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FRYDERYK CHOPIN
CHOPIN EN M LLORC
allorca
es
conocida por
su
perdurable tradi-
ción en acoger escritores, pintores, escultores
y músicos. No obstante, y sin d uda alguna, en-
tre los más ¡lustres artistas que han visitado la
isla destaca Frédéric Chopin. Los tres meses
de
alegrías, dificultades y extensa producción cre-
ativa, en el invierno de 1838-1839 han sido
ampliamente calificadas
en
libros
y
películas,
como fase culminante de su vida y su obra. Este período
también marcó
el
climax
de
una apasionada
y
turbulenta re-
lación, ya iniciada en 1836, con George Sand.
Acompañado por Sand
y
sus dos hijos, Maurice
y
Solan-
ge,
Chopin había planeado su estancia en Mallorca com o
una cura tanto para
él
com o para M aurice. El grup o llegó
a
Palma a bordo de El M allorquín" el 8 de noviembre de
1838.
No
teniendo preparado
un
alojamiento adecu ado,
se
hospedaron en una pensión situada encima de un ruidoso
taller de fabricación de barriles. A los seis días se trasladaron
a
la
villa "Son Vent",
en
Establíments, do nde emp ezó
a
dete-
riorarse la salud del compositor. Respondiendo a los rumo-
res de que Chopin padecía tuberculosis,
el
dueño de
la
casa
les obligó a mudarse. Llegaron a la Cartuja, en Valldcmossa,
el quince
de
diciembre. Las condiciones
de
este monasterio,
abandonado por los monjes tres años antes, eran primitivas
y ese invierno s e pres entó excepcional me nte frío y húmedo.
Pí¡r todo ello, el deseado descanso no respondió a lo
previsto, con el agravante adicional de no recibir noticia al-
guna de su familia
ni
de piano prometido, que quedó rete-
nido en la aduana hasta el veinte de enero. En consecuen-
cia, renunciando
a la
idea inicial
de
permanecer
en la
isla
hasta el verano, y ante el empeoramiento del estado de sa-
lud de Chopin, el grupo abandonó la Cartuja el once de fe-
brero. Pasaron dos días en Palma antes de embarcarse hacia
Barcelona el trece d e febrero d e 1839.
Las cartas de Chopin dirigidas a su amigo Julien Fontana y
a Pleyel (el famoso editor
y
fabricante d e pianos francés) des-
criben los momentos de felicidad y retratan ¡a belleza de Ma-
llorca mientras narran las vicisitudes de
su
salud
y el
total
re-
chazo por parte de los mallorquines. Podemos comprender es-
te rechazo a tenor del comportamiento y gama de valores que
ostenta Sand, además del temor
a la
tisis, una enfermedad
in-
curable en aquella época. Este rechazo resultó muy doloroso y
muy opuesto al ambiente que tanto Chopin como Sand disfru-
taban en su círculo habitual de admiradores y amigos en París
y Nohant. En esias circunstancias, se vieron obligados a aban-
donar la villa "Son Vent", en EstablimenLs. Tuvieron que repin-
tarla e indemnizar al propietario por la ropa de cama y mue-
bles quemados por temor a la infección. Paradójicam ente,
Chopin .seguía entusiasm ado hasta el extremo de planificar su
pennan encia en Mallorca hasta el verano siguiente.
ersonalidad enigmática
La personalidad y sentimientos d e Chopin resultan enig-
máticos. El
es
un ardien te nacionalista, que abandon a
su pa-
ís a la edad de veinte añ os, sin retornar jamás pero qu e sen-
timentalmente transporta consigo, en todo mom ento, un pu-
ñado de tierra de su Polonia natal.
Es
un católico devoto y
sin embargo se mantiene alejado de la Iglesia, sobre todo
durante
el
tiempo qu e m antiene con George Sand una rela-
ción escandalosa para la época y más aún para los habitan-
tes de Mallorca. Hijo de una familia
de
clase media, busca
la
aceptación de la aristocracia con la que se relaciona desde
su infancia. Pero sufre de un intenso sentimiento de desa-
probación,
y en
ocasiones irrespetuosidad, hacia ese m ismo
ambiente. Fue un admirador de la música folklórica que
siente, al mi.smo tiempo, una gran adversión por lo mera-
mente popular. Hombre de presencia fuerte e im presionante
es, sin embargo, débil, enfermizo
y se
asusta fácilmente con
las historias de fantasmas que le cuen ta Solange, una niña
de ocho años. Lo que sí sainemos es qu e G eorge Sand cuidó
y mimó
a
Chopin durante esta época
y
que,
a
pesar
de las
condiciones adversas, ambos siguieron trabajando y disfru-
tando d e momentos felices.
Robert Graves, en el "Resumen Histórico" que concluye
su traducción
de la
obra
de
George Sand Un invierno n
Mallorca atribuye la sorprendente euforia de Chopin a su
decisión
de
volver
al
redil
de la
Iglesia. Para conseguir
su
Fryderyk Chopin por E. Delac roix 1838. Museo del Louv re París.
ohjetivo, Chopin estaba aparentemente dispuesto a renun-
ciar a sus relaciones íntimas con George Sand, sacrificando
ei intenso estado de sensualidad que a menudo provoca la
tisis.
No
se
puede asegurar
si
Robert Graves tenía razón
aí
respecto. Yo, por mi parte, creo q ue las motivaciones de
Chopin apuntaban más hacia el temor al contag io, situación
igualmente traumática.
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O O S I E
FRYDERYKCHOPIN
Creo que lo más increíble de la breve estancia d e Chopin
en Mallorca, durante la cual descubrió su enfermedad, que
era mortal en aquel entonces, sumado a que su relación
apasionada con George Sand, que había llegado entonces a
un estado explosivo, es el hecho qu e fuera capaz d e compo -
ner aproximadamente la mitad de los veinticuatro Preludios,
a la vez que editarlos todos, y componer además dos Noc-
turnos, dos Polonesas, una Mazurka, un Scherzo, la Segun-
da
Halada, los
Tmis Eludes
Nouvelles y dos movimientos de
la Segunda Sonata. Todo esto sin tener su piano q ue, final-
mente, llegó cuando Chopin estaba a punto de volver a
Francia. El hecho es sorprendente no sólo por el volumen
de obras compuestas en condiciones tan adversas, sino por
la intensidad, creatividad y calidad de la obra.
dmiración por Bach
La admiración que profesaba Chopin por Bach y por la
Iradición del Bel canto queda altamente reflejada en las cartas
George Sand por E. Dd ac ron 1838. Museo Odn^Jg aard Copenhague.
e informes realizadas por sus colegas y por los pianistas que
estudiaron con él. De hecho, las únicas partituras que el mú-
sico trajo a Mallorca, aparte d e las suyas, fueron los preludios
y tugas de Bach. Chopin las revisó y estudió co ntinuamente,
utilizándolas, posiblemente como m odelo para sus Preludios.
Su adhesión a las estructuras clásicas, como la frase de ocho
compases, le permitió anclar la máxima libertad de expresión
dentro de un estilo tan personal y novedoso.
Es casi imposihle asegurar el momento exacto en el que
un compositor concibe una idea, ni cuándo germina, ni
cuándo culmina en su propia mente. El intento de recons-
truir este proceso es una labor fascinante pero arriesgada.
Antes de proponer una relación entre las obras compuestas
en Mallorca y las vivencias del compositor en su breve es-
lancia en la isla, debo reconocer que mi percepción perso-
nal del arte en todas sus formas y de la música en particular,
me indica qu e el acto creativo podría ser tanto una sublima-
ción como un reflejo de las vivencias cotidianas del artista.
Por tanto, indagar en ex ceso acerca de las circunstancias qu e
rodean el impulso creativo puede alejarnos, tanto como
acercamos al mismo. El ejemplo más claro del fenómeno
son las Polonesas Op. 40. Mientras que ambas obras bien
podrían reflejar la vida interna del compositor, la primera
("Militar") obviamente no parece reflejar, de ningún modo,
la vida cotidiana del compositor en la isla.
Existe un consenso general acerca del repertorio com-
puesto durante el invierno de 1838-1839, pero hay diferentes
opiniones en lo referente a cuáles son los das movimientos
concretos de la Segunda Sonata y de cuáles de los 24 Prelu-
dios Op. 28 se compusieron en aquel periodo. También hay
distintas opiniones sobre los Trois Nouvelles Eludes
Op.
Posth.
que debería completar por comisión de Fétis y Moscheles,
cuyos manuscritas se encuentran en el museo de la Cartuja
de Validemassa. Al margen de estos argumentos y opiniones,
sin duda la estancia de tres meses en Mallorca fue para Cho-
pin uno de los períodos más fértiles, creativos, innovadores e
interesantes de su, desgraciadamente, efímera existencia.
¿Son las obras compuestas durante el invierno en Mallor-
ca, distintas al resto de las composiciones de Chopin? Al
margen de la profunda angustia y singular tristeza, que se
aprecia en sus comunicaciones con descripciones de su es-
tancia en la isla, varias de las obras compuestas du rante este
período marcan, indiscutiblemente, un cambio significativo
en su concepción del uso del piano y de la sonoridad del
instrumento. Ciertamente, e último m ovimiento de la Sonata
en si bemol menor, reflejada en e l Preludio en mi bem ol me-
nor n- 14), no sólo es distinta de sus composiciones ante-
riores sino que revoluciona la música para pia no. En efecto,
toda la Sonata es un alejamiento de la forma tradicional, con
dos movimientos altamente dramáticos, seguidos por la in-
tensidad expresiva de la famosa Marcha Fúnebre y el breve
e impresionista Presto-Fin le. El absoluto poder evocador
del último m ovimiento dio pie a la famosa, aun que apócrifa,
anécdota que atribuye su inspiración en el viento soplando
a través del viejo cementerio de la Cartuja. Habiendo experi-
men tado, yo m ismo, los tormen tosos inviernos de 1990 y
1991 en Valldemossa, recobró vida de forma subyugante el
intenso poder de esta ohra y sus imágenes resultantes. Sin
embargo, conviene recordar que cuando Chopin oyó estos
comentarios, según se dice, replicó con humor sarcástico di-
ciendo que el último movimiento sólo describe "los murmu-
llos del cotilleo en un funeral".
Los 24 Preludios Opus 28 son las composiciones más cla-
ramente asociadas con Mallorca. Chopin compuso varios en
Mallorca y revisó todo el conjunto antes de enviarlos a su
editor para su publicación. El título de Preludios pued e re-
sultar algo engañoso, puesto que no son introducciones a
piezas mayores; son más bien una colección de poemas to-
nales, la mayoría concebidas por una sola idea, indepen-
dientes y con dim ensiones que están en perfecta proporción
a su contenido. Los Preludios, a diferencia de los veinticua-
tro Eludes de Chopin, no tienen un propósito didáctico, sino
que cubren las veinticuatro tonalidades mayores y menores,
como los cuarenta y ocho Preludios y ugos de Bach. Puede
resultar interesante saber que Chopin pidió que se interpre-
tasen en su funeral los Preludios n
B
s 4 y ó y la Marcha Fúne-
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D O S I
FRYDERYK CHOPIN
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bre de la Segunda Sonata (así como el Réquiem de Mozart).
Los Dos No cturnos opus 37 abren un nuevo capítulo para
este gén ero y ya n o se ajustan al uso anterior de la forma. El
Nocturno en sol mayores extraordinario por la riqueza de su
modulación; el tema principal se presenta en una variedad
de tonalidades, muy similar a la Tercera Balada, resulta sor-
prendente ver sólo veinte, de sus ciento cuarenta compases,
en clave de sol mayor. El Nocturno en sol menor, es uno de
los más desafiantes de su género. Su aparente simplicidad
está intensamente cargada de emoción y presenta serias difi-
cultades a la hora de mantener esta tensión, interna, sin dis-
torsionar la forma y la fluidez. También es excepcional la
utilización de una coral en la sección intermedia, mecanismo
que Chopin sólo utilizará, de nuevo, en su Tercer Scberzo.
El Scberzo en do sostenido menor Op. 39 es otro ejemplo
de la transformación que Chopin aplica a los géneros clási-
cos.
Los scherzos haydnescos o beethovenianos, que forma-
ban parte de un conjunto mayor, quedan en la obra de Cho-
pin completamente independientes y autocontenidos. Mien-
tras qu e el Primer y Segundo Scberzos se inician con una no-
ta discordante, el Tercero, además de lo anterior, se distingue
por una introducción de significado profético en el que las
doce notas de la escala cromática aparecen ¡en los trece pri-
meros compases Este Scberzo fue iniciado en Mallorca y es
el más incisivo y dramático de los cuatro Scberzos. Resulta
atractivo considerar la llamada Mazurka de Palma (Op. 41.
n 2) como la mazurka más triste y la Polonesa Cp. 40, n- 2
como la más trágica de su género. Las Dos olonesas O pus 40
resultan compañeras perfectas; la primera, llamada Polonesa
A la izquierda arriba : Acuarela de la villa Son Vent
en Estábilmente (1838). Ab ajo: Dib ujo a lápiz de Mau-
rice y Solange en el bosque de naranjas (183 9). A [a de-
recha: Detalle de un aguatinta de la iglesia de la Cartu-
ja de Valldemossa (1839), Todas estas pinturas fueron
realizadas p or Mau rice Sand durante su estancia en
Ma llorca. Colección C artuja de Valldemossa.
MilUar
viene caracterizada por una resplande-
ciente atmósfera heroica, que acentúa el contras-
te con las notas más oscuras de tragedia y tristeza
que dominan la Segunda. Se dice que ambas re-
presentan la grandeza y decadencia de Polonia, y
de hecho todas las olonesas de Chopin resumen el espíritu
polaco. Algunos musicólogos sostienen que las Baladas de
Chopin estaban inspiradas por la poesía de Mickiewicz. Sin
duda, la Segunda Balada (como las otras tres) tiene un carác-
ter marcadamente narrativo y contrastes típicos entre sus mo-
mentos líricos y dramáticos. Jachimecki sugiere q ue los com-
pases finales de la obra corresponden a las líneas finales del
poema Su itezianka. "¿Quién es la doncella?/No lo sé". Otros,
creen que reflejan tanto las tormentas emocionales como las
inclemencias del invierno en Valldemossa.
Habiendo vivido yo mismo varios tormentosos inviernos
en Valldemossa en una hermosa casa sin calefacción y con
goteras, me resultó casi inevitable pensar en los aconteci-
mientos vividos por el enfermo Chopin en una celda fría y
húmeda, con el viento soplando en un monasterio abando-
nado y encontrar paralelos descriptivos con varias obras de
alto poder evocativo compuestas en Mallorca. Estos senti-
mientos y comentarios, por interesantes que pueden resultar
al intérprete, investigador o al oyente, creo que no deben
ser más que un ejercicio enriquecedor y es siempre impor-
tante recordar que Chopin se negó a poner títulos descripti-
vos a su obra, a pesar de todos los esfuerzos que hicieron
sus editores para convencerlo. De cualquier manera, la últi-
ma verdad, está escrita por Chopin mismo en sus partituras,
una verdad c¡ue sigue siendo universal, inspiradora, conmo-
vedora y vigente para d espen ar nuestras sensibilidades, des-
pués de 150 años de su m uerte.
an Rogoff
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