Paul Avrich - Kronstadt 1921

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    AnarresCorrientes 4790

    Buenos Aires / ArgentinaTel: 4857-1248

    ISBN: 987-20875-3-9

    La reproduccin de este libro, a travs de medios pti-cos, electrnicos, qumicos, fotogrficos o de fotoco-

    pias son permitidos y alentados por los editores.

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en Argentina / Printed in Argentina

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    RECONOCIMIENTOS

    Me complazco en expresar mi gratitud a los muchos colegasy amigos que me ayudaron en la preparacin de este volumen.Debo un especial agradecimiento a tres maestros y estudiosossobresalientes, los profesores Geroid T. Robinson, Henry L.Roberts y Michael T. Florinsky, que me guiaron en el estudio de

    la historia rusa en la Universidad de Columbia. Tambin estoyen deuda con Max Nomad y con el profesor Loren Graham,que leyeron todo el manuscrito y me hicieron valiosos comen-tarios y crticas. Marina Tinkoff, Xenia J. Eudin, Anna M.Bourguina, N. Zhigulev, Peter Sedgwick, Edward Weber, AlexisStruve y Eino Nivanka tuvieron la amabilidad de responder amis preguntas y de formularme una cantidad de tiles sugeren-

    cias. Agradezco al profesor Philip E. Mosely por permitirme elacceso al Archivo de Historia y Cultura de Rusia y de EuropaOriental de la Universidad de Columbia, y a su conservador, L.F. Magerovsky, por la ayuda que me prest en la localizacinde los documentos pertinentes. Expreso tambin mi reconoci-miento a los funcionarios de las bibliotecas de Columbia yHarvard y de la Hoover Library, a la Biblioteca Pblica de Nueva

    York, a la de la Universidad de Helsinki, a la del Congreso deWashington y a los Archivos Nacionales, por la gentil ayudaque me prestaron en mi bsqueda de materiales. Aunque hetomado elementos de muchas fuentes, tengo una deuda de gra-titud especial con los estudios precursores de Ida Mett y GeorgeKatkov, que estn incluidos en la bibliografa. Es innecesariodecir, sin embargo, que me cabe enteramente la responsabili-dad de este volumen.

    Agradezco al Instituto Ruso de la Universidad de Columbia,con el cual he estado vinculado como investigador, y particu-larmente a su director, profesor Marshall Shulman, por la cli-da hospitalidad y el aliento que me brind. Deseo agradecertambin a la John Simon Guggenheim Memorial Foundation, ala American Philosophical Society, al American Council of

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    Learned Societies y al Social Science Research Council, por elapoyo que me brindaron en mi investigacin sobre el anarquis-mo ruso y las revueltas de masas, trabajo del cual deriv el

    presente estudio.

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    INTRODUCCIN

    ste fue el relmpago dijo Lenin refirindose a la rebelinde Kronstadt que ilumin la realidad mejor que cualquier otracosa.1 En marzo de 1921 los marineros de la fortaleza navaldel golfo de Finlandia, el orgullo y gloria de la RevolucinRusa, se levantaron en una revuelta contra el gobierno bolche-

    vique, al cual ellos mismos haban ayudado a llegar al poder.Bajo la divisa de soviets libres establecieron una comuna re-volucionaria que sobrevivi durante 16 das, hasta que se enviun ejrcito a travs de la superficie helada, con el fin de aplas-tarla. Despus de una lucha larga y encarnizada, con grandesprdidas por ambos bandos, los rebeldes fueron sometidos.

    El levantamiento provoc de inmediato una apasionada con-

    troversia que nunca se apacigu. Por qu se sublevaron losmarineros? Segn los bolcheviques, eran agentes de una cons-piracin de la Guardia Blanca tramada en el oeste de Europapor emigrados rusos y los Aliados que los apoyaban. Sin em-bargo, para sus simpatizantes esos marineros fueron mrtiresrevolucionarios que lucharon por restaurar la idea del sovietcontra la dictadura bolchevique. La represin de esta revueltaconstituy, segn ese punto de vista, un acto de brutalidad quedescalabr el mito de que la Rusia Sovitica era un Estado deobreros y de campesinos. Como consecuencia, una cantidadde comunistas del exterior cuestionaron su fe en un gobiernoque poda tratar tan despiadadamente una autntica protestade masas. En este respecto, Kronstadt fue el prototipo de suce-sos posteriores que llevaran a los radicales desilusionados aromper con el movimiento y a buscar la pureza original de sus

    ideales. La liquidacin de los kulaks, la Gran Purga, el pactonazi-sovitico, la denuncia de Stalin por Kruschev, produjeronun xodo de miembros y simpatizantes del partido que se con-vencieron de que la revolucin haba sido traicionada. Lo quecuenta en forma decisiva escribi Louis Fisher en 1949 es elhecho mismo de que ocurriera un Kronstadt. Hasta que eso

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    sucedi, uno poda vacilar en el plano emocional, dudar inte-lectualmente o incluso rechazar del todo la causa en su propioespritu, pero rehusarse, sin embargo, a atacarla. Yo no tuve

    nada como Kronstadt durante muchos aos.

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    Otros encontraron su Kronstadt aun ms tarde, en lasublevacin hngara de 1956. En efecto, en Budapest, comoen Kronstadt, los rebeldes trataron de transformar un rgi-men autoritario y burocrtico en una autntica democraciasocialista. Sin embargo, para los bolcheviques tal hereja cons-titua una amenaza mayor que la oposicin lisa y llana a losprincipios del socialismo. Hungra y tambin Checoslova-

    quia en 1968 fue peligrosa no porque fuera contrarre-volucionaria, sino porque, como en el caso de Kronstadt, suconcepcin de la revolucin y del socialismo diverganetamente de la que sostena el liderazgo sovitico; sin embar-go, Mosc, igual que en 1921, denunci el levantamiento comoun complot contrarrevolucionario y procedi a reprimirlo. Elaplastamiento de la rebelin de Budapest, observ un crtico

    de la poltica sovitica, mostr una vez ms que los comunis-tas no se detenan ante nada cuando se trataba de destruir aquienes desafiaban su autoridad.3

    Sin embargo, no hay que exagerar demasiado tales compa-raciones, pues acontecimientos separados por treinta y cincoaos y ocurridos en diferentes pases con participantes entera-mente distintos, no pueden ofrecer ms que un parecido super-ficial. La Rusia Sovitica no era, en 1921, el Leviatn de dca-das recientes. Era un Estado joven e inseguro, que se enfrentabacon una poblacin rebelde en el interior y con implacables ene-migos externos que anhelaban ver a los bolcheviques desaloja-dos del poder. Y, hecho ms importante an, Kronstadt estabaen territorio ruso; lo que los bolcheviques enfrentaban era unamotinamiento en su propia armada, en el punto de vanguar-dia ms estratgico, que vigilaba el acceso desde el exterior a

    Petrogrado, y teman que Kronstadt pudiera encender la chispaen el territorio continental ruso o transformarse en el trampo-ln para otra invasin antisovitica. Haba pruebas crecientesde que los emigrados rusos estaban tratando de ayudar a lainsurreccin y de aprovecharla en beneficio propio. No se tratade que las actividades de los Blancos puedan excusar las atroci-

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    dades cometidas por los bolcheviques contra los marineros. Perohacen ms comprensible que el gobierno sintiera urgencia poraplastar la revuelta. En unas pocas semanas el hielo del golfo

    de Finlandia se fundira, y podran entonces embarcarse abas-tecimientos y refuerzos desde el oeste, para convertir la fortale-za en una base que permitiera una nueva intervencin. Apartede los motivos de propaganda, Lenin y Trotsky parecen haber-se sentido autnticamente preocupados por esta posibilidad.

    Lamentablemente, pocos historiadores occidentales han to-mado adecuadamente en cuenta estas preocupaciones. Y los au-tores soviticos, por su parte, falsearon considerablemente a los

    hechos al tratar a los rebeldes como incautos o agentes de unaconspiracin Blanca. Este volumen trata de examinar la rebelincon una perspectiva ms autntica. Para realizarlo, es necesarioubicar a Kronstadt en un contexto ms amplio de eventos polti-cos y sociales, pues la revuelta fue parte de una crisis mayor quecaracteriz la transicin del Comunismo de Guerra a la NuevaPoltica Econmica, crisis que Lenin consider como la ms gra-

    ve que haba enfrentado desde su llegada al poder. Es necesario,adems, vincular el levantamiento con la larga tradicin de rebe-lin espontnea que haba en Kronstadt misma y en toda Rusia.Esperamos que tal enfoque arroje alguna luz interesante sobrelas actitudes y conducta de los insurgentes.

    Aparte de esto, hay una cantidad de problemas especficosque requieren cuidadoso anlisis. Entre los ms importantesestn la composicin social de la flota, el rol desempeado porel descontento nacional, la cuestin de la participacin Blancay la naturaleza de la ideologa rebelde. Por supuesto, hay algu-nas de estas cuestiones a las que no podrn darse respuestasdefinitivas hasta que estn accesibles para su examen los archi-vos soviticos pertinentes, hecho que probablemente no ocurrapor algn tiempo. Entretanto, en este volumen tratamos de ofre-cer una exposicin completa de la rebelin, en la medida en

    que lo permiten las fuentes disponibles. Hemos utilizado unacantidad de documentos pertinentes de los archivos occidenta-les, y tambin de materiales soviticos publicados que se handescartado a menudo como mera propaganda pero que, si selos utiliza con el debido cuidado, son de autntico valor porqueesclarecen algunos de los problemas ms significativos.

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    Es importante, sobre todo, examinar los motivos antagni-cos de los insurgentes y de sus adversarios bolcheviques. Losmarineros, por un lado, eran fanticos revolucionarios, y como

    todos los fanticos a lo largo de la historia deseaban recobraruna poca pasada, en la cual la pureza de sus ideales no habasido an mancillada por las exigencias del poder. Losbolcheviques, en cambio, que haban surgido victoriosos de unasangrienta Guerra Civil, no estaban dispuestos a tolerar ningnnuevo desafo a su autoridad. A lo largo del conflicto cada ban-do se comport de acuerdo con sus propios fines y aspiracionesparticulares. Decir esto no equivale a negar la necesidad del

    juicio moral. Sin embargo, Kronstadt presenta una situacin enla cual el historiador puede simpatizar con los rebeldes y conce-der, no obstante, que los bolcheviques estuvieron justificados alsometerlos. Al reconocer este hecho se capta en verdad toda latragedia de Kronstadt.

    NOTAS1 V. I. Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, 5ed., 55vols., Mosc,1958-

    1965, XLIII, pg. 138.2 Richard Crossman (comp.), The God That Failed, Nueva York, 1950, pg.

    207.3 Emanuel Pollack, The Kronstadt Rebellion, Nueva York, 1959, Introduc-

    cin. Cf. Angelica Balabanoff, Impressions of Lenin, Ann Arbor, 1964,pgs. 58-59.

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    1.LACRISISDELCOMUNISMODEGUERRA

    En el otoo de 1920 la Rusia Sovitica comenz a pasar porun inquieto perodo de transicin de la guerra a la paz. Durantems de seis aos el pas haba conocido una continua intran-quilidad, pero en ese ao, despus de la guerra mundial, la re-volucin y la guerra civil, la atmsfera se iba despejando. El 12

    de octubre el gobierno sovitico firm un armisticio con Polo-nia. Tres semanas ms tarde el ltimo de los generales Blancos,el barn Peter Wrangel, tuvo que huir por mar y as se gan laGuerra Civil, aunque sta dej al pas desgarrado y ensangren-tado. En el sur, Nstor Macno, el guerrillero anarquista, seguaen libertad, pero en noviembre de 1920 su ejrcito, que habasido temible, fue dispersado y ya no constituy una amenaza

    para el gobierno de Mosc. Se haba recuperado Siberia, Ucraniay el Turquestn, junto con la cuenca carbonfera del Donetz ylos campos petrolferos de Bak; en febrero de 1921 un ejrcitobolchevique complet la reconquista del Cucaso capturandoTiflis y poniendo en fuga al gobierno menchevique de Georgia.As, luego de tres aos de existencia precaria, en que su destinopendi de un hilo da a da, el rgimen sovitico pudo jactarsede ejercer un control efectivo sobre la mayor parte del vasto yamplio territorio de Rusia.

    El fin de la Guerra Civil seal una nueva era en las relacio-nes soviticas con otros pases. Los bolcheviques, archivandosus esperanzas de una inminente sublevacin mundial, trataronde obtener el perodo de respiro que se les haba negado en1918 a raz del estallido del conflicto civil. Entre las potenciasoccidentales, a raz de ello, se haban esfumado las expectativas

    de un inminente colapso del gobierno de Lenin. Ambos bandosdeseaban tener relaciones ms normales, y a fines de 1920 nohaba ningn motivo para que este deseo no se realizara; allevantarse el bloqueo aliado y detenerse la intervencin arma-da en Rusia Europea, se eliminaron los obstculos ms seriosque se oponan al reconocimiento diplomtico y a la reanuda-

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    cin del comercio. Adems, durante el curso del ao se habancelebrado tratados formales con los vecinos de Rusia ubicadossobre el Bltico, es decir, con Finlandia, Estonia, Letonia y

    Lituania; y en febrero de 1921 se firmaron pactos de paz yamistad con Persia y Afganistn, mientras que estaba en pers-pectiva un acuerdo similar con los turcos. Entretanto, emisa-rios soviticos, sobre todo Krasin en Londres y Vorovsky enRoma, negociaban acuerdos comerciales con una cantidad denaciones europeas, y las perspectivas del xito en tales negocia-ciones eran brillantes.

    Y sin embargo, pese a todos estos desarrollos favorables, el

    invierno de 1920-1921constituy un perodo extremadamentecrtico en la historia sovitica. Lenin reconoci esto cuando dijoal Octavo Congreso de los Soviets, en diciembre de 1920,queuna transicin suave a la reconstruccin econmica y socialpor va pacfica no sera fcil de realizar.1 Aunque se haba triun-fado en el campo militar y la situacin exterior iba mejorandorpidamente, los bolcheviques enfrentaban graves dificultades

    internas. Rusia estaba agotada y en bancarrota. Las cicatricesde la batalla eran visibles en todos los rincones del pas. Duran-te los ltimos dos aos la tasa de mortalidad haba subido brus-camente, la hambruna y la pestilencia se llevaban millones devctimas, aparte de los millones que haban cado en combate.Desde la poca de las Perturbaciones, en el siglo XVII, el pas nohaba visto tales sufrimientos y semejante devastacin. La pro-duccin agrcola disminuy en forma drstica; la industria y eltransporte estaban en una situacin desastrosa. Rusia, segnlas palabras de un contemporneo, haba surgido de la GuerraCivil en un estado de colapso econmico sin paralelo en lahistoria de la humanidad.2

    Haba llegado el momento de restaar las heridas de la na-cin, y para ello se requera un cambio en la poltica internaque fuera paralelo con el alivio que ya se experimentaba en los

    asuntos exteriores. Sobre todo, esto significaba el abandonodel Comunismo de Guerra, programa improvisado para en-frentar la emergencia de la Guerra Civil. Como su nombre im-plica, el Comunismo de Guerra llevaba el duro sello de la regi-mentacin y la compulsin. Dictado por la escasez econmicay la necesidad militar, se caracterizaba por una extremada cen-

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    tralizacin de los controles gubernamentales en todos los sec-tores de la vida social. Su piedra angular era la incautacinforzada de los cereales de los que se despojaba al campesinado.

    Se enviaban destacamentos armados al campo para que requi-saran el excedente de produccin con el fin de abastecer a lasciudades y aprovisionar al Ejrcito Rojo, que constaba de unoscinco millones de hombres. Aunque se les haban dado instruc-ciones de que dejaran a los campesinos lo suficiente para susnecesidades personales, era comn que los pelotones derequisicin tomaran a punta de pistola los cereales destinadosa consumo personal o separados para la prxima siembra. La

    esencia del Comunismo de Guerra admiti Lenin mismoconsisti en que tom en realidad del campesino todos sus ex-cedentes y a veces no slo eso sino tambin parte del cereal queste necesitaba para su propia alimentacin. Lo hizo para satis-facer los requerimientos del ejrcito y para mantener a los obre-ros.3 Adems de los cereales y vegetales, los destacamentosalimentarios confiscaron caballos, forraje, carros y otros ele-

    mentos para uso militar, a menudo sin pago de ninguna clase,de modo que los campesinos tenan que prescindir de artculostales como el azcar, la sal y el kerosn, para no mencionar eljabn, las botas, los fsforos y el tabaco, o los clavos y lostrozos de metal que necesitaban para realizar reparaciones esen-ciales.

    Hay pocas dudas de que la requisicin compulsiva (llamadaen rusoprodrazverstka) salv al rgimen bolchevique de la de-rrota, pues sin ella no podran haber sobrevivido ni el ejrcitoni la poblacin urbana, de los cuales el gobierno obtena suapoyo principal. No obstante, el precio inevitable fue el enaje-namiento del campesinado. Forzados por las armas a entregarsus excedentes y privados de compensacin por artculos deconsumo de extrema necesidad, los aldeanos respondieron delmodo que era de esperar: los destacamentos alimentarios, cuan-

    do no tropezaron con la resistencia abierta, se vieron obstaculi-zados por tcticas evasivas en las que se utiliz a fondo hasta elltimo recurso de la astucia campesina. En 1920, una autori-dad importante estimaba que los campesinos lograban sustraercon xito ms de una tercera parte del total de la cosecha a losequipos gubernamentales de acopiamiento.4 Adems, los cam-

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    pesinos comenzaron a cultivar slo la tierra necesaria para sa-tisfacer sus propias necesidades directas, de modo que a finesde 1920 la cantidad de hectreas sembradas en la Rusia euro-

    pea era slo de las tres quintas partes de la cifra correspondien-te a 1913, que fue el ltimo ao normal antes del comienzo dela guerra y de la revolucin.5 Una buena parte de esta baja fueresultado, por supuesto, de la devastacin que experiment elcampo ruso, pero la poltica de laprodrazverstka contribuypor cierto a la declinacin catastrfica de la produccin agrco-la durante el perodo de la Guerra Civil. En 1921 la produccinagrcola total haba descendido a menos de la mitad de la cifra

    de preguerra, y la cantidad de ganado a ms o menos dos ter-cios de ese nmero. En particular, fueron gravemente afectadosproductos bsicos como el lino y la remolacha azucarera, quedisminuyeron a una cifra de alrededor de un quinto a un dci-mo de sus niveles normales.6

    Al mismo tiempo, la requisicin forzada reencendi la luchasecular en Rusia entre la poblacin rural y la autoridad estatal

    de base urbana. Lenin haba comprendido desde haca muchotiempo que, a raz de la atrasada situacin econmica y socialde Rusia, resultaba esencial realizar una alianza tctica con elcampesinado para que el partido pudiera alcanzar, y luego rete-ner, el poder. Los bolcheviques, como mnimo, tenan que man-tener neutrales a los campesinos. Fue este motivo, principal-mente, el que llev a la formacin de un gobierno de coalicincon los revolucionarios socialistas de izquierda en diciembre de1917; y la misma consideracin puede haber influido tambinen la eleccin de M. I. Kalinin uno de los pocos bolcheviquesde cierta prominencia cuyos orgenes campesinos eran perfec-tamente conocidos como presidente de la Repblica Sovitica.Pero el principal medio para asegurarse el apoyo de los campe-sinos consisti en dar cumplimiento al viejo sueo de stos, lachernyi peredel, es decir, una distribucin general de tierras.

    Los decretos sobre tierras que promulgaron los bolcheviques el26 de octubre de 1917 y el 19 de febrero de 1918, estaban enmuy estrecha armona con las urgencias populistas e igualitariasde la poblacin rural. Adoptando el programa agrario de losrevolucionarios socialistas, cuyas doctrinas fueron recortadasa medida de las aspiraciones del campesinado, el joven gobier-

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    no sovitico aboli todas las propiedades rurales privadas yorden que la tierra se repartiera proporcionalmente sobre unabase igual entre quienes la haban trabajado con sus propias

    manos y sin ayuda de trabajo contratado.

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    Los dos decretosdieron nuevo mpetu a un proceso que los aldeanos haban co-menzado por s mismos, varios meses antes, durante el veranode 1917, y en 1920 la tierra ya estaba dividida en ms de 20millones de pequeas propiedades trabajadas por unidades fa-miliares individuales.

    No puede asombrarnos, entonces, que la poblacin ruralrecibiera con jbilo estas medidas iniciales de los bolcheviques,

    atenuadas slo por la cautela tradicional de los campesinos antelos edictos oficiales que emanaban del Estado. Para los campe-sinos, la revolucin bolchevique signific primero y ante todola satisfaccin de su hambre de tierras y la eliminacin de lanobleza, y en ese momento slo deseaban que se los dejara enpaz. Atrincherndose en sus nuevas propiedades, miraban consuspicacia cualquier intromisin exterior. Y stas no tardaron

    mucho en llegar. Cuando la Guerra Civil se agudiz y los equi-pos de requisicin llegaron hasta el campo, los campesinos co-menzaron a considerar a los bolcheviques como adversarios,ms bien que como amigos y benefactores. Se quejaron de queLenin y su partido haban eliminado a los seores y dado alpueblo la tierra slo para quitarle el producto de su trabajo ysu libertad de utilizarla como le pareciera adecuado. Adems,los campesinos vean con malos ojos las granjas estatales quelas autoridades haban establecido en algunas haciendas msgrandes expropiadas a los nobles durante el perodo de la Gue-rra Civil. Para los aldeanos, una verdadera chernyi peredelsig-nificaba la divisin entre el pueblo de toda la tierra. Significabaadems la abolicin de la esclavitud asalariada, que se per-petuaba en las granjas estatales. Como Lenin mismo dijo: Elcampesino piensa: si hay grandes granjas, entonces soy otra vez

    un agricultor a sueldo.8Como resultado de estas polticas, fueron bastantes los cam-

    pesinos que llegaron a pensar que los bolcheviques y los comu-nistas eran gente diferente. A los primeros les atribuan el donprecioso de la tierra, mientras acusaban amargamente a los l-timos particularmente a Trotsky, Zinoviev y a otros lderes

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    comunistas cuyo origen extranjero era bien conocido deimponerles una nueva forma de esclavitud, esta vez hacia elEstado en lugar de la nobleza. Somos bolcheviques, no comu-

    nistas. Estamos en favor de los bolcheviques porque stos ex-pulsaron a los seores feudales, pero no estamos en favor de loscomunistas porque ellos estn en contra de la propiedad indivi-dual de la tierra.9 As describi Lenin la actitud de los campe-sinos en 1921. Un ao ms tarde su disposicin de espritu,como lo muestra un informe policial de la provincia deSmolensko, haba cambiado muy poco: Entre los campesinosno hay lmite para las murmuraciones contra el gobierno sovi-

    tico y los comunistas. En la conversacin de todos los campesi-nos medios y de los campesinos pobres, por no hablar siquierade los kulaks, se oye decir lo siguiente: No estn planeando lalibertad para nosotros, sino la servidumbre. Ha comenzado eltiempo de Godunov, en que los campesinos estaban ligados alos dueos de la tierra. Ahora nosotros [estamos ligados] a laburguesa juda representada por gente como Modkowski,

    Aronson, etctera.10

    Sin embargo, el grueso de los campesinos, durante el tiempoque dur la Guerra Civil, continu tolerando al rgimen soviti-co como un mal menor en comparacin con la restauracin Blan-ca. Pese a su aguda antipata por el partido gobernante, temanms an un retorno de los nobles y la prdida de su tierra. Lospelotones de recoleccin de alimentos encontraban por cierto amenudo resistencia en las aldeas, y esa resistencia cost bastan-tes vidas bolcheviques, pero los campesinos se abstuvieron de laoposicin armada en una escala suficientemente seria como paraamenazar la existencia del gobierno. Sin embargo, con la derrotadel ejrcito de Wrangel en el verano de 1920, la situacin cambirpidamente. Una vez evaporado el peligro Blanco, el resenti-miento de los campesinos contra laprodrazverstka ylas granjasestatales creci ms all de todo control. Se produjeron oleadas

    de sublevaciones campesinas que barrieron la Rusia rural. Losestallidos ms serios ocurrieron en la provincia de Tambov, en elsector medio del Volga, en Ucrania, en la regin norte del Cucaso,en el oeste de Siberia, zonas perifricas donde el control guber-namental era relativamente dbil y la violencia popular tenaantecedentes de larga data.11

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    Las rebeliones cobraron rpidamente fuerza durante el in-vierno de 1920-1921. En ese perodo, segn observ Lenin,decenas y centenares de miles de soldados desbandados vol-

    vieron a sus aldeas nativas y engrosaron las filas de las fuerzasguerrilleras.12 A comienzos de 1921 haban sido desmovilizadosunos 2.500.000 hombres casi la mitad del total de los efecti-vos del Ejrcito Rojo, en una atmsfera de violencia e intran-quilidad social que amenazaba la estructura misma del Esta-do. Se trataba de una situacin de un tipo no infrecuente enEuropa en los aos que siguieron inmediatamente a la PrimeraGuerra Mundial, cuando la desmovilizacin militar en gran

    escala agrav las tensiones econmicas existentes y agudiz eldescontento popular. Pero en Rusia la situacin era particular-mente grave. En casi siete aos de guerra, revolucin y desor-den civil se haba alimentado un espritu de ilegalidad que eradifcil erradicar. La poblacin civil desquiciada no haba llega-do an a asentarse, cuando la desmovilizacin, como observLenin, desat a una horda de hombres inquietos cuya nica

    ocupacin era la guerra y que, naturalmente, concentraron susenergas en el bandidaje y la rebelin. Para Lenin la situacinera equivalente a una resurreccin de la Guerra Civil, pero enuna forma distinta y ms peligrosa ms peligrosa, segn supunto de vista, porque no la estaban librando elementos socia-les en bancarrota cuyo tiempo en la historia ya haba pasado,sino las masas populares mismas. El espectro de una enorme

    jacquerie,* una nueva revuelta de Pugachev, ciega ydespiadada segn la celebrada expresin de Pushkin, parecaacosar al gobierno, y esto en un momento en que las ciudades,centros tradicionales de apoyo bolchevique, se encontraban enuna situacin de agotamiento y debilidad y padecan tambinde intranquilidad profunda.

    Entre noviembre de 1920 y marzo de 1921 aument fuerte-mente el nmero de estallidos rurales. Slo en febrero de 1921,

    en vsperas de la rebelin de Kronstadt, la Cheka inform de118 levantamientos campesinos aislados en diversas partes delpas.13 En el oeste de Siberia la marea de la rebelin arroll casitoda la regin de Tiumen y buena parte de las provincias veci-nas de Cheliabinsk, Orenburg y Omsk. Las comunicaciones pormedio del ferrocarril transiberiano se vieron seriamente inte-

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    rrumpidas, lo cual agrav la escasez ya grave de alimentos enlas grandes ciudades de la Rusia europea. En la zona media delVolga, donde Stenka Razin y Pugachev haban reclutado el

    mayor nmero de partidarios, bandas de merodeadores arma-dos campesinos, veteranos del ejrcito, desertores vagabanpor el campo en busca de alimento y botn. Slo una leve lneaseparaba el bandidaje de la revuelta social. Por todas parteshombres desesperados tendan emboscadas a los destacamen-tos de requisicin y luchaban con decisin salvaje contra todoslos que osaban interferir su accin. La lucha ms encarnizadaocurri quizs en la frtil provincia de Tambov, foco de revuel-

    tas campesinas desde el siglo XVII. Acaudillada por A. S. Antonov,ex socialista revolucionario cuyos talentos como luchador gue-rrillero y reputacin como Robin Hood podan competir conlos de Nstor Macno, la rebelin escap de todo control duran-te ms de un ao hasta que el experto comandante rojo, MiguelTujachevsky, que acababa de aplastar la revuelta de los marine-ros en Kronstadt, lleg con un gran ejrcito para sofocarla.14

    Aparte de la elevada incidencia de las insurrecciones campe-sinas durante el invierno de 1920-1921, nos sorprende el eleva-do nmero de hombres que entraron en las filas rebeldes. En supunto mximo, el movimiento de Antonov contaba con unos50.000 insurgentes, mientras que en un solo distrito del oestede Siberia las guerrillas, segn fuentes que probablemente noexageran, incluan a 60.000 hombres.15 Simples campesinos,armados con hachas, palos, horquillas y algunos rifles y pisto-las, libraron batallas campales con formaciones regulares delejrcito, y su desesperado valor provoc una tasa de desercintan alta entre las tropas gubernamentales muchos de cuyoscomponentes compartan los antecedentes y actitudes socialesde los guerrilleros, que hubo que retirar a las unidades espe-ciales de la Cheka y a los cadetes de la escuela de oficiales co-munistas, cuya lealtad estaba fuera de toda duda. Al carecer de

    armas modernas y de organizacin efectiva, las bandas disper-sas de campesinos no pudieron finalmente enfrentarse con lasfuerzas rojas ya fogueadas. Adems, los insurgentes no tenanningn programa coherente, aunque sus eslogans eran en todaspartes los mismos: Abajo la requisicin, Fuera los destaca-mentos que se incautan de alimentos, No entreguen sus ex-

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    cedentes, Abajo los comunistas y los judos. Aparte de esto,compartan un odio comn contra las ciudades, de donde ve-nan los comisarios y los destacamentos de requisicin, y con-

    tra el gobierno que les enviaba a esos intrusos. La poblacin deTambov, segn observaba un comandante militar bolcheviqueen esa provincia, consideraba a la autoridad sovitica comoresponsable del envo de los comisarios y funcionariossaqueadores, fuerza tirnica que no conoca ni comparta lavida del pueblo. No es sorprendente, por lo tanto, que uno delos grupos rebeldes de Tambov se haya fijado como objetivoprincipal el derrocamiento del gobierno de los comunistas-

    bolcheviques que han reducido el pas a la pobreza, la muerte yla desgracia.16

    Aunque la resistencia armada y la evasin a las requisicionesalimentarias fueron sus armas ms contundentes, los campesi-nos pusieron tambin en juego otros medios tradicionales deprotesta: las humildes peticiones al gobierno central. Entre no-viembre de 1920 y marzo de 1921, las autoridades de Mosc

    fueron bombardeadas con llamados urgentes que venan de to-das las regiones del pas, en los cuales se peda la finalizacin delas polticas coercitivas del Comunismo de Guerra. En un mo-mento en que los Blancos ya estaban derrotados, argumenta-ban los peticionantes, perda su justificacin la requisicin for-zada de cereales. En su lugar los campesinos solicitaban elestablecimiento de una tasa fija sobre su produccin y el dere-cho a disponer de los excedentes como mejor les pareciera. Ycomo un incentivo ms para la produccin, pedan que aumen-tara el abastecimiento de bienes de consumo para el campo.17

    No obstante, estas solicitudes del pueblo llano encontraronpocos odos sensibles dentro de los crculos administrativos so-viticos, donde el pequeo terrateniente era considerado, en granmedida, como un pequeo-burgus incurable que, luego de ha-ber obtenido la posesin de la tierra, dej de apoyar a la revo-

    lucin. Los bolcheviques teman, ms que a cualquier otra cosa,al atrincheramiento capitalista en las aldeas rusas. Siempre aten-tos a los paralelos histricos, recordaban al campesinado de1848, que sirvi como baluarte de la reaccin en Europa occi-dental, y evitaron toda concesin que pudiera robustecer a lospropietarios campesinos independientes de su propio pas. Ade-

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    ms, para muchos bolcheviques el sistema del Comunismo deGuerra, con su direccin estatal centralizada de la economa,llevaba las marcas esenciales distintivas de la sociedad socialis-

    ta con que soaban, y estaban poco dispuestos a abandonarlopara restablecer el mercado libre y fortalecer la existencia deun campesinado fuertemente atrincherado.

    Un enrgico expositor de este punto de vista fue ValerianOsinsky (cuyo nombre real era Obolensky), lder del grupo cen-tralista democrtico del ala izquierda dentro del partido comu-nista. Osinsky expres su posicin en una serie de influyentesartculos aparecidos en la segunda mitad del ao 1920. Recha-

    zando cualquier concesin que consistiera en la fijacin de unatasa en especies o en la resurreccin del libre comercio, exigauna mayor intervencin estatal, y no una disminucin de ella,en la vida agrcola. La nica solucin para la crisis agraria cam-pesina, escribi Osinsky, reside en la organizacin masivacompulsiva de la produccin bajo la direccin y el control defuncionarios del gobierno.18 Para lograrlo, propona la forma-

    cin de comits de siembra en cada localidad, con la misinprincipal de hacer aumentar la produccin ampliando el reasembrada. Los nuevos comits reglamentaran tambin el usode los equipos, los mtodos de siembra, el cuidado del ganado yotras cuestiones que afectaban a la eficiencia de la produccin.Osinsky sugera adems que se exigiera a los campesinos queconcentraran su semilla en un banco comn de semillas, y quela distribucin de sta fuera determinada por el gobierno. Supunto de mira ltimo era un sistema de explotacin socializadade las granjas, en el cual todas las pequeas propiedades secolectivizaran y la tarea agrcola se cumpliera sobre una basecomn.

    Lo que implicaban las recomendaciones de Osinsky no erameramente la conservacin del Comunismo de Guerra, sino sureforzamiento prcticamente en todas las fases de la vida rural.

    Lejos de pacificar a los campesinos, sus propuestas slo fueronun nuevo motivo de alarma, y aqullos no tardaron en haceror su voz. Surgi una oportunidad a fines de diciembre de 1920,cuando se reuni en Mosc el Octavo Congreso de los Soviets.El plan de Osinsky ocup un lugar central en las deliberacio-nes. Aunque la mayora comunista lo aprob por un margen de

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    votos muy grande, la oposicin se expres por boca de losmencheviques y los socialistas revolucionarios, que hacan en-tonces su ltima aparicin en una reunin nacional de esta cla-

    se. Feodor Dan y David Dallin por los mencheviques, y V. K.Volsky e I. N. Steinberg por los socialistas revolucionarios dederecha e izquierda, condenaron unnimemente las polticas debancarrota del Comunismo de Guerra. Exigieron el inme-diato reemplazo de las requisiciones de alimentos por una tasafija en especies, con libertad de comercio respecto de los exce-dentes que sobrepasaran las obligaciones de los campesinos res-pecto del Estado. Todo enfoque basado en la compulsin, argu-

    mentaba Dan, slo precipitara la declinacin del rea sembraday una reduccin suplementaria de la produccin de grano, quetanta falta haca; la aplicacin continuada de la fuerza amplia-ra el abismo entre ciudad y campo, impulsando al campesina-do a tomar las armas de la contrarrevolucin. En una posicinsimilar, Volsky exhortaba al gobierno a alentar la formacin decooperativas voluntarias y a abandonar las granjas estatales a

    las cuales se oponan tan encarnizadamente los campesinos. YDallin, al referirse a los comits de siembra de Osinsky, adver-ta que cualquier nuevo instrumento de coercin slo agravarala crisis existente.19

    Otras objeciones a la poltica agrcola del gobierno fueronformuladas por los campesinos mismos en una sesin a puertacerrada de los delegados rurales al congreso. Lenin asisti per-sonalmente, y las notas que envi al Comit Central del parti-do y al Consejo de Comisarios del Pueblo son de enorme inte-rs. La oposicin al proyecto de Osinsky, como muestran lasnotas de Lenin, era unnime y contundente. Con desprecio nodisimulado, un campesino de Siberia regin ya profundamen-te afectada por las rebeliones campesinas denunci la idea deestablecer comits de siembra y de que el Estado interfirierams en los asuntos de las aldeas: Osinsky no conoce Siberia.

    Yo he sembrado all durante treinta y ocho aos, pero Osinskyno sabe nada. Otros delegados atacaron los esfuerzos del go-bierno por colectivizar la agricultura, pero su peor animosidadse reserv para la confiscacin de cereales mediante destaca-mentos armados que, decididos a cumplir sus cuotas arbitra-rias, no hacan ningn distingo entre el campesino ocioso y el

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    que trabajaba con ahnco. Haba sido incautado tanto cereal,dijo un delegado, que ni los seres humanos ni los animales te-nan nada que comer. Un campesino de Tula protest diciendo

    que debido a las confiscaciones excesivas diez provincias frti-les de Rusia central (incluida la suya propia) se haban queda-do sin semilla para la prxima siembra. Para elevar la produc-cin de alimentos, dijo un delegado de Perm, debemos liberarnosde este flagelo de la requisicin compulsiva.

    Los oradores protestaron, uno despus de otro, afirmandoque slo se les haba dado una pequea compensacin, y a ve-ces ninguna, por su produccin. Si queris que sembremos toda

    la tierra declar un campesino de la provincia de Minskdadnos slo sal y hierro. No dir nada ms. Necesitamos ca-ballos, ruedas, rastras, repiqueteaban otras voces. Dadnos me-tal para reparar nuestras herramientas y cobertizos, o monedaslida con valor real para pagar al herrero y al carpintero. Undelegado de la provincia de Kostroma expres la opinin detodo el grupo cuando declar: A los campesinos hay que dar-

    les incentivo, pues de otro modo no quieren trabajar. Puedoaserrar madera bajo el ltigo, pero no se puede cultivar bajo elltigo. Cmo proporcionar incentivo? preguntaba un cam-pesino de Novgorod. Es muy simple: un porcentaje fijo derequisicin de grano y de ganado.20

    Lenin mismo no era de ninguna manera indiferente ante lasituacin por la que atravesaba el campesinado. Cuando se en-ter, por ejemplo, de que los campesinos de un determinadodistrito haban sido sometidos a confiscaciones excesivas y pri-vados del grano necesario para sembrar, intervino personalmenteen su ayuda.21 Ya en noviembre de 1920 haba comenzado aconsiderar la posibilidad de la transformacin de lasrequisiciones de alimentos en una tasa en especies,22 que eraprecisamente lo que los mismos aldeanos estaban solicitando.Pero, por lo menos por el momento, rechaz tal paso como

    prematuro. En efecto, el peligro de una reanudacin de la Gue-rra Civil, dijo Lenin en el Octavo Congreso de los Soviets, anno se haba evaporado por completo. Estaba por firmar la pazformal con Polonia; y el ejrcito de Wrangel, abastecido por losfranceses, segua preparado en la vecina Turqua, listo paragolpear en la primera oportunidad conveniente. Era obvio en-

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    tonces que no deba precipitarse la transicin a un nuevo pro-grama econmico de poca de paz.23 En una ocasin anteriorLenin haba ejemplificado este punto con una fbula rusa. Ha-

    blando ante una asamblea de representantes rurales de la pro-vincia de Mosc en octubre de 1920, admiti (con gritos deaprobacin por parte del auditorio) que el campesinado gemabajo una pesada carga de contribucin, que haba provocadouna grave escisin entre ciudad y campo, entre obrero y cam-pesino. Pero si el carnero y el chivo se pelean, pregunt Leninrefirindose al proletariado y el campesinado, debemos per-mitir que el lince de la contrarrevolucin los devore a ambos?24

    As, pese a las dudas cada vez ms profundas, Lenin se atuvoa las viejas polticas del Comunismo de Guerra. En diciembrede 1920, en el Octavo Congreso de los Soviets, puso su sello deaprobacin sobre el proyecto de Osinsky, de creacin de unbanco pblico de semillas y de una campaa de siembra en laprimavera siguiente. A continuacin el congreso aprob unaresolucin que exiga un amplio plan estatal de siembra

    compulsiva bajo la direccin general del Comisariado de Agri-cultura. Se estableceran comits de siembra en cada provincia,distrito y municipio, encargados de administrar toda la manode obra y equipo disponible para ampliar el rea de tierra culti-vada.25 Pero Lenin consideraba que, por lo menos en ese mo-mento, no era factible realizar ningn intento ms de colectivi-zar la agricultura. Ya no crea que el socialismo pudiera lograrseen un futuro cercano. Rusia, segn afirm en el Octavo Con-greso de los Soviets, segua siendo un pas de pequeos campe-sinos, y los campesinos no son socialistas. Tratarlos comotales equivala a construir el futuro de Rusia sobre arena move-diza. Aunque se haba clausurado el Sujrevka (el famoso mer-cado negro de Mosc), su espritu viva en el corazn de todopequeo propietario. Mientras vivamos en un pas de peque-os campesinos dijo Lenin, el capitalismo tendr en Rusia

    una base econmica ms fuerte que el comunismo. Pero si latransicin al socialismo iba a ser larga y difcil, agregaba, tantamayor razn para no retirarse ante las fuerzas capitalistas en elcampo. As, la compulsin y no la concesin segua siendo elsanto y sea de la poltica agrcola bolchevique.26

    La situacin en las ciudades, que hasta entonces haban sido

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    el principal baluarte de apoyo bolchevique, era en muchos as-pectos peor que en el campo. Seis aos de disturbios habandesquiciado la economa industrial de la nacin. Aunque las

    estadsticas publicadas varan en muchos detalles, el cuadro quesurge es casi el de un colapso.27 A fines de 1920 la produccinindustrial total haba bajado a alrededor de un quinto de losniveles de 1913. El abastecimiento de petrleo y de materiasprimas alcanz un estado particularmente crtico. Aunque loscampos petrolferos de Bak y la cuenca carbonfera del Donetzse haban recuperado en la primavera y el otoo de 1920, eldao fue amplio y muy difcil de reparar. Muchas de las minas

    estaban inundadas y otras obras en curso quedaron destruidas.La produccin total de carbn en Rusia, a fines de 1920, eraslo de un cuarto de los niveles de preguerra, y la de petrleono pasaba de un tercio. Peor an, la produccin de hierro fun-dido baj a menos del 3 por ciento de los niveles de 1913, y laproduccin de cobre casi se haba detenido. Por falta de estosmateriales bsicos, los principales centros industriales del pas

    se vieron forzados a reducir la produccin en forma muy extre-ma. Muchas grandes fbricas slo podan funcionar parcial-mente, y su fuerza de trabajo disminuy a una fraccin de loque haba sido cuatro o cinco aos antes. Algunos sectores im-portantes de la industria pesada llegaron a cesar por completoen su actividad. Y en las empresas productoras de bienes deconsumo, la produccin total disminuy a menos de un cuartode los niveles de preguerra. La manufactura de calzado se redu-jo a un dcimo de lo normal, y slo en veinte plantas textilessiguieron funcionando las mquinas.

    Integraban esta situacin de desastre dos factores adiciona-les: los efectos asfixiantes del reciente bloqueo aliado y la des-organizacin del sistema de transportes del pas. El bloqueo,impuesto despus del tratado de Brest-Litovsk de 1918, fue fi-nalmente levantado en 1920, pero el comercio interior no revi-

    vi hasta el ao siguiente, e incluso entonces en muy pequeaescala. Como resultado, la Rusia Sovitica se vio privada deequipo tcnico, maquinaria y materias primas que necesitabacon urgencia y cuya falta impidi una rpida recuperacin delsistema industrial. Al mismo tiempo, los medios de transportequedaron gravemente desquiciados. En buena parte del pas

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    haban sido arrancados los rieles y destruidos los puentes porlos ejrcitos en retirada. Trotsky, al informar sobre la situacinde los transportes al Octavo Congreso de los Soviets, observa-

    ba que ms de la mitad de las locomotoras en Rusia estabandescompuestas; y la produccin de nuevas mquinas haba des-cendido al 15 por ciento de la cifra correspondiente a 1913.28

    Como el abastecimiento de petrleo normal era a lo sumo in-termitente, el personal ferroviario se vio reducido a hacer fun-cionar los trenes con madera, y esto aument el nmero deaveras e interrupciones del servicio. Las comunicaciones esta-ban deterioradas en casi todas partes, y en algunos distritos la

    parlisis era total.La quiebra del sistema ferroviario detuvo la entrega de pro-

    ductos alimenticios a las ciudades hambrientas. Las provisio-nes llegaron a ser tan escasas que los obreros y otros habitantesde las ciudades se vieron reducidos a raciones de hambre. Laspequeas cantidades de alimentos disponibles se distribuan deacuerdo con un sistema preferencial ideado originariamente para

    favorecer a los obreros de las industrias blicas, pero que semantuvo aun despus de la terminacin de la Guerra Civil. As,a comienzos de 1921, los obreros de las fundiciones dePetrogrado y de los altos hornos (goriachie tsekhi) reciban unaracin diaria de 800 gramos de pan negro, mientras que otrosobreros que realizaban tareas excepcionalmente pesadas(udarniki) reciban 600 gramos, y las categoras menores nopasaban de 400 o incluso de 200 gramos.29 Pero aun esta ma-gra asignacin se distribua sobre una base irregular. Segnnuestras fuentes, la dieta de los trabajadores del transporte lle-gaba a un promedio de 700 a 1.000 caloras por da,30 ciframuy por debajo del mnimo necesario para enfrentar el trabajode todo un da.

    La crisis alimentaria en las ciudades se complic mucho araz de la desintegracin del mercado regular durante el pero-

    do de la Guerra Civil. Bajo el sistema del Comunismo de Gue-rra se aboli todo comercio privado y ces virtualmente de existirel intercambio normal de bienes entre la ciudad y el campo. Sulugar lo ocup rpidamente un mercado negro. Enjambres devendedores ambulantes correteaban de aldea en aldea compran-do pan y vegetales para venderlos o realizar operaciones de

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    trueque con los hambrientos habitantes de las ciudades. A finesde 1920 el comercio ilcito haba llegado a proporciones talesque suplant en gran medida a los canales oficiales de distribu-

    cin. Al mismo tiempo, la inflacin alcanz niveles vertigino-sos. Slo en el curso del ao 1920 el precio del pan aumentms de diez veces.31 El gobierno sovitico, para atender a suspropios gastos, comenz a imprimir dinero con un ritmo fren-tico, y como resultado de esta accin un rublo de oro que equi-vala a 7 rublos papel y 85 kopecks en 1917, vala por lo menos10.000 rublos papel tres aos ms tarde.32 A fines de 1920 lossalarios reales de los trabajadores fabriles en Petrogrado ha-

    ban descendido, segn estimaciones oficiales, al 8,6 por cientode sus niveles de preguerra.33 A medida que iba bajando el va-lor de la moneda, se pagaba a los trabajadores una proporcincada vez mayor de su salario en especies. La racin de comida(payok) lleg a constituir el ncleo del salario, al cual se agre-gaban los zapatos y vestimentas que el gobierno entregaba alos obreros y, a veces, una fraccin de lo que producan, que

    ellos trocaban normalmente por comida.No obstante, los trabajadores fabriles raramente tenan lonecesario para poder alimentarse ellos mismos y sus familias, yse fueron uniendo a las oleadas de habitantes de las ciudadesque abandonaban sus hogares y se trasladaban al campo enbusca de alimento. Entre octubre de 1917 y agosto de 1920(fecha en que se tom un censo), la poblacin de Petrogradodisminuy de casi 2.500.000 habitantes a ms o menos 750.000,lo cual equivale a una baja de casi dos tercios. Durante el mis-mo perodo Mosc perdi casi la mitad de sus habitantes, mien-tras que la poblacin urbana total de Rusia declin en alrede-dor de un tercio. Una buena proporcin de esta migracin lacomponan trabajadores industriales que iban volviendo a susaldeas nativas y reanudaban su anterior forma de existenciacampesina. En agosto de 1920 Petrogrado, por ejemplo, qued

    con slo un tercio de los 300.000 obreros fabriles de los quepoda jactarse tres aos antes, y el decrecimiento total de obre-ros en toda Rusia excedi el 50 por ciento.34 Parte de esta dra-mtica declinacin era atribuible, por supuesto, a la alta tasade mortalidad en el frente, y parte a la gran cantidad de perso-nas que volvan a sus aldeas para participar en el reparto de

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    tierras; la dislocacin de la industria y la falta de petrleo yvestimenta contribuyeron tambin a este xodo. Pero la mayo-ra buscaba comida, especialmente durante 1919 y 1920, aos

    en los cuales los abastecimientos de las ciudades se aproxima-ron con rapidez a niveles de hambre.Aun entre quienes prefirieron quedarse, haba muchos ope-

    rarios que restablecieron viejos vnculos con sus aldeas, hacien-do viajes peridicos en busca de alimento o volviendo a ellasdurante perodos de enfermedad, o para ayudar en la cosecha.Es irnico que esto ocurriera en un momento en que el pas,segn los cnones ideolgicos del partido bolchevique, deba

    haber adquirido un carcter urbano e industrial cada vez msacentuado. Pero en lugar de ello, debido a los efectos del repar-to de tierras y de la Guerra Civil, Rusia volvi a ser, en granmedida, la primitiva sociedad agraria de la cual slo haba co-menzado a emerger en poca reciente. Para el gobierno soviti-co, que gobernaba en nombre del proletariado industrial, lasituacin estaba cargada de peligrosas implicaciones. No slo

    el desplazamiento de gente de la ciudad a la aldea dilua la basesocial de la autoridad bolchevique, sino que el renovado con-tacto entre campesinos y obreros serva para aumentar las ten-siones populares existentes. Las quejas de los campesinos pro-vocaron reacciones muy fuertes entre los visitantes urbanos,que pudieron ver con sus propios ojos el impacto que producael Comunismo de Guerra en el campo. Y pronto se difundi unsentimiento de frialdad de los campesinos y obreros hacia susparientes plebeyos que integraban el ejrcito y la armada. Elresultado fue una ola creciente de disturbios rurales, agitacinindustrial e intranquilidad militar, que iba a alcanzar un clmaxexplosivo en Kronstadt, en marzo de 1921.

    Entretanto, la situacin de las ciudades y pequeas pobla-ciones segua deteriorndose. A comienzos de 1921 los elemen-tos mismos de la vida ciudadana se iban desintegrando. Debido

    a la crisis de abastecimiento petrolero, los talleres, las viviendasy las oficinas no pudieron calentarse en los meses inusitadamenterigurosos del invierno. No se poda comprar en ninguna parteropas de abrigo y botas, y se hablaba de casos de personas quemoran heladas en sus departamentos carentes de calefaccin.El tifus y el clera barrieron las ciudades y cobraron una cuota

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    alarmante. Pero el alimento sigui constituyendo el peor pro-blema: pese a la fuerte declinacin de la poblacin urbana, losabastecimientos no eran an suficientes. Los operarios iban

    perdiendo su energa fsica y caan vctimas de todas las formasde desmoralizacin. A fines de 1920 la productividad prome-dio haba descendido a un tercio de la tasa de 1913.35 Impulsa-dos por el fro y el hambre, los hombres abandonaban sus m-quinas durante das enteros para juntar madera y vveres en elcampo circundante. Viajaban a pie o en vagones de ferrocarrilatestados, llevando sus posesiones personales y los materialesque haban podido sustraer de las fbricas, con el fin de

    intercambiarlos por cualquier alimento que pudieran conseguir.El gobierno hizo todo lo posible para detener este trfico ilegal.Se distribuyeron destacamentos armados que bloqueaban loscaminos (zagraditelnye otriady) con el fin de vigilar el acceso alas ciudades yconfiscar los preciosos sacos de alimentos quelos especuladores traan de vuelta para sus familias. La bru-talidad de los destacamentos camineros se hizo proverbial en

    todo el pas, y los comisariatos de Mosc se vieron inundadosde quejas por los mtodos arbitrarios que se aplicaban.36

    Otra queja importante de la clase trabajadora era la referen-te a la creciente regimentacin del trabajo bajo el sistema delComunismo de Guerra. La fuerza impulsora de este desarrollofue Trotsky, el Comisario de Guerra. Alentado por el xito quehaba obtenido cuando logr dar forma a un Ejrcito Rojo r-pidamente improvisado, Trotsky trat de aplicar mtodos si-milares de disciplina militar a la tambaleante economa indus-trial. En enero de 1920, el Consejo de Comisarios del Pueblodecret, en gran medida por instigacin de Trotsky, una obliga-cin general de trabajo para todos los adultos capaces y autori-z, al mismo tiempo, la asignacin de personal militar ociosopara tareas civiles. A medida que se aproximaba el fin de laGuerra Civil, destacamentos enteros de soldados del Ejrcito

    Rojo, en lugar de ser licenciados, eran mantenidos como ejr-citos de trabajo y se los destinaba a tareas tendientes a aliviarla creciente crisis petrolera y del transporte y a salvar del colap-so a las industrias bsicas. Se emplearon miles de veteranos encortar madera, sacar carbn de las minas y reparar vas frreas,mientras otros millares eran asignados a tareas pesadas en las

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    grandes fbricas urbanas. Entretanto, se intent reforzar la dis-ciplina laboral entre la fuerza civil de trabajo para reducir loshurtos y el ausentismo y elevar la produccin individual. Sin

    embargo, los resultados de estas medidas polticas fueron des-alentadores. Como era de esperar, el endurecimiento de la dis-ciplina y la presencia de tropas en las fbricas provocaron unfuerte resentimiento en los obreros regulares y violentas quejascontra la militarizacin del trabajo, en las reuniones de f-bricas y de sindicato. Y los soldados, por su parte, estaban an-siosos de volver a su hogar, una vez terminada la guerra. Amuchos rusos les pareca que la militarizacin del trabajo

    haba perdido su justificacin en el momento mismo en que elgobierno trataba de ampliarla. Los lderes mencheviques com-pararon la nueva regimentacin con la esclavitud egipcia, cuan-do los faraones utilizaban el trabajo forzado para construir laspirmides. Insistan en que la compulsin no lograra ms xitoen la industria que el que haba logrado en la agricultura.37 Congran alarma de los observadores gubernamentales, tales argu-

    mentos iban obteniendo una resonancia positiva entre los ope-rarios de las industrias, cuya desilusin respecto de losbolcheviques y de su programa de Comunismo de Guerra seiba aproximando al punto de las demostraciones abiertas con-tra el rgimen.

    La militarizacin del trabajo fue parte de un esfuerzo msamplio tendiente a imponer el control central sobre la vacilanteeconoma de la nacin. Durante 1917 y 1918 los trabajadoresindustriales haban puesto en prctica el slogan sindicalista delcontrol de los obreros sobre la produccin.38 Esto significa-ba que los comits locales de fbrica y taller supervisaban lacontratacin y despido de los trabajadores, participaban en lafijacin de los salarios, horarios y condiciones de trabajo, yvigilaban en general las actividades de la administracin. Enalgunas empresas se dej cesantes a directores, ingenieros y ca-

    pataces impopulares, y las comisiones de trabajadores asumie-ron por s mismas las tareas directivas, por lo comn con resul-tados desastrosos. En el verano de 1918 la administracinefectiva casi haba desaparecido en la industria rusa, y el pasestaba al borde del colapso econmico. Los bolcheviques, quealentaron el control por los obreros en 1917 como medio para

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    minar al Gobierno Provisional, se vieron entonces forzados aactuar para no ser devorados por la misma marea que habatragado a sus predecesores. As, a partir de junio de 1918 se

    nacionalizaron las grandes fbricas y se abandon en formagradual el control por los obreros, instaurndose en cambio ladireccin unipersonal y una estricta disciplina de trabajo. Ennoviembre de 1920 cuatro de cada cinco grandes empresas es-taban ya bajo direccin individual, y la nacionalizacin se ha-ba extendido a la mayora de las pequeas fbricas y talleres.39

    Cuando era posible, los especialistas burgueses volvan a suscargos para proveer el asesoramiento y la supervisin tcnica

    que tanto se requeran. Antes de terminar el ao la proporcinde empleados burocrticos respecto de trabajadores manualesera de aproximadamente el doble que en 1917.40 Haba comen-zado a florecer una nueva burocracia. Se trataba de un conjun-to mixto, formado por personal administrativo veterano y ne-fitos sin prctica alguna; sin embargo, pese a las disparesvaloraciones y perspectivas que tenan, compartan intereses

    peculiares que les eran propios y que los apartaban de los obre-ros del taller.Para estos ltimos, la restauracin del enemigo de clase en

    un lugar dominante dentro de la fbrica signific una traicin alos ideales de la revolucin. Segn su punto de vista, su sueode democracia proletaria, realizado momentneamente en 1917,les era arrebatado para reemplazarlo por los mtodos coerciti-vos y burocrticos del capitalismo. Los bolcheviques habanimpuesto la disciplina de hierro en las fbricas, establecidodestacamentos armados para imponer por la fuerza la volun-tad de la direccin, y contemplado el uso de odiosos mtodosde eficiencia tales como el sistema de Taylor. Que esto lohiciera un gobierno en el que haban confiado y que pretendagobernar en su nombre, era un amargo trago para los trabaja-dores. No es de extraar entonces que durante el invierno de

    1920-1921, en que la dislocacin econmica y social alcanzun punto crtico, no pudieran ya silenciarse las murmuracionesde descontento, ni siquiera apelando a amenazas de expulsincon prdida de las raciones. En las reuniones de fbrica, dondelos oradores denunciaban en tono colrico la militarizacin yburocratizacin de la industria, las referencias crticas a las co-

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    modidades y privilegios de que gozaban los funcionariosbolcheviques suscitaron gritos indignados de acuerdo por partede los oyentes. Los comunistas, se afirmaba, siempre obtenan

    los mejores trabajos y parecan sufrir menos hambre y fro quetodos los dems. Comenzaron a surgir, a menudo simultnea-mente, el antisemitismo y el antiintelectualismo; se formul elcargo de que los bolcheviques pertenecan a una estirpe extran-jera de intelectuales judos que haban traicionado al puebloruso y contaminado la pureza de la revolucin.

    Este creciente sentimiento de amargura y desilusin coinci-di con un perodo de aguda controversia dentro del Partido

    Comunista mismo, donde no dejaba de manifestarse oposicina la poltica del Comunismo de Guerra. La controversia, quecontinu desde diciembre de 1920 hasta marzo de 1921, y al-canz su clmax en el Dcimo Congreso del Partido, mientrasestaba en curso la rebelin de Kronstadt, se centraba sobre elrol de los sindicatos en la sociedad sovitica.41 Durante la pro-longada y turbulenta disputa surgieron tres posiciones antag-

    nicas. Trotsky, guiado por la concepcin militar de la mano deobra a la que haba llegado mientras era Comisario de Guerra,estaba en favor de la subordinacin total de los sindicatos alEstado, que deba ser el nico dotado de autoridad para desig-nar y despedir funcionarios sindicales. Los ms decididos opo-sitores a este plan eran los miembros de la Oposicin de Traba-jadores, grupo compuesto en gran medida por obreros y exobreros (sobre todo Alexander Shliapnikov y Yuri Lutovinov)que haban conservado su lealtad y simpatas proletarias. Loque perturbaba especialmente a la Oposicin de Trabajadoresera el aparente cambio del rgimen sovitico que se haba trans-formado en un nuevo Estado burocrtico dominado por unaminora no proletaria. Shliapnikov, Lutovinov, AlexandraKollontai y sus simpatizantes vituperaron la militarizacin dela fuerza de trabajo y la inauguracin de la direccin unipersonal

    en las fbricas. Exigieron no slo la total independencia de lossindicatos respecto del control del Estado y del partido, sinotambin la transferencia de la administracin industrial a lossindicatos y a sus comits locales de fbrica, que segn ellosdeban organizarse en un Congreso Panruso de Productores.Insistan en que el partido no deba permitir que la iniciativa

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    creadora de los trabajadores fuera mutilada por la maquina-ria burocrtica que est saturada del espritu rutinario que ca-racteriza al sistema capitalista de produccin y control.42

    Lenin y sus partidarios (que constituan una gran mayoraentre los miembros del partido) trataron de atenuar la discor-dancia existente entre la exhortacin de Trotsky al sometimientode los sindicatos y el programa sindicalista de la Oposicin delos Trabajadores. Segn ellos lo vean, los sindicatos no debanser absorbidos por el aparato estatal ni haba que acordarles elcontrol sobre la industria; ms bien, deban retener una dosisreal de autonoma, con el derecho a elegir a sus propios lderes

    y promover la libre discusin de los problemas laborales, mien-tras que el gobierno seguira teniendo las riendas de la econo-ma en sus propias manos. Lenin esperaba que sus propuestasde compromiso lograran unir a los otros grupos. Se sinti pro-fundamente perturbado por la disputa, que amenazaba conquebrar la frgil unidad partidaria en un momento tan crticode la historia sovitica. Debemos tener la valenta de mirar de

    frente la amarga verdad, dijo en enero de 1921, en el momen-to ms agudo de la controversia. El partido est enfermo. Elpartido tiembla de fiebre. A menos que pueda curarse de suenfermedad en forma rpida y radical, adverta Lenin, ocu-rrir una escisin inevitable que podra resultar fatal para larevolucin.43

    Los debates ocurridos dentro del Partido Comunista reflejanlas crecientes tensiones de la sociedad rusa en su conjunto, amedida que avanzaba el invierno. Durante los tres aos ante-riores el pueblo haba librado una desesperada lucha para pre-servar los frutos de la revolucin y lograr una vida ms libre yconfortable, y crea que una vez derrotado el enemigo el go-bierno lo liberara con rapidez de los rigores de la disciplinablica, y que en poco tiempo el sistema del Comunismo de Gue-rra se transformara en un borroso recuerdo de una poca per-

    turbada, que ya haba pasado a la historia. Pero no ocurrinada parecido. Una vez ganada la Guerra Civil, no se abando-naron, ni siquiera se relajaron, las polticas del Comunismo deGuerra. Meses despus de la derrota de Wrangel, el gobiernomostr pocos signos de que se trataran de restaurar las liberta-des elementales, fueran econmicas o polticas. El impulso pre-

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    dominante de la poltica bolchevique sigui orientndose, msbien, hacia la compulsin y el control rgido. Como resultadode ello, se desarroll rpidamente un sentimiento de amargo

    desaliento. ste era el sentimiento que constitua el ncleo de lacrisis en curso. Aun quienes conceban que el Comunismo deGuerra haba servido a un propsito necesario, que durante lalucha a muerte contra los Blancos haba salvado al ejrcito dela derrota y a las ciudades del hambre, estaban convencidos deque la compulsin ya no tena utilidad alguna. Segn su puntode vista, el Comunismo de Guerra no haba sido nada ms queun expediente temporario para enfrentar una situacin de emer-

    gencia; como programa de poca de paz constitua un tremen-do fracaso y una carga que el pueblo ya no poda tolerar.

    No obstante, los bolcheviques no estaban dispuestos a dero-garlo, como tampoco a dejar de sofocar a la oposicin poltica.

    A manera de justificacin, los portavoces partidarios insis-tan en que an no haba transcurrido la emergencia blica, queel pas segua estando aislado y acosado por poderosos enemi-

    gos de todas partes, listos para el asalto cuando vieran el pri-mer signo de debilidad interna. Pero cada medida represiva,aunque la dictara una urgencia econmica o poltica, minabaan ms las pretensiones democrticas e igualitarias del gobier-no. Voces de crtica argumentaban que eran los bolcheviquesmismos quienes estaban traicionando los ideales de la revolu-cin. Para Alexander Berkman, lder anarquista que haba apo-yado al rgimen sovitico durante la Guerra Civil, se haba ab-jurado de los eslogans de 1917 y pisoteado las ms entraablesesperanzas del pueblo. La injusticia prevaleca en todas partes,escribi Berkman en 1921, y una supuesta necesidad serva paraencubrir la traicin, el engao y la opresin; los bolcheviques,aunque gobernaban en nombre de los trabajadores y de los cam-pesinos, estaban destruyendo la iniciativa y la confianza de s-tos en s mismos, elementos de los cuales dependa el crecimien-

    to y, en verdad, la supervivencia misma de la revolucin.44Los sentimientos de Berkman eran ampliamente comparti-

    dos por otros sectores de izquierda que, como los anarquistas,haban sido rudamente dejados de lado despus de la toma delpoder por los bolcheviques. En un discurso pronunciado ante elOctavo Congreso de los Soviets, el lder menchevique Feodor

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    Dan lleg a formular la acusacin de que al ahogar la iniciativapopular todo el sistema de los soviets haba dejado de funcio-nar, excepto como mera fachada para una dictadura

    unipartidaria. Se suprimi la libertad de expresin o de reunin,dijo Dan, se aprision o desterr sin juicio previo a ciudadanosy se realizaron ejecuciones polticas en gran escala. Condenan-do estas prcticas terroristas, exiga la inmediata restauracinde las libertades polticas y civiles y solicitaba nuevas eleccio-nes para integrar los soviets en todas las localidades. El llama-do de Dan encontr eco en un discurso pronunciado por el pro-minente socialista revolucionario de izquierda, I. N. Steinberg.

    ste haba sido comisario de justicia en el gobierno sovitico ysolicitaba la resurreccin de la democracia sovitica conamplia autonoma y autodireccin en el nivel local.45

    En verdad, este requerimiento repeta la antigua exigencialeninista de entregar todo el poder a los soviets, reivindica-cin que ahora volvan contra los bolcheviques sus crticos delala izquierda. Dentro de las filas mismas del Partido Comunis-

    ta, los centralistas democrticos defendan la concesin de ma-yor poder a los soviets locales como remedio para la excesivacentralizacin de la autoridad poltica ocurrida durante la Gue-rra Civil. Tampoco se limitaban tales apelaciones a un puadode intelectuales radicales. Durante los meses del invierno la c-lera popular se desarroll en un amplio frente, que abarcaba amarineros y soldados, as como a campesinos y obreros, queanhelaban recuperar la anrquica libertad de 1917, a la vezque deseaban la restauracin de la estabilidad social y el fin delderramamiento de sangre y la privacin econmica. A raz deestas aspiraciones en cierto modo contradictorias, surgi unade las ms serias crisis internas que los bolcheviques habanenfrentado desde la toma del poder. En marzo de 1921 el rgi-men sovitico estuvo en peligro de ser barrido por una oleadade insurrecciones campesinas, disturbios laborales y fermento

    militar, que alcanz su culminacin en el levantamiento deKronstadt.

    Era sobre todo el hambre y la privacin lo que haba creadola atmsfera para la crisis, y sera fcil criticar a los bolcheviquesporque no hayan logrado atenuar el descontento abandonandoel sistema del Comunismo de Guerra. No obstante, los

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    bolcheviques necesitaban, no menos que los gobiernos del oes-te, tiempo para evaluar la nueva situacin que estaban enfren-tando. La transicin de la guerra a la paz, como dijo Lenin al

    Octavo Congreso de los Soviets, no era cosa sencilla. Nadieestaba seguro de cul era el mejor curso de accin; no habaningn plano estratgico, ningn precedente que seguir. Desdeel momento en que los bolcheviques tomaron el poder, sus po-lticas fueron el resultado de tanteos y tuvieron un carcter ex-perimental e incierto; y pasados ms de tres aos, la improvisa-cin segua caracterizando sus discusiones y acciones. Algunosde los lderes partidarios, incluido Lenin mismo, comenzaron

    de hecho ya en noviembre de 1920 a considerar la posibilidadde moderar el Comunismo de Guerra, pero en ese momentoestaba lejos de ser evidente como iba a serlo slo dos o tresmeses ms tarde que fuera necesaria una reorientacin inme-diata para evitar un trastorno social de importancia.

    No obstante, subsiste el hecho de que tard demasiado enproducirse una relajacin del clima interno. Dominados an

    por la psicologa blica, y no dispuestos a abandonar el progra-ma que se adaptaba a sus preconceptos ideolgicos, losbolcheviques se aferraron a las polticas del Comunismo deGuerra y no las abandonaron hasta febrero de 1921, cuandoLenin dio los primeros pasos hacia el establecimiento de unaNueva Poltica Econmica. No obstante, en ese momento ya aera demasiado tarde para evitar la tragedia de Kronstadt.

    NOTAS

    1 Vosmoi vserossiikii s ezd sovetov rabochikh, krestianskikh, krasnoar-meiskikh i kazachikh deputatov: stenografischeskii otchet (22-29 de-kabria 1950 goda), Mosc, 1921, pg. 16.

    2 L. N. Kristman, Geroicheskii period velikoi russkoi revoliutsii, 2, ed.,Mosc, 1926, pg. 166.

    3

    Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, XLIII, 219.4 Kristman, Geroicheskii period velikoi russkoi revoliutsii, pgs. 135-39.5 A. S. Pukhov, Kronshtadtskii miatezh 1951 g., Leningrado, 1931, pg. 8.6 Vase Kristman, Geroicheskii period velikoi russkoi revoliutsii, pgs. 153-

    61.7 Vase E. H. Carr, The Bolshevik Revolution, 1917-1923, 3 vols., Nueva

    York, 1951-1953, II, pgs. 39-46.8 Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, XXXVIII, 200.

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    9 Ibid., XLIX, 43. Los bolcheviques cambiaron oficialmente su nombre por elde comunistas en marzo de 1918.

    10 Merle Fainsod, Smolensk under Soviet Rule, Cambridge, Mass., 1958,pg. 43.

    11

    I. la. Trifonov, Klassy i klassovaia borba v SSSR v nachale nepa (1921-1923 gg.), vol. I: Borba s vooruzhennoi kulatskoi kontrrevoliutsiei,Leningrado, 1964, ofrece un informe detallado de las sublevacionescampesinas en diversos puntos de Rusia Sovitica.

    12 Desiatyi s ezd RKP(b), mart 1921 goda, Mosc,1963, pg. 23.* Nombre que designa tradicionalmente en francs a las sublevaciones

    campesinas. Se aplic por primera vez a la revuelta de los campesinos oJacques de la Ile-de-France contra la nobleza, que se produjo el 28 de mayode 1358. Fue reprimida por los nobles con despiadada dureza. (N. del T.)

    13 Seth Singleton, The Tambov Revolt (1920-1921), Slavic Review, XXV

    (septiembre de 1966), 499.14 Vanse ibid., pgs. 497-512, y Antonovshchina, Tambov, 1923.15 Trifonov, Klassy i klannovaia borba v SSSR, I, 4-5; Iu. A. Poliakov,

    Perekhod k nepu i sovetskoe krestianstvo, Mosc,1967, pgs. 205-206.Los archivos de Trotsky en la Universidad de Harvard contienen unacantidad de documentos vinculados con estas sublevaciones campesinas de1920-1921.

    16 Singleton, The Tambov Revolt Slavic Review, XXV, 500; Kak tambovs-kie krestiane boriatsia za svobodu, sin pie de imprenta, 1921, pgs. 12-13.

    17 Poliakov, Perekhod k nepu, pgs. 213 y sigs.18 N. Osinskii, Gosudarstvennoe regulirovanie krestianskogo khoziaistva,Mosc, 1920,pgs. 8-9.

    19 Vosmoi vserossiiskii s ezd sovetov, pgs. 37-43, 50-57, 122-23, 200-201.

    20 Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, XLII, 382-86.21 Vase su nota del 21 de octubre de 1920 al Comisario Delegado de

    Alimentacin, N. P. Briukhanov, ibid., LI, 313.22 Ibid., XLII, 51.23

    Vosmoi vserossiiskii s ezd sovetov, pgs. 10 y sigs.24 Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, XLI, 362-63.25 Vosmoi vserossiiskii s ezd sovetov, pg. 268.26 Ibid., pg. 30.27 Za 5 let, 1917-1922: sbornik Ts.K.R.K.P., Mosc, 1922, pg. 408;

    Kritsman, Geroicheskii period velikoi russkoi revoliutsii, pgs. 163-64. Cf.las cifras que aparecen en N. A. Kornatovskii (comp.), Kronshtadtskiimiatezh: sbornik statei, vospominanii i dokumentov, Leningrado, 1931,pgs. 8-9; y en Grazhdanskaia voina, 1918-1921, 3 vols., Mosc, 1928-1930, I, 361.

    28 Vosmoi vserossiiskii s ezd sovetov, pg. 160, Za 5 let, pg. 408. Paraconcretar, se destruyeron 3.762 puentes de ferrocarril y 3.597 puentescamineros, as como unos 2.000 kilmetros de va frrea y 100.000kilmetros de cable telegrfico: Erich Wollenberg, The Red Army, Lon-dres, 1938, pg. 110.

    29 Lazarevich, Krontshtadtskoe vosstanie, Borba, 1921, N 1-2, pgs. 3-5.30 Pukhov, Kronshtadtskii miatezh, pg. 23.

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    31 A. Slepkov, Kronshtadtskii miatezh, Mosc, 1928, pg. 13.32 Pukhov, Kronshtadtskii miatezh, pg. 11.33 Ibid., pg. 23; Lazarevich, Kronshtadtskoe vosstanie, Borba, 1921, N

    1-2, pgs. 3-5.34

    Las cifras citadas en el texto provienen de la Krasnaia Gazeta, 9de febrerode 1921; Kritsman, Geroicheskii period velikoi russkoi revoliutsii, pg. 52;yPukhov, Kronshtadtskii miatezh, pg. 19.

    35 S. N. Prokopovitch, The Economic Condition of Soviet Russia, Londres,1924, pgs. 20-25. Vase tambin K. Leites, Recent Economic Develop-ments in Russia, Londres, 1922, pgs. 131 y sigs.

    36 Vase Alexander Berkman, The Kronstadt Rebellion, Berln, 1922, pg.10.

    37 Vase James Bunyan, The Origin of Forced Labor in the Soviet State,1917-1921: Documents and Materials, Baltimore, 1967, pgs. 89 y sigs.,

    135-36.38 Vase Paul Avrich, The Bolshevik Revolution and Workers Control in

    Russian Industry, Slavic Review, XXII(marzo de 1963), 47-63.39 Kristman, Geroicheskii period velikoi russkoi revoliutsii, pg. 206.40 Ibid., pgs. 297-98. El 2 de febrero de 1921 Lenin se quejaba de que la

    poblacin de Mosc est creciendo sobremanera por la gran cantidad deempleados, y deca que era necesario hacer algo al respecto: Lenin, Polnoesobranie sochinenii, LII, 65.

    41 Buenos exmenes de los diversos aspectos de la controversia referente a los

    sindicatos pueden verse en Robert V. Daniels, The Conscience of theRevolution, Cambridge, Mass., 1960, pgs. 119-36; y en Isaac Deutscher,Soviet Trade Unions, Londres, 1950, pgs. 42-52.

    42 Alexandra Kollontai, The Workers Opposition in Russia, Chicago, 1921,pgs. 22-23. Cf. las tesis del grupo de Oposicin de los Trabajadores enPravda, 25 de enero de 1921.

    43 Lenin, Polnoe sobranie sochinenii, LXII, 234.44 Alexander Berkman, The Bolshevik Myth (Diary 1920-1922), Nueva

    York, 1925, pg. 319; Berkman, The Anti-Climax, Berln, 1925, pg.

    12.45 Vosmoi vserossiiskii s ezd sovetov, pgs. 55-57, 122-23.

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    2. PETROGRADOY KRONSTADT

    En febrero de 1921 ocurri una ruptura franca entre el rgi-men bolchevique y su principal apoyo, que era la clase trabaja-dora. Desde comienzos del invierno, que fue inusitadamenteriguroso incluso para los promedios moscovitas, el fro y el ham-bre, combinados con los rigores no atenuados del Comunismo

    de Guerra, haban producido una atmsfera muy cargada enlas grandes ciudades. Esto ocurri particularmente en Mosc yPetrogrado, donde slo haca falta una chispa para produciruna explosin. Esa chispa se produjo el 22 de enero, cuando elgobierno anunci que la racin de pan acordada a las ciudades,que ya era magra, se reducira inmediatamente en un tercio.1

    Pese a la severidad de la medida, la reduccin resultaba eviden-

    temente inevitable. Las grandes nevadas y la escasez de petr-leo haban detenido a los trenes que traan alimentos de Siberiay el norte del Cucaso, donde se haban reunido excedentespara alimentar a las ciudades hambrientas del centro y del nor-te. En los primeros diez das de febrero, la interrupcin de losvnculos por va frrea lleg a ser tan completa que ni siquierapudo llegar a los vacos depsitos de Mosc un solo cargamen-to de cereal.2 Pero el hecho de que la reduccin de las racioneshubiera sido impuesta por circunstancias urgentes e imprevisi-bles, no contribuy mucho a disminuir su impacto sobre la po-blacin urbana hambrienta. Pareca inevitable alguna clase deestallido.

    El primer disturbio serio se produjo en Mosc a mediadosde febrero. Comenz con una tanda de reuniones espontneasen las fbricas, en las cuales los obreros encolerizados exigie-

    ron la inmediata derogacin del Comunismo de Guerra en fa-vor de un sistema de trabajo libre. Tan categrica era estademanda que el gobierno envi emisarios a las fbricas paratratar de justificar su poltica. Sin embargo, no era sta unatarea fcil. Enfrentados con auditorios extremadamente hosti-les, los portavoces oficiales no tuvieron casi la posibilidad de

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    terminar de formular sus observaciones antes de que los des-alojaran de la tarima en medio de un coro de mofas y silbidos.De acuerdo con un informe, Lenin mismo, al aparecer ante una

    ruidosa reunin de obreros metalrgicos de Mosc, pregunt asus oyentes, que haban acusado a los bolcheviques de arruinarel pas, si preferan que volvieran los Blancos. Su pregunta pro-voc una aguda rplica: No nos importa quines venganblancos, negros o incluso diablos, pero ustedes vyanse.3

    Creci rpidamente el descontento en las ciudades, a medi-da que las huelgas y las demostraciones iban sucediendo a lasreuniones de fbrica. Los trabajadores salieron a la calle con

    banderas y carteles que exigan el libre comercio, mayoresraciones y la abolicin de las requisiciones de cereales. Tampo-co se detuvieron en exigencias econmicas. Algunos de los ma-nifestantes queran la restauracin de los derechos polticos ylas libertades civiles, y haba incluso algunos carteles en que sesolicitaba la reimplantacin de la Asamblea Constituyente, mien-tras otros llevaban una leyenda ms chocante: Abajo los co-

    munistas y los judos.4

    Al comienzo, las autoridades trataronde frenar las manifestaciones con promesas de atenuacin, perotal procedimiento result intil y hubo que llamar a las tropasregulares y a los cadetes de la escuela militar (kursanty) pararestablecer el orden.

    Tan pronto como comenzaron a aplacarse los disturbios enMosc, una oleada ms seria de huelgas se difundi por la excapital de Petrogrado. Un aire de tragedia se cerna sobre laciudad, que slo era un fantasma de lo que haba sido segnla describe una contempornea, con sus filas diezmadas por larevolucin y la contrarrevolucin, y con un futuro inmediatoincierto.5 Situada en el ngulo noroeste de Rusia, alejada delos centros principales de abastecimiento alimentario y petrol-fero, Petrogrado sufra aun ms que Mosc por el hambre y elfro. Las reservas disponibles de alimentos haban bajado a slo

    un quinto de los disponibles antes de la Primera Guerra Mun-dial.6 Los habitantes de las ciudades marchaban kilmetros apie hacia las selvas vecinas, sin ropas de abrigo ni calzado de-cente, para cortar maderas con el fin de calentar sus hogares. Acomienzos de febrero ms del 60 por ciento de las fbricas msgrandes de Petrogrado se vieron forzadas a cerrar sus puertas

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    por falta de petrleo.7 Entretanto, los abastecimientosalimentarios prcticamente haban desaparecido. Segn un tes-tigo menchevique, Feodor Dan, los obreros y soldados ham-

    brientos mendigaban por las calles un pedazo de pan.

    8

    Los ciu-dadanos encolerizados protestaban contra el sistema noequitativo de racionamiento que favoreca a algunas categorasde la poblacin ms que a otras. Las tensiones se agravaron alsaberse que los miembros del partido recibieron zapatos y ves-timentas nuevas. Rumores de esta clase, que siempre abundanen pocas de tensin y estrechez, recibieron amplio crdito y secontaron como factores prominentes en el tumulto que prece-

    di a la revuelta de Kronstadt.Como en Mosc, las manifestaciones callejeras fueron pre-

    cedidas por una racha de reuniones de protesta en las nume-rosas aunque vacas fbricas y talleres de Petrogrado. Se oanen primer lugar quejas de carcter econmico, sobre todo re-ferentes a la cuestin de la comida. Un orador tras otro exi-gan que terminaran las requisiciones de granos, que se sus-

    pendieran las inspecciones camineras, se abolieran las racionesprivilegiadas y se permitiera el trueque de posesiones perso-nales por alimentos. El 23 de febrero se celebr una agitadaasamblea en la fbrica Trubochny, que era todava uno de losms grandes establecimientos metalrgicos de Petrogrado,aunque su fuerza de trabajo haba disminuido hasta ser slouna fraccin de lo que fuera tres o cuatro aos antes. Antes dedisolverse la reunin, se aprob una resolucin donde se re-quera un aumento en las raciones alimentarias y la distribu-cin inmediata de todo el calzado y las vestimentas de invier-no disponibles. Los obreros volvieron a la maana siguientepero pronto abandonaron sus herramientas y salieron de lafbrica. Se dirigieron a la isla Vasili, en la margen norte delNeva, y trataron de organizar una demostracin masiva paradar expresin activa a sus quejas. Se envi una delegacin a

    los cuarteles del regimiento de Finlandia, pero no logr indu-cir a los soldados a que participaran en la demostracin. Sinembargo, comenzaron a llegar ms trabajadores de las fbri-cas cercanas y estudiantes del Instituto de Minera, y en pocotiempo se reuni una multitud de 2.000 personas que procla-maba su desaprobacin al gobierno. Segn una exposicin de

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    los hechos, el presidente bolchevique del Consejo de Sindica-tos de Petrogrado, N. M. Antselovich, irrumpi en la escena yexhort a los trabajadores a que volvieran a sus tareas, pero

    fue sacado de su coche y golpeado por la multitud.

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    Antes deque la situacin escapara completamente a todo control,Zinoviev, presidente del partido en Petrogrado y presidentedel Soviet, envi una compaa de cadetes militares armadoscon orden de dispersar la manifestacin. Luego de algunasescaramuzas y gritos, se dispararon al aire unos pocos tiros ylos huelguistas se dispersaron sin derramamiento de sangre.10

    La demostracin en la isla Vasili era slo un preludio de lo

    que iba a venir. Al da siguiente, el 25 de febrero, los obreros deTrubochny volvieron a ganar la calle, se diseminaron por losdistritos fabriles circundantes y solicitaron a sus compaerosque abandonaran las tareas. Tuvieron inmediato xito. Losoperarios abandonaron el trabajo en la fbrica de tabacoLaferme, la fbrica de calzado Skorojod y las plantas metalr-gicas del Bltico y Patronny; luego, los rumores de que algunos

    de los manifestantes de la isla Vasili haban sido muertos o he-ridos el da anterior por los cadetes militares hicieron que lahuelga se difundiera a otras grandes empresas, incluidos losastilleros del Almirantazgo y los diques secos de Galrnaya. Envarios lugares se reunieron multitudes para or ataques impro-visados a la poltica del gobierno, y una vez ms se apel a loskursanty para dispersarlas.

    Alertadas por las huelgas de Mosc, las autoridades dePetrogrado, bajo la supervisin de Zinoviev, haban mantenidouna actitud de vigilancia ante posibles signos de perturbacionesen su propio sector. Cuando esto ocurri, actuaron con rapidezpara restablecer el orden. El 24 de febrero, el mismo da de lamanifestacin de la isla Vasili, el Comit del Partido Comunis-ta de Petrogrado se reuni y organiz un Comit de Defensatripartito, constituido por M. N. Lashevich, miembro del Con-

    sejo de Guerra Revolucionaria de la Repblica Sovitica, D. N.Avrov, comandante del distrito militar de Petrogrado, y N. M.Antselovich, del Consejo de Sindicatos. El Comit de Defensade Petrogrado, investido con poderes de emergencia, ordenque cada distrito de la ciudad constituyera su propia troikarevolucionaria para impedir que se propagaran los disturbios.

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    Modeladas segn el Comit de Defensa mismo, las revtroikiestaban compuestas por el organizador partidario del distrito,el comandante militar local y el presidente del soviet de distrito

    o el comisario de la escuela militar local. El mismo da, el Co-mit Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, presidido por Zinoviev,proclam la ley marcial en la ciudad. Se impuso el toque dequeda a partir de las once de la noche, y se prohibi toda clasede reuniones callejeras.11

    Mientras los huelguistas de Trubochny recorran las fbri-cas exhortando a los trabajadores a unrseles en una protestamasiva contra las autoridades, Zinoviev y sus colegas busca-

    ban la manera de evitar un bao de sangre. El 25 de febrero elSoviet de Petrogrado, el Consejo de Sindicatos y el comit delpartido dirigieron un llamado conjunto A los Obreros dePetrogrado Rojo, exhortndolos a permanecer en su traba-jo. El llamado admita que los obreros estaban sufriendo mu-chas dificultades, pero explicaba que ste era el costo por de-fender la revolucin contra sus enemigos. Incluso entonces,

    deca el documento, los Guardias Blancos, ayudados por losmencheviques y los socialistas revolucionarios, trataban deexplotar la crisis alimentaria para hacerla servir a sus propiosy malvolos fines. Ya haban olvidado los trabajadores delPedro Rojo a los Yudenich y Kolchak, los Denikin yWrangel? Qu poda dar al pueblo una restauracin Blanca?Slo el ltigo del terrateniente y la corona zarista. Y quresultara de abandonar las fbricas? Ms hambre y fro an.Los trabajadores haban hecho en verdad enormes sacrificios,pero sa era una razn ms para no abandonar la revolucinen el momento mismo de lograr la victoria.12

    Con esta exhortacin los bolcheviques de Petrogrado lanza-ron una importante campaa de propaganda para contrarres-tar la intranquilidad dentro de la ciudad. Desde todos los secto-res oficiales se advirti a los huelguistas que no hicieran el juego

    a la contrarrevolucin. El hambre, el agotamiento y el fro, se-gn la argumentacin del gobierno, eran las consecuencias in-evitables de la Guerra de Siete Aos por la que acababa depasar el pas. Tena algn sentido perder tan costosa victoriaentregndola a los cerdos de los Guardias Blancos y a suspartidarios? Los nicos beneficiarios de las huelgas y demos-

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    traciones, declar el Soviet de Petrogrado, eran los terratenien-tes polacos de Riga y los capitalistas ingleses de Londres, quepodan sentirse tentados a exigir mayores concesiones en la mesa

    de negociaciones. Dentro de la misma tnica, una proclama delos kursanty de Petrogrado denunciaba a los obreros deTrubochny por acciones que slo podran agradar a los terra-tenientes ingleses, franceses y de otras nacionalidades, a losagentes de la Guardia Blanca que estaban diseminados por to-das partes, y a sus sirvientes, los lacayos del capitalismo: lossocialistas revolucionarios y los mencheviques.13 El Comit deDefensa de Petrogrado adverta que espas ingleses, franceses y

    polacos se haban introducido subrepticiamente en la ciudadpara sacar provecho de la confusin. Entretanto, los diariospresentaban una cantidad de resoluciones de diversas fbricasy sindicatos de Petrogrado donde se condenaba a losprovocadores y ociosos responsables de los disturbios.14

    El epteto preferido para designar a los supuestos perturbado-res era shkurniki, o sea logreros literalmente, personas que

    slo se ocupaban de su propio pellejo. Y en lugar de utilizarlas palabras habituales que designan las huelgas (stachka ozabastovka), se empleaba el trmino volynka, palabra de la len-gua familiar que abarca no slo el abandono regular del traba-jo sino tambin las huelgas de brazos cados y el trabajo a des-gano. Segn Feodor Dan, las autoridades preferan este trminopeyorativo antes