Astronomía y Geometría en la Vettonia - UCM

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Astronomía y Geometría en la Vettonia Astronomy and Geometry in Vettonia Manuel PÉREZ GUTIÉRREZ Departamento de Ingeniería Cartográfica y del Terreno. Escuela Politécnica Superior de Ávila. Universidad de Salamanca. [email protected] Recibido: 03-04-2009 Aceptado: 15-06-2009 RESUMEN La distribución geométrica de algunos elementos funerarios y/o religiosos en dos de los castros más importantes de las tierras ocupadas por los vettones, y la orientación astronómica que aparece en ellos, hace pensar que su disposición espacial no es casual, sino que responde a un plan perfectamente defini- do con anterioridad a su construcción. Con mucha probabilidad, este plan incluiría el mantenimiento de aquello para lo que la astronomía fue “inventada” algunos milenios antes: las prácticas calendáricas. PALABRAS CLAVE: Arqueoastronomía. Cultura vettona. Calendarios prehistóricos. ABSTRACT The geometric distribution of some of the funeral and/or religious elements in two of the hillforts most important of Vettonia, and the astronomical orientation that appears in them, make think its space dispo- sition is not accidental, but respond to a perfectly defined plan prior to its construction. With much proba- bility, this plan would include the maintenance of that one so astronomy was “invented” some millennia before: the calendrical practices. KEY WORDS: Archaeoastronomy. Vetton culture. Prehistoric calendars. SUMARIO 1. El contexto histórico. 2. El castro de la I Edad del Hierro de Los Castillejos de Sanchorre- ja. 3. El castro vettón de La Mesa de Miranda. 4. El castro vettón de Ulaca. 5. Las esculturas zoomorfas: los verracos. 6. Conclusiones. Complutum, 2009, Vol. 20 Núm. 2: 141-164 ISSN: 1131-6993 141

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Astronomía y Geometría en la Vettonia

Astronomy and Geometry in Vettonia

Manuel PÉREZ GUTIÉRREZ

Departamento de Ingeniería Cartográfica y del Terreno. Escuela Politécnica Superior de Ávila.Universidad de Salamanca. [email protected]

Recibido: 03-04-2009Aceptado: 15-06-2009

RESUMEN

La distribución geométrica de algunos elementos funerarios y/o religiosos en dos de los castros másimportantes de las tierras ocupadas por los vettones, y la orientación astronómica que aparece en ellos,hace pensar que su disposición espacial no es casual, sino que responde a un plan perfectamente defini-do con anterioridad a su construcción. Con mucha probabilidad, este plan incluiría el mantenimiento deaquello para lo que la astronomía fue “inventada” algunos milenios antes: las prácticas calendáricas.

PALABRAS CLAVE: Arqueoastronomía. Cultura vettona. Calendarios prehistóricos.

ABSTRACT

The geometric distribution of some of the funeral and/or religious elements in two of the hillforts mostimportant of Vettonia, and the astronomical orientation that appears in them, make think its space dispo-sition is not accidental, but respond to a perfectly defined plan prior to its construction. With much proba-bility, this plan would include the maintenance of that one so astronomy was “invented” some millenniabefore: the calendrical practices.

KEY WORDS: Archaeoastronomy. Vetton culture. Prehistoric calendars.

SUMARIO 1. El contexto histórico. 2. El castro de la I Edad del Hierro de Los Castillejos de Sanchorre-ja. 3. El castro vettón de La Mesa de Miranda. 4. El castro vettón de Ulaca. 5. Las esculturas zoomorfas:los verracos. 6. Conclusiones.

Complutum, 2009, Vol. 20 Núm. 2: 141-164 ISSN: 1131-6993141

1. El contexto histórico

Hace casi 3000 años, durante la Edad del Hierroen la Península Ibérica, los habitantes de las tierrasde Ávila organizaban su vida en asentamientos for-tificados denominados castros y en ellos podemosencontrar elementos con un importante interésastronómico. Estos elementos les permitían, ade-más de realizar cultos y rituales aún desconocidospara nosotros, mantener un calendario que poste-riormente pasaría a formar parte de la vida de lospueblos típicamente celtas, que las fuentes clásicasdescribieron como bárbaros y denominaron keltoi.En el caso de la Península Ibérica, algunos autoresclásicos como Estrabón los llamaron celtíberos,celtas de Iberia, mientras que otros, como Apianoo Diodoro, reservaron el apelativo de celtíbero pa-ra aquellos celtas que estuvieron en íntimo contac-to con los íberos de las zonas más orientales.

Aunque todos los pueblos de la Meseta mantu-vieron un estrecho parentesco, las fuentes diferen-cian entre celtíberos propiamente dichos y vacceoso vettones. Estos últimos son los que habitaron loscastros de Las Cogotas y Los Castillejos, ambossituados en la actual provincia de Ávila, y otrosmuchos que ofrecen diferentes ocupaciones y cro-nologías como puede observarse en la tabla de lafigura 1.

Convertido el hierro en el material estándar parala fabricación de herramientas y armas, el periodoentre 450 y 200 a.C. coincide con la aparición delos grandes oppida, no sólo en la meseta peninsu-lar sino en toda Europa. Centros de organizaciónpolítica, industrial y comercial, en algunos casosde nueva creación, en otros heredados de la épocaanterior, algunos de ellos tuvieron para los con-quistadores romanos la categoría de ciudad. Estosgrandes oppida, con un alto grado de desarrollo so-cial y comercial, favorecerían una nueva situaciónconflictiva, con una gran competencia entre ellos.Las vicisitudes por las que pasaron estos pueblos,

ya en la parte final del I milenio a.C., fueron con-secuencia inmediata de la expansión de Roma.Tras la primera guerra púnica, y su derrota en ella,en 237 a.C., Cartago inició la conquista de la pe-nínsula ibérica. Sus generales Asdrúbal, Amílcar yAníbal, recorrieron y conquistaron todo el sur y ellevante español, y el último llegó hasta la meseta ysaqueó, en 220 a.C., Helmantiké, la actual ciudadde Salamanca, considerada como ciudad grande deIberia por Polibio y por Tito Livio. Evidentemente,estas incursiones debieron afectar a los pueblos dela meseta, que pondrían medios para evitarlas,como la fortificación de las ciudades que habitaban.

En el centro y noroeste de la península, en plenameseta castellana, y ocupando las montañosas zo-nas de la sierra de Gredos, se ubicaban los vetto-nes, mencionados por primera vez en las fuentesclásicas a comienzos del siglo II a.C. con ocasiónde las campañas romanas en el Tajo (Roldán 1968-69). La Vettonia, la tierra ocupada por los vettones,se extendía por las cuencas de los ríos Duero, Tajoy Tormes, con unos 32000 Km2 de superficie (Ál-varez Sanchís 2003a). Era el territorio de la casitotalidad de las actuales provincias de Ávila y Sa-lamanca, occidente de Toledo y oriente de Cáceres,llegando por el mediodía hasta el río Guadiana. Esprecisamente en la provincia de Ávila (figura 2), ymás concretamente en las cercanías del valleAmblés, donde se acumulan los castros más gran-des e importantes de toda la región. De ellos desta-camos los castros de La Mesa de Miranda (Cha-martín de la Sierra) y Ulaca (Solosancho), grandesasentamientos de la II Edad del Hierro, y en losque se han encontrado elementos relacionados conel mundo funerario y religioso, cuya disposición,situación y orientación tienen unas importantesconnotaciones topográficas y sobre todo astronó-micas. Algunas de ellas confirmarán situacionesconocidas para otros pueblos del entorno europeo.

La caracterización más importante de las tierrasde los vettones consiste en la presencia en ellas de

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Figura 1.- Ocupación de los castros abulenses serranos tratados en este trabajo, en el primer milenio a.C. En colorclaro, ocupaciones cercanas al castro, antes de la elección del lugar fortificado.

unas esculturas zoomorfas, conocidas con el nom-bre de verracos, esculpidas en un solo bloque degranito junto con la peana que los sustenta y que lle-gan a alcanzar los 2.5 metros de altura, como el en-contrado en la entrada al valle Amblés por el puer-to de Villatoro, en las cercanías de Villanueva delCampillo.

2. El castro de la I Edad del Hierrode los Castillejos de Sanchorreja

El castro de Los Castillejos fue descubierto en1929 por Claudio Sánchez Albornoz, y excavadoentre 1931 y 1934 por el arqueólogo Juan Cabré,que por entonces trabajaba en el castro de Las Co-gotas. Los datos de las excavaciones no fueronpublicados hasta 1958 por el profesor J. Maluquer.Nuevas excavaciones, tanto en el castro como en lazona de la necrópolis, se realizaron en los años 80por parte de Francisco Javier González-Tablas.

Situado sobre una de las mayores elevacionesde la sierra de Ávila (1550 metros sobre el nivel

del mar), en una zona de canchales graníticos quecaracteriza este paisaje abulense, domina el entor-no y dispone de acceso tanto hacia el sur, al valleAmblés, como al norte, a las pequeñas estribacio-nes de esta sierra que dan paso a la Moraña (literal-mente tierra de moros), tierras llanas de labor.

La construcción del primer poblado, en la zonamás elevada del cerro (1500-2000 m2), comienzaprobablemente en el Calcolítico o a inicios delBronce Antiguo (González-Tablas 1990), momen-to en que ya se fortifica con una tosca muralla, y enel que sus habitantes se limitaban al pastoreo, cazay recolección, que permitía su subsistencia. Haciael Bronce Final, que en la zona se identifica con elperiodo de Cogotas I, debido a un fuerte incremen-to de la población, el asentamiento se amplía de ta-maño, ocupando toda la superficie que ahora cono-cemos, unas 27 Ha. Es a partir de la introduccióndel hierro en la península (Almagro-Gorbea 1992)cuando va a producirse un cambio trascendental enel castro, y que comienza a notarse de manera es-pectacular en el tránsito de la I a la II Edad del Hie-rro, allá por los siglos VI y V a.C. Entonces se for-

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Figura 2.- Desde el noroeste, situación de los castros abulenses de la I y II Edad del Hierro sobre el Modelo Digitaldel Terreno de la provincia de Ávila. MDT según Zancajo (2006).

tifica con una gruesa muralla, propia de la época delHierro antiguo, pero no se utilizan otros sistemasde defensa complementarios, tan frecuentes en otroscastros, como las piedras hincadas o los fosos.

Las excavaciones muestran en esa época unapoblación dedicada a la metalurgia, de factura lo-cal y con fines cotidianos, detectándose una ausen-cia significativa de armas en dichas excavaciones,aunque quizá sea simplemente por no haber sidolocalizados los depósitos. No se conoce práctica-mente ningún dato en referencia a los rituales fune-rarios, lo que supone una dificultad añadida a lahora de definir la cultura de sus habitantes, de losque se supone tuvieron relaciones comerciales conel mundo colonial fenicio.

El castro se abandona de manera pacífica y pau-latina en torno al 400 a.C., aunque es posible quepudiera haber seguido siendo ocupado de formaespontánea y marginal por unas pocas familias. Esprobable que la fundación del castro de La Mesa deMiranda, coincidente con el abandono de Los Cas-tillejos, fuera debida al asentamiento de su pobla-

ción en zonas más cercanas a las zonas de cultivode mayor calidad en la llanura de Ávila.

2.1. La necrópolis de Los Castillejos

Hacia el este y frente a la puerta principal delcastro, existen unas estructuras tumulares que en laprimera excavación fueron interpretadas como vi-viendas extramuros. Delimitadas por roquedales yafloramientos de granito, se localizan hasta cincoestructuras que presentan un cercado de piedra, deforma aproximadamente rectangular. Las excava-ciones de los años 80 proporcionaron un nuevopunto de vista al identificarlas como recintos deculto. Se le dio a dicho sector la denominación denecrópolis, al aparecer una serie de hoyos y depó-sitos ricos en materia orgánica, junto con cenizas(González-Tablas 1990). El túmulo excavado pre-sentaba dos partes diferenciadas: una zona cultual,con un hogar, y otra en la que no apareció ningúnresto, compuesta por un amontonamiento ordenadode piedras de gran tamaño formando el túmulo (Fi-gura 3).

En la primera se encontraron depósitos de ca-rácter funerario, con cenizas procedentes de pirasfunerarias, en las que se habían quemado restosorgánicos y óseos. En los depósitos aparecen restosde cerámicas y elementos de hierro y bronce, fun-damentalmente objetos de adorno. Parece ser queel ritual seguido se dividía en dos partes: la prime-ra, la realización de la pira, a la que se arrojaban lasofrendas, y la segunda, la realización de los depó-sitos, con pequeñas piezas metálicas muy fragmen-tadas. El mismo autor nos proporciona una crono-logía que los situaría en torno a los siglos VII-V a.C.

Son estos 5 túmulos funerarios identificados losque han sido objeto de medida y determinación desu orientación astronómica.

2.2. La orientación astronómica delos túmulos de la necrópolis

Para el estudio de las posibles situaciones (mar-cadores astronómicos o topográficos) en las estruc-turas de los túmulos de Los Castillejos, se ha efec-tuado un levantamiento topográfico de los puntosque definen las mismas sobre el sistema de referen-cia ED50, oficial en España, a fin de que dicholevantamiento pudiera ser incorporado a la carto-grafía existente. A partir de las coordenadas quedefinen las esquinas de los cinco túmulos, salvo

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Figura 3.- Croquis del túmulo A de Los Castillejos, se-gún González-Tablas (1990).

algunos de los puntos del túmulo D, que tiene unacurvatura no concordante a la planta rectangularque presentan los demás, se han determinado losacimutes astronómicos mediante una serie de obser-vaciones a vértices geodésicos de la Red Geodési-ca Nacional, en las que se han efectuado las correc-ciones oportunas.

Se observa claramente (fig. 4) que existen 3 gru-pos de túmulos en función del acimut que presentasu orientación, que además conforman tres zonasseparadas en lo que parece una distribución del es-pacio funerario y cultual. Para definir el acimut, ypor tanto la orientación astronómica de cada grupo,se ha considerado que los túmulos están orientadoshacia levante, por varias razones, aunque cierta-mente ninguna concluyente. La primera, y quizá lamás importante, es tener el horizonte despejado endicha dirección, pues hacia poniente se encuentrael castro con la muralla, que, en su momento, tuvosuficiente altura como para impedir observar haciael oeste. Otra razón es la existencia hacia levantede la sierra de Ojos Albos, De hecho, el túmulo A,único excavado en su totalidad, presenta un acimutlongitudinal de 81º, apuntando de manera precisaal cerro El Pelado, a cuyo pie se encuentra la Peñade la Cueva, o Peña Mingubela, en la que se loca-liza un abrigo con pinturas rupestres datadas en laépoca del castro y posterior (González-Tablas 1980).En este caso, la orientación parece más topográfi-

ca que astronómica. Sin embargo, los otros dos gru-pos, el túmulo B y el conjunto de túmulos C, D yE, no parece que estén alineados con ningún acci-dente topográfico significativo. No obstante los úl-timos sí presentan una dirección astronómica deinterés, que coincide con el orto solar del equinoc-cio de primavera o de otoño. El pequeño accidentetopográfico existente en el borde del cerro, conpoco más de 2º de altura sobre el horizonte, haceque el orto del Sol se desplace respecto del puntoeste, sobre dicho horizonte, una cantidad del mis-mo orden, concluyendo que la dirección en que es-tán orientados estos túmulos C, D y E es al orto so-lar para los equinoccios, sin poder realizar ningunaafirmación en cuanto a la importancia de uno sobreel otro.

Ahora bien, un estudio de los ortos y ocasosheliacos de las estrellas más significativas, y fun-damentalmente de aquellas utilizadas posterior-mente por los pueblos celtas para la determinaciónde ciertas festividades, que evidentemente coinci-den con algunas de las más brillantes del cielo,proporciona un nuevo punto de vista para las orien-taciones de los túmulos A y B. A partir de los datospresentados en el cuadro, en el que se recogen losmomentos de los ortos heliacos, sus acimutes yalturas para dicho instante, y la declinación en laépoca indicada de las estrellas Aldebarán, Antaresy Sirio, tres de las estrellas más brillantes del cielo,

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Figura 4.- Orientación astronómica de los túmulos funerarios de Los Castillejos.

se puede afirmar que: 1) el túmulo A está alineado,además de hacia Peña Mingubela, hacia el orto dela estrella Aldebarán, 2) el túmulo B está alineadohacia el orto de Antares y Sirio, y 3) los túmulos C,D y E están orientados hacia el orto solar en losequinoccios de primavera y otoño.

Se observa como los valores más cercanos a losmedidos en campo (fig. 5) coinciden con los pro-porcionados para el 700 a.C. (fig. 6), que encajanperfectamente con la datación del uso de los túmu-los, fijada en torno a los siglos VII y V a.C.

3. El castro vettón de La Mesa de Miranda (II Edad del Hierro)

Con una altitud media de 1140 metros sobre elnivel del mar, y descubierto en 1930 por AntonioMolinero, La Mesa de Miranda ocupa una superfi-cie aproximada de 30 hectáreas, dividida en tres re-cintos. El primero, sobre el denominado CastilloBajero, con una muralla de unos 1300 metros delongitud que se completa, por el sur, con un foso yun campo de piedras hincadas y al cual está adosa-

do el segundo recinto, el Castillo Cimero, con algomenos de muralla. El tercer recinto, al este de losotros dos, se ha identificado como encerradero deganado, aunque su uso no está nada claro pues lamuralla no termina de cerrar el recinto.

La excavación, realizada en los años 30 por elarqueólogo Juan Cabré, se centró principalmenteen la necrópolis, la muralla y los accesos (Cabré etal. 1950). En el interior del poblado sólo se exca-varon, de manera somera, tres viviendas del primerrecinto. En la actualidad, González-Tablas (2008)ha excavado una vivienda adosada a la muralla delprimer recinto, de más de 250 metros cuadrados,que está aportando una valiosa información delmodo de vida de la gente que la habitó.

3.1. La necrópolis de La Osera

Muy importante en el asentamiento es la necró-polis de La Osera, asociada al castro. A pesar dehaberla excavado en su totalidad, exhumando másde 2230 enterramientos, sólo se publicó una partede la misma (Cabré et al. 1950). Todas las tumbasestán asociadas a la II Edad del Hierro, aunque laépoca de mayor apogeo se corresponde a los siglosIV y III a.C. Situada al sur del castro, La Osera, asídenominada por los habitantes del lugar por encon-trar sistemáticamente restos de huesos en las labo-res agrícolas que hace años se realizaban en la zo-na, es atravesada y dividida por un arroyo tributariodel río Matapeces. En la excavación de la necrópo-lis se identificaron una serie de túmulos, muchosde ellos circulares, que Juan Cabré localizó en seiszonas diferentes.

Asociadas a las zonas de enterramiento en la ne-crópolis de La Osera, aunque parece que no ligadasa ellas, se encontraron hasta siete estelas de grani-to, de las que se conservan en la actualidad seis, to-das en su posición original. Estas estelas, de di-mensiones similares aunque de formas ligeramen-te diferentes, incluyen una, aparentemente rota auna altura de unos cincuenta centímetros, que pare-ce ser la estela central (estela IVb), sin poder deter-minar si fue colocada así o si, por el contrario, sefracturó y separó la parte superior. En cualquier ca-so, no existen en las inmediaciones restos que pu-dieran completar la estela mencionada.

Puesto que las zonas III y IV de los enterramien-tos están muy próximas entre sí, y hay tres estelasentre ellas, más cercanas todas a la zona IV, no seha nombrado ninguna estela con el numeral III,

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Figura 5.- Orientaciones de los túmulos de Los Casti-llejos.

Figura 6.- Datos de los eventos indicados para las estre-llas involucradas en las orientaciones de los túmulos deLos Castillejos.

sino que se ha utilizado el sistema de añadir las le-tras a, b, y c para identificar cada una de las tres es-telas centrales. Por tanto, tenemos las estelas I, II,IVa, IVb, IVc y V, conforme a la disposición que sepresenta en la figura 7.

En relación a la estela desaparecida, la estela VI,su existencia queda demostrada a partir de los datosproporcionados por Baquedano y Martín Escorza(1998), que indican que la misma apareció en lascercanías de la muralla pero no se dibujó en la pla-nimetría. Las dimensiones y posición de la estelaVI ha sido replanteada a partir de la informaciónrecogida en los diarios de campo de las excavacio-nes de Juan Cabré: “...limpiando las inmediacionesde la pared meridional del frente sur de la muralladel tercer recinto, o sea desde la esquina a la torrecuadrada... hay una piedra de sección trapezoidalde 60 cm de base mayor, 40 cm de base menor y155 de altura) y frente rectangular...”, cita que re-cogen como inédita los autores citados. Sin embar-go, discrepamos en cuanto a la localización que su-ponen para ella, en el interior del tercer recinto, enlo que correspondería a la pared septentrional, envez de la meridional, como se indica claramente enla cita.

Además, una observación minuciosa de la car-tografía de la necrópolis, realizada por AntonioMolinero en la época de la excavación, permite en-contrar el símbolo de una estela, igual al utilizadopara las otras estelas sí rotuladas, en la zona en laque creemos se localiza ésta. Comprobado que elplano está dibujado a escala con una notable preci-sión para el tipo de papel, la antigüedad de la edi-ción y, sobre todo, pretendiendo ser un croquis aco-tado, se procedió a obtener las medidas relativas delos diferentes elementos identificados en el terreno,replanteando la estela con dichas mediciones. Se

comprueba cómo la estela se situaba en la esquinamás oriental del túmulo cuadrado, cuyos restos sonperfectamente identificables sobre el terreno.

En cuanto a la denominada estela N, ésta no hasido identificada como tal. Se trata de una piedracon forma alargada, que parece hincada en el terre-no, y que tiene a su alrededor otras pareciendo con-formar un túmulo no excavado, Actualmente, dichapiedra se encuentra rodeada de carrascos de robleque impiden su reconocimiento, y, desde luego,mientras que no se realice ninguna excavación, nopuede afirmarse que lo sea. No obstante, la situa-ción en que se encuentra con relación a las demás,fundamentalmente con la estela IVb, nos indujo aconsiderarla como tal, a fin de estudiar su posiciónen la geometría definida por las otras estelas.

Hay todavía un elemento más de interés en lanecrópolis. Entre las murallas del segundo y tercerrecinto aparece una estructura construida con pie-dras ciclópeas, compuesta por un lienzo rectilíneorematado por dos torres cuadrangulares en los ex-tremos, de 170 metros de perímetro y unos 425metros cuadrados de superficie. Es paralelo, en esetramo, al arroyo que cruza la necrópolis y conser-va el nombre de Cuerpo de Guardia, tal como lodenominó Juan Cabré en las excavaciones que rea-lizó en la primera mitad del siglo pasado (Cabré etal. 1950).

Sin embargo, aunque ciertamente completa lamuralla del tercer hacia el segundo recinto, cerran-do el acceso a aquél, presenta dos entradas situadasa ambos extremos de la estructura, una de ellas ex-cesivamente ancha para ser protegida. Además, elmodo de construcción, con sólo una hilera de gran-des piedras ciclópeas y unos rebajes en la corona-ción, hace pensar que quizá la estructura estuviesedestinada a otros usos, pues no había derrumbes en

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Figura 7.- Disposición de las estelas y sus dimensiones aproximadas (en centímetros).

las cercanías que permitieran pensar que los lienzostuvieran más altura. Es probable que estuviese re-matada en madera, con una empalizada o postesentrelazados con ramas y palos (Álvarez Sanchís2003a).

3.2. Las orientaciones astronómicas de lasestelas de La Osera y del Cuerpo de Guardia

Con el fin de estudiar la distribución geométricay la orientación de todos los elementos de maneraconjunta, se efectuó un levantamiento topográficotanto de las estelas de La Osera como del Cuerpode Guardia (fig. 8), dado que ocupan el mismo es-pacio sagrado, esto es, la necrópolis. Aunque lascoordenadas obtenidas para el levantamiento y suposterior inclusión en la cartografía de la zona sehan calculado sobre la proyección UTM, a efectosde la obtención de acimutes astronómicos se haorientado todo el trabajo con una determinación de

la meridiana por medio de una observación al Soly la posterior resolución del triángulo de posición.Así, las direcciones que se proporcionan son direc-tamente astronómicas.

La representación precisa del conjunto de las es-telas ha permitido comprobar que la disposiciónespacial de estos puntos no parece aleatoria, sinoque, además de marcar de manera evidente unasdirecciones sobre el horizonte, conforman con unaprecisión muy aceptable una serie de figuras geo-métricas cuyo significado o razón desconocemos,pero que indica con total claridad que la posiciónrelativa entre ellas no es en absoluto casual. Laspequeñas desviaciones pueden explicarse por lasdirecciones astronómicas que después veremos. Enprimer lugar, el eje principal de simetría parece de-terminado por la dirección de las estelas IVa-IVc,que están alineadas de manera precisa con cerroGorría, elevación principal de la sierra de Ávila, a1727 metros sobre el nivel del mar y visible desde

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Figura 8.- Croquis del levantamiento de las estelas y el Cuerpo de Guardia en La Osera. Orientación al norte astro-nómico.

todo el castro. También, es muy evidente la equi-distancia de las estelas II, V y VI a la estela IVc,condición que también se verifica entre ellas, de talsuerte que las tres estelas mencionadas se sitúan entres de los cuatro vértices de un cuadrado inscritoen la circunferencia definida por ellos (fig. 9). Tam-bién verifican una condición de simetría las estelasI, II, IVc y VI, que se disponen sobre los vérticesde otro cuadrado, de tal manera que una de sus dia-gonales coincide con un lado del anterior cuadradodefinido por las estelas II, V y VI.

Con el fin de comprobar si las direcciones deter-minadas por las estelas tienen el significado astro-nómico sospechado, se han calculado los acimutesastronómicos entre cada dos de ellas, tal como sepresenta en la figura 10.

El acimut del Sol para la latitud de La Osera, yuna altura sobre el horizonte de unos 3.5º (alturamedia desde la zona central de las estelas hasta lassituadas en el exterior), viene recogido en la tablade la figura 11. Estos valores también permitencomprobar si alguna de las direcciones tratadas, nosiendo coincidente con los valores calculados, po-

drían serlo para los ortos y ocasos de las paradas dela Luna o de algún otro astro.

Con los datos del cuadro anterior, y una simula-ción de la trayectoria aparente del Sol y de la Lunasobre la esfera celeste en la época de referencia, severifican las alineaciones astronómicas sobre el ho-rizonte real de la necrópolis entre las estelas de LaOsera, que se resumen en la tabla de la figura 12.

La información numérica de la tabla anterior,comparada con la proporcionada por el levanta-miento realizado, queda recogida de manera gráfi-ca en la figura 13.

Los cálculos realizados desde la estela IVa noarrojan sino direcciones aproximadas. Podemosdestacar que la dirección IVa-VI apunta, con unrango de unos 5º en acimut, al orto de las estrellasAldebarán (83º) y Betelgeuse (85º). La direcciónIVa-II podría coincidir con la posición de Antarespara el día del solsticio de verano, también con unaprecisión de unos 5º. Pensamos que la razón de serde la estela IVa es, en primer lugar, la determina-ción de la dirección topográfica al cerro Gorría.Con este principio, la estela IVa podría estar en

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Figura 9.- Disposición geométrica de las estelas y el Cuerpo de Guardia de La Osera.

cualquier lugar de dicha alineación. Sin embargo,además de ser aproximadamente simétrica con laIVc respecto de la IVb, la dirección que forma conla estela I coincide, en el mismo orden de precisiónque en los anteriores casos de las estelas IVb y IVc,con el orto de la parada mayor lunar que se verifi-ca en el solsticio de verano. Los marcadores, tantosolares como lunares, definidos por las estelas, de-berían considerarse de carácter funcional, puesademás de ser objetivos (son independientes de lasituación del observador), determinan las direccio-nes indicadas con una elevada precisión.

Completando el estudio de todos los elementosde la zona de la necrópolis, se incluyó el ya men-cionado Cuerpo de Guardia. Como puede obser-varse en los croquis, pueden definirse con claridadun eje longitudinal y un eje transversal. Es fácil de-terminar, a partir de las coordenadas que definen ellienzo rectilíneo que une las dos torres, un acimutastronómico de 236º que coincide con el acimut delocaso solar en el momento del solsticio de invier-no y para el horizonte observado desde este elemen-to. Esto permite afirmar que el Cuerpo de Guardia

está orientado en dicha dirección invernal, pudién-dose observar el Sol al desaparecer por debajo delhorizonte en su punto más meridional.

Evidentemente, este marcador ha de considerar-se con carácter ritual, pues aunque la direcciónqueda determinada con bastante precisión, sólo sepone de manifiesto después de realizar un levanta-miento topográfico, siendo de difícil determina-ción para un observador sin la instrumentación oconocimientos adecuados. Dicho observador, situa-do sobre el Cuerpo de Guardia, sólo percibirá queel Sol se pone en la dirección opuesta a la que semira desde la situación indicada.

4. El castro vettón deUlaca (II Edad del Hierro)

El castro fortificado de Ulaca se encuentra situa-do unos 3 kilómetros al sureste de la población deVillaviciosa (Solosancho), sobre un cerro (Cerrodel Castillo) a unos 1500 metros de altura sobre elnivel del mar. Esta elevación forma parte de lasestribaciones de la sierra de La Paramera en su ver-tiente norte, y está situado ya en la zona de contac-to con los terrenos sedimentarios que conforman lazona baja del valle Amblés.

Como ocurre con el castro de Los Castillejos deSanchorreja, desde el cerro donde se sitúa Ulaca sedomina todo el valle Amblés (de altitud media 1000m.) hacia el norte, rompiendo su horizonte las cum-bres más altas de la sierra de Ávila como son el ce-rro Gorría y el cerro Bajero, asociados a los castros

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Figura 10.- Acimutes astronómicos entre las estelas de La Osera. Entrada por columna.

Figura 11.- Ortos y ocasos solares en solsticios y equi-noccios en La Osera, para una altura sobre el horizontede 3.5º, media de las alturas a las estelas

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Figura 12.- Acimutes y eventos astronómicos para las direcciones indicadas.

Figura 13.- Resumen de las orientaciones astronómicas de las estelas y del Cuerpo de Guardia en La Osera.

de La Mesa de Miranda y Los Castillejos. Al suraparece toda la mole de la sierra de La Parameraque lo domina hasta una altitud de más de 2000metros sobre el nivel del mar; en esta sierra desta-can y dominan sobre el horizonte sus tres picosmás altos: Pico Zapatero, Cancha Morena y Riscodel Sol, topónimo este último de gran interés pueshacia él apunta de manera precisa el altar de sacri-ficios que se describirá más adelante.

La superficie amesetada del cerro, encerrada ensu día por una potente muralla (de unos 3 kilóme-tros) de la que existen todavía muchos restos, ocu-pa más de 60 hectáreas y presenta una fuerte incli-nación hacia levante (Ruiz Zapatero 2005). Dentrodel recinto, se han localizado alrededor de unastrescientas viviendas (Álvarez-Sanchís 2003a),aunque parece haber del orden de las cuatrocientas,todas de planta rectangular. El tamaño del asenta-miento, junto con la existencia de elementos úni-cos, como el altar, la sauna ritual o el torreón, ha-cen pensar que Ulaca fue un centro religioso indí-gena de toda la región, quizá junto con La Mesa deMiranda.

No se conoce aún bien la necrópolis, que debe-ría ser bastante más grande que la de La Osera o la

de Trasguija (asociada al castro vettón de Las Co-gotas), por simple comparación de la superficie delos castros, aunque recientemente se han encontra-do y excavado algunos enterramientos (Álvarez-Sanchís et al. 2008).

4.1. Los elementos y estructuras religiosas ysociales de Ulaca

En lo que parece conformar la zona religiosa onémeton del castro de Ulaca (Álvarez-Sanchís 2003a), encontramos tres estructuras de un indudableinterés arqueológico que serán objeto de nuestrotrabajo astronómico. La primera de ellas es el re-cinto del santuario determinado por un muro y elAltar de sacrificios.

El Altar de sacrificios (fig. 14) consiste en unagran roca tallada en talud en tres de sus lados y dosgradas o escaleras que conducen a una plataformaque contiene varias oquedades comunicadas entresí (Ruiz Zapatero 2005). Es aceptado comúnmen-te, por comparación con otros altares y estructurassimilares como el de Panoias (Vila Real, Portugal),su uso ritual (Álvarez-Sanchís 2003a), y el interésde este elemento ha sido puesto de manifiesto por

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Figura 14.- Altar de sacrificios de Ulaca.

multitud de autores (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís 1993; Álvarez-Sanchís 2003b; Mariné2004; Ruiz Zapatero 2005; Fabián García 2006a y2006b, etc.) que destacan su perfecta alineaciónhacia las cumbres más altas de la sierra de la Para-mera en general, mientras que en otros casos se ha-ce mención específica a su alineación hacia PicoZapatero, cumbre más elevada de la sierra, en loque puede ser una confusión al identificar cada unade las elevaciones. La espectacularidad del altar yde todo lo que le rodea hace que sea considerado elcentro de la zona religiosa del castro. El santuario,incluido el altar, ocupa unos 60 metros cuadrados,con un perímetro de 30 metros, mientras que elpropio altar ocupa una superficie de 15 metros cua-drados. Asociado al Altar, aparece un muro talladoen roca nativa que parece delimitar el espaciosagrado. De 6 metros de largo, 0.5 metros de gro-sor en los lugares donde está tallado, y una alturamínima de 1.3 metros y máxima de unos 2.3 me-tros, el muro es considerado de interés astronómi-co y topográfico junto con el Altar.

En la cara tallada del muro puede observarseuna inscripción, que no es legible, de la que no seha encontrado interpretación alguna y de la quetampoco es posible determinar su antigüedad. Apli-cando una serie de filtros a la imagen es posibleidentificar algunos caracteres que se muestran enla imagen en rojo, aunque de significado incierto yaparentemente sin relación astronómica. A unos 90metros hacia el oeste del altar, cerca de la entradanoroeste del castro, destaca sobre el horizonte unagran roca de forma esferoidal y unos 3 metros dediámetro que se asemeja a un gran trono o sitial.Apoya esta afirmación el lugar donde se sitúa, casi

presidiendo en la zona norte un inmenso canchalgranítico aproximadamente circular, de unos 20metros de diámetro y casi 300 metros cuadrados desuperficie.

4.2. Los elementos y estructuras religiosas ysociales de Ulaca

El levantamiento topográfico del Altar y delmuro asociado (siempre con orientación astronó-mica) permite realizar tres secciones longitudina-les de las escaleras del mismo (fig. 15). La secciónA corta por la parte central de la escalera interior,pues sus huellas y pasos son muy homogéneos endimensiones. Por el contrario, la escalera exteriorpresenta una falta de homogeneidad en la forma-ción de los escalones, de tal manera que se han rea-lizado dos secciones de la misma, las denominadasB y C.

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Figura 15.- Planta del Altar de sacrificios.

Figura 16.- Pendientes de las escaleras del Altar de sacrificios.

Las pendientes medias de las escaleras en cadauna de las secciones, A, B y C, se dan en la figura16. Además, la dirección en la que están orientadasdichas escaleras, que evidentemente coincide conla dirección a la que apunta el Altar, tiene un acimutastronómico de 154º 34’ que coincide con la direc-ción en la que está la tercera elevación de la sierrade La Paramera denominada Risco del Sol (fig.17). La simulación de la posición del Sol en el pasopor la vertical del Risco del Sol proporciona lasalturas de éste en fechas muy concretas (tabla de lafigura 18).

De aquí se deduce que la pendiente media de laescalera exterior del Altar coincide con la altura del

Sol, en su paso por el Risco del Sol, cuando éste al-canza su mínima altura, esto es, en el solsticio deinvierno, por lo que en ese momento, y sólo en ese,la escalera quedará totalmente en sombra. Tambiénse observa que la pendiente media de la escalerainterior es igual a la altura del Sol en dos momen-tos del año: 20 de febrero y 1 de noviembre, cuan-do el Sol alcanza la mencionada altura de 30º a supaso nuevamente por la misma elevación. Ademásde la orientación topográfica del Altar hacia la ter-cera cumbre de La Paramera (aunque quizá la mássignificada precisamente por su forma de risco),las escaleras presentan una pendiente coincidentecon la altura del Sol en dos momentos muy concre-tos y significados del año. La precisión con quepueden actuar estos marcadores solares no es ele-vada, ya que es difícil realizar una observación dela sombra en los peldaños de las escaleras, salvoque hubiese sido utilizado algún tipo de elementoauxiliar como un poste, del que desde luego noqueda ningún resto. No obstante, no se aprecianhoyos en la parte sur del Altar que nos indicasen laposibilidad de su existencia. Parece, pues, que di-

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Figura 18.- Alturas del Sol en el paso por la vertical delRisco del Sol, hacia el 400 a.C.

Figura 19.- En el orto heliaco del 1 de noviembre, las Pléyades se ocultan al pie de la gran roca y Orión comienza adesaparecer al anochecer.

Figura 17.- Orientación astronómica del Altar de sacri-ficios y del Muro asociado al santuario de Ulaca.

chos marcadores pudieran haber sido utilizados demanera ritual. En la fecha del 20 de febrero actual,Sirio, la estrella más brillante del cielo, se colocaen el instante del ocaso heliaco, exactamente sobreel Risco del Sol, a la vez que Orión, la constelacióndel cazador, alcanza su máxima altura.

Para el 1 de noviembre, la situación estelar tam-bién es significativa. En este caso, como muestra lafigura 19 en el orto heliaco de dicho día, las Pléya-des se ocultan al pie de la gran roca y Orión co-mienza a desaparecer al anochecer, para empezar aaparecer al amanecer y alcanzar su culminaciónhacia el 20 de febrero nuevamente.

Asociado al altar de sacrificios, y cerrando el re-cinto del santuario, se encuentra una estructura ro-cosa labrada en una de sus caras hasta conseguiruna pared perfectamente plana y vertical, alineadahacia el cerro denominado Cancha Morena, eleva-ción central de la sierra de La Paramera. Dichoplano vertical forma un ángulo horizontal de unos6º con el eje del altar, orientado hacia el Risco delSol. Esta pequeña variación de la dirección en laorientación de los dos elementos podría ser casual,ya que es casi imperceptible a simple vista. Sin em-bargo, la precisa orientación del altar y el muro ados de las más altas elevaciones de la Paramera, ha-ce pensar que esta elección no es casual, aunque lasrazones que puedan explicarlo se nos escapen.

A veces, la solución más simple y evidente es lacorrecta, y en este caso, independientemente decualquier significado ritual, cabe suponer que sepretendía observar el paso del sol en dos instantesdiferentes, ya que transcurre (siempre dependiendode la época del año en que nos encontremos) algo

menos de media hora desde que el Sol se encuen-tra sobre el Risco del Sol hasta que pasa sobre Can-cha Morena. Recordemos que las cotas de estasdos elevaciones están por debajo de la más eleva-da de todas ellas, Pico Zapatero, y que el Sol tarda-ría otros veinte minutos en ponerse sobre él.

Las coordenadas del muro nos permiten calcularlas pendientes de las sombras sobre él, cuando elSol se encuentra en el vertical de Cancha Morena.Además, la simulación de las alturas del Sol en el

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Figura 20.- Alturas del Sol en el paso por el vertical deCancha Morena, hacia el 400 a.C.

Figura 21.- Alzado del muro asociado al santuario yproyección de los rayos solares, cuando el Sol está sobreCancha Morena, en Ulaca.

Figura 22.- Proyección de los rayos solares sobre el muro cuando el Sol está sobre Cancha Morena.

paso por el mencionado vertical, que tiene un aci-mut astronómico de 160 º, se recoge en la figura 20.

Es evidente la igualdad entre los valores indica-dos, pudiendo deducir que, justo cuando el Sol estásobre Cancha Morena, la sombra arrojada por laparte superior del muro actúa como un precisomarcador astronómico permitiendo determinar, pormedio de dicha sombra, los instantes en que se ve-rifican los sucesos indicados en la tabla, y que serecogen en las figuras 21 y 22.

Hay un último elemento de interés astronómicoen Ulaca. Se trata de la gran roca de forma esferoidaldescrita anteriormente. Para este caso, el levanta-

miento se realiza sobre el canchal granítico situadoal sur de la roca, y sobre la dirección que vería unusuario sentado de manera natural en ella (fig. 22).

La dirección a la que apunta la roca es, de manerapoco precisa, la dirección del ocaso del Sol el díadel solsticio de invierno, esto es, la puesta de sol,sobre el horizonte local, el día más corto del año.Es claro que esta situación astronómica no está de-finida de manera precisa pues la roca, irregular, nopermite definir un eje con total precisión. Además,es difícil que dos personas se sienten exactamenteigual, por lo que la dirección es quizá más impre-cisa si cabe. No obstante, debe tomarse y conside-rarse esta situación, no como un marcador precisopara los solsticios (evidentemente a la espalda seproduciría el orto solar en el solsticio de verano),sin carácter funcional, sino mas bien con carácterritual.

La situación privilegiada del castro de Ulaca conrespecto a su entorno (como el de muchos otros op-pida de la época) permite tener una visibilidad delos alrededores tan imponente como bella. El hori-zonte de Ulaca es, con mucho, el más impresionan-te de todos, salvo quizá el de El Raso, al pie delpico Almanzor, la más alta elevación de la sierra deGredos. Sin embargo, en este caso, las elevacionesquedan al norte, lugar de la esfera celeste menosimportante, con mucho, para los pueblos de la anti-

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Figura 23.- Orientación astronómica de la Roca de Ulaca.

Figura 24.- Direcciones de interés astronómico desde el Altar de Ulaca.

güedad, mientras que en Ulaca quedan al sur. Poresta razón, al horizonte de Ulaca se le ha prestadomayor atención que a los horizontes de los anterio-res castros, teniendo siempre en cuenta que lo ana-lizado aquí es perfectamente extrapolable paracualquier lugar, sin otra consideración que el cam-bio de la latitud del mismo, y del propio hori-zonte.

El horizonte astronómico de Ulaca, con las alte-raciones sobre él producidas por el relieve topográ-fico, varía enormemente con la situación del obser-vador en diferentes lugares del castro, fundamental-mente afectado por dicho relieve cercano al mismo.El lugar elegido para el levantamiento de dicho ho-rizonte es el altar se sacrificios, que en principio (ycomo posteriormente confirmarán las observacio-nes realizadas) es el candidato más adecuado a serel centro científico, social, ritual y religioso del cas-

tro y, por tanto, el lugar de referencia. Para su de-terminación se han levantado los 215 puntos mássignificativos del horizonte visible desde el altar desacrificios.

La orientación de la vuelta de horizonte se harealizado con la determinación del acimut astronó-mico resolviendo, como en los casos anteriores, eltriángulo de posición. De esta manera, los acimutesutilizados son astronómicos. La comparación dellevantamiento del entorno del castro con la vueltade horizonte nos muestra algunas direcciones topo-gráficas de interés, que se recogen en la figura 24.

Las posiciones de orto y ocaso solares para lasfechas más significadas se recogen en la figura 25,presentando en este caso, además, las imágenes delas posiciones solares mencionadas.

La comparación de los valores de la tabla ante-rior con la vuelta de horizonte permite afirmar quelas direcciones topográficas destacadas anterior-mente no son casuales. En efecto, en oriente, el Solsale, en el solsticio de verano, justo por encima dela sierra de Ojos Albos, mientras que en el de in-vierno lo hace justo por encima del más oriental delos picos de la Paramera, denominado El Cuchillo.En ambos casos, los marcadores, naturales, presen-tan una elevada precisión, aunque no nos atreva-mos a clasificarlos como funcionales. Al occidentenos encontramos para los solsticios con que no hayun accidente geográfico definido. Para el de vera-no, el ocaso solar se produce sobre las ruinas del

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Figura 25.- Ortos y ocasos solares, al grado, de los sols-ticios y equinoccios en Ulaca, para una altura sobre elhorizonte de 2º en las posiciones septentrionales y de 5ºen las meridionales, al no ser el horizonte homogéneo eneste yacimiento.

Figura 26.- Imagen del ocaso solar sobre la Roca de Ulaca el 10 de mayo / 13 de agosto.

Convento del Risco, donde se encuentran unos pe-troglifos que, aunque no pueden adscribirse a nin-guna época, representan dos círculos de diferentetamaño (¿el Sol y la Luna?) a los lados de un trián-gulo isósceles (¿una montaña?), con el lado mayorapuntando de manera precisa al Risco del Sol. Parael solsticio de invierno no existe ningún accidentetopográfico de interés, aunque sí que aparece parael ocaso solar en los equinoccios.

El último de los marcadores sobre el horizonte,con carácter artificial, es la gran Roca situada a po-niente. Desde el Altar, la Roca se sitúa a un acimutastronómico de 290º 16’, que coincide con el ocasosolar para las fechas actuales del 10 de mayo/13 deagosto. Dicho día, el Sol se sitúa sobre la Roca con-forme se muestra en la figura 26. Sin embargo, noes posible saber si la posición solar buscada es ésao bien cuando el Sol se esconde al pie de la Roca,lo que hace el día 5 de mayo / 18 de agosto, fechasmás acordes con las obtenidas en La Mesa de Mi-randa. Incluso, en una posición media, sobre 7 demayo/15 de agosto, la Roca eclipsaría al Sol en unasituación evidentemente espectacular para un ob-servador situado en la zona del Altar de sacrificios.

La peculiaridad del horizonte de Ulaca y de susmarcadores solares, hace conveniente realizar unestudio y una simulación de la Luna, fundamental-mente en las paradas de su órbita aparente sobre elhorizonte, que ya se han puesto de manifiesto tam-bién en el castro de La Mesa de Miranda. En estecaso buscamos puntos del horizonte con una dife-rencia de unos ±4º de acimut con respecto a los or-tos y ocasos solares, en los solsticios tanto de vera-

no como de invierno. La simulación de la trayecto-ria lunar en la noche del solsticio de verano propor-ciona una secuencia en la que la salida de la Lunamás meridional (parada mayor en el solsticio deverano) se produce en la parte más oriental de lasierra de La Paramera. El paso por el Risco del Solse produce a 13º de altura sobre el horizonte, tansólo 5 º por encima de él, produciendo una visiónmuy peculiar. Es, sin embargo, en el ocaso dedicho día cuando la Luna se pone por la zona másalta del propio cerro del Castillo donde se ubicaUlaca, recorriendo por el borde de la ladera el im-presionante desnivel que baja hasta la parte habita-ble del cerro, de tal manera que, durante aproxima-damente hora y media, y dependiendo de pequeñasvariaciones, la Luna baja deslizándose por la lade-ra o medio escondida tras ella, como puede apre-ciarse en la figura 27. La situación producida sirvepara marcar con absoluta precisión y una especta-cular belleza, un momento que sólo se repite encada periodo de 19 años (ciclo metónico). Podríaconsiderarse pues que el marcador, aunque naturalpor tratarse de la ladera del cerro del Castillo vistadesde el Altar, tendría un carácter totalmente fun-cional, permitiendo reiniciar esos ciclos metónicostan fundamentales para los calendarios lunisolarescomo los utilizados probablemente por los pueblosceltas (Almagro-Gorbea y Gran-Aymerich 1990).

Además de la anterior, es posible sugerir otra si-tuación astronómica espectacular. Es la generadapor la trayectoria de la Luna en la parada menorpara el solsticio de invierno. En este caso el ocasolunar se produce exactamente sobre la gran Roca,

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Figura 27.- Trayectoria de la Luna en su parada menor sobre el horizonte cercano de Ulaca, para el solsticio de verano.

con una gran espectacularidad. Esto hace pensarque la Roca pudiera haber sido utilizada, ademásde como marcador solar para las fechas del 5/10 demayo y del 13/18 de agosto, para iniciar el conteode otro ciclo metónico, producido exactamente 9.5años después del anterior.

En referencia a los posibles marcadores estela-res, fundamentalmente para las estrellas cuyo usoha sido detectado en otros castros, debemos decirque en Ulaca no hemos encontrado ninguna pistade posibles alineaciones sobre sus ortos y ocasos,lo cual no es óbice para que existieran en su mo-mento. No obstante, se ha señalado anteriormentela situación estelar que se produce el 20 de febreroactual, en la que Sirio se coloca, en el instante delocaso solar, exactamente sobre el Risco del Sol, ala vez que Orión, la constelación del cazador, al-canza su máxima altura. También recordamos otrasituación significativa el 1 de noviembre, cuandoen el orto heliaco de dicho día las Pléyades se ocul-tan al pie de la gran Roca y Orión comienza a desa-parecer al anochecer, para empezar a aparecer alamanecer y alcanzar su culminación hacia el 20 defebrero nuevamente.

5. Las esculturas zoomorfas: verracos

Una de las manifestaciones propias y más lla-mativas de los vettones fue la erección en su terri-torio de unas esculturas zoomorfas, conocidas conel nombre vulgar de verracos, que representan, demanera tosca, cerdos, toros o jabalíes, siempre ma-chos, animales básicos para la vida y subsistenciade este pueblo. Talladas en bloques de granito deuna pieza, junto con el pedestal que lo sustenta, sepresentan simples en sus formas, pudiéndose, porlo general, diferenciar la especie y anatomía delanimal representado.

La localización geográfica se circunscribe prác-ticamente a las actuales provincias de Ávila, Cáce-res, Salamanca, Segovia, Toledo y Zamora, y a lascomarcas portuguesas de Beira alta y Trás-os-Montes, aunque ha aparecido alguna pieza, concarácter residual, en Burgos, Galicia, y norte dePortugal. De los más de cuatrocientos ejemplaresconocidos en la actualidad, algo más del 90% deellos se han localizado en zonas de pastos y cerca-nos a las fuentes de agua, concentrándose más dela mitad en la actual provincia de Ávila (ÁlvarezSanchís 2003a, 2003b).

Por supuesto, la fama más merecida correspon-de al conjunto conocido como los Toros de Guisan-do. Situados en el paraje denominado Venta Jura-dera, en el término municipal de El Tiemblo (Ávi-la), son cuatro ejemplares, sitos con mucha proba-bilidad en el mismo lugar en que fueron esculpi-dos, de unos 2.80 metros de largo por 1.50 metrosde altura, y con un peso cada uno de más de seistoneladas. Aunque alguno presenta inscripcionesromanas, pueden datarse entre los siglos IV y III a.C. De todos los verracos conocidos, son estos últi-mos los únicos situados en la posición original quesus constructores eligieron, casi con toda probabi-lidad, además de, por estar tallado en la roca nati-va sobre la que se cimentó la muralla de Ávila, elverraco de la puerta de San Vicente (Álvarez-San-chís 2006). Del resto de las esculturas no hay infor-mación de cómo ni en qué posición fueron encon-tradas. Algunas de las más grandes estaban clara-mente movidas, unas veces por la acción del tiem-po y los elementos, otras por la mano humana, yotras han sido encontradas tumbadas o semiente-rradas.

Para la orientación del conjunto de los Toros deGuisando se ha realizado un levantamiento topo-gráfico orientado astronómicamente mediante unaobservación al Sol, que nos permite obtener la di-rección precisa de su orientación (fig. 28).

Además, desde el punto central de las cuatro es-culturas, se ha realizado una vuelta de horizonte,que ha servido para obtener un perfil del horizonteen la zona de interés, esto es, hacia donde miran lostoros: el horizonte occidental (fig. 29). La simula-ción de los ocasos solares en las fechas de equinoc-cios y solsticio de verano se presenta, para las altu-

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Figura 28.- Orientaciones astronómicas de los Toros deGuisando.

ras del horizonte de los Toros de Guisando, en la fi-gura 30.

Encontramos que dos de los Toros de Guisandoestán alineados prácticamente en la dirección delos equinoccios con una alta precisión, sin poderdeterminar en principio, cuál de ellos, si el de pri-mavera o el de otoño, era el importante, o si por elcontrario lo eran los dos. Sin embargo, puede com-probarse que los otros dos toros apuntan unos cua-tro grados más al norte que sus compañeros. En esepunto, encontramos que se produce el ocaso de laestrella Betelgeuse. Apoya el hecho de que los dostoros (el 1 y 3) apunten a dicha estrella el que suocaso heliaco, esto es, la última visión sobre elhorizonte de la estrella, después de ponerse el Sol,lo tenga el 10 de mayo.

En cualquier caso, pensamos que la pequeñadiscrepancia que existe entre los acimutes que pre-sentan las esculturas de Guisando no son significa-tivas como para no pensar que las cuatro apuntan,de manera ritual, al ocaso solar en el día del equi-noccio de primavera o de otoño.

Todavía existe otra dirección de interés astronó-mico en el entorno de los Toros de Guisando, pre-cisamente sobre el cerro del mismo nombre. El aci-mut astronómico para el punto más elevado es de292.5º, que está a una altura sobre el horizonte deunos 16.5º, posición aproximada que alcanza el Solpara la máxima declinación, esto es, el solsticio deverano. Un observador, situado en el entorno de losToros de Guisando, verá ponerse el Sol el día máslargo del año prácticamente sobre el punto más altodel cerro de Guisando, lo que demostraría que laposición de dichas esculturas, en el pequeño mean-

dro que forma el arroyo Avellaneda, no es casualsino convenientemente elegida para que se verifi-quen las dos alineaciones mencionadas, siemprebajo el supuesto de que la posición sea la originalque los escultores vettones eligieron para ellos.Tanto este marcador astronómico, como el equi-noccial estudiado anteriormente, al no determinarcon una elevada precisión los momentos mencio-nados del año, deberían ser considerados rituales.Consideramos que esta afirmación queda avaladapor el entorno de lugar especial que tiene la zonaen la que se ubican las esculturas.

Para el caso del verraco de San Vicente no exis-te duda sobre la situación y posición que tiene,coincidente con la original. Se encuentra en la ac-tualidad tapado, por lo que no es posible el accesoa él para realizar ninguna medida. Sin embargo, lasfotografías que de él se hicieron en las excavacio-nes, unidas a la información publicada, nos ha per-mitido obtener con cierta garantía de precisión suorientación. Las fotografías muestran que el lienzodel cubo de la muralla está apoyado, y con la mis-ma alineación, sobre el verraco mencionado. Deesta manera, la medición de dicho lienzo, sobre lacartografía 1:500 de la ciudad, permite determinarun acimut cartográfico de 90º, que, corrigiéndoloconvenientemente por la convergencia de meridia-nos, proporcionaría un acimut astronómico de 89º.Con ese acimut, la dirección corta al horizonte lo-cal en el denominado cerro Hervero, visible desdeel suelo en la época de construcción del verraco.Con la cota del verraco, 1135 metros, y la del cerroHervero, 1215 metros, que está a unos 2900 metrosde distancia, podemos estimar la altura sobre elhorizonte local, obteniendo un valor aproximadode 1º 30’, posición del Sol, con un error aproxima-do de unos dos días, para su orto en el momento delos equinoccios. Puede inducirse, por tanto, quedicho verraco está también orientado hacia losequinoccios, al igual que los Toros de Guisando.

Con las precisiones indicadas no es factible, nipara los Toros de Guisando ni para el verraco deSan Vicente, considerar estas alineaciones comomarcadores astronómicos funcionales, sino másbien como marcadores rituales, tratándose ademásde elementos que se suponen servían como refe-rencias visuales en el territorio, señalando recursosespecíficos, y desempeñando un valor mágico y re-ligioso. En este sentido, la orientación bien pudie-ra deberse a la determinación y conmemoración deaquellas fechas de importancia en la reproducción

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Figura 29.- Ortos solares en solsticios y equinoccios enlos Toros de Guisando.

Figura 30.- Ocaso de Betelgueuse, sobre la ladera delcerro de Guisando, en el 400 a.C.

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y cría de ganado, del que los vettones eran, comohabitantes de las ricas tierras de pastos que ocupa-ban, sus señores (Álvarez Sanchís 2003b).

6. Conclusiones

No toda situación astronómica o topográfica,significada de alguna manera bien sobre el hori-zonte, bien sobre algún otro elemento, debe consi-derarse una alineación o marcador astronómico.Estas situaciones o alineaciones bien pudieran de-berse al azar en la disposición espacial de elemen-tos geográficos respecto al lugar de observación.Ahora bien, sin presuponer que todas estas circuns-tancias se dan en los elementos estudiados, puedeafirmarse que:

a.- Es posible elegir la posición geográfica o lu-gar donde se va a realizar la observación, o bien lasituación del elemento que actúa de marcador.

b.- El que ocurra una situación astronómica noprovocada, no significa que no sea observada, con-firmada y, por tanto, de ser significativa, utilizadacomo alineación o marcador astronómico.

c.- Cabe suponer intencionalidad si las alinea-ciones o situaciones astronómicas se producen so-bre elementos del entorno no naturales, tanto porsu situación y/o alineación, como por su disposi-ción, alteración o modificación por el ser humano.

d.- Existirá certeza en la intencionalidad si ladisposición, alteración o modificación del elemen-to considerado se realiza de forma que se observeen él algún uso o funcionalidad concreta.

Además, también es necesario tener en cuentaque las alineaciones localizadas en los castros estu-diados o en su entorno, que pueden actuar de mar-cadores astronómicos, deben considerarse funcio-nales o rituales. De existir los del primer caso, és-tos deben ser precisos en el sentido de que debendefinir un momento concreto del año, como son losequinoccios, solsticios o determinadas festivida-des, o una situación astronómica concreta y preci-sa. En el segundo caso, los rituales, el interés estri-ba en la situación astronómica en sí, sin pretensiónde exactitud o precisión, por lo que lo importanteserá realzar un acto que podría ser religioso, festi-vo, conmemorativo o social. Podríamos decir que,en este caso, se prefiere la espectacularidad a lautilidad, necesaria para el primero. Trataremos declasificar las alineaciones o marcadores encontra-dos en los dos sentidos, esto es, tanto por ser natu-

rales o artificiales como por el uso que puede dár-seles.

En este punto se hace necesario aclarar con quéprecisión se puede obtener la determinación de unaalineación u orientación. Si se busca una situaciónastronómica con fines rituales o conmemorativos,probablemente ésta debería ser espectacular en elsentido de no dejar indiferente a los participantes(salvo tal vez al conductor del ritual). Entonces, esevidente que la precisión en la definición de la si-tuación mencionada o su momento, es irrelevante ypodemos hablar de errores o más bien de variacio-nes de varios grados en la determinación de los aci-mutes o direcciones. Ahora bien, si se pretende uti-lizar la situación astronómica como un marcadorriguroso, esto es, para que realmente pueda consi-derarse funcional, la alineación u orientación delelemento que la determina deber ser más precisaque en el caso anterior. En este caso estamos ha-blando de una precisión que podríamos estimar entorno a un grado en acimut, siempre y cuando loselementos físicos que determinen dicha alineaciónlo permitan. Esto nos llevaría a tener errores en ladeterminación de una fecha concreta o de una si-tuación astronómica, del orden de 3-4 días. Es cla-ro que pudieran aparecer algunas situaciones quetengan los dos caracteres, como de hecho ocurre enalgunos de los elementos estudiados.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es laposición del observador en la verificación del fe-nómeno. Si el elemento orientado tiene una posi-ción o alineación independiente del observador, di-cho marcador puede considerarse objetivo, esto es,la alineación se verifica independientemente dedonde se encuentre el observador. En otros casos,generalmente en las alineaciones sobre el horizon-te con un solo elemento, la situación del observa-dor es importante, pues una variación en la posi-ción de éste hace variar dicha alineación, tanto máscuanto más cercano esté el objeto o elemento geo-gráfico al lugar de observación. Nos encontramosentonces con marcadores astronómicos subjetivosen los que, si no es posible definir con garantías ellugar de observación, y de no haber otros indiciosque permitan fijarlo, la probabilidad de que dichaalineación o situación tenga carácter astronómico otopográfico es más pequeña.

En los castros estudiados de la Edad del Hierroaparecen actividades de tipo astronómico que permi-ten afirmar que sus habitantes realizaban observa-ciones astronómicas con diferentes fines. El número

de alineaciones astronómicas, así como su precisiónen los marcadores, permite afirmar que las alinea-ciones encontradas no son en absoluto casuales.

Parece claro que los elementos funerarios loca-lizados en el castro de la I Edad del Hierro de losCastillejos de Sanchorreja, concretados en los cin-co túmulos estudiados, tienen una orientación queparece no casual, de naturaleza artificial y con unaelevada precisión hacia los ortos del Sol y de tresestrellas, de las más brillantes del cielo y utilizadastanto por pueblos de otras épocas más antiguas co-mo por los herederos celtas que poblaron esta zonaunos siglos después. El grado de precisión en laorientación es bastante elevado, siempre con la do-sis de incertidumbre propia de la definición del ele-mento en cuestión. Por tanto se puede deducir quepodrían actuar, además de lugar de culto, comomarcador astronómico, definiendo fechas muyconcretas como son los momentos de los equinoc-cios, de difícil determinación y siempre importan-tes para los pueblos de estas latitudes, y las fechasde mitad de las estaciones, mayo, julio y noviem-bre, que siglos después se concretarían en determi-nadas festividades.

La orientación topográfica para el conjunto delos túmulos C, D y E parece más una casualidadque una situación buscada. Sin embargo, la exis-tencia de las pinturas rupestres en el abrigo de PeñaMingubela da que pensar respecto del aprovecha-miento de esta casualidad, pues parece muy proba-ble la adoración por estos pueblos de elementos na-turales como el Sol, la Luna, las montañas, ríos obosques.

Podemos concluir que los habitantes del castrode Los Castillejos construyeron estructuras en lasque realizaron sus rituales funerarios (GonzálezTablas 1990), con una precisa orientación astronó-mica y topográfica hacia el orto de tres de las estre-llas más brillantes del cielo: Aldebarán, Antares ySirio, que verifican su orto heliaco en tres momen-tos del año de importancia demostrada para mu-chos de los pueblos que habitaron el centro y eloeste de Europa, así como las Islas Británicas.También se verifica la alineación hacia el lugar enque se produce el orto solar en los momentos de losequinoccios, instante de importancia también com-probada.

También en Ulaca y en La Osera aparecen situa-ciones astronómicas y geométricas de gran interés.Estos castros de la II Edad del Hierro, no contem-poráneos con Los Castillejos, presentan, el prime-

ro en su zona sagrada o németon y el segundo en sunecrópolis, por supuesto también con caráctersagrado, elementos y estructuras asociadas a deter-minados cultos o rituales (Altar de Ulaca), con unfuerte componente astronómico o sin otro uso apa-rente que el astronómico, como en el caso de las es-telas de La Osera o el Muro del Santuario de Ulaca.El número y, sobre todo, la coincidencia en las fe-chas determinadas con algún suceso astronómicoque aparece en los dos castros, permite afirmar queestos marcadores astronómicos no son casuales.

Las estelas de La Osera se disponen conformeuna disposición geométrica cuyo replanteo no esen absoluto trivial, pero que se muestra muy eficazy transportable a otros lugares de latitud similarcon algunas pequeñas variaciones en las distancias.Más complicado quizá es la construcción de loselementos de Ulaca. Salvo las direcciones determi-nadas por la Roca, el resto de ellas se materializanno sobre el horizonte, como es habitual, sino en elespacio, permitiendo recoger las sombras arrojadastanto en el Altar como en el Muro del Santuario, enlo que aparece como una novedad para esta épocay esta región del oeste de Europa. La dificultad enel trazado de las estructuras y alineaciones permitepensar que podría existir un grupo de personas es-pecializadas en estas materias, tanto rituales comoastronómicas (pues parecen indisolubles), a los quealgunos autores (Baquedano y Martín Escorza1998; Marco 2005) se refieren como casta sacerdo-tal. Apoya esta afirmación la complejidad que tieneel diseño y ejecución de las estelas de La Osera oel conjunto del santuario (Altar y Muro) de Ulaca.Recordemos que éstas incluyen el uso de marcado-res lunares, con la dificultad astronómica que con-lleva entender el complejo movimiento aparente dela Luna sobre la esfera celeste, repetido tan sólocada ciclo metónico.

También el pueblo vettón, como pueblo célticoque era, utilizaba las estrellas clásicas para la fija-ción de las cuatro grandes fiestas celebradas en ca-da una de las estaciones: Samhain, Imbolc, Beltai-ne y Lughnasad, que recordemos eran determina-das con el orto heliaco de las estrellas Antares, Al-debarán, Sirio y Capella.

El uso que de las estrellas hacían, además de pa-ra realzar también actos rituales, tenía, como en losotros casos del Sol y la Luna, un efecto funcional:señalar determinados días de interés. Parece quetambién los vettones usaban los denominados díasmedios de cada estación (que se corresponden ne-

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cesariamente con la mitad exacta de las estaciones)coincidentes, más o menos, con otros pueblos cel-tas, aunque con variaciones de días por motivos quese nos escapan. De hecho, aparecen discrepanciasde algunos días entre los momentos determinadosen uno y otro castro. Esto les permitía mantener uncalendario, que denominamos vettón y que eviden-temente coincide de manera general con el calen-dario celta (Gaspani 2000) en cuanto a la utiliza-ción de las mismas festividades pero que, proba-blemente por razones de herencia cultural, motiva-das quizá por el clima local, no lo hace exactamen-te en los mismos días.

Por último, aunque no concluyente de maneraindividual, la orientación y la posición en el entor-

no de los Toros de Guisando, que tampoco parecencasuales, abunda en las afirmaciones realizadas an-teriormente, pues parece importante la orientaciónde los verracos en un entorno único, un meandrodel arroyo Avellaneda (y por tanto rodeados deagua), y rindiéndose a la sierra de Guisando, haciala que miran. Orientados hacia el ocaso solar en losequinoccios y hacia el ocaso de la estrella Betel-geuse, cuyo ocaso heliaco se verifica a primeros demayo, se sitúan en una posición tal que el ocasosolar en el solsticio de verano ocurre prácticamen-te sobre el cerro de Guisando, en lo que podría to-marse también como una situación con un marca-do carácter ritual.

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AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se ha realizado gracias a dos becas de investigación concedidas por la Institución de Investigaciones y EstudiosAbulenses “Gran Duque de Alba”, dependiente de la Excelentísima Diputación Provincia de Ávila y del Consejo Superiorde Investigaciones Científicas, entre los años 2005 a 2007. Desde aquí quiero agradecer a la Institución la confianza deposi-tada en este trabajo. También quiero agradecer al profesor Celestino Leralta, coordinador de la sección de Ciencias Técnicas,compañero y sobre todo amigo, la ayuda para su conclusión, y al profesor Dr. José Julio Zancajo, también compañero yamigo, el Modelo Digital del Terreno.

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