Lutero - Exhortación a La Paz

21
Martin Lutero EXHORTACIÓN A LA PAZ EN CONTESTACIÓN A LOS DOCE ARTÍCULOS DEL CAMPESINADO DE SUABIA (1525) [Nota: texto escaneado a partir de la edición: Martin Lutero, Escritos políticos, Tecnos, Madrid, 2001, pp. 67-94.] Con motivo de la guerra de los campesinos alemanes (1524-26) Lutero redactó varios escritos: 1) Ermahnung zum Frieden auf die zwölf Artikel der Bauernschaft in Schwaben (Exhortación a la paz, en contestación a los doce artículos del campesinado de Suabia), que se traduce en la presente edición. 2) Vertrag zwischen dem löblichem Bund zu Schwaben und den zwei Haufen der Bauern vom Bodensee und Allgäu, 1525 (Acuerdo entre la honorable liga de Suabia y los dos grupos de campesinos del Lago de Constanza y del Allgäu): Lutero redactó el prólogo y el epílogo, en Werke, WA 18, 336-343. 3) Wider die räuberischen und mördischen Rotten der Bauern (Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos), que se traduce en la presente edición. 4) Schreckliche Geschichte und Gericht Gottes über Thomas Müntzer (Una historia terrible y el juicio de Dios sobre Thomas Müntzer), en Werke, WA 18, 367-374. 5) Verantwortung D. Martin Luther auf das Büchlein wider die räuberischen und mördischen Bauern, getan am Pfingstage im Jahre 1525 (Responsabilidad de D. Martin Luther por el librito contra los campesinos ladrones y asesinos, [sermón] pronunciado en el día de Pentecostés de 1525). 6) Ein Sendbrief von dem hartem Büchlein wider die Bauern (Carta sobre el duro librito contra los campesinos), que se traduce en esta edición. 7) Se puede incluir en el grupo: An den Rat zu Erfurt. Gutachten über die 28 Artikel der Gemeine, 1525 (Al Concejo de Erfurt. Informe sobre los 28 artículos de la comunidad), en Werke, WA 18, 534-540 El primero de ellos, Ermahnung zum Frieden..., es la contestación de Lutero a los doce artículos que los campesinos de Suabia habían redactado a finales de febrero y comienzos de marzo de 1525. En una segunda hoja, los campesinos solicitaban la opinión de varios teólogos, entre ellos Lutero, Melanchton, Zwingli. Lutero redactó su contestación los días 19 y 20 de abril de 1525 en casa del canciller de los condes de Mansfeld. Después de una exhortación a los señores, a los campesinos y a ambos conjuntamente, analiza Lutero los artículos reivindicatorios de los campesinos. La traducción sigue el texto de la edición de Weimar: WA 18, 291-334

Transcript of Lutero - Exhortación a La Paz

Page 1: Lutero - Exhortación a La Paz

Martin LuteroEXHORTACIÓN A LA PAZ

EN CONTESTACIÓN A LOS DOCE ARTÍCULOSDEL CAMPESINADO DE SUABIA (1525)

[Nota: texto escaneado a partir de la edición: Martin Lutero, Escritos políticos, Tecnos, Madrid, 2001, pp. 67-94.]

Con motivo de la guerra de los campesinos alemanes (1524-26) Lutero redactó varios escritos:1) Ermahnung zum Frieden auf die zwölf Artikel der Bauernschaft in Schwaben (Exhortación a

la paz, en contestación a los doce artículos del campesinado de Suabia), que se traduce en la presente edición.

2) Vertrag zwischen dem löblichem Bund zu Schwaben und den zwei Haufen der Bauern vom Bodensee und Allgäu, 1525 (Acuerdo entre la honorable liga de Suabia y los dos grupos de campesinos del Lago de Constanza y del Allgäu): Lutero redactó el prólogo y el epílogo, en Werke, WA 18, 336-343.

3) Wider die räuberischen und mördischen Rotten der Bauern (Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos), que se traduce en la presente edición.

4) Schreckliche Geschichte und Gericht Gottes über Thomas Müntzer (Una historia terrible y el juicio de Dios sobre Thomas Müntzer), en Werke, WA 18, 367-374.

5) Verantwortung D. Martin Luther auf das Büchlein wider die räuberischen und mördischen Bauern, getan am Pfingstage im Jahre 1525 (Responsabilidad de D. Martin Luther por el librito contra los campesinos ladrones y asesinos, [sermón] pronunciado en el día de Pentecostés de 1525).

6) Ein Sendbrief von dem hartem Büchlein wider die Bauern (Carta sobre el duro librito contra los campesinos), que se traduce en esta edición.

7) Se puede incluir en el grupo: An den Rat zu Erfurt. Gutachten über die 28 Artikel der Gemeine, 1525 (Al Concejo de Erfurt. Informe sobre los 28 artículos de la comunidad), en Werke, WA 18, 534-540

El primero de ellos, Ermahnung zum Frieden..., es la contestación de Lutero a los doce artículos que los campesinos de Suabia habían redactado a finales de febrero y comienzos de marzo de 1525. En una segunda hoja, los campesinos solicitaban la opinión de varios teólogos, entre ellos Lutero, Melanchton, Zwingli. Lutero redactó su contestación los días 19 y 20 de abril de 1525 en casa del canciller de los condes de Mansfeld. Después de una exhortación a los señores, a los campesinos y a ambos conjuntamente, analiza Lutero los artículos reivindicatorios de los campesinos.

La traducción sigue el texto de la edición de Weimar: WA 18, 291-334

Los campesinos que se han lanzado actualmente a la rebelión en el país de Suabia1 han redactado doce artículos contra la autoridad sobre sus intolerables cargas, intentando fundamentarlos en algunos pasajes de la Escritura, y los han difundido impresos. Lo que más me ha gustado de estos artículos es que, en el artículo 12, hacen el ofrecimiento de someterse de buen grado y voluntariamente a una instrucción mejor, si hiciera falta o hubiera necesidad; quieren dejarse instruir siempre que sea con las palabras claras, manifiestas e indiscutibles de la Escritura, pues es justo y equitativo que no se enseña ni se instruye la conciencia de nadie de mejor manera que con la Escritura divina.

Si ésta es su intención seria y sincera, no me corresponde a mí juzgarla de otra manera, porque ellos mismos se abren públicamente en sus artículos y no temen a la luz. Hay, por tanto, buenas esperanzas de que las cosas vayan bien. En cuanto a mí, como me cuentan entre los que tratan actualmente la Sagrada Escritura y me mencionan en concreto, convocándome en su segunda hoja2, me dan ánimos y confianza para manifestar públicamente mis enseñanzas de una manera amistosa y cristiana, de acuerdo con el deber del amor fraterno, para que, si ocurriese alguna desgracia o

1 Suabia está en la parte suroccidental de Alemania. La rebelión empezó en el sur de la Selva Negra en julio de 1524 y pasó en diciembre a la parte norte de Suabia. De allí se extendió hacia el norte.2 Vid. introducción a este escrito.

Page 2: Lutero - Exhortación a La Paz

calamidad, mi silencio no me hiciese partícipe y responsable de ellas ante Dios y el mundo. Si, por el contrario, han hecho este ofrecimiento para aparentar —pues sin duda habrá algunos entre ellos de esa especie, ya que no es posible que todos entre esa muchedumbre sean buenos cristianos y abriguen buenas intenciones, sino que una gran parte se aprovecharán deliberadamente de la buena fe de los demás— en ese caso no hay duda de que no tendrán mucho éxito y todo redundará en desgracia suya y en su condenación eterna.

Como el asunto es grave y arriesgado y afecta al reino de Dios y al reino del mundo, ya que si la rebelión progresa y prospera perecerían ambos reinos —el gobierno secular y la palabra de Dios— y se seguiría la destrucción eterna de toda Alemania, es necesario que hablemos y deliberemos sobre esta cuestión libremente, sin tener en cuenta a nadie. Es necesario también que estemos dispuestos a escuchar y a dejarnos decir algo, para que nuestro corazón no se endurezca y nuestros oídos no se cierren, como ha sucedido hasta ahora, y para que la cólera de Dios no gane toda su fuerza. Tantos signos espantosos, que se han visto en el cielo y en la tierra, anuncian una gran desgracia y muestran importantes cambios en Alemania, aunque nosotros desgraciadamente pensemos poco en ello. Dios, en cambio, no cejará y ablandará de una vez nuestras duras cabezas.

A LOS PRINCIPES Y SEÑORES

A nadie en la tierra más que a vosotros, príncipes y señores, debemos esta desgracia y esta rebelión, y particularmente a vosotros, obispos ciegos, curas y frailes locos, que, todavía hoy, no cesáis de vociferar y arremeter contra el santo Evangelio, aunque sabéis que es justo y que no podéis oponeros a él. Además, en vuestro gobierno secular no hacéis más que explotar y cobrar impuestos para satisfacer vuestro lujo y vuestra soberbia y el pobre hombre común ya no puede soportarlo por más tiempo. La espada pende sobre vuestra garganta y, sin embargo, creéis que estáis sentados sólidamente en vuestro trono y que no se os puede derribar. Esta seguridad y obstinada temeridad os romperán el cuello, ya lo veréis. Muchas veces os he advertido que tengáis en cuenta lo que dice el Salmo 107, 4: «Effundit contemptum super principes», él derrama el desprecio sobre los príncipes. Hacia ahí corréis y estáis buscando que se os descargue un golpe sobre la cabeza; de nada sirven las advertencias y las amonestaciones.

¡Bien!, como sois la causa de esta cólera divina, sobre vosotros se lanzará sin duda, a no ser que con el tiempo os enmendéis. Las señales del cielo y los prodigios en la tierra os conciernen a vosotros, queridos señores; nada bueno significan para vosotros, nada bueno os sucederá. Una gran parte de esta cólera ya se ha realizado, al enviarnos Dios tantos profetas y doctores falsos para que, anticipadamente, por el error y la blasfemia merezcamos suficientemente el infierno y la condenación eterna. La otra parte de la cólera está ahí, en los campesinos amotinados, de donde se seguirá la destrucción y devastación de Alemania, si Dios no lo impide, movido por nuestro arrepentimiento.

Habéis de saber, queridos señores, que Dios hará que no se pueda ni se quiera ni se tenga que aguantar por más tiempo vuestro furor. Tenéis que ser de otra manera e inclinaros ante Dios. Si no lo hacéis de una manera amistosa y voluntaria, tendréis que hacerlo de manera violenta y destructora. Si no lo hacen estos campesinos, otros lo harán. Y aunque los batáis a todos, no quedarán vencidos. Dios suscitará a otros, pues él quiere golpearos y os golpeará. No son los campesinos, queridos señores, los que se levantan contra vosotros; es el mismo Dios el que se alza para castigar vuestro furor. Entre vosotros hay algunos que han dicho que expondrían su país y su gente por extirpar la doctrina luterana. ¿No os dais cuenta de que habéis sido profetas de vosotros mismos y que ya están en peligro vuestras tierras y vuestras gentes? No juguéis con Dios, queridos señores. Los judíos también dijeron «nosotros no tenemos ningún rey»3 y ha resultado tan en serio que habrán de estar sin rey eternamente.

Para pecar, incluso, más y para ir a la perdición sin misericordia alguna, algunos han culpado al Evangelio diciendo que lo que está ocurriendo es fruto de mis enseñanzas. ¡Bueno, bueno!, seguid blasfemando, queridos señores, no queréis saber lo que yo he enseñado y lo que es el Evangelio. Ya está llamando a la puerta quien muy pronto os lo va a enseñar, si no os enmendáis. Vosotros y todo el mundo tenéis que testimoniar que he enseñado totalmente en paz, que he luchado violentamente contra la rebelión, que he exhortado con el máximo celo a que los súbditos se mantengan en obediencia y en la honra a la autoridad, aun cuando ésta sea tiránica o furiosa. Así que esta rebelión

3 Vid. Juan 19, 15.

Page 3: Lutero - Exhortación a La Paz

no puede venir de mí. No sólo eso, han llegado profetas asesinos, tan hostiles hacia mí como hacia vosotros, que desde hace tres años están mezclados con este pueblo y he sido únicamente yo quien se les ha enfrentado4. Si Dios piensa castigaros y permite que el diablo, a través de sus falsos profetas, excite al insensato pueblo contra vosotros y si quiere quizá que yo no me oponga ni pueda oponerme a ellos, ¿qué puedo hacer yo o mi Evangelio? Hasta ahora y ahora mismo no sólo hemos sufrido vuestra persecución, vuestros asesinatos y vuestra furia sino que, además, hemos rezado por vosotros, para ayudar a proteger y mantener vuestra autoridad entre el hombre común.

Si tuviera ganas de vengarme de vosotros, me estaría riendo socarronamente viendo a los campesinos o incluso uniéndome a ellos, contribuyendo a empeorar este asunto. Pero Dios me libre de eso, como me ha librado hasta ahora. Por tanto, mis queridos señores, seáis amigos o enemigos míos, os pido sumisamente que no despreciéis mi fidelidad, aunque soy un pobre hombre. No despreciéis tampoco esta rebelión, os lo ruego. No es que crea o tema que los campesinos son demasiado poderosos para vosotros; no quiero que les tengáis miedo; temed a Dios, mirad su cólera. Si Dios quiere castigaros, como habéis merecido, y como yo me temo, os castigará, aunque los campesinos fueran cien veces menos numerosos. El puede sacar campesinos de las piedras y viceversa. Puede hacer que un solo campesino haga perecer a cien de vosotros, de forma que de poco valdrían vuestras armaduras y vuestra fuerza.

Si todavía os puedo dar un consejo, señores míos, ceded un poco, por Dios, ante su cólera. Una carreta de heno debe ceder el paso a un borracho. Con mayor motivo habéis de abandonar vuestra bravuconería y vuestra indómita tiranía, negociando razonablemente con los campesinos como con borrachos o extraviados. No os lancéis a la guerra contra ellos, pues no sabéis cómo será el final; intentad primero actuar buenamente, porque no sabéis qué es lo que Dios quiere, para que no salte la chispa y arda toda Alemania en un incendio que nadie podría apagar después. Nuestros pecados están ante Dios y, por eso, hemos de temer su cólera con el susurro, incluso, de una hoja; con mucho mayor motivo cuando se agita una muchedumbre como ésta. Por las buenas no perderéis nada y si llegáis a perder algo, lo volveréis a recuperar después con la paz decuplicado. Como quizá perdáis el cuerpo y los bienes en la lucha, ¿para qué vais a arriesgaros si podéis obtener mayor provecho por otras vías buenas?

Ellos han redactado doce artículos. De ésos, algunos son tan justos y equitativos que os quitarían vuestro honor ante Dios y ante el mundo, dando razón al Salmo al suscitar el desprecio hacia los príncipes. Pero casi todos han sido escritos para su provecho y beneficio y no se expresan de una manera perfecta. Contra vosotros yo habría redactado realmente otros artículos, que afectaran a Alemania en general y al gobierno, como hice en el libro a la nobleza alemana, que contenía ciertamente cosas más importantes. Como no lo tuvisteis en cuenta, tenéis que escuchar y aguantar ahora estos artículos interesados. Bien lo tenéis merecido como personas a las que no se les puede decir nada.

El primer artículo, en el que manifiestan su deseo de escuchar el Evangelio y el derecho de elegir al párroco, no podéis rechazarlo bajo ningún pretexto, aunque se desliza en él el interés propio al pretender mantener al párroco con los diezmos que no les pertenecen. Pero el contenido es que se permita predicar el Evangelio. Nada puede ni debe hacer la autoridad en su contra. La autoridad no ha de oponerse a que cada cual enseñe y crea lo que quiera, sea el Evangelio o sean mentiras. Es bastante con que se oponga a que se enseñe la rebelión y la discordia.

También son justos y equitativos los otros artículos que denuncian cargas corporales, como la servidumbre, impuestos y similares. La autoridad no ha sido instituida para aprovecharse de los súbditos en beneficio propio, sino para el provecho y el bien de aquéllos. Ya no son soportables por más tiempo tantas tasas y exacciones. ¿De qué le sirve a un campesino que el campo le reporte tantos florines en grano y paja si la autoridad le quita la mayor parte, como si se tratara de paja, para fomentar su lujo y derrochar los bienes en vestidos, comilonas, borracheras, edificios y cosas parecidas? Ya es hora de reducir el lujo y de frenar los gastos para que los pobres hombres puedan también conservar algo. Más explicaciones las habréis leído ya en sus hojas, en donde exponen suficientemente sus quejas.

AL CAMPESINADO

4 Desde 1521-1522 se habían producido discusiones internas en el movimiento reformador: Lucero se enfrentó a Karlstadt, Müntzer y otros reformadores, vid. estudio preliminar, 2.

Page 4: Lutero - Exhortación a La Paz

Hasta ahora, queridos amigos, sólo habéis dicho una cosa que yo reconozco que es lamentablemente verdadera y cierta: que los príncipes y señores han prohibido predicar el Evangelio y que han impuesto tantas cargas sobre las gentes que bien se han hecho merecedores de que Dios los arroje de su trono como grandes pecadores contra él y contra los hombres. No tienen ninguna disculpa. También vosotros tenéis que procurar solucionar vuestros asuntos con buena conciencia y con el derecho. Si procedéis con buena intención, tendréis la consoladora ventaja de que Dios os asistirá y os ayudará. Si, entretanto, sois derrotados o, incluso, morís, al final saldréis ganando y vuestra alma pervivirá para siempre con todos los santos. Pero si no tenéis buena conciencia ni tampoco el derecho, seréis derrotados. Y aunque ganarais temporalmente y matarais a todos los príncipes, al final habríais perdido el cuerpo y el alma para siempre. Por esto no hay que tomar este asunto a broma. Está en juego vuestro cuerpo y vuestra alma para toda la eternidad. Hay que pensarlo mucho y meditar muy seriamente este asunto, no sólo en cuanto a vuestra potencia y en cuanto a la injusticia que sufrís, sino también en cuanto si tenéis buena razón y buena conciencia.

Por todo lo cual, queridos señores y hermanos, mi ruego amigable y fraternal es que penséis con todo celo lo que estáis haciendo y que no hagáis caso a todos esos espíritus y predicadores, ya que el nefasto satán ha suscitado una banda salvaje de espíritus salvajes y asesinos bajo el nombre del Evangelio y ha llenado el mundo de ellos. Escuchadlos si queréis, dejad que os hablen, como vosotros mismos habéis ofrecido hacer. Pero yo no quiero callarme mi fiel advertencia, a la que estoy obligado, aunque algunos, envenenados por esos espíritus asesinos, quizá me odien y me llamen hipócrita; no me preocupa. Me basta si puedo salvar de la cólera divina a los justos y de buen corazón de entre vosotros. Mi temor hacia los demás es tan pequeño como grande su desprecio hacia mí. Tampoco me van a hacer daño. Yo conozco a alguien, mucho más grande y fuerte que ellos, que me enseña, Salmo 3, 7: «No me asusto, aunque miles de pueblos se levanten contra sí». Mi terquedad resistirá a la suya, estoy convencido.

En primer lugar, queridos hermanos: lleváis el nombre de Dios, os llamáis liga o asociación cristiana y decís que queréis actuar según el derecho divino. ¡Bien!, también sabéis que no se debe tomar en vano el nombre, la palabra y el título de Dios, como reza el segundo mandamiento: «No to-marás el nombre de Dios tu señor en vano», y continúa diciendo: «Porque Dios no tendrá por inocentes a los que toman su nombre en vano». He aquí un texto claro y preciso que os afecta tanto a vosotros como a todos los hombres y que contiene la amenaza de la cólera divina contra vosotros y contra todos nosotros, prescindiendo de la cantidad que seáis, de vuestro derecho y de vuestro terror. Sabéis también que Dios es suficientemente poderoso y fuerte para castigaros, conforme a su amenaza, si tomáis en vano su nombre. Tenéis que esperar todas las desgracias y ninguna felicidad si tomáis su nombre en vano. Ya sabéis cómo conduciros y estáis amigablemente avisados. Para él, que anegó el mundo con el diluvio y abrasó Sodoma en el fuego, es una cosa fácil aniquilar a los campesinos o frenarlos. El es un Dios todopoderoso y terrible.

En segundo lugar: es fácil de demostrar que sois de los que toman el nombre de Dios en vano y lo ultrajan. Por ello os ocurrirán finalmente todas las desgracias, de eso no cabe duda, a menos que Dios no fuera veraz. Dios ha dicho por boca de Cristo: «Quien toma la espada, a espada perecerá». Esto significa que nadie, por su propia maldad, puede actuar con violencia; como dice San Pablo: «Todos han de someterse a la autoridad con temor y respeto». ¿Cómo podéis conciliaros con estas palabras y con el derecho divino si decís que actuáis según el derecho divino y, no obstante, empu-ñáis la espada enfrentándoos a la autoridad instituida por Dios? ¿Creéis que no os alcanzará el juicio de S. Pablo en Romanos 13, 2: «El que se rebela contra el orden divino acarreará su condena»? Tomar el nombre de Dios en vano es esto, es poner delante el derecho divino y, a la vez, actuar contra él bajo su nombre. ¡Oh!, estad atentos, queridos señores, esto no prosperará.

En tercer lugar: decís que la autoridad es demasiado mala e intolerable, porque no nos permite predicar el Evangelio, nos oprime con demasiadas cargas sobre nuestros bienes temporales y nos echa a perder en cuerpo y alma. Yo respondo que el que la autoridad sea mala e injusta no excusa el motín o la rebelión. Castigar la maldad no corresponde a cualquiera sino a la autoridad secular, que lleva la espada. Como dice Pablo en Romanos 13, 4 y 1 Pedro 2, 13 y s., la autoridad está instituida para castigar a los malos. Existe asimismo el derecho natural y de todo el mundo de que nadie debe ni puede ser su propio juez ni vengador de su propia causa. Es verdad el refrán «quien replica no tiene razón» y también «quien replica ocasiona riñas». El derecho divino concuerda con él y el Deuteronomio 32, 35 dice: la venganza es mía, yo retribuiré, dice el señor. No negaréis ahora que vuestra rebelión se está desarrollando de manera tal que os habéis constituido en jueces y en

Page 5: Lutero - Exhortación a La Paz

vengadores de vosotros mismos, no queriendo sufrir ninguna injusticia. Esto va contra el derecho cristiano y el Evangelio y también contra el derecho natural y contra toda equidad.

Si vais a continuar con vuestro propósito y tenéis en contra el derecho divino y el derecho cristiano del Nuevo y del Antiguo Testamento y también el derecho natural, tenéis que aportar entonces otro nuevo mandamiento de Dios, confirmado por signos y prodigios, que os dé poder para hacer eso y para significároslo. De lo contrario, Dios no permitirá que conculquéis su palabra y su mandamiento con vuestra propia malicia. Si decís que obráis según el derecho divino y en realidad actuáis contra él, Dios os hará sucumbir ignominiosamente como a los que toman su nombre en vano, condenándoos para la eternidad, como se ha dicho antes. Aquí os está ocurriendo según la palabra de Cristo en Mateo 7, 3: veis la paja en el ojo de la autoridad y no veis la viga en el vuestro propio; o según la palabra de S. Pablo en Romanos 3, 8: obremos el mal para que sobrevenga el bien; su condenación es justa y equitativa. Es verdad que la autoridad obra injustamente al poner trabas al Evangelio y al imponer cargas sobre vuestros bienes temporales. Pero mayor injusticia cometéis vosotros, pues no sólo os oponéis a la palabra de Dios sino que además la pisoteáis, atentáis contra su poder y su derecho y os ponéis por encima de Dios. Además le quitáis a la autoridad su poder y su derecho, que es todo lo que tiene. Porque, ¿qué le queda si ha perdido su poder?

Os constituyo en jueces y someto a vuestro juicio lo siguiente: ¿Quién es peor ladrón, el que roba a otros buena parte de sus bienes, pero le deja algo, o el que le arrebata todo lo que tiene, incluso su cuerpo? La autoridad os quita injustamente vuestros bienes, es decir, una parte de ellos; vosotros, por el contrario, le arrebatáis a ella su poder, en el que radican todos sus bienes, su cuerpo y su vida. Sois, por tanto, mucho más ladrones que ellos e intentáis algo peor que lo que ellos han hecho. Pero, decís, nosotros le dejamos cuerpo y bienes suficientes. Créalo quien quiera, yo no. Quien se atreve a injusticia tan grande de arrebatarle maliciosamente su poder, lo más grande y elevado que posee, no cejará hasta arrebatarle todo lo demás de menor valor que se deriva del poder. Si el lobo devora a una oveja entera, se come también, por supuesto, una oreja. Y aun cuando fueseis tan piadosos que respetaseis su vida y bienes suficientes, bastante habríais robado y cometeríais una injusticia al arrebatarle lo mejor, es decir, el poder, constituyéndoos vosotros mismos en señores soberanos de él. Dios os juzgará en todo caso como a los más grandes ladrones.

¿No podéis pensar o daros cuenta, queridos amigos, de que, si vuestro propósito fuera justo, cada uno se haría juez de los demás y no podría subsistir poder ni autoridad, orden ni derecho en el mundo y sólo habría muerte y derramamiento de sangre? Tan pronto como uno viese que alguien le hacía una injusticia se tomaría la justicia por sí mismo y lo cas tigaría. Lo que resulta injusto e intolerable en una persona particular también es intolerable en una banda o en un grupo. Si se tolera a una banda o a un grupo, ya no habrá razón ni derecho para prohibírselo a las personas particulares, pues en ambos casos está el mismo motivo, es decir, la injusticia. ¿Qué haríais vosotros si en vuestra liga cundiese el desafuero de que cada uno se erigiera sobre los demás y se vengara a sí mismo de sus ofensores? ¿Lo toleraríais? ¿No diríais que tendrían que juzgar y ejecutar la venganza los establecidos por vosotros? ¿Cómo queréis subsistir ante Dios y ante el mundo si sois jueces de vosotros mismos y os vengáis de vuestros ofensores, incluso de vuestra autoridad, instituida por Dios?

Todo esto se ha dicho del derecho común divino y natural, que han de observar incluso los paganos, los turcos y los judíos, pues de otra forma no podría subsistir la paz y el orden en el mundo. Si vosotros lo observáis, no hacéis nada más ni nada mejor que los paganos y los turcos. No consti-tuirse en juez y vengador de uno mismo, dejar estas funciones para la autoridad, no lo convierte a uno en cristiano; hay que hacerlo, a fin de cuentas, de mejor o de peor grado. Cuando actuáis contra este derecho, veis con claridad que sois peores que los paganos y los turcos; con mucha mayor razón teniendo que ser cristianos. ¿Qué creéis que dirá Cristo de que llevéis su nombre, llamándoos una liga cristiana, y que, al mismo tiempo, estéis tan lejos de él, actuando y viviendo incluso contra su derecho tan horriblemente que ni siquiera merecéis llamaros paganos o turcos? Sois mucho peores que ellos, ya que actuáis contra el derecho natural y divino, observados comúnmente por todos los paganos.

Ahí veis, queridos amigos, qué clase de predicadores tenéis y lo que significan para ellos vuestras almas. Me temo que han llegado entre vosotros profetas asesinos, a quienes les gustaría ser, gracias a vosotros, señores del mundo, a lo que han aspirado desde hace tiempo, sin preocuparse de que os están llevando a la perdición del cuerpo, de los bienes, del honor y del alma, para ahora y para la eternidad. Si queréis observar el derecho divino, como decís, ¡bien!, hacedlo. Está escrito, «dice Dios: la venganza es mía, yo retribuiré». También: sed súbditos no sólo de los buenos señores

Page 6: Lutero - Exhortación a La Paz

sino también de los malos. Si lo hacéis, muy bien; si no, os causáis una desgracia que, al final, se volverá contra vosotros, pues no dude nadie de que Dios es justo y no lo tolerará. Cuidad también, en vuestra libertad, de no escapar de la lluvia para caer en el agua y no penséis liberaros corporalmente mientras perdéis el cuerpo, los bienes y el alma para la eternidad. La cólera de Dios está ahí, temedla, os lo aconsejo. El demonio ha enviado entre vosotros falsos profetas, guardaos de ellos.

Hablemos ahora del derecho cristiano y evangélico que no obliga a los paganos, como el anterior. Si decís y os gusta oír que se os llame cristianos y queréis ser tenidos por tales, estaréis también dispuestos a tolerar que se os exponga rectamente vuestro derecho. Escuchad, pues, queridos cristianos vuestro derecho cristiano. Así habla Cristo, vuestro supremo señor, cuyo nombre lleváis, en Mateo 5, 39: «no resistáis al mal; al que os obliga a ir con él una milla de camino, acompañadle durante dos millas; al que te quita la capa, dale también la túnica; al que te abofetee en una mejilla, preséntale la otra». ¿Escuchas, liga cristiana? ¿Cómo se armoniza vuestro propósito con este derecho? No queréis sufrir que se os haga ningún mal ni ninguna injusticia, queréis ser libres y no tolerar nada más que el bien y la justicia. Cristo, sin embargo, dice que no hay que resistir al mal ni a la injusticia, que siempre hay que ceder, aguantar, dejar hacer. Si no estáis dispuestos a tener este derecho, despojaos del nombre cristiano y alardead de otro nombre en consonancia con vuestro comportamiento. Si no, el mismo Cristo os arrebatará su nombre, lo que será para vosotros demasiado duro.

También S. Pablo, en Romanos 12, 19, dice: «no os toméis vosotros mismos la justicia, dejad lugar a la cólera de Dios». Asimismo alaba a los corintios, en 2 Corintios 11, 20, porque sufren gustosos que se les haga daño o se les robe. En 1 Corintios 6, 1 y s. les reprende por andar pleiteando por sus bienes y por no sufrir la injusticia. Nuestro jefe Jesucristo dice en Mateo 5, 44 que debemos desear el bien a los que nos ofenden, rezar por los que nos persiguen, amar a nuestros enemigos y devolver bien por mal: éstas son nuestras leyes cristianas, queridos amigos. Ved ahora qué lejos os han llevado los falsos profetas y os siguen llamando cristianos quienes os han hecho peores que los paganos. Incluso un niño puede captar que, según esas palabras, el derecho cristiano consiste en no resistir a la injusticia, en no desenvainar la espada, en no defenderse, en no vengarse, en ofrecer el cuerpo y los bienes para que los robe el que quiera. Nosotros tenemos bastante con nuestro señor que no nos abandonará, como nos ha prometido. Sufrimiento, sufrimiento, cruz, cruz, es el derecho de los cristianos. Ahora bien, si lucháis por los bienes temporales y no queréis dar la túnica junto con la capa sino que queréis que se os devuelva la capa, ¿cómo vais a estar dispuestos a morir, dejando el cuerpo, o a amar o hacer el bien a vuestros enemigos? ¡Ah, insensatos cristianos! Queridos amigos, no hay tantos cristianos como para reunirse de golpe en una muchedumbre así. Los cristianos son aves raras. Quisiera Dios que la mayor parte de nosotros fuéramos buenos paganos, y observáramos el derecho natural, sin hablar del derecho cristiano.

Os contaré algunos ejemplos del derecho cristiano para que veáis adonde os han conducido esos locos profetas. Fijaos en Pedro cuando estaba en el huerto: quiso defender a su señor Cristo con la espada y cortó una oreja a Malco. ¿No tenía Pedro aquí toda la razón? ¿No era una injusticia intolerable que se quisiera arrebatar a Cristo no sólo sus bienes sino también su vida? Le quitaron, efectivamente, no sólo su vida y sus bienes sino que, además, reprimieron absolutamente el Evangelio que los salvaría, privándose así del reino de los cielos. Esta injusticia no la habéis sufrido todavía vosotros, queridos amigos. Fijaos, sin embargo, lo que hace Cristo y lo que enseña con ello. A pesar de la enormidad de la injusticia frena a San Pedro, le ordena envainar su espada y no le permite vengar esta injusticia ni oponerse a ella. Pronuncia, además, sobre él una sentencia de muerte como si se tratara de un asesino, diciéndole: «el que empuña la espada, a espada morirá». De aquí tenemos que entender que no es suficiente que alguien nos haga una injusticia y que tengamos buena razón y buen derecho; es preciso contar con el derecho y el poder de la espada ordenada por Dios para castigarla. El cristiano tendrá que sufrir incluso que se le prohíba el Evangelio, si es que es posible prohibir a alguien el Evangelio, como veremos.

Otro ejemplo: ¿qué hace el propio Cristo cuando le matan en la cruz, renunciando con su muerte al ministerio de la predicación para el que Dios mismo le había enviado en bien de las almas? Esto es lo que hace, como dice S. Pedro: se encomienda al que juzga con justicia y sufre esta intolerable injusticia. Además rogó por sus perseguidores, diciendo: padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Si fueseis cristianos de verdad, tendríais que obrar de la misma forma y seguir su ejemplo. Si no obráis así, abandonad inmediatamente el nombre de cristianos y la pretensión de que seguís el derecho cristiano. No sois cristianos, con toda certeza; estáis obrando contra Cristo y su derecho,

Page 7: Lutero - Exhortación a La Paz

contra sus enseñanzas y su ejemplo. Si obráis como cristianos, pronto veréis un milagro de Dios que os ayudará, como hizo con Cristo, al que, después del cumplimiento de su pasión, vengó de tal forma que su Evangelio y su reino se extendieron con fuerza, a pesar de todos sus enemigos. También os ayudará a que su Evangelio se extienda entre vosotros si antes sufrís, si ponéis vuestra causa en sus manos y si dejáis que prevalezca su venganza. Pero si intervenís vosotros mismos y no queréis sufrir sino que queréis conquistar y ganar con los puños, obstaculizáis su venganza y no conservaréis ni el Evangelio ni los puños.

Yo debo contarme a mí mismo como un ejemplo actual de estos tiempos. El papa y el emperador se han puesto contra mí y se han enfurecido conmigo. ¿Cómo he conseguido que mi Evangelio se haya extendido más cuanto más se han enfurecido el papa y el emperador? Nunca he echado mano de la espada ni he reclamado venganza; no he comenzado ninguna rebelión ni amotinamiento; por el contrario, he contribuido a defender, en cuanto he podido, el poder y el honor de la autoridad secular, incluso de aquella que me perseguía a mí y a mi Evangelio. En este asunto he remitido todo a Dios y me he confiado siempre totalmente a sus manos. Esta es la razón por la que me ha conservado la vida a despecho del papa y de todos los tiranos, lo que muchos tienen por un milagro y yo mismo he de reconocerlo así; y no sólo eso, sino que además ha permitido que mi Evangelio crezca cada vez más. Vosotros, sin embargo, os precipitáis, queréis ayudar al Evangelio y no veis que con vuestro comportamiento estáis poniéndole obstáculos y reprimiéndole de la forma más profunda.

Os digo estas cosas, mis queridos amigos, para advertiros lealmente de que abandonéis en este asunto el nombre de cristianos y el pretexto del derecho cristiano. Por mucho derecho que tengáis, no corresponde al cristiano reclamar derechos ni luchar, sino sufrir la injusticia y soportar el mal; no otra cosa se desprende de 1 Corintios 6, 5 y s. Vosotros mismos reconocéis en el preámbulo que todos los que creen en Cristo tienen que ser amables, pacíficos, pacientes y vivir unidos. Pero en realidad os mostráis impacientes, intranquilos, demostráis lucha y malicia, en contra de vuestras pro-pias palabras, a no ser que queráis llamar pacientes a los que sólo están dispuestos a soportar el derecho y la bondad y no la injusticia o el mal. ¡Bonita paciencia sería ésta, que inclu so un canalla puede tener, sin hablar de un creyente en Cristo! Por esto os repito que yo os concedo que vuestra causa sea todo lo buena y justa que pueda ser y que, como queréis defenderla por vosotros mismos sin estar dispuestos a sufrir la violencia o la injusticia, podáis hacer y no hacer lo que Dios no os prohíbe. Pero dejad estar el nombre de cristianos, digo el nombre de cristianos, y no lo utilicéis como tapadera de vuestro propósito impaciente, no pacífico ni cristiano. No quiero dejaros ni concederos este nombre; quiero arrancároslo con mis escritos y con mi palabra, según mi capacidad, hasta que me quede una gota de sangre en mis venas. No podréis triunfar o triunfaréis con la perdición de vuestro cuerpo y vuestra alma.

No quiero con ello justificar ni defender a la autoridad por la intolerable injusticia que estáis sufriendo. Reconozco que es injusta y comete una injusticia horrible. Lo que yo quiero es lo siguiente: que si las dos partes no queréis llegar a un entendimiento y os enfrentáis mutuamente —Dios no lo quiera—, ninguna de las partes se llame cristiana; será como un pueblo que lucha contra otro, según el curso del mundo, y, como se dice, Dios castiga a un bribón con otro. Entre esta clase de gente y con este nombre os cuento a vosotros para que sepa la autoridad que, si se llega a la lucha —la gracia de Dios la evite—, no está luchando contra cristianos sino contra paganos; y que sepáis vosotros que no lucháis contra la autoridad como cristianos sino como paganos. Los cristianos no combaten para sí mismos con la espada y arcabuces, combaten con la cruz y el sufrimiento, de la misma manera que vuestro jefe Cristo no porta la espada sino que pende de la cruz. Que no se apoye vuestra victoria en la superioridad, en la dominación o en la violencia; que se apoye en la sumisión y en la debilidad, como dice S. Pablo en 2 Corintios 10, 4: «las armas de nuestros caballeros no son carnales, son poderosas en Dios» y también: «la fuerza se completa con la debilidad».

Vuestro título y vuestro nombre ha de ser éste: sois gentes que luchan porque no quieren sufrir la injusticia y el mal, de conformidad con la naturaleza. Este es el nombre que tenéis que llevar, dejando en paz el nombre de Cristo, pues ésa es vuestra obra y así actuáis. Si no queréis llevar ese nombre y queréis conservar el de cristianos, ¡bueno!, tendré entonces que entender que el asunto me concierne a mí y tendré que contaros como enemigos que combaten mi Evangelio o quieren obstaculizarlo más de lo que han hecho hasta ahora el papa y el emperador, porque vosotros atacáis el Evangelio en nombre del Evangelio. No os ocultaré lo que voy a hacer. Encomendaré este asunto a Dios, arriesgaré el pescuezo, con la gracia de Dios, y me confiaré en él totalmente como he hecho hasta ahora contra el papa y el emperador. Rogaré por vosotros para que Dios os ilumine y me

Page 8: Lutero - Exhortación a La Paz

opondré a vuestro propósito para que él no permita que tenga éxito. Veo con claridad que el demonio, que hasta ahora no ha podido eliminarme por medio del papa, intenta exterminarme y devorarme por medio de los sanguinarios profetas asesinos y espíritus sectarios que están entre vosotros. Bueno, que me coma. Se le hará el estómago demasiado pequeño, eso lo sé yo. Y si ganáis, no disfrutaréis realmente mucho. Os pido humilde y amigablemente que reflexionéis y os portéis de forma tal que no sean necesarias mi resistencia ni mis oraciones a Dios contra vosotros.

Aunque soy un pobre pecador, sé y tengo la certeza de que, en este caso, mi causa es la justa al luchar por el nombre cristiano y al rogar para que no sea ultrajado. También estoy seguro de que Dios aceptará mis súplicas y las escuchará. El mismo nos ha enseñado a rezar así en el padrenuestro cuando decimos: «santificado sea tu nombre» y en el segundo mandamiento nos ha prohibido deshonrar su nombre. Por ello os pido que no despreciéis mi oración y la de todos los que rezan conmigo. Será demasiado poderosa para vosotros y alentará a Dios contra vosotros, como dice Santiago: «la oración del justo puede mucho, si es constante», como rezó Elías5. Tenemos también la promesa de Dios de que nos escuchará, en Juan 14, 14: «os daré lo que pidáis en mi nombre». Y en 1 Juan 5, 14: «si pedimos algo según su voluntad, nos escuchará». Vosotros no podéis tener este consuelo y esta confianza para rezar porque vuestra conciencia y la Escritura os convencen de que vuestro propósito es pagano y no cristiano y de que obráis contra el Evangelio y en deshonra del nombre cristiano bajo el nombre del Evangelio. Sé también que ninguno de vosotros jamás ha rezado o invocado a Dios en este asunto. Pero tampoco lo podéis hacer. No osáis levantar vuestros ojos hacia él. Confiáis sólo en vuestros puños, que habéis juntado por una voluntad impaciente y no dispuesta al sufrimiento; eso no os dará buen resultado.

Si fueseis cristianos, dejaríais de esgrimir los puños y la espada y dejaríais de amenazar; os atendríais al padrenuestro y llevaríais adelante vuestra causa con oraciones, diciendo: «hágase tu voluntad» y «líbranos del mal. Amén». Esto es lo que veis en el Salterio, donde los santos verdaderos exponen sus necesidades y sus quejas ante Dios, buscando su ayuda; no se defienden a sí mismos ni oponen resistencia al mal. Una oración así os habría ayudado en todas vuestras necesidades más que si todo el mundo fuera vuestro. Tendríais además buena conciencia y la consoladora seguridad de ser escuchados, como expresan sus promesas: 1 Timoteo 4, 10: «es el apoyo de todos los hombres, principalmente de los que creen»; Salmo 50, 15: «invócame en tu necesidad y te prestaré socorro» y Salmo 91, 15: «le libraré porque me ha invocado en la necesidad». Mirad, ésta es la verdadera forma cristiana de liberarse de la desgracia y del mal, esto es, sufrir e invocar a Dios. Pero como no hacéis ninguna de estas dos cosas, ni lo invocáis ni sufrís, sino que queréis apoyaros en vuestra propia fuerza, os convertís en vuestro propio Dios y salvador. De esta suerte, Dios no puede ser, ni ha de ser, vuestro Dios y salvador. Como paganos y blasfemos quizá obtengáis algo, si Dios lo permite —rogamos para que no lo permita—, pero únicamente para vuestra perdición temporal y eterna. Como cristianos o evangélicos, sin embargo, no ganaréis nada; apostaría mil veces mi vida.

Con ello hemos respondido fácilmente a todos vuestros artículos. Aun cuando todos fueran de derecho natural y de equidad, habéis olvidado, sin embargo, el derecho cristiano, por no haberlos impuesto y realizado con paciencia y oraciones a Dios, como corresponde a los cristianos, y por haber intentado imponerlos, con vuestra impaciencia y malicia, a la autoridad, coaccionándola con violencia, lo cual es contrario al derecho del país y a la equidad natural. Quien ha redactado vuestros artículos no es nombre piadoso ni honesto. Ha citado al margen muchos capítulos de la Escritura, como si los artículos se fundamentaran en ellos, pero guarda la masa en la boca, sin citar los textos, para dar a su maldad y a vuestros propósitos un pretexto para seduciros, azuzaros y lanzaros al peligro. Estos capítulos citados, si se los lee, no dicen mucho de vuestros propósitos, sino todo lo contrario, es decir, que hay que vivir y obrar cristianamente. Será probablemente un profeta sectario que pretende apoyar su temeridad en el Evangelio, a través de vosotros. Que Dios se lo impida y os preserve de él.

Decís, en primer lugar, en el preámbulo, que no queréis la rebelión y os disculpáis diciendo que anheláis vivir y enseñar según el Evangelio, etc. Sin embargo, vuestra boca y vuestras obras os condenan, pues confesáis que formáis bandas y os subleváis. Ya habéis oído antes que el Evangelio enseña que los cristianos tienen que sufrir y soportar la injusticia y rogar a Dios en cualquier necesidad. Vosotros, en cambio, no queréis sufrir sino que, como paganos, forzáis a la autoridad a seguir vuestra voluntad y vuestra impaciencia. Mencionáis también como ejemplo a los hijos de Israel, que Dios escuchó su llamada y los liberó. ¿Por qué no seguís ese ejemplo que decís? Invocad

5 Vid. Carta de Santiago 5, 16.

Page 9: Lutero - Exhortación a La Paz

también a Dios y no cejéis hasta que os envíe otro Moisés que pruebe, con signos y prodigios, que ha sido nombrado por él. Los hijos de Israel no se sublevaron contra el faraón ni solucionaron sus asuntos ellos mismos, como sí pretendéis vosotros. Este ejemplo se vuelve contra vosotros y os condena a vosotros que decís que lo seguís y obráis en realidad lo contrario.

Tampoco es verdad lo que decís de que enseñáis y vivís según el Evangelio. No hay ningún artículo que enseñe algo del Evangelio; todo se dirige a liberar vuestros cuerpos y vuestros bienes; en resumen, todos los artículos plantean cuestiones seculares, temporales, de que queréis el poder y los bienes y no estáis dispuestos a sufrir la injusticia. El Evangelio, por el contrario, no se preocupa en absoluto de las cosas seculares y sitúa la vida exterior sólo en sufrimiento, injusticia, cruz, paciencia y en el menosprecio de los bienes temporales y de la vida. ¿Cómo se concilia, entonces, el Evangelio con vosotros, si lo único que buscáis en él es un pretexto para vuestros propósitos no evangélicos ni cristianos, ultrajando con ello el santo Evangelio de Cristo y convirtiéndolo en una tapadera? En este asunto tenéis que adoptar una postura distinta: o abandonar por completo esta causa, disponiéndose a sufrir la injusticia, si queréis ser y llamaros cristianos, o, si queréis realizar esos propósitos, adoptar otro nombre y no llamarse ni considerarse cristianos; no existe término medio y no se puede solucionar esta cuestión de otra manera.

Es verdad que tenéis derecho a reclamar el Evangelio si lo hacéis de otra manera, en serio. Yo puedo redactar este artículo incluso con mayor radicalidad que vosotros y decir así: es intolerable que se cierren las puertas del cielo a alguien y que se le envíe por la fuerza al infierno. Nadie debe sufrir esto, antes ha de arriesgar cien veces su vida. Quien me prohíbe el Evangelio es quien me cierra el cielo y me envía al infierno, pues no hay otro medio para la salvación de las almas que el Evangelio. Esto no puedo tolerarlo so pena de perder el alma. Mirad, ¿no está demostrado el derecho con suficiente fuerza? De ahí no se sigue que tenga que levantarme con los puños contra la autoridad que me haga esta injusticia. Si tú me dices: ¿cómo he de sufrir y al mismo tiempo no sufrir? La respuesta es fácil: es imposible que alguien ponga obstáculos al Evangelio; no existe ningún poder en el cielo o en la tierra que sea capaz de hacerlo, pues es una doctrina pública que circula libremente aquí abajo, sin estar vinculada a ningún lugar, como la estrella que, con su movimiento en el aire, mostró el nacimiento de Cristo a los magos de oriente.

Es verdad, ciertamente, que en algunas ciudades, lugares y territorios donde está presente el Evangelio o algún predicador, los señores lo prohíben. Pero tú puedes entonces abandonar esa ciudad o ese lugar y correr tras el Evangelio a otro lugar. No es preciso que, por causa del Evangelio, tomes o mantengas una ciudad o lugar. Deja la ciudad para su señor y tú sigue al Evangelio. Así tú sufres la injusticia que se te hace y el destierro y, al mismo tiempo, no sufres que se te quite el Evangelio o que se te lo prohíba. Mira cómo así se concilian las dos cosas: sufrir y no sufrir. Si no, si quieres conservar la ciudad y el Evangelio, le robas al señor de la ciudad lo suyo, bajo el pretexto de que lo haces por el Evangelio. Querido, el Evangelio no te enseña a robar ni a quitar nada, aun cuando el señor abuse de sus bienes contra Dios, con injusticia y en perjuicio tuyo. El Evangelio no necesita ningún espacio terrenal ni ninguna ciudad para establecerse. En el corazón es donde quiere y debe fijar su morada.

Esto lo ha enseñado Cristo en Mateo 10, 23: «si os expulsan de una ciudad, huid a otra». El no dice: si os expulsan de una ciudad, quedaos en ella y adueñaros de la ciudad para gloria del Evangelio y amotinaros contra los señores de la ciudad, como ahora se quiere hacer y enseñar, sino que dice: huid, huid siempre a otra ciudad hasta que venga el hijo del hombre, etc. Yo os digo que no habréis llegado a todas las ciudades antes de que venga el hijo del hombre. También dice él en Mateo 23, 24 que los impíos expulsarán a sus evangelistas de una ciudad a otra. También Pablo habla así en 1 Corintios 4, 11: «no tenemos un lugar fijo». Cuando a un cristiano le sucede que tiene que andar de un lugar para otro, por causa del Evangelio, y tiene que dejar todo, el lugar donde está y todo lo que tiene, o se halla en constante incertidumbre esperando en cualquier momento que eso suceda, le está sucediendo lo que corresponde a un cristiano. Porque, precisamente por no querer sufrir que se le quite el Evangelio o se le prohíba, sufre que se le prive o se le prohíba una ciudad, un lugar, sus bienes y cuanto es y tiene. ¿Cómo se concilia vuestro propósito con esto, cuando tomáis y retenéis ciudades y lugares que no son vuestros y cuando no queréis sufrir que se os prive de ellos o se os prohíban sino que vosotros se los quitáis y vedáis a sus señores naturales? ¿Qué clase de cristianos son ésos que, por causa del Evangelio, se convierten en ladrones y bribones y dicen, después, que son evangélicos?

Page 10: Lutero - Exhortación a La Paz

SOBRE EL ARTÍCULO PRIMERO

Toda comunidad ha de poseer el poder para elegir y destituir al párroco. Este artículo es justo, si se aplica de manera cristiana, prescindiendo de que los capítulos que se indican en el margen no vienen al caso. Ahora bien, si los bienes de la parroquia provienen de la autoridad y no de la comu-nidad, ésta no podrá dárselos al que elija, pues esto sería un robo y una sustracción. Si la comunidad quiere tener un párroco, que se lo pida, primero, con humildad a la autoridad. Si la autoridad no accede, que elija la comunidad su propio párroco y lo mantenga con sus propios recursos, dejando a la autoridad con los suyos o con los que obtenga de ésta con justicia. Si la autoridad no tolera a este párroco elegido y mantenido por la comunidad, que se le deje huir a otra ciudad y que huya con él el que quiera, como enseña Cristo. Esto es elegir y tener un párroco de manera cristiana y evangélica. Quien actúe de otra manera no se comporta cristianamente sino como un ladrón y malhechor.

SOBRE EL ARTÍCULO SEGUNDO

Los diezmos tienen que ser distribuidos entre los párrocos y los pobres. El sobrante que se reserve para las necesidades del país, etc. Este artículo es un puro robo y bandidismo abierto. Quieren apoderarse de unos diezmos que no son suyos sino de la autoridad y hacer con ellos lo que quieran. Esto no es así, queridos amigos, esto significa destituir por completo a la autoridad y en el preámbulo os poníais la condición de no quitar a nadie lo suyo. Si queréis hacer el bien y dar los bienes, hacedlo con vuestros bienes, como dice el Sabio6. Dios afirma por boca de Isaías: «Aborrezco el sacrificio que procede de un robo»7. Y vosotros estáis hablando en este artículo como si fueseis ya señores del país y os hubierais apropiado de todos los bienes de la autoridad para vosotros y como si no quisierais ser súbditos de nadie ni dar nada a nadie. En eso se ve lo que tenéis en mente. Queridos señores, desistid, desistid, no lograréis vuestro propósito. De nada os servirán los capítulos de la Escritura que vuestro mentiroso predicador y falso profeta ha garabateado en el margen8; se vuelven contra vosotros.

SOBRE EL ARTÍCULO TERCERO

No debe existir la servidumbre, puesto que Cristo nos ha liberado. ¿Qué es esto? Esto significa convertir la libertad cristiana en algo totalmente carnal. ¿No tuvieron siervos Abraham y los demás patriarcas y profetas? Leed lo que dice S. Pablo sobre los criados, que en aquel tiempo eran todos siervos. Por esto, este artículo se opone directamente al Evangelio y es un robo: uno le arrebata a su señor un cuerpo, que se había convertido en suyo. Un siervo puede muy bien ser cristiano y gozar de la libertad cristiana, igual que un prisionero o un enfermo son cristianos sin ser libres. Este artículo intenta igualar a todos los seres humanos y hacer del reino espiritual de Cristo un reino secular, externo, lo cual es imposible. El reino del mundo no puede subsistir si no existe desigualdad en las personas, en el sentido de que unos son libres, otros prisioneros, unos señores y otros súbditos, etc. Como dice S. Pablo, en Gálatas 3, 28, en Cristo son una misma cosa señor y criado. Sobre este asunto ha escrito bastante y bien mi señor y amigo Urban Regius9; en él puedes leer más sobre este asunto.

SOBRE LOS OTROS OCHO ARTÍCULOS

Los otros artículos sobre la libertad de caza, de aves, pesca, madera, bosques, servicios, tributos, impuestos, peajes, óbitos, etc., los remito a los juristas. A un evangelista como yo no le corresponde juzgar ni dictaminar sobre estos temas. Yo tengo que instruir y enseñar a las conciencias lo que atañe a los asuntos divinos y cristianos. Sobre las otras cuestiones hay bastantes libros en el derecho del

6 Vid. Proverbios 3, 9.7 Vid. Isaías 61, 8.8 Lutero pensaba que el autor de los doce artículos era Christoph Schappeler, predicador de Memmingen.9 Urban Regius era predicador en Augsburgo. Predicó sobre la servidumbre antes de la guerra de los campesinos y publicó sus sermones en 1525.

Page 11: Lutero - Exhortación a La Paz

imperio. Más arriba he dicho que estos asuntos no interesan al cristiano ni tampoco le importan. Que deje robar, arrebatar, despellejar, reprimir, rascar, devorar y bramar a quien quiera, pues él es un mártir en la tierra. Por esto, los campesinos tendrán que dejar en paz el nombre cristiano y obrar con el nombre de las gentes que quieren el derecho humano y natural, no con el nombre de gentes que anhelan el derecho cristiano. Este les ordena ser pacíficos en estos asuntos, sufrir y quejarse sólo ante Dios.

He aquí, queridos señores y amigos, mi enseñanza, que me habéis solicitado en la segunda hoja. Os ruego que penséis sobre vuestro ofrecimiento de dejaros guiar gustosamente por la Escritura. Cuando recibáis esta respuesta, no gritéis en seguida: Lutero adula a los príncipes y habla en contra del Evangelio. Leedla antes y ved mi fundamentación en la Escritura, pues os importa a todos vosotros. Yo ya estoy excusado ante Dios y el mundo. Conozco muy bien a los falsos profetas que hay entre vosotros. No los obedezcáis, verdaderamente os están seduciendo. No tienen en cuenta vuestras conciencias; quieren hacer de vosotros unos gálatas para, a través de vosotros, lograr bienes y honores y luego, juntamente con vosotros, condenarse en el infierno para toda la eternidad.

EXHORTACIÓN CONJUNTA A LA AUTORIDAD Y AL CAMPESINADO

Queridos señores, como no hay nada de cristiano en ambas partes y tampoco se está disputando entre vosotros una cuestión cristiana, sino que ambos, señores y campesinos, tenéis que ver con la justicia y la injusticia pagana o secular y con los bienes temporales y como, además, estáis luchando ambos contra Dios y estáis bajo su cólera, como ya habéis escuchado, dejad, por el amor de Dios, que se os hable y se os aconseje y abordad este asunto como hay que abordarlo, es decir, con justicia y no con violencia o lucha, para que no causéis en Alemania un derramamiento de sangre sin fin. Puesto que ninguna de las dos partes tiene razón y, además, queréis vengaros y defenderos vosotros mismos, ambos pereceréis y Dios castigará a un canalla con otro.

Vosotros, señores, tenéis en contra vuestra la Escritura y la historia de cómo son castigados los tiranos. Ya los poetas paganos10 escribían que los tiranos rara vez mueren de muerte natural y que lo más común es que sean estrangulados o mueran violentamente. Como es cierto que gobernáis tiránica y cruelmente, que prohibís el evangelio, que oprimís y vejáis a los pobres, no tenéis ningún consuelo ni esperanza, sino el de perecer de la misma manera que vuestros iguales. Mirad cómo han sucumbido por la espada todos los reinos, como los asirios, los persas, los judíos, los romanos, etc., que fueron, finalmente, destruidos de la misma manera que habían destruido ellos a los demás. Con ello Dios demuestra que es el juez de la tierra y que no deja ninguna injusticia sin castigo. Por esto, no tenéis nada más cierto que su juicio, para ahora o para después, si no os enmendáis.

Vosotros, campesinos, también tenéis en contra de vosotros la Escritura y la experiencia de que ninguna revuelta ha tenido jamás un buen final; Dios ha mantenido siempre el rigor de estas palabras: «el que desenvaina la espada, por la espada perecerá». Estáis con certeza bajo la cólera de Dios porque cometéis injusticia al convertiros en jueces y vengadores de vosotros mismos y porque, además, lleváis indignamente el nombre de cristianos. Aun cuando ganarais y destruyerais a todos los señores, acabaríais al final desgarrándoos entre vosotros como bestias furiosas. Como no es el espíritu sino la carne y la sangre quien os gobierna, pronto os enviará Dios un espíritu malo entre vosotros, como ya hizo con Sichem y Abimelec. Mirad que todas las revueltas han tenido un final, como la de Kore, en Números 16; también las de Absalón, Scheba, Schimei y otras. En resumen: Dios es enemigo de ambos, de los tiranos y de los rebeldes: por eso lanza a unos contra los otros para que ambas partes perezcan ignominiosamente y se cumplan su cólera y su juicio sobre los impíos.

A mí me resulta esto muy penoso y me produce una gran compasión y con gusto ofrecería mi vida y mi muerte para evitar estos dos daños insuperables para ambas partes: la primera consecuencia que se deriva es ésta: que, como ninguna de las partes lucha con buena conciencia, pues ambas partes combaten por el mantenimiento de la injusticia, quienes mueran en el combate se perderán en cuerpo y alma para la eternidad, al morir en pecado, sin arrepentimiento ni gracia, en la cólera de Dios; ahí ya no hay ninguna ayuda ni consejo para ellos. Los señores luchan para afianzar y conservar su tiranía, la persecución del Evangelio y las cargas injustas sobre los pobres o para ayudar a los que actúan de esa manera. Esta es una tremenda injusticia y está contra Dios: quien peque con esa injusticia se perderá para toda la eternidad. Los campesinos, por su parte, luchan para

10 Vid. Juvenal, Sátira X, 112.

Page 12: Lutero - Exhortación a La Paz

defender su revuelta y su abuso del nombre cristiano, cosas ambas muy contrarias a Dios; quien muera en esa situación se perderá también para la eternidad; tampoco aquí hay remedio.

El otro daño es que Alemania será devastada y cuando comienza un derramamiento de sangre difícilmente se le pone fin, a no ser con la destrucción de todo. La lucha comienza pronto, pero no está en nuestro poder ponerle fin según nuestra voluntad. ¿Qué os han hecho tantos niños inocentes, viudas y ancianos para que los arrastréis vosotros locos a este riesgo de llenar el país de sangre, de robos, de viudas y huérfanos? Ah, este es el mal que el demonio tiene en mente: la ira de Dios se ha encendido tanto que nos amenaza con soltarlo y que satisfaga su venganza con nuestra sangre y con nuestras almas. Andad con cuidado, queridos señores, y sed sensatos. Esto os importa a ambas partes. ¿De qué os sirve condenaros deliberadamente para toda la eternidad y dejar, además, a vuestra posteridad un país devastado, destruido y ensangrentado, cuando podríais solucionar este asunto, a tiempo y de un modo mejor, con penitencia a Dios y con un acuerdo amistoso o sufriendo voluntariamente a los hombres? Con arrogancia y lucha no conseguiréis nada.

Por todo esto, mi leal consejo sería que se elija del seno de la nobleza a algunos condes y señores y de las ciudades a algunos consejeros para que discutan y pacifiquen amigablemente el asunto. Que vosotros, señores, depongáis vuestras rígidas exigencias, que al final tendríais que abandonar, quisierais o no quisierais; que aliviéis un poco vuestra tiranía y opresión, para que los pobres puedan ganar aire y espacio para vivir. Que los campesinos, en cambio, se dejen guiar y abandonen algunos artículos que van demasiado lejos. De esta manera, aunque el asunto no se resuelva de una manera cristiana, al menos se solucionará según el derecho y los acuerdos humanos.

Si no seguís este consejo —Dios lo quiera—, tengo que dejar que os lancéis a la guerra. Pero yo soy inocente de vuestras almas, de vuestra sangre y vuestros bienes; vosotros mismos seréis los responsables. Os he dicho que ninguna de las partes tiene razón y que lucháis por la injusticia. Vosotros, señores, no lucháis contra cristianos, porque los cristianos no os hacen nada, pues lo sufren todo; lucháis contra ladrones públicos y profanadores del nombre cristiano; los que perezcan entre ellos ya están condenados para la eternidad. Vosotros, campesinos, no lucháis tampoco contra cristianos, lucháis contra tiranos y perseguidores de Dios y de los hombres y contra asesinos de los santos de Cristo. Los que entre ellos mueran, están también condenados para la eternidad. Ahí tenéis, ambas partes, el juicio cierto de Dios sobre vosotros, que yo sé que es verdadero. Si no queréis seguir mi consejo, haced lo que queráis para conservar vuestro cuerpo y vuestra alma.

Yo, en cambio, rogaré a mi Dios que os ponga de acuerdo u os una a ambas partes o impida en su gracia que las cosas discurran según vuestro propósito, aunque los horribles signos y prodigios que se han producido en estos tiempos me pesan en el ánimo y me temo que la cólera de Dios se haya desencadenado con demasiada fuerza, como dice él en Jeremías: «aunque Noé, Job y Daniel intercedan ante mí, no tendrá benevolencia con este pueblo»11. Quiera Dios que os atemoricéis ante su cólera y os enmendéis para que esta plaga se aplace y demore. Bueno, os he aconsejado a todos cristiana y fraternalmente, con suficiente lealtad, como me testimonia mi conciencia. Dios haga que sirva para algo. Amén.

Convertetur dolor eius in caput eiuset in verticem ipsius iniquitas eius descendat12.

11 Vid. Jeremías 15, 14.12 Vid. Salmo 7, 17: «recaerá sobre su cabeza su maldad y caerá sobre su cabeza su crueldad».