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    tro del cual surgi Deutscher, cuya familia desapa-reci en la ignominia de los campos de concentra-cin; en segundo, una oposicin irreductible al esp-ritu oscurantista del ghetto, marcado por el sentimien-to de resistencia mirando hacia atrs de rodillas, yque, con el tiempo, alimentar una faccin cada vezms envilecida del sionismo en Israel. Ambas posi-ciones fidelidad de clase y concepcin abierta delpensamiento, llevarn a Deutscher a luchar con-tra la corriente que durante los aos cincuenta y se-senta negar toda vigencia a las tradiciones socialis-tas en Occidente las teoras sobre la integracindel proletariado, preludio de las que ahora certificansu muerte, y contra los anticomunistas que reducenla historia de la URSS a los crmenes brbaros deStalin.

    El reflujo de los ltimos aos, la contraofensiva de-

    rechista y neosocialdemcrata, las derrotas de la iz-quierda, han hecho que las obras de Deutscher ha-yan sufrido una pasada de menosprecio y de desinte-rs a todas luces aberrante. Su lugar ha sido parcial-mente ocupado por una nueva hornada de ex-izquier-distas Heller, Castoriadis, Semprn y cia.-,reconvertidos en intelectuales orgnicos de la erareaganista, cuyo ascenso fue tan rpido como lo estsiendo ahora su cada. El cambio no poda ser msmiserable y empobrecedor. Textos como La concien-cia del ex-comunista (INPRECOR 52) o como

    Orwell: el misticismo de la crueldad, no slo alum-bran genialmente la crisis de la intelligentsiaantitotalitaria de los aos cincuenta, sino que tam-bin aclaran con maestra las trampas de unos rene-gados que tratan de ahogar el nio de la revolucincon el agua sucia de las burocracias, con la apenasoculta intencin de buscar unos chivos expiatoriosdetrs de los cuales ocultar el rostro de la barbariecontra internacional. Las nuevas generacionesinsumisas debern de reencontrar a Deutscher paracomprender-transformar el viejo mundo.

    Una bibliografa en castellano

    Deutscher comenz a ser publicado en castellano aprincipios de los aos sesenta en revistas especiali-zadas de economa en las que firmaban liberalescomo Fuentes Quintana o felipes como GarcaDez, y otros que ms tarde se arrepentiran de suspecados juveniles. El primer libro suyo que apa-reci legalmente aqu fue una traduccin dual -unaen cataln y otra en castellano- de Stalin. Una bio-grafa poltica en Edici de Materials en la que tra-bajaban algunos socialistas ahora convertidos enbarones del PSC. Esta misma editorial verda-deramente de vanguardia public las dos prime-ras partes del Trotsky, y no pudo publicar la tercera

    porque fue desmantelada por un ministro de Infor-macin y Turismo llamado Fraga Iribarne. Ambasbiografas aparecieron en Mxico en la EditorialERA, en la que se encuentran la mayor parte de loslibros de Deutscher: Los sindicatos soviticos, Ru-sia, China y Occidente, El marxismo de nuestro tiem-po, as como La revolucin inconclusa que recogesu brillante discurso sobre el sesenta aniversario dela revolucin de Octubre y que vino a ser su testa-mento. Un testamento soberbio en el que se traslucela rectificacin de Deutscher en relacin a sus espe-ranzas desmentidas en el reformista de Jruschev.Mientras que la biografa de Stalin tena unas limita-ciones comprensibles por el hecho de que fue escritaantes de !a muerte de Stalin, la de Trotsky ha sidojustamente considerada como la mejor biografa delsiglo por ms que algunos de sus captulos -el quetrata de Espaa por ejemplo- necesiten un mayor

    desarrollo. Deutscher tena en mente hacer unatriloga con otra biografa, la de Lenin, pero sta nofue posible por su fallecimiento y slo dej escritauna primera parte sobre la juventud de Lenin, El gui-la deja revolucin, que tambin public ERA estavez en edicin de bolsillo.

    Otras editoriales publicaron otras obras suyas comoJudo no sionista (Ed. Ayuso), que incorpora traba-jos autobiogrficos y unos deslumbrantes ensayossobre el Estado de Israel. Ariel (1971) public la re-

    copilacin, Herejes y renegados; Pennsula (1972),sus Ironas de la historia y Martnez Roca (1973)Rusia despus de Stalin. Todas estas obras resultanahora poco asequibles, aunque se pueden encontrar.Sera estupendo que alguien asumiera su reedicin.que es lo que se hace habitualmente con los clsicos.

    Deutscher y la Cuarta Internacional.

    Durante muchos aos, la principal, sino la nica,

    fuente de informacin sobre la Cuarta internacionalfue la triloga sobre Trotsky, de Deutcher, quien comoparte de la obra, repeti sus argumentos en el deba-te. En 1964, en una conferencia Sobre las Interna-cionales y el internacionalismo (incluido en la anto-loga El marxismo de nuestro tiempo, ERA, Mxi-co, pp.126-127), dictada ante la Socialist Society delUniversity College de Londres, sintetiz as su opi-nin: En 1933, despus del acceso de Hitler al po-der, Trotsky consider que la Tercera Internacionalestaba tan en bancarrota como la Segunda. Los tra-bajadores alemanes no estaban, como pretenda elespecioso argumento de la Komintern, en vsperasde grandes batallas; ya haban sufrido una terriblederrota. El stalinismo, dijo Trotsky, haba tenido su4 de agosto. Esta analoga llev a Trotsky a la ob-

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    via conclusin de que entonces como en1914, haballegado el momento de parararse para la construc-cin de una nueva organizacin internacional, por-que la antigua yaca en ruinas. Trotsky, sin embar-go, estaba lleno de vacilaciones: no era fcil para lvolverle la espalda al estado mayor de la revolu-cin mundial, del que haba sido uno de los princi-pales arquitectos: l mismo seal que, mientras queen 1914 la II Internacional traicion conscientementetodos sus altos ideaIes, el Komintern, en 1933 habafacilitado la victoria del fascismo por pura estpidez,incura y ceguera. El plan de organizar una nuevaInternacional fue madurando con lentitud en la men-te de Trotsky. Hubieron de transcurrir cuatro aos depropaganda y de trabajo de base antes de que se sin-tiera listo para convocar un congreso constituyente.(Exactamente el mismo espacio de tiempo transcu-rri desde el momento en 1915 en que l y Lenin

    concibieron por primera vez la idea de la TerceraInternacional, hasta que la organizacin qued cons-tituida.) Pero la Cuarta Internacional naci muerta,y ello se debi en buena medida a la inexistencia deun movimiento revolucionario internacional que pu-diera insuflarle vida. Sin que l tuviera culpa de ello,la Internacional de Trotsky se vio aislada del nicolugar donde haba triunfado la revolucin y dondeesa revolucin, aunque monopolizada y deformadapor una burocracia opresora y mendaz, an exista.En cierto sentido, el mismo Trotsky haba previsto

    la circunstancia principal que habra de condenar asu organizacin a la ineficacia cuando seal que,pese a la irresponsabilidad de la poltica de Stalin enAlemania y en todas partes, los obreros revoluciona-rios de todos los pases seguan mirando hacia Mos-c en busca de inspiracin y gua Deutscher con-cluye su conferencia con la siguiente leccin: quela idea del internacionalismo es, despus de todo,ms importante, ms vital y ms pertinente que lasInternacionales que se suceden las unas a las otras,florecen y luego decaen y mueren. Las Internaciona-

    les pasan; el internacionalismo sigue siendo el prin-cipio vital de un nuevo mundo; y aun entre las ruinasde las Internacionales yo contino creyendo que laidea del internacionalismo crecer y florecer comouna planta que crece y prospera entre las ruinas.

    o O o

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    O C T U B R E

    La revolucin de 1917 estall en plena guerra mun-dial en la que Rusia, aunque perteneciendo de hecho

    a la coalicin victoriosa, sufri severas derrotas. Encierto sentido algunos consideran que la revolucinse vio propiciada por el fracaso del ejrcito zarista.Pero la realidad es que la guerra no hizo ms queacelerar un proceso que desde haca varias dcadasestaba erosionando el viejo orden establecido; ace-leracin que ya se haba visto ms de una vez inten-sificada por otras derrotas militares. El zar intentevitar las consecuencias de su fracaso en la guerraconcediendo la emancipacin de los siervos en 1861.La derrota en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905se vio inmediatamente seguida por un annus mirabilisde revoluciones. Tras el desastre militar de 1915-1916el movimiento empez de nuevo desde el punto muer-to al que haba llegado en 1905, con la diferenciaque en 1905 la insurreccin de diciembre de los obre-ros de Mosc, haba significado la palabra fin de lasolucin, mientras que en 1917 la revuelta armada

    de Petrogrado fue la primera chispa. La organiza-cin ms importante creada por la revolucin de 1905fue el llamado consejo de Representantes obreroso soviet de San Petersburgo. Tras un intervalo dedoce aos, los primeros das del nuevo alzamiento,aquella organizacin volvi de nuevo a vitalizarsepara convertirse en el foco principal del gran acon-tecimiento que se avecinaba.

    Al comparar la revolucin sovitica con la francesao con la puritana inglesa sorprende que lo que en las

    ltimas revoluciones citadas tard aos en resolveren la revolucin sovitica fue solventado en la pri-mera semana del alzamiento. El clsico preludio deotras revoluciones que casi siempre haba sido unenfrentamiento entre un monarca y alguna clase decuerpo parlamentario no exista en la revolucinsovitica de 1917. Los que defendan el viejo abso-lutismo de los Romanov apenas tuvieron ocasin dehablar; desaparecieron de la escena casi al mismotiempo que se alzaba el teln. Los constitucionalistasque habran deseado conservar la monarqua, aun-

    que sometida a un cierto grado de control parlamen-tario, no tuvieron siquiera ocasin de exponer su pro-grama; en los primeros das de la revolucin la fuer-za de los sentimientos republicanos les obligaron aarriar la bandera monrquica y a desarrollar su ac-cin poltica como constitucionalistas tout court.Aqu no encontramos ningn paralelo con los esta-dos generales franceses o con el parlamento inglsde las revoluciones a que nos hemos referido al prin-cipio. La caracterstica principal de los acontecimien-tos de 1917 fue la lucha entre unos grupos que hastahaca poco tiempo haban formado el ala extremistade la oposicin clandestina: lo que podramos lla-mar Gironda rusa (los socialistas moderados) y laMontaa rusa (los bolcheviques).

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    La fase constitucionalista de la revolucin habadejado prcticamente de existir antes de 1917. En sumanifiesto de octubre de 1905 Nicols II haba pro-metido acceder a la formacin de un parlamento re-presentativo. Pero si Carlos I de Inglaterra o LuisXVI de Francia hicieron, antes de ser destronados,concesin tras concesin a sus instituciones parla-mentarias, el zar se recuper pronto del pnico de1905 y pretendi reafirmarse como el autcrata detodas las Rusias. La historia poltica de los aos 1906-16 se caracteriza por un proceso de progresiva deca-dencia de las Dumas. Las Dumas eran simples orga-nismos consultivos sin derecho alguno a controlar algobierno; eran disueltas cmo y cundo el zar queramediante simple decreto, y sus miembros eran fre-cuentemente encarcelados o deportados. En marzode 1917 no haba por tanto autnticas institucionesparlamentarias que sirviesen como plataforma en la

    que pudieran dialogar las partes enfrentadas. As lascosas, el soviet est predestinado a convertirse en elmotor y centro del movimiento revolucionario.

    El zarismo no aprendi la leccin que supusieron losacontecimientos de 1905. No solamente continu elgobierno autocrtico sino que lo hizo en una atms-fera de creciente corrupcin y decadencia en la quefue posible un escndalo tan grotesco como el deRasputn. La estructura social y econmica del paspermaneci invariable en lo esencial. Unos treinta

    mil terratenientes posean nada menos que unos 70millones de desjatines de tierra(1)

    La comparacin con los 75 millones de desjatine queposean los 10,5 millones de campesinos censadosera a todas luces escandalosa. Un tercio del campe-sinado no posea tierra alguna. El nivel tcnico de laagricultura era criminalmente bajo. Segn el cen-so de 1910 solamente haba 4,2 millones de aradosde hierro y menos de medio milln de trallas tam-bin de hierro frente a diez millones de arados de

    madera, y veinticinco millones de trallas tambinde madera. La traccin mecnica era prcticamentedesconocida. En ms de una tercera parte de las gran-jas no tenan ningn tipo de herramientas agrcolasy en el 30 % de las mismas ni una sola cabeza deganado. No hay pues que soprenderse de que en losaos inmediatamente anteriores a la guerra el rendi-miento cerealista medio por acre fuese slo una ter-cera parte del obtenido por los granjeros alemanes yla mitad del que obtenan los campesinos franceses.Esta escandalosa pobreza se vea an ms agravadapor los cada vez ms fuertes tributos anuales que elcampesinado deba pagar a los terratenientes (aproxi-madamente entre 400 y 500 millones de rublos-oroal ao).

    Ms de la mitad de las haciendas hipotecadas por elBanco de la nobleza las tenan en arriendo los cam-pesinos en condiciones diversas, pero que eran casilas mismas de las de la poca feudal. La parte que sellevaba el terrateniente era a menudo el cincuentapor ciento de la cosecha. Ms de cincuenta aos des-pus de la emancipacin oficial de los siervos, lasituacin de servidumbre persista en la prctica enmuchos casos y en algunas zonas, como, por ejem-plo, en el Cucaso donde la servidumbre temporalsigui practicndose hasta 1912. El clamor para quese redujesen las rentas impuestas por los terratenien-tes y la reduccin y abolicin de la servidumbreera cada vez ms insistente y al no ser atendido esteclamor se convirti en la exigencia de que los terra-tenientes fuesen totalmente desposedos de sus tie-rras y que las mismas fuesen distribuidas entre elcampesinado.

    Todo esto tena que conducir al zarismo, en un plazoms o menos largo, al desastre total. La guerra con-tribuy decisivamente a excitar los nimos del cam-pesinado. Las continuas movilizaciones que tuvie-ron lugar entre 1914 y 1916 privaron a la agriculturade casi la mitad de su mano de obra; el ganado (elpoco que haba) era sacrificado en masa para las ne-cesidades del ejrcito y el rendimiento agrcola des-cendi un veinticinco por ciento respecto de la me-dia normal, mientras las importaciones del extranje-

    ro (de las que ya en tiempo de paz dependa la agri-cultura para subvenir a las necesidades del pas) que-daron prcticamentete paralizadas. Al disminuir laproduccin en forma tan grave, el pago de las rentasse hizo insoportable para los campesinos y el deseode stos por hacerse con tierras para su explotacinintegral se convirti en algo desesperado e irresisti-ble. Entre 1905 y 1917 solamente se intent unareforma agraria de cierta envergadura: la reforma deStolypin de noviembre de 1906, quien haba intenta-do conseguir la formacin de una capa de granjeros

    ricos sobre la que el rgimen zarista pudiese apoyar-se. Pero los logros de tal reforma fueron insignifi-cantes y, por otra parte, se vieron minados por laguerra mundial.

    La pobreza agrcola se vea acompaada por el atra-so industrial. En vsperas de la guerra la produccinrusa de hierro era de 30 kilos por cabeza frente a los203 que produca Alemania, a los 228 de Gran Bre-taa ya los 326 de los Estados Unidos. La produc-cin de carbn era en Rusia de 0,2 toneladas por ca-beza, de 2,8 toneladas en Alemania, de 6,3 toneladasen Gran Bretaa y de 5,3 toneladas en los EstadosUnidos. El consumo de algodn era de 3,1 kilos porcabeza en Rusia, frente a los 19 de Gran Bretaa yalos 14 de los Estados Unidos. No haba en Rusia ms

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    que una incipiente electrificacin y una, tambin in-cipiente, industria de construccin de maquinaria;no haba industrias de mquinas-herramientas, nohaba complejos qumicos ni fbricas de automvi-les. Durante la guerra la produccin de armamentose intensific, pero el rendimiento de las industriasbsicas se redujo. Entre 1914-1917 no se fabricaronms que 3,3 millones de rifles para un total de quin-ce millones de hombres que haban sido moviliza-dos. El atraso industrial se tradujo inevitablementeen debilidad militar a pesar de las entregas de armasy municiones que los aliados hicieron al gobiernoruso. Y, a pesar de todo lo anterior y por extraa pa-radoja, la industria rusa era, en un aspecto, la msmoderna del mundo: estaba muy concentrada y elcoeficiente de concentracin era incluso superior alde los Estados Unidos. Ms de la mitad del proleta-riado industrial ruso trabajaba en industrias que em-

    pleaban a ms de quinientas personas. Esto tendraconsecuencias polticas porque esta concentracinsin precedentes daba al proletariado ruso la oportu-nidad de llegar a un alto grado de organizacin pol-tica y fue uno de los factores que permitieron al pro-letariado ruso desempear un papel decisivo en larevolucin sovitica. Pero, antes de que la clase obre-ra que iba a ser, junto a los intelectuales, la que evi-denciase toda su fuerza, la debilidad del rgimen alla-n el camino al agravar su propia situacin debido ala bancarrota financiera.

    La guerra mundial oblig a gastar a Rusia ms decuarenta y siete mil millones de rubIos y de esta can-tidad slo algo menos de la dcima parte procedadel presupuesto ordinario, porque los prstamos deguerra (del interior y del exterior) alcanzaron la ci-fra de cuarenta y dos millones de rubIos. La infla-cin era terrible: en el verano de 1917 la circulacinfiduciaria era diez veces superior a la de 1914. Alestallar la revolucin el coste de la vida era siete ve-ces superior al de antes de la guerra mundial. A lo

    largo del 1916 estallaron frecuentes huelgas y dis-turbios en Petrogrado(2), Mosc y otros centros in-dustriales. Si la posteridad reniega de esta revolu-cin renegar de nosotros por haber sido incapacesde evitarlo haciendo nosotros una revolucin desdearriba. As es como Maklkov (uno de los lderesde la burguesa liberal) resuma la actitud de la cor-te, del gobierno y tambin de la clase media liberalen vsperas del alzamiento. Bien es cierto que la opo-sicin liberal y semiliberal de la Duma previ la tor-menta que se avecinaba.

    En agosto de 1915, tras unas derrotas militares quecostaron a Rusia tres millones y medio de hombres yque le supusieron la prdida de Galitzia y Polonia, elbloque que formaban la oposicin en la Duma fue

    ganando fuerza y adeptos. Este bloque englobaba alos demcratas constitucionalistas dirigidos por P.N. Miliukov y por el prncipe G. E. Lvov; losoctubristas (dirigidos por A. I. Guchkov), es decir,los conservadores que haban abandonado la peti-cin de que se formase un gobierno constitucional yque se haban reconciliado con la autocracia, y ungrupo de nacionalistas de extrema derecha cuyo por-tavoz era V. V. Shulgin.

    Este bloque, que ya hemos dicho que iba ganandofuerza progresivamente, se enfrentaba al zar (aun-que con cierta timidez) pidiendo la formacin de ungobierno que disfrutase de la confianza del pas .Esta frmula ni siquiera implicaba que el nuevo go-bierno tuviese que rendir cuentas ante la Duma por-que el bloque no peda al zar que cediese parte desus poderes autocrticos sino simplemente que los

    hiciese ms digeribles. La principal preocupacin delos progresistas era el destino de la guerra. Los lde-res de la oposicin estaban alarmados por el de-rrotismo que reinaba en la corte, Adems haba am-plios sectores que crean que el zar estaba dispuestoa buscar la paz separada con Alemania. La camarillade Rasputn, cuyo poder proceda de la mstica ad-miracin de la zarina por aquel analfabeto ylincencioso monje siberiano, era la ms sospechosade propagar el derrotismo. Los lderes del bloqueprogresista estaban unidos en la determinacin de

    proseguir la guerra y, en esto, se vean alentados porlos delegados de las potencias occidentales en la ca-pital rusa. No faltaban conatos de oposicin en elmando supremo. El general Brussilov, comandanteen jefe, maniobraba de una forma un tanto confusa.Una conspiracin dirigida contra el zar fue atribuidaa otro militar de alto rango: el general Krymov.

    El zar segua obstinado en no hacer concesin algu-na. Los cortesanos intentaron por todos los mediosapearle de su actitud para evitar la arribada de un

    Necker o un Turgot rusos que abriesen las compuer-tas a la revolucin. Del 3 al 16 de septiembre de 1915el zar decret la temporal dispersin de la Duma;nombr un nuevo gobierno pero lo hizo exclusiva-mente para humillar al bloque progresista y a la opo-sicin en general. A cada nueva reorganizacin mi-nisterial accedan al poder individuos tenebrosos queno hacan ms que cargar, ms de lo que estaba, laatmsfera derrotista. En dos aos de guerra, Rusiatuvo cuatro primeros ministros, seis ministros delInterior, tres ministros de Asuntos Exteriores y tresministros de Defensa.

    Llegaban uno tras otro..escriba Miliukov, histo-riador de la revolucin- y pasaban como sombrasdejando paso a gente que no era ms que... protegi-

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    dos de la camarilla de la corte. A finales de 1916 laDuma volvi a reunirse y los lderes del bloque pro-gresista expresaron abiertamente no ya sus temoressino su alarma. En una filpica de Miliukov, en laque por primera vez denunciaba... pblicamente a lapropia zarina, blandi contra el gobierno su agresivapregunta: Qu es esto, traicin o estupidez? Perola respuesta del zar fue la de costumbre: no dejarhablar a nadie y disolver la Duma. Las compuertasse cerraron hermticamente ante el ro de la revolu-cin con el resultado de que el nivel de las aguasrevolucionarias iba creciendo hasta que lleg a unpunto en que desbord todas las barreras para ane-gar la vieja monarqua de los Romanov.

    La futilidad de todos los intentos para inducir. al zara cambiar de actitud se vio subrayada por el asesina-to de Rasputn, el genio maligno de la corte, en la

    noche del 17/30 al 18/31 de diciembre de 1916. Elmonje sagrado fue asesinado por el prncipeYussupov, un pariente del zar, en presencia de otroscortesanos. Aquel acontecimiento demostr a todoel pas la realidad de las disensiones en el seno de laclase gobernante (lo que en realidad pretendan losasesinos de Rasputn era acabar con la faccin pro-germana de la corte). Durante algn tiempo se alen-taron esperanzas de un cambio en los mtodos delgobierno pero stas no tardaron en verse defraudadas.

    El zar y la zarina, resentidos por el asesinato de susagrado amigo, se aferraron an con mayor obsti-nacin a sus mtodos tradicionales. El comportamien-to de ambos sirvi de leccin (una leccin que elpueblo asimil perfectamente) en el sentido de queel derrocamiento de una camarilla cortesana no bas-taba para hacer posibles los cambios que todos de-seaban; aprendieron que la situacin que provocabalas reivindicaciones del pueblo estaba encarnada enel propio zar y ms concreta y ampliamente en todoel orden constitucional monrquico. Paralelamente

    a estos acontecimientos el pas se suma cada vezms profundamente en el caos: derrotas en el campode batalla, hambre en el pueblo, fraudes y orgas enla corte y una interminable serie de movilizaciones.Todo ello irrit al pueblo, que se mostraba cada vezms inquieto.

    El gobierno -escribi Trotsky- pretenda evitar supropio hundimiento con continuas movilizaciones ydar a los aliados toda la carne de can que necesita-sen. Unos quince millones de hombres fueron movi-lizados para cubrir... todos los puntos estratgicos yobligados a pasar por toda suerte de calamidades.Porque s aquellas masas debilitadas no eran en elfrente ms que una fuerza imaginaria, en el interiordel pas eran una poderosa fuerza de erosin. Se con-

    tabilizaron unos veinticinco millones entre muertos,heridos y prisioneros. El nmero de desertores fueenorme. En julio de 1915 los ministros parecan con-tratarse a s mismos como plaideras: iPobre Rusia!, incluso su ejrcito, que en el pasado atron el mun-do con sus victorias...se ha convertido en una masade cobardes y desertores.

    Y, sin embargo, cuando estall la revolucin casinadie le atribuy el carcter decisivamente histricoque iba a tener. Al igual que ocurriera con la Revolu-cin francesa, la sovitica fue tomada al principiopor una simple sublevacin y no slo por el zar, porla corte y por la oposicin liberal, sino por los pro-pios revolucionarios.

    Todo el mundo se vio desbordado por la. fuerza in-trnseca de los acontecimientos. El zar continu con

    su tctica de esgrimir amenazas hasta el mismo mo-mento de su abdicacin. Los lderes octubristas pre-sionaban, como mximo, en favor de un cambio mi-nisterial cuando era el propio zar la persona y el sm-bolo que resultaba inaceptable para el pas; despusexhortaron al zar que abdicase en favor de su hijo ode su hermano cuando era toda la dinasta Romanovlo que el pueblo rechazaba y cuando la repblica eraya un hecho consumado.

    Por otra parte, el grupo clandestino que aglutinaba

    el socialismo (bolcheviques, mencheviques y social-revolucionarios) crea ser testigo de una serie de bro-tes revolucionarios cuando stos culminaron en ma-nifestaciones y en una huelga general. Todos ellosse mostraban profundamente preocupados por la re-accin de las fuerzas armadas, que podan sabotearla huelga general en lugar de unrseles y cuando seencontraron con el poder en las manos, no vean muyclaro cul iba a ser en definitiva el resultado real dela lucha. Despus, la preocupacin de los revolucio-narios se centr en ver dnde y en qu nombres con-

    cretos deban delegar las mximas responsabilida-des. No cabe duda de que los propios revoluciona-rios estaban an hipnotizados por la potencia del viejorgimen que se haba desintegrado hasta llegar alcolapso total.

    Esta fue, muy resumida, la secuencia de los aconte-cimientos. El 23 de febrero (8 de marzo) gran partede los obreros de Petrogrado fueron a la huelga. Lasamas de casa salieron a la calle a participar en mani-festaciones (coincidiendo con el da internacional dela mujer). La gente asalt varias panaderas pero, enrealidad, los disturbios no tuvieron, graves conse-cuencias. Al da siguiente prosigui la huelga. Losmanifestantes, tras conseguir romper los cordonesde la polica, llegaron al centro de la ciudad protes-

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    tando de hambre, debida fundamentalmente a la fal-ta de pan y antes de ser dispersados, los gritos deiAbajo la autocracia!, atronaron las calles.

    El 25 de febrero (10 de marzo) todas las fbricas yestablecimientos industriales de la capital quedaronparalizados. En los barrios de la periferia los obre-ros desarmaron a la polica. Para reprimir a lossediciosos fueron enviadas de su cuartel general tro-pas militares; hubo algunos encuentros, pero, engeneral, los soldados evitaron disparar contra losobreros. Los cosacos, que haban tenido una partici-pacin tan importante en la represin de la revolu-cin de 1905, decidieron apoyar a los manifestantescontra la polica. Al da siguiente el zar dio la ordende disolver la Duma. Los lderes de la Duma se mos-traban an temerosos de desafiar la autoridad del zary decidieron no convocarla clandestinamente pero

    hicieron que los diputados no abandonasen la capi-tal. Entre estos diputados se form un comit parano perder el contacto corporativo con los aconte-cimientos. Aquel mismo da el zar orden al generalque estaba al mando de la guarnicin de Petrogradoque aplastase el movimiento revolucionario. En mu-chos puntos los jefes militares ordenaron a los sol-dados que disparasen contra la multitud. Por la tardetoda la guarnicin daba muestras de gran nerviosis-mo; los soldados celebraron asambleas en sus cuar-teles para decidir s deban obedecer la orden de dis-

    parar contra los obreros desarmados.

    El 27 de febrero (12 de marzo) fue el da decisivo.Nuevas secciones de la guarnicin se unieron a larevolucin. Los soldados compartieron sus armas ysus municiones con los obreros. La polica decididesaparecer de la calle y la marea revolucionariaadquiri tal mpetu que, por la tarde, el gobierno es-taba completamente aislado, no le quedaba ms re-fugio que el Palacio de Invierno y el edificio del al-mirantazgo.

    Los ministros todava albergaban la esperanza deaplastar la revolucin con la ayuda de las tropas queel zar haba ordenado venir desde el frente dePetrogrado. A ltima hora de la tarde los lderes delos comits huelgusticos, delegados de las fbricas,designados por eleccin, y representantes de los par-tidos de ideario socialista se reunieron para formarel consejo de delegados de los trabajadores (el so-viet). A la maana del da siguiente qued perfecta-mente claro que las tropas del frente de Petrogradono iban a salvar al gobierno, sencillamente porquelos ferroviarios se haban encargado de interrumpirlos transportes militares desde ese frente.

    La guarnicin de la capital estaba totalmente revo-

    lucionada. Los regimientos eligiran unos delega-dos que pronto seran admitidos como miembros delsoviet que cambi su nombre adoptando el de con-sejo de los delegados de los obreros y soldados. Elsoviet, al que obreros y soldados prestaban una obe-diencia completa, era entonces el nico poder realque exista en el pas. Se decidi formar una miliciaobrera, cuidar del aprovisionamiento de la capital yordenar que se restableciese la normalidad en losferrocarriles siempre que no afectase a la estrategiamilitar. Los ms exaltados asaltaron la fortaleza deSchlsselburg (la Bastilla rusa) y liberaron a los pre-sos polticos. Los ministros zaristas fueron arrestados.

    Ante la realidad de los hechos consumados, ante larealidad de la revolucin triunfante y de la fuerzacon que el soviet asa las riendas del poder, el comitde la Duma que hasta entonces no se haba atrevido

    a desairar la autoridad de zar tuvo que admitir la for-macin de un nuevo gobierno. El 10 de marzo (14 demarzo) se acord la formacin de un gobierno pro-visional presidido por el prncipe Lvov, que incluaa los octubristas, pero no a los representantes de lospartidos de ideario socialista.Solamente Kerensky estaba en la lista ministerial,para la cartera de Justicia, pero Kerensky fue pro-puesto para el cargo en consideracin a sus aptitu-des personales pero no como representante de unpartido. El da de su formacin, el gobierno provi-

    sional envi a Guchkov y a Shulgin al zar para per-suadirle de que abdicase en favor del zarevichAlexi. El zar no opuso resistencia pero decidi abdi-car en favor de su hermano el gran duque Mijhail yno en favor de su hijo. El 2 (15) de marzo firm laabdicacin. Entre tanto, Milukov, que era ministrode Asuntos Exteriores del gobierno provisional, anun-ci pblicamente la abdicacin antes de conocer si-quiera las condiciones y detalles. Dijo en un discur-so dirigido a los oficiales del ejrcito, que el zar se-ra sucedido por su hijo y que hasta que el sucesor

    alcanzase la mayora de edad el gran duque Mijhailgobernara en calidad de regente. Los oficiales re-unidos con ocasin del discurso dijeron que no esta-ban dispuestos a volver a sus respectivos destinos amenos que el anuncio de la regencia fuese retirado.En el soviet, Kerensky ya haba hablado en favor deuna repblica y sus palabras haban sido acogidascon clamorosas ovaciones. El gobierno provisionalse encontraba dividido y ministros monrquicos yrepublicanos expusieron las respectivas posicionesal gran duque Mijhail.

    Milukov urga al gran duque para que aceptase lasucesin mientras Rodzianko, presidente de la Duma,y Kerensky aconsejaban la abdicacin. El gran du-que se resign, pero el gobierno provisional era in-

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    capaz de pronunciarse de una forma decidida por lasfrmulas republicana o monrquica y decidi dejarel problema en el aire hasta que se reuniese una asam-blea constituyente. Desde el instante mismo de suformacin, el gobierno provisional y el soviet dePetrogrado quedaron enfrentados como autnticosrivales. El soviet no tena ningn ttulo legal en elque apoyar su autoridad sino que representaba lanueva legalidad dimanante de las fuerzas que habanhecho triunfar la revolucin. Es decir, los obreros ylos soldados en unin de los intelectuales.

    El gobierno provisional se vea respaldado por lasclases media y acomodada. Pero sus ttulos lega-les eran tambin dudosos. Es cierto que el zar firmun decreto por el cual se nombraba al prncipe Lvovcomo Primer Ministro, pero los historiadores no es-tn seguros de si firm antes o despus de la abdica-

    cin. En la confusin de aquellos das preados deacontecimientos los lderes del nuevo gobierno pa-recieron olvidar las bondades de los procedimien-tos constitucionales y es posible que el zar sanciona-se la formacin del gobierno del prncipe Lvov enun momento en el que, legalmente, su sancin notena validez. Sea como fuere, el caso es que la revo-lucin elimin al zar en cuanto fuente legal de po-der. El gobierno provisional representaba a la ltimaDuma que, como sabemos, haba sido disuelta por elzar antes de su abdicacin. La Duma haba sido ele-

    gida sobre la base de una ley electoral resultante delgolpe de estado de Stolypin del 3 (16) de julio de1907 que le daba una palmaria falta derepresentatividad. Esta circunstancia explica la im-popularidad de la Duma en 1917 y su consiguienteeclipse. Pero la principal debilidad del gobierno pro-visional era su incapacidad para ejercer el poder demanera efectiva. Las clases medias a las que repre-sentaba se hallaban presas del pnico y polticamentedesorganizadas y por lo tanto nada tena que hacerfrente a los obreros armados en unin del ejrcito re-

    belde. El gobierno provisional slo poda, por lo tan-to, ejercer sus funciones si el soviet de Petrogrado ylos soviets de provincias colaboraban. Pero los objeti-vos de unos y otros eran muy distintos. Los ministrosms influyentes -Lvov, Milukov, Guchkov- confiabanen la restauracin de una monarqua constitucional;albergaban la esperanza de que remitiese la marea re-volucionaria y estaban dispuestos a hacer todo lo po-sible para que as fuese; estaban, en definitiva, dis-puestos a volver a imponer a los obreros la vieja dis-ciplina industrial y a evitar la reforma agraria.

    Finalmente se decidieron a continuar la guerra conla esperanza de que la victoria dara a Rusia el con-trol de los Dardanelos y de los Balcanes segn loprometido en el secreto tratado de Londres (1915).

    Ninguno de estos objetivos poda ser abandonadosin provocar la indignacin popular.

    Los soviets, por otra parte, no se apoyaban solamen-te en la clase obrera (porque, por ejemplo, enPetrogrado contaron con la guarnicin militar). Gra-cias a sus procedimientos de representacin estabanen estrecho contacto con las masas y en una situa-cin idnea para reaccionar de acuerdo con la tem-peratura de las mismas. Los miembros de cualquie-ra de los soviets salan mediante eleccin de la masaobrera de las fbricas y el sistema se aplicaba asi-mismo en todos los cuerpos militares. Pero los dipu-tados no se elegan para un perodo determinado y elelectorado poda repudiar a cualquier responsableelegido s no estaba de acuerdo con su gestin y ele-gir a otro en su lugar. Aqu radica una de las innova-ciones introducidas por los soviticos en los siste-

    mas electorales; una innovacin que ms tarde se-guiran aplicando en la prctica aunque no estuvieseconstitucionalmente definida. Como mecanismorepresentativo, los soviets tenan una base restringi-da en los parlamentos elegidos por sufragio univer-sal: eran por definicin organismos de clase, su sis-tema de eleccin exclua cualquier representacin porparte de la alta y media burguesa. Por otra parte, lossoviets de 1917 representaban a sus electores de for-ma mucho ms directa que cualquier otra institu-cin parlamentaria. Los diputados permanecan bajo

    el constante y vigilante control del electorado y mu-chas veces depuestos. As pues, se modificaba cons-tantemente imposicin de los soviets de las fbricas,de los regimientos y de las organizaciones agrcolas.Adems, como los votos no representaban divisio-nes administrativas sino unidades productivas o mi-litares, su capacidad :de accin revolucionaria eraenorme.

    Tenan el mismo poder que gigantescos comits deagitacin que impartan rdenes a los obreros de las

    fbricas, de las estaciones de ferrocarril, de los ser-vicios municipales, etc. Los diputados eran legisla-dores sui generis, a la vez ejecutivos y comisarios.La vieja divisin entre las funciones legislativas ylas ejecutivas desapareci. Hacia el final de la revo-lucin de febrero (marzo) el soviet de Petrogrado seconvirti en el organismo dirigente de la revolucin.Ocho meses despus volvera a desempear el mis-mo papel.

    Y, sin embargo, tras los acontecimientos de febrero(marzo) el soviet, ms que impulsar la marea revolu-cionaria, se vio arrastrado por ella. Sus dirigentes seencontraban ante el panorama de su propio poder yel temor a usar del mismo. El 2 (15) de marzo elsoviet de Petrogrado decret la famosa orden n 1.

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    En virtud de la misma los representantes de los sol-dados eran admitidos en el soviets, se peda a lossoldados que eligiesen sus comits; se les permitaparticipar en las______________

    (1) Durante la guerra mundial San Petersburgo fuerebautizada con el nombre de Petrogrado.(2) Un desjatine equivale a 1,O9 hectreas.

    o O o

    - 3 -LOS DILEMAS MORALES DE LENIN

    Lenin evocaba a menudo los ejemplos de Cromwelly Robespierre, y defina el papel del bolcheviquecomo el de un jacobino moderno, que acta en es-trecho contacto con la clase obrera, como agente re-volucionarlo suyo. Sin embargo, a diferencia de losdirigentes jacobinos y puritanos, Lenin no fue un mo-ralista. Evocaba a Robespierre y a Cromwell comohombres de accin y como maestros de estrategiarevolucionaria; no como idelogos. Recordaba queincluso como dirigentes de revoluciones burguesas,Robespierre y Cromwell estuvieron en conflicto con

    la burguesa, que no comprenda siquiera las necesi-dades de la sociedad burguesa, y que tuvieron querecurrir a las clases inferiores, al pueblo bajo, a losartesanos y a las plebes urbanas. De la experienciapuritana y jacobina Lenin sac tambin la leccin deque es algo natural a la revolucin excederse a s mis-ma para realizar su tarea histrica: los revoluciona-rios, por regla general, se proponan algo que en supoca era inalcanzable para garantizar lo que s lo era.

    Pero, mientras que puritanos y jacobinos eran guia-

    dos en sus conciencias por absolutos morales,Cromwell por la palabra de Dios y Robespierrepor una idea metafsica de virtud, Lenin se neg aatribuir validez absoluta a ningn principio o normatica. No aceptaba ninguna moralidad suprahistrica,ningn imperativo categrico, fuera ste religioso osecular. Al igual que Marx, consideraba las ideas ti-cas del hombre como parte de su consciencia social,la cual es frecuentemente una falsa consciencia, querefleja y vela, transfigura y glorifica, determinadasnecesidades sociales, determinados intereses de cla-ses y determinadas exigencias de la autoridad.

    Por consiguiente, Lenin se enfrentaba a las cuestio-nes de moral dentro de un espritu de relativismo his-trico. Pero sera un error confundir esto con la indi-

    ferencia moral. Lenin fue un hombre de principios,y sobre la base de estos principios actu con unaentrega extraordinaria y desinteresada y con intensapasin moral. Creo que fue Bujarin el primero endecir que la filosofa leninista del determinismo his-trico tiene en comn con la doctrina puritana de lapredestinacin que, en vez de adormecer el sentidode la responsabilidad moral personal, lo refuerza.

    Cromwell y Robespierre se convirtieron en revolu-cionarios cuando les arrastr la corriente de la revo-lucin real; ninguno de los dos haba decidido, alcomienzo de sus carreras, trabajar por el derroca-miento del sistema de gobierno establecido. Lenin,por el contrario, emprendi deliberadamente el ca-mino del revolucionario ms de un cuarto de sigloantes de 1917. Solamente estuvo en el poder seis aosde los treinta que dur su actividad poltica: durante

    veinticuatro aos fue un proscrito, un luchador ocul-to, un preso poltico y un exiliado. Durante esos vein-ticuatro aos no esper ms recompensa por su lu-cha que la satisfaccin moral. Incluso en enero de1917 dijo, en una reunin pblica, que l y los hom-bres de su generacin probablemente no viviran losuficiente para ver el triunfo de la revolucin enRusia. Qu es, pues, lo que le dio a Lenin, un hom-bre poltico genial pero tambin de extraordinariacapacidad en muchos otros campos, la fuerza moralnecesaria para condenarse a s mismo a la persecu-

    cin y a la penuria al servicio de una causa cuya vic-toria ni siquiera esperaba ver?

    Fue el viejo sueo de la libertad humana. l, el msrealista de los revolucionarios, acostumbraba a de-cir que es imposible ser un revolucionario sin ser unsoador y sin tener una vena de romanticismo. Elaumento de la libertad humana implicaba para l, enprimer lugar, la liberacin de Rusia del zarismo y deun modo de vida arraigado en la antigua servidum-bre. Implicaba finalmente la liberacin de la socie-

    dad en general de la menos evidente pero no menosreal dominacin del hombre por el hombre, inheren-te al predominio de la propiedad burguesa. Vea, enla contradiccin entre el carcter social de la pro-duccin moderna y el carcter antisocial de la pro-piedad burguesa la pr incipal fuente de eseirracionalismo que condena a la sociedad moderna alas crisis y guerras peridicas, y que hace imposibleque la humanidad empiece a ser duea de su propiodestino Si para MiIton los ingleses fieles al rey noeran hombres libres, para Lenin la fidelidad a la so-ciedad burguesa y a sus formas de propiedad eraigualmente la esclavitud moral. Para l solamenteera moral la accin que aceleraba el final del ordenburgus y la implantacin de la dictadura del prole-tariado; crea que nicamente semejante dictadura

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    abrira camino a una sociedad sin clases y sin Estado.

    Lenin fue consciente de la contradiccin inherente aesta actitud. Su ideal era una sociedad libre del do-minio de clase y de la autoridad estatal, pero, de modoinmediato, trataba de implantar la supremaca de unaclase, la clase obrera, y de fundar un nuevo Estado,la dictadura del proletariado. Trataba de resolver estedilema insistiendo en que, a diferencia de los demsEstados, la dictadura del proletariado no necesitaramquina gubernamental opresora alguna: no seranecesaria una burocracia privilegiada que, por reglageneral, se separa del pueblo, se eleva por encimade l y se opone a l. En su obra EI Estado y laRevolucin, que escribi en vsperas de la toma delpoder por los bolcheviques, describi la dictaduradel proletariado como una especie de para-Estado,un Estado constituido por el pueblo armado, y no

    por una burocracia; un Estado que se disolveraprogresivamente en Ia sociedad y que preparara supropia extincin.

    Aqu, en esta concepcin, y en su conflicto con lasrealidades de la revolucin rusa, estuvo la fuente dela nica crisis moral verdaderamente grande y aplas-tante que conoci Lenin: la crisis del final de su vida.A menudo haba tenido que afrontar graves dilemas,que someter sus ideas a la prueba de la experiencia,que revisarlas, volver sobre sus pasos, reconocer la

    derrota y lo que era ms difcil admitir el error;conoci momentos de vacilacin, de angustia e in-cluso de derrumbamiento nervioso, pues al Lenin realno al Lenin de la iconografa sovitica nadahumano le era ajeno. Padeci las ms graves tensio-nes nerviosas, siempre que tuvo que enfrentarse asus antiguos amigos como enemigos polticos. Nisiquiera al final de su vida super el dolor que lehaba causado su ruptura con Martov, el dirigente delos mencheviques. Le afect profundamente el com-portamiento de los dirigentes de la Internacional

    Socialista en 1914, al estallar la Primera GuerraMundial, cuando decidi romper con ellos comotraidores al socialismo. Pero en ninguno de estosy otros acontecimientos polticos importantes expe-riment nada parecido a una crisis moral.

    Permtaseme dar otros dos ejemplos: en 1917 se ha-ba comprometido a convocar y apoyar la AsambleaConstituyente. A comienzos de 1918 la convoc y ladisolvi. Pero este acto no le ocasion remordimien-tos. Deba su fidelidad a la Revolucin de Octubre ya los soviets, y cuando la Asamblea Constituyenteadopt una actitud de irreductible oposicin a am-bos, orden su disolucin casi con humorstica ecua-nimidad. Tambin en 1917 se haba comprometido as mismo y a su partido a luchar por la revolucin

    mundial e incluso a apoyar una guerra revoluciona-ria contra la Alemania de los Hohenzollern. Pero acomienzos de 1918, en Brest Litovsk, lleg a unacuerdo con el gobierno del Kaiser y firm con luna paz vergonzosa, como la calific l mismo.Pero no crey haber roto su compromiso: estaba con-vencido de que al firmar la paz se aseguraba un res-piro a la revolucin rusa, y de que esto era, por elmomento, el mejor servicio que poda hacer a la re-volucin mundial.

    En esta situacin, y en otras parecidas, sostuvo querculer pour mieux sauter era una mxima slida.No vea nada deshonroso en el comportamiento deun revolucionario que siempre que el revolucionarioreconozca su retirada como una retirada y no se larepresente equivocadamente como un progreso. Esto,incidentalmente, es una de Ias importantes diferen-

    cias existentes entre Lenin y Stalin, y se trata de unadiferencia moral: la diferencia entre la veracidad yla mendacidad burocrtica, deseosa de hacer mri-tos. Precisamente cuando tena que rendirse a lasconveniencias y actuar de manera oportunista eracuando Lenin estaba ms ansioso de preservar el sen-tido de la orientacin de su partido, y conservabauna consciencia clara del objetivo por el cual estabaluchando. Haba educado a su partido en un entu-siasmo tan ardiente y en una disciplina tan severacomo entusiastas y disciplinados eran los soldados

    de Cromwell. Pero tambin estaba en guardia contralos excesos de entusiasmo que ms de una vez ha-ban conducido a los partidos revolucionarios a lasquijotadas y a la derrota.

    Guiado por este severo realismo, Lenin estuvo dedi-cado despus, durante cinco aos, a la construccindel Estado sovitico. La mquina administrativa quecre tena poco en comn con el modelo ideal quehaba soado en El Estado y la Revolucin. Nacie-ron un ejrcito poderoso y una polica poltica que

    estaba en todas partes. La nueva Administracinreabsorbi gran parte de la antigua burocracia zarista.Lejos de mezclarse con un pueblo en armas, elnuevo Estado, como el antiguo, estaba separado delpueblo y elevado por encima de l. A la cabeza delEstado se hallaba la Vieja Guardia del partido, lossantos bolcheviques de Lenin. Cobr forma el siste-ma del partido nico. Lo que tena que haber sido unsimple para-Estado fue de hecho un super-Estado.

    Lenin no poda ser inconsciente de esto. Pero, du-rante cinco aos, tuvo o pareci tener la concienciatranquila, indudablemente porque se haba retiradode su posicin bajo la presin abrumadora de las cir-cunstancias. La Rusia revolucionaria no poda so-brevivir sin un Estado fuerte y centralizado. Un pue-

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    blo en armas no poda defenderla contra los Ejrci-tos Blancos y contra la intervencin extranjera: paraeIlo era necesario un ejrcito centralizado y altamentedisciplinado. La Cheka, la nueva polica poltica sostena, era indispensable para la eliminacin dela contrarrevolucin. Era imposible superar la de-vastacin, el caos y la desintegracin social subsi-guientes a la guerra civil con los mtodos de unademocracia de los trabajadores. La propia clase obre-ra estaba dispersada, agotada, aptica y desmorali-zada. La nacin no poda regenerarse por s misma,desde abajo, Lenin crea que era necesaria una manofuerte para guiarla desde arriba, a lo largo de unapenosa era de transicin cuya duracin era imposi-ble predecir. Esta conviccin le dio lo que parecaser una inquebrantable confianza moral en la orien-tacin adoptada.

    Luego, como de repente, su confianza se derrumb.El proceso de construccin del Estado estaba ya muyavanzado, y l mismo prximo a finalizar su vidaactiva, cuando fue asaltado por agudas dudas, por eltemor y por la alarma. Comprendi que haba idodemasiado lejos y que la nueva maquinaria de poderse estaba convirtiendo en una burla de sus princi-pios. Se sinti alienado del Estado que l mismo ha-ba construido. En un Congreso del Partido, en abrilde 1922, el ltimo al que asisti, expres agudamen-te esta sensacin de enajenacin. Dijo que haba te-

    nido a menudo la sensacin de un conductor cuandode repente se da cuenta de que su vehculo no semueve en la direccin en que la gua. Poderosasfuerzas declar han alejado al Estado soviticode su camino propio. Al principio hizo esta obser-vacin como si fuera incidental, en un aparte, perola sensacin que haba por debajo se apoder de lhasta que le domin completamente. Estaba ya en-fermo y padeca de perodos de parlisis esclertica,pero su mente funcionaba todava con implacableclaridad. En los intervalos de los ataques de enfer-

    medad, luch desesperadamente para hacer que elvehculo del Estado se moviera en la direccin co-rrecta. Fracas una y otra vez. Los fracasos le con-fundieron. Rumiaba las razones de ellos una y otravez. Empez a sucumbir a una sensacin de culpabi-lidad y, finalmente, se hall en la agona de una cri-sis moral, crisis que era tanto ms cruel cuanto queagravaba su mortal enfermedad y era agravada porella. Se preguntaba qu era lo que estaba transfor-mando la Repblica de los Trabajadores en un opre-sor estado burocrtico. Repasaba repetidamente losfamiliares factores bsicos de la situacin: el aisla-miento de la revolucin, la pobreza, la ruina y el atra-so de Rusia, el individualismo anrquico del campe-sinado, la debilidad y la desmoralizacin de la claseobrera, etc.

    Pero algo distinto le golpe entonces con gran fuer-za. Cuando observaba a sus compaeros, seguidoresy discpulos -aquellos revolucionarios convertidosen gobernantes-, su comportamiento y sus mtodosde gobierno le recordaban, cada vez ms, el compor-tamiento y los mtodos de la antigua burocraciazarista. Pensaba en aquellos ejemplos de la historiaen que una nacin conquista a otra pero luego, si lanacin derrotada representa una civilizacin supe-rior impone su propio modo de vida y su propia cul-tura a los conquistadores, derrotndolos espiritual-mente. Concluy que algo parecido poda ocurrir enla lucha entre las clases sociales: el derrotado zarismoestaba imponiendo, de hecho, sus propios patrones ymtodos a su partido. Fue irritante admitirlo, pero loadmiti: el zarismo estaba conquistando espiritual-mente a los bolcheviques porque los bolcheviqueseran incluso menos civilizados que la burocracia del

    zar.

    Habiendo conseguido esta profunda y despiadadavisin de lo que estaba ocurriendo, observ a susseguidores y discpulos con creciente desnimo. Pen-saba cada vez con mayor frecuencia en losdzierzhymordas de la antigua Rusia, en los gendarmesy dirigentes del antiguo Estado policaco, en los opre-sores de las minoras nacionales, etc. No se senta-ban ahora, como si hubieran resucitado, en elPolitbur Bolchevique? En este estado de nimo es-

    cribi su testamento, en el que deca que Stalin ha-ba reunido ya demasiado poder en sus manos y queel partido hara bien en separarle del cargo de secre-tario general. En esta poca, hacia finales de 1922,Stalin estaba patrocinando una nueva constitucinque privaba a las minoras nacionales de muchos delos derechos que hasta entonces se les haban garan-tizado y que, en cierto sentido, restableca la Rusiauna e indivisible de antao al conceder poderes casiilimitados al Gobierno central de Mosc. Al mismotiempo, Stalin y Dzerzhinsky, el jefe de la polica

    poltica, se dedicaban a una brutal eliminacin de laoposicin en Georgia y en Ucrania.

    En su lecho de enfermo, mientras luchaba con suparlisis, Lenin decidi hablar y denunciar a losdzierzhymorda, a los fanfarrones brutales que ennombre de la revolucin y del socialismo hacan re-vivir la antigua opresin. Pero Lenin no se exoner as mismo de su responsabilidad; era presa del remor-dimiento, que extingua la dbil llama de vida que lequedaba pero que tambin le daba la fuerza necesa-ria para realizar un acto extraordinario. Decidi nolimitarse a denunciar a Stalin y Dzerzhinsky, sinoconfesar tambin su propia culpa.

    El 30 de diciembre de 1922, engaando a sus mdi-

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    cos y enfermeras, empez a dictar notas sobre la po-ltica sovitica para con las pequeas nacionalida-des, notas que pretendan ser un mensaje al prximoCongreso del Partido. Soy, al parecer, fuertementeculpable ante los trabajadores de Rusia; tales fue-ron sus palabras iniciales. Unas palabras que difcil-mente pronunciara un gobernante, y palabras queStalin elimin posteriormente y que Rusia leera porvez primera treinta y tres aos ms tarde, despusdel XX Congreso. Lenin se senta culpable ante laclase obrera de su pas porque deca no habaactuado con suficiente decisin y lo bastante prontocontra Stalin y Dzerzhinsky, contra su chauvinismogranruso, contra la supresin de los derechos de laspequeas nacionalidades y contra la nueva opresin,en Rusia, de los dbiles por los fuertes. Ahora vea -continuaba- en qu pantano de opresin haba idoa parar el Partido Bolchevique: Rusia era gobernada

    nuevamente por la antigua administracin zarista, ala que los bolcheviques solamente hablan dado undisfraz sovitico, y nuevamente las minoras nacio-nales quedaban expuestas a la irrupcin de ese au-tntico ruso, el chauvinista panruso, que es esencial-mente un canalla y un opresor como el tpico bur-crata ruso..

    Este mensaje tuvo que ser ocultado al pueblo sovi-tico durante treinta y tres aos. Pero creo que en es-tas palabras: Soy, al parecer, fuertemente culpable

    ante los trabajadores de Rusia en su capacidadpara pronunciar estas palabras, reside una parteesencial de la grandeza moral de Lenin.

    ____________________1. The Listener, 5 de febrero de 1959 (captuloextrado de la obra Ironas de de la historia, Ed. Pe-nnsula, Barcelona, 1969, tr. Juan Ramn Capella) .

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    Trotsky en el nadir*

    El Diario en el exilio I de Trotsky, publicado ahorapor vez primera, fue descubierto en una maleta ol-vidada en su casa de Mxico doce aos despus desu asesinato. Lo escribi en Francia y Noruega en1935. No es, como pretenden sus editores, el nicodiario que escribi. Entre sus escritos publicados einditos hay unos cuantos ms, redactados en po-cas diversas; resulta sorprendente que los albaceasliterarios de Trotsky estn tan mal informados acer-ca de su legado literario. Pero a pesar de que la pre-

    tensin de su carcter nico carece de fundamento,este diario es de excepcional inters como documentopoltico y humano: Trotsky raramente por no de-cir nunca- escribi sobre s mismo tan ntimamentey de un modo tan revelador como lo hace aqu.

    Soy especialmente consciente de que el diario noes una forma literaria de escribir -dice al empezar- preferira escribir en un peridico. Pero no tengoninguno a mi disposicin. Alejado de la accinpoltica, me veo obligado a recurrir a este sucedneode periodismo. No hay que tomar al pie de laletra esta poco prometedora introduccin. Hay aqumucho ms que un sucedneo de periodismo, puesTrotsky, en realidad, estaba mucho ms encariadocon esta particular forma literaria de lo que se cui-daba de admitir. Ciertamente, solo recurri a elladurante un momento de calma en su actividad polti-

    ca, pero ste seguramente era el nico momento enque poda permitirse la introspeccin.

    El momento de calma durante el cual escribi estediario fue, por muchas razones, su nadir. Haba gas-tado ya dos aos en Francia, gozando s sta fueraaqu la palabra acertada del precario asilo que elgobierno de Daladier le haba renuentemente conce-dido. Tena prohibido ir a Pars, y haba vivido deincgnito, vigilado por la polica, en diversos luga-res de las provincias. Su identidad fue descubierta

    una y otra vez, y, en medio de un alboroto periodsti-co, perseguido por muchedumbres de reporteros yfotgrafos, acosado por numerosos enemigos de de-recha y de izquierda, tena que escapar apresurada-mente del lugar de residencia, buscar otra y volver aasumir el incgnito hasta que el siguiente incidenteo la siguiente indiscrecin accidental le obligara aemprender el camino una vez ms. La amenaza deexpulsin de Francia penda sobre su cabeza. Tansolo porque ningn otro pas le permita la entradase le concedi permanecer, durante algn tiempo, en

    completo aislamiento en una pequea aldea de losAlpes, no lejos de Grenoble. Francia estaba precisa-mente entonces al borde del Frente Popular; losestalinistas ejercan sobre el Gobierno una presincreciente, y tena toda la razn para temer una de-portacin final, que solamente poda ser a una remo-ta colonia francesa como Madagascar .

    En la Unin Sovitica se atravesaba el momento decalma que precedi a las grandes purgas, en todaslas cuales habra de figurar como el principal malva-do. El affaire Kirov tena slo unos pocos meses.Zinviev y Kamnev estaban encarcelados nueva-mente y, a pesar de las repetidas retracciones, eranacusados de confabulacin con Trotsky, de activida-des contrarrevolucionarias, de traicin, etc.; el trots-

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    kismo serva de blanco a todos los fuegos. Inclusodesde lejos Trotsky adverta la creciente furia delterror desencadenado por Stalin, aunque todava des-conoca los hechos concretos. Su familia estaba yaafectada por l. Su primera mujer, AlexandraSokolovskaya, y sus dos yernos, haban sido o esta-ban siendo deportados a Siberia. Haba perdido ya asus dos hijas, Zina y Nina (Nina se haba suicidado);todos sus nietos hurfanos, salvo uno, se hallaban enRusia a la merced del destino. Finalmente le llega-ron noticias de Mosc, al principio ominosamentevagas, de dificultades de su hijo menor, Serguei, cien-tfico prometedor, que era declaradamente apolticoy no se hallaba implicado en la oposicin, pero queahora caa vctima de la venganza de Stalin. La tensaespera de noticias concretas sobre Serguei y la an-siedad de sus padres llenan muchas pginas de estediario.

    Por razones de otro orden, se trata para Trotsky deun perodo de aguda frustracin. Haba llegado aFrancia en 1933, despus de casi cinco aos de exi-lio en Turqua, con ambiciosos planes y ardientesesperanzas que ahora refluian. Haba confiado enpoder reanudar en Francia la actividad poltica a granescala. Tras el ascenso al poder de Hitler en1933 y lacatstrofe de la izquierda alemana catstrofe a laque haba contribuido mucho la poltica de Stalin yde la que Trotsky haba sido la desoda Casandra,

    llev adelante la llamada Cuarta Internacional. Spor experiencia personal cun grandes eran las espe-ranzas que depositaba en ella. El grupo de seguido-res suyos, al que en aquella poca perteneca yo, leadvirti en vano que se estaba embarcando en unaaventura intil. En realidad se convenci muy pron-to de que la Cuarta Internacional haba nacido antesde tiempo. A pesar de todo, Trotsky intent desespe-radamente insuflarle vida y precisamente acababa deaconsejar a sus seguidores que entraran en los Parti-dos Socialistas e intentaran desde all reclutar adhe-

    siones para la nueva internacional.En todo caso, la presencia de Trotsky en Francia nole facilitaba la actividad poltica. En los turbulentosacontecimientos de la ltima dcada anterior a laguerra, especialmente en los de fuera de la URSS, supapel era el del gran observador. Por la misma ra-zn -escribe- de que me toc en suerte participar engrandes acontecimientos mi pasado me impide aho-ra toda posibilidad de accin. Me veo reducido a in-terpretar los acontecimientos a tratar de prever sufuturo. Pero este pasado que le impeda toda posi-bilidad de accin no le permita tampoco permane-cer inactivo: l, el dirigente de la Revolucin deOctubre, el fundador del Ejrcito Rojo y el inspira-dor de la Internacional Comunista no poda confor-

    marse con el papel de observador.

    Si a todas estas circunstancias aadimos su persis-tente mala salud, y algo tan humanamente corrientecomo la crisis de la edad madura, por no hablar delas dificultades para ganarse la vida, nos haremosuna idea de su estado de nimo en esa poca. La fie-bre intermitente misteriosa que haba padecido du-rante trece aos le daba ahora brotes de grave embo-tamiento de inmovilidad. Pero aunque su estado detensin nerviosa era grave, mostraba todava unaenerga y una vitalidad asombrosas cuando aconte-cimientos crticos le hacan afrontar un desafo di-recto. En los intervalos tenda a sucumbir, de modoque no puede sorprender, a la hipocondra: daba vuel-tas a la idea de su avanzada edad y de la muerte.Tena slo cincuenta y cinco aos, pero recordaba eldicho de Lenin, o mejor, de Turgenev: Sabis cul

    es el peor vicio? Tener ms de cincuenta cinco aos.La revolucin es generalmente cosa de jvenes; ylos revolucionarios profesionales envejecen muchoms de prisa que los parlamentarios britnicos, porejemplo. Trotsky se conformaba tan poco al paso delos aos como a ser un observador.

    Presenta su muerte violenta a manos estalinianas.Stalin -observaba- dara ahora cualquier cosa porpoder revocar su decisin de deportarme. No hayduda de que recurrir a la accin terrorista en dos

    casos: si hay una amenaza de guerra o si su propiaposicin se deteriora gravemente. Naturalmente,puede haber tambin un tercer caso, y un cuarto...Veremos, y s no la vemos nosotros, otros la vern.Al mismo tiempo, empez a pensar en el suicidio,pero la idea solamente se hizo ms definida cincoaos despus, cuando fue a escribir su testamento.

    A pesar de que su energa estaba minada, no podavivir en un pas sin reaccionar ante los acontecimien-tos polticos del momento, y no poda reaccionar ms

    que con toda la fuerza de sus instintos de militante,con su poderosa pasin, su furor y su irona. Con-templaba las maniobras y las vacilaciones del na-ciente Frente Popular, estaba convencido de que fi-nalizara en un desastre y presenta claramente laFrancia de 1940. Expresaba sin inhibicin alguna sudesprecio por los dirigentes oficiales del movimien-to obrero europeo: Blum, Thorez, Vandervelde y losWebb. En algunas ocasiones haca caricaturas grfi-cas y devastadoras, una de las cuales sigue siendopunzante todava hoy: la de Paul-Henri Spaak, elfuturo secretario general de la OTAN, que en los aostreinta era algo as como un discpulo de Trotsky,diligente pero aprensivo, sumiso y asustado por elmaestro.

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    Sin embargo, lo principal de este diario no es porqu Trotsky tiene que decir sobre los acontecimien-tos o los personajes pblicos, o siquiera sobre litera-tura: de todo esto habl ms ampliamente y muchomejor en otros escritos. El diario es notable princi-palmente por las pginas que dedica al destino de sufamilia, unas pginas llenas de pathos trgico y dedignidad.

    La angustia de Trotsky por su hijo menor era de loms dolorosa porque tema que Serguei, en su ino-cencia poltica y en su indiferencia hacia la poltica,no fuera capaz de encajar el golpe que caa sobre l.Natalia Ivanovna, al conocer el encarcelamiento desu hijo, dijo: No le deportarn en ningn caso; letorturarn para conseguir algo de l y luego le des-truirn. La imagen del hijo torturado y confundidoasustaba a sus padres (en realidad, Serguei no fue

    tan confundido como crean que sera. Recientementehe hablado con una persona que ha pasado veintitrsaos en los campos de concentracin y crceles deStalin y que fue, segn cree, la ltima que compartiuna celda con Serguei. ste soport la prueba va-lientemente y, ante la muerte, no solamente se nega prestar un falso testimonio contra su padre sinoque se encontr unido a l por nuevos vnculos desolidaridad moral, aunque nunca fue trotskista).

    Trotsky, con sublime ternura, cuid a su esposa en

    su sufrimiento, recogi varios incidentes de su vidaen comn llevaban ya treinta y tres aos viviendojuntos y senta que deba fijar su imagen en un pa-pel. Lo hizo con no disimulada parcialidad, perocon verdad. Lo que dibuj fue en realidad la imagende la Niobe de nuestro tiempo, un autntico ejemplode las incontables y annimas madres martirizadasde nuestra poca, al igual que, a diferente nivel, AnneFrank lo es de los nios martirizados. NataliaIvanovna no fue para su marido un camarada polti-co de la clase que Krupskaia lo fue para Lenin; tena

    mucho menos espritu poltico y era menos activaque N. Krupskaia. A pesar que se interesa por lospequeos acontecimientos diarios de la poltica escribi Trotsky no suele reunirlos en una Imagencoherente. El amante esposo no puede expresar msclaramente sus dudas sobre el juicio poltico de sumujer. Pero esto no era lo importante: Cuando lapoltica va muy lejos y exige una reaccin completaprosigue Natalia siempre encuentra su armonainterna, la nota justa. Habla con frecuencia de esaarmona interna e, incidentalmente, la describe casisiempre cuando escucha msica. Seala con agrade-cimiento que nunca le dirige reproches por la des-gracia de su hijo, o que disimula su sufrimiento in-cluso para l. Por ltimo, relata lo siguiente:

    En lo que se refiere a los golpes que nos han cadoen suerte el otro da le recordaba a Natacha la vidadel arcipreste Avakuum (ste fue un rebelde contrala Ortodoxia griega del siglo XVII, que fue deporta-do dos veces antes de morir en la hoguera). El sacer-dote rebelde y su fiel esposa se encontraron enSiberia. Sus pies se hundan en la nieve y la pobremujer, agotada, se caa. Avakuum relata: Y lleguhasta ella que, pobre alma, empez a dirigirme re-proches diciendo: Hasta cundo, arcipreste, durareste sufrimiento?. Y yo dije: Markovna, hasta nues-tra misma muerte. Y ella, con un suspiro, respondi:Si es as, Petrovich, prosigamos nuestro camino.

    Lo mismo habra de ocurrir con Trotsky y NataliaIvanovna: el sufrimiento habra de durar hasta nues-tra misma muerte. Cinco aos despus, al escribirsu testamento, levant repetidamente la cabeza y vio

    a Natacha que se acerca a la ventana desde el patioy la abre ms, de modo que el aire entre mejor en micuarto; ella, en ese momento, le hizo pensar en labelleza de la vida y fij esta imagen suya en elltimo prrafo de su testamento. Ciertamente, no porazar narra Trotsky, entre fragmentos que se refierena Serguei, de manera inesperada y al parecer fueradel contexto, la historia de la ejecucin del zar y desu familia. En este momento de ansiedad y angustiapor sus propios hijos, vctimas inocentes de su con-flicto con Stalin, Trotsky pens, indudablemente, en

    esos otros nios sobre los cuales cay la culpa desus padres. Seala que no particip personalmenteen la decisin de ejecucin del zar; la decisin fuefundamentalmente de Lenin; y tambin que se asus-t al principio al saber el destino de la familia delzar. Pero no describe estas cosas para disociarse deLenin. Por el contrario, defiende desde hace dieci-siete aos la decisin de Lenin como necesaria y to-mada en inters de la defensa de la revolucin. Enmitad de la guerra civil, los bolcheviques no podandejar a los Ejrcitos Blancos, una bandera viva en

    torno a la cual unirse; los hijos del zar, dice, caye-ron vctimas de ese principio que constituye el ejede la monarqua: la sucesin dinstica. Si hubieraquedado vivo uno solo de ellos hubieran servido alos Blancos de bandera y de smbolo. La conclusinimplcita de esta significativa digresin es bastanteclara: aunque se concediera a Stalin el derecho yTrotsky distaba mucho de concedrselo, Stalincareca de la menor justificacin para perseguir a loshijos de sus adversarios. Serguei no estaba vincula-do a Trotsky por principio de sucesin dinstica al-guno.

    Algunos crticos, en su mayora antiguos comunis-tas, han comentado en este sentido la arrogancia yel olvido con que afirm sus convicciones comu-

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    nistas hasta el fin. La crtica me parece especialmen-te infundada. Si Trotsky hubiera renunciado a susprincipios y a sus creencias por la desilusin, bajolos golpes de la persecucin y de la derrota, ello se-guramente no habra sido una prueba de su integri-dad intelectual y de su resistencia moral, o siquierade su ejemplaridad. De haber hecho esto no seral. En el peor momento de su fortuna sigui siendotan fiel a su filosofa de la vida como lo haba sidoen el mejor. Y en ello veo yo su fuerza, no su debili-dad. Cuando finalmente, en 1940, aplastado por laenfermedad, la avanzada edad y tantos golpes crue-les, consider la posibilidad del suicidio, le preocu-paba sobre todo que el mundo pudiera considerarese suicidio como una capitulacin moral suya ycomo una renuncia de sus principios. Escribi su tes-tamento para dejar bien claro que s llegaba a quitar-se la vida, lo hara por su enorme incapacidad fsica

    para proseguir la lucha, no por desesperacin o pordudar de su causa: Sin embargo, no lleg a perpetrarel suicidio; el hacha de un asesino destroz su cere-bro. Escribi su testamento de la misma manera quehaba escrito el diario que comentamos, en un mo-mento demasiado humano de debilidad; pero inclu-so esa debilidad acenta su talla moral.

    Esto no significa que la actitud de Trotsky fuera in-vulnerable. Pero su vulnerabilidad no reside dondela ven los crticos mencionados. Perteneca a la que

    l mismo llam la poca heroica de la RevolucinRusa. Una intensa nostalgia por esa poca influyen su nimo hasta el fin de sus das. Vea a travs de.ese prisma todos los acontecimientos posteriores; yen su pensamiento y su imaginacin proyectaba cons-tantemente esa poca en el futuro.

    Esta proyeccin iba en contra del curso real de losacontecimientos, y nunca tanto como en los aosveintinueve y treinta. El proceso revolucionario, den-tro y fuera de la Unin Sovitica, se desarrollaba en

    formas muy distintas a las de la fase heroica de1917-1920, en formas que para quienes pertenecana la tradicin marxista clsica, slo podan ser re-pugnantes, en formas que sealaban en realidad unadegeneracin de la poltica revolucionaria, y, en unapalabra, en formas estalinistas. Pero bsicamente eratodava la revolucin por Ia que haba luchadoTrotsky la que haba asumido estas formas. Consi-deraba misin suya denunciar la degeneracin ycrear un nuevo partido comunista, el cual, creaTrotsky; sera capaz de conducir la revolucin a unrenacimiento. Sobrestimaba su capacidad para con-seguirlo, y tambin sobrevaloraba las posibilidadesde la revolucin en Occidente. Por otra parte,infravalor tambin, indudablemente, la vitalidad dela nueva sociedad sovitica, su capacidad interna para

    reformarse a s misma y para la regeneracin, la in-trnseca capacidad para superar eventualmente elestalinismo y para ir ms all

    Pero a pesar de todas sus equivocaciones y de susmomentos de debilidad, Trotsky aparece incluso eneste diario como uno de los escasos gigantes del si-glo presente. Su nostalgia por el periodo heroico dela revolucin, por la era de Lenin, hubieran sido qui-jotismo puro s esa era no hubiera sido ms que pa-sado muerto. Pero, veinte aos despus de la muertede Trotsky, una nueva generacin sovitica mirahacia atrs, observa esa era, casi tanto como l, yparece encontrar todava algunas lecciones que apren-der. De este modo, Trotsky aparece no como el nos-tlgico superviviente de una poca acabada, sinocomo el gran precursor de otra que est solamenteprincipiando.

    ______________________

    * Texto incluido en Ironas de la historia, Pennsula,Barcelona, 1969, traducido por Elena Zarudnaya(Londres, 1959). Esta resea se public en TheListener, el 16 de julio de 1959.

    ---- o O o ----

    - 5 -I S R A E L

    Tamara y l haban perdido a la mayora de su fami-liares durante el judeocidio. Aunque Deutscher nosola permitir que la emocin dominara la razn, dpor hecho que habra hablado en favor de Israel, con-cebido como Estado de refugio y no como Estadoque creaba refugiados. No albergaba grandes espe-ranzas con respecto a la entrevista. y me equivoqu.

    Deutscher habl de los judos llamndolos losprusianos de Oriente Prximo y realiz una ad-vertencia escalofriante y llena de clarividencia conrespecto al futuro:

    Los alemanes han resumido su experiencia enuna frase amarga: Man kann sich totsiegen! El hom-bre puede precipitarse victoriosamente hacia su tum-ba. y esto es lo que han hecho los israeles. En losterritorios conquistados y en Israel hay actualmentecasi un milln y medio de rabes, lo que equivale ams del cuarenta por ciento de la poblaci6n total.Expulsarn los israeles a esta multitud de rabespara conservar con seguridad las tierras conquis-tadas? Expulsarles sera crear un problema \ con losrefugiados mucho mayor y ms peligroso que el queexista antes (...). S, esta victoria es peor para Israel

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    que una derrota. En lugar de concederle una seguri-dad mayor, la ha vuelto mucho ms vulnerable (1).

    Tal como predijo Isaac Deutscher, la victoriaisrael de 1967 no resolvi nada. Los palestinos senegaron a convertirse en un pueblo desaparecido. Lanueva generacin se empe en una lucha por la au-todeterminacin nacional, la ltima de la serie deguerras de liberacin iniciadas a comienws del sigloxx. Hoy da, Israel es la nica potencia colonial quesobrevive, entendiendo el trmino conforme al mo-delo establecido en los siglos XIX y XX. Una mino-ra de valerosos intelectuales israeles as ha llegadoa reconocerlo. Baruch Kimmerling, catedrtico deSociologa de la Universidad Hebrea, ha publicadorecientemente un homenaje a mile Zola. Yo acusoapareci en el nmero de 1 de febrero de 2002 delsemanario hebreo Kol Ha ir. Es una denuncia feroz

    los jefes militares israeles, algo que nunca se en-cuentra en los medios comunicacin occidentales:

    Yo acuso a Ariel Sharon de haber creado unproceso que, adems de intensificar los derramamien-tos de sangre en ambos bandos, puede provocar unguerra regional y una limpieza tnica parcial o casiglobal de los rabes de la Tierra de IsraeL>. Yo acusoa todos los ministros del Partido Laborista de estegobierno de cooperar en la materializacin de la vi-sin fascista que la extrema derech.a tiene de Is-

    rael. Yo acuso a los lderes pal-estinds, y en particu-lar a Yasir Arafat, de que su falta de previsin loshaya convertido en colaboradores de los planes deSharon. Si se produce otra naqba, tambin ser porculpa de los lderes palestinos. Yo acuso a los jefesdel ejrcito que, espoleados por los gobernantes delpas, y amparados en una supuesta profesionalidadmilitar, han instigado a la opinin pblica a ponerseen contra de los palestinos. Es la primera vez quetantos generales de uniforme, ex generales y anti-guos miemb.s de los servicios secretos del ejrcito,

    disfrazados a veces de expertos, toman parte en ellavado de cerebro de la opinin pblica israel. Cuan-do se cree una comisin judicial de investigacin paraesclarecer la catstrofe de 2002, no slo habr deinvestigar los crmenes de la poblacin civil, sinotambin los de los militares. El filsofo YeshayahuLeibovitz tena razn: la ocupacin ha acabado conlos aspectos positivos de la sociedad israel y ha des-truido su infraestructura moral. Detengamos estamarcha de orates y construyamos una nueva socie-dad, en la que no haya lugar para el-militarismo, laopresin, la explotacin de otros pueblos ni paracosas peores (...). Y me acuso a m mismo de haberalzado poco la voz y de haber guardado silencio endemasiadas ocasiones pese a que saba todo esto...La historia de Palestina es un captulo inconcluso._________________________________________

    (1) Al releer la entrevista de Deutscher (New LeftReview I, 44, julio-agosto, 1967) treinta y cuatro aosdespus de que la concediera, es imposible no asom-brarse de su valenta y de la claridad de sus ideas.Isaac y su mujer Tamara se quedaron ptcticamentesin familia durante el judeocidio. Mas no se hicieronsionistas. Por este motivo, y con la esperanza de dar-la a conocer a un pblico ms amplio, la he incluidocomo apndice de este libro. Vanse pp. 413-435

    :Comentarios a la guerra rabe-israel:Entrevista a Isaac Deutscher

    A modo de introduccin, podra usted resumirsu visin general de la guerra rabe-israel?

    A mi modo de ver, la guerra y el milagro de la

    victoria israel no han resuelto ninguno de los pro-blemas a los que se enfrentan Israel y los Estadosrabes. Por el contrario, los han agravado y han crea-do otros nuevos y ms peligrosos. En lugar de refor-zar su seguridad, Israel se ha vuelto ms vulnerable.Estoy convencido de que algn da, en un futuro nomuy remoto, el fcil triunfo de las armas israelesllegar a verse como el desastre que en realidad hasido.Repasemos el contexto internacional de los hechos.Esta guerra debe ponerse en relacin con la lucha

    por el poder que se desarrolla en el mundo y con losconflictos ideolgicos que la enmarcan. En los lti-mos aos, el imperialismo estadounidense y las fuer-zas que respalda o que estn asociadas a l se hanempeado en una formidable ofensiva poltica, ideo-lgica, econmica y militar contra grandes regionesde Asia y frica; por su parte, las fuerzas adversa-rias, y en concreto la Unin Sovitica, se han batidoen retirada o han conservado a duras penas el terre-no ganado. Esta tendencia es consecuencia de unalarga serie de sucesos: las revueltas de Ghana que

    culminaron con el derrocamiento del gobierno deNkrumah; el refuerzo de la reaccin en diversos pa-ses afroasiticos; el sanguinario triunfo delanticomunismo en Indonesia, que constituy unaimportante victoria para la contrarrevolucin asiti-ca; la escalada blica en Vietnam; y el golpe militarde la derecha marginal en Grecia. La guerra ra-be-israel no ha sido un hecho aislado; se encuadraen esta categora de sucesos. La contrarreaccin seha manifestado en la agitacin revolucionaria queha cundido en diversas regiones de India, en laradicalizacin del ambiente poltico en los pasesrabes, en la eficaz lucha del Frente Nacional de Li-beracin de Vietnam; y en la creciente oposicinmundial a las injerencias estadounidenses. El avan-ce del imperialismo estadounidense y de la

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    contrarreaccin africana y asitica no ha sido acep-tado sin ms; pero a la vista est que la resistencia depoco ha valido salvo en Vietnam.La penetracin estadounidense en Oriente Prximotiene un origen relativamente reciente. La posturade Estados Unidos sigui siendo anticolonialistadurante la guerra de Suez. Y, gracias al apoyo de laUnin Sovitica, sirvi para lograr la retirada brit-nica y francesa. La lgica de la poltica estadouni-dense an no haba cambiado a finales de los aoscuarenta, cuando empezaba a configurarse el Estadode Israel. Mientras el inters prioritario de la clasedirigente estadounidense fue expulsar de frica yAsia a las viejas potencias coloniales, la Casa Blan-ca fue un bastin del anticolonialismo. Pero unavez que se hubo logrado que los viejos imperios sehundieran, Estados Unidos empez a sentir miedode que las fuerzas revolucionarias autctonas o la

    Unin Sovitica, o una combinacin de ambas, lle-naran el vaco de poder que se haba creado. Elanticolonialismo yanqui se desvaneci y EstadosUnidos tom posiciones. En Oriente Prximo, estosucedi en el periodo comprendido entre la crisis deSuez y la ltima guerra israel. El desembarco esta-dounidense en Lbano en 1958 tuvo el propsito deabortar la oleada revolucionaria que se haca sentiren la regin y, particularmente, en Irak. Desde en-tonces, confiando sin duda en la moderacin so-vitica, Estados Unidos ha evitado las intervencio-

    nes armadas directas en Oriente Prximo y ha opta-do por la discrecin. Pero la presencia estadounidensesigue siendo tan real como antes.

    Cmo se ve la poltica israel desde esta perspec-tiva?

    Como es lgico, los israeles han actuado por suspropios motivos, y no slo para adaptarse a los inte-reses de la poltica estadounidense. La mayora delos israeles se sienten amenazados por la hostilidad

    rabe, eso es evidente; y se les pone la carne de ga-llina cuando los rabes declaran sanguinariamentesu propsito de borrar Israel del mapa. Les obse-siona el recuerdo de la tragedia vivida en Europa porlos judos y se sienten aislados y rodeados por laprolfica poblacin del hostil mundo rabe. Lospropagandistas israeles no tuvieron la menor difi-cultad a la hora de exagerar el miedo a que en Asiase estuviera fraguando otra solucin final, y lasamenazas verbales rabes jugaron a su favor. Invo-cando los mitos bblicos y los antiguos smbolos re-ligiosos y nacionales de la historia juda, lospropagandistas atizaron el furor beligerante, la arro-gancia y el fanatismo de los que los israeles handado sobradas muestras al arremeter contra el Sina,el Muro de las Lamentaciones, Jordania o las mura-

    llas de ]Jeric. El furor y la arrogancia ocultaban unsentimiento reprimido de culpa con respecto a losrabes, la sensacin de que los rabes nunca olvida-ran ni perdonaran los golpes que les haba asestadoIsrael al arrebatarles sus tierras, convertir a millonesde rabes en refugiados e infligirles repetidas derro-tas y humillaciones militares. Medio enloquecidospor el miedo a la venganza de los rabes, la inmensamayora de los israeles han aceptado la doctrinaque alienta la poltica del gobierno, la doctrina quesostiene que la seguridad de Israel se basa en libraruna guerra cada pocos aos para reducir a los Estadorabes a la impotencia.Sean cuales fueren las razones y los miedos de losisraeles, sus actos tambin estn condicionados poragentes externos. Los factores que han generado ladependencia de Israel se han incorporado a su his-toria a lo largo de un par de dcadas. Todos los go-

    biernos israeles han puesto la existencia de Israel alservicio del enfoque occidental. Por si solo, estefactor habra bastado para convertir a Israel en unaavanzadilla occidental en Oriente Prximo y parainvolucrarla en el gran conflicto entre el imperialis-mo (o neocolonialismo) y los pueblos rabes queluchan por su emancipacin. Pero adems han inter-venido otros factores. La economa israel ha mante-nido precariamente su equilibrio y su crecimientogracias a la ayuda econmica del sionismo extranje-ro, y sobre todo gracias a los donativos estadouni-

    denses. Estas ayudas han tenido un efecto contra-producente en el nuevo Estado. Han permitido queel gobierno equilibrara la balanza de pagos sin nece-sidad de entablar relaciones comerciales con sus ve-cinos, como hacen el resto de los pases del mundo.La estructura econmica israel se ha distorsionado,puesto que ha promovido el crecimiento de un gransector improductivo y ha generado un nivel de vidaque no se basa en la productividad ni en las ganan-cias reales. Israel ha vivido por encima de sus posi-bilidades. Durante aos, casi la mitad de los alimen-

    tos consumidos en Israel se importaban de Occiden-te. La administracin estadounidense exime del pagode impuestos las ganancias y beneficios que se do-nan a Israel, y gracias a ello Washington controla lasfuentes de las que depende la economa israel. Was-hington podra castigar a Israel en cualquier momentoeliminando esta exencin de impuestos, aunque ellosupusiera perder el voto judo. Es una amenaza quesiempre est presente aunque nunca se menciona, yha bastado para que la poltica israel se vincule s-lidamente a la de Estados Unidos.Hace unos aos, en el transcurso de un viaje a Israel,un alto cargo israel me enumer las fbricas que nohaban podido construir debido al veto impuesto porEstados Unidos; entre otras, plantas metalrgicas yfbricas de maquinaria agrcola. Por otro lado, te-

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    nan una serie de fbricas prcticamente intiles queproducan enormes cantidades de utensilios de coci-na de plstico, juguetes, etctera. Los gobiernosisraeles tampoco podan plantearse seriamente lanecesidad vital de establecer vnculos econmicos ycomerciales con los Estados rabes vecinos o mejo-rar las relaciones econmicas con la Unin Soviti-ca y la Europa del Este.La dependencia econmica ha afectado asimismo ala poltica interior y al ambiente cultural. Los do-nantes estadounidenses son los inversores extranje-ros de mayor peso en Tierra Santa. Los acaudaladosjudos estadounidenses, esos empresarios del granmundo que viven rodeados de socios y amigos gen-tiles en Nueva York, Filadelfia o Detroit, en el fondoestn orgullosos de pertenecer al pueblo elegido,y se valen de su influencia para promover eloscurantismo religioso y la reaccin en Israel. A es-

    tos firmes creyentes en la libertad de empresa, ni si-quiera les parece bien el socialismo moderado delHistadrut y los kibutzim, y hacen lo posible por do-mesticarlo. Su principal divisa ha sido ayudar a losrabinos a conservar un dominio absoluto de la legis-lacin y de buena parte de la educacin; y as se haperpetuado el exclusivista espritu de superioridadracial-talmdico. Todo esto ha alimentado y exacer-bado el antagonismo con los rabes.La guerra fra dio un gran impulso a las tendenciasreaccionarias y recrudeci el conflicto rabe-judo.

    Israel adopt una firme postura anticomunista. Cier-to es que la poltica llevada a cabo por Stalin en susltimos aos, los brotes de antisemitismo en la UninSovitica, los argumentos antijudos esgrimidos enlos juicios de Slanski, Rajk y Kostov, y el apoyo so-vitico a todas las variedades del nacionalismo ra-be, incluidas las ms irracionales, tambin han in-fluido en la actitud de Israel. Pero no hay que olvi-dar que Stalin fue el padrino de Israel; que las muni-ciones checoslovacas, suministradas siguiendo lasrdenes de Stalin, permitieron que los judos lucha-

    ran contra el ejrcito de ocupacin britnico -y con-tra los rabes- en 1947-1948; y que el enviado sovi-tico fue el primero en votar a favor de la formacindel Estado de Israel en las Naciones Unidas. Tam-bin podra argumentarse que el cambio de actitudde Stalin con respecto a Israel fue una reaccin fren-te al alineamiento de Israel con Occidente; alinea-miento que ha sido mantenido por los gobiernosisraeles de la poca posterior a Stalin.As pues, la hostilidad a ultranza contra la aspira-cin rabe a emanciparse de Occidente se ha con-vertido en el axioma de la poltica israel. De ah queIsrael desempeara el papel que desempe en laguerra de Suez. Los ministros socialdemcratasisraeles, al igual que los colonialistas occidentales,han abrazado una razn de Estado que concede mxi-

    ma prioridad a mantener a los rabes sumidos en elretraso y divididos entre s, divisin que les permiteemplear a los hachemitas ya otros dirigentes feuda-les en contra de las fuerzas republicanas y naciona-listas revolucionarias. A principios del presente ao,ante la posibilidad de que el rey Hussein fuera de-rrocado por un levantamiento republicano o por ungolpe de Estado, el gobierno de Eshkol no tuvo elmenor reparo en declarar que las tropas israeles in-vadiran Jordania s se produca un golpe nasseristaen Ammn. Por otro lado, la actitud amenazadoraadoptada por Israel frente al nuevo rgimen sirio, alque calific de nasserista o incluso deultranasserista (puesto que el gobierno sirio pare-ca ser un poco ms antiimperialista y radical que elde Egipto), fue un preludio de los acontecimientodel pasado junio.Los servicios secretos soviticos crean que Israel

    planeaba atacar Siria el pasado mayo y Mosc s selo advirti a Nasser. Es imposible averiguar s eracierto. El resultado de la advertencia fue que, a ins-tancias de los soviticos, Nasser orden la moviliza-cin de sus tropas para concentrarlas junto a la fron-tera del Sina. Si Israel planeaba atacar Siria, las me-didas adoptadas por Nasser podran haber retrasadoel ataque unas cuantas semanas. Si Israel no lo pla-neaba, la actuacin de Nasser habra servido paradar a sus amenazas antisirias el tipo de credibilidadque los israeles otorgan a las amenazas de los ra-

    bes. En cualquier caso, los dirigentes israeles esta-ban seguros de que Occidente les respaldara y lesrecompensara s adoptaban una actitud agresiva con-tra Siria o Egipto. En esta idea se bas la decisin delanzar un ataque preventivo el 5 de junio. Los israelesdaban por sentado el apoyo moral, poltico y econ-mico estadounidense, y en menor medida el britni-co. Saban que, por muy violento que fuera su ata-que contra los rabes, podran contar con la protec-cin diplomtica estadounidense o, al menos, con laindulgencia oficial estadounidense. y no se equivo-

    caban. La Casa Blanca y el Pentgono no podan pormenos de mostrarse agradecidos con quienes, por suspropios motivos, trataban de someter a los enemigosrabes del neocolonialismo estadounidense. El ge-neral Dayan actu como una especie de mariscal Kyde Oriente Prximo, y fue sorprendentemente rpi-do, eficaz e implacable en el cumplimiento de su ta-rea. Demostr ser un aliado mucho ms presentabley menos costoso que Ky.

    Podramos hablar ahora del punto de vista de losrabes y de su comportamiento en vsperas de lascrisis?