Mendelsohn einstein texto

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Der Einsteinturm Física, Astronomía, Arquitectura y la Financiación de la Ciencia en la Alemania de Entreguerras JOSE X. MARTINI Ciencia Hoy. Volumen 7 - Nº41 – 1997. http://www.cienciahoy.org.ar/hoy41/derein1.htm En Potsdam, en las afueras de Berlín, un sorprendente edificio levantado en 1920, principalmente con dinero privado, evoca alguna de las facetas de la república de Weimar. La física teórica y la vanguardia artística, unidas en la torre Einstein, construida para servir de observatorio solar, constituyen un testimonio de la cultura de la capital alemana en los años que corrieron entre el fin de la primera guerra y el advenimiento de la barbarie nazi. Una de las consecuencias más frívolas, pero a la vez más placenteras, de la caída del muro de Berlín y de la disolución del estado socialista alemán es que el visitante extranjero a la Alemania reunificada tiene ahora acceso sencillo a ciudades, monumentos y paisajes a los que antes le resultaba extremadamente difícil llegar. En muchos casos se encuentra con testimonios casi vivos de un pasado que, en el oeste del país, ha desaparecido definitivamente debajo del progreso y la modernización, pero en el este aún forma parte de la atmósfera vagamente atemporal que se percibe -seguramente por no mucho tiempo- en ciudades como Dresden, Leipzig, Dessau o Rostock, y cuyas notas distintivas, si bien posiblemente no se remonten a la época de Goethe, en muchos aspectos lo hacen a los turbulentos tiempos de entre las dos guerras. No muy lejos del centro de Berlín, en dirección sudoeste, y fácilmente accesible por el S-Bahn o ferrocarril urbano rápido, está la pequeña localidad de Potsdam, en el Land o estado federal de Brandenburg, que en alguna medida participa de las características anteriores. La ciudad es, sobre todo, conocida por sus monumentos y obras de arte barrocos y rococó, de los siglos XVII y XVIII, en especial los ubicados en el parque de Sanssouci, producto de las aspiraciones culturales de los monarcas de Prusia. En Potsdam, también, tuvo lugar a mediados de 1945 la conferencia entre Stalin, Truman y Churchill (reemplazado en el transcurso de ella por Attlee, debido al resultado de las elecciones británicas) en la que se acordaron las condiciones de la rendición alemana que puso fin a la guerra en Europa. Y a corta distancia del centro, en una colina llamada el Telegraphenberg, o monte del Telégrafo, en un predio de 16 hectáreas, tienen su sede el Astrophysikalisches lnstitut (Instituto Astrofísico), que data de los años setenta del siglo pasado, así como un observatorio meteorológico y un instituto geodésico, creados hacia fines de dicho siglo por el estado imperial alemán. Podría consignarse, a modo de digresión, que fue precisamente en uno de los edificios del Instituto Astrofísico donde, en 1881, un joven norteamericano de 29 años, llamado Albert

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Der Einsteinturm

Física, Astronomía, Arquitectura y la Financiación de la Ciencia en la Alemania de

Entreguerras

JOSE X. MARTINI

Ciencia Hoy. Volumen 7 - Nº41 – 1997. http://www.cienciahoy.org.ar/hoy41/derein1.htm

En Potsdam, en las afueras de Berlín, un sorprendente edificio levantado en 1920,

principalmente con dinero privado, evoca alguna de las facetas de la república de Weimar.

La física teórica y la vanguardia artística, unidas en la torre Einstein, construida para servir

de observatorio solar, constituyen un testimonio de la cultura de la capital alemana en los

años que corrieron entre el fin de la primera guerra y el advenimiento de la barbarie nazi.

Una de las consecuencias más frívolas, pero a la vez más placenteras, de la caída del muro de

Berlín y de la disolución del estado socialista alemán es que el visitante extranjero a la

Alemania reunificada tiene ahora acceso sencillo a ciudades, monumentos y paisajes a los que

antes le resultaba extremadamente difícil llegar. En muchos casos se encuentra con

testimonios casi vivos de un pasado que, en el oeste del país, ha desaparecido definitivamente

debajo del progreso y la modernización, pero en el este aún forma parte de la atmósfera

vagamente atemporal que se percibe -seguramente por no mucho tiempo- en ciudades como

Dresden, Leipzig, Dessau o Rostock, y cuyas notas distintivas, si bien posiblemente no se

remonten a la época de Goethe, en muchos aspectos lo hacen a los turbulentos tiempos de

entre las dos guerras.

No muy lejos del centro de Berlín, en dirección sudoeste, y fácilmente accesible por el S-Bahn

o ferrocarril urbano rápido, está la pequeña localidad de Potsdam, en el Land o estado federal

de Brandenburg, que en alguna medida participa de las características anteriores. La ciudad es,

sobre todo, conocida por sus monumentos y obras de arte barrocos y rococó, de los siglos XVII

y XVIII, en especial los ubicados en el parque de Sanssouci, producto de las aspiraciones

culturales de los monarcas de Prusia. En Potsdam, también, tuvo lugar a mediados de 1945 la

conferencia entre Stalin, Truman y Churchill (reemplazado en el transcurso de ella por Attlee,

debido al resultado de las elecciones británicas) en la que se acordaron las condiciones de la

rendición alemana que puso fin a la guerra en Europa. Y a corta distancia del centro, en una

colina llamada el Telegraphenberg, o monte del Telégrafo, en un predio de 16 hectáreas,

tienen su sede el Astrophysikalisches lnstitut (Instituto Astrofísico), que data de los años

setenta del siglo pasado, así como un observatorio meteorológico y un instituto geodésico,

creados hacia fines de dicho siglo por el estado imperial alemán.

Podría consignarse, a modo de digresión, que fue precisamente en uno de los edificios del

Instituto Astrofísico donde, en 1881, un joven norteamericano de 29 años, llamado Albert

Michelson, que se desempeñaba entonces como agregado naval de la embajada de su país

ante el gobierno alemán, realizó por primera vez un experimento -que repetiría seis años más

tarde en los Estados Unidos en colaboración con Edward Morley, de modo que ha pasado a la

historia de la física con el nombre de ambos- cuyo 'fracaso' constituyó uno de los puntos de

partida de la teoría especial de la relatividad.

También cabe señalar, de paso, que el nombre de colina del Telégrafo proviene de que, en

1832, se instaló en su cima una de las estaciones del telégrafo óptico (Fig. 1) que transmitía

mensajes entre Berlín y Coblenza, utilizado hasta 1848, en que lo substituyó el telégrafo

eléctrico de Werner von Siemens.

En el predio en cuestión, con sus pesados edificios finiseculares (Fig. 2), se levantó en 1920 una

construcción cuyo propósito principal era constatar determinados fenómenos astronómicos

que supuestamente permitirían confirmar predicciones de la teoría general de la relatividad,

de la que Einstein había dado a conocer una primera versión en 1911, junto con un llamado a

los astrónomos para que procurasen medir los efectos que ella explicaba (en esos años, sólo

las mediciones astrofísicas ofrecían la posibilidad de comprobar los extremadamente

pequeños efectos relativísticos: véase el recuadro 'La teoría de la relatividad y la comprobación

experimental de sus predicciones'). Dicha construcción terminó llamándose der Einsteinturm,

en castellano la torre Einstein.

Dejando de lado el cometido que le tocó desempeñar en la historia de la física experimental de

este siglo, la estructura llamó la atención por sus características edilicias inusuales para la

época y alcanzó las primeras planas de los medios de entonces (Fig. 3).

Tres personas fueron responsables de que se construyera la torre y de que tuviese dichas

características. El primero fue el propio Albert Einstein, a quien Max Planck, entre otros, había

convencido de que se instalase en Berlín y que, por esos años, era miembro de la Preub ische

Akademie der Wissenschaften (Academia Prusiana de Ciencias), director desde 1917 del

Kaiser-Wilhelm-lnstitut de investigaciones en física y, sobre todo, una figura influyente en la

capital alemana, como lo indica la nota de un semanario berlinés (Fig. 4), que lo calificaba en

términos de altísima alabanza.

El segundo fue Erwin Finlay Freundlich, prácticamente el único astrónomo alemán que

respondió al llamado de Einstein de que se comprobaran experimentalmente algunas

predicciones de su teoría, y que estaba dedicado a hacerlo como integrante del instituto

Kaiser-Wilhelm. Por último, el arquitecto Erich Mendelsohn, para quien esta fue la primera

obra que construyó (Fig. 5).

En 1920 los nombrados tenían, respectivamente, 41, 35 y 33 años. Ninguno de los tres había

nacido ni se había educado en Berlín -Einstein, venido al mundo en Ulm, se formó en física en

Zúrich y fue profesor en la universidad alemana de Praga; Freundlich, natural de Biberich,

sobre el Rin, estudió matemática y astronomía en Göttingen, y Mendelsohn, que provenía de

Prusia oriental y había estado un tiempo como estudiante en Berlín, obtuvo su diploma de

arquitecto en Munich-.

El trío se conoció en la antigua capital imperial, devenida luego capital de esa primera

república alemana cuya corta vida se extendió entre el fin de la primera guerra, en 1918, y la

toma del poder por Hitler, en 1933. Por un conjunto de circunstancias propicias, a comienzos

de los años veinte Berlín era una de las ciudades culturalmente más productivas del mundo y

los tres tomaban parte activa de esa vida cultural, incluso de su costado musical (Fig. 6). Esto

último fue lo que puso a los dos físicos en contacto con el arquitecto.

Después de recibirse en 1912, Mendelsohn había permanecido dos años en Munich, una

ciudad que, igual que la no muy lejana Viena, se podía considerar a la vanguardia de la

arquitectura germana de principios de siglo y, posiblemente, en pie de igualdad con las más

renovadoras de Europa. Allí había frecuentado los círculos progresistas, como el grupo artístico

conocido por el nombre de blaue Reiter (jinete azul). Su traslado a Berlín con motivo de la

guerra contribuyó a traer al panorama edilicio de la ciudad los aires de modernidad que

adquirió en los años veinte. Pero Mendelsohn era un desconocido cuando llegó a la capital en

1915 para incorporarse voluntariamente al cuerpo de ingenieros del ejército, como forma de

evitar ser reclutado a la infantería.

Sin muchas responsabilidades bélicas por su débil vista, empleaba sus ratos libres en el frente

ruso, al que fue enviado en 1917, para trazar en un cuaderno de apuntes croquis de edificios

imaginarios, entre otros, un observatorio que su amigo de actividades musicales, Freundlich, le

había contado que se proponía erigir. Por correo, este recibía dichos croquis con los

comentarios del arquitecto y le contestaba con los suyos y, por ese medio, casi sin

proponérselo, Mendelsohn fue definiendo el concepto de un edificio del que aún no sabía

nada muy concreto. Es interesante ver cómo evolucionaron sus formas imaginarías (Fig. 7),

que fueron expuestas al público en 1919, terminada la guerra, en la galería de arte berlinesa

de Paul Cassirer, y compararlas con las que concibió cuando, en 1920, recibió realmente el

encargo de proyectar la obra (Fig. 8). Lo último sucedió después de que se formara una

Einstein Stiftung (fundación Einstein) para recolectar fondos, pues gran parte de los necesarios

para erigir el observatorio solar se obtuvo de donantes particulares, gracias a la labor de

Freundlich y al crucial respaldo del propio Einstein, a pesar de que este, con todo su prestigio,

no era unánimemente apoyado por las cabezas científicas de su país: en esos años el mundo

académico alemán -y, consecuentemente, también la opinión pública- se dividía nítidamente

en dos campos, los partidarios y los opositores de las teorías einsteinianas.

Podría decirse que el punto de inflexión de la popularidad de estas se situó en 1919, cuando la

Royal Society y la Astronomical Society anunciaron en Londres que dos expediciones

astronómicas británicas habían realizado mediciones que confirmaban las predicciones de la

relatividad. Con tal comprobación, una teoría que para muchos científicos y, sobre todo, para

el lego educado, aparecía como esotérica e irracional, capturó la imaginación pública y

convirtió a su autor, casi de la noche a la mañana y sin que lo hubiese buscado, en una

celebridad internacional. Entre los alemanes, esa popularidad quizá se explique en mucha

medida por la satisfacción de una nación derrotada en verse a la cabeza del mundo en

producción de conocimiento, y en advertir cómo en países vencedores como Francia, a pesar

de su virulenta germanofobia, Einstein era recibido con interés: en 1922 hizo repetidos viajes a

París, de los que daba siempre cuenta el Berliner Tageblatt.

La popularidad de Einstein en su país, sin embargo, se topaba con algunos obstáculos

ideológicos y políticos, que también afectaban a FreundIich y a Mendelsohn. En una sociedad

crecientemente escindida en dos bandos cada vez más enfrentados, los conservadores y los

progresistas -a los que la dinámica de los acontecimientos empujaba casi sin remedio,

respectivamente, a posiciones reaccionarias o revolucionarias-, era inevitable que quienes se

enrolasen en la renovación de las ciencias o de las artes no sólo tuviesen oposición activa en

sus respectivas disciplinas sino, a la luz de cierta unidad esencial de la cultura, también la

tuviesen en otros órdenes de la vida social y política.

Por ejemplo, ante el creciente acercamiento de las filas de la derecha al nacionalismo

radicalizado (al que se oponía el internacionalismo de la izquierda), no sorprende constatar en

los demócratas liberales Einstein y Mendelsohn una completa ausencia de patriotismo alemán

militante (si bien ambos eran entusiastas sionistas).

Estos fenómenos también se pudieron constatar en la culturalmente mucho más provinciana

Buenos Aires -comparada con París o Berlín-, en ocasión de la visita de Einstein en 1925 (Fig.

9). Muchos científicos locales reconocidos lo recibieron con más escepticismo que interés, por

razones académicas relacionadas con una novedosa visión de la física que los obligaba a revisar

ideas consagradas. Pero en la comunidad germano-argentina, que permanecía políticamente

fiel al Kaiser y rechazaba las ideas republicanas del visitante, en las que veía, sobre todo, el

fantasma del socialismo, la resistencia y hasta hostilidad que se advirtieron tuvieron raíces

político-culturales y presagiaron los violentos enfrentamientos que sobrevendrían en dicha

comunidad en la década siguiente, cuando la barbarie nacionalsocialista se adueñó del poder

en Berlín.

Sea ello como fuere, en enero de 1920, cuando la Einstein Stiftung lanzó su campaña de

recaudación, dio a conocer un manifiesto firmado por figuras influyentes de la ciencia alemana

-entre ellas los premios Nobel Walther Nernst y Max Planck- que, entre otras cosas, señalaba:

Las academias de Inglaterra, los Estados Unidos y Francia, con exclusión de Alemania, han

constituido una comisión con el propósito de avanzar enérgicamente en establecer los

fundamentos experimentales de la teoría general de la relatividad. Es un deber de honor de

todos los responsables de la cultura alemana producir los medios para que, por lo menos, en

un observatorio alemán, pueda ser posible trabajar en la demostración de la teoría en

colaboración directa con su creador.

El contenido de este mensaje y la necesidad de realizar un llamado público para conseguir

fondos indican dos características de la postguerra alemana: la mencionada necesidad de una

reivindicación nacional después de la derrota y la penuria económica del estado, que en otras

circunstancias hubiese proporcionado los recursos. Además, el lanzamiento del proyecto

coincidió con los inicios de la inflación, hasta el punto de que a fines de 1919 se había

estimado su costo en 300.000 marcos, valor que en algún momento de 1920 se había ido a

500.000, después alcanzó el millón y medio, luego los 2,5 millones... (como en la Argentina de

fines de los ochenta, con la inflación se dejó de poder calcular con algún sentido el costo de la

construcción). Ello ocasionó repetidas dificultades a la ejecución de la obra, la que en

determinado momento estuvo por ser detenida y sólo pudo continuarse al llegar aportes

extraordinarios de donantes (entre otros, los grandes bancos de Berlín y la fundación

Pagenstecher, de Nueva York, que donó 200.000 Reichsmark).

El edificio había sido imaginado por Mendelsohn en hormigón armado, como podría deducirse

de sus formas redondeadas, más por una voluntad artística que por una comprensión de las

características técnicas y de la potencialidad del nuevo material. Los croquis que realizaba en

el frente bélico para llenar sus ocios, y que -como el contemporáneo trabajo de varios

arquitectos de vanguardia en diversos países- estaban motivados por su preocupación central

de renovar la arquitectura, fueron expuestos en Berlín con el título de Arquitectura en hierro y

hormigón. El uso de esos materiales y la búsqueda de formas que les fueran apropiadas para

reemplazar los estilos tomados del catálogo historicista fueron la respuesta de Mendelsohn al

debate del momento sobre la arquitectura 'moderna'. Igual que el campo de la física con las

teorías de Einstein, el de la arquitectura estaba escindido en dos bandos enfrentados: el

tradicional, que llenaba casi todas las posiciones oficiales, en especial en la administración

pública y las instituciones formales de enseñanza, y el moderno, que, con el resto de la

vanguardia artística, ocupaba un espacio más bien marginal en la sociedad burguesa, aunque

en algunas ciudades, como Berlín, no carente de influencia. Nótese, de paso, que fue

justamente en el clima propicio a los experimentos de vanguardia de la Alemania de Weimar

donde nació una institución -el Bauhaus- que, respondiendo a la misma inquietud renovadora

de Mendelsohn, cambió los modos de enseñanza de la arquitectura y, a la larga, llevó a la

transformación de las escuelas de esta disciplina en todo el mundo (incluida, tardíamente, la

Argentina). Pero igual que la física relativista y el experimento de la torre Einstein, el Bauhaus

no sobrevivió al advenimiento del nazismo y cerró sus puertas en los tempranos años treinta.

Resulta paradójico advertir que, a pesar de las intenciones del autor de crear un edificio que

contribuyera a renovar la arquitectura adoptando formas derivadas de la naturaleza de los

nuevos materiales industriales -en una carta de marzo de 1914 Mendelsohn habla de

Architektur in Eisen und Beton [als] Baustoff unseres neuen Formwillens des neuen Stils

(arquitectura de hierro y hormigón como los materiales con los que buscamos crear las formas

del nuevo estilo)-, la torre terminó siendo erigida, principalmente, con ladrillos revocados. La

erosión del dinero por la inflación, que llevó a elegir los materiales más baratos, y la escasez de

hierro y cemento, que estaban racionados en los años de postguerra, explican en parte la

paradoja. También contribuye a explicarla el hecho de que el hormigón había sido elegido

principalmente por razones simbólicas, como el instrumento que permitía a Mendelsohn dar a

la arquitectura una nueva imagen. Por ello, en última instancia, no era necesario.

El arquitecto se ocupó poco de las características utilitarias o funcionales del edificio,

relacionadas con la instalación y uso de los equipos técnicos de observación astronómica: ellas

quedaron en manos de ingenieros vinculados con el fabricante de estos o con el contratista de

la obra, quienes definieron ciertos aspectos cruciales del diseño, como la altura de la torre

(que resultó ser 20m), las especificaciones de la cúpula, las de un laboratorio subterráneo, etc.

La preocupación de Mendelsohn por construir un edificio simbólico quizá no sólo se refería a

crear una nueva arquitectura sino, también, a rendir homenaje a la teoría de la relatividad, por

su doble carácter de construcción científica racional, resultado de un estricto razonamiento

deductivo, y de producto de una vanguardia intelectual cuyas obras, incluyendo las artes

visuales de avanzada, tenían para el gran público, tanto admiradores como detractores, la

fascinación de lo incomprensible. La actitud de Mendelsohn, por otro lado, no era diferente de

la de los otros arquitectos alemanes de vanguardia del momento, para quienes las necesidades

técnicas de los edificios no formaban parte de los problemas que buscaban resolver y cuya

tarea consistía, ante todo, en hacer las obras visualmente atractivas.

La construcción se comenzó a mediados de 1920 y se concluyó (Fig. 10) en agosto de 1921 -el

mismo año en que Einstein recibió el premio Nobel, por un tema completamente distinto-,

pero no fue hasta mayo de 1925 cuando se concluyeron de armar los instrumentos encargados

a la firma Carl Zeiss, de Jena, en particular los telescopios con objetivos de 200 y 600mm, cuya

construcción e instalación costaron 1.375.000 marcos. La torre quedó bajo la responsabilidad

de la fundación Einstein, que finalmente terminó pagándola en su mayor parte, ya que el

aporte estatal, dispuesto en su momento para cubrir una porción significativa del costo, llegó

tarde y reducido a una cifra marginal por la inflación. De todos modos, el estado no se

desentendió, y en 1922, en el consejo directivo de la fundación, además de directores de

instituciones científicas, figuraba un representante del Kultusministeriums (o ministerio de

Cultura) de Prusia, junto con el editor de la revista Naturwissenschaften, un director de la

Badischen Anilin-und Sodafabrik, el gerente general de Carl Zeiss y algunos empresarios de

Berlín.

Terminada la obra, la fundación buscó financiar los costos de operación con una mezcla de

subsidio estatal y donaciones privadas, incluyendo a unos Amigos de la Fundación Einstein

(Freie Vereinigung der Freunde der Einstein Stiftung), a los que se les pedía una contribución

mínima de cien marcos anuales.

La imagen de la torre Einstein, además de haber sido condicionada por las intenciones de

Mendelsohn de renovar la arquitectura adaptándola a las características de los nuevos

materiales, refleja el mundo y es uno de los mejores exponentes del expresionismo alemán,

que se impuso en las artes a principios de siglo y, más que una corriente estética con un

programa artístico definido, fue una actitud de rebeldía y liberación de la cultura tradicional y

de los valores de la sociedad burguesa. El grupo artístico blaue Reiter, que Mendelsohn había

frecuentado en Munich, puede considerarse enrolado en tal corriente, que, por otro lado, era

la dominante en el mundo cultural progresista de la primera república alemana, si bien había

nacido antes de la guerra, en tiempos del imperio.Igual que a la física relativistíca, estos rasgos

del expresionismo ayudaron a acercar a sus cultores a la izquierda política y a convertirlos, con

la radicalización política e ideológica, en representantes prominentes del 'arte degenerado'

(entartete Kunst), según la expresión de los nazis.

Casi desde el momento mismo en que se estaba construyendo, se oyeron voces que se

propusieron interpretar la torre Einstein -más allá de la natural coincidencia entre productos

culturales que comparten el mismo carácter vanguardista-, como una expresión artística de la

teoría de la relatividad y de sus conceptos asociados de geometrías no euclidianas, la cuarta

dimensión y el espacio-tiempo. Aunque sin mencionar específicamente la torre,

manifestaciones de ese tipo hizo el historiador suizo de la cultura Siegfried Giedion, que trazó

una serie de paralelos superficiales y de discutible consistencia entre teorías científicas y

movimientos artísticos en sus Charles Eliot Norton Lectures de 1938-1939 en Harvard, las que

dieron origen al libro Space, Time and Architecture, publicado por Harvard University Press en

1941 (con no menos de cinco nuevas ediciones y más de una docena de reimpresiones), un

título que parafrasea el de la conocida vulgarización de la relatividad por Eddington, Space,

Time and Gravitation. Apenas aparecida la obra de Giedion, Mendelsohn (tal vez molesto por

no estar mencionado en ella) le hizo llegar -a Princeton- los pasajes pertinentes a Einstein,

quien, cansado de que la terminología relativística se aplicara en otros ámbitos disciplinarios, y

de que abundaran los malentendidos causados por interpretaciones erróneas de su teoría por

periodistas o filósofos, desestimó irónicamente la asociación¹. Más sensata, en todo caso, fue

la afirmación de Freundlich, quien en 1969 se refirió a la torre como ein Monument in

Erinnerung an die Epochale Bedeutung der Relativitätstheorie in der Entwicklung der Physik

(un monumento a la memoria del trascendente alcance de la teoría de la relatividad para el

desarrollo de la física), porque, como lo señaló el critico Wolfgang Pehnt, más que un

observatorio o un laboratorio, lo que Mendelsohn erigió fue un monumento (Er schuf kein

Labor sondern ein Denkmal). Y se sabe que Einstein, según una anécdota conocida, luego de

una minuciosa visita al edificio recién terminado, durante la cual se mantuvo en silencio, se

acercó al arquitecto y resumió su opinión en una única palabra: orgánico.

No es difícil comprender por qué todo lo representado por la torre Einstein -un edificio

revolucionario para realizar experimentos orientados a respaldar una teoría que cambiaba la

concepción clásica del mundo físico-, lo mismo que sus tres principales responsables, no hayan

durado mucho una vez llegado el nacionalsocialismo al poder (para no mencionar el hecho de

que Einstein y Mendelsohn eran judíos, lo mismo que el padre de Freundlich, que había

abrazado el protestantismo cuando se casó con una inglesa). Como se sabe, Albert Einstein

nunca regresó a Alemania luego de que, en el transcurso de una visita a los Estados Unidos en

1933, resolvió quedarse en ese país; aceptó una posición en el Institute for Advanced Study de

Princeton y allí permaneció hasta su muerte en 1955. Terminada la segunda guerra, se negó a

mantener relaciones con colegas alemanes cuyo comportamiento para con los nazis consideró

oportunístico, al tiempo que sufrió cierta marginación de los círculos científicos más avanzados

por su resistencia a aceptar los enfoques probabilísticos de la mecánica cuántica y por su falta

de éxito en la búsqueda de una teoría unificada de campo.

Mendelsohn también dejó Alemania en 1933. Trabajó un tiempo en Inglaterra, luego pasó a la

entonces llamada Palestina y, en 1941, emigró a los Estados Unidos. En 1945 se instaló en San

Francisco y al poco tiempo obtuvo la ciudadanía norteamericana. Trabajó con éxito como

arquitecto para la comunidad judía estadounidense, en especial construyendo sinagogas, pero,

después de su obra berlinesa de los años veinte, dejó de figurar entre los nombres

prominentes de la arquitectura contemporánea. Murió en 1954.

Freundlich emigró igualmente en 1933, primero a Turquía, donde, aprovechando el flujo

masivo de refugiados políticos alemanes, se había puesto en marcha una reforma universitaria.

En 1937 pasó a Praga, pero debió huir nuevamente de los nazis y, por ser hijo de madre

británica, se dirigió a la universidad escocesa de Saint Andrew's. Allí pasó la guerra como

instructor de navegación de pilotos de la RAF y luego montó un nuevo telescopio para

continuar con sus estudios solares. En 1946 escribió una carta a Mendelsohn en una colorida

mezcla de inglés y alemán en la que, entre otras cosas, decía: Recibo muchas cartas de

Alemania. El observatorio Einstein opera otra vez como tal [...] Aparentemente, los rusos no

los han molestado, porque yo nunca los excluí en los años 1920-33 y porque de facto pudieron

mantener al hitlerismo fuera del instituto. Una vez me ofrecieron volver; sin embargo, ello está

fuera de la cuestión, a pesar de que [...] hay actividad cultural en una abundancia tal que uno

jamás lo hubiese creído posible después de tan horroroso colapso [...] Escocia definitivamente

nada tiene que ofrecer a este respecto. En consecuencia, estoy construyendo mi pequeño

mundo insular. [...] Si bien estoy condenado a un confinamiento solitario en esta desolada

prisión de las Highlands, por lo menos tengo la intención de que mi celda sea un poco colorida

[...]² Cuando se jubiló, a mediados de los años cincuenta, retornó a Alemania y permaneció allí

hasta su muerte en 1964.

En cuanto al observatorio, en 1933 el gobierno nazi disolvió por decreto la fundación Einstein.

El 28 de marzo de ese año, el mismo día en que Albert Einstein renunció a la Academia

Prusiana de Ciencias como acto político de protesta, un funcionario de una de las fuerzas de

seguridad, la SS, ordenó que se cambiara el nombre de la torre (literalmente escribió: el

nombre Torre Einstein debe desaparecer -der Name Einsteinturm muss verschwinden-). El

Instituto de Física Solar pasó a depender del Observatorio Astrofísico de Potsdam y Freundlich

-que ya se encontraba en el extranjero y que había rechazado por escrito la obligación de usar

en el observatorio el saludo del brazo levantado (der deutsche Gruss, decían los documentos)-

fue jubilado prematuramente en aplicación de las leyes raciales. El episodio del saludo fue

comentado en marzo de 1934 por el diario alemán de Paris (Pariser Tageblatt) con el titulo:

También en la torre Einstein rige el saludo hitleriano. Los científicos deben por ello abandonar

sus cargos.

Un episodio curioso relacionado con estos hechos se produjo a propósito de un busto de

bronce de Einstein que se encontraba en la entrada de la torre, colocado allí en 1929 por el

ministerio de Cultura de Prusia como homenaje al científico con motivo de sus cincuenta años.

Cuando llegó la orden de retirarlo, el personal de la institución lo puso a buen resguardo y dejó

en su lugar, sobre su base, una piedra (ein Stein). Después de la guerra, el busto volvió y hoy se

exhibe junto con la piedra que lo reemplazó.

En la torre continuó llevándose a cabo actividad científica, aun durante la guerra. El edificio era

considerado inaceptable por los nazis, para quienes era producto de 'ideas judías', pero

sobrevivió al furor iconoclasta de los círculos nacionalistas, propulsores de imitaciones del arte

alemán medieval o de la antigüedad clásica, a pesar de que existieron iniciativas de reformarlo,

que seguramente no prosperaron porque las prioridades estaban en el esfuerzo bélico. En

1942, la torre fue pintada con colores marrones y verdosos a modo de camuflaje por los

ataques aéreos, que en 1945 destruyeron algunas de las construcciones cercanas pero sólo

causaron daños menores a su estructura e instrumental óptico. Terminada la guerra, se

repararon los daños y se recomenzaron las observaciones. Para 1950 el edificio estaba

totalmente reparado, en 1952 fue pintado de color gris claro y en 1978, al acercarse el

centenario del nacimiento de Einstein, pintado de blanco, como había sido en su origen. En

1976, el gobierno de la República Democrática Alemana lo incluyó en la lista de obras

protegidas (Denkmalschutz), mientras seguía la tarea científica y formaba parte de uno de los

principales centros de investigación del país (y por tal razón, en un régimen autoritario, era

inaccesible al público). Con la reunificación alemana, luego de un período en el que las

instituciones académicas de la fenecida Alemania oriental fueron evaluadas, se creó en 1992 el

Astrophysikalisches lnstitut Potsdam, que reunió en una sola entidad a varias de las

instituciones anteriores, entre ellas, el Astrophysikalisches Observatorium Potsdam, el

Observatorium für Solare Radioastronomie de Tremsdorf y otro observatorio (Sternwarte

Babelsberg). Hoy, con algunas restricciones, la torre puede ser visitada por el público.

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¹ Einstein respondió con una cuarteta difícilmente traducible: Nicht schwer it’s Neues

auszusagen, / wenn jeden Blödsinn man will wagen. / Doch selt'ner füget sich dabei, /daß

Neues auch vernünftig sei. (No es difícil proclamar que algo es nuevo, sí se acepta el riesgo de

decir tonterías. Pero rara vez sucede que esa declaración de novedad sea también algo

razonable.) Y agregó: Es una pedantería sin base racional alguna (Es ist einfach Klugscheißerei

ohne jede vernünftige Basis).

² I receive many Ietters from Germany. The Einstein Observatory is again operating as such [...]

They have apparently not been disturbed by the Russians, because I never excluded Russians

in the years 1920-33 and because in fact they had been able to exclude Hitlerism from the

Institute.They once offered me to return; this, however, is out of the question, although [...] es

gibt Kultur in Hülle und Fülle. Auch sonst herrscht ein so geistiges Leben, wie man es nach

diesem furchtbarem Zusammenbruch nicht für möglich gehalten hätte. [...] Scotland has

definitely nothing to offer in this respect. I am therefore building up my own little island-world.

[...] So, if condemned to solitarv confinement in this bleak Highland camp I at least intend to

make the cell a bit colourful...

Dispositivo de telégrafo óptico que funcionó entre 1832 y 1848 en la cina del Telegraphenberg, en Potsdam.

Croquis de fachada del edificio principal del Astrophysikalisches Institut de Potsdam, 1890.

Página de la edición del 4 de septiembre de 1921 del semanario Berliner Illustrite Zeitung, cuya tirada rondaba los

1,6 millones de ejemplares. Leyenda al pie de la foto : Der neue Einstein-Turm auf dem Telegraphenberg bei

Potsdam. (La nueva torre Einstein en el monte del Telégrafo, en, Potsdam)

Página de la edición del 14 de diciembre de 1919 del mismo semanario. Leyenda al pie de la foto.

Una nueva cumbre de la historia universal: Albert Einstein, cuyas investigaciones significan una completa alteración

de nuestro modo de cncebir la naturaleza y equivalen a los conocimientos de un Cópernico, Kepler y Newton.

El astrónomo Erwin freundlich tocando el violoncelo. Grabado del pintor expresionista Max Pechstein, 1918.

Detalle de la torre Einstein luego de algunas reformas realizadas en 1927, pro las que

resultaron algo incongruentemente enfatizadas ciertas aristas por medio de protecciones de chapa galvanizada.