Caos planificado - Ludwig von Mises

116
1

description

Caos planificado - Ludwig von Mises

Transcript of Caos planificado - Ludwig von Mises

Page 1: Caos planificado - Ludwig von Mises

1

Page 2: Caos planificado - Ludwig von Mises

2

CAOS PLANIFICADO

LUDWIG VON MISES

Page 3: Caos planificado - Ludwig von Mises

3

Título original: Planned Chaos

Ludwig von Mises, 1947

Traducción: Luis Montes de Oca

Retoque de portada: Leviatán

Editor digital: Leviatán

ePub base r1.0

Page 4: Caos planificado - Ludwig von Mises

4

Notas Introductorias

Lo característico de esta época de dictadores,

guerras y revoluciones es su inclinación anticapita-

lista. La mayoría de los gobiernos y partidos

políticos ansían restringir la esfera de la iniciativa

privada y la libre empresa. Es un dogma casi indis-

cutido que el capitalismo está acabado y que el

advenimiento de una completa disciplina de las acti-

vidades económicas es al tiempo inevitable y

altamente deseable.

Aun así el capitalismo sigue siendo muy vi-

goroso en el hemisferio occidental. La producción

capitalista ha hecho progresos muy notables incluso

en estos últimos años. Se han mejorado mucho los

métodos de producción. Los consumidores han reci-

bido bienes mejores y más baratos y muchos

artículos nuevos inauditos hace poco tiempo. Mu-

chos países han expandido el tamaño y mejorado la

calidad de sus manufacturas. A pesar de las políticas

Page 5: Caos planificado - Ludwig von Mises

5

anticapitalistas de todos los gobiernos y de casi to-

dos los partidos políticos, el modo capitalista de

producción sigue en muchos países cumpliendo su

función social de proporcionar a los consumidores

más bienes, mejores y más baratos.

Indudablemente no es un mérito de gobier-

nos, políticos y sindicalistas que los niveles de vida

estén mejorando en los países comprometidos con el

principio de la propiedad privada de los medios de

producción. No son los negociados ni los funciona-

rios, sino las grandes empresas las que tienen el

mérito de que la mayoría de las familias en Estados

Unidos posean un automóvil o una radio. El aumen-

to en el consumo por cabeza en Estados Unidos,

comparado con las condiciones hace un cuarto de

siglo no es un logro de leyes y decretos. Es un logro

de empresarios que aumentaron el tamaño de sus

fábricas o construyeron otras nuevas.

Uno debe destacar este punto porque nues-

tros contemporáneos se inclinan por ignorarlo.

Enredados en las supersticiones del estatismo y la

omnipotencia del gobierno, están preocupados ex-

clusivamente con las medidas gubernamentales.

Esperan todo de la acción autoritaria y muy poco de

la iniciativa de los ciudadanos emprendedores. Aun

así, el único medio para aumentar el bienestar es

aumentar la cantidad de productos. Eso es lo que

buscan las empresas.

Es grotesco que se hable mucho más acerca

de los logros de la Autoridad del Valle de Tennessee

que acerca de todos los logros sin precedentes ni pa-

Page 6: Caos planificado - Ludwig von Mises

6

ralelos de las industrias de procesado estadouniden-

ses operadas privadamente. Sin embargo fueron solo

estas últimas las que permitieron a las Naciones

Unidas ganar la guerra y hoy permiten a Estados

Unidos acudir en ayuda de los países del Plan Mars-

hall.

El dogma de que el estado o el gobierno es la

encarnación de todo lo que es bueno y benéfico y de

que los individuos son subordinados miserables, tra-

tando exclusivamente de infligir daño a los demás y

con una necesidad imperiosa de un guardián, es casi

indisputado. Es tabú cuestionarlo en lo más mínimo.

Quien proclama la bondad del Estado y la infalibili-

dad de sus sacerdotes, los burócratas, es considerado

como un estudioso imparcial de las ciencias sociales.

Todos los que plantean objeciones se califican como

tendenciosos y estrechos de mente. Los defensores

de la nueva religión de la estatolatría no son menos

fanáticos e intolerantes de lo que eran los conquista-

dores mahometanos de África y España.

La historia llamará a nuestra época la era de

los dictadores y tiranos. En los últimos años, hemos

sido testigos de la caída de dos de estos superhom-

bres hinchados. Pero sobrevive el espíritu que aupó a

estos granujas al poder autocrático. Permea libros de

texto y periódicos, habla a través de las bocas de

maestros y políticos, se manifiesta en programas de

partidos y en novelas y obras de teatro. Mientras

prevalezca este espíritu, no puede haber ninguna es-

peranza de una paz duradera, de democracia, de

Page 7: Caos planificado - Ludwig von Mises

7

conservación de la libertad o de una mejora constan-

te en el bienestar económico de la nación.

El Fracaso del Intervencionismo

Nada es hoy más impopular que la economía

del libre mercado, es decir, el capitalismo. Todo lo

que se considera insatisfactorio en las condiciones

actuales se achaca al capitalismo. Los ateos hacen al

capitalismo responsable de la supervivencia del cris-

tianismo. Pero las encíclicas papales acusan al

capitalismo de la extensión de la irreligión y de los

pecados de nuestros contemporáneos y las iglesias y

sectas protestantes no son menos vigorosas en su

acusación a la avaricia capitalista. Los amigos de la

paz consideran a nuestras guerras como una conse-

cuencia del capitalismo. Pero los belicistas más

radicales de Alemania e Italia acusaban al capitalis-

mo por su pacifismo “burgués”, contrario a la

naturaleza humana y a las inevitables leyes de la his-

toria. Los sermoneadores acusan al capitalismo de

romper la familia y promover la promiscuidad. Pero

los “progresistas” acusan al capitalismo por la con-

servación de normas supuestamente anticuadas de

restricción sexual. Casi todos los hombres están de

acuerdo en que la pobreza es una consecuencia del

capitalismo. Por otro lado, muchos deploran el he-

cho de que el capitalismo, al atender generosamente

los deseos de la gente de tener más servicios y una

vida mejor, promueve un materialismo zafio. Estas

acusaciones contradictorias del capitalismo se anu-

lan entre sí. Pero permanece el hecho de que queda

Page 8: Caos planificado - Ludwig von Mises

8

poca gente que no condene completamente el capita-

lismo.

Aunque el capitalismo es el sistema econó-

mico de la civilización occidental moderna, las

políticas de todas las naciones occidentales están

guiadas por ideas completamente anticapitalistas. El

objetivo de estas políticas intervencionistas no es

conservar el capitalismo, sino sustituirlo por una

economía mixta. Se supone que esta economía mixta

no es capitalismo ni socialismo. Se describe como

un tercer sistema, tan alejado del capitalismo como

del socialismo. Se supone que está a medio camino

entre socialismo y capitalismo, manteniendo las ven-

tajas de ambos y evitando los inconvenientes propios

de cada uno.

Hace más de medio siglo, el principal hom-

bre del movimiento socialista británico, Sidney

Webb, declaraba que la filosofía socialista no se

“sino la afirmación consciente y explícita de princi-

pios de organización social que ya se han adoptado

en buena parte inconscientemente”. Y añadía que la

historia económica del siglo XIX era “una historia

casi continua del progreso del socialismo”.1 Unos

pocos años después, un eminente estadista británico,

Sir William Harcourt, declaraba: “Todos somos aho-

ra socialistas”.2 Cuando en 1913 un estadounidense,

Elmer Roberts, publicó un libro sobre las políticas

1Sidney Webb en Fabian Essays in Socialism, publicado por primera vez en1889 (Edición estadounidense, Nueva York, 1891, p. 4).

2Cf. G.M. Trevelyan, A Shortened History of England (Londres, 1942), p.

510.

Page 9: Caos planificado - Ludwig von Mises

9

económicas del gobierno imperial de Alemania lle-

vadas a cabo desde finales de la década de 1870, las

llamó “socialismo monárquico”.3

Sin embargo no sería correcto identificar

simplemente intervencionismo y socialismo. Hay

muchos defensores del intervencionismo que lo con-

sideran el modo más apropiado de llegar (paso a

paso) al socialismo total. Pero también hay muchos

intervencionistas que no son abiertamente socialis-

tas: buscan el establecimiento de la economía mixta

como un sistema permanente de gestión económica.

Quieren restringir, regular y “mejorar” el capitalis-

mo por interferencia pública con los negocios y con

el sindicalismo.

Primero: Si, dentro de una sociedad basada

en la propiedad privada de los medios de produc-

ción, algunos de estos medios son propiedad y están

gestionados por el gobierno o por los municipios,

esto sigue sin ser un sistema mixto que combinaría

socialismo y propiedad privada. Mientras solo cier-

tas empresas concretas estén controladas

públicamente, las características de la economía de

mercado que determinan la actividad económica si-

guen esencialmente inmaculadas. También las

empresas de propiedad pública, como compradoras

de materiales en bruto, bienes intermedios y mano

de obra, y como vendedoras de bienes y servicios,

deben ajustarse a los mecanismos de la economía de

mercado. Están sujetas a las leyes del mercado, tie-

3Elmer Roberts, Monarchical Socialism in Germany (Nueva York,

1913).

Page 10: Caos planificado - Ludwig von Mises

10

nen que buscar beneficios o, al menos, evitar pérdi-

das. Cuando se intenta mitigar o eliminar esta

dependencia cubriendo las pérdidas de dichas em-

presas con subvenciones tomadas de fondos

públicos, la única consecuencia es un cambio de esta

dependencia en otro lugar. Esto pasa porque los me-

dios para las subvenciones se han tomado de algún

sitio. Pueden conseguirse recaudando impuestos.

Pero la carga de dichos impuestos tiene sus efectos

en el público, no en el gobierno que recauda el im-

puesto. Es el mercado, y no el departamento de

ingresos, el que decide sobre quién recae la carga del

impuesto y cómo afecta a la producción y el consu-

mo. El mercado y sus leyes inevitables son

supremos.

Segundo: Hay dos patrones para la consecu-

ción del socialismo. El patrón uno (podemos

llamarlo el patrón marxista o ruso) es puramente bu-

rocrático. Todas las empresas económicas son

departamentos del gobierno igual que la administra-

ción del ejército y la armada o el sistema postal.

Cada fábrica, tienda o granja tiene la misma relación

con la organización centralizada superior, igual que

una oficina de correos con el Cartero General. Toda

la nación forma un solo ejército laboral con servicio

obligatorio: el comandante de este ejército es el jefe

del estado.

El segundo patrón (podemos llamarlo el sis-

tema alemán o Zwangswirtschaft)4 difiere del

4Zwang significa obligación, Wirtschaft significa economía. El equi-

valente en español a Zwangswirtschaft es algo así como economía obligatoria.

Page 11: Caos planificado - Ludwig von Mises

11

primero en que, aparente y nominalmente, mantiene

la propiedad privada de los medios de producción, el

emprendimiento y el intercambio de mercado. Los

llamados empresarios hacen las compras y ventas,

pagan a los trabajadores, contraen deudas y pagan

intereses y amortizaciones. Pero ya no son empresa-

rios. En la Alemania nazi se les llamaba directores

de tienda o Betriebsführer. El gobierno dice a estos

falsos empresarios lo que quiere producir y cómo., a

que precios comprar y a quién, a qué precios vender

y a quién. El gobierno decreta con qué salarios debe-

rían trabajar los obreros y a quién y bajo qué

condiciones deberían los capitalistas confiar sus

fondos. El intercambio del mercado no es más que

una farsa. Como todos los precios, salarios y tipos de

interés están fijados por la autoridad, son precios,

salarios y tipos de interés solo en apariencia; de he-

cho son meramente términos cuantitativos en las

órdenes autoritarias que determinan la renta, consu-

mo y nivel de vida de cada ciudadano. La autoridad,

no los consumidores, dirige la producción. El conse-

jo general de dirección de la producción es supremo;

todos los ciudadanos no son sino servidores civiles.

Esto es socialismo con la apariencia externa de capi-

talismo. Se mantienen algunas etiquetas de la

economía capitalista de mercado, pero aquí signifi-

can algo completamente distinto de lo que significan

en la economía de mercado.

Es necesario apuntar este hecho para evitar

una confusión de socialismo e intervencionismo. El

sistema de una economía de mercado intervenida, o

intervencionismo, difiere del socialismo por el mis-

Page 12: Caos planificado - Ludwig von Mises

12

mo hecho de que sigue siendo economía de merca-

do. La autoridad busca influir en el mercado por la

intervención de su poder coactivo, pero no quiere

eliminar completamente el mercado. Desea que la

producción y el consumo sigan líneas distintas de las

prescritas por el mercado no intervenido y quiere

alcanzar su objetivo inyectando en el funcionamien-

to del mercado órdenes, y prohibiciones para las que

tiene dispuesta la aplicación del poder de la policía y

su aparato de coacción y compulsión. Pero son in-

tervenciones aisladas: sus autores afirman que no

planean combinar estas medidas en un sistema com-

pletamente integrado que regule todos los precios,

salarios y tipos de interés y que por tanto ponga en el

control completo de la producción y el consumo en

manos de las autoridades.

Sin embargo, todos los métodos de interven-

cionismo están condenados al fracaso. Esto

significa: las medidas intervencionistas deben nece-

sariamente generar condiciones que desde el punto

de vista de sus propios defensores son menos satis-

factorias que estado previo de cosas que pretende

alterar. Estas políticas son por tanto contrarias a sus

propósitos.

Los salarios mínimos, ya sean aplicados por

decreto del gobierno o por presión y coacción sindi-

cal, son inútiles si fijan los salarios al nivel del

mercado. Pero si tratan de aumentar los niveles sala-

riales por encima de los que habría determinado el

mercado laboral no intervenido, generan desempleo

Page 13: Caos planificado - Ludwig von Mises

13

permanente en una buena parte de la potencial fuer-

za laboral.

El gasto público no puede crear empleo adi-

cional. Si el gobierno proporciona los fondos

necesarios gravando a los ciudadanos o tomando

prestado del público, deroga con una mano tantos

trabajos como crea con la otra. Si el gasto público se

financia tomando prestado de los bancos comercia-

les, significa expansión del crédito e inflación. Si en

el curso de esa inflación el aumento en las materias

primas excede al aumento en los salarios nominales,

caerá el desempleo. Pero lo que hace que disminuya

el desempleo es precisamente el hecho de que estén

cayendo los salarios reales.

La tendencia propia de la evolución capitalis-

ta es a aumentar constantemente los salarios reales.

Este es el efecto de la acumulación progresiva de

capital por medio del cual se mejoran los métodos

tecnológicos de producción. No hay medio por el

que pueda aumentarse el nivel salarial para todos los

que quieran obtener un salario que no sea el aumento

de la cuota por cabeza de capital invertido. Siempre

que se detiene la acumulación de capital adicional,

queda paralizada la tendencia hacia un mayor au-

mento en los salarios reales. Si el consumo de

capital sustituye a un aumento en el capital disponi-

ble, los salarios reales deben caer temporalmente

hasta que se eliminen los impedimentos para un ma-

yor aumento de capital. Las medidas del gobierno

que retrasen la acumulación de capital o lleven a un

consumo de capital (como unos impuestos confisca-

Page 14: Caos planificado - Ludwig von Mises

14

torios) van por tanto en perjuicio de los intereses vi-

tales de los trabajadores.

La expansión del crédito puede generar un

auge temporal. Pero esa prosperidad ficticia debe

acabar con una depresión general del comercio, un

declive.

Difícilmente puede afirmarse que la historia

económica de las últimas décadas haya ido en contra

de las predicciones pesimistas de los economistas.

Nuestra época tuvo que afrontar grandes penalidades

económicas. Pero no es una crisis del capitalismo.

Es la crisis del intervencionismo, de políticas pensa-

das para mejorar el capitalismo y sustituirlo por un

sistema mejor.

Ningún economista se atrevió nunca a afir-

mar que el intervencionismo pudiera producir otra

cosa que desastre y caos. Los defensores del inter-

vencionismo (los principales de entre ellos, la

Escuela Histórica Prusiana y los institucionalistas

estadounidenses) no eran economistas. Todo lo con-

trario. Para promover sus planes negaron

directamente que existiera una ley económica. En su

opinión, los gobiernos son libres para alcanzar todo

lo que pretendan sin verse restringidos por una regu-

laridad inexorable en la secuencia de los fenómenos

económicos. Como el socialista alemán, Ferdinand

Lassalle, mantienen que el Estado es Dios.

Los intervencionistas no se aproximan al es-

tudio de los asuntos económicos con desinterés

científico. La mayoría de mueven por una envidioso

resentimiento contra aquellos cuyas rentas son supe-

Page 15: Caos planificado - Ludwig von Mises

15

riores a las suyas. Esta inclinación les hace imposi-

ble ver las cosas como realmente son. Para ellos, los

principal no es mejorar las condiciones de las masas,

sino dañar a empresarios y capitalistas incluso si esta

política hace víctima a la inmensa mayoría del pue-

blo.

A los ojos de los intervencionistas, la mera

existencia de beneficios es algo objetable. Hablar de

beneficio sin ocuparse de su corolario, la pérdida.

No comprenden que beneficio y pérdida son los ins-

trumentos por los que los consumidores mantienen

con fortaleza las riendas de todas las actividades

empresariales. Sin los beneficios y las pérdidas los

que hacen a los consumidores supremos en el direc-

ción de los negocios. Es absurdo contrastar

producción para el beneficio y producción para el

uso. En el mercado no intervenido, un hombre solo

puede conseguir ganancias proporcionando a los

consumidores de la forma mejor y más barata los

bienes que estos quieren usar. Ganancias y pérdidas

quitan los factores materiales de producción de las

manos de los ineficientes y los ponen en manos de

los más eficientes. Su función social es hacer a un

hombre más influente en la dirección de los nego-

cios cuanto más éxito tenga en fabricar productos

que reclama la gente. El consumidor sufre cuando

las leyes del país impiden que los empresarios más

eficientes expandan la esfera de sus actividades. Lo

que hizo que algunas empresas se convirtieran en

“grandes empresas” fue precisamente su éxito en

atender mejor la demanda de las masas.

Page 16: Caos planificado - Ludwig von Mises

16

Las políticas anticapitalistas sabotean la ope-

ratividad del sistema capitalista de la economía de

mercado. El fracaso del intervencionismo no de-

muestra la necesidad de adoptar el socialismo.

Simplemente expone la futilidad de intervencionis-

mo. Todos estos males que los autodenominados

“progresistas” interpretan como evidencia del fraca-

so del capitalismo son el resultado de su supuesta

interferencia benéfica en el mercado. Solo los igno-

rantes, identificando erróneamente intervencionismo

y capitalismo, creen que el socialismo es el remedio

para estos males.

El Carácter Dictatorial, Antidemocrático y

Socialista del Intervencionismo

A muchos defensores del intervencionismo

les desconcierta que uno les diga que al recomendar

el intervencionismo ellos mismos están alimentando

tendencias antidemocráticas y dictatoriales y el esta-

blecimiento de un socialismo totalitario. Protestan

diciendo que son creyentes sinceros y se oponen a la

tiranía y el socialismo. Lo que buscan es solo la me-

jora de las condiciones de los pobres. Dicen que les

mueven consideraciones de justicia social y están a

favor de una distribución más justa de la renta preci-

samente porque tratan de conservar el capitalismo y

su corolario político o superestructura, es decir, el

gobierno democrático.

De lo que no se da cuenta esta gente es de

que las diversas medidas que sugieren no son capa-

Page 17: Caos planificado - Ludwig von Mises

17

ces de producir los resultados benéficos pretendidos.

Por el contrario, producen un estado de cosas que

desde el punto de vista de sus defensores es peor que

el estado previo que estaba pensado alterar. Si el go-

bierno, ante el fracaso de su primera intervención,

no está dispuesto a deshacer esta interferencia con el

mercado y volver a una economía libre, debe añadir

a su primera medida cada vez más regulaciones y

restricciones. Procediendo paso a paso en esta vía

acaba llegando a un punto en el que ha desaparecido

toda libertad económica de los individuos. Entonces

aparece el socialismo de patrón alemán, el

Zwangswirtschaft.

Ya hemos mencionado el caso de los salarios

mínimos. Veamos el asunto con más detalle con un

análisis de un caso típico de control de precios.

Si el gobierno quiere hacer posible a padres

pobres dar más leche a sus hijos, debe comprar leche

al precio del mercado y venderla a esos pobres con

una pérdida a un precio más abarato; la pérdida se

puede cubrir con los medios recaudados por impues-

tos. Pero si el gobierno sencillamente fija el precio

de la leche a un nivel inferior al de mercado, los re-

sultados obtenidos serán los contrarios a los

objetivos del gobierno. Los productores marginales,

para evitar pérdidas, cerrarán sus negocios de produ-

cir y vender leche. Habrá menos leche disponible

para los consumidores, no más. Este resultado es

contrario a las intenciones del gobierno. El gobierno

interfirió porque consideraba a la leche como una

necesidad vital. No quería restringir su oferta.

Page 18: Caos planificado - Ludwig von Mises

18

Ahora el gobierno tiene que afrontar la alter-

nativa: o refrenar sus esfuerzos por controlar los

precios o añadir a su primera medida una segunda,

es decir, fijar los precios de los factores de produc-

ción necesarios para la producción de leche. Luego

la historia se remite a otro nivel: el gobierno tiene

que fijar de nuevo los precios de los factores de pro-

ducción necesarios para la producción de aquellos

factores de producción que se necesitan para la pro-

ducción de leche. Así que el gobierno tiene ir cada

vez más allá, fijando los precios de todos los facto-

res de producción, tanto humanos (trabajo) como

materiales, y obligando a cada empresario y a cada

trabajador a continuar trabajando con esos precios y

salarios. No puede omitirse ninguna rama productiva

de esta fijación completa de precios y salarios y esta

orden general de continuar con la producción. Si se

dejaran en libertad algunas ramas de la producción,

el resultado sería un traslado de capital y mano de

obra a ellas y una caída correspondiente en la oferta

de bienes cuyos precios había fijado el gobierno. Sin

embargo, son precisamente estos bienes los que el

gobierno considera especialmente importantes para

la satisfacción de las necesidades de las masas.

Pero cuando se alcanza este estado de con-

trol completo de los negocios, la economía de

mercado se ha visto reemplazada por un sistema de

economía planificada, por socialismo. Por supuesto,

no es el socialismo de gestión directa de toda fábri-

ca por el estado, como en Rusia, sino el socialismo

del patrón alemán o nazi.

Page 19: Caos planificado - Ludwig von Mises

19

A mucha gente le fascinaba el supuesto éxito

del control alemán de precios. Decían: Solo tienes

que ser tan brutal y despiadado como los nazis y

conseguirán controlar los precios. Lo que no veía esa

gente, ansiosa por luchar contra el nazismo adoptan-

do sus métodos, era que los nazis no aplicaron un

control de precios dentro de una sociedad de merca-

do, sino que establecieron un sistema socialista

completo, una comunidad totalitaria.

El control de precios es contrario al fin si se

limita solo a algunos productos. No puede funcionar

satisfactoriamente dentro de una economía de mer-

cado. Si el gobierno no deduce de este fracaso la

conclusión de que debe abandonar todos los intentos

de controlar los precios, debe ir cada vez más allá

hasta que sustituya la economía de mercado por una

completa planificación socialista.

La producción puede dirigirse o bien por los

precios fijados en el mercado por los compradores y

por la abstención de comprar por parte del público o

puede dirigirse por el consejo central público de ges-

tión de la producción. No hay disponible una tercera

alternativa. No hay un tercer sistema social viable

que no sea economía de mercado ni socialismo. El

control público de solo una parte de los precios debe

llevar a un estado de cosas que, sin ninguna excep-

ción, todos consideran como absurdo y contrario a

sus fines. Su resultado inevitable es el caos y la in-

quietud social.

Es esto lo que los economistas tienen en

mente al referirse a la ley económica y afirmar que

Page 20: Caos planificado - Ludwig von Mises

20

el intervencionismo es contrario a las leyes econó-

micas.

En la economía de mercado, los consumido-

res son supremos. Sus compras y sus abstenciones

de comprar determinan en definitiva lo que producen

los empresarios y en qué cantidad y con qué calidad.

Determinan directamente los precios de los bienes

de consumo e indirectamente los precios de todos

los demás bienes de producción, como mano de obra

y factores materiales de producción. Determinan la

aparición de beneficios y pérdidas y la formación del

tipo de interés. Determinan las rentas de cada indivi-

duo. El punto focal de la economía de mercado es el

mercado, es decir, el proceso de formación de los

precios de las materias primas, los salarios y los ti-

pos de interés y sus derivados, ganancias y pérdidas.

Hacen que todos los hombres sean responsables ante

los consumidores en su capacidad como productores.

Esta dependencia es directa con empresarios, capita-

listas, granjeros y profesionales e indirecta con gente

que trabaja por un salario. El mercado ajusta los es-

fuerzos de todos los dedicados al suministro de las

necesidades de los consumidores a los deseos de

aquellos para los que producen, los consumidores.

Somete la producción al consumo.

El mercado es una democracia en la que cada

penique da un derecho de voto. Es verdad que los

diversos individuos no tienen el mismo poder de vo-

to. El hombre rico tiene más votos que el pobre.

Pero ser rico y tener una renta superior es, en la eco-

nomía de mercado, ya el resultado de una elección

Page 21: Caos planificado - Ludwig von Mises

21

previa. Los únicos medios para adquirir riqueza y

conservarla, en una economía de mercado no adulte-

rada por privilegios y restricciones creados por el

gobierno, es servir a los consumidores de la forma

mejor y más barata. Los capitalistas y terratenientes

que fracasan en esto sufren pérdidas. Si no cambian

su proceder, pierden su riqueza y se hacen pobres.

Son los consumidores los que hacer pobres a los ri-

cos y ricos a los pobres. Son los consumidores los

que fijan los salarios de una estrella de cine y un

cantante de ópera a un nivel superior al de un solda-

dor o un contable.

Todo individuo es libre de discrepar con el

resultado de una campaña electoral o el proceso del

mercado. Pero en una democracia no tiene otro me-

dio de alterar las cosas que la persuasión. Si un

hombre dijera: "No me gusta el alcalde elegido por

voto mayoritario, por tanto pido al gobierno que lo

reemplace por el hombre que prefiero", difícilmente

le llamaríamos demócrata. Pero si se plantean las

mismas cosas con respecto al mercado, la mayoría

de la gente es demasiado torpe como para descubrir

las aspiraciones dictatoriales que implica.

Los consumidores han tomado sus decisiones

y determinado la renta del fabricante de zapatos, la

estrella de cine y el soldador. ¿Quién es el Profesor

X para arrogarse el privilegio de anular su decisión?

Si no fuera un potencial dictador, no pediría al go-

bierno que interfiriera. Trataría de convencer a sus

conciudadanos para que aumentaran la demanda de

Page 22: Caos planificado - Ludwig von Mises

22

los productos de los soldadores y redujera su de-

manda de zapatos y películas.

Los consumidores no están dispuestos a pa-

gar por el algodón precios que harían rentable a las

granjas marginales, es decir, a las que producen ba-

jo las condiciones menos favorables. Es realmente

una desgracia para los granjeros afectados: deben

dejar de cultivar algodón y tratar de integrarse de

otra manera en toda la producción.

¿Pero qué pensaremos del estadista que inter-

fiere por fuerza para aumentar el precio del algodón

por encima del nivel al que llagaría en el mercado

libre? Lo que pretende el intervencionista es la susti-

tución de la decisión de los consumidores por la

presión policial. Toda esta palabrería: el estado de-

bería hacer esto o aquello, significa en definitiva: la

policía debería obligar a los consumidores a compor-

tarse de otra manera de como lo harían

espontáneamente. En propuestas como: aumentemos

nosotros los precios agrícolas, aumentemos nosotros

los salarios, rebajemos nosotros los beneficios, reba-

jemos nosotros los salarios de los ejecutivos, el

nosotros se refiere en último término a la policía.

Aun así los autores de estos proyectos protestan di-

ciendo que están planificando para la libertad y la

democracia industrial.

En la mayoría de los países no socialistas, se

concede a los sindicatos derechos especiales. Se les

permite impedir trabajar a no miembros. Se les per-

mite convocar una huelga y, durante la huelga,

tienen prácticamente libertad para emplear la violen-

Page 23: Caos planificado - Ludwig von Mises

23

cia contra todos los dispuestos a continuar trabajan-

do, es decir, los esquiroles. Este sistema atribuye un

privilegio ilimitado a los dedicados a ramas vitales

de la industria. Aquellos trabajadores cuya huelga

corta el suministro de agua, luz, alimentos u otras

necesidades están de disposición de obtener lo que

quieran a coste del resto de la población. Es verdad

que en Estados Unidos sus sindicatos hasta ahora

han ejercitado cierta moderación para aprovechar

estas oportunidades. Otros sindicatos americanos y

muchos sindicatos europeos han sido menos cautos.

Tratan de forzar aumentos salariales sin preocuparse

por el desastre inevitablemente resultante.

Los intervencionistas no son lo suficiente-

mente inteligentes como para darse cuenta de que la

presión y compulsión sindicales son absolutamente

incompatibles con cualquier sistema de organización

social. El problema sindical no tiene ninguna rela-

ción con el derecho de los ciudadanos a asociarse

entre sí en asambleas y asociaciones: ningún país

democrático niega este derecho a sus ciudadanos.

Tampoco discute nadie el derecho de un hombre a

dejar de trabajar e ir a la huelga. La única cuestión

es si los sindicatos deberían o no recibir el privilegio

de recurrir con impunidad a la violencia. Este privi-

legio no es menos incompatible con el socialismo

que con el capitalismo. Ninguna cooperación social

bajo la división del trabajo es posible cuando a algu-

na gente o sindicatos se les concede e derecho a

impedir por violencia que trabaje otra gente. Aplicar

por violencia una huelga en sectores vitales de la

Page 24: Caos planificado - Ludwig von Mises

24

producción o una huelga general equivale a una des-

trucción revolucionaria de la sociedad.

Un gobierno abdica si tolera que cualquier

agencia no gubernamental utilice la violencia. Si el

gobierno renuncia a su monopolio de la coacción y

la compulsión, se producen condiciones de anarquía.

Si fuera verdad que un sistema democrático de go-

bierno no es apropiado para proteger

incondicionalmente el derecho de todo individuo a

trabajar desafiando las órdenes de un sindicato, la

democracia estaría condenada. Entonces la dictadura

sería el único medio de preservar la división del tra-

bajo y evitar la anarquía. Lo que generó dictaduras

en Rusia y Alemania fue precisamente el hecho de

que la mentalidad de estas naciones hizo inviable la

supresión de la violencia sindical bajo condiciones

democráticas. Los dictadores abolieron las huelgas y

así doblaron el espinazo del sindicalismo laboral. No

hay huelgas en el imperio soviético.

Es ilusorio creer que el arbitraje de disputas

laborales pueda incluir a los sindicatos dentro del

marco de la economía de mercado y hacer compati-

ble su funcionamiento con la preservación de la paz

interior. La resolución judicial de controversias es

viable si hay una serie de normas disponibles, según

las cuales pueden juzgarse casos individuales. Pero

si un código así es válido y sus provisiones se apli-

can a la determinación de los niveles salariales, ya

no es el mercado el que los fija, sino el código y

quienes lo legislan. Luego el gobierno es supremo y

ya no los consumidores comprando y vendiendo en

Page 25: Caos planificado - Ludwig von Mises

25

el mercado. Si no existe ese código, falta un patrón

sobre el que poder resolver las disputas entre empre-

sarios y empleados. Es inútil hablar de salarios

"justos" en ausencia de dicho código. La idea de jus-

ticia no tiene sentido si no se relaciona con un patrón

establecido. En la práctica, si los empleados no se

rinden a las amenazas de los sindicatos, el arbitraje

equivale a la determinación de salarios por el árbitro

nombrado por el gobierno. Una decisión autoritaria

perentoria sustituye al precio del mercado. Siempre

pasa lo mismo: el gobierno o el mercado. No hay

una tercera solución.

Las metáforas son a menudo muy útiles para

resolver problemas complicados y hacerlos com-

prensibles a mentes menos inteligentes. Pero se

convierten en equívocas y generan sinsentidos si la

gente olvida que toda comparación es imperfecta. Es

tonto tomar expresiones metafóricas literalmente y

deducir de su interpretación características del obje-

to que uno quería hacer más fácilmente

comprensible con su utilización. No hay nada dañino

en la descripción de los economistas de la operación

del mercado como automática y en su costumbre de

hablar de las fuerzas anónimas que operan en el

mercado. No podrían prever que alguien fuera tan

estúpido como para interpretar literalmente estas

metáforas.

Ninguna fuerza “automática” ni “anónima”

actúa en el “mecanismo” del mercado. Los únicos

factores que dirigen el mercado son los actos volun-

tarios de los hombres. No hay automatismo: hay

Page 26: Caos planificado - Ludwig von Mises

26

hombres buscando conscientemente fines elegidos y

recurriendo deliberadamente a medios concretos pa-

ra alcanzar estos fines. No hay fuerzas mecánicas

misteriosas: solo existe la voluntad de cada indivi-

duo para satisfacer su demanda de diversos bienes.

No hay anonimato: hay tú y yo y Bill y Joe y todos

los demás. Y cada uno de nosotros se dedica tanto a

la producción como al consumo. Cada uno contribu-

ye en su parte a la determinación de los precios.

El dilema no está entre fuerzas automáticas y

acción planificada. Está entre el proceso democráti-

co del mercado, en el que todo individuo tiene su

parte, y el gobierno exclusivo de un cuerpo dictato-

rial. Lo que hace la gente en la economía de

mercado es la ejecución de sus propios planes. En

este sentido, toda acción humana significa planifica-

ción. Lo que defienden quienes se llaman a sí

mismos planificadores no es la sustitución de dejar

que las cosas sigan curso por la acción planificada.

Es la sustitución de los planes de sus conciudadanos

por el plan del propio planificador. El planificador es

un dictador potencial que quiere privar al resto de la

gente del poder de planificar y actuar de acuerdo con

sus propios planes. Solo busca una cosa: la preemi-

nencia absoluta exclusiva de su propio plan.

No es menos erróneo declarar que un go-

bierno que no sea socialista no tiene ningún plan.

Todo lo que haga un gobierno es una ejecución de

un plan, es decir, de una idea. Uno puede estar en

desacuerdo con ese plan. Pero uno no debe decir que

no es un plan en absoluto. El profesor Wesley C.

Page 27: Caos planificado - Ludwig von Mises

27

Mitchell mantenía que el gobierno liberal británico

“planificó no tener ningún plan”.5 Sin embargo, el

gobierno británico en el época liberal indudablemen-

te tuvo un plan concreto. Su plan era la propiedad

privada de los medios de producción la libre inicia-

tiva y la economía de mercado. Gran Bretaña fue en

verdad muy próspera bajo este plan que según el

profesor Mitchell no es “ningún plan”.

Los planificadores pretenden que sus planes

son científicos y que no puede haber desacuerdo con

respecto a ellos entre la gente bienintencionada y

decente. Sin embargo no existe un tendría científico.

La ciencia es competente para establecer lo que es.

Nunca puede dictar lo que tendría que ser y qué fi-

nes debería buscar la gente. Es un hecho que los

hombres discrepan en sus juicios de valor. Es inso-

lente arrogarse el derecho a denegar los planes de

otra gente y obligarla a someterse al plan del planifi-

cador. ¿De quién debería ejecutarse el plan? ¿El plan

del director general o el de cualquier otro grupo? ¿El

plan de Trotsky o el de Stalin? ¿El plan de Hitler o

el de Strasser?

Cuando la gente asume la idea de que en el

campo de la religión solo debe adoptarse un plan, se

producen guerras sangrientas. Con el reconocimien-

to del principio de libertad religiosa cesaron estas

guerras. La economía de mercado salvaguarda la

cooperación económica pacífica porque no usa la

fuerza sobre los planes económicos de los ciudada-

5Wesley C. Mitchell, "The Social Sciences and National Planning" en

Planned Society, ed. Findlay Mackenzie (Nueva York, 1937), p. 112.

Page 28: Caos planificado - Ludwig von Mises

28

nos. Si un plan maestro sustituye a los planes de ca-

da ciudadano, debe aparecer una lucha sin fin.

Quienes estén en desacuerdo con el plan del dictador

no tienen otros medios para llevarlo a cabo que de-

rrocar al déspota por la fuerza de las armas.

Es una ilusión creer que un sistema de socia-

lismo planificado podría funcionar siguiendo

métodos democráticos de gobierno. La democracia

está inextricablemente ligada al capitalismo. No

puede existir donde haya planificación. Refirámonos

a las palabras del más eminente de los defensores

contemporáneos del socialismo. El profesor Harold

Laski declaró que la obtención del poder por el Par-

tido Laborista Británico en la forma parlamentaria

normal debe generar una transformación radical del

gobierno parlamentario. Una administración socia-

lista necesita “garantías” de que su trabajo de

transformación no se vería “interrumpido” por su

abolición en caso de su derrota en las urnas. Por tan-

to, la suspensión de la constitución es “inevitable”.6

¡Cómo les hubiera gustado a Carlos I y Jorge III ha-

ber conocido los libros del profesor Laski!

Sidney y Beatrice Webb (Lord y Lady Pass-

field) nos dicen que “en cualquier acción corporativa

una leal unidad de pensamiento es tan importante

que, si ha de conseguirse algo, la discusión pública

debe suspenderse entre la promulgación de la deci-

sión y el cumplimiento de la tarea”. Mientras “el

trabajo está en progreso”, cualquier expresión de

duda o incluso de miedo a que el plan no tenga éxi-

6Laski, Democracy in Crisis (Chapel Hill, 1933), pp. 87–88.

Page 29: Caos planificado - Ludwig von Mises

29

to, es “un acto de deslealtad o incluso de traición”.7

Como el proceso de producción no cesa nunca y al-

gún trabajo está siempre en progreso, de esto se

deduce que un gobierno socialista nunca debe con-

ceder ninguna libertad de expresión ni de prensa.

“Una leal unidad de pensamiento”, ¡qué resonante

circunloquio para los ideales de Felipe II y la Inqui-

sición! En este sentido, otro eminente admirador de

los soviéticos, Mr. T.G. Crowther, habla sin reser-

vas. Declara lisa y llanamente que la inquisición es

“beneficiosa para la ciencia cuando protege a una

clase que se alza”,8 es decir, cuando los amigos de

Mr. Crowther recurren a ella. Podrían citarse cientos

de declaraciones similares.

En la época victoriana, cuando John Stuart

Mill escribió su ensayo Sobre la libertad, opiniones

como las sostenidas por el profesor Laski, Mr. y

Mrs. Webb y Mr. Crowther se calificaban de reac-

cionarias. Hoy se califican como “progresistas” y

“liberales”. Por otro lado, la gente que se opone a la

suspensión del gobierno parlamentario y de la liber-

tad de expresión y de prensa y al establecimiento de

la inquisición son desdeñados como “reaccionarios”,

como “realistas económicos” y como “fascistas”.

Aquellos intervencionistas que consideran al

intervencionismo como un método para llegar al so-

cialismo total paso a paso son al menos coherentes.

Si las medidas adoptadas no logran los resultados

7Sidney and Beatrice Webb, Soviet Communism: A New Civilization?

(Nueva York, 1936), Vol. II, pp. 1038-1039.

8T.G. Crowther, Social Relations of Science (Londres, 1941), p. 333.

Page 30: Caos planificado - Ludwig von Mises

30

benéficos esperados y acaban en desastre, piden ca-

da vez más interferencia pública hasta que el

gobierno se ha apropiado de la dirección de todas las

actividades económicas. Pero aquellos intervencio-

nistas que consideran al intervencionismo como un

medio para mejorar el capitalismo y por tanto con-

servándolo están completamente confundidos.

A los ojos de esta gente, todos los efectos

indeseados e indeseables de la interferencia del go-

bierno con los negocios eran causados por el

capitalismo. El mismo hecho de que una medida gu-

bernamental haya producido un estado de cosas que

les desagradara era para ellos una justificación de

medidas adicionales. Por ejemplo, no entienden que

el papel que desempeñan los planes monopolistas en

nuestro tiempo es el efecto de la interferencia guber-

namental, con cosas como aranceles y patentes.

Defienden la acción del gobierno para impedir el

monopolio. Uno difícilmente puede imaginar una

idea menos realista. Pues los gobiernos a los que pi-

den luchar contra el monopolio son los mismos

gobiernos que son devotos del principio del mono-

polio. Así el gobierno estadounidense del New Deal

se embarcó en una organización monopolística com-

pleta de todos los sectores estadounidenses de

negocios, por medio de la NRA y buscó organizar

las granjas estadounidenses como un enorme es-

quema monopolista, restringiendo la producción

agroganadera para sustituir los precios más bajos del

mercado por precios de monopolio. Fue una parte de

varios acuerdos de control internacional de varias

materias primas cuyo objetivo no oculto era estable-

Page 31: Caos planificado - Ludwig von Mises

31

cer monopolios internacionales de varias materias

primas. Lo mismo es aplicable a otros gobiernos. La

Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fue asi-

mismo parte de algunas de estas convenciones

monopolísticas intergubernamentales.9 Su repugnan-

cia a la colaboración con los países capitalistas no

era tan grande como para perder una oportunidad de

estimular el monopolio.

El programa de este contradictorio interven-

cionismo es la dictadura, supuestamente para hacer

libre al pueblo. Pero la libertad que predican sus de-

fensores es libertad de hacer lo “correcto”, es decir,

las cosas que ellos quieren que se hagan. No solo

ignoran el problema económico consecuente. Les

falta la facultad del pensamiento lógico.

La justificación más absurda del intervencio-

nismo la proporcionan quienes ven el conflicto entre

capitalismo y socialismo como si fuera un concurso

sobre la distribución de la riqueza. ¿Por qué no de-

berían ser más sumisas las clases acaudaladas? ¿Por

qué no deberían conceder a los trabajadores pobres

una parte de sus amplios ingresos? ¿Por qué debe-

rían oponerse al designio del gobierno de aumentar

la parte de los desfavorecidos decretando salarios

mínimos y precios máximos y recortando beneficios

y tipos de interés hasta un nivel “más justo”? La fle-

xibilidad en esos asuntos, dicen, quitaría aire a los

barcos de los revolucionarios radicales y conservaría

9La recopilación de estas convenciones fue publicada por la Oficina

Internacional del Trabajo, bajo el título Intergovernmental Commodity Control

Agreements (Montreal, 1943).

Page 32: Caos planificado - Ludwig von Mises

32

el capitalismo. Los peores enemigos del capitalismo,

dicen, son esos doctrinarios intransigentes que exce-

siva defensa de la libertad económica, el laissez faire

y el manchesterismo hace inútil todo intento de lle-

gar a un compromiso con las demandas de los

trabajadores. Estos tercos reaccionarios son los úni-

cos responsables de la amargura de la lucha

contemporánea y el odio implacable que genera. Lo

que se necesita es la sustitución de la actitud pura-

mente negativa de los realistas económicos por un

programa constructivo. Y, por supuesto, lo “cons-

tructivo” es, a los ojos de esta gente, solo el

intervencionismo.

Sin embargo este modo de razonar es com-

pletamente defectuoso. Da por sentado que las

diversas medidas de interferencia del gobierno con

los negocios alcanzarían los resultados benéficos

que sus defensores esperan. Ignora alegremente todo

lo que dice la economía acerca de la futilidad en al-

canzar los fines buscados y sus consecuencias

inevitables e indeseables. La cuestión no es si los

salarios mínimos son justos o injustos, sino si produ-

cen o no desempleo de una parte de los que desean

trabajar. Al llamar justas a estas medidas, el inter-

vencionista no rebate las objeciones planteadas

contra su eficacia por los economistas. Simplemente

muestra ignorancia sobre el asunto en cuestión.

El conflicto entre capitalismo y socialismo

no es un concurso entre dos grupos de reclamantes

respecto del tamaño de las porciones a adjudicar a

cada uno de ellos de una oferta concreto de bienes.

Page 33: Caos planificado - Ludwig von Mises

33

Es una disputa respecto de qué sistema de organiza-

ción social sirve mejor al bienestar humano. Quienes

luchan contra el socialismo no lo rechazan porque

envidien a los trabajadores los beneficios que estos

puedan supuestamente conseguir del modo socialista

de producción. Luchan contra el socialismo preci-

samente porque están convencidos de que dañaría a

las masas al reducirlas al estado de siervos pobres

completamente a merced de dictadores irresponsa-

bles.

En este conflicto de opiniones todos deben

reflexionar y tomar una postura concreta. Todos de-

ben alinearse o con los defensores de la libertad

económica o con los del socialismo totalitario. Uno

no puede evitar este dilema adoptando una postura

supuestamente intermedia, es decir, el intervencio-

nismo. Pues el intervencionismo no es ni una postura

intermedia ni un compromiso entre capitalismo y

socialismo. Es un tercer sistema. Es un sistema cuyo

absurdo e inutilidad es reconocido no solo por todos

los economistas sino incluso por los marxistas.

No existe una defensa “excesiva” de la liber-

tad económica. Por un lado, la producción puede

dirigirse por los esfuerzos de cada individuo en ajus-

tar su conducta para atender los deseos más urgentes

de los consumidores de la manera más apropiada. Es

la economía de mercado. Por otro lado, la produc-

ción puede dirigirse por decreto autoritario. Si estos

decretos afectan solo a algunos elementos aislados

de la estructura económica, no consiguen alcanzar

los fines buscados y a sus propios defensores no les

Page 34: Caos planificado - Ludwig von Mises

34

gusta su resultado. Si llegan a una reglamentación

completa, significa socialismo totalitario.

Los hombres deben elegir entre la economía

de mercado y el socialismo. El estado puede conser-

var la economía de mercado protegiendo vida, salud

y propiedad privada contra agresiones violentas o

fraudulentas o puede él mismo controlar la dirección

de todas las actividades de producción. Alguna

agencia debe determinar qué debería producirse. Si

no son los consumidores por medio de la oferta y la

demanda en el mercado, debe ser el gobierno por

coacción.

Socialismo y Comunismo

En la terminología de Marx y Engels, las pa-

labras comunismo y socialismo son sinónimas. Se

aplican alternativamente sin ninguna distinción entre

ellas. Los mismo vale para la práctica totalidad de

los grupos y sectas marxistas hasta 1917. Los parti-

dos políticos del marxismo que consideraban al

Manifiesto comunista como el evangelio inalterable

de su doctrina se llamaban a sí mismos partidos so-

cialistas. El más influyente y numeroso de estos

partidos, el alemán, adoptó el nombre de Partido So-

cial Demócrata. En Italia, en Francia y en todos los

demás países en que los partidos marxistas ya

desempeñaban un papel en la vida política antes de

1917, el término socialista igualmente desbancaba al

término comunista. Ningún marxista antes de 917 se

Page 35: Caos planificado - Ludwig von Mises

35

habría atrevido a distinguir entre comunismo y so-

cialismo.

En 1875, en su Crítica del Programa de

Gotha del Partido Social Demócrata Alemán, Marx

distinguía entre una fase inferior (anterior) y una fa-

se superior (posterior) de la futura sociedad

comunista. Pero no reservaba la palabra comunismo

para la fase superior y no llamaba a la fase inferior

socialismo como algo diferenciado del comunismo.

Uno de los dogmas fundamentales de Marx

es que el socialismo estaba condenado a llegar “con

la inexorabilidad de una ley de la naturaleza”. La

producción capitalista engendra su propia negación

y establece el sistema socialista de propiedad pública

de los medios de producción. Este proceso “se ejecu-

ta mediante la operación de las leyes inherentes de la

producción capitalista”.10

Es independiente de la vo-

luntad de la gente.11

Es imposible que los hombres

lo aceleren, lo retrasen o lo obstaculicen. Pues “nin-

gún sistema social desaparece nunca antes de que se

desarrollen todas las fuerzas productivas para cuyo

desarrollo de las cuales sea lo bastante amplio y los

nuevos métodos superiores de producción nunca

aparecen antes de que se hayan nacido las condicio-

nes materiales de su existencia en el seno de la

sociedad anterior”.12

10Marx, Das Kapital, 7ª ed. (Hamburgo, 1914), Vol. I, p. 728. [El

capital].

11Marx, Zur Kritik der politischen Ökonomie, ed. Kautsky (Stuttgart,

1897), p. xi. [Contribución a la crítica de la economía política]

12Ibíd., p. xii.

Page 36: Caos planificado - Ludwig von Mises

36

Por supuesto, esta doctrina es irreconciliable

con las propias doctrinas políticas de Marx y con las

enseñanzas de usaba para justificar estas actividades.

Marx trató de organizar un partido político que por

medio de la revolución y la guerra civil debería lo-

grar la transición del capitalismo al socialismo. Lo

característico de sus partidos era, a los ojos de Marx

y los doctrinarios marxista, que eran partidos revo-

lucionario invariablemente comprometidos con la

idea de la acción violenta. Su objetivo era alzarse en

rebelión, establecer la dictadura del proletariado y

exterminar sin piedad a todos los burgueses. Los he-

chos de la Comuna de París en 1871 eran

considerados como el modelo perfecto de dicha gue-

rra civil. Por supuesto, la revuelta de París había

fracasado lamentablemente. Pero se esperaba que

alzamientos posterior tuvieran éxito.13

Sin embargo las tácticas aplicadas por los

partidos marxistas en diversos países europeos se

oponían irreconciliablemente c cada una de estas dos

variedades contradictorias de las enseñanzas de Karl

Marx. No confiaban en la inevitabilidad de la llega-

da del socialismo. Tampoco confiaban en el éxito de

un levantamiento revolucionario. Adoptaron los mé-

todos de la acción parlamentaria. Pedían votos en las

campañas electorales y enviaban a sus delegados a

los parlamentos. “Degeneraron” en partidos demo-

cráticos. En los parlamentos se comportaban como

los demás partidos de la oposición. En algunos paí-

13Marx, Der Bürgerkrieg in Frankreich, ed. Pfemfert (Berlín, 1919),

passim. [La guerra civil de Francia]

Page 37: Caos planificado - Ludwig von Mises

37

ses entraban en alianzas temporales con otros parti-

dos y ocasionalmente miembros socialistas

formaban parte de gabinetes. Posteriormente, des-

pués de acabar la Primera Guerra Mundial, los

partidos socialistas se convirtieron en mayoritarios

en muchos parlamentos. En algunos países goberna-

ron en solitario, en otros cooperando de cerca con

partidos “burgueses”.

Es verdad que estos socialistas domesticados

antes de 1917 nunca abandonaron la retórica de los

principios rígidos del marxismo ortodoxo. Repetían

una y otra vez que la llegada del socialismo es inevi-

table. Destacaban el carácter inherentemente

revolucionario de sus partidos. Nada podía provocar

más su ira que cuando alguien se atrevía a discutir su

firme espíritu revolucionario. Sin embargo, en reali-

dad eran partidos parlamentarios como todos los

demás partidos.

Desde un punto de vista marxista correcto,

como se expresa en los últimos escritos de Marx y

Engels (pero no aún en el Manifiesto Comunista),

todas las medidas pensadas para restringir, regular y

mejorar el capitalismo eran simplemente tonterías

“pequeño burguesas” que derivan de la ignorancia

de las leyes inmanentes de la evolución capitalista.

Los verdaderos socialistas no deberían poner ningún

obstáculo en el camino de la evolución capitalista.

Pues solo la completa madurez del capitalismo po-

dría engendrar el socialismo. No solo es vano, sino

dañino para los intereses de los proletarios recurrir a

esas medidas. Ni siquiera el sindicalismo laboral es

Page 38: Caos planificado - Ludwig von Mises

38

un medio adecuado para la mejora de las condicio-

nes de los trabajadores.14

Marx no creía que el

intervencionismo pudiera beneficiar a las masas. Re-

chazaba violentamente la idea de que medidas como

salarios mínimos, precios máximos, restricciones en

los tipos de interés, seguridad social y otras fueran

pasos preliminares en la llegada del socialismo.

Apuntaba a la abolición radical del sistema de sala-

rios que solo podía conseguirse en el comunismo en

su fase superior. Habría ridiculizado con sarcasmo la

idea de abolir el “carácter de producto” de la mano

de obra dentro del marco de la sociedad capitalista

mediante la aplicación de una ley.

Pero los partidos socialistas tal y como ope-

raban en los países europeos no estaban en la

práctica menos comprometidos con el intervencio-

nismo que la Sozialpolitik de la Alemania del káiser

y el New Deal estadounidense. Fue contra esta polí-

tica contra la que dirigieron sus ataques George

Sorel y el sindicalismo. Sorel, un intelectual tímido

con trasfondo burgués, deploraba la “degeneración

de los partidos socialistas por lo que consideraba una

penetración de intelectuales burgueses. Quería ver el

espíritu de agresividad despiadada, propio de las

masas, reavivado y libre de la custodia de los cobar-

des intelectuales. Para Sorel nada importaba salvo

los disturbios. Defendía la action directe, es decir, el

sabotaje y la huelga general, como pasos iniciales

hacia la gran revolución final.

14Marx, Value, Price and Profit, ed. Eleanor Marx Aveling (Nueva

York, 1901), pp. 72-74. [Salario, precio y ganancia].

Page 39: Caos planificado - Ludwig von Mises

39

Sorel tuvo éxito principalmente entre intelec-

tuales snobs y ociosos y no menos snobs y ociosos

herederos de empresarios ricos. No movió de forma

perceptible a las masas. Para los partidos marxistas

en Europa occidental y central, su crítica apasionada

era poco más que una molestia. Su importancia his-

tórica consistió principalmente en el papel que

desempeñaron sus ideas en la evolución del bolche-

vismo ruso y el fascismo italiano.

Para entender la mentalidad de los bolchevi-

ques debemos referirnos de nuevo a los dogmas de

Karl Marx. Marx estaba completamente convencido

de que el capitalismo es una etapa de la historia eco-

nómica que no se limita solo a unos pocos países

avanzados. El capitalismo tiene la tendencia a con-

vertir todas las partes del mundo en países

capitalistas. La burguesía obliga a todas las naciones

a convertirse en naciones capitalistas. Cuando suene

la hora final del capitalismo, todo el mundo estará

uniformemente en la etapa de capitalismo maduro,

listo para la transición al socialismo. El socialismo

aparecería al mismo tiempo en todas las partes del

mundo.

Marx se equivocaba en este punto no menos

que todas sus demás declaraciones. Hoy ni siquiera

los marxistas pueden negar ni niegan que aún preva-

lezcan enormes diferencias en el desarrollo del

capitalismo en diversos países. Aprecian que hay

muchos países que, desde el punto de vista de la in-

terpretación marxista de la historia, deben

describirse como precapitalistas. En estos países la

Page 40: Caos planificado - Ludwig von Mises

40

burguesía aún no ha conseguido un puesto gobernan-

te y no ha establecido aún el escenario histórico del

capitalismo que es el necesario requisito previo de la

aparición del socialismo. Por tanto, estos países de-

ben realizar antes su “revolución burguesa” y deben

pasar por todas las fases del capitalismo antes de que

pueda plantearse transformarlos en países socialis-

tas. La única política que podían adoptar los

marxistas en esos países sería apoyar incondicio-

nalmente a los burgueses, primero en sus esfuerzos

de hacerse con el poder y luego en sus aventuras ca-

pitalistas. Un partido marxista podría durante mucho

tiempo no tener otra tarea que servir al liberalismo

burgués. Esta es la única misión que el materialismo

histórico, correctamente aplicado, podría asignar a

los marxistas rusos. Estarían obligados a esperar

tranquilamente hasta que el capitalismo hiciera a su

nación madura para el socialismo.

Pero los marxistas rusos no querían esperar.

Recurrieron a una nueva modificación del marxismo

según la cual era posible que una nación saltara una

de las etapas de la evolución histórica. Cerraron sus

ojos al hecho de que la nueva doctrina no era una

modificación del marxismo sino más bien la nega-

ción de lo único que quedaba de él. Era un retorno

indisimulado a las enseñanzas pre-marxistas y anti-

marxistas, según las cuales los hombres son libres de

adoptar el socialismo en cualquier momento si lo

consideran un sistema más beneficioso para la co-

munidad que el capitalismo. Reventaba

completamente todo el misticismo incluido en el ma-

terialismo dialéctico y el supuesto descubrimiento

Page 41: Caos planificado - Ludwig von Mises

41

marxista de las leyes inexorables de la evolución

económica de la humanidad.

Habiéndose emancipado del determinismo

marxista, los marxistas rusos era libres de discutir

las tácticas más apropiadas para el logro del socia-

lismo en su país. Ya no se preocupaban de

problemas económicas. Ya no tenían que investigar

si había llegado el momento o no. Solo tenían que

cumplir una tarea, apropiarse de las riendas del go-

bierno.

Un grupo mantenía que el éxito duradero so-

lo podía esperarse si podía conseguirse el apoyo de

un número suficiente de gente, aunque no necesa-

riamente la mayoría. Otro grupo no estaba a favor de

un procedimiento que hacía perder tanto tiempo. Su-

gería un golpe de efecto. Podía organizarse un

pequeño grupo de fanáticos como la vanguardia de

la revolución. La disciplina estricta y la obediencia

incondicional al jefe harían que estos revoluciona-

rios profesionales estuvieran listos para un ataque

repentino. Deberían suplantar el gobierno zarista y

luego gobernar el país de acuerdo con los métodos

tradicionales de la policía del zar.

Los términos utilizados para designar estos

dos grupos, bolcheviques (mayoría) para lo últimos

y mencheviques (minoría) para los primeros, se re-

fieren a un voto realizado en 1903 en una reunión

para discutir estos asuntos tácticos. La única dife-

rencia que dividía a estos dos grupos era este método

táctico. Ambos estaban de acuerdo con respecto al

fin último: el socialismo.

Page 42: Caos planificado - Ludwig von Mises

42

Ambas sectas trataban de justificar sus res-

pectivos puntos de vista citando pasajes de los

escritos de Marx y Engels. Por supuesto, esta es la

costumbre marxista. Y cada secta estaba en disposi-

ción de descubrir en estos libros sagrados frases que

confirmaban su propia postura.

Lenin, el jefe bolchevique, conocía a sus

compatriotas mucho mejor que sus adversarios y su

líder, Plejánov. No cometió, como Plejánov, el error

de aplicar a los rusos los patrones de las naciones

occidentales. Recordaba cómo mujeres extranjeras

había usurpado por dos veces el poder supremo y

gobernado tranquilamente durante toda su vida. Co-

nocía el hecho de que los métodos terroristas de la

policía secreta del zar tuvieron éxito y confiaba en

que podía mejorar considerablemente dichos méto-

dos. Fue un dictador despiadado y sabía que a los

rusos les faltaba el valor para resistir la opresión.

Como Cromwell, Robespierre y Napoleón, fue un

usurpador ambicioso y confiaba completamente en

la ausencia de espíritu revolucionario en la inmensa

mayoría. La autocracia de los Romanov estaba con-

denada porque el desgraciado Nicolás II era débil. El

abogado socialista Kerensky fracasó porque estaba

comprometido con el principio del gobierno parla-

mentario. Lenin tuvo éxito porque nunca buscó otra

cosa que su propia dictadura. Y los rusos anhelaban

un dictador un sucesor de Iván el Terrible.

El gobierno de Nicolás II no acabó por un

levantamiento revolucionario real. Se desplomó en

los campos de batalla. Se generó una anarquía que

Page 43: Caos planificado - Ludwig von Mises

43

Kerensky no pudo controlar. Una refriega en las ca-

lles de San Petersburgo derrocó a Kerensky. Poco

tiempo después Lenin tuvo su 18 de brumario. A

pesar de todo el terror practicado por los bolchevi-

ques, la Asamblea Constituyente, elegida por

sufragio universal de hombres y mujeres, solo tenía

un 20% de miembros bolcheviques. Lenin disolvió

la Asamblea Constituyente por la fuerza de las ar-

mas. El efímero interludio “liberal” se liquidó. Rusia

pasó de las manos de los ineptos Romanov a las de

un autócrata real.

Lenin no se contentó con la conquista de Ru-

sia. Estaba completamente convencido de que estaba

destinado a llevar el gozo del socialismo a todas las

naciones, no solo a Rusia. El nombre oficial que eli-

gió para su gobierno (Unión de Repúblicas

Socialistas Soviéticas) no contiene ninguna referen-

cia a Rusia. Estaba pensado como el núcleo de un

gobierno mundial. Era implícito que todos los cama-

radas extranjeros debían por derecho lealtad a este

gobierno y que todos los burgueses extranjeros que

se atrevieran a resistirse eran culpables de alta trai-

ción y merecían la pena capital. Lenin no dudaba en

lo más mínimo que todos los países occidentales es-

taban en vísperas de la gran revolución final.

Esperaba diariamente su estallido.

Había en opinión de Lenin solo un grupo que

podía (aunque sin ninguna perspectiva de éxito) tra-

tar de impedir el levantamiento revolucionario: los

depravados miembros de la intelectualidad que ha-

bían usurpado el liderazgo de los partidos

Page 44: Caos planificado - Ludwig von Mises

44

socialistas. Lenin hacía mucho que odiaba a estos

hombres por su adicción al procedimiento parlamen-

tario y su reticencia a apoyar sus aspiraciones

dictatoriales. Clamaba contra ellos porque los hacía

responsables del hecho de que los partidos socialis-

tas habían apoyado los esfuerzos bélicos en sus

países. Ya en su exilio suizo, que acabó en 1917,

Lenin empezó de dividir a los partidos socialistas

europeos. Ahora creaba una nueva Tercera Interna-

cional, que controlaba de la misma forma dictatorial

en que dirigía a los bolcheviques rusos. Para este

nuevo partido, Lenin escogió el nombre de Partido

Comunista. Los comunistas iban a luchar hasta la

muerte con los diversos partidos socialistas euro-

peos, esos “traidores sociales” e iban a disponer la

liquidación inmediata de la burguesía y apropiarse

del poder mediante los trabajadores armados. Lenin

no diferenciaba entre socialismo y comunismo como

sistemas sociales. El objetivo que buscaba no se lla-

maba comunismo en oposición al socialismo. El

nombre oficial del gobierno soviético es Unión de

Repúblicas Socialistas (no Comunistas) Soviéticas.

En este sentido, no quería alterar la terminología tra-

dicional que consideraba los términos como

sinónimos. Simplemente llamó a sus partidarios, los

únicos seguidores sinceros y coherentes de los prin-

cipios revolucionarios del marxismo ortodoxo,

comunistas y a sus métodos tácticos comunismo

porque quería distinguirlos de los “mercenarios trai-

dores de los explotadores capitalistas”, los malvados

líderes socialdemócratas como Kautsky y Albert

Thomas. Estos traidores, destacaba, ansiaban con-

Page 45: Caos planificado - Ludwig von Mises

45

servar el capitalismo. No eran verdaderos socialistas.

Los únicos marxistas genuinos eran los que rechaza-

ban el nombre de socialistas, irremediablemente

caídos en desgracia.

Así se creó la distinción entre comunistas y

socialistas. Aquellos marxistas que no se sometieron

al dictador en Moscú se llamaron a sí mismos so-

cialdemócratas o, abreviado, socialistas. Lo que les

caracterizaba era la creencia de que el método más

apropiado para llevar a cabo sus planes para estable-

cer el socialismo, el objetivo final común para ellos

y los comunistas, era conseguir el apoyo de la mayo-

ría de sus conciudadanos. Abandonaron los lemas

revolucionarios y trataron de adoptar métodos de-

mocráticos para conseguir el poder. No les

preocupaba el problema de si un régimen socialista

es compatible o no con la democracia. Pero para al-

canzar el socialismo estaban resueltos a aplicar

procedimientos democráticos.

Por el contrario los comunistas estaban en los

primeros años de la Tercera Internacional firmemen-

te comprometidos con el principio de la revolución y

la guerra civil. Solo eran leales a su jefe ruso. Expul-

saban de entre sus filas a todo el que fuera

sospechoso de sentirse obligado por cualquiera de

las leyes de su país. Conspiraban incesantemente y

derrochaban sangre en tumultos sin éxito.

Lenin no podía entender por qué los comu-

nistas fracasaban en todas partes fuera de Rusia. No

esperaba mucho de los trabajadores estadounidenses.

En Estados Unidos, pensaban los comunistas, a los

Page 46: Caos planificado - Ludwig von Mises

46

trabajadores les faltaba el espíritu revolucionario

porque estaban echados a perder por el bienestar y

embargados en el vicio de hacer dinero. Pero Lenin

no dudaba de que las masas europeas tenían con-

ciencia de clase y por tanto estaban completamente

comprometidas con las ideas revolucionarias. La

única razón por la que la revolución no se había lle-

vado a cabo era en su opinión la inadecuación y

cobardía de los cargos comunistas. Destituía una y

otra vez a sus vicarios y nombraba nuevos hombres.

Pero no tenía más éxito.

En los países anglosajones y latinoamerica-

nos, los votantes socialistas confiaban en los

métodos democráticos. Aquí el número de personas

que buscan seriamente una revolución comunista es

muy pequeño. La mayoría de quienes proclaman pú-

blicamente su adhesión a los principios del

comunismo se sentirían extremadamente infelices si

se produjera la revolución y pusiera en peligro sus

vidas y propiedades. Si los ejércitos rusos marcharan

en sus países o si los comunistas locales tomaran el

poder haciéndoles luchar, probablemente se alegren

al esperar ser recompensados por su ortodoxia mar-

xista. Pero ellos mismos no ansían laureles

revolucionarios.

Es un hecho que en estos treinta años de apa-

sionado activismo pro-soviético ningún país fuera de

Rusia se ha hecho comunista por voluntad de sus

ciudadanos. Europa Oriental se convirtió al comu-

nismo solo cuando los acuerdos diplomáticos de las

potencias políticas internacionales la convirtieron en

Page 47: Caos planificado - Ludwig von Mises

47

una esfera de influencia y hegemonía exclusiva de

Rusia. Es improbable que Alemania Occidental,

Francia, Italia y España adopten el comunismo si

Estados Unidos y Gran Bretaña no adoptan una polí-

tica de absoluto desinterés diplomático. Lo que da

fuerza al movimiento comunista en estos y algunos

otros países es la creencia de que Rusia está dirigida

por un “dinamismo” inquebrantable, mientras que

las potencias anglosajonas son indiferentes y no es-

tán muy interesadas en su destino.

Marx y los marxistas se equivocaron lamen-

tablemente cuando supusieron que las masas

ansiaban un derrocamiento revolucionario del orden

“burgués” de la sociedad. Los comunistas militantes

solo se encuentran en las filas de quienes viven del

comunismo esperan que una revolución avance en

sus ambiciones personales. Las actividades subver-

sivas de estos conspiradores profesionales son

peligrosas precisamente debido a la ingenuidad de

quienes solo están flirteando con la idea revolucio-

naria. Esos simpatizantes confusos y equivocados

que se llaman “liberales” a sí mismos y a quienes los

comunistas llaman “tontos útiles”, compañeros de

viaje e incluso la mayoría de los miembros oficial-

mente registrados del partido, estarían terriblemente

asustados si descubrieran un día que sus jefes quie-

ren decir negocios cuando predican la sedición. Pero

entonces puede ser demasiado tarde para evitar el

desastre.

Por ahora, el ominoso peligro de los partidos

comunistas en Occidente reside en su postura en

Page 48: Caos planificado - Ludwig von Mises

48

asuntos exteriores. La nota distintiva de todos los

partidos comunistas actuales es su devoción por la

agresiva política exterior de los soviéticos. Siempre

que deben elegir entre Rusia y su propio país, no du-

dan en preferir a Rusia. Su principio es: Con razón o

sin ella, mi Rusia. Obedecen estrictamente a todas

las órdenes dictadas desde Moscú. Cuando Rusia era

un aliado de Hitler, los comunistas franceses sabo-

teaban el esfuerzo de guerra de su propio país y los

comunistas estadounidenses se oponían apasiona-

damente a los planes del presidente Roosevelt de

ayudar a Inglaterra y Francia en su lucha contra los

nazis. Todos los comunistas del mundo calificaban a

todos los que se defendían contra los invasores ale-

manes como “belicistas imperialistas”. Pero tan

pronto como Hitler atacó Rusia, la guerra imperialis-

ta de los capitalistas pasó de la noche a la mañana a

ser una guerra justa de defensa. Siempre que Stalin

conquista un país más, los comunistas justifican esta

agresión como un acto de autodefensa contra “fas-

cistas”.

En su ciega adoración de todo lo que es ruso,

los comunistas de Europa occidental y Estados Uni-

dos sobrepasan con mucho los peores excesos

cometidos por los chauvinistas. Se extasían con las

películas rusas, la música rusa y los supuestos des-

cubrimientos de la ciencia rusa. Hablan con euforia

de los logros económicos de los soviéticos. Atribu-

yen la victoria de la ONU a los hechos de fuerzas

armadas rusas. Rusia, dicen, ha salvado al mundo de

la amenaza fascista. Rusia es el único país libre,

mientras que todas las demás naciones están someti-

Page 49: Caos planificado - Ludwig von Mises

49

das a la dictadura de los capitalistas. Solo los rusos

son felices y disfrutan de la dicha de vivir una vida

completa: en los países capitalistas, la inmensa ma-

yoría sufren frustraciones y deseos insatisfechos.

Igual que el musulmán piadoso anhela peregrinar a

la tumba del Profeta en La Meca, el intelectual co-

munista anhela una peregrinación a los sagrados

santuarios de Moscú como el acontecimiento de su

vida.

Sin embargo, la distinción en el uso de los

términos comunista y socialista no afectaba al signi-

ficado de los términos comunismo y socialismo

aplicados al objetivo final de las políticas comunes a

ambos. Fue solo en 1928 cuando el programa de la

Internacional Comunista, adoptado por el sexto con-

greso en Moscú,15

empezó a diferenciar entre

comunismo y socialismo (y no solamente entre co-

munistas y socialistas).

De acuerdo con esta nueva doctrina, hay, en

la evolución económica de la humanidad, entre la

etapa histórica del capitalismo y la del comunismo,

una tercera etapa, que es la del socialismo. El socia-

lismo es un sistema social basado en el control

público de los medios de producción y la dirección

completa de todos los procesos de producción y dis-

tribución por una autoridad panificadora

centralizada. En este aspecto, es igual que el comu-

nismo. Pero difiere del comunismo en la medida en

que no hay igualdad en las porciones asignadas de

15Blueprint for World Conquest as Outlined by the Communist Inter-

national, Human Events (Washington y Chicago, 1946), pp. 181-182.

Page 50: Caos planificado - Ludwig von Mises

50

cada individuo para su propio consumo. Siguen pa-

gándose salarios a los camaradas y estos niveles

salariales se gradúan de acuerdo con el interés eco-

nómico que la autoridad central considere necesario

para garantizar la mayor producción de productos.

Lo que Stalin llama socialismo se corresponde en

buena medida con lo que Marx llamaba la “fase

temprana” del comunismo. Stalin reserva el término

comunismo exclusivamente para lo que Marx llama-

ba la “fase superior” del comunismo. El socialismo,

en el sentido en que Stalin ha utilizado últimamente

el término, se mueve hacia el comunismo, pero en sí

mismo no es aún comunismo. El socialismo se con-

vertirá en comunismo tan pronto como el aumento

en la riqueza que cabe esperar del funcionamiento de

los métodos socialistas de producción haya aumen-

tado el nivel más bajo de vida en las masas rusas al

nivel superior del que disfrutan los distinguidos po-

seedores de cargos importantes en la Rusia actual.16

El carácter justificativo de esta nueva prácti-

ca terminológica es evidente. Stalin encuentra

necesario explicar a la gran mayoría sus súbditos por

qué su nivel de vida es extremadamente bajo, mucho

más bajo que el de las masas de los países capitalis-

tas e incluso menor que el de los proletarios rusos en

los tiempos del gobierno zarista. Quiere justificar el

hecho de que los salarios sean desiguales, de que un

pequeño grupo de cargos soviéticos disfrute de todos

los lujos que puede proporcionar la tecnología ac-

16David J. Dallin, The Real Soviet Russia (Yale University Press,

1944), pp. 88-95.

Page 51: Caos planificado - Ludwig von Mises

51

tual, que un segundo grupo, más numeroso que le

primero, pero menos numeroso que la clase media

en la Rusia imperial, vive en un estilo “burgués”,

mientras que las masas, harapientas y descalzas, so-

breviven en barriadas congestionadas y están mal

alimentadas. Ya no puede acusar al capitalismo de

este estado de cosas. Así que se ve obligado a recu-

rrir a un nuevo parche ideológico.

El problema de Stalin era más acuciante ya

que los comunistas rusos en los primeros días de su

gobierno habían proclamado apasionadamente la

igualdad de renta como un principio a aplicar desde

el primer momento de la toma del poder por los pro-

letarios. Además, en los países capitalistas, el truco

demagógico más poderoso aplicado por los partidos

comunistas patrocinados por Rusia es excitar la en-

vidia de la gente con rentas más bajas contra todos

los que tengan rentas superiores. El principal argu-

mento aportado por los comunistas para apoyar su

tesis de que el nacionalsocialismo de Hitler no era

un socialismo genuino, sino, por el contrario, la peor

variedad del capitalismo, era que había desigualdad

en los niveles de vida en la Alemania nazi.

La nueva distinción entre socialismo y co-

munismo de Stalin está en abierta contradicción con

la política de Lenin y no menos con las ideas de la

propaganda de los partidos comunistas fuera de las

fronteras rusas. Pero esas contradicciones no impor-

tan en el reino de los soviets. La palabra del dictador

es la decisión definitiva y nadie está tan loco como

para atreverse a oponerse.

Page 52: Caos planificado - Ludwig von Mises

52

Es importante apreciar que la innovación

semántica de Stalin afecta solamente a los términos

comunismo y socialismo. No altera el significado de

los términos socialista y comunista. El partido bol-

chevique es igual que antes de ser llamado

comunista. Los partidos rusófilos fuera de las fronte-

ras de la Unión Soviética se llaman a sí mismos

partidos comunistas y luchan violentamente con los

partidos socialistas que, a sus ojos, son simplemente

traidores sociales. Pero el nombre oficial de la Unión

de Repúblicas Socialistas Soviéticas no ha cambia-

do.

La Agresividad de Rusia

Los nacionalistas alemanes, italianos y japo-

neses justificaban sus políticas agresivas en su falta

de espacio vital (Lebensraum). Sus países ataban

comparativamente superpoblados. Estaban mal do-

tados naturalmente y dependían de la importación de

alimentos y materias primas del exterior. Debían ex-

portar manufacturas para pagar estas importaciones

necesarias. Pero las políticas proteccionistas adopta-

das por los países que producían un exceso de

alimentos y materias primas cierran sus fronteras a

la importación de manufacturas. El mundo tiende

manifiestamente hacia un estado de completa autar-

quía económica de cada nación. En un mundo así,

¿qué destino aguarda a aquellas naciones que no

pueden alimentar no vestir a sus ciudadanos con sus

recursos locales?

Page 53: Caos planificado - Ludwig von Mises

53

La doctrina del Lebensraum de los supuestos

pueblos que “no tienen” destaca que hay en América

y Australia millones de acres de tierras sin utilizar

mucho más fértiles que el suelo estéril que cultivan

los granjeros de las naciones que no tienen. Las con-

diciones naturales para la minería y las manufacturas

son igualmente mucho más propicias que los países

de los que no tienen. Pero los campesinos y trabaja-

dores alemanes, italianos y japoneses ven prohibido

el acceso a esas áreas favorecidas por la naturaleza.

Las leyes de inmigración de los países comparati-

vamente infrapoblados impiden su emigración. Esas

leyes aumentan la productividad marginal del traba-

jo y por tanto los salarios en los países infrapoblados

y los rebajan en los países superpoblados. El alto

nivel de vida en Estados Unidos y los dominios bri-

tánicos se paga con una rebaja en el nivel de vida de

los países congestionados de Europa y Asia.

Los verdaderos agresores, dicen estos nacio-

nalistas alemanes, italianos y japoneses, son aquellas

naciones que por medio de las barreras al comercio y

la emigración se han arrogado la parte del león de

las riquezas naturales del mundo. ¿No ha declarado

el propio papa17

que la cusa raíz de las guerras mun-

diales es “ese egoísmo frío y calculador que tiende a

atesorar los recursos económicos y materiales desti-

nados al uso de todos hasta el punto de que a las

naciones menos favorecidas por la naturaleza no se

les permite acceder a ellos”?18

La guerra que inicia-

17Pío XII (i939-1958).

18Mensaje de Nochebuena, New York Times, 25 de diciembre de 1941.

Page 54: Caos planificado - Ludwig von Mises

54

ron Hitler, Mussolini e Hirohito era desde este punto

de vista una guerra justa, pues su único objetivo era

dar a los que no tienen lo que, por derecho natural y

divino, las pertenece.

Los rusos no pueden aventurarse a justificar

su política agresiva con esos argumentos. Rusia es

un país comparativamente infrapoblado. Su tierra

está mucho mejor dotada por la naturaleza que la de

cualquier otra nación. Ofrece las condiciones más

ventajosas para el cultivo de todo tipo de cereales,

frutas, semillas y plantas. Rusia posee inmensos pas-

tos y bosques casi inagotables. Tiene los más ricos

recursos para producir oro, plata, platino, hierro, co-

bre, níquel, magnesio y todos los demás metales y

petróleo. Pero por el despotismo de los zares y la

lamentable inadecuación del sistema comunista, su

población hace mucho que podía haber disfrutado

del máximo nivel de vida. Indudablemente no es la

falta de recursos naturales no que empuja a Rusia a

la conquista.

La agresividad de Lenin era consecuencia de

su convicción de que era el líder dela revolución

mundial final. Se consideraba como el legítimo su-

cesor de la Primera Internacional, destinada a

cumplir la tarea en la que habían fracasado Marx y

Engels. Había sonado la hora del capitalismo y nin-

guna maquinación capitalista podría retrasar más la

expropiación de los expropiadores. Solo hacía falta

el dictador del nuevo orden social. Lenin estaba dis-

puesto a asumir la carga sobre sus hombros.

Page 55: Caos planificado - Ludwig von Mises

55

Desde los tiempos de las invasiones mongo-

las, la humanidad no ha tenido que afrontar una

aspiración tan resulta y total de supremacía mundial

sin límites. En todos los países, los emisarios rusos y

los quintacolumnistas comunistas estaban trabajando

fanáticamente en el “Anschluss” con Rusia. Pero a

Lenin le faltaban las primeras cuatro columnas. Las

fuerzas militares de Rusia eran en ese momento de-

leznables. Cuando atravesaron las fronteras rusas

fueron detenidas por los polacos. No pudieron avan-

zar más hacia el oeste. La gran campaña para la

conquista del mundo se extinguió.

Resulta ocioso discutir los problemas de si el

comunismo en un país es posible o deseable. Los

comunistas habían fracasado completamente fuera

de las fronteras rusas. Se vieron obligados a quedar-

se en casa.

Stalin dedicó todas sus energías a la organi-

zación de un ejército regular de un tamaño que el

mundo nunca había visto antes. Pero no tuvo más

éxito que Lenin y Trotsky. Los nazis derrotaron fá-

cilmente a su ejército y ocuparon la parte más

importante del territorio de Rusia. Rusia fue salvada

por las fuerzas británicas y, sobre todo, por las esta-

dounidenses. El programa estadounidense de

préstamo y alquiler permitió a los rusos pisar los ta-

lones a los rusos cuando la escasez de equipamiento

y la amenaza de invasión estadounidense les obligó

a salir de Rusia. Pudieron incluso derrotar alguna

vez la retaguardia de los nazis en retirada. Pudieron

conquistar Berlín y Viena cuando los aviones esta-

Page 56: Caos planificado - Ludwig von Mises

56

dounidenses hubieron machado las defensas alema-

nas. Cuando los estadounidenses hubieron aplastado

a los japoneses, los rusos pudieron apuñalarlos tran-

quilamente por la espalda.

Por supuesto, los comunistas dentro y fuera

de Rusia y sus compañeros de viaje responden apa-

sionadamente que Rusia derrotó a los nazis y liberó

Europa. Pasa de puntillas por el hecho de que la úni-

ca razón por la que los nazis no pudieron capturar

Moscú, Leningrado y Stalingrado fue su falta de

municiones, aviones y gasolina. Fue el bloqueo el

que hizo imposible que los nazis suministraran a sus

ejércitos el equipamiento necesario y construir en el

territorio ocupado ruso un sistema de transporte que

pudiera enviar este equipamiento a la muy lejana

línea de frente. La batalla decisiva de la guerra fue la

batalla del Atlántico. Los grandes acontecimientos

estratégicos en la guerra contra Alemania fueron la

conquista de África y Sicilia y la victoria en Nor-

mandía. Stalingrado, cuando se mide con los

patrones gigantescos de esta guerra, fue poco más

que un éxito táctico. En la lucha contra los italianos

y los japoneses, la participación de Rusia fue nula.

Pero los despojos de la victoria van solo a

Rusia. Mientras que la demás Naciones Unidas no

buscan agrandar su territorio, los rusos están en su

apogeo. Se han anexionado las tres repúblicas bálti-

cas, Besarabia, la provincia de Checoslovaquia de

Carpato-Rusia,19

una parte de Finlandia, una buena

19La anexión de Carpato-Rusia explota completamente su hipócrita

indignación respecto de los acuerdos de Múnich de 1938.

Page 57: Caos planificado - Ludwig von Mises

57

parte de Polonia y enormes territorios en Extremo

Oriente. Reclaman el reto de Polonia, Rumanía,

Hungría, Yugoslavia, Bulgaria, Corea y China como

su esfera exclusiva de influencia. Ansían establecer

en estos países gobiernos “amigos”, es decir, go-

bierno títeres. Si no fuera por la oposición de

Estados Unidos y Gran Bretaña, hoy gobernarían

toda Europa continental, Asia continental y norte de

África. Solo los baluartes estadounidenses británi-

cos en Alemania cierran el paso a los rusos hasta las

orillas del Atlántico.

Hoy, no menos que después de la Primera

Guerra Mundial, la amenaza real para Occidente no

reside en el poder militar de Rusia. Gran Bretaña

podría rechazar fácilmente un ataque ruso y sería

una completa locura que los rusos lanzaran una gue-

rra contra Estados Unidos. No son los ejércitos

rusos, sino las ideologías comunistas las que amena-

zan a occidente. Los rusos lo saben muy bien y

confían, no en su propio ejército, sino en sus partida-

rios extranjeros. Quieren derrocar las democracias

desde dentro, no desde fuera. Sus armas principales

son las maquinaciones pro-rusas de sus quintaco-

lumnistas. Son las divisiones de choque del

bolchevismo.

Los escritores y políticos comunistas dentro

y fuera de Rusia explican las políticas agresivas de

esta como mera autodefensa. Dicen que no es Rusia

la que planea la agresión, sino, por el contrario, son

las decadentes democracias capitalistas. Rusia solo

quiere defender su propia independencia. Es un mé-

Page 58: Caos planificado - Ludwig von Mises

58

todo antiguo y muy usado para justificar la agresión.

Luis XIV y Napoleón I, Guillermo II y Hitler fueron

los más amantes de la paz de todos los hombres.

Cuando invadían países extranjeros, solo lo hacían

en justa autodefensa. Rusia estaba tan amenazada

por Estonia o Letonia como Alemania por Luxem-

burgo o Dinamarca.

Una consecuencia de este cuento de la auto-

defensa es la leyenda del cordón sanitario. La

independencia política de los países pequeños veci-

nos de Rusia, se dice, es simplemente una argucia

capitalista para impedir que las democracias euro-

peas se vean infectadas con el germen del

comunismo. Por tanto, se concluye, estas naciones

pequeñas han renunciado a su derecho a la indepen-

dencia. Pues Rusia tiene el derecho inalienable a

reclamar que sus vecinos (e igualmente los vecinos

de sus vecinos) deban estar gobernados solo por go-

biernos “amigos”, es decir, estrictamente

comunistas. ¿Qué pasaría con el mundo su todas las

grandes potencias tuvieran la misma pretensión?

La verdad es no son los gobiernos de las na-

ciones democráticas los que buscan derrocar el

actual sistema ruso. No promueven quintas colum-

nas pro-democracia en Rusia y no incitan a las

masas rusas contra sus gobernantes. Pero los rusos

trabajan noche y día fomentando la agitación en to-

dos los países.

La muy tímida y apocada intervención de la

naciones aliadas en la Guerra Civil Rusa no fue una

aventura pro-capitalista y anti-comunista. Para las

Page 59: Caos planificado - Ludwig von Mises

59

naciones aliadas, implicadas en su lucha a vida o

muerte con los alemanes, Lenin era en ese momento

simplemente un peón de sus enemigos mortales. Lu-

dendorff había enviado a Lenin a Rusia para

derrocar el régimen de Kerensky y producir la derro-

ta de Rusia. Los bolcheviques luchaban con armas

contra todos aquellos rusos que querían continuar la

alianza con Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Desde un punto de vista militar, era imposible para

las naciones occidentales permanecer neutrales

mientras sus aliados rusos se estaban defendiendo

desesperadamente contra los bolcheviques. Para las

naciones aliadas, estaba en juego el frente oriental.

La causa de los generales “blancos” era su propia

causa.

Tan pronto como llegó a su fin la guerra con-

tra Alemania en 1918, los aliados perdieron el

interés en los asuntos rusos. Ya no había ninguna

necesidad de un frente oriental. No les importaban

nada los problemas internos de Rusia. Querían la paz

y ansiaban dejar de luchar. Por supuesto, se preocu-

paban porque no sabían cómo liquidar sus aventuras

con decoro. Sus generales lamentaban abandonar a

sus compañeros de armas que habían luchado con

todas sus fuerzas en una causa común. Dejar a estos

hombres en la estacada era en su opinión nada me-

nos que cobardía y deserción. Esas consideraciones

de honor militar retrasaron por un tiempo la retirada

de los inadvertidos destacamentos aliados y la cesa-

ción de envíos a los blancos. Cuando se hizo

finalmente, lo estadistas aliados se sintieron alivia-

Page 60: Caos planificado - Ludwig von Mises

60

dos. Desde entonces, adoptaron una política de es-

tricta neutralidad con respecto a los asuntos rusos.

Es realmente muy desafortunado que las na-

ciones aliadas se hayan implicado, guste o no, en la

Guerra Civil Rusa. Habría sido mejor si la situación

militar de 1917 y 1918 no les hubiera obligado a in-

terferir. Pero uno no debe olvidar el hecho de que el

abandono de la intervención en Rusia era equivalen-

te al fracaso final de la política del presidente

Wilson. Estados Unidos había entrado en guerra pa-

ra hacer al mundo “seguro para la democracia”. La

victoria había aplastado al káiser y sustituido en

Alemania la autocracia imperial comparativamente

suave y limitada por un gobierno republicano. Por

otro lado, había hecho que se estableciera en Rusia

una dictadura comparada con la cual el despotismo

de los zares podría calificarse de liberal. Pero los

aliados no ansiaban hacer a Rusia segura para la de-

mocracia como habían tratado de hacer en

Alemania. Después de todo, la Alemania del káiser

tenía parlamentos, ministros responsables ante los

parlamentos, juicios con jurados, libertad de pensa-

miento, de religión y de prensa no mucho más

limitadas que en Occidente y muchas otras institu-

ciones democráticas. Pero la Rusia soviética era un

despotismo ilimitado.

Estadounidenses, franceses y británicos no

veían las cosas desde este ángulo. Pero las fuerzas

antidemocráticas en Alemania, Italia, Polonia, Hun-

gría y los Balcanes pensaban de otra manera. Tal y

como lo interpretaban los nacionalistas de estos paí-

Page 61: Caos planificado - Ludwig von Mises

61

ses, la neutralidad de las potencias aliadas con res-

pecto a Rusia era evidencia del hecho de que su

preocupación por la democracia había sido una mera

fachada. Los aliados, argumentaban, habían luchado

contra Alemania porque envidiaban la prosperidad

económica de esta y perdonaban a la nueva autocra-

cia rusa porque no temían el poder económico ruso.

La democracia, concluían estos nacionalistas, no era

nada más que una cómoda disculpa para engañar al

pueblo inocente. Y les asustaba que la apelación

emocional de este lema se usara algún día como dis-

fraz para ataques insidiosos contra su propia

independencia.

Desde el abandono de la intervención, Rusia

sin duda ya no tenía ninguna razón para temer a las

grandes potencias occidentales. Tampoco los sovié-

ticos temían una agresión nazi. Las afirmaciones en

contrario, muy populares en Europa Occidental y en

Estados Unidos derivaban de una completa ignoran-

cia de los asuntos alemanes. Pero los rusos conocían

Alemania y a los nazis. Habían leído Mein Kampf.

Aprendieron de su libro no solo que Hitler codiciaba

Ucrania, sino también que la idea estratégica funda-

mental de este era dedicarse a la conquista de Rusia

solo después de haber aniquilado definitivamente y

para siempre a Francia. Los rusos estaban comple-

tamente convencidos de que era vana la expectativa

de Hitler, expresada en el Mein Kampf, de que Gran

Bretaña y Estados Unidos se quedarían fuera de esta

guerra y dejarían tranquilamente que destruyera

Francia. Estaban seguros de que una nueva guerra

mundial como esa, en la que planeaban mantenerse

Page 62: Caos planificado - Ludwig von Mises

62

neutrales, acabaría con una nueva derrota alemana.

Y esta derrota, argumentaban, dejaría a Alemania (si

no a toda Europa) en manos del bolchevismo. Si-

guiendo esta opinión, Stalin ya en tiempos de la

República de Weimar, contribuyó al entonces secre-

to rearme alemán. Los comunistas alemanes

ayudaron a los nazis todo cuanto pudieron en sus

esfuerzos por socavar el régimen de Weimar. Final-

mente Stalin entró en agosto de 1939 en una alianza

abierta con Hitler, para que tuviera las manos libres

contra Occidente.

Lo que Stalin (como el resto de la gente) no

previó fue el abrumador éxito de los ejércitos ale-

manes en 1940. Hitler atacó Rusia en 1941 porque

estaba completamente convencido de no solo Fran-

cia sino también Gran Bretaña estaban arruinadas y

que Estados Unidos, amenazada en su retaguardia

por Japón no sería lo suficientemente fuerte como

para interferir con éxito en los asuntos europeos.

La desintegración del Imperio Habsburgo en

1918 y la derrota nazi en 1945 han abierto las puer-

tas de Europa a Rusia. Rusia es hoy la única

potencia militar en el continente europeo. ¿Pero por

qué los rusos están tan decididos a conquistar y ane-

xionar? Indudablemente no necesitan los recursos de

estos países. Tampoco a Stalin le mueve la idea de

que esas conquistas aumentarían su popularidad en-

tre las masas rusas. Sus súbditos son indiferentes a la

gloria militar.

No era a las masas a quienes quería aplacar

Stalin con su política agresiva, sino a los intelectua-

Page 63: Caos planificado - Ludwig von Mises

63

les. Pues su ortodoxia marxista está en juego, el

mismo fundamento del poderío soviético.

Estos intelectuales rusos eran suficientemen-

te estrechos de mente como para soportar

modificaciones en el credo marxista que eran de he-

cho un abandono de las enseñanzas esenciales del

materialismo dialéctico, siempre que estas modifica-

ciones halagaran su chauvinismo ruso. Se tragaron la

doctrina de que su santa Rusia podía saltar una de

las etapas inevitables de la evolución económica

descritas por Marx. Se enorgullecían de ser la van-

guardia del proletariado y la revolución mundial

que, al alcanzar el socialismo primero solo en un

país, establecían un ejemplo glorioso para todas las

demás naciones. Pero es imposible explicarles por

qué las demás naciones no siguieron finalmente a

Rusia. En los escritos de Marx y Engels, que uno no

puede alejar de sus manos, descubren que los padres

del marxismo consideraban a Gran Bretaña y Fran-

cia e incluso Alemania como los países más

avanzados en la civilización y en la evolución del

capitalismo. Estos estudiosos de las universidades

marxistas pueden ser muy tontos como para com-

prender las doctrinas filosóficas y económicas del

evangelio marxista, pero no lo suficiente como para

no ver que Marx consideraba a esos países occiden-

tales como mucho más avanzados que Rusia.

Luego algunos de estos estudiosos de políti-

cas económicas y estadísticas empiezan a sospechar

que el nivel de vida de las masas es mucho más alto

en los países capitalistas que en su propio país.

Page 64: Caos planificado - Ludwig von Mises

64

¿Cómo puede ser? ¿Por qué hay condiciones más

propicias en Estados Unidos, que (aunque destacado

en la producción capitalista) está más retrasado en

despertar la conciencia de clase en los proletarios?

La conclusión de estos hechos parece inevi-

table. Si los países más avanzados no adoptan el

comunismo y les va bastante bien bajo el capitalis-

mo, si el comunismo se limita a un país al que Marx

consideraba como atrasado y no produce riqueza en

absoluto, ¿no es quizá la interpretación correcta que

el comunismo es una característica de los países

atrasados y genera una pobreza general? ¿No debe el

patriota ruso lamentar el hecho de que su país esté

comprometido con este sistema?

Esos pensamientos son muy peligrosos en un

país despótico. Quienquiera que se atreva a expre-

sarlos sería liquidado sin piedad por la G.P.U. Pero,

aunque no se expresen, están en la punta de la len-

gua de cualquier hombre inteligente. Perturban el

sueño de los cargos supremos y quizá incluso el del

gran dictador. Sin duda tiene poder para aplastar a

cualquier opositor. Pero las consideraciones de con-

veniencia hacen poco recomendable erradicar a toda

esta gente de alguna manera juiciosa y dirigir al país

con solo tarugos estúpidos.

Esta es la crisis real del marxismo ruso. Todo

día que pasa sin traer la revolución mundial se agra-

va. Los soviéticos deben conquistar el mundo o si no

están amenazados en su propio país por un abandono

de la intelectualidad. Es la preocupación sobre el

estado ideológico de las mejores mentes de Rusia lo

Page 65: Caos planificado - Ludwig von Mises

65

que empuja a la Rusia de Stalin a una resuelta agre-

sión.

La Herejía de Trotsky

La doctrina dictatorial enseñada por los bol-

cheviques rusos, los fascistas italianos y los nazis

alemanes implica tácitamente que no puede aparecer

ningún desacuerdo con respecto a la cuestión de

quién será el dictador. Las fuerzas místicas que diri-

gen el curso de los acontecimientos históricos

designan al líder providencial. Toda la gente honra-

da ha de someterse a los designios insondables de la

historia y arrodillarse ante el trono del hombre del

destino. Quienes se nieguen a hacerlo son herejes,

abyectos canallas que deben ser “liquidados”.

En realidad el poder dictatorial lo alcanza el

candidato que consigue exterminar a tiempo todos

sus rivales y ayudantes. El dictador se abre camino

al poder supremo sacrificando a todos sus competi-

dores. Conserva su posición preeminente

masacrando a todos los que puedan disputársela. La

historia de todos los despotismos orientales da testi-

monio de esto, así como la experiencia de las

dictaduras contemporáneas.

Cuando Lenin murió en 1924, Stalin suplantó

a su rival más peligroso, Trotsky. Trotsky escapó,

estuvo años en diversos países de Europa, Asia y

América y fue finalmente asesinado en la ciudad de

México. Stalin sigue siendo el gobernante absoluto

de Rusia.

Page 66: Caos planificado - Ludwig von Mises

66

Trotsky era un intelectual del tipo marxista

ortodoxo. Como tal, trató de presentar su pelea per-

sonal con Stalin como un conflicto de principios.

Trató de construir una doctrina trotskista distinta de

la doctrina estalinista. Calificaba a las políticas de

Stalin como apostasía del legado sagrado de Marx y

Lenin. Stalin contestó de la misma manera. De he-

cho, el conflicto era una rivalidad de dos hombres,

no un conflicto de ideas y principios antagónicos.

Había una pequeña disensión con respecto a los mé-

todos tácticos. Pero en todos los asuntos esenciales

Stalin y Trotsky estaban de acuerdo.

Antes de 1917, Trotsky había vivido muchos

años en países extranjeros y estaba hasta cierto pun-

to familiarizado con los idiomas principales de los

pueblos occidentales. Pasaba por experto en asuntos

internacionales. Realmente no sabía nada acerca de

la civilización, las ideas políticas y las condiciones

económicas occidentales. Como exiliado errante, se

había movido casi exclusivamente en los círculos de

sus compañeros exiliados. Los únicos extranjeros

que había conocido ocasionalmente en cafés y clu-

bes de Europa occidental y central eran doctrinarios

radicales, con sus presupuestos marxistas alejados de

la realidad. Sus principales lecturas eran libros y pe-

riódicos marxistas. Desdeñaba todos los demás

escritos como literatura “burguesa”. Estaba absolu-

tamente incapacitado para ver los acontecimientos

desde cualquier otro ángulo que no fuera el marxis-

mo. Como Marx, estaba dispuesto a interpretar

cualquier huelga grande y cualquier disturbio pe-

Page 67: Caos planificado - Ludwig von Mises

67

queño como señal del estallido de la gran revolución

final.

Stalin es un georgiano sin educación. No tie-

ne el más mínimo conocimiento de ningún idioma

occidental. No conoce Europa ni América. Incluso

sus logros como autor marxista son cuestionables.

Pero fue precisamente el hecho de que, aunque fuera

un feroz defensor del comunismo, no estuviera adoc-

trinado con los dogmas marxistas lo que le hacía

superior a Trotsky. Stalin no se engañaba con las

ideas espurias del materialismo dialéctico. Cuando

afrontaba un problema, no buscaba una interpreta-

ción en los escritos de Marx y Engels. Confiaba en

su sentido común. Era lo suficientemente juicioso

como para entender que la política de revolución

mundial que iniciaron Lenin y Trotsky en 1917 ha-

bía fracasado completamente fuera de las fronteras

de Rusia.

En Alemania, los comunistas (liderados por

Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo) fueron aplas-

tados por destacamentos del ejército regular y

voluntarios nacionalistas en una sangrienta batalla

en enero de 1919 en las calles de Berlín. La toma

comunista del poder en Múnich en la primavera de

1919 los disturbios de Hölz20

en marzo de 1921 aca-

baron igualmente en desastre. En Hungría, en 1919,

los comunistas fueron derrotados por Horthy y

20Los disturbios de Hölz fueron un levantamiento comunista en Ale-

mania (en marzo de 1921 en Mansfeldischen), liderados por el veterano de la Primera Guerra Mundial, Max Hölz (1889–1933). Hölz fue condenado por ello a

cadena perpetua, fue amnistiado en 1928 y luego abandonó Alemania rumbo a la

Unión Soviética.

Page 68: Caos planificado - Ludwig von Mises

68

Gömbös el ejército rumano. En Austria, fracasaron

varios complots comunistas en 1918 y 1919; un vio-

lento levantamiento en julio de 1927 fue abortado

fácilmente por la policía de Viena. En Italia, en

1920, la ocupación de las fábricas fue un completo

desastre. En Francia y Suiza, la propagando comu-

nista parecía muy poderosa en los primeros años tras

el Armisticio de 1918, pero se evaporó muy pronto.

En Gran Bretaña, en 1926, la huelga general convo-

cada por los sindicatos acabó con un lamentable

fracaso.

Trotsky estaba tan cegado por su ortodoxia

que rechazaba admitir que los métodos bolcheviques

habían fracasado. Pero Stalin lo entendió muy bien.

No abandonó la idea de instigar estallidos revolucio-

narios en todos los países extranjeros y de conquistar

todo el mundo para los soviéticos. Pero era comple-

tamente consciente del hecho de que era necesario

posponer la agresión unos años y recurrir a nuevos

métodos para su ejecución. Trotsky se equivocaba al

acusar a Stalin de estrangular el movimiento comu-

nista fuera de Rusia. Lo que hizo realmente Stalin

fue aplicar otros medios para alcanzar los fines que

tenía en común con otros marxistas.

Como exégeta de los dogmas marxistas, Sta-

lin era sin duda inferior a Trotsky, pero como

político sobrepasaba con mucho a su rival. El bol-

chevismo debe su éxito en política mundial a Stalin,

no a Trotsky.

En el campo de la política interior, Trotsky

recurría a los trucos tradicionales ya usados que ha-

Page 69: Caos planificado - Ludwig von Mises

69

bía aplicado los marxistas al criticar las medidas so-

cialistas adoptadas por otros partidos. Lo que hacía

Stalin no era verdadero socialismo o comunismo,

sino por el contrario, justamente lo opuesto, una

monstruosa perversión de los nobles principios de

Marx y Lenin. Todas las características desastrosas

del control público de la producción y distribución

que aparecían en Rusia eran, según la interpretación

de Trotsky, producidas por las políticas de Stalin.

No eran consecuencias inevitables de los métodos

comunistas. Eran fenómenos propios del estalinis-

mo, no del comunismo. Era exclusivamente culpa de

Stalin que una burocracia irresponsable absolutista

fuera suprema, que una clase de oligarcas privilegia-

dos disfrutaran de lujos mientras las masas vivían al

borde del hambre, de que un régimen terrorista eje-

cutara a la vieja guardia de revolucionarios y

condenara a millones a trabajo esclavo en campos de

concentración, de que la policía secreta fuera omni-

potente, de que los sindicatos no tuvieran poder, de

que las masas se vieran privadas de todos los dere-

chos y libertades. Stalin no era un defensor de la

igualitaria sociedad sin clases. Era el pionero de una

vuelta a los peores métodos del gobierno y la explo-

tación de clase. Una nueva clase dirigente de

alrededor del 10% de la población oprimía y explo-

taba despiadadamente a la inmensa mayoría de

esforzados proletarios.

Trotsky no explicaba cómo podía lograr todo

esto un solo hombre y sus pocos aduladores. ¿Dónde

estaban las “fuerzas productivas materiales” de las

que tanto hablaba la materialismo histórico marxista,

Page 70: Caos planificado - Ludwig von Mises

70

que (“independientes de las voluntades de los indi-

viduos”) determinan el curso de los acontecimientos

humanos “con la inexorabilidad de una ley de la na-

turaleza”? ¿Cómo podía ocurrir que un hombre

estuviera en disposición de alterar la “superestructu-

ra judicial y política” que está fijada exclusiva e

inalterablemente por la estructura económica de la

sociedad? Incluso Trotsky reconocía que ya no había

ninguna propiedad privada de los medios de produc-

ción en Rusia. En el imperio de Stalin, producción y

distribución estaban completamente controladas por

la “sociedad”. Un dogma fundamental del marxismo

es que la superestructura de tal sistema debe necesa-

riamente ser el éxtasis del paraíso terrenal. En las

doctrinas marxistas no hay espacio para una inter-

pretación que culpe a los individuos de un proceso

degenerativo que podría convertir la bondad del con-

trol público de los negocios en maldad. Un marxista

coherente (si la coherencia fuera compatible con el

marxismo) tendría que admitir que el sistema políti-

co de Stalin era la superestructura necesaria del

comunismo.

Todo lo esencial del programa de Trotsky

estaba perfectamente de acuerdo con las políticas de

Stalin. Trotsky defendía la industrialización de Ru-

sia. Esto era lo que pretendían los planes

quinquenales de Stalin. Trotsky defendía la colecti-

vización de la agricultura. Stalin creó el koljoz y

liquidó a los kulaks. Trotsky estaba a favor de orga-

nizar un gran ejército. Stalin organizó un ejército así.

Tampoco Trotsky fue un amigo de la democracia

cuando estuvo en el poder. Por el contrario, fue un

Page 71: Caos planificado - Ludwig von Mises

71

fanático defensor de la opresión dictatorial de todos

los “saboteadores”. Es verdad que no previó que el

dictador pudiera considerarle a él, a Trotsky, autor

de tratados marxistas y veterano del glorioso exter-

minio de los Romanov, como el saboteador más

malvado. Como todos los demás defensores de dic-

taduras, suponía que el dictador sería él u otro de sus

amigos íntimos.

Trotsky criticaba la burocracia. Pero no suge-

ría ningún otro método para dirigir los asuntos en un

sistema socialista. No hay otra alternativa a las em-

presas con ánimo de lucro que la dirección

burocrática.21

La verdad es que Trotsky solo encontró un

defecto en Stalin: que él, Stalin, era el dictador y no

él mismo, Trotsky. En su pelea, ambos tenían razón.

Stalin tenía razón en mantener que su régimen era la

encarnación de los principios socialistas. Trotsky

tenía razón al afirmar que el régimen de Stalin había

hecho de Rusia un infierno.

El trotsquismo no desapareció por completo

con la muerte de Trotsky. También el bulangerismo

en Francia sobrevivió durante algún tiempo al fin del

general Boulanger. Siguen existiendo carlistas en

España, aunque se agotara la descendencia de Don

Carlos. Esos movimientos póstumos, por supuesto,

están condenados.

Pero en todos los países hay gente que, aun-

que esté comprometida fanáticamente con la idea de

21Mises, Bureaucracy (Yale University Press, 1944). [Burocracia]

Page 72: Caos planificado - Ludwig von Mises

72

una planificación integral, es decir, con la propiedad

pública de los medios de producción, se asusta

cuando afronta la cara real del comunismo. Esta gen-

te se decepciona. Sueñan con un Jardín del Edén.

Para ellos, el comunismo, o el socialismo, significa

una vida fácil y rica y el disfrute completo de todas

las libertades y placeres. No se dan cuenta de las

contradicciones propias de su imagen de la sociedad

comunista. Se han tragado acríticamente todas las

lunáticas fantasías de Charles Fourier y todos los

absurdos de Veblen. Creen firmemente en la afirma-

ción de Engels de que el socialismo será un reino de

libertad sin límites. Acusan al capitalismo de todo lo

que les disgusta y están completamente convencidos

de que el socialismo les alejará de todo mal. Atribu-

yen sus propios fracasos y frustraciones a la

injusticia de este “loco” sistema competitivo y espe-

ran que el socialismo les asigne ese puesto eminente

y esa alta renta que por derecho les corresponde. Son

cenicientas esperando al príncipe-sabio que recono-

cerá sus méritos y virtudes. La aversión al

capitalismo y la adoración del comunismo son sus

consuelos. Les ayudan a disfrazar su propia inferio-

ridad y a acusar al “sistema” de sus propios defectos.

Al defender la dictadura, esa gente siempre

defiende la dictadura de los suyos. Al pedir planifi-

cación, lo que tienen siempre en mente es su propio

plan, no el de los otros. Nunca admitirán que un ré-

gimen socialista o comunista sea verdadero

socialismo o comunismo, si no les asigna la posición

más elevada y la renta más alta. Para ellos, la carac-

terística del verdadero y genuino comunismo es que

Page 73: Caos planificado - Ludwig von Mises

73

todos los asuntos se realicen precisamente de acuer-

do con su propia voluntad y que todos los que estén

en desacuerdo sean sometidos.

Es un hecho que la mayoría de nuestros con-

temporáneos están imbuidos de ideas socialistas y

comunistas. Sin embargo esto no significa que sean

unánimes en sus propuestas de socialización de los

medios de producción y de control público de la

producción y la distribución. Todo lo contrario. Ca-

da camarilla socialista se opone a los planes de todos

los demás grupos socialistas. Las distintas sectas so-

cialistas luchan entre sí con gran ardor.

Si el caso de Trotsky y el caso análogo de

Gregor Strasser en la Alemania nazi fueran casos

aislados, no habría necesidad de ocuparse de ellos.

Pero no son incidentes casuales. Son típicos. Su es-

tudio revela las causas psicológicas tanto de la

popularidad del socialismo como de su inviabilidad.

La Liberación de los Demonios

La historia de la humanidad es la historia de

las ideas. Pues son ideas, teorías y doctrinas las que

guían la acción humana, determinan los fines últi-

mos que buscan los hombres y la elección de los

medios para alcanzar dichos fines. Los aconteci-

mientos sensacionales que estimulan las emociones

y captan el interés de los observadores superficiales

son meramente la consumación de cambios ideoló-

gicos. No existen transformaciones abruptas que

arrasen con todo en los asuntos humanos. Lo que se

Page 74: Caos planificado - Ludwig von Mises

74

llama, en términos bastante equívocos, un “punto de

inflexión en la historia” es la llegada a la escena de

fuerzas que ya habían estado durante mucho tiempo

detrás del escenario. Nuevas ideologías, que ya hacía

mucho tiempo que habían desbancado a las viejas, se

quitaban su último velo e incluso la gente menos ad-

vertida era consciente de los cambios que no había

advertido antes.

En este sentido, la toma del poder de Lenin

en octubre de 1917 fue sin duda un punto de infle-

xión. Pero este significado era muy diferente del que

le atribuyen los comunistas.

La victoria soviética desempeñó solo un pe-

queño papel en la evolución hacia el socialismo. Las

políticas pro-socialistas de los países industriales de

Europa central y occidental tuvieron consecuencias

mucho mayores en este aspecto. La plan de seguri-

dad social de Bismarck fue pionero de forma más

trascendental en la vía al socialismo que la expro-

piación de las atrasadas fábricas rusas. Los

Ferrocarriles Nacionales Prusianos han proporciona-

do el único ejemplo de una empresa operada por el

gobierno que, al menos por un tiempo, ha evitado un

manifiesto fracaso financiero. Los británicos incluso

antes de 1914 adoptaron partes esenciales del siste-

ma alemán de seguridad social. En todos los países

industriales, los gobiernos siguen políticas protec-

cionistas que han de acabar en definitiva en el

socialismo. El programa alemán de Hindenburg,

que, por supuesto, no pudo ejecutarse completamen-

te debido a la derrota alemana, no era menos radical,

Page 75: Caos planificado - Ludwig von Mises

75

pero sí estaba mucho mejor diseñado que los muy

comentados planes quinquenales rusos.

A los socialistas de los países más industria-

lizados de Occidente, los métodos rusos no podían

valerles para nada. Para estos países, la producción

de manufacturas para la exportación era indispensa-

ble. No podían adoptar el sistema ruso de autarquía

económica. Rusia nunca había exportado manufactu-

ras en cantidades dignas de mención. Bajo el sistema

soviético, sacaba casi todo del mercado mundial de

cereales y materias primas. Ni siquiera los socialis-

tas fanáticos podrían dejar de admitir que Occidente

no podría aprender nada de Rusia. Es evidente que

los logros tecnológicos de los que se glorían los bol-

cheviques fueron sencillamente malas imitaciones de

cosas logradas en Occidente. Lenin defendía el co-

munismo como: “el poder soviético más

electrificación”. Pero la electrificación indudable-

mente no era de origen ruso y las naciones

occidentales sobrepasan a Rusia en el campo de la

electrificación no menos que cualquier otro sector

industrial.

La importancia real de la revolución de Le-

nin ha de verse en el hecho de que fue el estallido

del principio de la violencia y la opresión sin restric-

ciones. Fue la negación de todos los ideales políticos

que habían dirigido durante tres mil años la evolu-

ción de la civilización occidental.

Estado y gobierno son el aparato social de

coacción y represión violenta. Tal aparato, el poder

policial, es indispensable para impedir que indivi-

Page 76: Caos planificado - Ludwig von Mises

76

duos y bandas antisociales destruyan la cooperación

social. La prevención y supresión violenta de las ac-

tividades antisociales benefician a toda la sociedad y

a cada uno de sus miembros. Pero la violencia y la

opresión son, a pesar de todo, males y corrompen a

los que están al cargo de su aplicación. Es necesario

restringir el poder de los que están al cargo para que

no se conviertan en déspotas absolutos. La sociedad

no puede existir sin un aparato de coacción violenta.

Pero tampoco puede existir si los que están al mando

son tiranos irresponsables libres para infligir daño

sobre aquellos que no les gustan.

La función social de las leyes es limitar la

arbitrariedad de la policía. El estado de derecho res-

tringe la arbitrariedad de los funcionarios tanto como

sea posible. Limita estrictamente su discreción y por

tanto asigna a los ciudadanos una esfera en la que

son libres de actuar sin verse frustrados por la inter-

ferencia del gobierno.

Libertad significa siempre libertad frente a

interferencia policial. En la naturaleza no existe la

libertad. Solo existe la firme rigidez de las leyes na-

turales las que el hombre debe someterse

incondicionalmente si quiere alcanzar algún fin en

absoluto. Tampoco había libertad en las condiciones

paradisíacas imaginarias que, según la palabrería

fantástica de muchos escritores, precedió al estable-

cimiento de límites sociales. Donde no hay gobierno,

todos están a merced de su vecino más fuerte. La

libertad solo puede conseguirse dentro de un estado

establecido dispuesto a impedir a un matón matar y

Page 77: Caos planificado - Ludwig von Mises

77

robar a sus conciudadanos más débiles. Pero solo el

estado de derecho impide a los gobernantes conver-

tirse en los peores matones.

Las leyes establecen normas de acción legí-

tima. Fijan los procedimientos requeridos para el

rechazo o alteración de las leyes existentes y la

aprobación de otras nuevas. Igualmente fijan los

procedimientos requeridos para la aplicación de las

leyes en casos concretos, el proceso apropiado del

derecho. Establecen tribunales y juzgados. Así que

pretenden evitar una situación en la que los indivi-

duos estén a merced de los gobernantes.

Los hombres mortales están sujetos a errores

y los legisladores y jueces son hombres mortales.

Puede ocurrir que una y otra vez las leyes válidas o

su interpretación por los tribunales impida a los ór-

ganos ejecutivos recurrir a algunas medidas que

podrían ser beneficiosas. Sin embargo, no pueden

producir ningún gran daño. Si los legisladores reco-

nocen deficiencias en leyes válidas, pueden

alterarlas. Indudablemente es malo que un criminal

pueda a veces eludir el castigo porque queda un agu-

jero en la ley o porque el fiscal ha olvidado ciertas

formalidades. Pero es un mal menor cuando se com-

para con las consecuencias de un poder discrecional

ilimitado por parte del déspota “benevolente”.

Es precisamente esto lo que los individuos

antisociales no consiguen ver. Esa gente condena el

formalismo del proceso debido en el derecho. ¿Por

qué deberían las leyes impedir que el gobierno recu-

rra a medidas beneficiosas? ¿No es fetichismo hacer

Page 78: Caos planificado - Ludwig von Mises

78

supremas las leyes y no la eficacia? Defienden la

sustitución del estado de derecho (Rechtsstaat).por

el estado de bienestar (Wohlfahrtsstaat). En este es-

tado del bienestar, el gobierno paternalista debería

ser libre para hacer todas las cosas que considere

beneficiosas para la comunidad. Ninguna “pieza de

papel” debería restringir a un gobernante ilustrado

en sus intentos de promover el bienestar general.

Todos los opositores deben ser aplastados sin piedad

para que no frustren la acción benéfica del gobierno.

Ninguna formalidad vacía debe protegerlos más

frente a su merecido castigo.

Es habitual calificar al punto de vista de los

defensores del estado del bienestar como el punto de

vista “social”, para distinguirlo del punto de vista

“individualista” y “egoísta” de los defensores del

estado de derecho. Sin embargo, de hecho, los de-

fensores del estado del bienestar son fanáticos

completamente anti-sociales e intolerantes. Pues su

ideología implica tácitamente que el gobierno ejecu-

tará exactamente lo que ellos mismos consideren

justo y benéfico. Desdeñan completamente la posibi-

lidad de que pueda aparecer desacuerdo con respecto

a la cuestión de qué es justo y conveniente y qué no.

Defienden un despotismo ilustrado, pero están con-

vencidos de que el déspota ilustrado compartirá con

todo detalle sus opiniones respecto de las medidas a

adoptar. Están a favor de la planificación, pero lo

que tienen en mente es exclusivamente su propio

plan, no el de otra gente. Quieren exterminar a todos

los oponentes, es decir, a todos los que están en

desacuerdo con ellos. Son completamente intoleran-

Page 79: Caos planificado - Ludwig von Mises

79

tes y no están dispuestos a permitir ninguna discu-

sión. Todo defensor del estado del bienestar y de la

planificación es un dictador potencial. Lo que planea

es privar a todos los demás hombres de todos sus

derechos y establecer su propia omnipotencia y la de

sus amigos. Rechaza convencer a sus conciudada-

nos. Prefiere “liquidarlos”. Se burla de la sociedad

“burguesa” que adora el derecho y el procedimiento

legal. Él adora la violencia y el derramamiento de

sangre.

El conflicto irreconciliable entre estas dos

doctrinas (estado de derecho frente a estado del bie-

nestar) estaba presente en todas las luchas que

libraron los hombres por su libertad. Fue una evolu-

ción larga y dura. Una y otra vez triunfaban los

defensores del absolutismo. Pero finalmente el esta-

do de derecho predominó en el ámbito de la

civilización occidental. El estado de derecho o go-

bierno limitado, salvaguardados por constituciones y

declaraciones de derechos, es la señal característica

de esta civilización. Fue el estado de derecho el que

trajo los maravillosos logros del capitalismo mo-

derno y de (como deberían decir los marxistas

coherentes) su “superestructura”: la democracia.

Proporcionó a una población en constante aumento

un bienestar sin precedentes. Las masas en los países

capitalistas actuales disfrutan hoy de un nivel de vi-

da muy por encima del de los ricos de épocas

anteriores.

Todos estos logros no han amedrentado a los

defensores del despotismo y la planificación. Sin

Page 80: Caos planificado - Ludwig von Mises

80

embargo habría sido absurdo para los defensores del

totalitarismo mostrar abiertamente las inevitables

consecuencias dictatoriales de sus intentos. En el

siglo XIX, las ideas de libertad y estado de derecho

habían conseguido tal prestigio que parecía una lo-

cura atacarlas abiertamente. La opinión pública

estaba firmemente convencida de que el despotismo

estaba acabado y nunca podría restaurarse. ¿No se

había visto forzado el mismo zar de Rusia a abolir la

servidumbre, a establecer el juicio con jurado, a

conceder una limitada libertad de prensa y a respetar

las leyes?

Así que los socialistas recurrieron a un truco.

Continuaron explicando la llegada de la dictadura

del proletariado, es decir, la dictadura de las ideas

propias de cada autor socialista en sus círculos eso-

téricos. Pero al público en general le hablaban de

una manera diferente. El socialismo, afirmaban, trae-

rá la verdadera y completa libertad y democracia.

Eliminará todo tipo de coerción y coacción. El esta-

do se “desvanecerá”. En la comunidad socialista del

futuro no habrá jueces ni policías, ni prisiones ni

mazmorras.

Pero los bolcheviques se quitaron la máscara.

Estaban completamente convencidos de que había

llegado el día de su victoria final e inquebrantable.

Ya no era posible ni necesario más disimulo. El

evangelio del derramamiento de sangre podía predi-

carse abiertamente. Encontraron una respuesta

entusiasta entre todos los intelectuales degenerados

y de salón que durante muchos años habían vagado

Page 81: Caos planificado - Ludwig von Mises

81

en torno a los escritos de Sorel y Nietzsche. Los fru-

tos de la “traición de los intelectuales”22

llegaban a

la madurez. Los jóvenes que habían sido alimenta-

dos con las ideas de Carlyle y Ruskin estaban listos

para tomar las riendas.

Lenin no fue el primer usurpador. Muchos

tiranos le precedieron. Pero sus predecesores estaban

en conflicto con las ideas sostenidas por sus con-

temporáneos más ilustres. Se les oponía la opinión

pública porque sus principios de gobierno eran con-

trarios a los principios aceptado de derecho y

legalidad. Fueron desdeñados y detestados como

usurpadores. Pero la usurpación de Lenin se vio des-

de una perspectiva diferente. Era el superhombre

brutal cuya llegada habían anunciado los pseudo-

filósofos. Era el sabio falsificado a quien la historia

había elegido para traer la salvación a través del de-

rramamiento de sangre. ¿No era el más ortodoxo

adepto del socialismo “científico” marxista? ¿No era

el hombre destinado a llevar a cabo los planes socia-

listas para los cuales los débiles estadistas de las

decadentes democracias eran demasiado tímidos?

Toda la gente bienintencionada reclamaba socialis-

mo; la ciencia, en boca de los infalibles profesores,

lo recomendaban; las iglesias predicaban socialismo

cristiano; los trabajadores ansiaban la abolición del

sistema salarial. Era el hombre que cumpliría todos

estos deseos. Era suficientemente juicioso como para

22Benda, La trahison des clercs (Paría, 1927). [La traición de los

intelectuales]

Page 82: Caos planificado - Ludwig von Mises

82

saber que no puedes hacer una tortilla sin romper los

huevos.

Medio siglo antes, todos los pueblos civiliza-

dos habían censurado a Bismarck cuando declaró

que los grandes problemas de la historia deben re-

solverse con sangre y hierro. Ahora la mayoría de

los hombres cuasi-civilizados se inclina ante el dic-

tador que estaba dispuesto a derramar mucha más

sangre que la que nunca derramó Bismarck.

Este fue el significado verdadero de la revo-

lución de Lenin. Todas las ideas tradicionales de

derecho y legalidad fueron abolidas. El gobierno de

la violencia sin restricciones y la usurpación sustitu-

yeron al estado de derecho. El “estrecho horizonte

de la legalidad burguesa”, como lo calificó Marx,

fue abandonado. A partir de entonces ninguna ley

podía limitar el poder del elegido. Eran libres de ma-

tar ad libitum. Los impulsos innatos del hombre

hacia la exterminación violenta de todos los que le

disgustan, reprimidos por una evolución larga y te-

diosa, se hicieron añicos. Se desataron los demonios.

Llegaba una nueva era, la era de los usurpadores. Se

llamó a la acción a los gánsteres y ellos escucharon

la Voz.

Por supuesto, Lenin no quería esto. No que-

ría conceder a otros las prerrogativas que reclamaba

para sí mismo. No quería asignar a otros hombres el

privilegio de liquidar a sus adversarios. Sólo él había

sido elegido por la historia y sólo a él se le había

confiado el poder dictatorial. Era el único dictador

“legítimo” porque… se lo había dicho una voz inte-

Page 83: Caos planificado - Ludwig von Mises

83

rior. Lenin no fue lo suficientemente brillante como

para prever que otra gente, imbuida de otras creen-

cias, podría ser lo suficientemente audaz como para

pretender que también ellos fueron llamados por una

voz interna. Pero en unos pocos años dos de esos

hombres, Mussolini e Hitler, se hicieron bastante

conocidos.

Es importante entender que el fascismo y el

nazismo fueron dictaduras socialistas. Los comunis-

tas, tanto los miembros registrados de los partidos

comunistas como los compañeros de viaje, estigma-

tizan el fascismo y el nazismo como la etapa más

alta, final y más depravada del capitalismo. Esto está

perfectamente de acuerdo con su costumbre de cali-

ficar a todo partido que no se someta

incondicionalmente a los dictados de Moscú (incluso

los socialdemócratas alemanes, el partico clásico del

marxismo) como mercenario del capitalismo.

Muchas mayores consecuencias tiene que los

comunistas hayan conseguido cambiar la connota-

ción semántica del término fascismo. El fascismo,

como veremos después, era una variedad italiana del

socialismo. Se ajustaba a las condiciones particula-

res de las masas en la superpoblada Italia. No fue un

producto de la mente de Mussolini y sobrevivirá a la

caída de Mussolini. Las políticas exteriores del fas-

cismo y el nazismo, desde el principio, fueron

bastante opuestas. El hecho de que nazis y fascistas

cooperaran estrechamente después de la guerra de

Etiopía y fueran aliados en la Segunda Guerra Mun-

dial, no elimina las diferencias entre estas dos ideas

Page 84: Caos planificado - Ludwig von Mises

84

como la alianza entre Rusia y Estados Unidos no

elimina las diferencias entre el sovietismo y el sis-

tema económico estadounidense. Fascismo y

nazismo estaban ambos comprometidos con el prin-

cipio soviético de la dictadura y la represión violenta

de los disidentes. Si uno quiere asignar al fascismo y

al nazismo a la misma clase de sistemas políticos,

debe llamar a esta clase régimen dictatorial y no de-

be olvidar asignar a los soviéticos a la misma clase.

En años recientes, las innovaciones semánti-

cas comunistas han ido incluso más allá. Califican a

todos los que les desagradan, a todo defensor de un

sistema de libre empresa, como fascista. El bolche-

vismo, dicen, es el único sistema realmente

democrático. Todos los países y partidos no comu-

nistas son esencialmente antidemocráticos y

fascistas.

Es verdad que a veces también no socialistas

(los últimos vestigios de la vieja aristocracia) juga-

ron con la idea de una revolución aristocrática

siguiendo el patrón de la dictadura soviética. Lenin

les había abierto los ojos. ¿Qué tontos hemos ido!, se

lamentaban. Nos hemos dejado engañar por la falsa

palabrería de la burguesía liberal. Creíamos que no

era tolerable desviarse del estado de derecho y aplas-

tar sin piedad a los que desafían nuestro derecho.

¡Qué tontos fueron esos Romanov al conceder a sus

enemigos mortales los beneficios de un juicio justo!

Si alguien despierta las sospechas de Lenin, está lis-

to. Lenin no duda en exterminar, sin ningún juicio,

no solo a cualquier sospechoso, sino también a todos

Page 85: Caos planificado - Ludwig von Mises

85

sus parientes y amigos. Pero los zares temían supers-

ticiosamente infringir las normas establecidas por

esas hojas de papel llamadas leyes. Cuando Alek-

sandr Uliánov conspiró contra la vida del zar, solo se

le ejecutó a él; su hermano Vladimir se salvó. Así

que el propio Alejandro III conservó la vida de Uliá-

nov-Lenin, el hombre que exterminó

despiadadamente a su hijo, su nuera y sus hijos y

con ellos a todos los demás miembros de la familia

que pudo atrapar. ¿No fue la política más estúpida y

suicida?

Sin embargo, no podía resultar ninguna ac-

ción de los sueños de estos viejos tories. Eran un

pequeño grupo de gruñones sin poder. No estaban

respaldados por ninguna fuerza ideológica y no te-

nían seguidores.

La idea de esa revolución aristocrática moti-

vaba al Stahlhelm alemán y a los cagoulards

franceses.23

El Stahlhelm fue simplemente disuelto

por orden de Hitler. El gobierno francés pudo encar-

celar fácilmente a los cagoulards antes de que

tuvieran ninguna oportunidad de producir daños.

La aproximación más cercana a una dictadu-

ra aristocrática es el régimen de Franco. Pero Franco

fue simplemente una marioneta de Mussolini y

Hitler, que querían asegurarse la ayuda española en

23El Stahlhelm era una asociación de veteranos alemanes de la Guerra

Mundial, establecida en 1918. Los cagoulards eran miembro de una organización terrorista francesa de extrema derecha, la Cagoule. Fue responsable de varios

asesinatos de socialistas y antifascistas italianos y colaboró con los nazis y el

gobierno francés de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial (nota del editor).

Page 86: Caos planificado - Ludwig von Mises

86

la inminente guerra contra Francia o al menos la

neutralidad “amistosa” de España. Al desaparecer

sus protectores, tendrá que adoptar métodos occiden-

tales de gobierno o afrontar su destitución.

La dictadura y la opresión violenta de todos

los disidentes son hoy exclusivamente instituciones

socialistas. Esto queda claro al mirar más de cerca al

fascismo y el nazismo.

Fascismo

Cuando estalló la guerra en 1914, el partido

socialista italiano estaba dividido sobre la política a

adoptar.

Un grupo se atenía a los rígidos principios

del marxismo. Esta guerra, sostenían, es una guerra

de los capitalistas. No es posible que los proletarios

se alineen con cualquiera de las partes beligerantes.

Los proletarios deben esperar a la gran revolución, la

guerra civil de los socialistas unidos contra los ex-

plotadores unidos. Debían defender la neutralidad

italiana.

El segundo grupo estaba profundamente

afectado por el odio tradicional a Austria. En su opi-

nión, la primera tarea de los italianos era liberar a

sus camaradas no salvados. Solo entonces llegaría el

día de la revolución socialista.

En este conflicto, Benito Mussolini, el hom-

bre más importante en el socialismo italiano, eligió

al principio la postura marxista ortodoxa. Nadie po-

Page 87: Caos planificado - Ludwig von Mises

87

día sobrepasar a Mussolini en celo marxista. Era el

intransigente defensor del credo más puro, el infle-

xible defensor de los derechos de los proletarios

explotados, el elocuente profeta del gozo socialista

en el provenir. Era un firme enemigo del patriotis-

mo, el nacionalismo, el imperialismo, el gobierno

monárquico y todas las creencias religiosas. Cuando

Italia inició en 1911 la gran serie de guerra con un

ataque a traición a Turquía, Mussolini organizó ma-

nifestaciones violentas contra el envío de tropas a

Libia. Ahora, en 1914, calificaba a la guerra contra

Alemania y Austria como una guerra imperialista.

Seguía entonces bajo la influencia dominante de

Angelica Balabanoff, la hija de un rico terrateniente

ruso. La señorita Balabanoff le había iniciado en las

sutilezas del marxismo. A sus ojos, la derrota de los

Romanov era más importante que la derrota de los

Habsburgo. No tenía ninguna simpatía por las ideas

del Risorgimento.

Pero los intelectuales italianos eran ante todo

nacionalistas. Como en todos los demás países euro-

peos, la mayoría de los marxistas ansiaban guerras y

conquistas. Musolini no estaba dispuesto a perder su

popularidad. Lo más odiaba era no estar en el lado

de la facción victoriosa. Cambió de opinión y se

convirtió en el más fánatico defensor del ataque ita-

liano a Austria. Con ayuda financiera francesa,

fundó un nuevo periódico para luchar por la causa de

la guerra.

Los antifascistas cusan a Mussolini por esta

deserción de las enseñanzas del rígido marxismo.

Page 88: Caos planificado - Ludwig von Mises

88

Fue sobornado, dicen, por los franceses. Pero inclu-

so esta gente debería saber que la publicación de un

periódico requiere fondos. Ellos mismos no hablan

de soborno si un estadounidense rico proporciona a

alguien el dinero para la publicación de un periódico

de un compañero de viaje o si los fondos fluyen mis-

teriosamente a las empresas editoras comunistas. Es

un hecho que Mussolini entro en la escena política

mundial como un aliado de las democracias, mien-

tras que Lenin entró en ella como un virtual aliado

de la Alemania imperial.

Más que cualquier otro, Mussolini fue fun-

damental en lograr la entrada de Italia en la Primera

Guerra Mundial. Su propaganda periodística hizo

posible que el gobierno declarara la guerra a Aus-

troa. Solo aquella poca gente que piense que la

desintegración del Imperio Austro-Húngaro selló la

condena de Europa tiene derecho a encontrar un de-

fecto en esta actitud. Solo aquellos italianos que

empiecen por entender que el único medio de prote-

ger a las minorías italohablantes en los distritos

litorales de Austria contra las mayorías eslavas iba a

preservar la integridad del estado austriaco, cuya

constitución garantizaba iguales derechos a todos los

grupos lingüísticos son libres de acusar a Mussolini.

Mussolini fue una de las figuras más despreciables

de la historia. Pero sigue siendo cierto que su prime-

ra gran acción política sigue teniendo la aprobación

de todos sus compatriotas y de la inmensa mayoría

de sus detractores extranjeros.

Page 89: Caos planificado - Ludwig von Mises

89

Cuando la guerra llegó a su fin, la populari-

dad de Mussolini disminuyó. Los comunistas, muy

populares por los acontecimientos en Rusia, seguían

adelante. Pero la gran aventura comunista, la ocupa-

ción de las fábricas en 1920, acabó con un completo

fracaso y las masas desalentadas recordaron al anti-

guo líder del partido socialista. Acudieron en masa

al nuevo partido de Mussolini, el fascista. La juven-

tud alababa con turbulento entusiasmo al pretendido

sucesor de los césares. Mussolini presumía en años

posteriores de haber salvado a Italia del peligro del

comunismo. Sus enemigos responden apasionada-

mente a sus afirmaciones. El comunismo, dicen, ya

no era un factor real en Italia cuando Mussolini tomó

el poder. La verdad es que la frustración del comu-

nismo acrecentó las filas de los fascistas e hizo

posible que destruyeran todos los demás partidos. La

abrumadora victoria de los fascistas no fue la causa,

sino la consecuencia del fracaso comunista.

El programa de los fascistas, tal y como se

escribió en 191, era vehementemente anticapitalis-

ta.24

Los newdealers más radicales e incluso los

comunistas pueden estar de acuerdo con él. Cuando

los fascistas llegaron al poder, habían olvidado aque-

llos puntos de su programa que se referían a la

libertad de pensamiento y prensa y al derecho de

reunión. En este aspecto eran discípulos conscientes

de Bujarin y Lenin. Además, tampoco suprimieron,

como habían prometido, las grandes empresas indus-

24Este programa de reimprimió en inglés en el libro del conde Carlo

Sforza, Contemporary Italy, traducido por Drake y Denise de Kay (Nueva York,

1944), pp. 295-296.

Page 90: Caos planificado - Ludwig von Mises

90

triales y financieras. Italia necesitaba desesperada-

mente crédito exterior para el desarrollo de sus

industrias. El principal problema del fascismo, en

los primeros años de su gobierno, fue ganarse la

confianza de los banqueros extranjeros. Habría sido

suicida destruir las grandes empresas italianas.

La política económica fascista (al principio)

no se diferenciaba esencialmente de las de otras na-

ciones occidentales. Era una política de

intervencionismo. Con el paso de los años, se apro-

ximó cada vez más al patrón nazi del socialismo.

Cuando Italia, tras las derrota de Francia, entró en la

Segunda Guerra Mundial, su economía estaba en

buena parte modelada siguiendo el patrón alemán.

La principal diferencia era que los fascistas eran

menos eficientes e incluso más corruptos que los

nazis.

Pero Mussolini no podía permanecer sin una

filosofía económica de su propia invención. El fas-

cismo se planteaba como una nueva filosofía,

inaudita hasta entonces y desconocida para todas las

demás naciones. Afirmaba ser el evangelio que el

resucitado espíritu de la antigua Roma traía a los de-

cadentes pueblos democráticos cuyos bárbaros

antepasados habían destruido una vez el Imperio

Romano. Era al tiempo la consumación del Renaci-

miento y del Risorgimento, la liberación final del

genio latino del yugo de las ideologías extranjeras.

Su brillante líder, el incomparable Duce, estaba lla-

mado a encontrar la solución definitiva a los

Page 91: Caos planificado - Ludwig von Mises

91

acuciantes problemas de la organización económica

de la sociedad y la justicia social.

Del basurero de utopías socialistas descarta-

das, los intelectuales fascistas rescataron el

programa del socialismo gremial. El socialismo

gremial fue muy popular entre los socialistas británi-

cos en los últimos años de la Primera Guerra

Mundial y los primeros años que siguieron al Armis-

ticio. Era tan impracticable que desapareció muy

pronto de la literatura socialista. Ningún estadista

serio prestó nunca atención a los planes contradicto-

rios y confusos del socialismo gremial. Estaba casi

olvidado cuando los fascistas lo agregaron a una

nueva etiqueta y proclamaron pomposamente al cor-

porativismo como la nueva panacea social. La gente

dentro y fuera de Italia quedó cautivada. Se escribie-

ron innumerables libros, panfletos y artículos

alabando al stato corporativo. Los gobiernos de

Austria y Portugal declararon muy pronto que segui-

rían los nobles principios del corporativismo. La

encíclica papal Quadragesimo Anno (1931) contenía

algunos párrafos que podrían interpretarse (no nece-

sariamente) como una aprobación del

corporativismo. En Francia sus ideas encontraron

muchos defensores elocuentes.

Era mera palabrería. Los fascistas nunca hi-

cieron ningún intento de llevar a cabo el programa

corporativista, el autogobierno industrial. Cambiaron

el nombre de las cámaras de comercio por consejos

corporativos. Llamaron corporazione a las organiza-

ciones obligatorias de los diversos sectores

Page 92: Caos planificado - Ludwig von Mises

92

industriales que eran las unidades administrativas

para la ejecución del patrón alemán del socialismo

que habían adoptado. Pero no hubo nada de autogo-

bierno de las corporazione. El gabinete fascista no

toleraba la interferencia de nadie en su control auto-

ritario absoluto de la producción. Todos los planes

para el establecimiento del sistema corporativo que-

daron como letra muerta.

El principal problema de Italia es su relativa

superpoblación. En esta época de barreras al comer-

cio y la emigración, los italianos están condenados a

subsistir permanentemente en un nivel inferior de

vida al de los habitantes de los países más favoreci-

dos por la naturaleza. Los fascistas solo veían un

medio para arreglar esta desgracia situación: la con-

quista. Eran demasiado estrechos de mente como

para entender que la reparación que recomendaban

era falsa y peor que el mal a combatir. Estaban ade-

más tan completamente cegados por el engreimiento

y la vanagloria que no se dieron cuenta de que sus

discursos provocativos eran sencillamente ridículos.

Los extranjeros a los que retaban insolentemente sa-

bían muy bien lo insignificantes que eran las fuerzas

militares de Italia.

El fascismo no fue, como presumían sus de-

fensores, un producto original de la mente italiana.

Empezó como una escisión en las filas del socialis-

mo marxista, que indudablemente era una doctrina

importada. Su programa económico se tomó del so-

cialismo alemán no marxista y su agresividad fue

igualmente copiada a alemanes, los Alldeutscher o

Page 93: Caos planificado - Ludwig von Mises

93

pangermanos, antecesores de los nazis. Su dirección

de los asuntos públicos era una réplica de la dictadu-

ra de Lenin. El corporativismo, su muy publicitado

adorno ideológico, era de origen británico. El único

ingrediente local del fascismo era el estilo teatral de

sus desfiles, espectáculos y festivales.

El efímero episodio fascista acabó en sangre,

miseria e ignominia. Pero las fuerzas que generaron

el fascismo no están muertas. El nacionalismo faná-

tico es una característica común a todos los italianos

actuales. Los comunistas sin duda no están dispues-

tos a renunciar a su principio de opresión dictatorial

de todos los disidentes. Tampoco los partidos católi-

cos defienden la libertad de pensamiento, de prensa

o de religión. Hay en Italia solo unas pocas personas

que comprenden de verdad que el requisito indispen-

sable de la democracia y los derechos del hombre es

la libertad económica.

Puede ser que el fascismo resucite bajo una

nueva etiqueta y con nuevos lemas y símbolos. Pero

si ocurre esto, las consecuencias serían nocivas. Pues

el fascismo no es, como proclamaban los fascistas,

una “nueva forma de vida”,25

es más bien una vieja

forma de destrucción y muerte.

25Por ejemplo, Mario Palmieri, The Philosophy of Fascism (Chicago,

1936), p. 248.

Page 94: Caos planificado - Ludwig von Mises

94

Nazismo

La filsofía de los nazis, el Partido Nacional-

socialista Obrero Alemán, es la manifestación más

pura y coherente del espíritu anticapitalista y socia-

lista de nuestro tiempo. Sus ideas esenciales no son

alemanas o “arias” en su origen, no son propias de

los alemanes actuales. En el árbol genealógico de la

doctrina nazi, latinos como Sismondi y Georges So-

rel, y anglosajones como Carlyle, Ruskin y Houston

Stewart Chamberlain eran más importantes que

cualquier alemán. Incluso el vestido ideológico más

conocido del nazismo, la fábula de la superioridad

de la raza aria, no era de origen alemán: su autor era

un francés, Gobineau. Alemanes descendientes de

judíos, como Lassalle, Lasson, Stahl y Walter Rat-

henau contribuyeron más a las ideas esenciales nazis

que hombres como Sombart, Spann y Ferdinand

Fried. El lema en que los nazis condensaban su fi-

los´fia económica, que era Gemeinnutz geht vor

Eigennutz (es decir, la comunidad está por encima

del beneficio privado) es igualmente la idea subya-

cente del New Deal estadounidense y de la gestión

soviética de los asuntos económicos. Implica que los

negocios con ánimo de lucro dañan los intereses vi-

tales de la inmensa mayoría y que es tarea sagrada

del gobierno popular impedir la aparición de benefi-

cios mediante el control público de la producción y

la distribución.

En único ingrediente específicamente alemán

en el nazismo fue su esfuerzo de conquista de Le-

bensraum. Y este también fue resultado de su

Page 95: Caos planificado - Ludwig von Mises

95

acuerdo con las ideas que guiaban las políticas de los

partidos políticos más influyentes de todos los de-

más países. Estos partidos proclaman la igualdad de

rentas como lo principal. Los nazis hacen lo mismo.

Los caracteriza a los nazis es el hecho de que no es-

tán dispuestos a aceptar un estado den cosas en el

que los alemanes estén condenados para siempre a

estar “prisioneros”, como ellos dicen, en un área

comparativamente pequeña y sobrepoblada en la que

la productividad del trabajo deba ser menor que en

los países comparativamente infrapoblados, que es-

tán mejor dotados de recursos naturales y bienes de

capital. Apuntan a una distribución más justa de los

recursos naturales de la tierra. Como nación que “no

tiene”, ven la riqueza de las naciones más ricas con

los mismos sentimientos con los que mucha gente en

los países occidentales ven las rentas superiores de

algunos de sus compatriotas. Los “progresistas” en

los países anglosajones afirman que “no merece la

pena tener libertad” para los desfavorecidos por la

pequeñez comparativa de sus rentas. Los nazis dicen

lo mismo respecto de las relaciones internacionales.

En su opinión, la única libertad que importa es la

Nahrungsfreiheit (es decir, la libertad para importar

comida). Buscan la adquisición de un territorio tan

grande y ricos en recursos naturales que puedan vi-

vir en autosuficiencia económica a un nivel no

inferior al de ninguna otra nación. Se consideran re-

volucionarios luchando por sus derechos naturales

inalienables frente a los intereses creados de un gru-

po de naciones reaccionarias.

Page 96: Caos planificado - Ludwig von Mises

96

Es fácil para los economistas explotar las fal-

sedades incluidas en las doctrinas nazis. Pero

quienes desdeñan la economía por “ortodoxa y reac-

cionaria” y apoyan fanáticamente las falsas

creencias del socialismo y el nacionalismo económi-

co, están perdidos para refutarlas. Pues el nazismo

no era más que la aplicación lógica de sus propias

ideas a las condiciones particulares de la comparati-

vamente superpoblada Alemania.

Durante más de setenta años, los profesores

alemanes de ciencias políticas, historia, derecho,

geografía y filosofía imbuyeron ansiosamente a sus

discípulos un odio histérico al capitalismo y predica-

ron la guerra de “liberación” frente al Occidente

capitalista. Los “socialistas de cátedra” alemanes,

muy admirados en todos los países extranjeros, fue-

ron los que marcaron el paso en las dos guerras

mundiales. Al cambiar el siglo, la inmensa mayoría

de los alemanes ya eran partidarios radicales del so-

cialismo y el nacionalismo agresivo. Ya estaban

entonces firmemente comprometidos con los princi-

pios del nazismo. Lo que faltaba y se añadió después

fue solo un nuevo término para distinguir su doctri-

na.

Cuando las políticas soviéticas de extermina-

ción masiva de todos los disidentes y de violencia

despiadada eliminaron las inhibiciones contra el ase-

sinato integral, que aún preocupaban a algunos

alemanes, nadie puedo ya detener el avance del na-

zismo. Los nazis se apresuraron a adoptar los

métodos soviéticos. Importaron de Rusia: el sistema

Page 97: Caos planificado - Ludwig von Mises

97

de partido único y la preeminencia del partido en la

vida política; la posición preeminente asignada a la

policía secreta; los campos de concentración; la eje-

cución o encarcelamiento administrativos de todos

los opositores; la exterminación de las familias de

sospechosos y exiliados; los métodos de propagan-

da; la organización de partidos filiales en el exterior

y su empleo para luchar contra los gobiernos locales

y el espionaje y sabotaje; el uso del servicio diplo-

mático y consular para fomentar la revolución y

muchas otras cosas más. No hubo en ningún sitio

discípulos más dóciles de Lenin, Trotsky y Stalin

que los nazis.

Hitler no fue el fundador del nazismo: fue su

resultado. Era, como la mayoría de sus colaborado-

res, un gánster sádico. No tenía formación y era un

ignorante; había suspendido incluso en los primeros

años de instituto. Nunca tuvo ningún empleo honra-

do. Es mentira que haya sido nunca empapelador. Su

carrera militar en la Primera Guerra Mundial fue

bastante mediocre. La Cruz de Hierro de Primera

Clase se le dio después de la guerra como recompen-

sa por sus actividades como agente político. Era un

maníaco obsesionado con la megalomanía. Pero pro-

fesores educados alimentaron su vanidad. Werner

Sombart, que una vez proclamó que su vida se había

dedicado a luchar contra las ideas de Marx,26

Som-

bart, a quien la American Economic Association

había elegido como miembro honorario y muchas

universidades habían otorgado títulos honorarios,

26Sombart, Das Lebenswerk yon Karl Marx (Jena, 1909), p. 3.

Page 98: Caos planificado - Ludwig von Mises

98

declaraba ingenuamente que el Führertum significa

una revelación permanente y que el Führer recibía

sus órdenes directamentde Dios, el Führer supremo

del Universo.27

El plan nazi era más completo y por tanto

más pernicioso que el de los marxistas. Apuntaba a

la abolición del laissez faire no solo en la produc-

ción de bienes materiales, sino asimismo en la

producción de hombres. El Führer no solo era el di-

rector general de todas las industrias: era asimismo

el director general de la granja de cría que buscaba

crear hombres superiores y eliminar a los inferiores.

Se iba a poner en práctica un grandioso plan de eu-

genesia de acuerdo con principios “científicos”.

Es inútil que los defensores de la eugenesia

protesten diciendo que no querían decir lo que hicie-

ron los nazis. La eugenesia busca colocar a algunos

hombres, respaldados por el poder policial, con una

control completo de la reproducción humana. Sugie-

re que los métodos aplicados a los animales

domésticos se aplique a los hombres. Esto es preci-

samente lo que los nazis trataron de hacer. La única

objeción que puede plantear un eugenista es que su

propio plan difiere del de los intelectuales nazis y

que quiere crear otro tipo de hombres distintos del

de los nazis. Como todo defensor de la planificación

económico busca solo la ejecución de su propio

plan, todo defensor de la planificación eugenésica

27Sombart, A New Social Philosophy, trad. y ed. K. F. Geiser (Prince-

ton University Press, 1937), p. 194.

Page 99: Caos planificado - Ludwig von Mises

99

busca la ejecución de su propio plan y quiere él

mismo actuar como criador de ganado humano.

Los eugenistas pretenden que quieren elimi-

nar a las personas criminales. Pero la calificación de

un criminal depende de las leyes existentes en un

país y varía con el cambio en las ideologías sociales

y políticas. Jan Hus, Giordano Bruno y Galileo Gali-

lei fueron criminales desde el punto de vista de las

leyes que aplicaron sus jueces. Cuando Stalin robo

varios millones de rublos del Banco del Estado Ru-

so, cometió un crimen. Hoy en Rusia es un delito

estar en desacuerdo con Stalin. En la Alemania nazi,

las relaciones sexuales entre “arios” y miembros de

una raza “inferior” eran un crimen. ¿A quienes quie-

ren eliminar los eugenistas, a Bruto o a César?

Ambos violaron las leyes de su país. Si los eugenis-

tas del siglo XVIII hubieran impedido que los

adictos al alcohol hubieran generado hijos, su plani-

ficación habría eliminado a Beethoven.

Debe destacarse de nuevo: no existe un ten-

dría científico. El qué hombres son superiores y qué

hombres son inferiores solo puede dilucidarse con

juicios personales de valor no verificables ni falsa-

bles. Los eugenistas se engañan al suponer que ellos

mismos serán llamados a decidir qué cualidades han

de conservarse en el ganado humano. Son demasia-

do tontos como para tener en cuenta la posibilidad

de que otra gente podría tomar la decisión de acuer-

do con sus propios juicios de valor.28

Para los nazis,

28La devastadora crítica de la eugenesia, por H.S. Jennings, The Bio-

logical Basis of Human Nature (Nueva York, 1930), pp. 223-252.

Page 100: Caos planificado - Ludwig von Mises

100

el asesino brutal (la “bestia rubia”) es el espécimen

más perfecto de la humanidad.

Las matanzas masivas perpetradas en los

campos nazis del horror son demasiado terribles co-

mo para ser descritas adecuadamente con palabras.

Pero son la aplicación lógica y coherente de doctri-

nas y políticas exhibidas como ciencia aplicada y

probadas por algunos hombres que en un sector las

ciencias naturales han mostrado perspicacia y habi-

lidad técnica en la investigación en el laboratorio.

Las Enseñanzas de la Experiencia Soviética

Mucha gente en todo el mundo afirma que el

“experimento” soviético han proporcionado eviden-

cias concluyentes a favor del socialismo y ha

desmentido todas, o al menos la mayoría, de las ob-

jeciones planteadas contra él. Los hechos, dicen,

hablan por sí mismos. Ya no es permisible prestar

ninguna atención a espurio razonamiento apriorístico

de economías de sofá criticando los planes socialis-

tas. Un experimento esencial ha destrozado sus

mentiras.

Antes que nada es necesario entender que en

el campo de la acción humana voluntaria y las rela-

ciones sociales, no puede hacerse nunca ningún

experimento. El método experimental al que las

ciencias naturales deben todos sus logros es inapli-

cable a las ciencias sociales. Las ciencias naturales

están en disposición de observar en el experimento

de laboratorio las consecuencias de un cambio aisla-

Page 101: Caos planificado - Ludwig von Mises

101

do en solo un elemento, mientras los demás elemen-

tos permanecen inalterables. Su observación

experimental se refiere en último término a ciertos

elementos aislables en la experiencia sensorial. Lo

que las ciencias naturales llaman hechos son las re-

laciones causales mostradas en dichos experimentos.

Sus teorías e hipótesis deben estar de acuerdo con

estos hechos.

Pero la experiencia con la que tienen que tra-

tar las ciencias de la acción humana es

esencialmente distinta. Es experiencia histórica. Es

una experiencia de fenómenos complejos, de los

efectos conjuntos producidos por la cooperación de

una multitud de elementos. Las ciencias sociales no

están nunca en disposición de controlar las condi-

ciones de cambio y aislarlas entre sí en la forma en

que el experimentador procede al realizar sus expe-

rimentos. Nunca disfrutan de la ventaja de observar

las consecuencias de un cambio en un solo elemento,

en igualdad de condiciones. Nunca afrontan los he-

chos en el sentido en que las ciencias naturales

emplean esta palabra. Todo hecho y toda experiencia

con la que tienen que tratar las ciencias sociales es-

tán abiertos a interpretaciones diversas. Los hechos

históricos y la experiencia histórica nunca pueden

probar o refutar una afirmación en la forma en que

los prueba o refuta un experimento.

La experiencia histórica nunca se comenta a

sí misma. Tiene que interpretarse desde el punto de

vista de teorías construidas con la ayuda de observa-

ciones experimentales. No hay necesidad de entrar

Page 102: Caos planificado - Ludwig von Mises

102

en un análisis epistemológico de los problemas lógi-

cos y filosóficos implicados. Baste con referirse al

hecho de que nadie (científico o lego) procedió nun-

ca de otra manera al tratar de la experiencia

histórica. Toda explicación de la relevancia y signi-

ficado de hechos históricos pasa muy pronto a ser

una explicación de principios abstractos generales,

que anteceden lógicamente a los hechos resolver e

interpretar. La referencia a la experiencia histórica

nunca puede resolver ningún problema o responder a

ninguna pregunta. Los mismos acontecimientos his-

tóricos y las mismas cifras estadísticas se presentan

como confirmaciones de teorías contradictorias.

Si la historia pudiera probar y enseñarnos

algo, sería que la propiedad privada de los medios de

producción es un requisito necesario de la civiliza-

ción y el bienestar material. Todas las civilizaciones

hasta ahora se han basado en la propiedad privada.

Solo las naciones comprometidas con el principio de

propiedad privado han superado la penuria y produ-

cido ciencia, arte y literatura. No hay experiencia

que demuestre que ningún otro sistema social pueda

proporcionar a la humanidad ninguno de los logros

de la civilización. Sin embargo poca gente considera

esto como una refutación suficiente e indiscutible

del programa socialista.

Por el contrario, hay incluso gente que argu-

menta todo lo contrario. Se afirma frecuentemente

que el sistema de propiedad privada está condenado

precisamente porque fue el sistema que aplicaron los

hombres en el pasado. Por muy beneficioso que un

Page 103: Caos planificado - Ludwig von Mises

103

sistema pueda haber sido en el pasado, dicen, puede

no serlo también en el futuro: una nueva era requiere

un nuevo modo de organización social. La humani-

dad ha alcanzado la madurez, sería peligroso que se

atuviera a los principios a los que recurría en las eta-

pas anteriores de su evolución. Indudablemente es el

abandono más radical del experimentalismo. El mé-

todo experimental puede afirmar: como a produjo en

el pasado el resultado b, lo producirá también en el

futuro. Nunca debe afirmar: como a produjo en el

pasado el resultado b, queda probado que no puede

producirlo más veces.

A pesar del hecho de que la humanidad no

tuvo ninguna experiencia con el modo socialista de

producción, los escritores socialistas han creado va-

rios esquemas de sistemas socialistas basados en el

razonamiento apriorístico. Pero tan pronto como al-

guien se atreve a analizar estos proyectos y

revisarlos con respecto a su viabilidad y capacidad

de aumentar el bienestar humano, los socialistas pro-

testan airadamente. Estos análisis, dicen, son

simplemente especulaciones apriorísticas ociosas.

No pueden refutar la corrección de nuestras declara-

ciones y la conveniencia de nuestros planes. No son

experimentales. Uno debe intentar el socialismo y

luego los resultados hablarán por sí mismos.

Lo que piden estos socialistas es absurdo.

Llevada a sus consecuencias lógicas últimas, su idea

implica que los hombres no son libres de refutar

ningún plan mediante razonamiento (aunque no ten-

ga sentido o sea contradictorio o impracticable) que

Page 104: Caos planificado - Ludwig von Mises

104

cualquier reformador quiera sugerir. Según su punto

de vista, el único método admisible para la refuta-

ción de un plan como ese (necesariamente abstracto

y apriorístico) es probarlo reorganizando toda la so-

ciedad de acuerdo con sus designios. Tan pronto

como un hombre diseñe el plan para un mejor orden

social, todas las naciones están obligadas a probarlo

y ver qué pasa.

Ni siquiera los socialistas más recalcitrantes

pueden dejar de admitir que hay varios planes para

la construcción de la futura utopía, incompatibles

entre sí. Está el patrón soviético de socialización

completa de todas las empresas y su abierta gestión

burocrática; está el patrón alemán del

Zwangswirtschaft, hacia cuya completa adopción

están tendiendo manifiestamente los países anglosa-

jones; esta el socialismo gremial, bajo el nombre de

corporativismo aún popular en algunos países católi-

cos. Hay muchas otras variedades. Los defensores de

la mayoría de estos planes en competencia afirman

que los resultados benéficos esperables de su propio

plan aparecerán solo cuando todas las naciones lo

hayan adoptado; niegan que el socialismo en un solo

país pueda proporcionar ya los beneficios que atri-

buyen al socialismo. Los marxistas declaran que el

éxtasis del socialismo aparecerá solo en su “fase su-

perior”, que, dan a entender solo aparecerá después

de que la clase trabajadora haya pasado “por largas

luchas, por una serie de procesos históricos, trans-

formando completamente tanto circunstancias como

Page 105: Caos planificado - Ludwig von Mises

105

hombres”.29

La consecuencia de todo esto es que

uno debe entender el socialismo y esperar tranqui-

lamente durante mucho tiempo hasta que lleguen sus

beneficios prometidos. Ninguna experiencia des-

agradable en el periodo de transición, no importa lo

largo que pueda ser este periodo, puede rebatir la

afirmación de que el socialismo el mejor de todos

los modos concebibles de organización social. El

que crea, se salvará.

¿Pero cuál de los muchos planes socialistas,

que se contradicen entre sí, debería adoptarse? Toda

secta socialista proclama vehementemente que su

propia rama es el único socialismo genuino y que

todas las demás sectas defienden medidas falsas,

completamente perniciosas. Al luchar entre sí, las

diversas facciones socialistas recurren a los mismos

métodos de razonamiento abstracto que estigmatizan

como un vano apriorismo siempre que se aplica a

sus propias declaraciones y la conveniencia y viabi-

lidad de sus propios planes. Por supuesto, no hay

otro método disponible. Las mentiras implícitas en

un sistema de razonamiento abstracto (como el so-

cialismo) no pueden aplastarse salvo mediante

razonamiento abstracto.

La objeción fundamental señalada contra la

viabilidad del socialismo se refiere a la imposibili-

dad del cálculo económico. Se ha demostrado de una

manera irrefutable que una comunidad socialista no

estaría en disposición de aplicar el cálculo económi-

29Marx, Der Bürgerkrieg in Frankreich, ed. Pfemfert (Berlin, 1919),

p. 54. [La guerra civil de Francia]

Page 106: Caos planificado - Ludwig von Mises

106

co. Donde no hay precios de mercado para los facto-

res de producción porque no se compra ni vende

nada, es imposible recurrir al cálculo al planear la

acción futura y determinar el resultado de la acción

pretérita. Una gestión socialista de la producción

sencillamente no sabría si lo que planifica y ejecuta

es el medio más apropiado o no para alcanzar los

fines buscados. Operaría en la oscuridad, por decirlo

así. Desperdiciaría los factores escasos de produc-

ción, tanto materiales como humanos (trabajo). Se

producirán inevitablemente caos y pobreza.

Todos los primeros socialistas eran tan estre-

chos de miras como para no ver este punto esencial.

Tampoco los primeros economistas entendieron toda

su importancia. Cuando este escritor demostró en

1920 la imposibilidad del cálculo económico bajo el

socialismo, los apologistas del socialismo se dedica-

ron a la búsqueda de un método de cálculo aplicable

a un sistema socialista. Fracasaron completamente

en el intento. La inutilidad de los planes que produ-

jeron puede demostrarse fácilmente. Aquellos

comunistas que no estaban completamente intimida-

dos por el miedo a los ejecutores soviéticos, como

Trotsky, admitieron espontáneamente que el cálculo

económico es impensable sin relaciones de merca-

do.30

La quiebra intelectual de la doctrina socialista

ya no puede ocultarse. A pesar de su popularidad sin

precedentes, el socialismo está condenado. Ningún

economista puede ya cuestionar su inviabilidad. La

30Hayek, Individualism and the Economic Order (Chicago University

Press, 1948), pp. 89-91. [Individualismo y orden económico]

Page 107: Caos planificado - Ludwig von Mises

107

manifestación de ideas socialistas es hoy la prueba

de una completa ignorancia de los problemas básicos

de la economía. Las afirmaciones socialistas son tan

vanas como las de astrólogos y magos.

Con respecto al problema esencial del socia-

lismo, es decir, al cálculo económico, el

“experimento” ruso no vale para nada. Los soviéti-

cos están operando en un mundo cuya mayor parte

sigue en una economía de mercado. Basan los cálcu-

los sobre los que toman sus decisiones en los precios

establecidos en el extranjero. Sin la ayuda de estos

precios, sus acciones no tendrían objetivos ni planes.

Solo en la medida en que se refieren a sistemas ex-

tranjeros de precios son capaces de calcular,

mantener contabilidades y preparar sus planes. En

este aspecto, uno puede aceptar la declaración de

varios autores socialistas y comunistas de que el so-

cialismo en un país o en unos pocos no es todavía

verdadero socialismo. Por supuesto, estos autores

dan un significado bastante distinto a su afirmación.

Quieren decir que todas las bendiciones del socia-

lismo solo pueden cosecharse en una comunidad

socialistas que abarque todo el mundo. Los familia-

rizados con las enseñanzas de la economía deben,

por el contrario, reconocer que el socialismo genera-

rá un completo caos precisamente si se aplica a la

mayor parte del mundo.

La segunda objeción principal planteada con-

tra el socialismo es que es un modo de producción

menos eficiente que el capitalismo y que afectaría a

la productividad del trabajo. Por consiguiente, en

Page 108: Caos planificado - Ludwig von Mises

108

una comunidad socialista el nivel de vida de las ma-

sas será bajo comparado con las condiciones que

prevalecen bajo el capitalismo. No cabe duda de que

esta objeción no ha sido rebatida por la experiencia

soviética. El único hecho cierto de los asuntos rusos

bajo el régimen soviético con respecto al cual todos

están de acuerdo es: que el nivel de vida de las ma-

sas rusas es muy inferior que el de las masas en el

país que es considerado universalmente como el

modelo de capitalismo: los Estados Unidos de Amé-

rica. Si consideráramos al régimen socialista como

un experimento, tendríamos que decir que el expe-

rimento ha demostrado claramente la superioridad

del capitalismo y la inferioridad del socialismo.

Es verdad que los defensores del socialismo

están decididos a interpretar el inferior nivel ruso de

vida de una manera diferente. Tal y como ven las

cosas, no fue causado por el socialismo, sino que (a

pesar del socialismo) se produjo por otras causas. Se

refieren a varios factores, como la pobreza de Rusia

bajo los zares, los desastrosos efectos de las guerras,

la supuesta hostilidad de las naciones democráticas

capitalistas, el supuesto sabotaje de los restos de la

aristocracia y burguesía rusas y de los kulaks. No

hace falta entrar en el examen de estos asuntos. Pues

no pretendemos que ninguna experiencia histórica

pueda probar o refutar una declaración teórica en la

forma en que un experimento crucial puede verificar

o negar una declaración respecto a acontecimientos

naturales. No son los críticos del socialismo, sino

sus fanáticos defensores, los que mantienen que el

“experimento” soviético prueba algo con respecto a

Page 109: Caos planificado - Ludwig von Mises

109

los efectos del socialismo. Sin embargo, lo que están

haciendo realmente al tratar los hechos manifiestos e

indiscutibles de la experiencia rusa es apartarlos me-

diante trucos intolerables y silogismos falaces.

Repudian los hechos evidentes comentando sobre

ellos de tal manera que niegan interés y su importan-

cia respecto de la pregunta a responder.

Supongamos por un momento que su inter-

pretación sea correcta. Pero aun así seguiría siendo

absurdo afirmar que el experimento soviético haya

evidenciado la superioridad del socialismo. Todo lo

que podría decirse es : el hecho de que el nivel de

vida de las masas sea bajo en Rusia no proporciona

evidencias concluyentes de que el socialismo sea

inferior al capitalismo.

Una comparación con la experimentación en

el campo de las ciencias naturales puede aclarar el

tema. Un biólogo quiere probar una nueva comida

patentada. Alimenta a varias cobayas. Todos pierden

peso y finalmente mueren. El experimentador cree

que su debilitamiento y muerte no están causados

por la comida patentada, sino por una infección ac-

cidental por neumonía. Sin embargo sería absurdo

que proclamara que su experimento había demostra-

do el valor nutritivo del compuesto porque los

resultados desfavorables han de atribuirse a aconte-

cimientos accidentales, no ligados causalmente a lo

dispuesto experimentalmente. Lo más que puede de-

cir es que el resultado del experimento no fue

concluyente, que no prueba nada contra el valor nu-

tritivo del alimento probado. Las cosas son, podría

Page 110: Caos planificado - Ludwig von Mises

110

decir, como si no se hubiera realizado ningún expe-

rimento en absoluto.

Aunque el nivel de vida de las masas rusas

fuera mucho más alto que el de los países capitalis-

tas, esto seguiría sin ser una prueba concluyente de

la superioridad del socialismo. Puede admitirse que

el hecho indiscutible de que el nivel de vida en Ru-

sia sea menos que el del Occidente capitalista no

puede demostrar concluyentemente la inferioridad

del socialismo. Pero no está lejos de ser una idiotez

anunciar que la experiencia de Rusia ha demostrado

la superioridad del control público de la producción.

Tampoco el hecho de que los ejércitos rusos,

después de haber sufrido muchas derrotas, finalmen-

te (con armamento fabricado por grandes empresas

estadounidenses y donado por los contribuyentes

americanos) pudieran ayudar a los estadounidenses

en la conquista de Alemania prueba la preeminencia

del comunismo. Cuando las fuerzas británicas tuvie-

ron que soportar un revés temporal en el norte de

África, el profesor Harold Laski, ese máximo defen-

sor radical del socialismo se apresuró a anunciar el

fracaso final del capitalismo. No fue lo suficiente-

mente coherente como para interpretar la conquista

alemana de Ucrania como l fracaso final del comu-

nismo ruso. Tampoco se retractó de su condena del

sistema británico cuando su país resultó vencedor en

la guerra. Si los acontecimientos militares han de

considerarse como la prueba de excelencia de cual-

quier sistema social, es más bien el sistema

americano que el ruso el que deben considerar.

Page 111: Caos planificado - Ludwig von Mises

111

No ha ocurrido nada en Rusia desde 1917

que contradiga cualquiera de las afirmaciones de los

críticos del socialismo y el comunismo. Incluso si

uno basa su juicio exclusivamente en los escritos de

comunistas y compañeros de viaje, no puede descu-

brir ninguna característica en las condiciones rusas

que hable a favor del sistema social y político sovié-

tico. Todas la mejoras tecnológicas de las últimas

décadas se originaron en países capitalistas. Es ver-

dad que los rusos han tratado de copiar algunas de

estas innovaciones. Pero eso mismo hicieron tam-

bién todos los pueblos orientales subdesarrollados.

Algunos comunistas ansían que creamos que

la despiadada opresión de los disidentes y la aboli-

ción radical de la libertad de pensamiento, expresión

y prensa no son características propias del control

público de los negocios. Son, argumentan, solo fe-

nómenos accidentales del comunismo, su firma en

un país que (como pasaba en Rusia) nunca disfrutó

de libertad de pensamiento y conciencia. Sin embar-

go, estos defensores del despotismo totalitario no

explican cómo podrían salvaguardarse los derechos

del hombre bajo la omnipotencia del gobierno.

La libertad de pensamiento y conciencia es

una farsa en un país en el que las autoridades pueden

exiliar a cualquiera que les disguste al Ártico o al

desierto y asignarle trabajos forzados de por vida. El

autócrata puede siempre tratar de justificar esos ac-

tos arbitrarios pretendiendo que están motivados

exclusivamente por consideraciones de bienestar pú-

blico y conveniencia económica. Solo él es el árbitro

Page 112: Caos planificado - Ludwig von Mises

112

supremo que decide en todos los asuntos referidos a

la ejecución del plan. La libertad de prensa es iluso-

ria cuando el gobierno posee y opera todas las

papeleras, imprentas y editoriales y decide en último

término qué se imprime y qué no. El derecho de

reunión en inútil si el gobierno posee todas las salas

de reunión y determina para qué propósito se usarán.

Y lo mismo pasa con todas las demás libertades. En

uno de sus periodos de lucidez, Trotsky (por supues-

to el Trotsky perseguido en el exilio, no el

despiadado comandante del Ejército Rojo) veía las

cosas de manera realista y declaraba: “En un país en

el que el único empresario es el Estado, la oposición

significa la muerte lenta por hambre. El viejo princi-

pio: quien no trabaje, no comerá, se ha visto

reemplazado por uno nuevo: quien no obedezca, no

comerá”.31

Esta confesión resuelve el tema.

Lo que muestra la experiencia rusa es un

muy bajo nivel de vida de las masas y un ilimitado

despotismo dictatorial. Los defensores del comu-

nismo tratan de explicar estos hechos indiscutibles

como solo accidentales; son, dicen, no el fruto del

comunismo, sino que ocurren a pesar del comunis-

mo. Pero incluso si uno aceptara estas excusas, no

tendría sentido mantener que el “experimento” so-

viético haya demostrado nada a favor del

comunismo y socialismo.

31Citado por Hayek, The Road to Serfdom (1944), Capítulo IX, p.

119. [Camino de servidumbre]

Page 113: Caos planificado - Ludwig von Mises

113

La Supuesta Inevitabilidad del Socialismo

Mucha gente cree que la llegada del totalita-

rismo es inevitable. La “ola del futuro”, dicen, “lleva

a la humanidad inexorablemente hacia un sistema

bajo el cual los asuntos humanos se dirigen por dic-

tadores omnipotentes. Es inútil luchar contra las

leyes insondables de la historia”.

La verdad es que a la mayor parte de la gente

le falta la capacidad intelectual y el coraje para resis-

tirse a un movimiento popular, por muy pernicioso e

irreflexivo que sea. Bismarck deploraba una vez la

falta de lo que llamaba coraje cívico, es decir, bravu-

ra en ocuparse de los asuntos civiles por parte de sus

compatriotas. Pero tampoco los ciudadanos de otras

naciones muestran más coraje y juicio cuando afron-

tan la amenaza de una dictadura comunista. O ceden

el paso silenciosamente o plantean tímidamente al-

gunas objeciones insignificantes.

No se lucha contra el socialismo criticando

solo algunas características accidentales de sus pla-

nes. Al atacar muchas posturas socialistas obre el

divorcio y el control de la natalidad o sus ideas sobre

arte y literatura, no se refuta el socialismo. No basta

con desaprobar las afirmaciones marxistas de que la

teoría de la relatividad o la filosofía de Bergson o el

psicoanálisis son tonterías “burguesas”. Los que solo

encuentran defectos en el bolchevismo y el nazismo

en sus inclinaciones anticristianas apoyan implícita-

mente todo el resto de estos sangrientos programas.

Por otro lado, es una completa estupidez ala-

bar a los regímenes totalitarios por supuestos logros

Page 114: Caos planificado - Ludwig von Mises

114

que no tienen ninguna relación con sus principios

políticos y económicos. Es cuestionable si las obser-

vaciones de que en la Italia fascista los trenes llegan

a su hora y los insectos en los hoteles de segunda

categoría están disminuyendo, sea correcto o no, pe-

ro en todo caso no importa nada para el problema

del fascismo. Los compañeros de viaje se extasían

con las películas rusas, la música rusa y el caviar

ruso. Pero ha habido músicos más grandes en otros

países y bajo otros sistemas sociales; se han filmado

buenas películas también en otros países y sin duda

no es mérito del Generalísimo Stalin que el sabor del

caviar sea delicioso. Tampoco la belleza de las dan-

zarinas rusas de ballet o la construcción de una gran

central eléctrica en el Dnieper expían la masacre

masiva de kulaks.

A los lectores de revistas de cine y fanáticos

del cine les encanta lo pintoresco. Las bellezas ope-

rísticas de fascistas y nazis y el desfiles de batallones

de mujeres del Ejército Ruso son de gusto. Es más

divertido escuchar los discursos radiofónicos de un

dictador que estudiar tratados económicos. Los em-

presarios y tecnólogos que abren el camino a la

mejora económica trabajan en silencio: su obra no es

apropiada para verse en pantalla. Pero los dictadores,

deseosos de extender la muerte y la destrucción, es-

tán espectacularmente a la vista del público.

Vestidos militarmente, eclipsan a los descoloridos

burgueses con ropa común a la vista de los especta-

dores de cine.

Page 115: Caos planificado - Ludwig von Mises

115

Los problemas de la organización económica

de la sociedad no son apropiados para la charla ca-

sual en cócteles de moda. Tampoco puede tratarse

adecuadamente por demagogos arengando a las

agrupaciones de masas. Son cosas serias. Requieren

un estudio meticuloso. No deben tomarse a la ligera.

La propaganda socialista nunca encontró una

oposición decidida. La crítica devastadora con la que

los economistas destrozaron la inutilidad e imposibi-

lidad de los planes y doctrinas socialistas no llegó a

los moldeadores de la opinión pública. Las universi-

dades estaban principalmente dominadas por

socialistas e intervencionistas pedantes, no solo en la

Europa continental, no eran propiedad y estaban ges-

tionadas por los gobiernos, sino incluso en los países

anglosajones. Políticos y estadistas, ansiosos por no

perder popularidad, fueron tibios en su defensa de la

libertad. La política de apaciguamiento, tan criticada

cuando se aplicó en el caso de nazis y fascistas, se

practicó universalmente durante muchas décadas con

respecto a otros tipos de socialismo. Fue este derro-

tismo el que hizo que las nuevas generaciones

creyeran que la victoria del socialismo es inevitable.

No es verdad que las masas reclamen vehe-

mentemente socialismo y que no haya manera de

resistirlas. Las masas están a favor del socialismo

porque creen en la propaganda socialista de los inte-

lectuales. Los intelectuales, no el pueblo, están

moldeando la opinión pública. Es una mala excusa

para los intelectuales decir que deben rendirse a las

masas. Ellos mismos han generado las ideas socialis-

Page 116: Caos planificado - Ludwig von Mises

116

tas y adoctrinado a las masas con ellas. Ningún pro-

letario o hijo de proletario ha contribuido a la

elaboración de los programas intervencionistas y

socialistas. Sus autores fueron todos de origen bur-

gués. Los esotéricos escritos del materialismo

dialéctico, de Hegel, padre tanto del marxismo como

del agresivo nacionalismo alemán, los libros de

Georges Sorel, de Gentile y de Spengler no los leyó

el hombre medio; no movieron directamente a las

masas. Fueron los intelectuales los que los populari-

zaron.

Los líderes intelectuales de los pueblos han

producido y propagado las mentiras que están a pun-

to de destruir la libertad y la civilización occidental.

Solo los intelectuales son responsables de las matan-

zas masivas que son propias de nuestro siglo. Solo

ellos pueden invertir la tendencia y abrir el camino a

una resurrección de la libertad.

No son las míticas “fuerzas productivas ma-

teriales”, sino la razón y las ideas las que determinan

el curso de los asuntos humanos. Lo que hace falta

para detener la tendencia al socialismo y el despo-

tismo es sentido común y coraje moral.