
a la problemática real que
tiene el profesional en su
puesto de trabajo e
involucrarlo para que
participe activamente. A este
respecto, las sesiones
outdoor, fuera de la
empresa, son siempre
magníficamente evaluadas,
pero el problema radica en
que a menudo las
consecuencias que se extra-
en de esas actividades no
pueden aplicarse a la mejora
del trabajo en la empresa.
Una formación no es buena
por el simple hecho de ser
divertida. La formación efi-
caz e interesante, aunque
quizá menos divertida, es
aquella que facilita a un
profesional la reflexión y el
conocimiento profundo de
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“Para adquirir
los 8 hábitos
descritos
anteriormente,
es fundamental
que eliminemos
nuestras
creencias
anteriores.”
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el correcto uso de la libertad.
Este es el ideal de la
excelencia humana.
sus malos hábitos y de sus
consecuencias.
Conclusión
La clave del éxito de una
empresa actual es que en su
seno exista la llamada
cultura C o de Confianza y
un liderazgo en todos los
niveles basado en el diálogo,
la inteligencia, la persuasión,
el mando alternativo, la des-
centralización y las esferas
de confianza. Esto permite
que la empresa se desarrolle
y consolide de modo
propiamente humano.
Para forjar esta cultura
dentro de la empresa es
fundamental que sus
directivos sean líderes, esto
es, que ayuden consciente-
mente a cada uno de los que
los rodean a aumentar su
autoconfianza y su
autoestima. El líder debe
manejar y dominar las
técnicas directivas y
organizativas, además de
las habilidades de
comportamiento, para crear
hábitos positivos. Estos
hábitos positivos forman un
círculo de 8: información,
misión y estrategia,
resultados, delegación,
comunicación, equipo,
aprendizaje e innovación. No
se trata de una mera gestión
de competencias, sino de
una serie hábitos que el líder
debe enseñar y en los que
deben formarle para que
cree una cultura C de
Confianza y eleve el espíritu
de sus colaboradores,
dignifique su tarea y facilite
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“La clave del
éxito de una
empresa actual
es que en su
seno exista la
llamada
cultura C o de
Confianza y un
liderazgo en
todos los
niveles…”
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