Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral 1873 - Friedrich Nietzsche

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FRIEDRICH NIETZSCHE 1873 Sobreverdady mentiraen sentido extramoral

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FRIEDRICH NIETZSCHE1873

Sobre verdad ymentira en

sentidoextramoral

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F R I E D R I C H N I E T Z S C H E

Sobre verdad y mentira en sentidoextramoral

Simón Royo Hernández

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n algún apartado rincón del universo,desperdigado de innumerables ycentelleantes sistemas solares, hubo

una vez un astro en el que animales astutosinventaron el conocer. Fue el minuto mássoberbio y más falaz de la HistoriaUniversal, pero, a fin de cuentas, sólo unminuto. Tras un par de respiraciones de lanaturaleza, el astro se entumeció y losanimales astutos tuvieron que perecer.Alguien podría inventar una fábula comoésta y, sin embargo, no habría ilustradosuficientemente, cuán lamentable y sombrío,cuán estéril y arbitrario es el aspecto quetiene el intelecto humano dentro de lanaturaleza; hubo eternidades en las que noexistió, cuando de nuevo se acabe todo paraél, no habrá sucedido nada. Porque no haypara ese intelecto ninguna misión ulteriorque conduzca más allá de la vida humana.No es sino humano, y solamente suposeedor y creador lo toma tanpatéticamente como si en él girasen losgoznes del mundo. Pero si pudiéramosentendernos con un mosquito, llegaríamos asaber, que también él navega por el aire conese mismo pathos y se siente el centrovolante de este mundo. Nada hay en lanaturaleza tan despreciable e insignificanteque, con un mínimo soplo de aquel poderdel conocimiento, no se hincheinmediatamente como un odre; y del mismomodo que cualquier mozo de cuadra quieretener sus admiradores, el más orgulloso delos hombres, el filósofo, quiere que desdetodas partes, los ojos del universo tengantelescópicamente puesta su mirada sobre susacciones y pensamientos.

Es remarcable, que tal estado lo produzca elintelecto, él que, precisamente, sólo ha sidoañadido como un recurso a los seres más

desdichados, delicados y efímeros, paraconservarlos un minuto en la existencia; dela cual, por el contrario, sin ese añadido,tendrían toda clase de motivos para huir tanrápidamente como el hijo de Lessing1. Eseorgullo ligado al conocimiento y a lasensación, niebla cegadora colocada sobrelos ojos y sobre los sentidos de los hombres,los engaña acerca del valor de la existencia,pues lleva en él la más aduladora valoraciónsobre el conocimiento mismo. Su efecto másgeneral es el engaño —aunque también losefectos más particulares llevan consigo algodel mismo carácter.

El intelecto, como un medio para laconservación del individuo, desarrolla susfuerzas primordiales en la ficción, pues éstaes el medio por el cual se conservan losindividuos débiles y poco robustos, comoaquellos a los que les ha sido negado,servirse, en la lucha por la existencia, decuernos o de la afilada dentadura de losanimales carniceros. Este arte de la ficciónalcanza su máxima expresión en el hombre:aquí el engaño, la adulación, la mentira y elfraude, la murmuración, la hipocresía, elvivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, elconvencionalismo encubridor, el teatro antelos demás y ante uno mismo, en una palabra,el revoloteo incesante ante la llama de lavanidad es hasta tal punto la regla y la ley,

1 Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781). Escritory filósofo englobado en la Ilustración alemana,dedicado principalmente a la filosofía de lareligión, a la estética y a escribir tambiénnumerosas obras de teatro. Particularmenteinfluyente en la estética de su tiempo fue su libro:Laocoonte o sobre los límites de la pintura y lapoesía (1776). La alusión de Nietzsche remite alhecho de que el hijo de Lessing murió dos díasdespués de nacer.

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que apenas hay nada más inconcebible queel hecho de que haya podido surgir entre loshombres un impulso sincero y puro hacia laverdad. Se encuentran profundamentesumergidos en ilusiones y ensueños, susmiradas se limitan a deslizarse sobre lasuperficie de las cosas y percibir formas, sussensaciones no conducen en ningún caso a laverdad, sino que se contentan con recibirestímulos y, por así decirlo, jugar un juegode tanteo sobre el dorso de las cosas.Además, durante toda la vida, el hombre sedeja engañar por la noche en el sueño, sinque su sentimiento moral haya tratado nuncade impedirlo; mientras que parece que hahabido hombres que, a fuerza de voluntad,han conseguido eliminar los ronquidos. Enrealidad ¿qué sabe de sí mismo el hombre?¿Sería capaz de percibirse a sí mismo,aunque sólo fuese una vez, como siestuviese tendido en una vitrina iluminada?¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayorparte de las cosas, incluso sobre su propiocuerpo, de forma que, al margen de lascircunvoluciones de sus intestinos, delrápido flujo de su circulación sanguínea, delas complejas vibraciones de sus fibras,quede recluido y encerrado en unaconciencia orgullosa y embaucadora? Ellaha tirado la llave, y ¡ay de la funestacuriosidad que pudiese mirar, por una vez,hacia fuera y hacia abajo, a través de unahendidura del cuarto de la conciencia yvislumbrase entonces que el ser humanodescansa sobre la crueldad, la codicia, lainsaciabilidad, el asesinato, en laindiferencia de su ignorancia y, por asídecirlo, pendiente en sus sueños sobre ellomo de un tigre! ¿De dónde procede en elmundo entero, en esta constelación, elimpulso hacia la verdad?

En la medida en que el individuo quieraconservarse frente a otros individuos, en unestado natural de las cosas, tendrá queutilizar el intelecto, casi siempre, tan sólopara la ficción. Pero, puesto que el hombre,tanto por necesidad como por aburrimiento,

desea existir en sociedad y gregariamente,precisa de un tratado de paz, y conforme aéste, procura que, al menos, desaparezca desu mundo el más grande bellum omniumcontra omnes . Este tratado de paz conllevaalgo que promete ser el primer paso para laconsecución de ese enigmático impulsohacia la verdad. Porque en este momento sefija lo que desde entonces debe ser verdad,es decir, se ha inventado una designación delas cosas uniformemente válida yobligatoria, y el poder legislativo dellenguaje proporciona también las primerasleyes de la verdad, pues aquí se origina porprimera vez el contraste entre verdad ymentira. El mentiroso utiliza laslegislaciones válidas, las palabras, parahacer aparecer lo irreal como real; dice, porejemplo, yo soy rico cuando la designacióncorrecta para su estado sería justamentepobre. Abusa de las convencionesconsolidadas efectuando cambios arbitrariose incluso inversiones de los nombres. Sihace esto de manera interesada yconllevando perjuicios, la sociedad noconfiará ya más en él y, por ese motivo, leexpulsará de su seno. Por eso los hombresno huyen tanto de ser engañados como deser perjudicados por engaños. En el fondo,en esta fase tampoco detestan el fraude, sinolas consecuencias graves, odiosas, de ciertostipos de fraude. El hombre nada más quedesea la verdad en un sentido análogamentelimitado: desea las consecuencias agradablesde la verdad, aquellas que conservan la vida,es indiferente al conocimiento puro y sinconsecuencias, y está hostilmentepredispuesto contra las verdades que puedantener efectos perjudiciales y destructivos. Yademás, ¿qué sucede con esas convencionesdel lenguaje? ¿Son quizá productos delconocimiento, del sentido de la verdad?¿Concuerdan las designaciones y las cosas?¿Es el lenguaje la expresión adecuada detodas las realidades?

Solamente mediante el olvido puede elhombre alguna vez llegar a imaginarse que

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está en posesión de una verdad en el gradoque acabamos de señalar. Si no quierecontentarse con la verdad en la forma detautología, es decir, con conchas vacías,entonces trocará perpetuamente ilusionespor verdades. ¿Qué es una palabra? Lareproducción en sonidos articulados de unestímulo nervioso. Pero partiendo delestímulo nervioso inferir además una causaexistente fuera de nosotros, es ya elresultado de un uso falso e injustificado delprincipio de razón. ¡Cómo podríamos decirlegítimamente, si la verdad estuviesesolamente determinada por la génesis dellenguaje, y si el punto de vista de la certezafuese también lo único decisivo respecto alas designaciones, cómo, no obstante,podríamos decir legítimamente: la piedra esdura, como si además captásemos lo duro deotra manera y no únicamente comoexcitación completamente subjetiva!Dividimos las cosas en géneros, designamosal árbol como masculino y a la planta comofemenino: ¡qué extrapolaciones tanarbitrarias! ¡A qué altura volamos porencima del canon de la certeza! Hablamosde una serpiente: la designación aludesolamente al hecho de retorcerse, podría, portanto, atribuírsele también al gusano. ¡Quéarbitrariedad en las delimitaciones! ¡Quéparcialidad en las preferencias, unas vecesde una propiedad de una cosa, otras veces deotra! Los diferentes idiomas, reunidos ycomparados unos a otros, muestran que conlas palabras no se llega jamás a la verdad nia una expresión adecuada, pues, de locontrario, no habría tantos. La cosa en si(esto sería justamente la verdad pura y sinconsecuencias) es también totalmenteinaprehensible y en absoluto deseable parael creador del lenguaje. Éste se limita adesignar las relaciones de las cosas conrespecto a los hombres y para expresarlasrecurre a las metáforas más atrevidas. ¡Enprimer lugar, un estímulo nerviosoextrapolado en una imagen!, primerametáfora. ¡La imagen, transformada de

nuevo, en un sonido articulado!, segundametáfora. Y, en cada caso, un salto totaldesde una esfera a otra completamentedistinta y nueva. Podríamos imaginarnos unhombre que fuese completamente sordo yque jamás hubiese tenido ninguna sensacióndel sonido ni de la música; del mismo modoque un hombre de estas características miracon asombro las figuras acústicas deChaldni2 en la arena, descubre su causa enlas vibraciones de la cuerda y juraráentonces, que, desde ese momento enadelante no puede ignorar lo que loshombres llaman sonido, así nos sucede atodos nosotros con el lenguaje. Creemossaber algo de las cosas mismas cuandohablamos de árboles, colores, nieve y floresy no poseemos, sin embargo, más quemetáforas de las cosas, que no correspondenen absoluto a las esencias primitivas. Delmismo modo que el sonido toma el aspectode figura de arena, así la enigmática X de lacosa en sí se presenta, en principio, comoexcitación nerviosa, luego como imagen,finalmente como sonido articulado. Encualquier caso, por tanto, el origen dellenguaje no sigue un proceso lógico, y todoel material sobre el que, y a partir del cual,trabaja y construye, el hombre de la verdad,el investigador, el filósofo, si no procede delas nubes3, tampoco procede, en ningúncaso, de la esencia de las cosas.

Pero pensemos sobre todo en la formaciónde los conceptos. Toda palabra se conviertede manera inmediata en concepto en tantoque justamente no ha de servir para laexperiencia singular y completamenteindividualizada a la que debe su origen, porejemplo, como recuerdo, sino que debe serapropiada al mismo tiempo parainnumerables experiencias, por así decirlo,más o menos similares, esto es, jamásidénticas estrictamente hablando; así pues,ha de ser apropiada para casos claramente

2 E.Chaldni (1765-1824) físico y acústico alemán.3 Alusión a Aristófanes Las nubes v.819.

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diferentes. Todo concepto se formaigualando lo no-igual. Del mismo modo quees cierto que una hoja nunca es totalmenteigual a otra,, asimismo es cierto que elconcepto hoja se ha formado al abandonarde manera arbitraria esas diferenciasindividuales, al olvidar las notas distintivas,con lo cual se suscita entonces larepresentación, como si en la naturalezahubiese algo separado de las hojas que fuesela hoja, una especie de arquetipo primigenioa partir del cual todas las hojas habrían sidotejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas,onduladas, pintadas, pero por manos tantorpes, que ningún ejemplar resultase sercorrecto y fidedigno como copia fiel delarquetipo. Decimos que un hombre eshonesto. ¿Por qué ha obrado hoy tanhonestamente?, preguntamos. Nuestrarespuesta suele ser como sigue: A causa desu honestidad. ¡La honestidad! Esto significaa su vez: la hoja es la causa de las hojas.Ciertamente no sabemos nada en absolutode una cualidad esencial que se llame lahonestidad, pero sí de numerosas accionesindividualizadas, por lo tanto desiguales, quenosotros igualamos omitiendo lo desigual, y,entonces, las denominamos accioneshonestas; al final formulamos a partir deellas una qualitas occulta con el nombre dehonestidad.

La omisión de lo individual y de lo real nosproporciona el concepto del mismo modoque también nos proporciona la forma,mientras que la naturaleza no conoce formasni conceptos, así como tampoco, enconsecuencia, géneros, sino solamente unaX que es para nosotros inaccesible eindefinible. También la oposición quehacemos entre individuo y especie esantropomórfica y no procede de la esenciade las cosas, aun cuando tampoco nosatrevemos a decir que no le corresponde:porque eso sería una afirmación dogmáticay, en cuanto tal, tan indemostrable como sucontraria.

¿Qué es entonces la verdad? Un ejércitomóvil de metáforas, metonimias,antropomorfismos, en resumidas cuentas,una suma de relaciones humanas que hansido realzadas, extrapoladas, adornadaspoética y retóricamente y que, después de unprolongado uso, a un pueblo le parecen fijas,canónicas, obligatorias: las verdades sonilusiones de las que se ha olvidado que loson, metáforas que se han vuelto gastadas ysin fuerza sensible, monedas que hanperdido su troquelado y no son ahoraconsideradas como monedas, sino comometal.

No sabemos todavía de dónde procede elimpulso hacia la verdad, pues hasta ahorasolamente hemos prestado atención alcompromiso que la sociedad establece paraexistir, la de ser veraz, es decir, usar lasmetáforas usuales, así pues, dicho entérminos morales, de la obligación de mentirsegún una convención firme, de mentirborreguilmente, de acuerdo con un estiloobligatorio para todos. Ciertamente, elhombre se olvida de que su situación es ésta,por tanto, miente inconscientemente de lamanera que hemos indicado y en virtud dehábitos milenarios -y precisamente en virtudde esta inconsciencia, precisamente envirtud de este olvido, adquiere el sentimientode la verdad-. A partir del sentimiento deestar obligado a designar una cosa comoroja, otra como fría, una tercera como muda,se despierta un movimiento moral hacia laverdad; a partir del contraste del mentiroso,en quien nadie confía y a quien todosexcluyen, el hombre se demuestra a símismo lo venerable, lo fiable y loprovechoso de la verdad. En ese instante elhombre pone sus actos como ser racionalbajo el dominio de las abstracciones: ya nosoporta ser arrastrado por las impresionesrepentinas, por las intuiciones y, ante todo,generaliza todas esas impresiones enconceptos más descoloridos, más fríos, parauncirlos al carro de su vida y de su acción.Todo lo que eleva al hombre por encima del

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animal depende de esa capacidad devolatilizar las metáforas intuitivas en unesquema, esto es, de disolver una imagen enun concepto, pues en el ámbito de esosesquemas es posible algo que nunca podríaconseguirse bajo las primeras impresionesintuitivas: construir un orden piramidal porcastas y grados, crear un mundo nuevo deleyes, privilegios, subordinaciones ydelimitaciones, que ahora se contrapone alotro mundo de las primeras impresionesintuitivas como lo más firme, lo másgeneral, lo mejor conocido y lo más humanoy, por ello, como una instancia reguladora eimperativa. Mientras que toda metáforaintuitiva es individual y no tiene otraidéntica y, por tanto, sabe escaparse siemprede toda clasificación, el gran edificio de losconceptos presenta la rígida regularidad deun columbarium romano e insufla en lalógica el rigor y la frialdad que son propiosde las matemáticas. Aquél a quien envuelveel hálito de esa frialdad apenas creerá quetambién el concepto, óseo y octogonal comoun dado y, como tal, versátil, no sea a fin decuentas sino como el residuo de unametáfora y que la ilusión de la extrapolaciónartística de un estímulo nervioso enimágenes es, si no la madre, sí sin embargola abuela de cualquier concepto. Ahora bien,dentro de ese juego de dados de losconceptos se denomina verdad a usar cadadado tal y como está designado; contarexactamente sus puntos, formarclasificaciones correctas y no violar enningún caso el orden de las castas ni losturnos de la sucesión jerárquica. Del mismomodo que los romanos y los etruscosdividían el cielo mediante rígidas líneasmatemáticas y conjuraban, en ese espacioasí delimitado, a un dios, como en untemplum, así cada pueblo tiene sobre él uncielo conceptual semejante,matemáticamente dividido, y en esascircunstancias entiende, entonces, comoexigencia de la verdad, que todo diosconceptual ha de buscarse solamente en su

propia esfera. Cabe admirar en este caso alhombre como poderoso genio constructor,que acierta a levantar sobre cimientosinestables y, por así decirlo, sobre agua enmovimiento, una catedral de conceptosinfinitamente compleja; y ciertamente, paraencontrar apoyo en tales cimientos debetratarse de un edificio hecho como detelarañas, tan fina que sea transportada porlas olas, tan firme que no sea desgarrada porel viento. El hombre, como genio de laarquitectura, se eleva de tal modo muy porencima de la abeja: ésta construye con ceraque recoge de la naturaleza; aquél con lamateria bastante más fina de los conceptosque, desde el principio, tiene que producir desí mismo. Aquí él se hace acreedor deadmiración profunda -si bien, de ningúnmodo por su impulso hacia la verdad, haciael conocimiento puro de las cosas-. Sialguien esconde una cosa detrás de unmatorral, después la busca de nuevoexactamente allí y, además, la encuentra, enesa búsqueda y en ese descubrimiento nohay, pues, mucho que alabar; sin embargo,esto es lo que sucede al buscar y al encontrarla verdad dentro de la jurisdicción de larazón. Si doy la definición de mamífero y acontinuación, después de examinar uncamello, digo: he ahí un mamífero, no cabeduda de que con ello se ha traído a la luz unanueva verdad, pero es de un valor limitado;quiero decir,, es antropomórfica de pies acabeza y no contiene ni un solo punto quesea verdadero en sí, real y universalmenteválido, prescindiendo de los hombres. Elinvestigador de tales verdades tan sólo buscaen el fondo, la metamorfosis del mundo enlos hombres; aspira a una comprensión delmundo en tanto que cosa humanizada yconsigue, en el mejor de los casos, elsentimiento de una asimilación. Del mismomodo que el astrólogo considera las estrellasal servicio de los hombres y en conexión consu felicidad y su desgracia, así considera untal investigador que el mundo en su totalidadestá ligado a los hombres; como el eco

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infinitamente repetido de un sonidoprimordial, el hombre, como la reproducciónmultiplicada de una imagen primordial, elhombre. Su procedimiento consiste en tomaral hombre como medida de todas las cosas,pero entonces parte del error de creer quetiene estas cosas ante sí de manera inmediatacomo objetos puros. Olvida, por lo tanto,que las metáforas intuitivas originales noson más que metáforas y las toma por lascosas mismas.

Sólo mediante el olvido de ese mundoprimitivo de metáforas, sólo mediante elendurecimiento y la petrificación de unfogoso torrente primordial compuesto poruna masa de imágenes que surgen de lacapacidad originaria de la fantasía humana,sólo mediante la invencible creencia en queeste sol, esta ventana, esta mesa son unaverdad en sí, en una palabra, graciassolamente al hecho de que el hombre seolvida de sí mismo como sujeto y, porcierto, como sujeto artísticamente creador,vive con cierta calma, seguridad yconsecuencia; si pudiera salir, aunque sólofuese un instante, fuera de los muros de lacárcel de esa creencia, se acabaría enseguida su autoconsciencia. Ya le cuestatrabajo reconocer ante sí mismo que elinsecto o el pájaro perciben otro mundocompletamente diferente al del hombre yque la cuestión de cuál de las dospercepciones del mundo es la correctacarece totalmente de sentido, puesto quepara decidir sobre ello tendríamos que medircon la medida de la percepción correcta,esto es, con una medida de la que no sedispone. Pero, por lo demás, la percepcióncorrecta —es decir, la expresión adecuadade un objeto en el sujeto—, me parece unabsurdo lleno de contradicciones, porqueentre dos esferas absolutamente distintascomo lo son el sujeto y el objeto no hayninguna causalidad (4-bis), ningunaexactitud, ninguna expresión, sino, a losumo, un comportamiento estético, quierodecir, una extrapolación alusiva, una

traducción balbuciente a un lenguajecompletamente extraño. Para lo cual senecesita, en todo caso, una esfera intermediay una fuerza mediadora, libres ambas parapoetizar e inventar. La palabra fenómenoencierra muchas seducciones, por lo que, enlo posible, procuro evitarla, puesto que no escierto que la esencia de las cosas semanifieste en el mundo empírico. Un pintoral que le faltaran las manos y que quisieraexpresar por medio del canto la imagen queha concebido, revelará siempre, en ese pasode una esfera a otra, mucho más sobre laesencia de las cosas que el mundo empírico.Incluso la misma relación de un estímulonervioso con la imagen producida no es, ensí, necesaria; pero cuando la misma imagense ha producido millones de veces y se hatransmitido hereditariamente a través demuchas generaciones de seres humanos,apareciendo finalmente en toda lahumanidad como consecuencia cada vez delmismo motivo, entonces acaba por tener elmismo significado para el hombre que sifuese la única imagen necesaria, como si larelación entre la excitación nerviosaoriginaria con la imagen producida fueseuna estricta relación de causalidad estricta;del mismo modo que un sueño eternamenterepetido sería percibido y juzgado comoalgo absolutamente real4. Pero elendurecimiento y la petrificación de unametáfora no garantizan en modo alguno ni lanecesidad ni la legitimación exclusivas deesa metáfora.

Sin duda, todo hombre que estéfamiliarizado con tales consideraciones hasentido una profunda desconfianza haciacualquier idealismo de esta especie, cadavez que se ha convencido con la claridadnecesaria de la consecuencia, ubicuidad einfalibilidad de las leyes de la naturaleza; yha sacado esta conclusión: aquí, cuantoalcanzamos en las alturas del mundo

4 Pascal, Pensamientos, VI (380) 386. Cfr.másadelante, mención explícita.

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telescópico y en los abismos del mundomicroscópico, todo es tan seguro, tanelaborado, tan infinito, tan regular, tanexento de lagunas; la ciencia cavaráeternamente con éxito en estos pozos, y todolo que encuentre habrá de concordar y no secontradirá. Qué poco se asemeja esto a unproducto de la imaginación; si lo fuese,tendría que quedar al descubierto en algunaparte la apariencia y la irrealidad. Alcontrario, cabe decir por lo pronto que, sicada uno de nosotros tuviese una percepciónsensorial diferente, podríamos percibir unasveces como pájaros, otras como gusanos,otras como plantas, o si alguno de nosotrosviese el mismo estímulo como rojo, otrocomo azul e incluso un tercero lo percibiesecomo un sonido, entonces nadie hablaría detal regularidad de la naturaleza, sino quesolamente se la concebiría como unaconstrucción altamente subjetiva. Entonces,¿qué es para nosotros, en definitiva, una leyde la naturaleza? No nos es conocida en sí,sino solamente por sus efectos, es decir, ensus relaciones con otras leyes de lanaturaleza que, a su vez, sólo nos sonconocidas como suma de relaciones. Porconsiguiente, todas esas relaciones no hacenmás que remitirse continuamente unas aotras y, en su esencia, para nosotros sonincomprensibles por completo; en realidadsólo conocemos de ellas lo que nosotrosaportamos: el tiempo, el espacio, por tantolas relaciones de sucesión y los números.Pero todo lo maravilloso que admiramosprecisamente en las leyes de la naturaleza, lo

que reclama nuestra explicación y lo quepodría introducir en nosotros ladesconfianza respecto al idealismo,justamente reside única y exclusivamente enel rigor matemático y en la inviolabilidad delas representaciones del tiempo y delespacio. Sin embargo, esas nociones lasproducimos en nosotros y a partir denosotros con la misma necesidad que laaraña teje su tela; si estamos obligados aconcebir todas las cosas únicamente bajoesas formas, entonces deja de sermaravilloso que, hablando con propiedad,sólo captemos en todas las cosasprecisamente esas formas, puesto que todasellas deben llevar consigo las leyes delnúmero y el número es precisamente lo másasombroso de las cosas. Toda la regularidadque tanto respeto nos impone en las órbitasde los astros y en los procesos químicos,coincide en el fondo con aquellaspropiedades que nosotros aportamos a lascosas, de modo que, con ello, nosinfundimos respeto a nosotros mismos.

De aquí resulta, en efecto, que esa artísticacreación de metáforas con la que comienzaen nosotros toda percepción presupone yaesas formas, y, por tanto, se realizará enellas; sólo partiendo de la firme persistenciade estas formas primordiales resulta posibleexplicar el que más tarde haya podidoconstruirse sobre las metáforas mismas eledificio de los conceptos. Pues éste edificioes, efectivamente, una imitación de lasrelaciones de espacio, tiempo y número,sobre la base de las metáforas.

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omo hemos visto, en la construcciónde los conceptos trabajaoriginariamente el lenguaje; más

tarde la ciencia. Y así como la abejaconstruye las celdas y simultáneamente lasrellena de miel, así también la ciencia trabajasin cesar en ese gran columbarium de losconceptos, necrópolis de las intuiciones;construye sin cesar nuevas y más elevadasplantas, apuntala, limpia y renueva lasceldas viejas y, sobre todo, se esfuerza enllenar ese colosal andamiaje quedesmesuradamente ha apilado y en ordenardentro de él todo el mundo empírico, esdecir, el mundo antropomórfico. Si ya elhombre que actúa ata su vida a la razón ysus conceptos para no ser arrastrado niperderse a sí mismo, el investigadorconstruye su cabaña junto a la torre de laciencia para poder cooperar en suedificación y para encontrar él mismoprotección bajo ese baluarte ya existente. Dehecho necesita protección, puesto queexisten fuerzas terribles que constantementele amenazan y que oponen a la verdadcientífica verdades de un tipocompletamente diferente con las másdiversas etiquetas.

Ese impulso hacia la construcción demetáforas, ese impulso fundamental delhombre del que no se puede prescindir ni unsolo instante, pues si así se hiciese seprescindiría del hombre mismo, no está enverdad dominado ni apenas domado por elhecho de que con sus evanescentesproductos, los conceptos, se construya unmundo nuevo, regular y rígido, que es comouna fortaleza para él. Dicho impulso sebusca para su actividad un campo nuevo yun cauce distinto, y los encuentra en el mitoy, de modo general, en el arte. Confunde sin

cesar las rúbricas y las celdas de losconceptos introduciendo de esta maneranuevas extrapolaciones, metáforas ymetonimias, continuamente muestra el afánde configurar el mundo existente del hombredespierto, haciéndolo tan abigarradamenteirregular, tan inconsecuente, tan encantadory eternamente nuevo, como lo es el mundode los sueños. En sí, ciertamente, el hombredespierto solamente adquiere consciencia deque está despierto, gracias al rígido y regulartejido conceptual y, justamente por eso,llega a la creencia de que está soñando si, enalguna ocasión, ese tejido conceptual esdesgarrado por el arte. Tenía razón Pascal5

cuando afirmaba que, si todas las noches nossobreviniese el mismo sueño, nosocuparíamos tanto de él como de las cosasque vemos todos los días: Si un artesano

5 Blaise Pascal (1623-1662), científico y filósofofrancés. Muy importante en las matemáticas,relacionado con los físicos Torricelli y Fermat, einventor de la máquina calculadora (1642). Yaantes de comenzar su principal obra filosófica, LosPensamientos, editados de forma póstuma en1670, se mostró contrario a mezclar la reflexiónfilosófica y las ciencias naturales, con lo que sesituaba entre los críticos del cartesianismo.Influido por la corriente cristiana conocida comojansenismo y por su austeridad estoica, se enfrentóa los jesuitas, con los que mantuvo una fuertepolémica teológica, y se opuso a la religión naturalo deísmo de los racionalistas. Su posiciónintermedia entre el estoicismo (Epicteto) y elescepticismo (Montaigne) ponía de manifiesto laimpotencia de la razón humana matematizante(espíritu de la geometría) y la necesidad de acudira la ayuda de la intuición, a un espíritu de la finuracapaz de captar las contradicciones de la existenciay de vivir en su irresoluble tensión constante; sinolvidar la miseria infinita del hombre ni su infinitagrandeza, consistente la última en el privilegio dela conciencia y del pensamiento, aunqueconciencia, precisamente, de la primera, de supropia miseria y limitaciones.

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estuviese seguro de soñar todas las nochesdurante doce horas seguidas que era rey, yocreo —dice Pascal— que sería exactamentetan dichoso como un rey que soñase todaslas noches durante doce horas que esartesano6. La diurna vigilia de un pueblomíticamente excitado, por ejemplo, la de losgriegos más antiguos, es, de hecho, graciasal prodigio que constantemente se produce,tal y como el mito lo supone, más parecidaal sueño que a la vigilia del pensadorcientíficamente desilusionado. Si cualquierárbol puede hablar como una ninfa7, o si undios, bajo la apariencia de un toro8, puederaptar doncellas, si de pronto la misma diosaAtenea puede ser vista en compañía dePisístrato recorriendo las plazas de Atenasen un hermoso carro de caballos -y esto elhonrado ateniense lo creía-, entonces, encada momento, como en los sueños, todo esposible y la naturaleza entera revoloteaalrededor hombre como si solamente setratase de una mascarada de los dioses, paraquienes no constituiría más que una bromael engañar a los hombres bajo todas lasfiguras.

Pero el hombre mismo tiene una invencibletendencia a dejarse engañar y está comohechizado por la felicidad cuando el rapsodale narra cuentos épicos como si fuesenverdades, o cuando en una representaciónteatral el actor, haciendo el papel de rey,actúa más regiamente que un rey en larealidad. El intelecto, ese maestro de la

6 Pascal Pensamientos VI (380) 386.7 La ninfa Dafne se transforma en laurel para huirde los requerimientos amorosos de Apolo. (OvidioMetamorfosis L.I, 10, v.452-567), y un pastorgrosero con las ninfas danzantes de Pan setransformó en olivo (Ibid. L.XIV, 8, v.512-526).8 La doncella Europa fue raptada por Zeusconvertido en toro y llevada a la isla de Creta.(Ovidio Metamorfosis L.II, 12, v.836-875;Apolodoro Biblioteca L.III, 1-2). (Robert GravesLos mitos griegos, 58: Europa y Cadmo , págs.239-244 del vol.I en la edición española, Alianzaeditorial). La leyenda de Atenea en un carro decaballos con Pisístrato la narra Diógenes Laercio.

ficción, se encuentra libre y relevado de suesclavitud habitual tanto tiempo cuantopuede engañar sin causar daño y, en esosmomentos, celebra sus Saturnales; nunca estan exhuberante, tan rico, tan soberbio, tanágil y tan temerario: poseído de un gozocreador, arroja las metáforas sin orden niconcierto y remueve los mojones de lasabstracciones de tal manera que, porejemplo, designa a la corriente como elcamino móvil que lleva al hombre allí dondeéste habitualmente va. En esos momentos haarrojado de sí el signo de la servidumbre:mientras que de ordinario se esforzaba contriste solicitud en mostrarle el camino y lasherramientas a un pobre individuo que ansíala existencia y se lanzaba, como un siervo,en busca de presa y botín para su señor,ahora se ha convertido en señor y puedeborrar de su semblante la expresión deindigencia. También ahora todo lo que haga,conllevará, en comparación con sus accionesanteriores, la ficción, lo mismo que lasanteriores conllevaban la distorsión. Copiala vida del hombre, pero la toma como unacosa buena y parece darse por satisfecho conella. Aquel enorme entramado y andamiajede los conceptos, al que de por vida se aferrael hombre indigente para salvarse, es,solamente, un armazón para el intelectoliberado y un juguete para sus más audacesobras de arte y, cuando lo destruye, lomezcla desordenadamente y lo vuelve ajuntar irónicamente, uniendo lo más diversoy separando lo más afín, así revela que nonecesita de aquellos recursos de laindigencia y que ahora no se guía porconceptos, sino por intuiciones. No existeningún camino regular que conduzca desdeesas intuiciones a la región de los esquemasfantasmales, de las abstracciones: la palabrano está hecha para ellas, el hombreenmudece al verlas o habla en metáforasrigurosamente prohibidas o medianteinauditas concatenaciones conceptuales,para corresponder de un modo creador,aunque sólo sea mediante la destrucción y la

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S O B R E V E R D A D Y M E N T I R A E N S E N T I D O E X T R A M O R A L

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burla de los antiguos límites conceptuales, ala impresión de la poderosa intuición actual.

Hay épocas en las que el hombre racional yel hombre intuitivo caminan juntos; el unoangustiado ante la intuición, el otromofándose de la abstracción; es tanirracional este último como poco artístico elprimero. Ambos ansían dominar la vida: éstesabiendo afrontar las necesidades másimperiosas, mediante la previsión, laprudencia y la regularidad, aquél, como unhéroe desbordante de alegría, sin ver suspropias necesidades y sin tomar como realnada más que la vida disfrazada en laapariencia y la belleza. Allí donde el hombreintuitivo, como, por ejemplo, en la Greciamás antigua, maneja sus armas de maneramás potente y victoriosa que su contrario,puede, en circunstancias favorables,formarse una cultura y establecerse eldominio del arte sobre la vida; esa ficción,esa negación de la indigencia, ese brillo delas intuiciones metafóricas y, en suma, esainmediatez de la ilusión, acompañan a todaslas manifestaciones de una vida semejante.Ni la vivienda, ni la forma de caminar, ni laindumentaria, ni la tinaja de barro revelanque ha sido la necesidad la que los hacreado: parece como si en todos elloshubiera de expresarse una felicidad sublimey una serenidad olímpica y, en cierto modo,un juego con la seriedad. Mientras que elhombre guiado por conceptos yabstracciones únicamente con esta ayudapreviene la desgracia, sin ni siquiera extraeralgún tipo de felicidad de las abstraccionesmismas, aspirando a estar lo más libreposible de dolores, el hombre intuitivo,manteniéndose en medio de una cultura,cosecha a partir ya de sus intuiciones, ademásde la prevención contra el mal, un flujoconstante de claridad, jovialidad y redenciónque afluyen constantemente. Es cierto que,cuando sufre, su sufrimiento es más intenso; eincluso sufre con mayor frecuencia, porque nosabe aprender de la experiencia y una y otravez tropieza en la misma piedra en la que ya

ha tropezado anteriormente. Es tan irracionalen el sufrimiento como en la felicidad, gritacomo un condenado y no encuentra ningúnconsuelo. ¡Cuán distintamente se comporta elhombre estoico ante las mismas desgracias,instruido por la experiencia y dominándose así mismo mediante conceptos! Él, que sólobusca habitualmente sinceridad, verdad,emanciparse de los engaños y protegerse delas sorpresas seductoras, ahora, en ladesgracia, como aquél en la felicidad, lleva acabo la obra maestra de la ficción; no presentaun rostro humano que se contrae y se altera,sino, por así decirlo, una máscara con dignasimetría en los rasgos, no grita, ni siquiera lomás mínimo altera el tono de voz. Cuandotodo un chaparrón descarga sobre él, seenvuelve en su capa y se marcha, a paso lento,bajo la lluvia.