Historia de la iglesia 2 joseph lortz (catolica)

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J O S E P H L O R T Z HISTORIA DE LA IGLESIA EN LA PERSPECTIVA DE LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO II EDAD MODERNA Y CONTEMPORANEA EDICIONES CRISTIANDAD Huesca, 30-32 M A D R I D

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  • 1. J O S E P H L O R T Z HISTORIA DE LA IGLESIA EN LA PERSPECTIVA DE LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO II EDAD MODERNA Y CONTEMPORANEA EDICIONES CRISTIANDAD Huesca, 30-32 M A D R I D

2. Traduccin de la edicin 23, publicada por ASCHENDORFF VERLAG, Mnster 1965 con el ttulo GESCHICHTE DER KIRCHE IN IDEENGESCHICHTLICHER BETRACHTUNG * Tradujo al castellano este tomo II J. REY MARCOS Revis y unific toda la obra JOSE M.a BRAVO NAVALPOTRO Derechos para todos los pases de lengua espaola EDICIONES CRISTIANDAD, S. L. Madrid 1982 ISBN: 84-7057-308-X (Obra completa) ISBN: 84-7057-310-1 (Tomo II) Depsito legal: M. 13.189.1982 (Tomo II) Printed in Spain ARTES GRFICAS BENZAL, S. A. - Virtudes, 7 - MADRID-3 Fue encuadernado por Encuadernacin Larmor - Mstoles (Madrid) 3. EDAD MODERNA LA IGLESIA FRENTE A LA CULTURA AUTONOMA 73. CARACTERES GENERALES DE LA EDAD MODERNA I. EL ESCENARIO 1. Los grandes descubrimientos geogrficos de finales del siglo XV (Amrica, circunvalacin del mundo) marcan un firme punto de partida para el comienzo de la Edad Moderna. Gracias a ellos se ampli esencialmente el campo de visin y, con ello, la conciencia del hombre occidental. Surgi una nueva imagen de la tierra. En el transcurso de los siglos siguientes, frica y Asia se hicieron mucho ms accesibles a los europeos; ms tarde, tambin Australia penetr en su perspectiva (1770, James Cook). El cristianismo sigui a estos descubrimientos. Incluso contribuy en gran medida al establecimiento de relaciones con los distintos pueblos de esos continentes gracias a sus misioneros. Las misiones de ultramar, con la vida eclesial catlica organizada en sus respectivos lugares, constituyeron, a partir del segundo siglo de la Edad Moderna, parte esencial de la vida de la Iglesia. 2. A pesar de esto, el escenario propio de la historia de la Iglesia durante la Edad Moderna sigui siendo el mismo que durante la baja Edad Media: el Occidente. En efecto, desde el punto de vista de la historia de la Iglesia, los territorios recin descubiertos en Amrica del Norte, en Centroamrica y en Sudamrica pertenecieron en un primer momento a Europa. La razn de ello estriba en que, hasta bien entrado el siglo XIX, la vida cristiana en las misiones fue, con escasas excepciones, una mera irradiacin de Occidente. Durante la Edad Moderna, los pueblos de las misiones fueron, casi sin excepcin, simples destinatarios de una educacin impartida por la Iglesia occidental. Hasta la poca ms reciente, los elementos caractersticos de la vida catlica han tenido en el mundo entero un claro signo occidental. No ha habido una verdadera teologa catlica india, china, japonesa o africana, ni rdenes religiosas indgenas, ni una jerarqua nativa influyente, como tampoco una religiosidad popular catlica propia de esas regiones. 3. Ha sido en nuestros mismos das cuando ha comenzado a registrarse un cambio notable gracias a la creacin de un clero nativo, a la consagracin de obispos de color y al nombramiento de cardenales indgenas (en China en 1946, en la India en 1952, en frica en 1959). En la Antigedad, las tres grandes culturas (el judasmo, el helenismo y Roma; 5) imprimieron su sello al cristianismo y al pensamiento cristiano; es 4. posible que, de manera semejante, el Lejano Oriente o alguna de las restantes culturas de los pueblos no europeos aporten algn da algo nuevo al cristianismo catlico, que a pesar de su continuo crecimiento no ha sufrido modificacin. Pues la Iglesia, ciertamente, est vinculada al pontificado, pero no a la vida espiritual de Occidente, y mucho menos a ideas especficamente italianas o romanas. La poca marcadamente europea de la historia de la Iglesia vigente como quien dice hasta ayer est llegando a su fin, cosa que sucede tambin en la historia general de la humanidad. Por el momento, la Iglesia sigue, y con toda razn, el nico camino histrico y orgnicamente posible: defender el regazo cultural de su vida regalado por la providencia, el Occidente, pero permitiendo al mismo tiempo que las otras culturas vayan ejerciendo, segn su grado de madurez, una influencia en el modo de predicar el mensaje de la fe y en la forma de configurar la vida cristiana. No obstante, hoy parece menos probable que nunca que, en ese ulterior desarrollo, el Lejano Oriente y las primitivas culturas africanas lleguen a ejercer un papel influyente en plazo previsible: el comunismo de China, la conciencia nacional de la India y la fuerte oleada del Islam y, en parte, del comunismo en frica han quebrantado gravemente al cristianismo y a la jerarqua eclesistica o han creado una situacin en la que al cristianismo, poniendo en juego todos los recursos los recursos de una Europa tan vergonzosamente debilitada desde el punto de vista cristiano, slo le queda la posibilidad de mantener sus posiciones y consolidarlas (hablando en general) dentro de unos modestos lmites. Por otra parte, tan estrechas posiciones podrn ser reformadas con tanto mayor sentido y seguridad de futuro cuanto ms respondan a las ideas heredadas de los propios nativos. La incipiente federalizacin de la Iglesia, en firme comunin con el pontificado, podra brindar aqu posibilidades insospechadas si tanto en la creacin como en el desarrollo de esas Iglesias se pusiera valientemente en prctica la idea de que es la totalidad de los creyentes en unin con los obispos y los presbteros la que forma la Iglesia; no slo el clero. 4. Dentro de Europa, el escenario de la historia de la Iglesia catlica se redujo considerablemente a consecuencia de la Reforma protestante. Con la Contrarreforma, la Iglesia reconquist una parte del terreno perdido; gracias al progreso de sus misiones internas, tambin fueron objeto de su actividad los territorios recin convertidos a la fe, a los que ya nunca ha dejado de prestar atencin y cuidado. Y, viceversa, tambin en seguida se manifest con diversa intensidad el mpetu misionero de las nuevas Iglesias protestantes, tanto en Europa como en Norteamrica (aqu con notable fuerza) y en los clsicos pases de misin. 5. Pero, de otro lado, este escenario tan reducido tuvo en la Edad Moderna mayor significacin que en la Edad Media: el nmero y la 5. intensidad de los acontecimientos fue incomparablemente mayor. Uno de los hechos fundamentales de la Edad Moderna fue la multiplicacin sin parangn hasta entonces de las personas o elementos influyentes en la vida de la Iglesia, bien como agentes, participantes, receptores o enemigos. Ello no fue ms que el resultado: a) de un inslito crecimiento de la poblacin occidental; b) de una difusin sin precedentes de la cultura (por desgracia, slo intelectual); y c) de la tcnica moderna, que multiplic de tal forma los medios de transmitir todos los resultados, conocimientos o simples comunicaciones, que en los ltimos tiempos ha llegado a sobrecargar la capacidad psquica y espiritual del hombre y, con ello, a poner en peligro su salud mental. 6. Los principales agentes de la evolucin fueron los mismos pases que en la Edad Media, slo que, ya desde la baja Edad Media, junto al papel de Italia, Francia, Inglaterra y Alemania, tambin fue codeterminante el papel de Espaa. El predominio de cada uno de estos pases sufri grandes cambios a lo largo de la Edad Moderna. Durante la baja Edad Media, Alemania perdi su posicin predominante dentro de la Iglesia, adelantndose Francia a ocupar el primer plano. Al comienzo de la Edad Moderna pas a primera lnea Italia, en cuanto pas de origen del Humanismo y del Renacimiento. Pero, con el humanismo de Erasmo y luego an ms con la Reforma, fue otra vez Alemania la que desempe un papel decisivo en la historia de la Iglesia. Y al mismo tiempo Espaa, cuna de la reforma catlica interna y de la Contrarreforma, se situ en el punto central del acontecer histrico-eclesistico. Luego volvi al primer plano Francia, siendo la potencia rectora de la historia de la Iglesia durante el siglo XVII. Con el barroco, las fuerzas cristianas crearon una nueva cultura pan-europea: si exceptuamos el campo de la msica (donde destacaron poderosas figuras en los crculos luteranos) y la personalidad sobresaliente de Shakespeare, fueron casi exclusivamente las fuerzas de la Iglesia catlica las que dominaron el cuadro. En el siglo XVIII se impuso nuevamente una actitud espiritual que volvi a dar una impronta unitaria a toda Europa, pero en ella la revelacin cristiana se vio claramente desplazada de su anterior posicin de primaca: se trata de la Ilustracin. Partiendo de Inglaterra, la Ilustracin tuvo sus repercusiones ms radicales en Francia, pero abarc casi en la misma medida a todos los pases. A lo largo del siglo XIX, la evolucin fue adquiriendo dimensiones ms y ms universales; y proporcionalmente, en el acontecer global de la humanidad, la vida de la Iglesia fue perdiendo importancia. En el mbito de la historia de la Iglesia no hubo ya ningn pas destacado sobre los dems, pues se hizo indiscutible la hegemona absoluta del punto central: Roma. 7. En paralelo con estas oscilaciones que tuvieron lugar en Europa se desarroll, con gran lentitud durante los dos primeros siglos, la influencia de las respectivas potencias rectoras en los pases recin descubiertos y, 6. an con mayor lentitud, una cierta reaccin de las culturas de esos pases, as como de las Iglesias establecidas en ellos, contra Occidente. Ambos fenmenos, como en general toda la historia de la Iglesia desde el siglo XVI, no se sustrajeron al influjo de la Reforma y sus consecuencias. II. FUNDAMENTOS ESPIRITUALES A. La Edad Moderna como desintegracin de la unidad anterior 1. Como toda la historia en general, tambin la Edad Media fue el resultado de un cmulo de vivas e imprevisibles peculiaridades. No obstante, desde sus orgenes estuvo dominada por la Iglesia (cf. la sntesis en el 5) mediante sus grandes instituciones legales y legtimos poderes (universalismo en sus diversas manifestaciones en la Iglesia, el Imperio y las ciencias, 34, IV); gracias a ello, la Edad Media goz de una gran continuidad interna, que se mantuvo de forma asombrosa aun en los momentos de cambio de la situacin. Las caractersticas fundamentales y las grandes lneas del desarrollo resaltan claramente sobre el cmulo de datos o detalles particulares. En la Edad Moderna, por el contrario, no existieron, fuera de la Iglesia, tales fuerzas universales; ms bien, como hemos de ver, la poca estuvo esencialmente dominada por la particularizacin, por el individualismo y el subjetivismo. Ambas cosas fueron expresin no solamente de pluralidad y cambio, sino tambin de falta de regularidad general en el sentido de legalidad o normalidad constructiva. Como primera consecuencia de esta situacin bsica, el curso de los acontecimientos tambin se caracteriz por una mayor anormalidad. Por ello (y por el cmulo incomparablemente mayor de acontecimientos, que ya hemos mencionado antes), la caracterizacin general de la Edad Moderna es ms difcil y complicada (y, por tanto, tambin ms amplia) que la del Medievo. De ah que en ella debamos reducirnos, an ms que en la caracterizacin general de la Antigedad y del Medievo, a poner de relieve lo ms esencial. De antemano hay que tener en cuenta que los puntos que en seguida vamos a indicar solamente comprenden una parte de la totalidad de los acontecimientos de la Edad Moderna. La realidad completa fue mucho ms rica; tanto que, en ocasiones, incluso se desvi por derroteros opuestos a las lneas indicadas. Al mismo tiempo, el llegar a obtener un conocimiento exacto de tal realidad depende, en mayor medida que para pocas anteriores, de que se tenga plenamente en cuenta el pas al cual se ha de aplicar la caracterizacin propuesta. En efecto, cada uno de los distintos escenarios en que se desarroll la vida de la Iglesia tuvo una especificidad y, con ello, una capacidad de reaccin ms marcada que antes. 7. En la evolucin hubo, adems, otro elemento determinante, completamente nuevo: la creciente aceleracin del ritmo de vida, que trajo como consecuencia rpidos cambios en la disposicin de las fuerzas. Y esto es aplicable no slo al siglo XIX, sino a los siglos anteriores, esto es, a los siglos del coche de posta, pues gracias a la imprenta las relaciones espirituales entre los hombres, incluso los muy alejados entre s, se multiplicaron de una forma extraordinaria. Posteriormente, la mquina de vapor y el telgrafo aceleraron todava ms el ritmo de la evolucin. En poca ms reciente, el tempo de las transformaciones (inorgnicas muchas veces, por haber sido introducidas de fuera) y de sus efectos, que afectan simultneamente a todos los hombres del globo, han alcanzado grados alarmantes, hasta el punto de constituir una seria amenaza para el espritu. S; en la actualidad hemos de decir que la existencia espiritual est absolutamente amenazada por esta evolucin. Cuando hagamos la caracterizacin de la poca ms reciente, volveremos sobre las posibilidades positivas que contrarrestan esa amenaza. 2. Si prescindimos de los grandes descubrimientos geogrficos, la Edad Moderna no se destac del Medievo por ningn otro acontecimiento externo espectacular. Su diferencia con el Medievo estrib ms bien en la profunda transformacin de la vida cultural de Occidente. Esta transformacin se realiz en un lento proceso de crecimiento. a) Comenz, como ya hemos visto, en la alta Edad Media. La poca de su preparacin inmediata fue la baja Edad Media. De ella naci la Edad Moderna. La Edad Moderna empez a existir en el momento en que las tendencias disgregadoras de la baja Edad Media, es decir, los conatos de las nuevas actitudes, prosperaron hasta el punto de constituirse en los fundamentos universales de la vida occidental ( 61, 3). b) As, pues, lo peculiar de la Edad Moderna se echa de ver primeramente en su diferenciacin con respecto a la poca anterior, la Edad Media, y esto se concreta en las tendencias disgregadoras: subjetivismo e individualismo, nacionalismo, laicismo y secularizacin. Su curso est caracterizado por el desarrollo de las posibilidades encerradas en estos factores. Ahora bien, la expresin tendencias disgregadoras no debe entenderse exclusivamente en relacin con lo especficamente medieval; tiene la validez de una determinacin esencial, en cuanto que la Edad Moderna, tomada en su conjunto, ya no tuvo un centro catlico, ni cristiano, ni siquiera religioso. Naturalmente, la Edad Moderna tambin mostr una serie de nuevos movimientos positivos y produjo una asombrosa cantidad de elementos valiosos, por ejemplo, en el campo de la reflexin filosfica y espiritual y, sobre todo, en el de las ciencias exactas y sus aplicaciones. Pero respecto a ese valor, pata recobrar el cual el hombre nada puede dar (Mt 16,26), la Edad Moderna, a pesar de los valores 8. religiosos, cristianos, eclesiales y humano-culturales que hallamos en sus cuatro o cinco siglos, supuso esencialmente una prdida del centro. 3. En el mbito propio de la historia de la Iglesia, esas actitudes fundamentales disgregadoras no fueron ms que la continuacin de aquellas peligrosas fisuras que desde el siglo XII se abrieron en el organismo unitario medieval, como ya hemos constatado, y que ms tarde desembocaron en el gran movimiento antipontificio de la baja Edad Media. Nota caracterstica fue tambin su crtica a la Iglesia medieval y su reaccin contra ella. Con otras palabras: la Edad Moderna, en lo que atae fundamentalmente a la historia de la Iglesia, constituy un movimiento de apartamiento de la Iglesia; fue un ataque contra la Iglesia, resultando as una poca de vida espiritual autnoma. a) La misin del Medievo eclesistico consisti en cristianizar a los pueblos de Occidente, para formar con ellos un organismo cristiano. A un mismo tiempo, la Iglesia condujo a tales pueblos y ellos fueron desarrollndose hasta alcanzar su autonoma espiritual. Pero en el mbito de la Iglesia, esta autonoma slo cabe dentro de una sumisin esencial a la autoridad establecida por Dios. Esto quiere decir que mientras los pueblos iban hacindose libres e independientes interiormente, deban a la vez permanecer dentro de la Iglesia en un estado de sumisin religiosa, estado que haban aceptado cuando carecan de autonoma espiritual. El peligro de conflicto era evidente. Para salvarlo no haba ms que un camino: intentar con audacia, y partiendo de la libertad interior de la fe, transformar la relacin de los pueblos con la Iglesia, hacindolos pasar del sometimiento de hecho a una sumisin voluntaria y consciente, espiritualmente adulta, y a una fiel colaboracin, como lo entraa y exige la esencia del mensaje del Redentor. b) Pero esto ni se intent en la medida suficiente ni se consigui en la amplitud deseada. Ante los movimientos antieclesisticos, las autoridades de la Iglesia, en vez de poner el acento en la sumisin independiente y en la colaboracin responsable, insistieron en el conservadurismo y en la obediencia pasiva. De hecho, se lleg a que amplios sectores de la humanidad occidental se separasen, y en actitud hostil, de la Iglesia. Quienes haban sido educados por la Iglesia y en la cultura por ella misma creada se convirtieron en gran parte en sus enemigos. En el seno de la propia Iglesia, a lo largo de todo el ancien rgime, la superacin del clericalismo medieval fue a todas luces insuficiente. En la prctica, con harta frecuencia acababa imponindose la idea de que la Iglesia es el clero, es decir, la jerarqua. El pueblo eclesial nunca dej de ser, a la hora de la verdad, simple objeto de la pastoral, en vez de convertirse en sujeto de la Iglesia como tal. 4. Esta caracterizacin de la Edad Moderna podra parecer exagerada. Sin embargo, corresponde a los hechos. Naturalmente, damos 9. por supuesto que la reflexin sobre la historia de la Iglesia no debe elevarse a un plano teolgico espiritualista, como si la vida de la Iglesia discurriera en el espacio vaco. Ciertamente veremos (por aducir aqu un ejemplo) que la reforma catlica del siglo XVI brot mucho ms de sus propias races y fue motivada mucho menos por el ataque protestante de lo que frecuentemente se dice. De todas formas, lo que caracteriza a la poca en su conjunto (no a la vida de la Iglesia en particular) sigue siendo la Reforma, no el Concilio de Trento. Y aun cuando la Reforma, en sus valores religiosos nucleares, constituy al comienzo un proceso de crecimiento enteramente positivo, no cabe duda de que luego se convirti en un ataque realmente amenazador, e incluso en muchos aspectos consciente, contra la Iglesia. O dicho de otra manera: esencial para determinar lo caracterstico de la historia de la Iglesia del siglo XVII no es el cmulo de los grandes santos de este siglo, sino la Iglesia estatal (en s misma menos valiosa); y en el siglo XVIII no lo es el contenido catlico de la vida, contenido que an subsiste y es muchas veces consoladoramente intenso, sino el racio- nalismo de la Ilustracin. Y en el mbito de la historia de la Iglesia protestante, los elementos secularizados cobran una significacin todava mayor. 5. Con este ataque se correspondi el nacimiento de una cultura autnoma, independiente de la Iglesia. Para la Iglesia, esto signific en cierto modo la repeticin de la situacin que tiempo atrs haba encontrado al penetrar en el mundo romano-pagano. Tambin entonces la Iglesia haba tenido frente a s una cultura hostil. Y, como entonces, tambin en la Edad Moderna esta cultura hostil ocup (y en medida creciente) gran parte de la vida, mientras el acontecer eclesial y cristiano (completamente al revs que en la Edad Media) slo abarc y conform un pequeo sector. En lo que atae a la Edad Moderna, hemos de aadir que tal cultura fue una cultura apstata. En su animosidad contra la Iglesia hay una buena dosis de odio, el odio propio del renegado, que ha impreso hasta el fondo sus peculiares huellas en toda la historia de la Edad Moderna, hasta la Espaa de la Guerra Civil, el Mxico moderno y la Rusia actual. En Mxico (y de manera significativa tambin en Francia) la situacin ha mejorado recientemente. Pero en conjunto sigue vigente la caracterstica indicada: en la Edad Moderna, el cristianismo y la Iglesia abarcan solamente un sector de la vida humana que se hace cada da ms pequeo. El mbito eclesistico se ha reducido terriblemente ante la cultura (o, mejor dicho, civilizacin) autnoma, que se yergue como un nuevo Prometeo. La Iglesia hoy no solamente ha llegado a sentirse en buena parte como un forastero sobre la tierra (lo cual sera legtimo), sino que tambin es tratada por la mayor parte de la humanidad moderna como un forastero molesto. (Sobre el indudable giro de los ltimos cincuenta aos y su contraste en Rusia con el avance del materialismo ateo, vase 126). De 10. este modo, el ataque directo pierde ciertamente dureza, pero a menudo la causa estriba en que los hombres se han vuelto apticos ante lo religioso. Con el avance de la Edad Moderna, la incapacidad para creer ha ido convirtindose progresivamente en uno de sus rasgos ms acusados. 6. Tanto desde el ngulo de la historia del espritu como de la Iglesia, el resultado ms importante de esta evolucin se cifra en la destruccin de la unidad, que hasta ahora haba sostenido la totalidad de la vida. En efecto: 1) se ha quebrantado la validez universal y la intangibilidad, obvias para la Edad Media, de los rdenes vigentes en el campo de la fe, la moralidad y el pensamiento, y para ello 2) se ha proclamado de hecho y de derecho la mutabilidad de lo existente en sus fundamentos ms importantes, y las revoluciones espirituales y religiosas de la Edad Moderna se han encargado de llevarla a cabo. En la vida real coexisten ahora diversos tipos de fe, de cristianismo, de Iglesia, sin que ninguno tenga menos justificacin que los otros desde la perspectiva del derecho pblico1 . a) Para nosotros esto es hoy una cosa evidente. Pero en los siglos XV y XVI supuso una transformacin radical que, lenta pero irresistiblemente, fue penetrando en la conciencia. Y desemboc en una variopinta y desconcertante relativizacin prctica de la verdad, la cual fue socavada y minada progresivamente por un relativismo terico. Esta transformacin y reorientacin se complet en el siglo XIX. Todo ello, no obstante, tambin condujo entre otras cosas al conocimiento de una verdad realmente decisiva, por la cual la cristiandad haba luchado desde la guerra de las investiduras ( 48): se aprendi a distinguir correctamente entre lo religioso y lo profano, entre lo eclesistico y lo estatal. Vista la mayora de edad alcanzada por los pueblos en el mbito poltico y cultural, la valoracin positiva del orden de la creacin y de la actividad poltica que ah se manifiesta fue tan ineludible como valiosa en s misma. Es lamentable que frecuentemente, incluso preferentemente, tuviera que llevarse a cabo contra la Iglesia, pero no result fcil evitarlo. El revestimiento histrico de la vida y la fe cristianas, sujeto siempre a los condicionamientos de la poca, haba estado, sin embargo, para muchos, y durante demasiado tiempo, prcticamente identificado con la esencia de la fe. Partiendo de esa confusin, bastantes cristianos no ilustrados intentaron (y con harta frecuencia!) una defensa indiferenciada de lo tradicional, incluso en aspectos accidentales. Por eso no es legtimo recusar simplemente la acusacin de que con los catlicos, en la prctica, se tuvo que porfiar en algunos puntos para obtener de ellos el pago, ya vencido, de la nueva mentalidad. (La supresin de la Inquisicin y las torturas lleg con 1 Muy distinta fue todava en el siglo XV la situacin de los husitas, separados de la unidad. Su vinculacin interna a la comn tradicin dogmtica y eclesistica estuvo en clara oposicin con su ruptura revolucionaria, lo cual no deja de ser bastante sorprendente. 11. la Ilustracin; en el campo de la ciencia bblica y de la historia eclesistica, los documentos se amontonan hasta la poca ms reciente). b) Todo esto ha cobrado mayor importancia gracias a la progresiva y recproca mezcolanza de confesiones y cosmovisiones en todos los pases a lo largo de la Edad Moderna (libertad de residencia, transportes, prensa, publicidad, radio; tras la Segunda Guerra Mundial, violenta expulsin de la poblacin evanglica y catlica del este de Alemania al reducido espacio de la Repblica Federal; algo similar: el problema de los refugiados en Asia y frica). El continuado e ntimo contacto diario entre catlicos y no catlicos, entre creyentes y no creyentes, la experiencia elemental de un mismo resultado global hombre en las distintas creencias no ha sido una cuestin accesoria para la vida cristiana y, en especial, para la vida catlica de la Edad Moderna, sino precisamente una de sus realidades fundamentales. La importancia de esta realidad se hace mayor por el hecho de que el factor propiamente dominante de la vida en los ltimos estadios de la Edad Moderna no ha sido ni lo catlico ni lo cristiano, sino una cultura a veces puramente centrada en el ms ac. c) En concreto, esto significa que la Iglesia se ha visto desplazada de la situacin de privilegio que ocupaba en la vida y que tericamente cualquier visin del mundo, incluso cualquier error, tiene tantas posibilidades de existir como ella. Hasta entonces, la Iglesia haba dominado tanto por su prestigio religioso-moral como por el apoyo del brazo secular. De ah que, hasta que se impuso la Reforma y, en los pases que siguieron siendo catlicos, hasta la Revolucin francesa y las grandes secularizaciones de comienzos del siglo XIX, la Iglesia se hallase en situacin no slo de declarar falsas, mediante su magisterio, las concepciones que se opusieron a su doctrina, sino tambin de reprimirlas por la fuerza mediante sus propios tribunales (espirituales) y mediante el poder del Estado. En el transcurso de la Edad Moderna esta posibilidad lleg a desaparecer por completo. Como hemos podido descubrir sobradamente en la historia de la Iglesia medieval, este hecho no deba suponer una desventaja, sino todo lo contrario. Pero la transformacin fue muy profunda. Como supuesto para sobreponerse a ella por entero y en el momento oportuno se necesitaba una revolucin extraordinariamente audaz de valores y de mtodos, cosa que no cabe esperar de ninguna estructura sociolgica. Cierto que las especiales fuerzas y promesas de que dispone la Iglesia habran podido muy bien proporcionarle la capacidad de decisin necesaria para emprender esta revolucin positiva en germen a que nos referimos. La Iglesia histrica ha sido fundada por el Seor para transmitir la redencin; por eso forma parte de su cometido, viviendo dentro de la historia, el estar por encima de ella. B. Peculiaridades de la cultura moderna 12. Cules son los rasgos peculiares de la cultura autnoma que surge a raz de esa desvinculacin y repercute en la vida eclesistica? 1. La caracterstica ms general puede muy bien cifrarse en el aprecio y cultivo unilateral del intelecto, que dio como resultado el tpico realismo positivista, esto es, la reduccin del concepto de ciencia a los datos exactos de las ciencias naturales2 . Esto vale tambin para la ciencia histrica y para la crtica histrico-filolgica en el campo de la teologa (especialmente la no catlica): lo que debe conducirnos a la comprensin de lo real es la observacin y la investigacin exacta, no la especulacin del espritu. La aceptacin creyente de la revelacin divina experiment un fortsimo retroceso. Este realismo se ha visto fomentado por los grandes descubrimientos geogrficos, cientfico-naturales, histricos y psicolgicos caractersticos de la Edad Moderna, que se han ido acumulando cada vez en mayor nmero y con mayor celeridad en el transcurso de los siglos. 2. La consecuencia inmediata de este realismo, o sea, de los descubrimientos indicados, fue, en primer lugar, un aumento asombroso del saber, y despus, el trnsito de la orientacin lgica a la orientacin psicolgica. Ambas cosas llevaron a su vez a) a una filosofa crtica y escptica y b) al relativismo, que propende a tomarlo todo por verdadero en algn sentido o, al menos, por justificado. Su expresin ms frecuente es el escepticismo, que a menudo desemboca en el agnosticismo. En el siglo XIX, el siglo de la ciencia histrica, adopt tanto la forma del historicismo como la del relativismo terico. En la esfera de la vida prctica, el relativismo dio como resultado el liberalismo, con sus muchas formas y significados. 3. Dentro de estas actitudes espirituales bsicas, el individualismo y el subjetivismo se introdujeron poco a poco en la totalidad de la vida de la Edad Moderna, dominando no slo la filosofa, sino tambin la vida social, poltica y econmica. Lo ms importante desde la perspectiva de la historia de la Iglesia es que tambin impregnaron bajo diversas formas la vida religiosa. Todos los siglos de la Edad Moderna (cada uno en distinta medida) estn marcados por ellos (apartado 4). Precisamente por la trascendencia de esta tesis es necesario tambin indicar sus lmites: la lnea aqu sealada marca la orientacin ltima y ms profunda de los giros y tendencias decisivos, pero no desconoce que tambin existieron otras corrientes que, junto a ella, por debajo de ella o en contra de ella, impulsaron el flujo de la vida. El gran complemento del subjetivismo es la permanente reaccin del elemento sano del hombre, que muy difcilmente se deja remover de las costumbres objetivas y normales de la vida. La vida corriente suele permanecer, y permaneci a menudo, 2 Cf. el uso de la palabra science en francs e ingls para las ciencias naturales 13. aunque no siempre, a la zaga de la teora disolvente. Los totalitarismos del siglo XX, sin embargo, han destruido esa saludable inhibicin, y bien radicalmente por cierto. 4. La penetracin del subjetivismo en el terreno religioso se realiz a lo largo de cuatro etapas importantes, a saber: a) la distensin dentro de la Iglesia (humanismo y diversos movimientos de la baja Edad Media, 66- 69); b) la lucha contra la Iglesia catlica (protestantismo); c) la lucha contra la religin revelada (la Ilustracin del siglo XVIII); d) la lucha contra la religin como tal (materialismo y socialismo en el siglo XIX y comunismo en el siglo XX). Los dos ltimos siglos han impreso a la vida espiritual de la Edad Moderna una nueva y doble peculiaridad, muy distinta de la del tiempo de la Ilustracin: el pensamiento y gran parte de la vida moderna son desde entonces acusadamente a-eclesiales y antisobrenaturalistas. 5. Al nacimiento de esta cultura autnoma tambin contribuy decisivamente la fuerza ms poderosa del movimiento antipontificio de la baja Edad Media: el particularismo nacional. El nacionalismo se convirti en el siglo XIX en la hereja moderna por antonomasia. Los estados se alejaron cada vez ms de los vnculos eclesisticos, confesionales y, finalmente, religiosos. Se convirtieron en estructuras ms o menos profanas, de este mundo, atentas exclusivamente a servir al ego nacional y su poder. El resultado fue una especie de divinizacin del Estado. Las etapas estn marcadas por: a) la formacin de estados protestantes anticatlicos (en parte junto con el episcopado de los prncipes) y las Iglesias nacionales catlicas; b) la secularizacin (Revolucin francesa y secularizacin alemana); c) separacin hostil del Estado y la Iglesia, de manera parcial en Italia (1780-1929) y Espaa (1837-1851), y extrema en Francia (desde 1905). Ntese que esta separacin es radicalmente distinta de la separacin puramente objetiva (y enormemente importante) de la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos de Norteamrica ( 125). 6. Como resultado de los descubrimientos en el campo de las ciencias de la naturaleza y de su aplicacin en la tcnica moderna por medio de la general industrializacin, durante el siglo XIX hubo nuevas situaciones crticas que revolucionaron profundamente la vida, y as, una vez ms, modificaron sustancialmente las condiciones en que deba desarrollarse la actividad religioso-eclesistica. La tendencia fundamental repercuti en el mbito religioso-moral, y ello como mera consecuencia ltima del desarrollo de anteriores procesos de disolucin en especial interdependencia con el moderno desarrollo econmico. a) Gracias a los nuevos medios de comunicacin espiritual y material, el mundo se hizo escenario de la historia; la gran masa fue participando cada vez ms en las discusiones, hasta alcanzar en algunos aspectos, al menos indirectamente, una influencia decisiva; el proceso de 14. desarrollo se traslad de los anteriores centros de la actividad espiritual a los sindicatos, al parlamento democrtico y al peridico, incluso a la vida cotidiana de la calle, la fbrica y la vivienda, y la influencia secularizante no ces ni de da ni de noche. Las masas humanas y la cantidad en cuanto tal pasaron a ser factores determinantes. b) En el cambio social y poltico fue caracterstico el triunfo definitivo del pensamiento democrtico. De todas las actitudes espirituales bsicas a que aspiraba la baja Edad Media, tan slo la idea socialista-democrtica fue reprimida durante siglos (represin de los levantamientos de los campesinos). La Edad Moderna fue, hasta fines del siglo XVIII, la poca del absolutismo de los prncipes. El surgimiento victorioso de la idea democrtica, dentro del tercer estado con la Revolucin francesa y, luego, dentro del cuarto estado (el proletariado), con el socialismo y ltimamente con el comunismo, ha provocado una acumulacin de fuerzas completamente nuevas, que, al ser acentuada, ha supuesto una carga para la vida pblica de los siglos XIX y XX: en vez de igualdad liberadora, igualitarismo destructor. (Para una descripcin ms detallada de las fuerzas impulsoras de los siglos XIX y XX, cf. infra, 108). 7. Ciertamente, en todo esto el hombre ha logrado conquistar algo a cambio de lo cual ningn precio puede ser excesivo: la libertad. Lstima que en los ltimos tiempos, tanto en el liberalismo como en las creaciones totalitarias, se haya abusado vergonzosamente de ella o se la haya falseado en su fuerza creadora. Desde el ngulo de la actividad general del espritu, el resultado es, en ms de un aspecto, el siguiente: los hombres han conquistado mltiples libertades, pero han perdido (nuevamente) la libertad. C. Unidad formal del clima espiritual en la Edad Moderna 1. Las lneas fundamentales apuntadas valen (como anticipacin en el tiempo) para el escenario global de la historia de la Edad Moderna. Es cierto que an hemos de destacar algunas diferencias en casos particulares y es cierto que la destruccin de la unidad eclesistica, religiosa y espiritual antes mencionada (pp. 21s) fue muy profunda; no obstante, tambin es cierto que el mbito espiritual dentro del cual transcurri la historia de la Edad Moderna, visto en su conjunto, constituy una unidad. No, desde luego, una unidad de contenidos, pero s una unidad de tendencias formales, de estilo espiritual, una tonalidad unitaria en la situacin espiritual, esto es, en la actitud autnomo-subjetivista ya indicada (que en su contenido tiende al secularismo). Las profundas transformaciones experimentadas en la vida espiritual, caractersticas de la Edad Moderna frente a la Edad Media, fueron o se hicieron sin excepcin movimientos paneuropeos, aunque en diferente proporcin. En cada pas, es cierto, 15. presentaron diferencias importantes, y aun importantsimas (cf., por ejemplo, el Humanismo en Italia, en Alemania y en Espaa). Pero sus elementos efectivos, los que influyeron en la historia universal y, con ello, en la historia de la Iglesia, los que crearon la nueva realidad, fueron fundamentalmente los mismos en toda Europa. As ocurri con el Humanismo, con la Reforma, con el Absolutismo (Iglesias nacionales), con la Ilustracin, con el materialismo, el historicismo y el liberalismo: la disolucin eclesistica, luego la religiosa, despus la ideolgica y nuevamente la poltica dominaron la totalidad de la poca. 2. Pero no se trata de una unidad rgida y estable. Al contrario, una de sus caractersticas fundamentales es que ella misma cambia, y lo hace de un modo mucho ms profundo que en la Antigedad o en el Medievo eclesistico. La evolucin real y la idea o la teora de la evolucin en el sentido de un evolucionismo no sujeto a normas objetivas (o sea, de nuevo, una forma de relativismo) dominaron la Edad Moderna: el clima espiritual del Occidente cambi con los siglos, as como, en consecuencia, los problemas planteados dentro de l. Tal cambio estructural interno del Occidente durante la Edad Moderna fue uno de los fundamentos de la vida en esa misma poca. Y para las condiciones en que se desarroll la actividad de la Iglesia, adquiri una importancia vital. La susodicha celeridad de la evolucin hizo ms hondo el problema y dificult su solucin. Las condiciones de vida de los hombres y la superestructura religioso-espiritual cambiaron profundamente, y ello a empellones (empellones espirituales revolucionarios casi incesantes). Esto cre sin duda una situacin extraordinariamente difcil para la Iglesia conservadora, mas tambin fue un reto que la historia dirigi a esa misma Iglesia, para que demostrase que la tradicin es la mejor forma de renovacin continuada. Por desgracia, en la reaccin falt muchas veces la valenta y la creatividad para dar el improrrogable salto adelante3 . 3. La emancipacin de la Edad Moderna respecto de la Iglesia, como se refleja en estos procesos, se realiz paulatinamente. Para comprenderla bien hay que tener en cuenta que tanto las grandes como las pequeas formas de vida sobreviven a la idea que las cre. Solamente cuando se da una ruptura violenta que barre todas esas formas (como ocurri con la invasin de los brbaros), vemos aparecer a un tiempo nuevas actitudes espirituales bsicas y nuevas formas de vida, que naturalmente an son inmaduras y andan buscando a tientas la forma correcta4 . En cambio, las 3 Juan XXIII emple esta expresin para designar el cometido del Concilio Vaticano II. 4 Algo semejante es lo que estn llevando a cabo en poca muy reciente el bolchevismo y el comunismo en Rusia, en China, en una parte de los pases rabes y en frica. En estos casos (en principio) se trata, no obstante, de una asuncin de los resultados ya conseguidos en Europa tanto en el orden de la ideologa como en el de la industrializacin y la tecnificacin. 16. transformaciones de ndole preferentemente interna, como las que caracterizan el trnsito de la Edad Media a la Edad Moderna, necesitan largo tiempo para cambiar la totalidad de la vida y crear un nuevo orden externo de la existencia. En la Edad Moderna esto slo lo alcanz propiamente la Ilustracin o, mejor dicho, su fruto ms maduro: la Revolucin francesa. Hasta entonces, lo mismo en las actitudes espirituales bsicas que en el orden externo de la vida persistieron muchos elementos medievales. En el mbito de la vida interior, el ms importante de ellos hasta el siglo XVIII fue (para la generalidad) el reconocimiento oficial de una religin revelada. En el mbito de la vida exterior lo fue la unin de la Iglesia y el Estado, y hasta bien entrada la Revolucin francesa, la situacin social privilegiada del alto clero. 4. Tanto el ritmo como el alcance de la transformacin han ido creciendo con el paso de los siglos. Por eso, los rasgos fundamentales indicados no son plenamente exactos hasta la poca ms reciente. Sobre todo desde 1850 (en nmeros redondos), el desarrollo y el cambio han alcanzado tal grado de aceleracin, que no hay comparacin posible con ningn otro tiempo histrico. Y en la poca ms reciente, tras los trascendentales avances de la matemtica y los grandes descubrimientos de la fsica, la aceleracin parece incluso devorar el presente. Este ritmo acelerado ha trado consigo, como ltimo resultado del relativismo y como una de las actitudes fundamentales del presente, una modificacin que sobrepasa igualmente todo lo conocido en la historia: es el apartamiento del hombre de hoy de la tradicin, su radical falta de presupuestos, que en todos los campos, incluido el espiritual, apenas conoce la palabra imposible: aun cuando esta actitud haya conducido al espritu humano a alturas insospechadas, entraa un riesgo especialmente grave para lo anmico y, concretamente, para lo religioso. 5. La realizacin plena de este proceso de disolucin, es decir, el agotamiento de todas las posibilidades del subjetivismo, liberado primero de la autoridad catlica, cristiana y religiosa y, despus, de todo tipo de autoridad, ha dado a su vez, en la actualidad, un fuerte impulso a los movimientos retrgrados. La dolorosa experiencia5 de la esterilidad desesperanzadora de aquella actitud y el conocimiento (o presentimiento) de que el subjetivismo radical amenaza con llevarnos al caos, al hundimiento de todo lo estable, del Estado, de la cultura y de la sociedad, han despertado tendencias que se oponen a la desintegracin. La 5 Suficientemente amplia es la base de esta experiencia: el vaco espiritual en la literatura y la filosofa de fin de siglo (ambiente fin du sicle), las dos guerras mundiales y, especialmente, la destruccin de lo humano durante y despus de ellas. Ultimamente, la angustia existencial bajo la amenaza de la bomba atmica, la expansin gigantesca, poderosa y propiamente misionera del bolchevismo ateo. 17. desintegracin, es cierto, parti en otro tiempo de arriba hacia abajo. Pues bien, hoy an sigue extendindose por abajo. Otra cuestin no menos apremiante es si los grmenes que comienzan a brotar en la vida superior tendrn suficiente fuerza para proscribir por completo la anarqua. Cuestin esta que los cristianos slo podrn responder en el marco de la teologa de la Cruz y de la esperanza de la Cruz. Por descontado que, dentro de esta misma panormica, es importante evitar toda orientacin unilateral e incluso farisaica con respecto a la decadencia de la cultura moderna. No solamente son culpables de ella los de fuera; tambin lo somos nosotros, los de dentro de la Iglesia. III. LINEAS BASICAS DE LA ACTIVIDAD DE LA IGLESIA 1. Como ya hemos apuntado, es del todo natural que estos movimientos tan profundos de la totalidad de la vida afectasen esencialmente la actividad de la Iglesia, esto es, las condiciones bajo las cuales sta haba de llevarse a cabo. 2. Por otra parte, la Iglesia que se enfrent a estos movimientos no era ya la misma que en los comienzos de la Edad Media. A lo largo de una historia impresionante, la Iglesia haba estructurado y robustecido su organizacin interna, sus fuerzas auxiliares y su experiencia de forma altamente significativa. No se trataba, pues, de una Iglesia naciente enfrentada a una cultura poderosa, como en la Antigedad, ni tampoco de una Iglesia ya configurada en cierta medida, pero escasa y necesitada de cultura, como en la primitiva Edad Media. Se trataba ms bien de una Iglesia firmemente organizada y con una tendencia unitaria cada vez mayor, enfrentada en este nuevo estadio de su desarrollo, el tercero a una cultura no cristiana y no eclesistica, consciente de s misma y en constante proceso de consolidacin. Es ahora, en la poca ms reciente, cuando esta Iglesia firmemente organizada ha comenzado a esforzarse seriamente por encontrar nuevos modos de expresar su vida. Precisamente para salvar la tradicin (es decir, el mantenimiento vivo de lo tradicional), importantes movimientos espirituales intentan superar el mero tradicionalismo conservador. 3. El modo como la mayor parte de los factores fundamentales indicados influy en la tarea de la Iglesia es suficientemente claro (en parte ya nos hemos referido a ello). Pero an queda por caracterizar en sntesis las perspectivas de la predicacin cristiana en medio de aquella cultura. Segn lo dicho, debieron predominar forzosamente las desventajas. a) El punto de partida para hacer una caracterizacin global de la situacin de la Iglesia a comienzos de la Edad Moderna es la reforma iniciada, pero no terminada de la cabeza y los miembros. La importancia 18. de este hecho no se agota con el recuento y la valoracin de las deficiencias concretas. En el fondo, su importancia estriba en este otro aspecto: que fue de la no realizacin de la reforma debida de donde naci, precisamente, la peculiar situacin de la historia de la Iglesia en la Edad Moderna. Esto facilit la irrupcin del espritu del Renacimiento, prepar el terreno para la protesta de los reformadores y, en general, proporcion cierta justificacin y fuerza interna a las crticas y exigencias dirigidas a la Iglesia. Por su parte, las fuerzas desplegadas por la Iglesia, generalmente, no respondieron en la medida deseada a tales exigencias. b) En la Edad Moderna, la fuerza de choque de la Iglesia se encontr sumamente debilitada. A pesar de la originaria base cristiana del Humanismo, en la predicacin de la Iglesia penetraron juntamente con el categoras demasiado extraas a la revelacin. A consecuencia de la Reforma, el cristianismo qued desgarrado en una multitud de Iglesias y en una pluralidad de sectas y movimientos. As, el cristianismo no pudo, ni en Europa ni en las misiones, presentarse como en otros tiempos con la fuerza de la unidad. Los hombres tuvieron que plantearse la grave pregunta: Cmo puede ser el cristianismo la nica religin verdadera si est dividido en tantas y tan diferentes confesiones? Cul de ellas es la verdadera? 4. Las ventajas que esta situacin report a la actividad de la Iglesia fueron muy escasas y, ms que nada, como fenmenos secundarios. a) El alejamiento de la Iglesia llev tambin, entre otras cosas, a cierta falta de inters por ella y, ms tarde, a una parcial, neutral separacin de la Iglesia y el Estado; es decir, a la Iglesia se le otorg aqu y all la libertad de perseguir sus propios objetivos con arreglo a sus propios mtodos. La Iglesia, ciertamente, no reconoci esta actitud como el ideal (pues todo lo creado, por tanto, tambin el Estado, est llamado a servir a Dios); pero esta actitud, gracias a la salvaguardia del orden pblico, gracias a la libertad de reunin, de expresin y de prensa, en los ltimos siglos, ha llegado a ser a menudo una ventaja real para la Iglesia. b) Todos los Estados modernos los catlicos no menos que los protestantes desarrollaron un sistema de iglesias nacionales, que hizo uso y, muchas veces, abuso de la Iglesia. De esta manera pudo la Iglesia ir descubriendo los peligros e inconvenientes de una unin demasiado estrecha con el Estado. Y entonces, necesariamente, tuvo que recurrir a sus fuerzas internas y aplicar a las distintas cosas su concepcin puramente religiosa. Hasta tal punto, que la prdida de su poder poltico-eclesistico (revolucin, secularizacin) acab reportando a la Iglesia tambin ventajas, que incluso poco a poco van acrecentndose. La liberacin de la Iglesia del brazo secular es otra caracterstica ms de la historia eclesistica en la Edad Moderna (cf. supra, ap. II, B). En la poca ms reciente ha crecido el nmero de concepciones profundamente creadoras que vuelven a realzar el valor positivo y hasta la necesidad de una Iglesia de la agona 19. (Reinhold Schneider) como consecuencia de la paradoja fundamental del cristianismo (ganancia mediante renuncia, Lc 9,24). El ejemplo de la renovacin catlica surgida en Francia a raz de la separacin de la Iglesia y el Estado, as como ciertas manifestaciones en los pases subdesarrollados y algunas experiencias vividas en los sistemas totalitarios robustecen nuestro modo de entender estos puntos de vista. Hasta el dao ms grave sufrido por la Iglesia en la Edad Moderna, la apostasa de las iglesias reformadas, no dej de serle profundamente til. La competencia despert grandes energas. De todas formas, la oportunidad de verse controlada por un adversario no siempre fue aprovechada con la apertura requerida. Ultimamente, esta competencia y esta rivalidad han demostrado su positiva significacin en el dilogo atento de los cristianos separados entre s y en el progresivo descubrimiento de los elementos catlicos que encierra la Reforma. c) Prescindiendo de los perodos de gran florecimiento de la Iglesia en determinados pases y determinadas pocas, no falt una promocin activa de la Iglesia por parte del Estado, sobre todo en las misiones. En la doctrina y la disciplina eclesisticas, as como en el trabajo de los misioneros, se vio una valiosa ayuda para la difusin de la propia cultura. Y as, por motivos nacionales, incluso estados hostiles a la Iglesia apoyaron a las misiones. Es cierto que en este caso la ventaja encerr tambin un serio inconveniente, funesto para la religin: la mezcolanza de la misma religin con la poltica, la cultura y la economa. Por eso es muy natural que la reciente reaccin antieuropea de los nuevos pueblos que han nacido a la historia haya sido, por razones econmico-nacionales, anticristiana6 . d) La ventaja fundamental con que la Iglesia poda contar tambin en la Edad Moderna no fue una nota caracterstica de esta o aquella situacin histrica; fue ms bien la fuerza proveniente de Dios, entonces potenciada hasta el mximo y de mltiples maneras por una lucha enta- blada a vida o muerte; fue el indestructible anhelo del corazn humano por la verdad; fue la inspiracin rectora del Espritu Santo, que a veces se manifiesta en forma sorprendente, como ha ocurrido bajo el pontificado de Juan XXIII y en el transcurso del Concilio Vaticano II. 5. La situacin general de la poca impona a la Iglesia una triple tarea: a) el ataque exiga defensa; b) el distanciamiento de la cultura, su reconquista, y c) el debilitamiento interno de la Iglesia, la autorreforma. A. Defensa 1. La defensa se impona por razones obvias, pues constitua una necesidad vital. Pero no se debe olvidar que la defensa ha sido, hasta la 6 Cf. en el 19 detalles sobre estas cuestiones. 20. poca ms reciente, la nota determinante de toda la actividad eclesial. La Iglesia medieval haba vivido sobre todo de su propio centro; en todos los campos haba llevado ella la iniciativa. Al defender su doctrina y su modo de vida (por ejemplo, Toms de Aquino contra los averrostas o Gregorio VII contra la simona), lo principal era la exposicin positiva, y la defensa era un ataque. Las reacciones opuestas (por ejemplo, las herejas) eran nicamente factores secundarios, aunque tambin muy importantes, dentro del cuadro total. En la Edad Moderna, en cambio, la iniciativa pas de tal manera a manos de los adversarios, que toda la labor de la Iglesia, y muchas veces incluso sus creaciones ms sobresalientes y positivas, estuvo fuertemente determinada por la actitud defensiva. La amenaza mortal constante ha creado en la Iglesia la conciencia profunda y duradera de un peligro siempre inminente. As, por ejemplo, la teologa ha tenido hasta hace poco, en una medida sorprendente y hasta insana, un carcter primordialmente antiprotestante; su orientacin ha sido fundamentalmente apologtico-defensiva. Lo cual significa que la teologa ha tenido que cargar con todos los graves inconvenientes que semejante mtodo, por su propia naturaleza, reviste: el desarrollo espontneo y creativo de sus propias fuerzas se ha perdido casi por completo ( 87). 2. En la Edad Moderna, la Iglesia dispuso cada vez menos del brazo secular para rechazar los ataques, llegando a no disponer de l en absoluto. La lucha se centr, pues, saludablemente, en el mbito y en las armas espirituales. 3. En todos los campos (y hasta en los ms pequeos detalles) de la vida eclesistica, de la doctrina, de la disciplina, de la liturgia, etc., la Edad Moderna se caracteriz por una progresiva centralizacin, con Roma como centro. Con ello la Iglesia se top con un primer gran peligro, como el que se manifest en el individualismo nacional, esto es, en las diversas formas modernas de iglesias territoriales, tanto catlicas como herticas, en la separacin hostil de la Iglesia y el Estado y en el episcopalismo antipontificio. Esta tarea de concentracin abarc por igual toda la Edad Moderna. Su consumacin en el Concilio Vaticano I ( 114) marc una de las grandes seales anunciadoras del fin de la Edad Moderna. 4. El segundo gran peligro para la Iglesia de la Edad Moderna radic en el concepto espiritualista de Iglesia que se origin del mltiple subjetivismo religioso. La Iglesia reaccion ante esto delimitando exactamente el contenido total del dogma y acentuando especialmente todo aquello que pudiera esclarecer el concepto de Iglesia como una comunidad visible, como una institucin dotada de un sacerdocio especial, de jerarqua y sacramentos (Concilios de Trento y Vaticano I). En la poca ms reciente (subrayando, por ejemplo, el carcter de la Iglesia como cuerpo mstico de 21. Cristo y promoviendo la vida sacramental7 ) se ha comenzado tambin en este punto a superar el peligro de la simple reaccin. 5. La consecuencia ltima del subjetivismo antieclesistico ha sido la conciencia plenamente autnoma, la conciencia moral sin Dios, la incredulidad. En su formulacin fundamental8 , esta incredulidad se convirti, con el relativismo de distintas procedencias, en el tercer gran peligro de la Iglesia de la Edad Moderna. La Iglesia reaccion una vez ms de forma defensiva, robusteciendo todo aquello que pudiera dejar sin base a la incredulidad filosfica. Se aseguraron los fundamentos y prembulos de la fe, es decir, la objetividad de nuestro conocimiento, la posibilidad de asegurar cientficamente la fe, el hecho de la revelacin, la inmutabilidad de los dogmas dentro de una evolucin viva (Vaticano I y lucha antimodernista). B. Reconquista de la cultura 1. La primera manifestacin compacta de la cultura moderna fue el Renacimiento. La Iglesia particip intensamente en su preparacin y luego en su nacimiento (Joaqun de Fiore, san Francisco, Dante, Avin, los papas del Renacimiento, partes importantes de la teologa humanista). Pero, en el fondo, esta cultura no fue un producto eclesistico, sino un producto marcadamente, a veces esencialmente, mundano. A pesar de las excelentes creaciones religiosas, el resultado no fue una santificacin de lo mundano, sino una mundanizacin de la Iglesia en muchos aspectos. En su conjunto, la cultura fue, al menos de hecho, contraria a la doctrina cristiana de la cruz y acab siendo enemiga de la Iglesia y apartndose de ella. El viraje hacia la cultura dado por la Iglesia en la Edad Media ( 34, IV) no haba sido en el fondo ms que una expresin del ms entraable deseo misionero de la Iglesia de someter toda la realidad al seoro de Cristo. Este programa pertenece a la esencia de la Iglesia. Por eso, como este deseo sigui vigente, muy pronto se hizo, dentro del proceso de purificacin, el gran intento de reconquistar la cultura para la Iglesia. El intento subsisti, bajo distintas formas, a lo largo de una gran parte de la Edad Moderna. Sus protagonistas fueron principalmente los estados latinos, las zonas austraca y sur-alemana del Imperio, la teologa extraescolstica y algunos papas. En este aspecto se puede decir que el barroco constituy un gran xito. En cambio, result relativamente mal el intento de dar plenitud cristiana a las tendencias fundamentales de los siglos XVIII y XIX (la Ilustracin y la democracia). 7 Sobre la nueva acentuacin de la autonoma del ministerio episcopal en cada Iglesia, cf. 126. 8 Segn los principios de poca de los humanistas (condena de la negacin de la inmortalidad del alma en el Concilio Lateranense del ao 1511). 22. No podemos pasar por alto el hecho de que la inflexible reaccin eclesistica frente a la incipiente ciencia moderna (por ejemplo, en el caso de Galileo, 97, V) contribuy a la separacin de la Iglesia y la cultura. Fue a partir de Len XIII (despus de la preparacin del romanticismo) cuando la reconquista de la cultura volvi a ser una de las grandes tareas de la Iglesia. Las causas de esto fueron: la generalizacin de la nueva manera de entender la Edad Media y el barroco y, por parte de la Iglesia, la progresiva comprensin de las leyes propias de la vida no religiosa. Recientemente, y por la parte no eclesistica, debe sealarse como factor decisivo un cierto resurgir del inters por la religin. Y el ms importante, otra vez por parte de la Iglesia: la comprensin ms adecuada de sus propias fuerzas, conseguida a base de una seria reflexin, y la conciencia de ah resultante de su dimensin religiosa. 2. Es menester advertir que este esfuerzo de reconquista de la cultura tuvo, conscientemente, una orientacin distinta de la de finales de la Edad Media y del Renacimiento. El esfuerzo fue acompaado de una importantsima reaccin. La solucin se busc (por ejemplo, en el caso de san Francisco de Sales) en la entrega al servicio de la tarea religiosa, de la teologa de la cruz: Buscad primero el reino de Dios, y todo lo dems se os dar por aadidura (Mt 6,33). El elemento religioso fue reconocido como el ncleo inviolable de la Iglesia, qued claramente definido y como tal se mantuvo con plena conciencia de su valor. Esto quiere decir que la Iglesia recuper la idea pura de s misma, reconocindose como una institucin espiritual, o sea, no espiritualista, pero s primordialmente religiosa. (Decimos esto en cuanto a los principios, pero naturalmente no intentamos atribuir la pureza religiosa a todo el conjunto). C. Autorreforma 1. La profunda conciencia eclesistica del peligro creado por el ataque y la consiguiente reaccin negativa de la Iglesia durante la Edad Moderna deben ser completadas con la afirmacin siguiente: la autorreforma de la Iglesia result sin duda valiosamente fecundada por el ataque, pero en lo esencial fue un movimiento autnomo, surgido del propio centro de la Iglesia. 2. La autorreforma se manifest en la eliminacin del espritu de secularizacin, imperante en la Iglesia sobre todo desde la poca de Avin ( 64), o, ms concretamente, del espritu del Renacimiento. Dado el fuerte arraigo de este espritu en la jerarqua, el proceso de renovacin dur mucho tiempo. A pesar de las enormes mejoras del siglo XVI, todo el ancien rgime estuvo en buena parte caracterizado por dicho espritu. No obstante, la autorreforma positiva de la Iglesia fue mucho ms importante de lo que suele suponerse. La atmsfera religiosa, moral y espiritual de los 23. siglos XVI y XVII estuvo fuertemente determinada, aparte algunos gravsimos sntomas de disgregacin, por la vida, la obra, la oracin y los escritos de Ignacio de Loyola, Teresa de Jess, Felipe Neri, Francisco de Sales, Vicente de Pal: dos siglos de santos, verdaderamente. Que estas manifestaciones no fueron casos aislados y fortuitos, sino que tuvieron hondas y amplias races en la misma Iglesia, lo prueba el hecho de que la autorreforma de la Iglesia, tanto en el siglo XVIII como en el XIX y XX hasta nuestros das, no ha cesado de experimentar una consoladora continuidad. 3. En resumen, podemos afirmar lo siguiente: Bajo el aspecto religioso, moral y espiritual, la Edad Moderna ha estado presidida por una nueva imagen del mundo, surgida exclusivamente del hombre y, ms en concreto, de la razn humana y construida sobre bases matemticas y cientfico-naturales, una imagen del mundo cuyas verdades cientficas fueron luego, durante el siglo XIX, consideradas con ingenua superficialidad por una generacin aeclesistica y antieclesistica como la verdad completa. El hecho de que fueran pensadores creyentes (Descartes) quienes pusieran las bases de esta imagen del mundo no cambia nada en el punto fundamental y decisivo. Sobre la Edad Moderna se cierne, pues, la pregunta: Podr subsistir la antigua fe en su confrontacin con la ciencia exacta y su imagen cientfica del mundo? Es decir: Podr la vieja creencia ser no slo salvaguardada a fuerza de una penosa defensa apologtica, sino ser tambin integrada en una autntica unidad interna con la creencia moderna? De hecho, la respuesta que el tiempo ha ido dando, sobre todo a partir del siglo XVIII, es negativa. El desarrollo ltimo de las ciencias de la naturaleza, que desde distintos puntos de partida ha originado transformaciones sin cuento, incomparables a las experimentadas por la humanidad en su historia anterior, y al mismo tiempo los nuevos conocimientos filosficos e histricos abren nuevas posibilidades para la solucin, con tal que se tengan en cuenta los cambios experimentados en la conciencia del hombre, tan trado y llevado por tremendas sacudidas y decepciones. La Iglesia, portadora y defensora de la verdad, tiene otra vez ante s una vieja tarea, que solamente podr resolver si encuentra un nuevo mtodo y toma la firme decisin de aplicarlo. La tarea apela a la autntica (y tantas veces olvidada) herencia de la Iglesia, que es sostener, con un mnimo de apoyo exterior y, a veces, contra corriente, una contienda puramente espiritual y eclesial en plena libertad y en plena liberalidad: un aspecto autnticamente cristiano, por una parte opresivo, pero glorioso por otra! IV. RESULTADOS CONCRETOS DE LA ACTIVIDAD ECLESIAL 24. 1. Desde la perspectiva de la historia de la Iglesia, como ya hemos visto, el Occidente se caracteriza entre otras cosas por su preocupacin por los problemas religiosos prcticos. Buena prueba de ello dio, por ejemplo, al final de la Antigedad san Agustn o, ms concretamente, su doctrina de la gracia y su lucha contra el maniquesmo, el pelagianismo y el donatismo ( 30, 5). Tambin en la Edad Media los problemas discutidos surgieron ante todo en el mbito de lo inmediatamente prctico-religioso. Las fuentes nos hablan de los esfuerzos hechos para establecer la constitucin de la Iglesia desde el tiempo de las primitivas iglesias territoriales, pasando por el de las luchas por el poder supremo del pontificado, hasta el de las luchas por la constitucin eclesistica en la baja Edad Media. Como ilustracin directa de esta tesis sirven, por ejemplo, san Bernardo ( 50), san Francisco (S 53), los valdenses ( 56), la controversia de la pobreza ( 57), las sectas de la baja Edad Media. La Edad Moderna continu en la misma lnea. La intencin principal de todos los reformadores estuvo siempre inserta en el marco del proceso salvfico. Todas sus preocupaciones se reducen al problema de cmo se debe entender correctamente la relacin de Dios y el hombre en la obra de la salvacin. Y el problema se divide en tres grupos de cuestiones: a) gracia y voluntad humana; b) concepto de Iglesia y constitucin jerrquica; c) fe y saber. 2. La solucin que el protestantismo aport en todas las cuestiones radic en una seleccin unilateral (hertica). En cualquier caso, no tuvo suficientemente en cuenta la totalidad de la revelacin: uno de los dos elementos, pese a estar ambos en ntima relacin, fue eliminado o realizado insuficientemente. Lo sobrenatural fue entendido como algo aislado, sin ninguna relacin esencial con la realidad humana, sea sta la voluntad cooperante del hombre, el sacerdocio mediador (especialmente el pontificado) o los fundamentos de la razn. Karl Barth ha sido quien con mayor clarividencia ha visto este problema al reducir la diferencia esencial entre el protestantismo y el catolicismo a la afirmacin (catlica) o a la negacin (protestante) de la analogia entis (entendiendo por tal una posibilidad legtima de vinculacin del conocer o querer natural del hombre con el mbito divino). 3. La teologa catlica de la Edad Moderna adopt en parte estos planteamientos y, de acuerdo con las necesidades del mundo occidental, se preocup preferentemente de los problemas religiosos prcticos. Esto est bien claro por lo que respecta al Concilio de Trento (si bien el Tridentino, en sus fundamentaciones decisivas, tambin va ms all [ 66, 4]). En el siglo XVII, el problema que principalmente agit el mundo de la teologa fue el problema de la predestinacin. El jansenismo y el quietismo, as como las corrientes de piedad que se produjeron en torno a san Francisco de Sales y san Vicente de Pal, guardaron relacin con este problema, 25. como reaccin y superacin respectivamente. El concepto de Iglesia se vio notablemente oscurecido por los movimientos de las iglesias territoriales y del episcopalismo tpicos del galicanismo y del febronianismo. A ellos dieron respuesta la teologa (Mhler), la progresiva centralizacin fctica en torno a Roma y la proclamacin dogmtica de la infalibilidad pontificia en el Vaticano I. La insistencia unilateral en la fe de parte de los reformadores signific la minusvaloracin de una actitud tpica del mundo occidental (como legado del pensamiento griego), actitud afirmada tambin en el evangelio, incluido san Pablo. La Iglesia dio a esta unilateralidad la complementacin necesaria, recurriendo al primado del Logos y hacindole hablar en la teologa del siglo XIX (cuestiones de apologtica, fundamentacin de la religin, del cristianismo y de la Iglesia) y en el magisterio (Vaticano I, condena del modernismo). La Iglesia volvi a mostrarse una vez ms como representante de la sntesis (6). 4. La fuerza de choque ms importante de la Iglesia durante la Edad Moderna fueron los jesuitas. Con su orientacin casi total hacia lo til y aprovechable, hacia lo poltico en sentido amplio y hacia lo pedaggico, los jesuitas fueron la expresin ms representativa del mbito occidental. San Ignacio naci en Espaa, el pas de la primera teologa moral, en el que durante siglos no hubo tiempo para muchas preguntas ni largas especulaciones y que, por estar apostado como centinela entre los cristianos y los infieles, conoci una sola divisa: En pie y a luchar! 5. Los resultados obtenidos en los diferentes campos fueron muy variados. En general puede decirse que los valores positivos no alcanzaron nunca la monumentalidad, la absoluta firmeza y la inmediatez de las grandes creaciones del cristianismo primitivo o medieval. Los motivos son obvios. Toda la tarea fue emprendida en un tpico perodo de transicin, naci de una cultura no unitaria, desgarrada, fue obstaculizada por continuos ataques y, por lo mismo, tuvo siempre una orientacin de cierto carcter apologtico. Los ejecutores de esta tarea fueron, a su vez, hijos de la misma cultura y, por tanto, tambin ellos estuvieron marcados por el mismo desgarramiento o, al menos, por la misma falta de unidad. De hecho, por ejemplo, los grandes santos de la Edad Moderna no alcanzaron el reconocimiento universal de toda la humanidad, como san Bernardo, san Francisco, santo Toms de Aquino (o tambin una personalidad no catalogable entre los santos, pero s con clara impronta medieval y dogmtica, como Dante), los cuales fueron y son considerados en muchos aspectos como propiedad comn de todas las confesiones y hasta de los no creyentes. Que los santos modernos despertaran una admiracin menos generalizada se debe tambin, entre otras cosas, a que ellos, al ser hijos del catolicismo posterior a la Reforma, tuvieron tambin que conllevar la contraposicin existente entre las confesiones. Pero esta explicacin no es suficiente. La causa ms profunda es la siguiente: estas figuras, desde el 26. punto de vista espiritual, no son tan elementales, no brotan tan armnicamente del centro ntimo del cristianismo como sus predecesores medievales. Nunca ser excesivamente ponderada, por ejemplo, la importancia de san Ignacio para la renovacin eclesistica, para la defensa y la difusin de la Iglesia, para el desarrollo interno de la doctrina y la disciplina. Tal vez ningn santo pueda compararse a l en xito tan inmediato. Sin embargo, Ignacio no tuvo ese rasgo original e inderivable que poseyeron sus grandes precursores medievales. 6. El pontificado sigui una complicada lnea de evolucin. Pero a pesar de las casi inimaginables taras causadas por el espritu mundano del Renacimiento y de todas las dificultades provocadas por las Iglesias nacionales, el pontificado continu manteniendo tenazmente un objetivo: la concentracin de todo el poder eclesistico en una sola mano. 7. Por lo que se refiere a la vida de las rdenes religiosas, podemos sealar las siguientes caractersticas: a) la realizacin de la observancia y la reforma de las rdenes medievales (principalmente santa Teresa de Avila con la reforma de carmelitas y capuchinos); b) los jesuitas: san Ignacio consigui suprimir las mltiples prescripciones paralizadoras de las rdenes medievales y, sin embargo, aglutinar su Compaa con una firmeza incomparable; c) la forma ms libre de las nuevas congregaciones (cf., por ejemplo, el Oratorio de Felipe Neri, 92, II); estas congregaciones hicieron frente a las necesidades religiosas de determinadas situaciones y asumieron tareas especializadas de la pastoral y la caritas moderna; recientemente, fuerzas religiosas muy distintas, a veces heroicas, nacidas en muy apartados lugares y con un talante de servicio en el espritu de la cruz, intentan prestar ayuda a los sectores sociales y espirituales ms turbados y trastornados en su interior, incluso los radicalmente apartados de Dios, sectores todos ellos a los que ya no se puede llegar con los medios y mtodos tradicionales; d) en general, las antiguas rdenes retrocedieron notablemente ante las nuevas congregaciones religiosas; slo en los ltimos tiempos han experimentado una revitalizacin. 8. La piedad, en la medida en que no se limit a mantener las mismas actitudes de la Edad Media, estuvo caracterizada por estas dos novedades: a) En lo que se refiere al dogma, el Concilio de Trento proporcion una base ms amplia, ms claramente delimitada y ms fija. El crculo de las prescripciones de la Iglesia en la liturgia, en las frmulas de oracin, las devociones y las fiestas se ampli notablemente (por eso, simultneamente desapareci toda una serie de abusos; por ejemplo, en materia de indulgencias). b) En concreto, podemos sealar una cierta especializacin de las devociones al reducirse el objeto del culto (Cristo, pasin de Cristo, cinco llagas, infancia de Jess; cf., por ejemplo, la oracin de san Ignacio: Alma de Cristo, santifcame..., cuerpo..., sangre..., llagas...); 27. especialmente se cultiv la devocin al Sagrado Corazn de Jess y, como cosa nueva, a san Jos. La poca del barroco dio a la oracin una formulacin ampulosa y a menudo exagerada, que durante largo tiempo estuvo cargada de gran fuerza, pero que en los ltimos tiempos se considera ms bien como algo inautntico. c) En las rdenes religiosas, la piedad volvi a girar, como en la Edad Media, en torno a los dos polos de la vida religiosa: la vida contemplativa y la vida activa. Ambas corrientes nacieron en Espaa y se desarrollaron simultneamente en Italia. Por lo que se refiere a la orden ms activa, los jesuitas, esto no necesita explicacin; la Compaa de Jess fue la gran maestra (de la enseanza) en todos los pases de Occidente (y en las misiones) y casi igualmente en todas las pocas. Pero junto a san Ignacio estuvo tambin santa Teresa, la mstica. Su reforma del Carmelo lleg a Francia a comienzos del siglo XVII. Todas las importantes corrientes de piedad tan diversas entre s del siglo clsico francs se nutrieron del espritu mstico (sobre san Ignacio y la mstica, vase 88). 9. La vocacin ms honda de la Iglesia (ser misionera) se puso de manifiesto sobre todo, aparte de la autorreforma, en las misiones de ultramar. En ellas la Iglesia acometi la tarea de conquistar y organizar religiosamente el mundo extraeuropeo de una manera nueva y total. Su obra se vio obstaculizada por duros contratiempos; los ms graves de ellos fueron la prohibicin de la acomodacin ( 91) y la supresin de los jesuitas. Y en pocas ms recientes podemos sealar la brutal reaccin del comunismo en China y Vietnam, que en la medida en que el estado de cosas puede conocerse equivale casi a una aniquilacin total. (Para las misiones en la Edad Moderna, vase 119). 10. En la base de toda la lucha desplegada contra la Iglesia desde el siglo XIII estaba la idea del Estado autnomo ( 65). As ocurri a todo lo largo de la Edad Moderna, y no slo en los estados protestantes, sino tambin en los catlicos. La idea de lo que hemos de seguir llamando sistema de las iglesias territoriales modernas, es decir, la tendencia de los soberanos a aduearse en lo posible de la Iglesia y de los cargos eclesisticos del propio pas, es una de las races de todo el desarrollo de la Edad Moderna. Es cierto que el aprovechamiento de esta idea durante la Contrarreforma procur a la Iglesia notables beneficios. Pero tanto en la Iglesia estatal de Espaa como en el galicanismo de Francia y en el absolutismo ilustrado del siglo XVIII, la Iglesia tuvo inmensas prdidas en cuanto a libertad de movimiento, hasta que, finalmente, la agudizacin de esta tendencia desemboc de manera consecuente en la separacin hostil de la Iglesia y el Estado. Esta separacin estuvo precedida por la destruccin de los estados espirituales. La desaparicin de esas estructuras modific radicalmente las 28. condiciones de vida de la Iglesia en el centro de Europa, al serle retiradas casi en su totalidad las ayudas econmicas destinadas a financiar sus propias obras culturales (construccin de iglesias y monasterios, academias, formacin de las vocaciones sacerdotales, fundaciones universitarias) y serle tambin denegados los medios de coaccin externa. Pero esto llev a la Iglesia a replegarse en sus energas morales (vase anteriormente, pp. 33s) e incluso, para asombro del mundo, a tener un nuevo florecimiento. De esta manera, la evolucin de la historia de la Iglesia desemboc, bajo un aspecto importante, en una comprensin ms profunda de la idea de la Iglesia. Lo especficamente medieval y, en concreto, el poder poltico de la Iglesia, sobre todo de los papas, se consider como algo condicionado por la historia de la poca, es decir, no perteneciente a la esencia de la Iglesia. Al trmino de esta evolucin se registr una intensa actividad concordataria de la Iglesia de gran alcance. Con todo, no se puede olvidar que las ms de las veces el repliegue de la Iglesia al mbito espiritual tuvo que ser obtenido mediante una porfa en toda regla. El fin de la era constantiniana sobrevino propiamente contra la voluntad de la Iglesia, aunque luego redundara en su provecho. Con ciertas restricciones podemos afirmar lo siguiente: en los ltimos, ultimsimos tiempos, los papas, por fin, han aprendido y hasta enseado lo que quiere decir la vida autnoma de la poltica: Len XIII, con su poltica de ralliement frente a Francia9 (la Iglesia se declara no interesada en la forma poltica de los Estados) y con su doctrina general sobre el Estado, y Po XI, que en los Pactos Lateranenses de 1929 renunci a los Estados de la Iglesia en su sentido tradicional (la derrota victoriosa). 11. Debido a la concentracin en torno a Roma antes mencionada (p. 36), es cierto que desapareci una serie de valiosos derechos y peculiaridades de las iglesias particulares. Tambin es cierto que la lucha entre individuo y comunidad en el seno de la Iglesia (prescindiendo de casos particulares) nunca se haba manifestado en la historia eclesistica en formas tan dolorosas como en la Edad Moderna10 . Hubo tambin algunas asperezas que pudieron ser evitadas; no deben tomarse a la ligera, pues provocaron muchas situaciones anmicas penosas. Pero aqu se encierra probablemente uno de esos puntos misteriosos en los que se cumple la crucifixin de la Iglesia con Cristo frente a la sinrazn de la miopa humana (o, mejor dicho, eclesistico-humana). Vistas desde la alta atalaya de la 9 El hecho de que en la prctica no tuviera xito no quiere decir que la idea en s careciera de importancia. 10 Cf. a este respecto en el 117 la inclusin en el ndice de los libros de Schell. Poco falt para que tambin Newmann fuera contado entre las vctimas ( 118). 29. historia, estas asperezas no tuvieron en s ninguna justificacin, pero cumplieron una funcin importante dentro del desarrollo total. a) La progresiva concentracin de las energas de la Iglesia no fue otra cosa que la realizacin, conseguida al fin, del sentido profundo del programa de la Iglesia en la Antigedad y la Edad Media. Fue una prueba manifiesta y grandiosa de la seguridad de la marcha de la Iglesia, guiada por Dios a travs de los tiempos: dicho en trminos histricos y humanos, sin tal concentracin en torno al papado la Iglesia se habra desintegrado ya en la tempestad de la Reforma, durante los siglos XVIII y XIX habra estado en peligro de perder la conciencia de sus contenidos sobrenaturales y hoy, sin duda, ya no poseera la fuerza de choque, la flexibilidad y la capacidad de autoconservacin necesarias para salir al encuentro de innumerables gentes de Asia, Africa, Amrica y Australia, carentes todas ellas de tradicin cristiana, pero inmensamente receptivas y abiertas al cristianismo, y para enfrentarse con el bolchevismo y el comunismo en Rusia y sus pases satlites, en Yugoslavia y China, donde se han dado persecuciones contra la Iglesia que hacen palidecer las persecuciones de los cristianos en la Antigedad. b) El motivo que impuls a realizar esta concentracin (siempre sobre la base firme de la roca establecida por el Seor y como continuacin natural de principios que se remontan a Gregorio I [ 35] y del perfeccionamiento de la plenitudo potestatis de la Edad Media) fue el susodicho ataque multilateral y persistente contra la Iglesia. La superacin de este ataque, verdaderamente tremendo y de varios siglos de duracin, constituye una prueba extraordinaria de la fuerza intrnseca de la Iglesia. Difcilmente se encontrar otra apologa de la Iglesia mayor o mejor que sta: haber conseguido escapar del lodazal de la secularizacin pagana (Renacimiento), que haba salpicado hasta lo ms santo; haber superado el mpetu arrollador de la Reforma, de carcter eminentemente religioso, coronando su accin con el siglo de los santos; haber sobrevivido a la mundanizacin de toda la cultura, obra de la escptica Ilustracin, y ms tarde a la materializacin de la vida y al consiguiente debilitamiento de la fe y a la falta de visin de sus propios hijos y dirigentes, y, en fin, despus de todo ello, en estos momentos en que el mundo se organiza ms y ms en contra de Dios (Rusia), seguir mantenindose ostensiblemente en pleno avance, siendo a la vez la meta anhelada de muchas gentes que hasta hace poco nada queran saber de ella. La lucha contra la Iglesia nunca haba sido tan gigantesca; su trabajo perseverante, nunca tan admirable. c) El papa Juan XXIII, sorprendentemente, orient este esfuerzo de concentracin por el camino de la renovacin interior en el Vaticano II. Tras un largo perodo de exclusiva centralizacin, se est ahora abriendo paso una cierta descentralizacin gracias a una ms fuerte acentuacin de la autoridad divina inmediata de los obispos, ya reconocida tambin por el 30. Vaticano I en 187011 . La unidad de la Iglesia dentro de la pluralidad de sus sujetos (establecidos por el mismo Espritu Santo), el primado del papa dentro de la colegialidad de los obispos y en unin con ellos, el carcter comunitario de la Iglesia, la comunidad litrgica activa de todos los creyentes bajo la totalidad de los obispos y en unin con ellos, haciendo hincapi en el sacerdocio universal: todos ellos son aspectos fundamentales nuevos que se estn manifestando y, con ellos, la posibilidad de expresar de tal manera lo nuclear del catolicismo, que se pueda ver mejor su dimensin cristiana comn y tal vez as se consiga acercar a nuestros hermanos separados. V. LIMITES Y DIVISION A. Lmites 1. No carece de sentido sealar la Reforma como el comienzo de la Edad Moderna, pues la Reforma fue un fenmeno nuevo de mayor hondura que cualquier otro suceso de los siglos posteriores a la Edad Media. a) A pesar de ello, este punto de vista no se corresponde exactamente con los datos histricos. La Edad Moderna no comenz con la Reforma, sino con el Humanismo. El Humanismo puso de manifiesto la nueva situacin de la totalidad de la vida espiritual de Europa, aunque slo fuese en sus inicios. Sin el general individualismo del espritu asentado, posibilitado y prefigurado por el Humanismo, habra podido aparecer Lutero, pero no habra podido triunfar la Reforma12 . b) Para determinar el final de la Edad Media debemos recurrir al concepto de zona-lmite (parte I, 3, 4; 20, 3c) y de la interferencia recproca de las diversas pocas. Mucho antes de que el modo de vida general de la Edad Media hubiese alcanzado su cenit y, por supuesto, mucho antes de que lo hubiese sobrepasado, ya empezaron a manifestarse algunas caractersticas esenciales y actitudes fundamentales de la Edad Moderna. Lo hemos constatado ms de una vez al describir la alta y baja Edad Media. Esto significa que la Edad Moderna surgi de la misma Edad Media, como desarrollo lgico de ciertos elementos medievales. c) Para comprender y valorar esto correctamente es necesario no caer en el error de creer que el Renacimiento en Italia fue, poco menos que exclusivamente, un acontecimiento artstico. El Renacimiento fue a todas luces un acontecimiento poltico y nacional. Poltico, en el antiguo sentido de la democracia ciudadana, y nacional, en el sentido del anhelo de liberar a cada uno de los seoros que entonces formaban la Italia de 11 Cap. III de la Constitucin De ecclesia Christi; 114. 12 Cf. igualmente el 61. 31. las fuerzas extranjeras, brbaras. A este respecto fue Inocencio III quien inici ya la lnea nacional con su tenaz oposicin a la unin del sur de Italia con Alemania (si bien el concepto de lo nacional an no es aplicable a la poca del mencionado papa). d) Los comienzos de la Edad Moderna, por tanto, deben ser vistos y entendidos en estrecha unin con la Edad Media. El Renacimiento y el Humanismo, que fueron las bases de la Edad Moderna, coincidieron cronolgicamente en parte con la baja Edad Media. Sin embargo, en la historia de la Iglesia comenzaron a resaltar algo ms tarde, de forma que aqu cabe trazar una lnea divisoria ms ntida. Nosotros tomamos como fecha aproximada el 1450. 2. La otra lnea de separacin puede muy bien situarse en los Pactos Lateranenses de 1929 entre el Vaticano e Italia. Aun cuando estos pactos reconocen un hecho, consumado sin participacin de la Iglesia o, mejor dicho, en contra de ella, su significacin desde el punto de vista histrico y eclesistico estriba en la renuncia del papado a su protesta y a sus aspiraciones. La renuncia a los Estados de la Iglesia en el sentido tradicional, expresada en los mencionados pactos, constituy un paso de enorme trascendencia. Con ella lleg a su trmino una grandiosa evolucin que haba comenzado con Constantino el Grande y sobre la cual se haba basado fundamentalmente la Edad Media, en especial la eclesistica. La renuncia a los Estados de la Iglesia coincidi tambin con el final de una evolucin interna de la Iglesia, la cual haba encontrado su expresin ms completa en la proclamacin de la infalibilidad del papa por el Concilio Vaticano I y en la publicacin del nuevo Cdigo de derecho cannico pontificio de 1917. Dicha evolucin de la Iglesia se ha visto acompaada de un movimiento de renovacin espiritual intraeclesial de dimensiones universales y de una enorme transformacin social y espiritual tanto en los territorios industrializados de Europa y Amrica del Norte como en las antiguas colonias, ahora inmersas en un lento proceso de crecimiento (tambin en lo eclesistico) y de autonoma. 3. Por eso parece que, tras la Antigedad, la Edad Media y la Moderna, se anuncia hoy una nueva poca, para la que an no disponemos de nombre. De hecho, estos indicios coinciden con una brusca transformacin de la vida de la humanidad entera, transformacin tan inmensa que aquellos indicios resultan notablemente confirmados: es la poca de las modernas masas (tambin, por tanto, del hombre-masa?) dentro de un progreso evolutivo que afecta casi simultneamente a todo el globo y que adems, por vez primera, emprende con xito la conquista del espacio. Todo ello condicionado, una vez ms, por nuevos conocimientos y descubrimientos fsico-matemticos y por sus aplicaciones tcnicas, que a gran velocidad estn cambiando la faz de la tierra, as como los tipos y las posibilidades de la vida humana, y que incluso encierran la posibilidad de 32. que la humanidad se destruya a s misma y su morada. El hombre ha acrecentado tanto su saber, el mal se ha alzado en forma de orgullo, placer y odio con tan amenazante intensidad y extensin, que las visiones y fenmenos apocalpticos pueden parecer, incluso en un juicio desapasionado, ms justificados y cercanos que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad. Por otra parte, la sustancia del hombre, siempre intacta y en constante regeneracin, as como las promesas de Dios, nos dan pie para un optimismo realista. Vislumbramos la posibilidad de llegar, mediante la plegaria y la fe, ms cerca del Dios creador que cualquier otra generacin anterior. B. Divisin 1. Sealar perodos fijos dentro de la Edad Moderna es extraordinariamente difcil. Cronolgicamente, el desarrollo de esta poca (en consonancia con su inmensa variedad) es tan complejo, que los movimientos particulares se entrecruzan sin cesar y casi nunca coinciden en sus puntos culminantes o finales. Un ejemplo especialmente ilustrativo nos lo ofrece el siglo XVII. Para la mayor parte de Alemania este siglo fue, en su primera mitad, un tiempo de extraordinaria depresin; nicamente destacaron las figuras de Abrahn de Santa Clara y ngelus Silesius ( 1677). En cambio, para Francia fue el siglo clsico, el siglo de sus grandes, exuberantes figuras nacionales, literarias, polticas y religiosas. La razn ms profunda de tal dificultad estriba en que, a pesar de la unidad formal del mbito espiritual, es decir, de sus tendencias, el escenario de la historia (eclesistica) occidental se reparti en mayor nmero de centros particulares que durante la Edad Media. Ya no estaban frente a frente la Iglesia universal, esto es, el papado, y el Imperio universal, dentro de cuyo marco las nuevas fuerzas, acciones y corrientes particulares pudieran disponer, a pesar de sus diferencias nacionales, de un espacio comn. La Iglesia catlica se vio ms bien acosada por las iglesias herticas y, aun dentro de la misma Iglesia, la vida catlica intent independizarse en muchos lugares de forma ms o menos intensa. Pero tales centros no intervinieron siempre al mismo tiempo y con la misma intensidad. Quiere esto decir que es preciso guardarse de creer que la tendencia centralista pontificia del Concilio de Trento fue ya real y efectiva en los siglos XVII y XVIII, equiparando sin ms el catolicismo posterior al Vaticano I con el catolicismo precedente. Las posibilidades y realizaciones de figuras particulares independientes dentro de la Iglesia catlica han sido esencialmente mayores antes de 1870 que despus, hasta el final del pontificado de Po XII ( 125). 33. 2. Es cierto que las fechas de 1648 (Paz de Westfalia) y 1789 (Revolucin francesa) fueron muy importantes. Especial trascendencia revisti sobre todo la Revolucin francesa. Pero en los dos casos la importancia no fue la misma. Es fcil advertirlo por lo que respecta a la fecha de 1648. Ese ao fue de decisiva importancia para Alemania, pero no afect en la misma medida al resto de Europa. A su vez, la importancia de la fecha de 1789 disminuye, si se considera que la Revolucin francesa fue legtimo resultado de la desintegracin precedente, causada por la Ilustracin. En realidad, pues, el nuevo perodo comenz con la Ilustracin, es decir, con el siglo XVIII. De lo dicho se deduce la conveniencia de establecer para estos siglos una divisin que se corresponda no tanto con las pocas cronolgicas como con el contenido de las corrientes espirituales. De esta forma, el sentido de la evolucin aparecer ms claro, sin que el cuadro cronolgico se vuelva por ello ms confuso. 3. La Ilustracin representa como ya hemos insinuado una censura que divide la Edad Moderna en dos partes; en la primera el Occidente, considerado en conjunto y en sus fundamentos espirituales generales, todava crea en la revelacin (esto es fundamentalmente vlido tambin para el Renacimiento); en la segunda comenz, con la Ilustracin, una poca hostil a la revelacin. En sus rasgos esenciales esta caracterizacin es tambin vlida para la poca ms reciente a partir de la Primera Guerra Mundial. Es cierto que la Iglesia acusa hoy cierto robustecimiento interno consolador; tambin es cierto que el eco de la vida pblica mundial ya no lleva la impronta tan exclusivista e intransigente de la Ilustracin y el liberalismo; pero en la cultura del mundo actual, a pesar de sus contenidos religiosos e incluso cristianos, pesa ms el elemento ateo (sin Dios). La divisin restante se hace rpidamente, en cuanto se toma en cuenta la significacin especial del siglo XVII como siglo de Francia y de la Iglesia francesa. 4. Si ahora recordamos la caracterizacin general que hemos hecho de la Edad Moderna de la Iglesia (ataque, defensa, desarrollo de la cultura fuera de la Iglesia y en contra de ella), podemos resumir toda la Edad Moderna histrico-eclesistica con este ttulo: La Iglesia frente a la cultura autnoma, y establecer el esquema siguiente: I. Fidelidad a la revelacin. Perodo primero: Renacimiento y Humanismo. Perodo segundo: Reforma protestante y Reforma catlica. Perodo tercero: el siglo de la Iglesia galicana. 34. II. Hostilidad a la revelacin. Perodo primero: la Ilustracin. Perodo segundo: los siglos XIX y XX. La Iglesia centralizada en lucha contra la cultura moderna incrdula. Debido a la libertad de movimientos en que se asienta la nueva poca, la cultura eclesistica vive una vida mucho menos aislada que antes. De ah que sea necesario incluir en la exposicin, de una manera ms relevante, la historia de las iglesias evanglicas y orientales. En el tratamiento de la poca ms reciente es preciso considerar que, en su conjunto, supone un cambio mucho ms drstico que cualquier otra poca conocida. Como vivimos en ella, todo juicio debe ser emitido con una prudente reserva. 35. PRIMERA EPOCA FIDELIDAD A LA REVELACION DESDE 1450 HASTA LA ILUSTRACION Perodo primero (1450-1517) LOS FUNDAMENTOS: RENACIMIENTO Y HUMANISMO 74. SITUACION POLITICA Y SOCIAL ANTES DE LA REFORMA 1. El marco poltico de una poca no es un mero ropaje externo de la vida interior, sino que ejerce sobre ella un influjo directo e importante; es, en suma, una parte de ella. 2. La caracterstica ms importante de la situacin poltica general anterior a la Reforma ya nos es conocida desde la baja Edad Media: A una con la prdida de importancia del Imperio, en el que se registr una progresiva descentralizacin, surgieron en el Occidente, por encima de la multitud de pequeas unidades polticas, grandes estados monrquicos gobernados de forma centralista. A los ya existentes se sum en seguida la c